domingo, 20 de marzo de 2011

La enseñanza del rapto…… ¿tiene sentido?

Una de las teorías más de actualidad en estos tiempos de tanta convulsión y dificultad a los que nos estamos enfrentando (y lo que te rondaré morena, porque la cosa solo acaba de empezar), es la que tiene que ver con la enseñanza del “rapto” (o arrebatamiento) y conocida como la “Teología del Rapto”. Y permítannos decir en primer lugar, que aunque hemos leído algo acerca de ello, no somos unos entendidos en esa materia y simplemente alcanzamos a resumirla, pero que nos vendría a decir, más o menos, que la vuelta de Cristo se produciría en dos etapas. Empezaría con un arrebatamiento (o rapto), en el cual los “santos” serían llevados al cielo antes de que un período de siete años de tribulación y coincidente con la última semana profética de Daniel (9:27), devastara la Tierra; ya terminado ese período de tiempo, Cristo aparecería visiblemente acompañado de esos “santos” y juntos gobernarían sobre la Tierra por mil años. Y siendo esta la versión más aceptada del rapto y enseñanza en la que destaca, una página dirigida por un tal Sr. Dawlin A. Ureña y cuya dirección es “antesdelfin.com” y teoría, por otra parte, que se apoya fundamentalmente en las palabras de Pablo en 1 Tes. 4:17:

Después nosotros los vivientes que sobrevivamos seremos arrebatados, juntamente con ellos, en nubes al encuentro del Señor en el aire; y así siempre estaremos con el Señor.”

Y poco más podríamos añadir, como no sea que buscando algo de información, hemos averiguado que existen los defensores del rapto pre-tribulacional (el que hemos citado); otros nos hablan de una “teoría parcial” del arrebatamiento, según la cual los más leales a Cristo serán arrebatados primero y los más “tibios” después y finalmente, los que defienden el rapto post-tribulacional, a producirse en el mismo momento de la segunda venida de Jesucristo, o sea, que lejos de haber distinguidos o privilegiados, aquí las vamos a pasar todos “canutas” y aguantando las “ocurrencias” del Anticristo, hasta el momento de la citada segunda venida de Cristo. Más o menos la cosa viene a ser así, pero que en todo caso les sugerimos, ya que hay suficiente información colgada en la Red, que aquellos que se sientan interesados accedan a ella y puedan documentarse debidamente en las distintas corrientes argumentales de la mencionada enseñanza.

Dicho lo cual y sin decantarnos por ninguna de esas tres explicaciones, ya que no creemos en un “rapto” como tal, sin embargo y a tenor del registro escritural, sí parece que algo tiene suceder y que libre a las personas que son fieles al Altísimo, de los juicios o castigos que se derramarán durante la “gran tribulación” final (Rev. 7:14), sobre aquellos impenitentes pecadores que se oponen a Él. Y es que Jesús en su momento, ya dijo la siguiente:

Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder y estar en pie delante del Hijo del hombre.” (Luc:21:36).

Y es cierto que alguien podría argumentar, que esas palabras solo significan que escapar de esas “cosas destinadas a suceder”, tiene que ver sencillamente con el poder superarlas con éxito y para ello, obviamente habría que enfrentarlas; pero no es menos cierto que esa interpretación, elimina de un plumazo la teoría de algo parecido a un rapto o arrebatamiento. Sin embargo y a nuestro entender, lo que Jesús nos estaba diciendo en ese “que logren escapar”, es que realmente se podría eludir el enfrentarse a esos trágicos sucesos por acontecer. Pero puesto que una cosa es afirmar algo y otra muy distinta el probarlo, acerquémonos al contexto general de las Escrituras y ver si nos da alguna pauta de cómo interpretar correctamente el sentido de las palabras de ese pasaje. Luego para entender cabalmente esas palabras de Jesús y puesto que estamos hablando de un juicio, veamos cómo ha actuado nuestro Creador, en todos aquellos juicios que ha ejecutado sobre la humanidad, que iniciaron con el Diluvio del día de Noé y que, obviamente, nos podrían aclarar un poco la situación. Y es que no podemos olvidar, las palabras de Sant. 1:17b, en el sentido de que “con Él no hay la variación del giro de la sombra”, o sea, que Jehová no cambia con respecto, por ejemplo, a su línea de conducta en lo que tiene que ver con el trato a sus siervos. Ya en la profecía de Malaquías, es el propio Hacedor el que nos da la garantía de ello al decir que “...... yo soy Jehová; no he cambiado. Y ustedes son hijos de Jacob; ustedes no se han acabado.” (Mal. 3:6). Por lo tanto y partiendo de esta garantía, veamos que nos dice el registro sagrado; en primer lugar y algo a tener en cuenta, es lo que se nos dice en Amos 3:7:

