miércoles, 21 de diciembre de 2016
¿Por qué, la imperiosa necesidad de entender correctamente las Escrituras?
Es cierto y como primera providencia, que éstas solo se pueden entender si Jehová Dios se lo permite a uno, siempre según lo afirmado por Jesús en Luc. 10:21; pero no es menos cierto y ahí radica la personal necesidad que uno tiene en aportar su “granito de arena” (entiéndase esfuerzo genuino), para que ello sea así y según se infiere de lo dicho en Prov. 2:3-5:
“… si, además, clamas por el entendimiento mismo y das tu voz por el discernimiento mismo, 4 si sigues buscando esto como a la plata y como a tesoros escondidos sigues en busca de ello, 5 en tal caso entenderás el temor de Jehová y hallarás el mismísimo conocimiento de Dios.”
Y si consideramos que la base para dicho entendimiento parte del conocimiento que se nos exige y que tiene que ser “exacto” (1 Tim. 2:4), eso es, cabal y completo, la idea que se nos transmite es que uno tiene que esforzarse y no dar por buena cualquier enseñanza que se nos transmita, por poca importancia que esta parezca tener en nuestra vida. Tal es el caso de una de las creencias más extendidas dentro de la cristiandad y en la que se afirma que en el momento de ser derramado el espíritu santo en Pentecostés de 33 E.C., el total de los reunidos en ese momento y por tanto, receptores de dicho espíritu, conformaban un total de 120 personas. Es cierto y como acabamos de señalar, que uno podría objetar en el sentido de que a estas alturas de la “película” la cosa no deja de ser una insignificancia, pues estaríamos ante un hecho que ocurrió hace siglos y para nada nos afecta ahora a los que leemos dicho relato…… pero sigan leyendo y averiguarán por qué el “sacarles punta” a este tipo de cuestiones, tan aparentemente intrascendentes, son de vital importancia en la relación personal de uno para con Dios.
Dicho lo cual, centrémonos en el tema señalado y que encontramos en el relato de Hech. 2:1-4, que nos coloca en el mismo momento que se produce dicho derramamiento y lo primero que podemos observar, es que de entrada no nos habla para nada de una cantidad determinada de personas; veamos pues, el pasaje señalado:
“Ahora bien, mientras estaba en progreso el día de la fiesta del Pentecostés, todos se hallaban juntos en el mismo lugar 2 y de repente ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte y llenó toda la casa en la cual estaban sentados. 3 Y lenguas como de fuego se les hicieron visibles y fueron distribuidas en derredor y una se asentó sobre cada uno de ellos 4 y todos se llenaron de espíritu santo y comenzaron a hablar en lenguas diferentes, así como el espíritu les concedía expresarse.”
Lógicamente y una vez leído el pasaje en cuestión, la primera pregunta que se nos ocurre es la siguiente: ¿en función de qué, entonces, se deduce de este pasaje que ahí y en ese preciso momento, se hallaban reunidas 120 personas? Obviamente en función de nada y por lo que tenemos que llegar, inevitablemente, a una derivada y como es el ¿de dónde entonces, se saca esta enseñanza? Pues de una pésima, cuando no interesada lectura (una vez más) del registro sagrado, ya que dónde se nos habla de dicha cantidad es en Hech. 1:15 y que nada tiene que ver con el pasaje leído, pues no hay relación secuencial alguna entre ellos; pero leamos el texto señalado:
“Ahora bien, durante estos días Pedro se levantó en medio de los hermanos y dijo (la muchedumbre de personas era en conjunto como de ciento veinte)……”.
