¿Qué entiende usted, por creer en Dios?
Porque una cosa es creer en Dios y otra muy distinta, creer en lo que uno cree acerca de Dios y que es lo que ocurre en la inmensa mayoría de los casos; porque veamos: cuando a una persona se le dice, por ejemplo, que Dios tiene un día señalado para traer juicio sobre la humanidad, la respuesta tipo inmediata es la de “Mire, yo no hago mal a nadie, soy una persona respetuosa con mis semejantes, acudo todos los domingos a los servicios religiosos de mi iglesia y por lo tanto, no tengo de qué preocuparme; ya Dios me tendrá en cuenta si llega ese momento”…… luego esa persona cree, que Dios ya tiene suficiente con eso y en línea con esa particular creencia, es con la que armoniza su vida. Pero sin embargo y circunstancia lamentablemente repetida, esa misma persona que nos ha hecho tal afirmación y que se identifica como “cristiana” (¡faltaría más!), no cree que la Biblia sea un libro útil en nuestros días, sino que la considera como un conjunto de relatos antiguos y desfasados para los tiempos en que vivimos, eso es, en un mundo tan técnicamente avanzado como el actual…… y por lo que no le presta la más mínima atención, como no sea para sacarle el polvo de cuando en cuando, porque eso sí: no hay hogar que se precie, que no tenga un ejemplar de las Escrituras en la estantería del salón y cuanto más lujosa mejor…… será por aquello de que luce mucho, suponemos nosotros.
Porque la realidad, triste realidad por cierto, es que aunque constantemente se le diga al personal (desde el púlpito de sus respectivas iglesias), que la Biblia es la Palabra de Dios, nadie hace el menor caso de semejante afirmación…… pero actitud denunciada que no es nada novedosa, pues hace casi 2.000 años que esta forma de actuar ya prevalecía entre el “respetable”, a tenor de las siguientes palabras del genial escritor bíblico, el apóstol Pablo:
“Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto; 3 pues, a causa de no conocer la justicia de Dios, pero de procurar establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.” (Rom. 10:2-3).
O sea, que al igual que hoy día hace la inmensa mayoría de los llamados cristianos, aquellas personas del primer siglo también afirmaban creer en Dios, pero puesto que eran desconocedoras de cuál era el punto de vista de Dios acerca de los asuntos que envolvían sus vidas, aplicaban su propio criterio acerca de las cosas divinas y con lo cual, lo que hacían era un apartarse de ajustar su vida a como Jehová demandaba que lo hicieran e incurriendo con ello, en un pecado de crasa desobediencia. Y como consecuencia de tal actitud, esas personas y en un claro reflejo de lo que ocurre en la actualidad, simplemente y de forma rebelde, rechazaron el mensaje del Creador y que en ese momento fue transmitido por Su propio Hijo, según palabras del escritor del libro bíblico de “Hebreos”:
“Dios, que hace mucho habló en muchas ocasiones y de muchas maneras a nuestros antepasados por medio de los profetas, 2 al fin de estos días nos ha hablado por medio de un Hijo, a quien nombró heredero de todas las cosas……” (Hebr. 1:1-2)
Y puesto que aquello que habló Jesús, está reflejado en las Escrituras que tenemos a nuestro alcance actualmente, lo que en ellas leemos no es otra cosa que el mismo mensaje que Jesús predicó y que Jehová nos quiere transmitir también a nosotros, en este caso, por medio de la Biblia…… por lo que se hace incomprensible de todo punto, que una persona que afirme creer en Dios, rechace de plano lo que Este le quiere explicar a través de Su Palabra escrita. Y las excusas para mantener o justificar dicha posición, son varias: la ya mencionada, en el sentido de la falta de vigencia o utilidad práctica de la misma en los tiempos que corren y añadiéndosele a ello, el que si fue escrita por simples hombres, o que si se contradice a sí misma, o que si con el tiempo se ha adulterado su mensaje…… y cosas más o menos parecidas a estas. Pero excusas absurdas en definitiva, puesto que las tales objeciones y si se “rasca” un poquito en ellas, pierden toda su razón de ser, pues tienen una razonable respuesta y dejan de representar un problema; porque de entrada y siendo cierto que estaríamos hablando de un relato muy antiguo (algo por demás muy lógico), no es menos cierto que da respuesta a las tres cuestiones vitales que han intrigado al ser humano desde la noche de los tiempos y que el supuesto “adelanto” de la sociedad actual, ha sido incapaz de responder de manera satisfactoria: quién somos, porqué somos y hacia dónde vamos…… luego al responder la Biblia a todas estas cuestiones de forma cabal y perfectamente entendible, adquiere una vital importancia para cualquier ser pensante, prescindiendo de su “antigüedad” (la de la Biblia, por supuesto).