Porque el Señor Soberano Jehová no hará ni una cosa a no ser que haya revelado su asunto confidencial a sus siervos los profetas.”

Y claro, la cuestión que surge es por qué motivo revela Jehová a sus profetas, antes de actuar, aquello que se propone llevar a cabo y cuya respuesta la tenemos en ese primer juicio global del que nos habla la historia. Porque según el registro sagrado, se nos dice de Noé, protagonista de ese suceso, que fue un “predicador de justicia” (2 Ped. 2:5) por largos años y cuya actitud tenía que ver, con la forma de pensar de Jehová:

Diles: “Tan ciertamente como que yo estoy vivo, es la expresión del Señor Soberano Jehová, no me deleito en la muerte del inicuo, sino en que alguien inicuo se vuelva de su camino y realmente siga viviendo. Vuélvanse, vuélvanse de sus malos caminos, pues, ¿por qué deberían morir, oh casa de Israel?”.” (Ezeq. 33:11).

Luego la finalidad de que Jehová no tome ninguna acción punitiva sobre el ser humano, sin antes avisar, tiene como fuerza motivadora Su deseo de que el pecador reconsidere su posición y tomando medidas, consiga salvarse de una destrucción segura. Ejemplo que como hemos dicho, tenemos en el episodio del Diluvio: aquellos que sí tomaron las medidas apropiadas, en línea con la advertencia recibida, consiguieron la salvación a través de una catástrofe de proporciones mundiales: en este caso, fue mediante la construcción de un arca o, dicho de otra manera, por obedecer las instrucciones dadas por Jehová en el momento oportuno. Pero vamos a ver otros ejemplos de cómo Jehová, siempre ha librado a los que le son fieles y le obedecen, prescindiendo que formen parte de su pueblo o no.

En este caso, en Egipto y durante el episodio de la liberación de los israelitas de la tiranía del Faraón. Para llevar a cabo dicha liberación, Jehová derramó diez plagas sobre la tierra de Egipto y de las cuales, solo las tres primeras afectaron a los propios israelitas, en una clara demostración de su poder (Exo. 8:22-23), mientras que de las siete restantes, fueron “ocultados”, por decirlo de alguna manera y con lo cual, sus rigores solo afectaron a los egipcios. Sin embargo, aún Jehová y en su deseo de que el inicuo “se vuelva de su camino y realmente siga viviendo”, tanto en la séptima plaga como en la décima y última, por mucho más trágica ya que implicaba la muerte del primogénito de cada familia, mostró qué era lo que se tenía que hacer (Exo. 9:18-19; 12:7; 12-13), para escapar de sus efectos devastadores. Cierto es que los egipcios y sobre todo en esa última plaga, que implicaba el mostrar públicamente que dejaban de confiar en sus dioses y obedecían al Dios de los hebreos, no hicieron tampoco demasiado caso a la advertencia dada por Moisés y con el siguiente resultado, según se nos relata en Exo. 12:30:

Entonces se levantó Faraón de noche, él y todos sus siervos y todos los demás egipcios; y empezó a alzarse un gran alarido entre los egipcios, porque no había casa en que no hubiera un muerto.”

Pero sin embargo, la consecuencia de tan extraordinaria manifestación de poder por parte del Altísimo, al derrotar a todos los dioses de los egipcios en las respectivas diez plagas (ese fue el simbolismo de las mismas), resultó en que muchos de ellos se beneficiaran, al reconocer finalmente que Jehová era el Dios verdadero y se unieran a su pueblo Israel, ya que se nos dice que “una vasta compañía mixta” (forasteros o extraños), salió con ellos de Egipto:

Y los hijos de Israel procedieron a partir de Ramesés para Sucot, en número de seiscientos mil hombres físicamente capacitados a pie, además de pequeñuelos. 38 Y también subió con ellos una vasta compañía mixta, así como también rebaños y vacadas, un numerosísimo conjunto de animales.” (Exo. 12:37-38).

