domingo, 1 de mayo de 2011

Usted…… y el Diluvio.

Y seguramente se preguntará, querido lector, que tiene que ver un suceso ocurrido hace casi 4.500 años y en el que no todo el mundo cree (muchos opinan que no es más que una fábula), con usted que ya bastantes problemas tiene con solo enfrentar el día a día. Pues bien, para poderle explicar esta cuestión, permítanos mostrarle algo que le puede interesar y que tiene mucho que ver, con las difíciles circunstancias que en estos tiempos tenemos que afrontar y que lejos de remitir, siguen en constante aumento y en total coincidencia con las siguientes palabras del evangelista Lucas:

También, habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas y sobre la tierra angustia de naciones, por no conocer la salida a causa del bramido del mar y de su agitación, 26 mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada; porque los poderes de los cielos serán sacudidos.” (Luc. 21:25-26).

Este pasaje y que apunta a nuestros días, como usted puede ver no augura de ninguna manera una mejora de las cosas, sino más bien todo lo contrario; y a tal grado tienen que empeorar, que los hombres desmayarán de temor (quizás algunos de forma literal) ante las negras perspectivas que se ciernen sobre la humanidad. Pero también es cierto, que fueron dichas en el contexto de unas señales que Jesús dio a sus discípulos y que marcarían el momento de su regreso a la Tierra y el cual, felizmente, conllevaría la eliminación de todos los males que afectan a nuestro mundo, pues en ese momento se llevará a cabo la instauración del periodo milenario y que conocemos como el “Reino de Dios”…… ¿recuerda eso de “Padre nuestro que estás en los cielos, venga tú reino”, etc., etc.? (Mat. 9:9-13).Y aunque suponemos que sabrá de ello, no está de más el explicar que dicho reino, no es otra cosa que una gobernación de Dios, por medio de Jesucristo, que destruyendo los corrompidos gobiernos actuales (Dan. 2:44) y por espacio de mil años, regirá en el mundo y eliminando cualquier tipo de imperfección, tanto física, como espiritual en el ser humano y por supuesto, una total restauración en el tan deteriorado medioambiente.

Además, cesarán las guerras; la delincuencia de todo tipo será cosa del pasado; no habrá más hambre en el mundo; habrá trabajo satisfaciente y viviendas adecuadas absolutamente para todos; las enfermedades y sobre todo, el enemigo común de la humanidad, la muerte, serán cosas del pasado…… olvidadas para siempre. Obviamente perspectivas agradabilísimas y por tanto deseables, pero como antes de que se hagan realidad, tiene que ser eliminado todo vestigio de maldad sobre la Tierra, vamos a investigar el relato que nos habla de un acontecimiento que ocurrió, como ya le hemos dicho, hace más de 4.500 años. Y relato que nos permitirá averiguar, algo de suma importancia: que es lo que hay que hacer para poder sobrevivir a semejante cataclismo y estar en ese nuevo mundo que se nos anuncia, en donde “la justicia habrá de morar” (2 Ped. 3:13). Veamos:

En la larga historia de la humanidad, ha habido muchos desastres naturales: terribles erupciones volcánicas, devastadores tsunamis, grandes terremotos u otro tipo de catástrofes, algunas de ellas muy recientes en nuestra memoria. Pero ninguno de ellos ha igualado al catastrófico diluvio del día de Noé, pues fue tan grande y devastador, que dejó a escala mundial una huella indeleble en la humanidad. Existen aún a día de hoy, más de un centenar de diferentes leyendas acerca de dicho evento y que provienen de diversas partes de la Tierra, tan alejadas entre sí como Medio Oriente, Groenlandia, India, Australia o en ambas Américas. Y aunque tales leyendas difieren en algunos detalles, hay en todas ellas una general aceptación, por ejemplo, en la causa moral por la qué sobrevino el Diluvio, o en que fue una destrucción global de la humanidad, o en la de la supervivencia de una sola familia en un arca o embarcación, así como en la preservación de alguna vida animal.