Luego lo que se ha hecho, es presuponer ambos pasajes como correlativos y situarlos en un mismo espacio temporal y lo cual, a nuestro entender, es totalmente incorrecto a tenor del contexto en que se mueve dicho relato en el libro de Hechos de los Apóstoles. Y si usted, querido lector, es una persona que nos sigue con asiduidad, seguramente recordará que desde este blog sostenemos la razonable idea de que aspectos o requisitos básicos para un cabal entendimiento del registro sagrado, son en primer lugar, el leer correctamente y en segundo lugar, una determinada capacidad para razonar con lógica y sentido común sobre aquello que se ha leído. Pero sobre todo el leer correctamente, porque de no ser así, la idea que transmitimos a nuestro cerebro es equivocada o no ajustada a la realidad del relato leído y en consecuencia, todo razonamiento que edifiquemos alrededor de la misma estará equivocado…… por mucha lógica y sentido común que pretendamos darle. Y ya en tercer lugar, pero en el mismo orden de importancia, tener muy en cuenta la relación existente entre el texto o porción que estemos considerando, bien sea con su contexto más inmediato, bien sea con el general de las Escrituras; luego partiendo de dichas premisas, veamos ahora si los receptores del espíritu santo en ese relato del libro de Hechos de los Apóstoles, fueron un total de 120 personas…... o no; veamos:
Cuando fue derramado el tal espíritu santo, se nos explica que los que lo recibieron estaban sentados en su casa o lugar de residencia, ya que el relato de ese crítico momento nos dice que “de repente, ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte y llenó toda la casa, en la cual estaban sentados.” (Hech. 2:2). Ahora bien, puesto que no se nos habla del templo, de una sinagoga u otro lugar de adoración colectiva, sino de una “casa”, obviamente estaríamos hablando de un lugar para “vivir” y no dedicado a otros menesteres…… luego lo primero que tendríamos que hacer es averiguar cuántas personas vivían en esa casa y respuesta que encontramos en Hech. 1:12-13:
“Entonces ellos se volvieron a Jerusalén desde una montaña llamada el monte de los Olivos (donde se produjo la ascensión), que está cerca de Jerusalén, distante el camino de un sábado. 13 Así, cuando hubieron entrado (en Jerusalén), subieron al aposento de arriba, donde estaban alojados, tanto Pedro como Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago hijo de Alfeo y Simón el celoso y Judas, hijo de Santiago.” (Acotaciones nuestras).
Luego en ese “aposento de arriba”, solo estaban alojados (“moraban”, según versiones) o por decirlo coloquialmente, “hacían su vida” en esos cruciales días, los 11 apóstoles citados y el recién incorporado Matías (Hech. 1:26), ya que no se nos habla de nadie más; por lo tanto, no habían 120 personas en esa “casa” en el momento del derramamiento del espíritu santo. Y aun si la Biblia no fuera tan nítida y específica, dando incluso el nombre a los moradores de esa casa o aposento, el sentido común nos llevaría a la conclusión de que 120 personas no cabrían en los altos de una casa normal de aquella época, aparte que tal cantidad de personas compuesta por miembros de ambos sexos y con todos los inconvenientes que ello conllevaría, no morarían juntos durante diez días (el intervalo de tiempo entre la ascensión de Cristo y la venida del espíritu santo) en el citado aposento alto. Y todo eso sin tener en cuenta, que dados los “posibles” económicos de los apóstoles, estaríamos hablando de un aposento humilde (quizás una simple buhardilla) y ajustado a sus posibilidades y no de una “suite” cinco estrellas con capacidad para tanto “personal”. Luego solo es razonable pensar, que allí solo moraban los apóstoles y nadie más; y ahí en su casa se encontraban cuando, de repente, fueron llenos del espíritu santo ellos solos y no 120 personas como se nos pretende hacer creer.
Por lo que el problema está en el hecho de que muchos establecen una directa relación de continuidad, entre los versos 13-14 de ese capítulo uno del libro de Hechos con su verso 15 (ya leído) y donde Pedro, probablemente en una reunión en el templo, da inicio al discurso que resultaría en la elección del sustituido del traidor Judas (Matías), en el grupo de apóstoles y hecho muy anterior, al derramamiento del espíritu santo sobre los doce apóstoles. No pasemos por alto que el verso 14 no hace más que señalar una característica que distinguía a aquellas personas (los apóstoles) que habitaban en aquella casa y que los unía, entre otros, con María, la madre de Jesús, con los hermanos de este y con algunas otras mujeres y que era la oración…… nada más. De lo contrario ¿por qué no se añadió a esas personas a la relación de los que vivían en ese aposento y en la que solo figuran los doce apóstoles? Pues porque esas personas no vivían allí y además, porque las reuniones para la adoración u otros temas que tuvieran que ver con asuntos de la incipiente congregación cristiana, las efectuaban aún en el templo y no en casas particulares:
“Más los condujo fuera, hasta Betania y alzó las manos y los bendijo. 51 Mientras los bendecía, fue separado de ellos y comenzó a ser llevado arriba al cielo. 52 Y ellos le rindieron homenaje y regresaron a Jerusalén con gran gozo. 53 Y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios." (Luc. 24:50-53).