Pero resumiendo y centrándonos en el punto objeto de consideración, Jehová preservó a su pueblo, poniéndolo a salvo de esas terroríficas siete últimas plagas que devastaron a Egipto.

Veamos ahora que sucedió en otra ocasión, en este caso en el episodio de la caída de Jerusalén en 587 a.E.C., a manos de Nabucodonosor y sus ejércitos, en que a pesar de la horrorosa situación a la que los caldeos llevaron a la ciudad de Jerusalén, también Jehová protegió del desastre a aquellos que confiaron en Él y le obedecieron. Veamos como lo hizo en este caso:

Y después de eso, es la expresión de Jehová, daré a Sedequías el rey de Judá y a sus siervos y al pueblo y a los que en esta ciudad queden de la peste, de la espada y del hambre, en la mano de Nabucodonosor el rey de Babilonia, aun en la mano de los enemigos de ellos y en la mano de los que están buscando su alma y él ciertamente los herirá a filo de espada. No les tendrá lástima, ni mostrará compasión ni tendrá misericordia alguna.

8 Y a este pueblo dirás: ‘Esto es lo que ha dicho Jehová: “Aquí pongo delante de ustedes el camino de la vida y el camino de la muerte. 9 El que se quede sentado en esta ciudad morirá a espada y del hambre y de la peste; pero el que esté saliendo y realmente se pase a los caldeos que los tienen sitiados seguirá viviendo y su alma ciertamente llegará a ser suya como despojo”.” (Jer. 21:7-9).

Y es cierto que se necesitaba una gran dosis de confianza en Jehová, a tenor de la cruel fama de los caldeos, amén de las propias palabras de Dios en cuanto a la falta de compasión o de misericordia de los caldeos para con los habitantes de Jerusalén, para llevar a cabo sus indicaciones y teniendo en cuenta además, que si en el intento de pasarse uno a los enemigos, era cogido por sus propios correligionarios, le podía ocurrir peor que si le cogían los caldeos. De hecho, ahí está la peripecia del propio Jeremías, cuando fue falsamente acusado de intentar entregarse a las tropas caldeas y que salvó su vida de puro milagro (Jer. 37:13-16) y nunca mejor dicho. Pero los que sí obedecieron el consejo de Jehová, resultó para ellos el que fueran apartados del sufrimiento brutal que por más de año y medio que duró el sitio, sufrieron los habitantes de Jerusalén y aunque prisioneros (con todo lo que ello pudiera implicar), no les faltó su ración de alimento diario y lejos de la horrible situación de los que no obedecieron a Jehová, salvaron la vida, tal como se les había prometido.

Otro caso, ya relativamente más cercano, lo tenemos en la destrucción de Jerusalén y su templo, en el año 70 E.C., a manos de los ejércitos romanos. Ya Jesús en su momento, de nuevo daba advertencia de un peligro cercano y dando las oportunas medidas para librarse del mismo:

Además, cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. 21 Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas y los que estén en medio de Jerusalén retírense y los que estén en los lugares rurales no entren en ella; 22 porque estos son días para hacer justicia, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23 ¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que den de mamar en aquellos días! Porque habrá gran necesidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo; 24 y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones.” (Luc. 21:20-24).

Tan solo treinta y tres años después pronunciadas esas palabras, comenzó a cumplirse la profecía acerca de la destrucción de Jerusalén y su templo. Las facciones radicales judías de Jerusalén estaban totalmente decididas a sacudirse el yugo romano y en el año 66 E.C., los informes a este respecto llevaron a la movilización y envío de las legiones romanas acaudilladas por Cestio Galo, gobernador de Siria, que tenían como misión el sofocar la rebelión y castigar a los culpables. Tras hacer estragos en los arrabales de Jerusalén, los soldados de Cestio acamparon en torno a la ciudad amurallada y empleando el método del testudo o tortuga (los escudos formando algo parecido al caparazón de una tortuga), llegaron incluso a socavar el muro protector de Jerusalén. El historiador Claudio Josefo atestigua que tal fue su eficacia “que los soldados pudieron, sin riesgo, minar la muralla y prepararse para pegar fuego a la puerta del Templo”.