Por lo tanto, no podemos más que estar de acuerdo, en que solo un desastre de proporciones globales, cataclísmicas, pudo haber dejado una impresión tan acorde, extensa y duradera en el ser humano. Acerca de ello, doctos bíblicos están de acuerdo y comparten el siguiente razonamiento: “La armonía entre todos estos relatos es una garantía innegable de que esa tradición no es una invención vana; un relato de ficción es regional, no universal; esa tradición tiene, por lo tanto, una base histórica: es el resultado de un suceso que realmente aconteció en la infancia de la humanidad”. Pero ¿por qué es esa catástrofe de un pasado remoto, una advertencia a la generación que vive actualmente? Bueno, de entrada porque no estamos hablando de una catástrofe casual, sino de un acto deliberado y por lo tanto, ejemplarizante. Tanto es esto así, que es el propio Creador el que nos advierte del porqué este suceso (así como otros), está incluido en el registro bíblico:

Pues bien, estas cosas siguieron aconteciéndoles como ejemplos y fueron escritas para amonestación de nosotros a quienes los fines de los sistemas de cosas han llegado” (1 Cor. 10:11).

Por lo tanto, es de gran importancia para nosotros tomar en cuenta las circunstancias que llevaron al Diluvio, ya que la similitud de estas a las condiciones actuales, hace que ese acontecimiento tenga un significado importante para nosotros. El relato histórico del libro bíblico de Génesis describe las circunstancias desencadenantes del citado acontecimiento, de la siguiente manera:

Jehová vio que la maldad del hombre abundaba en el tierra y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de éste era solamente mala todo el tiempo (……) De modo que Dios vio la tierra y, ¡mire!, estaba arruinada, porque toda carne había arruinado su camino sobre la tierra”. (Gén. 6:5; 12).

Y es que ya en ese tiempo, el mundo de la humanidad había sufrido tal degeneración moral, que en propias palabras de Jehová, la inclinación de sus pensamientos era siempre hacia la maldad (Gén. 6:5). A causa de esto “la tierra se llenó de violencia” (Gén. 6:11), pues las personas solo dedicaban su vida a ir tras los deseos materiales y sexuales y alejándose, en consecuencia, cada vez más de la guía divina. Pero aunque ese fue el motivo que llevó al Altísimo a tomar tan drástica decisión, parece ser que no todas las personas de aquella época, estaban incursas en prácticas violentas y detestables a los ojos de Jehová. Jesús llamó la atención a este hecho, cuando en unas interesantes palabras, dijo lo siguiente:

Además, así como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: 27 comían, bebían, los hombres se casaban, las mujeres se daban en matrimonio, hasta aquel día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio y los destruyó a todos. 28 De igual modo, así como ocurrió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban. 29 Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos. 30 De la misma manera será en aquel día en que el Hijo del hombre ha de ser revelado.” (Luc. 17:26-30).

Y es obvio que Jesús no nos dice que se destruyera a gente de los días de Noé y de los días de Lot, sencillamente por ocuparse en las actividades diarias, como el comer, beber, comprar, vender, sembrar y edificar…… evidentemente, hasta Noé y Lot con sus respectivas familias, en su momento también hicieron estas cosas. Luego ¿dónde estaba la diferencia entre los que se salvaron y aquellos que no lo consiguieron, en esos dos acontecimientos señalados por Jesús? Veamos: con muchos años de anticipación, durante la construcción del arca, Noé había estado dando advertencia acerca del peligro por venir, aunque los de aquella generación rehusaron creerle, ya que su único interés era el satisfacer sus deseos personales. Lamentablemente, esas personas seguían preocupadas en sus particulares necesidades, sin prestar atención alguna a la voluntad de Dios y por esa razón fueron destruidas; lo mismo se puede decir de Lot con respecto de sus contemporáneos. Y por esa misma razón también, será destruida la gente cuando Cristo sea revelado durante la cercana “gran tribulación” que, inevitablemente, vendrá sobre este sistema de cosas. Pero veamos ahora el pasaje de Mat. 24:39, paralelo del que acabamos de citar, en donde Jesús nos dio la clave que nos confirma en dónde estaba la diferencia:

“...... y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.”