Por otra parte, si bien es cierto que los escritores de la Biblia fueron hombres normales y corrientes (y ciñéndonos ya a la segunda de dichas excusas), no es menos cierto que esas personas no dijeron nada que no se les hubiera transmitido de antemano, en definitiva, que no dijeron nada de su propia cosecha:
“…… y para que él envíe al Cristo nombrado para ustedes, Jesús, 21 a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:20-21).
Luego esos hombres solo siguieron las directrices que se les iban marcando, eso es, transmitiendo tal cual el mensaje que recibían; pero ¿cómo se establecía dicha comunicación?...... pues de la siguiente manera:
“Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios, al ser llevados por espíritu santo.” (2 Ped. 1:21).
Y algo que para el Creador no representa la más mínima dificultad, pues dicho espíritu santo no es más que su fuerza activa y mediante la cual puede dirigir las cosas a distancia; por lo que imagínese por un momento, que hay una voz que le dice que diga algo acerca de un tema determinado y en un sentido concreto y que usted, usando sus propias palabras, así lo hace y además lo pone por escrito, para que pueda ser leído posteriormente por otras personas…… pues así, ni más ni menos, es como se escribió la Biblia y algo que se nos confirma en 2 Tim. 3:16-17:
“Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.”
Por lo que si la Biblia como un todo, es realmente “provechosa” y cumple con los objetivos mencionados en este pasaje y así es, es obvia la veracidad de dicha afirmación y por lo que en nada desvirtúa su mensaje, el hecho que sus escritores hayan sido meros y falibles seres humanos.
Pero claro, quizás usted, aun estando conforme y aceptando como correcto nuestro planteamiento, podría señalar y ya metiéndonos de lleno en la tercera objeción planteada, algunas contradicciones que personalmente ha podido detectar entre ciertos pasajes de las Escrituras y lo cual, le tiene ciertamente “mosqueado”. Pero seamos cautos y analicemos la cosa con la debida atención, porque ¿de qué estaríamos hablando realmente…… de contradicciones o de distintas maneras de ver un mismo asunto y que más que contradictorias, son simplemente complementarias entre sí? Y permítanos, por favor, un pequeño ejemplo gráfico: imagínese por un momento, sentado frente a frente con un amigo en un restaurante y que de pronto, alguien les pide que describan lo que están viendo enfrente de ustedes en ese momento…… quizás usted diría que unos amplios y luminosos ventanales, que le permiten ver la idílica panorámica de un precioso mar en calma y bañado por la luz del sol; sin embargo, su amigo dice que ve una preciosa y elegante cristalera, que refleja el interior de un comedor lleno de personas comiendo y envueltos en amenas conversaciones. Entonces ¿qué está ocurriendo? ¿Están ustedes en sitios diferentes… se están contradiciendo…… o sencillamente se están complementando? Porque todo lo que ustedes dos afirman estar viendo, es exactamente aquello que ciertamente están viendo y desde el mismo local en el cual están sentados…… lo que ocurre sencillamente, es que varía el lugar que ocupan en ese momento y que le da a cada uno, una perspectiva distinta de las cosas con respecto del otro; y lo mismo ocurre con el texto sagrado.
Porque hay que tener en cuenta, que aunque la Biblia es la Palabra de Dios, no es menos cierto que en su escritura intervino una amplia diversidad de hombres y durante un período de muchos siglos; y puesto que aquellos escritores tenían diferentes antecedentes, estilos de escritura y capacidades, todas estas diferencias razonablemente quedaron reflejadas en las cosas que escribieron. Además y como ya hemos señalado, cuando dos o más personas consideran el mismo suceso, una de ellas pudiera dar detalles que la otra quizás omitiera; así como diferentes escritores tratan de diversa manera el asunto que consideran, siempre en función de su particular punto de vista…… de tal suerte, que mientras uno de ellos pudiera considerar el asunto de forma cronológica, quizás el otro pudiera optar por un orden diferente; pero veamos un ejemplo bíblico de una aparente contradicción, acerca de un mismo suceso explicado tanto en Mat. 20:20-21, como en Mar. 10:35-37:
Mat. 20:20-21: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, rindiéndole homenaje y pidiéndole algo. 21 Él le dijo: “¿Qué quieres?”. Ella le dijo: “Di la palabra para que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y uno a tu izquierda, en tu reino”.”