Sin embargo y cuando más fácil lo tenía Cestio Galo para tomar Jerusalén y sin razón aparente, suspendió repentinamente el cerco y sin argumentos valedores para ningún analista en estrategia militar, abandonó el sitio cuando tenía la ciudad casi en su poder, ordenando la retirada de sus tropas. Circunstancia aprovechada por los zelotes (facción política dominante de nacionalistas judíos radicales), que iniciaron una persecución de las legiones romanas, que desconcertadas por la decisión de su general, sufrieron grandes pérdidas. De regreso a Jerusalén, los zelotes volvieron cantando exultantes himnos de guerra y con la gozosa esperanza de libertad e independencia en el corazón, porque…… ¿acaso no los había ayudado Dios, con la misma misericordia con que ayudó a sus antepasados en otras batallas, cuando prácticamente ya en manos de los romanos les había concedido la salvación? En el corazón de los zelotes ya no cabía el temor al futuro, ya que de nuevo, el poder de Jehová los había librado…… o eso pensaron ellos. Porque si bien es cierto que hubo intervención divina en esa difícil circunstancia, obviamente no en la dirección que ellos ingenuamente, o presuntuosamente (váyase usted a saber), entendieron.

Porque la intervención divina, tuvo como único objetivo el facilitar la huída de aquellos que, atentos a las instrucciones de Jesús y lejos de tanta manifestación de júbilo, se apresuraron a huir de la ciudad, permaneciendo lejos de allí y librándose del terrible sufrimiento que le sobrevino. Los cristianos de Jerusalén y de toda Judea, actuaron prestos conforme al anuncio profético de Jesucristo y escaparon de la zona de peligro: la huida era apremiante. Con el tiempo se internaron en las regiones montañosas y algunos (la mayoría posiblemente) fijaron su residencia en Pela, en la provincia romana de Perea. Quienes tomaron a pecho la advertencia de Jesús no cometieron la insensatez de volver siquiera para salvar sus posesiones materiales, en armonía con el sentido de urgencia de las palabras de Jesús y por lo tanto, abandonando hogares, trabajos y cualquier tipo de posesión material, emprendieron la huida:

“...... entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas. 17 El que esté sobre la azotea no baje para sacar los efectos de su casa; 18 y el que esté en el campo no vuelva a la casa a recoger su prenda de vestir exterior.” (Mat. 24:16-18).

Y sí bien es cierto que dado lo apremiante de las circunstancias, tuvo de ser muy penoso para las mujeres que estaban encintas o aquellas que estaban amamantando, así como para niños y ancianos realizar el viaje a pie, no podían permitirse el demorar la huida porque aunque el invierno estaba próximo…… aún no había llegado: por lo tanto, tenían ante sí la oportunidad de la que Jesús les había hablado: no había tiempo que perder. Los que escucharon la recomendación de Jesús de huir sin demora, pronto se pusieron a salvo fuera de Jerusalén y Judea y es que de esta acción, como posteriormente quedó probado, dependía su vida. Una vez más, Jehová actuó directamente para librar u ocultar a sus fieles de una hecatombe por venir.

Y es que poco tardaron los ejércitos romanos en regresar, esta vez al mando del general Tito, reanudando las acciones bélicas contra los judíos. Primero conquistaron Galilea y al año siguiente desmembraron completamente Judea; para el año 70 E.C., las fuerzas romanas cercaron Jerusalén y sitio del que el ya citado historiador Josefo, escribió un relato detallado y realista de sus trágicas consecuencias. El general Tito, el hijo mayor de Vespasiano, marchó a conquistar Jerusalén y su grandioso templo, encontrándose con una ciudad que se hallaba dividida en una intestina lucha entre distintas facciones, que forcejeaban por el poder y en su intento por conseguirlo, recurriendo a medidas drásticas que resultaban en auténticos baños de sangre…… y luchas internas que debilitaban su capacidad defensiva frente al ejercito romano. Tan dramática era la situación dentro de Jerusalén, que según relató Josefo “en vista de los males internos, algunos deseaban la entrada de los romanos, con idea de que la guerra los libraría de tantas calamidades domésticas” y en lo que podríamos entender, como que los habitantes de Jerusalén se decantaban por un mal menor. Josefo calificó a los integrantes de esas facciones que luchaban por el poder, de “ladrones” que requisaban las propiedades de los opulentos (para su personal disfrute) y asesinaban a las personalidades sospechosas de colaborar con los romanos.