Indudablemente aquellas personas nunca habían experimentado un diluvio y puesto que las cosas seguían igual que en tiempos de sus antepasados, se hicieron sordos a la advertencia y no tomaron las medidas oportunas y necesarias para conseguir su salvación…… como dice el texto “no hicieron caso”. No les importó que la advertencia proviniera de su Creador, porque estaban demasiado ocupados en sus propios asuntos y no les preocupaba la constante violación de las leyes divinas que ocurría a su alrededor. Pero la realidad, para su desgracia, es que Dios sí dijo a Noé:

El fin de toda carne ha llegado delante de mí, porque la tierra está llena de violencia como resultado de ellos; y aquí estoy arruinándolos junto con la tierra”. (Gén. 6:13).

Y cumpliendo Su Palabra, por medio de un brutal diluvio arruinó a una humanidad desobediente y rebelde, mientras que Noé y su familia fueron preservados porque sí prestaron atención a la advertencia y siguieron las instrucciones que Dios les dio. Pero ¿qué interés tiene para nosotros ese acontecimiento? ¿Qué mensaje de interés especial, se nos quiere transmitir mediante ese relato?

Pues sencillamente ponernos en alerta, porque al igual que en los días antediluvianos, la violencia de todo tipo también ha llegado a ser parte consustancial del entorno en el que nos movemos diariamente: vemos violencia entre personas; en las series de televisión; en las películas; en los programas de dibujos animados dirigidos a una audiencia infantil, que ya de muy jóvenes se ven “bombardeados” con escenas violentas y agresivas; en todos los juegos para ordenador a los que tienen acceso nuestros hijos; en todo tipo de noticiarios de los distintos medios de información, etc. Como indeseables consecuencias, se ha llegado a una total cauterización de las sensibilidades de las personas, al grado que ya no reaccionan ante la violencia que nos rodea, mientras no sean afectados directamente por la misma y siendo por tanto, indiferentes e insensibles al sufrimiento que se vive alrededor del mundo.

Otro paralelo que se observa en el estilo de vida del día moderno, con respecto de los días de Noé, es el brutal aumento del afán egoísta por satisfacer los deseos sensuales y materialistas, como si fueran el único o principal objetivo de esta actual generación, alejada de Dios, por lo que por toda la Tierra se observa un derrumbe moral que ha resultado, entre otras cosas, en terribles guerras, terrorismo, violencia de todo tipo y enfermedades transmitidas por relaciones sexuales. El adulterio, la fornicación, la homosexualidad y el aborto, otrora repudiables socialmente, son prácticas no solo comunes hoy día, sino de total aceptación en la sociedad en que vivimos y tenidas como símbolo de “progresía”…… como muestra de una sociedad “madura” y “avanzada”. Tanto eso es así, que en numerosos países algunas de esas prácticas, como el “matrimonio” entre homosexuales y el aborto, están regulados por ley y en una clara aceptación como legal, de lo que siempre ha sido delictivo…… o sea, el mundo al revés. Pero la Palabra de Dios, la Biblia, también da atención a esta cuestión, con las siguientes palabras:

¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo! ”(Isa. 5:20).

Luego vemos que al igual que aquella generación antediluviana, también se cierne sobre la generación actual un terrible ¡Ay!, por cuanto ama los placeres carnales y las posesiones materiales, más bien que a Dios, al que ofenden continuamente con las citadas repudiables prácticas.

Y si Dios se sintió herido y provocado a actuar como lo hizo, debido a la conducta extremadamente mala de la gente que vivió antes del Diluvio ¿no sería razonable concluir que Él se sienta de la misma manera hoy día, debido a la aberrante conducta que es común alrededor del mundo? ¿No debería servir de advertencia a la generación actual, lo que Él trajo sobre el mundo del día de Noé? ¿No sería razonable pensar, que nuestro Creador llegará a la misma conclusión a la que llegó, al sentirse como se sintió en ese momento, según se muestra en Gén. 6:5-7? Y es que cuando Dios vio la maldad desenfrenada de la humanidad “…… se sintió herido en el corazón. 7 De modo que Jehová dijo: “Voy a borrar de sobre la superficie del suelo a hombres que he creado”.” Y por medio de las personas a las que inspiró para escribir la Biblia, Dios ha declarado que ejecutará un juicio semejante contra la generación desenfrenada de la actualidad y por lo que, a tenor de lo que se lee en Sof. 1:14-18, se aproxima la mayor catástrofe que jamás haya ocurrido en la historia de la humanidad y en la que, al igual que en el diluvio del día de Noé, también habrá sobrevivientes.