Entonces y según se desprende de este relato del hecho en cuestión, fue “la madre” de esos dos discípulos, la que pidió a Jesús que sus hijos recibieran la posición más favorecida cuando este entrara en su reino…… pero veamos ahora, el relato que Marcos nos hace sobre el mismo suceso:
Mar. 10:35-37: “Y Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron: “Maestro, queremos que hagas por nosotros cualquier cosa que te pidamos”. 36 Él les dijo: “¿Qué quieren que les haga?”. 37 Le dijeron: “Concédenos sentarnos, uno a tu derecha y uno a tu izquierda, en tu gloria”.”
Luego según este relato, fueron los dos discípulos los que “se le acercaron” y le formularon dicha petición…… entonces ¿cómo se puede solventar esta aparente contradicción? Pues acudiendo a los distintos contextos que rodean ambos relatos, porque veamos: es obvio que la idea partió de los dos hijos de Zebedeo y por tanto, los que plantearon dicha solicitud, tal como nos indica Marcos…… pero la hicieron llegar a Jesús a través de la madre de ambos, usando a esta como portavoz y siendo esto lo que refleja el pasaje de Mateo. Y que esta es la conclusión correcta, lo apoya el propio relato del citado Mateo (eso es, el contexto de dicho suceso) al informarnos que cuando los demás apóstoles oyeron lo que había hecho la madre de los hijos de Zebedeo, no se indignaron con la madre, sino directamente con los dos hermanos:
“Cuando los otros diez oyeron de esto, se indignaron con los dos hermanos.” (Mat. 20:24).
Y algo que no sería razonable, de no ser la cosa tal como nosotros se la hemos planteado. Porque por otra parte ¿ha oído usted en alguna ocasión, a dos personas contando un suceso que ambas hayan presenciado, por ejemplo, un accidente…… o incluso una película? Si así es ¿ha notado que cada una enfatiza aquellos detalles que le han causado más impresión? Ello hace que una quizás omita cosas que la otra menciona y dando la aparente sensación, de explicar sucesos distintos…… sin embargo, ambas personas dicen la verdad acerca de lo que han visto de un mismo suceso, pero según su subjetivo punto de vista de los hechos contemplados; recuerde que los mejores detectives y si ánimo de frivolizar el tema, resuelven muchos casos fijándose en detalles que a otros y en el mismo lugar de los hechos, les pasan totalmente desapercibidos. Por lo que volviendo al tema que nos ocupa, queda patente que en la inmensa mayoría de los casos estaríamos hablando, no tanto de contradicciones, como de relatos que se complementan unos a otros para describir algún suceso o hecho acontecido. Algo que ocurre con mucha frecuencia y de ello les hemos mostrado un ejemplo, en los cuatro relatos evangélicos del ministerio de Jesús (recuerde que se les llaman “sinópticos”, precisamente porque se complementan), o en el caso de otros sucesos históricos del registro bíblico, informados por más de un escritor: cada uno de ellos ha presentado información exacta del mismo suceso, aunque uno haya registrado detalles que el otro haya omitido, de forma que al considerar todos los relatos en conjunto, se puede obtener un mejor entendimiento de lo que en realidad sucedió.