Por lo tanto, cuando fue derramado el espíritu santo, los apóstoles no estaban en el templo con otras personas, sino que estaban solos, sentados en su casa, tal como hemos visto; máxime teniendo en cuenta la hora tempranísima en que se produjo el milagroso acontecimiento, ya que nos dice el registro escrito que era “la hora tercera del día” (Hech. 2:15) para cuando Pedro inició su discurso y que sería, según el horario actual, sobre las nueve de la mañana y por lo tanto, repetimos, una hora temprana del día. Sin embargo, ya para ese momento habían ocurrido muchas cosas: el espíritu santo había sido derramado y la multitud de judíos “de todas las naciones bajo el cielo”, alertadas por el estruendo producido en el derramamiento del citado espíritu santo, había tenido tiempo suficiente de juntarse y oír, en sus propias lenguas natales, el mensaje de “las maravillas de Dios” (Hech. 2:4-11). Por lo tanto se podría inferir de ello que dicho derramamiento tuvo lugar, más o menos, entre las seis y las ocho horas de aquella mañana de Pentecostés de 33 E.C., por lo que no sería normal que a esa hora y en ese aposento alto, hubiera más personas de las que habitualmente “moraban” en él, o sea, los 12 apóstoles de Jesús. Luego es obvio que el resto de discípulos hasta los 120, que no vivían en esa casa, no estuvieron presentes cuando fue derramado el espíritu santo y por ello, se sobreentiende que no fueron receptores beneficiarios del tal derramamiento.
Pero continuando con los 120 y solo por aquello de no liarnos, partiremos de la base de que eran 120 además de los 12 apóstoles porque claro, también podría darse el caso de que fuera en conjunto (los doce más otros discípulos) que conformaran la cantidad de 120. Por ello y no sabiendo cuál de las dos posibilidades se ajusta a la realidad (probablemente la segunda, pero no lo sabemos con certeza), repetimos que solo y para no enredarnos, consideraremos que eran, como hemos dicho, 120 además de los apóstoles. Ya todos de acuerdo en ese extremo (suponemos), consideremos unas interrogantes que se plantearían en el supuesto caso de que también esos 120 hubieran recibido el espíritu santo; veamos: en primer lugar, si los 120 recibieron dicho espíritu santo y que les identificaba como Hijos adoptivos de Dios y de ahí los poderes que podían desarrollar ¿por qué Pedro y para explicar la razón de lo acontecido, dirigió la atención hacia ellos, eso es, a los apóstoles y no también a los 120 restantes?:
“Pero Pedro se puso de pie con los once y levantó la voz y les hizo esta expresión: “Varones de Judea y todos ustedes los que son habitantes de Jerusalén, séales conocido esto y presten oído a mis dichos. 15 Estos (refiriéndose a sus once compañeros y por tanto, incluyéndose él mismo, pero no a más personas), de hecho, no están borrachos, como suponen ustedes, pues es la hora tercera del día”.” (Hech. 2:14-15). (Acotación nuestra).
En segundo lugar, si los 120 también hablaron en lenguas y manifestaron poderes ¿por qué entonces, los de la multitud que fueron compungidos en su corazón al oír la verdad sobre Cristo, se dirigieron exclusivamente a Pedro y los otros once restantes, para inquirir acerca de qué hacer?:
“Ahora bien, cuando aquellos oyeron esto se sintieron heridos en el corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Varones, hermanos, ¿qué haremos?”.” (Hech. 2:37).