Y es que no podemos olvidar, como ya hemos dicho, que lo que está escrito en la Biblia fue escrito en tiempo pasado como ejemplos amonestadores para nuestra instrucción (1 Cor. 10:11)…… pero tanto en el sentido del castigo, como el de ser preservados de él. Veamos cómo nos muestra eso el apóstol Pedro:

“…… y no se contuvo de castigar a un mundo antiguo, sino que guardó en seguridad a Noé, predicador de justicia, con otras siete personas cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía; 6 y al reducir a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra las condenó, poniendo para personas impías un modelo de cosas venideras; 7 y libró al justo Lot, a quien angustiaba sumamente la entrega de la gente desafiadora de ley a la conducta relajada.” (2 Ped. 2:5-7).

Luego si esos actos de juicio son un modelo para personas impías, de cosas venideras y vemos que la situación actual es parecida e incluso podríamos aceptar, que mucho peor que en tiempos del diluvio (o de Sodoma y Gomorra), algo se tendría que hacer, como mínimo, para averiguar en qué situación nos encontramos personalmente con relación a nuestro Creador…… y ya puestos, averiguar qué podemos hacer para salvarnos de ese terrible acontecimiento que se acerca rápidamente. Y para ello, tendríamos que hacer un escudriñamiento cabal, con el fin de ver lo que hicieron o en su defecto no hicieron, aquellos que se salvaron.

Porque el paralelo entre aquella generación antediluviana y la actual, como ya hemos dicho, no se limita a la maldad de la gente y a su consecuente destrucción, sino también en el sentido de que al igual que hubo sobrevivientes del Diluvio, también habrá sobrevivientes del fin del sistema de cosas actual. Y vemos que los sobrevivientes del Diluvio, fueron personas humildes que no vivían ni pensaban como sus contemporáneos en general, solo preocupados en sus particulares y personales intereses e indiferentes a lo que ocurría a su alrededor. Esos sobrevivientes, fueron personas amadoras de la justicia que obedecieron a Dios y prestaron atención a sus advertencias, al grado que de Noé en Gén. 6:8-9 se nos dice que “…… halló favor a los ojos de Jehová. (……) Noé fue hombre justo. Resultó libre de falta entre sus contemporáneos”. Y ya hemos visto que con relación a Noé y a los que con él sobrevivieron, el apóstol Pedro escribió que Dios “…… no se contuvo de castigar a un mundo antiguo, sino que guardó en seguridad a Noé, predicador de justicia, con otras siete personas cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía” (2 Pedro 2:5).

Sin embargo, cualquier persona a la que preguntáramos, probablemente nos diría que ella también se encuentra en la misma situación de buena relación con Dios, porque no participa de las aberrantes prácticas antes mencionadas (homosexualidad, aborto, adulterio, fornicación o alguna forma de violencia), que no hace daño a nadie, que es honrado, que asiste regularmente a los oficios religiosos de la organización religiosa con la cual se asocia…… en fin, lo que se suele conocer como un ciudadano ejemplar y lo cual es cierto en un gran número de personas. Sin embargo, aun considerando que eso sea verdad y no hay porque dudarlo, la cuestión es que hay algo más envuelto en el asunto y que tiene que ver con nuestros más personales e íntimos pensamientos; recuerde que hace solo un momento, le acabamos de decir que las personas que se salvaron no solo no vivían, sino que tampoco pensaban como su contemporáneos. Porque en el pasaje transcrito de 2 Ped. 2 que acabamos de considerar, vemos que en los versos 7-8 se nos habla, no solo acerca de la salvación de Lot, sino de la razón fundamental por la cual fue salvado:

“...... y libró al justo Lot, a quien angustiaba sumamente la entrega de la gente desafiadora de ley a la conducta relajada. 8 Porque aquel hombre justo, por lo que veía y oía mientras moraba entre ellos de día en día, atormentaba su alma justa a causa de los hechos desaforados de ellos.”