Y pasemos a la cuarta objeción, en la que ciertamente sí hay razones objetivas para la misma, pues es cierto que en ciertos pasajes se nota el hecho de que han sido seriamente dañados…… pero quedémonos con lo positivo de la cuestión y es que sabemos positivamente que han sido adulterados; pero ¿por qué lo sabemos? Y respuesta a esta pregunta, que es importantísima, pues precisamente es en donde está la clave para que no nos den gato por liebre cuando leemos las Escrituras y podamos confiar plenamente en la fiabilidad de las mismas; porque veamos: algo que no se puede olvidar cuando leemos la Biblia, es que estamos leyendo el producto resultante de copias de más copias, a su vez copiadas de otras muchas más copias de los manuscritos originales y así, desde los tiempos del “catapum” (u séase, años ha); si a esto le sumamos que por cientos de años y hasta la invención de la imprenta allá por el año 1.450, las copias se hacían a mano y aunque se extremaba el cuidado en dicha labor, el error humano siempre estaba presente, la conclusión a la que podemos llegar es ciertamente aterradora. Circunstancia agravada por el hecho, que los copistas (básicamente monjes de conventos, durante el medioevo), aunque diestros y habilidosos copiadores de signos, no sabían generalmente leer y por ello, no eran conscientes de lo que estaban copiando y por tanto, del posible error cometido…… y circunstancia que conllevaba una derivada y que acababa de “arreglar” las cosas, por si estas no estaban ya bastante mal; y es que ya conocen ustedes, la famosa versión de la Ley de Murphy: “Todo aquello que es susceptible de empeorar…… empeora”.
Y es que dado que las citadas transcripciones eran muy costosas, no tanto por el mucho tiempo que se empleaba en dicha labor, sino por el elevado coste económico de las mismas, solo los pudientes y poderosos, por tanto los únicos que estaban culturalmente formados (y estaríamos hablando básicamente del clero y sus aledaños), pudieran costearlas…… y adulterarlas, claro está: solo tenían que retocar un texto original para que dijera aquello que les interesaba que dijera, siempre en función de sus particulares creencias, llevarlo a hacer copias del mismo a personas que no sabían leer (luego no se enteraban de lo que estaban copiando) y asunto arreglado. Sin embargo y como hemos mencionado, la idea con la que tenemos que quedarnos, es que sabemos de dicha adulteración…… y circunstancia que conocemos (respondiendo ya a la pregunta antes planteada), gracias a que hubo algo que no se pudo adulterar y que continúa permitiendo que el registro bíblico sea perfectamente confiable aún hoy en día: porque si bien un texto en concreto sí era y es, susceptible de ser tergiversado, no así el llamado “contexto general de las Escrituras”, pues de lo contrario, ya no estaríamos hablando de la Biblia, sino de otra cosa muy distinta. Luego si un determinado texto dice algo que no cuadra con el sentido general de lo que el registro sagrado dice sobre el mismo asunto, debe prevalecer dicho contexto general sobre el mencionado texto…… y es que lo primero que hay que tener en cuenta, cuando se quiere leer y entender la Biblia, es que “un texto sin su contexto, es un pretexto”, o sea, algo sin valor alguno.
Y un ejemplo práctico de lo que pretendemos decirles, lo encontramos en el conocido pasaje de Mat. 28:18-19, en donde un Jesús ya resucitado e instantes antes de ser elevado a los cielos…… y a modo de mandato (“pequeño” detalle a tener muy en cuenta), dijo a sus apóstoles:
“Y Jesús se acercó y les habló, diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. 19 Vayan, por lo tanto y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…”
Y que estamos hablando de un texto (el 19) adulterado y que dicho sea de paso, da un fuerte espaldarazo a la doctrina católica sobre la Trinidad (luego adivinen “el hierro” que lleva dicho pasaje), lo prueba en primer lugar un simple y mero ejercicio de razonamiento lógico; veamos: en el citado pasaje, Jesús ordena que se bautice en el “nombre de……”; pero claro, resulta que si bien por medio de las Escrituras, conocemos el nombre del Padre (Jehová o Yahveh, según preferencias) y también nos hablan estas, del nombre del Hijo (Jesucristo), no ocurre lo mismo sin embargo, con el nombre del espíritu santo…… ¿o acaso alguien conoce su nombre? ¿Acaso en algún lugar de la Biblia, se nos hace mención de dicho nombre? Luego ¿cómo se puede uno bautizar en el “nombre” de alguien o algo, de quién no se conoce su nombre? Y lo que es más ¿cómo pudo cometer semejante error, un Jesús ya resucitado y dotado de los máximos poderes, al dar un mandato que a todas luces, era imposible de cumplir? Demasiado sentido la cosa no tiene y algo que queda probado por el contexto escritural (y que en definitiva, resulta ser la prueba del algodón, ante cualquier problema de este tipo), porque veamos: solo diez días después de haber sido dado semejante mandamiento y recién “ungidos” en espíritu santo y por tanto, reconocidos como Hijos adoptivos de Dios, los que lo habían recibido, uno de ellos (Pedro) dijo lo siguiente, en respuesta a una pregunta de la muchedumbre que había escuchado su primer discurso…… luego veamos la pregunta y consiguiente respuesta:
“Ahora bien, cuando aquellos oyeron esto (la acusación de Pedro, en el sentido que habían sido colaboradores necesarios en el asesinato de Jesús) se sintieron heridos en el corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Varones, hermanos, ¿qué haremos?”. 38 Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo.” (Hech. 2:37-38). (Acotación nuestra).