Consecuentemente la vida degeneró a un grado de brutalidad increíble durante esa guerra civil, llegándose a dejar insepultos a los muertos: “Los sediciosos luchaban sobre montones de cadáveres y los muertos que pisoteaban avivaban su furor”, nos cuenta Josefo. Saqueaban y asesinaban para obtener comida y riquezas, mientras los lamentos de los afligidos eran incesantes y totalmente ignorados. Entretanto y viendo la situación, Tito exhortó a los judíos a rendir la ciudad a fin de detener la masacre y salvar vidas y además, parece ser, que encargó a Josefo que les hablara en su lengua materna, pensando que los judíos atenderían mejor a un hombre de su misma nación; estos, sin embargo, no solo reprocharon a Josefo su actitud, sino incluso atentaron contra su vida. Por lo tanto, en vista del fracaso de su gestión y del empecinamiento de los sitiados, Tito cercó la ciudad con estacas puntiagudas y con lo que, eliminada la posibilidad de escapar o desplazarse, el hambre devoraba familias y hogares haciendo estragos y, víctimas de la desesperación, los que quedaron atrapados en la ciudad se alzaron unos contra otros y llegando al extremo de que cualquiera que intentaba escapar, era asesinado sin contemplaciones. Y es que no olvidemos, que dentro de la ciudad había más de un millón de almas, venidas de todas partes y reunidas para celebrar la Pascua, cuando los ejércitos romanos iniciaron el sitio. Por lo que el hambre sobre todo, las luchas intestinas por el poder y las enfermedades y pestes causadas por los cadáveres insepultos y en descomposición, causaron más bajas que los incesantes ataques romanos.

Obviamente y sin saber que cumplía con la profecía bíblica, Tito tomó Jerusalén y se cuenta que más tarde, al contemplar las sólidas murallas y las torres fortificadas, exclamó: “Dios ha sido el que expulsó a los judíos de estas defensas”. En total, perecieron más de un millón de judíos y cerca de 100.000 fueron deportados como esclavos. Como había dicho Jesús, lo que experimentaron fue en realidad “una gran tribulación” (Mat. 24:21). Sin embargo y como hemos dicho, hubo sobrevivientes, que no pasaron por todas esas calamidades y viéndolas (es un decir) desde la distancia.

Ahora bien ¿qué sacamos en claro, de esas grandes catástrofes relatadas? En primer lugar, que algo de proporciones inimaginables para el ser humano se está acercando, ya que Jesús habló de una tribulación “como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.” (Mat. 24:21; Rev. 7:14). Luego si tenemos en cuenta, que en términos proporcionales, la del día de Noé no tiene parangón en la historia de la humanidad, lo que se avecina es de pánico. De hecho, la versión de Luc. 21:25-26, no deja lugar a dudas:

También, habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas y sobre la tierra angustia de naciones, por no conocer la salida a causa del bramido del mar y de su agitación, 26 mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada; porque los poderes de los cielos serán sacudidos.”

Sin embargo, también habrá sobrevivientes y cierto es, que en esta ocasión no habrá la posibilidad de montarse en un Arca o salir huyendo al otro lado del mundo: pero habrá sobrevivientes y con lo que volvemos a retomar el tema de inicio y que tiene que ver con la llamada Teología del Rapto; pero veamos, en primer lugar, que nos dice Jehová:

“…… busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová.” (Sof. 2:3).