Por lo tanto, se impone el hacerse personalmente unas preguntas y lo que es más importante, el respondérselas de forma totalmente sincera: “¿Son esos los sentimientos que me embargan, cuando veo a mí alrededor, la maldad, la falta de amor al semejante, o el sufrimiento que existe en el mundo? ¿Cómo me siento, ante prácticas aberrantes como las que se han citado y que violan continuamente las leyes de Dios?” Y es que más que lo que uno hace y sin dejar de ser importante, lo que realmente cuenta es lo que hay en el corazón de cada uno y algo que Jehová, puede ver perfectamente:

Pero Jehová dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.” (1 Sam. 11:7).

Y que nuestros sentimientos personales más íntimos en estos aspectos, tendrán que ver en nuestra salvación, se deduce de unas palabras que leemos en Ezeq. 9:4, un libro profético que apunta hacia la conclusión de este sistema de cosas, o sea, que nos habla de algo que va a tener un reflejo en nuestros días:

Y Jehová pasó a decirle: “Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén y tienes que poner una marca en las frentes de los hombres que están suspirando y gimiendo por todas las cosas detestables que se están haciendo en medio de ella.”

Acto seguido y si ustedes dedican un poco de atención a ese relato, verán que a continuación de ese “marcar”, se procedió a destruir a todos aquellos que no tenían dicha marca en sus frentes. Pero si analizamos con detenimiento el pasaje transcrito, queda claro que hay tres datos a considerar. En primer lugar, ese “pasa por medio de la ciudad”, nos estaría señalando una cuidadosa búsqueda personal casa por casa, de tal modo que no quedara nadie sin investigar. En segundo lugar, vemos que la razón de esta búsqueda, tiene como objetivo el “poner una marca”, obviamente salvadora sobre los merecedores, ya que los siguientes versículos 5-6 nos hablan de personas que a causa de esa marca, evitan el ser destruidas por la justicia divina y en tercer lugar, que solo reciben esa marca salvadora aquellos que están “suspirando y gimiendo” dentro de su corazón y repudiaban esas “cosas detestables” de las que nos habla el texto y que violaban gravemente las leyes divinas. O sea y trasladándolo a nuestros días, estaríamos hablando de personas sinceramente angustiadas por las actuales y graves condiciones morales entre las que, desgraciadamente, nos ha tocado vivir.

Pero por otra parte, estas mismas condiciones indeseables que estamos sufriendo, son señal inequívoca de lo cercano que está el día en que se pondrá fin a los sufrimientos de la humanidad obediente. Veamos cómo nos lo explica el apóstol Pablo:

Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. 2 Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, 3 sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, 4 traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, 5 teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate.” (2 Tim. 3:1-5).

Luego lo que queda claro, es que las difíciles circunstancias que estamos enfrentando, son una señal evidente de que nos hallamos en la parte final, o parafraseando a Pablo, en los últimos días del mundo tal y como lo conocemos hoy. Y si analizan debidamente esas palabras de Pablo, verán que se establece una directa relación causa/efecto, entre los tiempos difíciles por los que atraviesa la humanidad…… con las indeseables características desplegadas por los hombres: exactamente lo mismo que ocurrió en tiempos del diluvio. Y ello nos lleva, a un acontecimiento inmediatamente anterior a la “gran tribulación”, puesto que Jesús, profetizó para los “últimos días” de este sistema de cosas, una gran predicación acerca de las buenas nuevas del reino de Dios, que se proclamarían por toda la Tierra y siendo este el medio por el cual se “marcará” y se juntará para la supervivencia, a todas las personas de disposición justa de la Tierra:

Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mat. 24:14).