Ya en tercer lugar, si los 120 primeros y aquellos 3.000 que fueron añadidos ese mismo día (Hech. 2:41), hubieran recibido también poderes sobrenaturales del espíritu al igual que los apóstoles ¿por qué nos indica la Escritura, que las señales y portentos eran realizados solo por estos? (Hech. 8:18). Súmenle a ello, además, que si bien sería fácil de entender que si tanto los 120 como los posteriores 3.000 convertidos y ya después de su bautismo, hubieran empezado a hablar en lenguas y realizar otras señales poderosas, lo que ya no es tan fácil de entender es cómo en la Biblia se pudiera pasar por alto un evento milagroso tan extraordinario como ese…… sin embargo, nada en las Escrituras nos habla de ello, mientras que sí se nos continúa señalando solo a los apóstoles como protagonistas directos en la realización de obras poderosas:
“En realidad, empezó a sobrevenirle temor a toda alma y muchos portentos presagiosos y señales ocurrían mediante los apóstoles.” (Hech. 2:43).
No obstante, algún lector perspicaz y algo puesto en estos temas, nos podría recordar que la promesa a aquellas personas que se sintieron heridas en el corazón y acudieron a Pedro y resto de apóstoles en demanda de ayuda, había sido la siguiente:
“Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo.” (Hech. 2:38).
Y obviamente no estaría equivocado; pero si algo está claro, es que en el contexto en el que nos movemos, nada hay que nos indique que tanto los 120, como esas 3.000 personas recién convertidas (Hech.2:41), ni las que posteriormente se fueron añadiendo (Hech. 4:4), pudieran desplegar los poderes de los apóstoles. De hecho, si todos hubieran hablado en lenguas y hecho milagros ¿por qué tan tarde como en Hech. 5:12 aún se continúa leyendo que “mediante las manos de los apóstoles continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo”?
¿Por qué, por otra parte, se “sacaban a los enfermos hasta a los caminos anchos y los ponían allí sobre camitas y camillas, para que, al pasar Pedro (o en su defecto, algún otro de los apóstoles), por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos”? Si había tantos miles de convertidos y todos hubieran recibido el mismo poder que los apóstoles recibieron en el día de Pentecostés y como afirman algunos teólogos ¿por qué no entraron en todas las casas de la ciudad sanando a todos los enfermos y hablando a todos en sus lenguas propias, en una gran tarea divulgativa del mensaje? ¿Por qué no salieron a otras ciudades sanando, hablando lenguas y dando testimonio para que así, no tuvieran los familiares el trabajo de traer a Jerusalén a los poseídos por espíritus inmundos, enfermos, paralíticos, etc., para que los apóstoles los sanasen? (Hech. 5:13-16). En definitiva ¿por qué, si hubiera habido tanta gente con poderes, continuaba existiendo tanta dependencia de la labor de los susodichos apóstoles? Y la respuesta solo puede estar, en que los únicos dotados con esos sobrenaturales poderes eran los doce apóstoles y por tanto, los únicos sobre quienes fue derramado el referido espíritu santo.
Lo que nos lleva a una derivada porque, entonces ¿cuál podría ser esa “dádiva gratuita del espíritu santo” prometida por Pedro? Nosotros pensamos que el propio pasaje dónde se halla esta cita, nos da la solución; porque recordemos que al rechazar a Jesús, el pueblo de Israel había sido a su vez, rechazado por el propio Jehová, cuando por boca de Jesús dijo aquello registrado en Mat. 23:38-39
“¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes. 39 Porque les digo: No me verán de ningún modo de aquí en adelante hasta que digan: “¡Bendito es el que viene en el nombre de Jehová!”.”
Ahora sí, volvamos a leer el pasaje donde se contiene la promesa de Pedro:
“Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo.” (Hech.2:38).
Pero “dádiva gratuita” (se nos ocurre pensar a nosotros), que bien podría referirse a que Jehová y a nivel individual, les perdonaba a esos judíos (anteriormente rechazados) sus pecados y los volvía a aceptar a una posición de favor ante Él, ya que mediante su bautismo “en el nombre” de Jesucristo, habían declarado o reconocido “bendito” al Hijo de Dios…… y deseamos dejar claro, que no es más que una opinión. Pero en todo caso y fuere como fuere, de lo que sí estamos seguros es que de ninguna manera podría significar esa “dádiva gratuita” prometida por Pedro, el recibir ese mismo espíritu santo que él y sus correligionarios habían recibido y que los identificaba como Hijos de Dios, amén de los poderes que dicho reconocimiento llevaba inherentes, pues el contexto es categórico al mostrarnos que eso no pudo ser así con el resto de seguidores de Jesús en esos momentos. Por lo tanto, habría que hacer una distinción, entre el recibir uno el espíritu santo de Jehová en señal de haber recobrado una posición aprobada ante Él, mediante el ejercer fe en el sacrificio redentor de Cristo y otra muy distinta, el desarrollar poderes sobrenaturales y que solo unos pocos elegidos, reconocidos como Hijos de Dios, podían llevar a cabo.