Y no olvidemos el hecho de que estas palabras siguen a continuación de las que se pronuncian en su capítulo uno y en los versículos 14 al 18 y en donde se nos habla de un acontecimiento sin igual en la historia de la humanidad y a ocurrir en nuestros tiempos:

El gran día de Jehová está cerca. Está cerca y hay un apresurarse muchísimo de él. El sonido del día de Jehová es amargo. Allí un hombre poderoso da un grito. 15 Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas, 16 día de cuerno y de señal de alarma, contra las ciudades fortificadas y contra las elevadas torres de las esquinas. 17 Y ciertamente causaré angustia a la humanidad y ciertamente andarán como ciegos; porque han pecado contra Jehová. Y su sangre realmente será derramada como polvo y sus entrañas como el estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque él hará un exterminio, realmente uno terrible, de todos los habitantes de la tierra.”

De “todos”, menos de aquellos que busquen mansedumbre, busquen justicia y le muestren fidelidad a Dios, como hemos dicho antes y que probablemente serán ocultados en ese día de la ira de Jehová, ya que de ninguna manera va dirigida tal ira a esas personas fieles, sino contra aquellas que se le enfrentan cada día con su irreverente actitud de permanente desafío. Sin embargo, hemos leído que aunque en ese pasaje de Sof. 2:3, se nos habla de recibir protección, la tal no parece ser segura, sino solo “probable”. Recordemos sus palabras:

“……busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová.”

Otras traducciones, usan la condicional expresión “quizás podáis salvaros de……”, o “por si podéis poneros a cubierto de…..” u otras variantes; en todo caso, un factor de incertidumbre en cuanto al sentido de esas palabras bíblicas. Entonces ¿qué puede significar ese “probablemente” o expresiones alternativas? Una opción, podría ser el hecho de que la salvación finalmente depende del derrotero que siga cada uno, tal como lo indica Jesús al decir: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo.” (Mat. 24:13). Por otra parte, no podemos olvidar que esas palabras de Sofonías, iban dirigidas en una primera instancia, a la rebelde nación de Israel poco antes de ser destruida por Nabucodonosor en 587 a. de la E.C. y dado que trataba de una cuestión de mostrar Dios misericordia a los que le obedecen, estas palabras bien podrían ser un recordatorio de que no podemos abusar de la misericordia de Dios (Isa. 63:9-10). Y tal parece ser así, porque en contraposición a ese “probablemente” y que parece contrarrestar esa aparente incertidumbre, está la siguiente profecía registrada en Joel 2:32 y que tiene su doble aplicación en los días finales del mundo tal como lo conocemos:

Y tiene que ocurrir que todo el que invoque el nombre de Jehová escapará salvo; porque en el monte Sión y en Jerusalén resultarán estar los escapados, tal como ha dicho Jehová y entre los sobrevivientes, a quienes Jehová llama.”

Y que eso será así, quedo confirmado por lo que al anciano apóstol Juan le fue mostrado en una visión; o sea, que Juan y en una perspectiva de futuro, ya vio en qué resultarían las cosas:

Después de estas cosas vi y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos.” (Rev. 7:9).

Y para que no quedara ninguna duda, a Juan se le indica cuál es la procedencia de esa gran muchedumbre que ningún hombre podía contar:

Y, en respuesta, uno de los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos de la larga ropa blanca, ¿quiénes son y de dónde vinieron?”. 14 De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Rev. 7:13-14).

Luego lo que vio el apóstol, era a esas personas de las que Sofonías nos dice que serán “ocultadas” en el día “de la ira” de Jehová. Luego todo hace pensar que ante tan catastrófica situación por la que tiene que pasar la humanidad, solo por intervención divina aquellos que sean fieles a Jehová, que “invoquen su nombre” mediante ejercer fe en el sacrificio redentor de Jesucristo, serán librados de experimentar tan traumáticos tiempos…… pero ¿cómo lo hará Jehová? Pues no lo sabemos, pero también es cierto que en el Salmo 91 se nos dan muchas pistas y que hablándonos de todo tipo de agresión posible que se pueda sufrir en esos críticos tiempos, los que en Él confíen serán absolutamente librados de ellos:

No tendrás miedo de nada pavoroso de noche, ni de la flecha que vuela de día, 6 ni de la peste que anda en las tinieblas, ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía. 7 Mil caerán a tu lado mismo y diez mil a tu diestra; a ti no se te acercará.” (Sal. 91:5-7).