Jesús ilustró este acontecimiento, en su parábola acerca de la separación de las ovejas de las cabras y en la que nos mostró que los injustos, semejantes a cabras “partirían al cortamiento eterno, pero los justos (personas con cualidades de oveja) a la vida eterna” (Mat. 25:31-46). Y nos muestran también las Escrituras, que será una “gran muchedumbre que ningún hombre podía contar” la que sobrevivirá a la destrucción venidera del sistema de cosas actual y que al igual que Noé, ellos también han de ser personas humildes que amen la justicia y obedezcan las instrucciones de Dios (Rev. 7:9; 13-14). La promesa del Creador para esas personas obedientes, después de predecir la destrucción de los inicuos, es la siguiente:

Y solo un poco más de tiempo y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar y él no será. 11 Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (Sal. 37:10-11).

Y a pesar del tiempo transcurrido desde que ocurrió el Diluvio del día de Noé, continúa siendo una advertencia clara que no debemos pasar por alto. Como dice la Biblia, el relato de este suceso se escribió “para nuestra instrucción” (Rom. 15:4). Es una advertencia contra el modo de vivir violento, sensual y materialista de un mundo que no hace caso a su Creador, así como una advertencia a todos aquellos que aún no participando de las mismas repudiables conductas, no reprueban las mismas en su fuero interno y las aceptan como una muestra de sociedad “avanzada” y tolerante, no sintiéndose, por lo tanto, agobiados o incómodos en semejante entorno. No podemos olvidar que Dios no cambia, ya que no existe en Él “la variación del giro de la sombra” (Sant. 1:17); y si destruyó a la generación antediluviana debido a su maldad, no hay razón para que no destruya a esta generación moderna y a su entero sistema de corrupta gobernación política, brutal materialismo comercial y dominado totalmente por la religión falsa.

Luego queda claro que para sobrevivir al fin de este sistema de cosas, tenemos que prestar atención a la advertencia que se dio en el pasado y demostrar que somos amadores de la justicia, así como lo hicieron las ocho personas que sobrevivieron al Diluvio y, al igual que Lot, repudiar, desde lo más intimo de nuestro ser, esta actual forma de vida. Para sobrevivir, tenemos que seguir el consejo registrado en Sof. 2:3:

Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente sean ocultados en el día de la cólera de Jehová.”

¿Y qué puede hacer usted, quizás se preguntará, para evidenciar esa búsqueda de justicia y mansedumbre? Obviamente, mostrando interés en las cosas que Jehová le quiere transmitir por medio de Su Palabra escrita, la Biblia y para su propio beneficio. Si nos permite ilustrárselo, querido lector, imagínese por un momento que a sus manos llega el plano de un inmenso tesoro, ubicado en una distante y desconocida isla del Pacífico (por poner un caso) y que el plano es auténtico…… y el tesoro real, ¿se esforzaría usted por conseguir averiguar el lugar donde se encuentra y hacerse con él, o sencillamente no haría caso y dejaría la oportunidad para otros? Pues más que eso es lo que se le están ofreciendo, querido amigo: el inmenso tesoro de poder vivir eternamente en una Tierra paradisíaca, libre de toda enfermedad, en total paz y abundancia de bienes, generosamente provistos por nuestro creador:

Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente.” (Sal. 145:16).

Y se ha puesto a su alcance el mejor mapa o plano que jamás ha existido, para conseguir acceder a semejante tesoro: la Biblia o Palabra de Dios. Ahora la pregunta es…… ¿se esforzará usted por familiarizarse con dicho “plano” y conseguir el tesoro en cuestión, o por el contrario y como aquellos contemporáneos de Noé, sencillamente “no hará caso”? ¿Pensará quizás usted como la mayoría de las personas, que eso de la Biblia, Dios, el Paraíso, la vida eterna, etc., son cosas fuera de lugar en un mundo tan tecnificado, tan “avanzado” intelectualmente y que cuando se les habla de ello, responden con el clásico “no me interesa”? Recuerde que eso sería más o menos lo que le respondían a Noé, sus contemporáneos y ya sabe como acabó la cosa.