Y ahora preguntémonos lo siguiente: ¿Cómo puede ser posible, que solo diez días después de haber recibido tan claro y entendible mandamiento directamente de Jesús, Pedro lo violara tan flagrantemente y con la aparente connivencia de los once restantes apóstoles, al omitir en dicha fórmula bautismal la mención del nombre del Padre (¡casi nada!), así como la del Espíritu Santo? Sin embargo, los hechos muestran que la fórmula mencionada por Pedro es la que se siguió utilizando posteriormente, a tenor del relato del libro de Hechos de los Apóstoles y que no es otra cosa, que la historia o narración de los sucesos ocurridos en la primitiva congregación cristiana; porque algún tiempo después y en el episodio que nos habla del oficial romano, Cornelio (Hech. 10:1-48), vemos que se nos informa de lo siguiente:
“Mientras Pedro todavía estaba hablando acerca de estos asuntos, el espíritu santo cayó sobre todos los que oían la palabra. 45 Y los fieles que habían venido con Pedro que eran de los circuncisos estaban asombrados, porque la dádiva gratuita del espíritu santo también estaba siendo derramada sobre gente de las naciones. 46 Pues los oían hablar en lenguas y engrandecer a Dios. Entonces Pedro respondió: 47 “¿Puede alguien negar el agua de modo que no sean bautizados estos, que han recibido el espíritu santo igual que nosotros?”. 48 Con eso, mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces ellos le solicitaron que permaneciera algunos días.” (Hech. 10:44-48).
¿Cree alguno de ustedes, que si el apóstol Pedro en realidad hubiera desobedecido desde el primer momento el mandato expreso de Jesucristo y a estas alturas de la película, este lo habría continuado utilizando para dar adelanto a la obra que les dejó encomendada? Pero es que siendo esto impensable, resulta que hay más; porque unos veinte años después del primer suceso relatado, se produjo un incidente en el que participó el apóstol Pablo y en el que leemos lo siguiente:
“En el transcurso de los sucesos, mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso, en dónde halló a algunos discípulos; 2 y les dijo: “¿Recibieron espíritu santo cuando se hicieron creyentes?”. Ellos le dijeron: “¡Si nunca hemos oído si hay o no espíritu santo!”. 3 Y él dijo: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?”. Dijeron: “En el bautismo de Juan”. 4 Pablo dijo: “Juan bautizó con el bautismo, en símbolo de arrepentimiento y diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús”. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar.” (Hech. 19:1-6).
Probablemente habrá notado usted, querido lector, que en dicho pasaje se nos muestran dos cosas muy interesantes: en primer lugar, que el bautismo se continuaba efectuando bajo la fórmula bautismal que había enunciado Pedro al principio…… y en segundo lugar, que esa fórmula era la correcta, pues hemos visto como Jehová bendecía la misma, al derramar Su espíritu santo sobre aquellos que de esa manera eran bautizados y lo cual les permitía, el poder desarrollar obras sobrenaturales. Pero es que en ese mismo pasaje se nos permite observar un detalle muy revelador para lo que estamos considerando, que suele pasar desapercibido para la mayoría y que es el siguiente: mientras esas personas permanecían bajo un bautismo incorrecto o inadecuado para esos tiempos (en este caso el de Juan), Jehová no actuó sobre ellos; tuvieron que recibir el bautismo correcto, eso es “en el nombre de Jesucristo” para que Jehová lo aprobara y derramara, ahora sí, Su espíritu santo o fuerza activa sobre ellos…… luego ¿qué ocurre con el pasaje de Mat. 28:19? Pues sencillamente que es una flagrante adulteración del original y algo sobre lo que pueden obtener más información, si así lo desean, en nuestro artículo “El bautismo ¿en nombre de quién…?” (15/03/10). Entonces vemos que gracias al mencionado contexto general de la Biblia, hemos podido comprobar la más que probable adulteración de un texto, tendente a orientarnos hacia una enseñanza falsa como es la de Trinidad de la iglesia católica; y así hemos superado, pensamos también que de manera satisfactoria, la cuarta de las cuatro objeciones que hemos estado analizando.