Y ello parece indicarlo, un suceso que se registra en Hech. 4 y cuyo desarrollo culmina en una oración (versículos 23-30), elevada al Altísimo en demanda de ayuda ante las presiones recibidas, para poder continuar “hablando tu palabra con todo denuedo” y a lo que Jehová respondió de la siguiente manera:
“Y cuando hubieron hecho ruego, el lugar donde estaban reunidos fue sacudido; y todos sin excepción quedaron llenos del espíritu santo y hablaban la palabra de Dios con denuedo.”(Hech. 4:31).
Luego lo que hizo el Altísimo mediante esa manifestación de poder (el lugar fue “sacudido” o “tembló” según versiones), no fue otra cosa que manifestar que se daba por enterado y mediante su espíritu santo o fuerza activa, insuflarles el ánimo o valor necesario para vencer esos obstáculos y continuar con su obra divulgadora. Nada en ese pasaje nos da a entender otra cosa, porque la acción de Jehová resultó en que de nuevo y ya fortalecidos “hablaban la Palabra de Dios con denuedo”…… pero no se nos dice que a partir de ese momento, se manifestaran en lenguas extrañas o desarrollaran otros poderes y que de haber sido así, obviamente habría quedado registrado en las Escrituras.
Que ello es así como lo decimos, nos lo prueba y como ya hemos citado hace un momento, Hech. 5:12, en dónde se nos sigue señalando que era mediante las manos de los apóstoles, que continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo, al grado que las multitudes (verso 15) sacaban a los enfermos a los bordes del camino por dónde tenían que pasar los apóstoles y los ponían allí sobre camillas, para que al paso de alguno de ellos (en el caso citado, Pedro), por lo menos su sombra cayera sobre alguno de los enfermos y este resultara sanado y como solía ser el caso. Pero eso no sería razonable, si muchísimas más personas y como parece querer darnos a entender el pasaje que acabamos de considerar, hubieran estado en posesión de los poderes de los apóstoles ¿no creen? Luego parece ser que una cosa era disfrutar de la fuerza verificadora del espíritu santo y otra muy distinta, poseer los poderes de los que estaban revestidos los apóstoles que, repetimos, hasta ese momento solo poseían ellos…… al menos, eso entendemos nosotros.
Y es que por otra parte, aunque es obvio que otros estuvieron presentes cuando Cristo ascendió a los cielos, no es menos cierto que Jesús se dirigió exclusivamente a los apóstoles cuando declaró que “recibirían poder" (Hech. 1:8); incluso momentos después de la ascensión de Jesucristo, los ángeles observaron idéntica actitud, al dirigirse únicamente a los apóstoles como “varones galileos”. Así por tanto, vemos que la promesa de Jesucristo de dar poderes sobrenaturales fue cumplida primero y por algún tiempo, en los apóstoles y después, de manera gradual, esa capacidad ya fue transmitida a otros miembros de la iglesia por medio de estos (mediante el ritual de la imposición de manos) y siendo el primer caso que se conoce de discípulos que recibieron poderes mediante el concurso de los apóstoles, el de los siete escogidos para desempeñar el papel de diáconos en la iglesia en Jerusalén (Hech. 6:1-8). Pero si bien estos recibieron sus dones mediante la imposición de manos por parte de los apóstoles, sin embargo no recibieron la misma medida del espíritu que habían recibido los apóstoles, pues si bien podían desarrollar parecidos poderes a estos, lo que ya no tenían era la capacidad de poder transmitírselos a otros y como fue en el caso de Felipe en Samaria (Hech. 8:14-17).