Pero si no piensa así y de lo cual nos alegramos, como siempre nos permitimos recordarle que un buen camino para conseguir desentrañar dicho “plano”, es continuar leyendo los artículos que se publican en este blog, contrastando sus contenidos con los de otros blogs (si así lo desea), pero sobre todo, compararlo con lo que dice su ejemplar de las Escrituras, sacar sus propias conclusiones…… y actuar en consecuencia, por supuesto. No le vamos a decir que ello es fácil y que no requiera algo de esfuerzo por su parte, contrario a lo que algunos “iluminados” afirman y que le dirán que bautizándose por inmersión en el nombre de Cristo, ya recibirá automáticamente el Espíritu Santo de adopción como Hijo de Dios, que reinará con Cristo en su reino y bla, bla, bla. No, nosotros le hablamos de cosas serias, razonables y ajustadas a las Escrituras, por lo que ya le advertimos que en el empeño hay esfuerzo envuelto y no porque nosotros lo digamos, sino porque lo dijo el propio hijo de Dios, Jesús:

Entonces le dijo cierto hombre: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Él les dijo: 24 “Esfuércense vigorosamente por entrar por la puerta angosta, porque muchos, les digo, tratarán de entrar, pero no podrán……” (Luc. 13:23-24).

Y siendo cierto que Jesús estaba hablando en ese momento de aquellos que con él tenían que gobernar, no es menos cierto que lo mismo aplica en el caso de aquellos que desean poder vivir en ese reino milenario, en calidad de súbditos y que son la inmensa mayoría. Porque lo de gobernar en ese reino milenario, en calidad de reyes y sacerdotes (Rev. 20:6) y según propias palabras de Jesús, es privilegio de unos pocos:

No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32; Rev. 14:1).

Entonces la perspectiva para los sobrevivientes de la gran tribulación que se acerca, así como la de aquellos que posteriormente y durante el milenio, vayan resucitando, no es la de formar parte de ese gobierno del reino en calidad de reyes y sacerdotes, sino ser súbditos de ese reino y vivir en la Tierra en verdadera paz y felicidad, con la vida eterna en mira.

Luego no se deje engañar por esos “cantos de sirena” que le aseguran que su destino como cristiano, es el de ser rey y gobernar con Cristo, porque sencillamente, ese no es el propósito de Jehová para con su creación. El propósito de nuestro Creador, no es otro que el de “la restauración de todas las cosas” (Hech. 3:21), obviamente a la misma condición de la que disfrutaron Adán y Eva antes del pecado. Y que sepamos, Jehová no creó a Adán y Eva para ser reyes y sacerdotes de nadie ni sobre nadie, sino para que extendieran los dominios de ese paraíso en el que habían sido colocados y lo poblaran:

Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó. 28 Además, los bendijo Dios y les dijo Dios: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra.” (Gén. 1:27-28).

Y dado que lo propuesto por Jehová, es solo la restauración de lo que existía en su momento, no hay más perspectiva que la de volver a esa misma e idílica situación de la que se nos habla en el libro de Génesis, le digan lo que le digan y se lo diga, quién se lo diga. Por lo que, como siempre, les animamos a considerar algunos de los artículos publicados en este blog y en los que hablamos extensamente de este tema y que por supuesto, no han sido rebatidos por esa cantidad de “iluminados” que pululan por la red y que así mismos, de forma presuntuosa, se atribuyen la condición de “ungidos” o Hijos de Dios, pero que parece ser que tienen cierta “dificultad” para demostrarlo. Y es que solo son unos farsantes, que conscientes de ello o no, están sirviendo a Satanás y cuya actividad, solo contribuye a confundir a las personas que les leen y apartarlas con ello del conocimiento del verdadero propósito de nuestro Creador, para con el ser humano.

Pero como siempre recomendamos desde esta página, no se crean de entrada todo lo que les contamos, sino que mediante su propio ejemplar de las Escrituras, comprueben continuamente si la información que llega hasta cada uno de ustedes, se la ofrezca quién se la ofrezca, se ajusta a lo que leen y entienden personalmente del registro sagrado. Y no olviden, que la responsabilidad de hacer caso…… o no, recae sobre el mismo que toma la decisión, porque “cada uno llevará su propia carga de responsabilidad” (Gál. 6:5). Además, nosotros y como siempre les recordamos…… también nos podemos equivocar.

MABEL

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