¿Y qué nos dicen estas palabras? Pues que lejos de manifestar a nivel personal esa “angustia de naciones” que literalmente “desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada” y de la que nos habla Luc. 21:25-26, nuestra actitud tiene que ser diametralmente opuesta, porque los sucesos que ocurrirán en ese período de tiempo, no van dirigidos a aquellos que le son fieles y esperan en Él. Más bien al contrario y que son muy sugerentes acerca de lo que va a ocurrir (al igual que en los juicios anteriores que hemos citado a modo de ejemplo), tenemos las palabras de Jesús y que refiriéndose a esos tiempos dificultosos por venir y en particular dirigidas a aquellos que con fe aceptan su sacrificio, se expresan en los siguientes términos:

Pero al comenzar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen la cabeza, porque su liberación se acerca.” (Luc. 21:28).

Luego todo parece indicar, que bastante antes de que empiece el punto álgido de esa “gran tribulación” sobre la humanidad desobediente, probablemente a continuación de la gran predicación de Mar. 24:14 y de la que saldrá la gran muchedumbre de Rev. 7:9; 14, aquellos que hayan aceptado ser sumisos al entrante reino milenario, serán de alguna manera preservados. Y uno podría razonar, que en dicho pasaje se nos habla de ser liberados por fin y en líneas generales, de este sistema opresivo al entrar en los tiempos del milenio, ya finalizado el juicio divino y que sería un razonamiento lógico. Pero ¿qué hay, en cuanto a los sucesos inmediatos a los que se enfrenta la humanidad y que tanta destrucción y amargura reportarán sobre la misma? ¿Seremos todos, de manera indiscriminada, víctimas de ellos? Porque de eso es de lo que se trata: si aquellos obedientes a Jehová, pasaremos por la misma tribulación que los que no le obedecen y que es a quienes va dirigido el juicio. Y la respuesta la obtenemos de nuevo, en unas palabras que ya hemos citado (y analizado) de Jesús y que son muy clarificadoras; veámoslas:

Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder y estar en pie delante del Hijo del hombre.” (Luc. 21:36).

Luego es obvio, que de lo que se nos va a librar en principio, es de esas cosas que tienen que suceder precisamente en esa “gran tribulación”, porque veamos ¿cuándo sucedió la particular “gran tribulación” del día de Noé; o de la Jerusalén del 587 a.E.C.; o de la Jerusalén del año 70 y que acabaron con la destrucción de los impíos? ¿No es cierto que fue cuando las personas que confiaron y obedecieron a Jehová, ya no estaban en el lugar de los hechos? Es cierto, que al igual que los israelitas antes de su liberación, que sufrieron también las tres primeras plagas, esa personas se vieron afectadas parcialmente por los conflictivos tiempos en los que les tocó vivir, previos a la actuación de Jehová: Noé durante la construcción del arca y los habitantes de las respectivas épocas de Jerusalén señaladas, en las apreturas propias de los inicios del sitio al que respectivamente fueron sometidas, pero que ya no estaban allí, en el momento de producirse la gran y destructiva tribulación de esos tres ejemplos citados; luego y a tenor de las proféticas palabras de Jesús, así exactamente, también ocurrirá en nuestros días.

Y es cierto que no sabemos cómo Jehová hará realmente eso, pero lo que sí sabemos, es que ya en su momento y con su pueblo Israel, que sí estaba en el lugar de los hechos (Egipto), de ninguna manera y por expresa voluntad divina (Exo. 8:22-23), fue afectado por las siete últimas plagas y sin necesidad de un “rapto” o arrebatamiento que literal y temporalmente, se los llevara de esta tierra. Por lo tanto, no es eso lo que tenemos que esperar, al menos según lo que nos dice el Sal. 91:7-8:

Mil caerán a tu lado mismo y diez mil a tu diestra; a ti no se te acercará. 8 Solo con tus ojos seguirás mirando y verás la retribución misma de los inicuos.”

