miércoles, 22 de marzo de 2017
¡Cuando el rio suena…
“… agua o piedra lleva!” Así decían nuestros abuelos, tan acostumbrados ellos a establecer resultados mediante refranes, siempre partiendo de señales concretas y contrastadas en el tiempo; nada, por otra parte, distinto a lo que señaló Jesús a los incrédulos fariseos que se confabulaban constantemente contra él, en su pretendido intento de eliminarlo:
“Aquí se le acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarlo, le pidieron que les mostrara alguna señal del cielo. 2 En respuesta, él les dijo: “Al anochecer ustedes acostumbran decir: “Habrá buen tiempo, porque el cielo está rojo encendido”; 3 y a la mañana: “Hoy habrá tiempo invernal y lluvioso, porque el cielo está rojo encendido, pero de aspecto sombrío”. Saben interpretar la apariencia del cielo, pero las señales de los tiempos no las pueden interpretar.” (Mat. 15:1-3).
Todos aquellos que estudiamos las Escrituras, tenemos perfectamente claro que en éstas están plasmados todos los acontecimientos por venir y que, como no podía ser de otra manera, están precedidos por señales que nos anuncian su próximo devenir; en el caso que nos ocupa, fundamentalmente estamos a la expectativa del cumplimiento de una señal que será el detonante del inicio de la “semana 70” de Daniel o, lo que es lo mismo, de los siete últimos años del mundo tal como lo contemplamos ya ser seguidos por el tan esperado “reino de Dios”. Pero veamos el contenido de dicha profecía que se encuentra en el capítulo nueve de dicho libro y ya, después de leerla, intentaremos sacar alguna conclusión:
“Hay setenta semanas que han sido determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para poner fin a la transgresión y para acabar con el pecado, para hacer expiación por el error, para introducir la justicia para tiempos indefinidos y para imprimir un sello sobre visión y profeta y para ungir el Santo de los Santos.
25 Y debes saber y tener la perspicacia de que desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén hasta Mesías el Caudillo, habrá siete semanas, también sesenta y dos semanas. Ella volverá y será realmente reedificada, con plaza pública y foso, pero en los aprietos de los tiempos.
26 Y después de las sesenta y dos semanas Mesías será cortado, con nada para sí. Y a la ciudad y al lugar santo, el pueblo de un caudillo que viene los arruinará. Y el fin del tal será por la inundación. Y hasta el fin habrá guerra; lo que está decidido es desolaciones.
27 Y él (el “caudillo” en cuestión) tiene que mantener el pacto en vigor para los muchos por una semana; y a la mitad de la semana hará que cesen el sacrificio y la ofrenda de dádiva…” (Dan. 9:24-27). (Acotación nuestra).
De entrada, señalar que estamos hablando de semanas de años, es decir, de períodos largos de tiempo y, como dato significativo, que el hecho de que se nos hable de distintas fracciones semanales, significa que no estamos hablando de un espacio de tiempo correlativo, sino fraccionado en su transcurrir, pero computando finalmente dichas fracciones las “70 semanas” (v. 24) o 490 años de la profecía. Y si bien no sabemos si entre el primer período de “siete” semanas y el segundo de “sesenta y dos” existió una brecha temporal o fueron espacios de tiempo correlativos (queremos pensar que no), lo que sí sabemos es que desde el cumplimiento de ese segundo período semanal y anterior a la muerte de Jesús, pues recordemos que éste murió “después” de transcurrido dicho tiempo, sí hay una brecha en la corriente del tiempo de casi 2.000 años que separan esas “sesenta y dos semanas” de la última fracción de “una semana” del versículo 27 de esa profecía de Daniel y que nos lleva hasta nuestros días.
Dicho lo cual, vayamos ahora a la esencia del mensaje que se nos quiere transmitir mediante el pasaje leído y que es el siguiente: del “pueblo” (como etnia) que asoló Jerusalén y su Templo, en un tiempo futuro aparecería un líder carismático que conseguiría establecer un pacto de no agresión entre naciones en conflicto y por espacio de “una semana” o siete años. Y lo primero que habría que saber, para averiguar la procedencia del personaje en cuestión, es cuál fue el pueblo causante del estropicio en cuestión y que contrario a lo que se piensa en el sentido de que dicha ciudad y su templo fueron destruidos por los romanos, el “pueblo” que como etnia fue el causante de tal “desaguisado”, no fue otro que el pueblo asirio y que “se la tenía jurada” a los judíos, que eran sus ancestrales enemigos. Ello fue así, porque las legiones romanas que atacaron Jerusalén y al estar acantonadas al norte de Israel, estaban compuestas mayoritariamente por mercenarios asirios a los que se les había dado la nacionalidad romana como compensación por alistarse en tales legiones…… pero asirios, al fin y al cabo. Y precisamente de ese “pueblo” procede el personaje que esperamos y que las Escrituras nos identifican como “el asirio”:
“Y el asirio tiene que caer a espada, no la de un hombre; y una espada, no la del hombre terrestre, lo devorará. Y él tiene que huir a causa de la espada y a sus propios jóvenes se les llegará a usar para trabajos forzados mismos.” (Isa. 31:8).
Pasaje que se entiende mejor si nos situamos en el contexto bíblico y que nos lleva a Rev. 17:12-14:
“Y los diez cuernos que viste significan diez reyes, que todavía no han recibido un reino, pero sí reciben autoridad como reyes por una hora con la bestia salvaje. 13 Estos tienen un solo pensamiento y por eso dan su poder y autoridad a la bestia salvaje (un imperio mundial regido por el personaje “anticristo”). 14 Estos combatirán contra el Cordero, pero, porque es Señor de señores y Rey de reyes, el Cordero los vencerá. También, los llamados y escogidos y fieles que con él están lo harán.” (Acotación nuestra).
De ahí que se nos diga que no será la “espada del hombre” la causante de la destrucción del personaje citado y sus huestes; personaje que comúnmente recibe el nombre de “el anticristo” y cuya aparición, repetimos, es el detonante del inicio de la “semana 70” de Dan. 9:27 y preludio de los siete últimos años del mundo tal como lo conocemos…… y de eso va lo del “cuando el rio suena…”. Porque resulta que si usted entra en Internet y busca por “anticristo” o “fin de los tiempos”, verá que la inmensa mayoría de los autores que publican sobre el tema sitúan la aparición del susodicho personaje para este recién iniciado año 2.017 ¿será ello verdad, o están todos equivocados? Cierto es que no lo sabemos…… pero lo que si sabemos, es que “cuando el rio suena, agua o piedra lleva”.
MABEL
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