Por lo tanto, si uno de verdad desea aprender de Jehová y aceptar Su forma de ver las cosas (que por otra parte, es nuestra obligación, según Ecl. 12:13), no hay lugar para esas excusas u objeciones planteadas y que en realidad, solo esconden un perverso sentido de rebeldía ante la voluntad divina. Y es que tal como siempre hemos dicho desde este blog, para alcanzar un correcto entendimiento del contenido de las Escrituras, solo se precisa leer con atención lo que en ellas se dice y luego razonar con lógica y sentido común, sobre aquello que se ha leído (acaban de ver cuatro ejemplos de cómo hacerlo) y ajustando luego, su punto de vista a la información recibida. Porque lo que no vale y que desafortunadamente, abunda en exceso, es que pretendamos y quizás apoyándonos o en su defecto, justificando nuestra actitud en la existencia de esos textos espurios, que sean las Escrituras las que se ajusten a las particulares creencias de cada cual, porque así nos conviene en función de nuestras particulares “necesidades”, eso es, a nuestra personal forma de ver las cosas…… y evitando de esta manera, el tener que hacer “molestos” cambios en nuestros respectivos comportamientos y actitudes.
Luego todo considerado, la conclusión a la que se puede llegar es que es difícilmente conciliable la afirmación de creer en Dios, con el pasar olímpicamente de Su palabra escrita y de la que Jesús (que algo sabía del tema, habría que suponer), dijo lo siguiente:
“Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17)
O sea, que es la palabra de Jehová la que resulta ser la verdad y no nuestra particular y subjetiva forma de entenderla, por mucho que intentemos argumentar dicha cuestión, alegando pueriles razones fácilmente rebatibles. Por lo tanto y llegado el momento (que llegará a no tardar), en base a dicha palabra seremos juzgados y no en virtud de nuestra interesada manera de considerar los asuntos…… pues veamos de lo que se nos informa:
“…… al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles 8 en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. 9 Estos mismos sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna de delante del Señor y de la gloria de su fuerza.” (2 Tes. 1:7-9).
Y personas que “no conocen a Dios”, sencillamente porque no han querido, pues cuando se les ha ofrecido la oportunidad de hacerlo, han alegado y sin atender a ningún tipo de razonamiento, que no podían cifrar confianza en un libro escrito “por hombres”…… por decir algo; pero que sin embargo y sorprendentemente, han permitido que sea su propio razonamiento (luego también proveniente de un simple hombre), el que prevalezca sobre un libro que se identifica como inspirado por Dios y que el propio Hijo de Este (eso es, Jesús) dijo que era “la verdad”. Y que “no obedecen las buenas nuevas”, porque sencillamente entienden que dicha información procede de un libro que “no es de fiar”, porque se contradice o bien, porque puede estar adulterado por la mano de hombres sin escrúpulos; luego ¿para qué complicarse la vida, haciéndole caso?...... mejor dejar la cosa como está. Pero que sin embargo y a no tardar, se dará la paradójica circunstancia que “el caso” que uno haya hecho a tan “dudoso” registro, es lo que determinara su futuro, así como el de cada persona que vive sobre la tierra; por lo que entendemos nosotros que es de vital importancia, querido amigo que nos lee, que averigüe si realmente cree usted en Dios, o sencillamente en aquello que según su personal criterio, le pueda ser acepto al Altísimo y que es algo muy distinto…… si nos permite el señalárselo.
Y que para hacer dicha averiguación, no hay mejor manera que el coger su propio ejemplar de las Escrituras y contrastar lo que le acabamos de contar, con lo que en ellas lee y lógicamente, sacar las oportunas conclusiones y actuar en consecuencia …… pero no olvide, que en un determinado momento, usted será el que responda de las decisiones tomadas:
“Pero que cada uno pruebe lo que su propia obra es y entonces, tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo y no en comparación con la otra persona. 5 Porque cada uno llevará su propia carga de responsabilidad.” (Gál. 6:4-5).
MABEL
jueves, 7 de junio de 2012
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