Luego la “gran muchedumbre” de sobrevivientes de los que cita Rev. 7:9 y a tenor de lo que nos dice ese pasaje del Sal. 91 (ya que de lo contrario dicho pasaje no tendría sentido) estarán aquí en la Tierra y en medio del “fregao”, pero no serán afectados por el mismo, porque una vez más Jehová protegerá a los obedientes, pero…… ¿cómo lo hará Jehová? Pues repetimos que no lo sabemos, pero lo que está claro que eso no representa para nuestro Creador el más mínimo problema y que quizás una pequeña indicación del “cómo”, la tenemos en el propio Salmo 91 y que, aunque de manera profética aplicaba en principio a Jesús, no es menos cierto que su mismo inicio (verso 1) ya indica que se hace extensible a otras personas. Porque sus palabras de inicio, nos dicen que “Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso.” Y expresión inicial que otras traducciones vierten “Y todo el que more……”, o “El que habite al abrigo……”, o “Vivamos bajo el cuidado……”, pero que en definitiva y con distintas formulaciones, nos muestran que la posibilidad está abierta a cualquier persona. Y por ello, si nos lo permiten, les aconsejamos encarecidamente que lean ese Salmo 91 entero, como si Jehová se estuviera dirigiendo a cada uno de ustedes y que realmente, es eso lo que hace el Altísimo, ya que las Escrituras son una propiedad personal e intransferible de cada uno de nosotros, como una carta que nuestro Creador nos dirige, para explicarnos el porqué estamos como estamos, como a través del tiempo ha estado operando para nuestro beneficio y como finalmente, Él resolverá la cuestión a nuestro favor.

Por ejemplo y a modo de indicación de cómo puede protegernos, tenemos los versículos 11 y 14 de dicho Salmo que nos dicen lo siguiente:

Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos. (……) 14 Porque en mí él ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre.”

Y siendo cierto que como hemos dicho, las tales palabras aplican en principio a Jesús, no es menos cierto que por extensión, aplican también a todos aquellos que en Jehová “ponen su cariño”. Y que ello es así, queda claro en las reveladoras palabras del Sal. 34:7, en el sentido que “el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende”. Y siendo que ese pasaje y según su estructura sí es de general aplicación, ya nos da una pequeña idea de por dónde puede ir la cosa, en cuanto a la forma en que se nos puede proteger y sin necesidad de un “rapto” o arrebatamiento que nos saque literalmente de la Tierra. Sin embargo, observemos algo curioso, a la vez que de vital importancia: solo serán protegidos (Sal. 91:14) aquellos que conozcan su nombre y por ello, entendemos nosotros, la necesidad de saber que significa “conocer” su Nombre. Y quizás la mejor manera de entenderlo, es leyendo unas palabras de Jesús, en las que nos decía lo siguiente:

Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.” (Juan 17:3).

Luego si usted hace de su prioritario interés, el ir avanzando de forma progresiva y continuada en el conocimiento de su Creador, mediante y según nosotros siempre hemos aconsejado, no creerse de buenas a primeras todo lo que le dicen, sino comprobar por usted mismo si lo que le cuentan, es justo aquello que dicen las Escrituras, es obvio que usted poco a poco, irá conociendo más de Jehová y estará caminando en la buena dirección: habrá encontrado el camino correcto (Juan 14:6). Camino que le llevará sin duda, a ser uno de los favorecidos por el Altísimo y apartado en consecuencia, de los trágicos momentos por los que, de manera casi inmediata, pasará la humanidad rebelde y desobediente. Usted no será objeto de un “rapto” o “arrebatamiento” al cielo, o en su defecto a algún desconocido lugar sideral (en todo caso lejos de la Tierra), sino que parafraseando del Sal. 91:7, verá “mil caer a su lado mismo y diez mil a su diestra; pero a usted no se le acercará”. Y es que usted “con sus propios ojos seguirá mirando y verá la retribución misma de los inicuos” (verso 8). Y eso, sencillamente, porque con su positiva actitud habrá conseguido que en su caso, se hagan realidad las palabras de Jehová en el Sal. 91:14 y que, personalizadas en usted dirían…… “Porque en mí has puesto tu cariño, yo también te proveeré escape. Te protegeré porque has llegado a conocer mi nombre.”

MABEL

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