Otro detalle que nos muestra que los 120 de Hech. 1:15 no recibieron ningún tipo de poder, queda claro cuando repasamos un poco quiénes conformaban dicho grupo; veámoslo:
“Todos estos persistían de común acuerdo en oración, junto con algunas mujeres y María la madre de Jesús y con los hermanos de él.
15 Ahora bien, durante estos días Pedro se levantó en medio de los hermanos y dijo (la muchedumbre de personas era en conjunto como de ciento veinte)...” (Hech. 1:15-16).
Entonces vemos que dicho grupo de personas estaba compuesto tanto de varones como de mujeres, entre las que se contaba María, la madre de Jesús; pero si volvemos a lo que se nos dice del momento en que fue derramado el espíritu santo en el aposento alto, esto es lo que se lee:
“Y lenguas como de fuego se les hicieron visibles y fueron distribuidas en derredor y una se asentó sobre cada uno de ellos 4 y todos se llenaron de espíritu santo y comenzaron a hablar en lenguas diferentes, así como el espíritu les concedía expresarse.” (Hech. 2:3-4).
Sin embargo, en ningún lugar de las Escrituras se nos habla de una mujer con la capacidad de llevar a cabo obra poderosa alguna; más bien al contrario, la posición de la mujer dentro de la congregación era de total sumisión al varón:
“Que la mujer aprenda en silencio, con plena sumisión. 12 No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio. 13 Porque Adán fue formado primero, luego Eva. 14 También, Adán no fue engañado, sino que la mujer fue cabalmente engañada y llegó a estar en transgresión. 15 No obstante, a ella se le mantendrá en seguridad mediante el tener hijos, con tal que continúen en fe y amor y santificación junto con buen juicio.” (1 Tim. 2:11-15).
Luego todo considerado, entendemos que queda perfectamente establecido, que en Pentecostés de 33 E.C., solo sobre los apóstoles fue derramado el espíritu santo de adopción como Hijos de Dios y con ello, los poderes que dicha condición llevaba inherentes y no sobre una multitud de 120 personas. Ahora bien, quizás alguno se pregunte, hasta qué grado eso importante esa cuestión, para personas que vivimos casi 2.000 años después de ese suceso y a lo que, por nuestra parte tenemos que responder, que como mínimo nos lleva a cumplir con la voluntad expresa de Jehová y algo de lo que dependerá nuestra vida en un futuro…… y que no es poco:
“Esto es excelente y acepto a vista de nuestro Salvador, Dios, 4 cuya voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto (cabal o pleno, según versiones) de la verdad.” (1 Tim. 2:3-4). (Acotación nuestra).
Porque si uno aprende algo distinto de lo que dice el registro sagrado, estará aprendiendo una mentira y por tanto rebelándose en contra de esa voluntad expresada, por lo que podría ser hallado opositor a Jehová…… y eso no es ninguna broma; pero es que además y dado que la Biblia como un todo es un relato armonioso, si falla un solo aspecto de ella se resiente todo el relato y las cosas empiezan a no cuadrar. Es como hemos dicho al principio: cuando se parte de un supuesto equivocado, todo lo que se pretenda edificar a partir de este estará equivocad0, al estar viciado ya de inicio.
Pero supongamos que aceptamos el hecho de que aquellos 120, así como los que se siguieron sumando a ellos, también recibieron el espíritu santo como lo recibieron los apóstoles: pues bien, ello nos llevaría a tener que aceptar y contrario al contexto bíblico (ver nuestro artículo del 14/07/11 titulado “Ungidos…… ¿y ungidas?”), que las mujeres también formarán parte del gobierno del reino de Dios, en calidad de reyes y sacerdotes (o reinas y sacerdotisas). Porque claro, entre esas 120 personas y como ya hemos señalado, se hallaba María, la madre de Jesús, junto a otras mujeres así como también entre los creyentes que se fueron añadiendo posteriormente, pues lo que se nos dice es que fueron “multitudes de varones, así como de mujeres” (Hech. 5:14)…… pero si eso no es lo que dice Jehová Dios en su Palabra y no lo es, usted estaría aprendiendo una mentira.
Por otra parte, si este espíritu santo y los poderes que llevaba inherentes, no hubieran estado limitados a los doce apóstoles y a aquellos que por dirección divina, estos transfirieron mediante la directa imposición de manos y que, recordemos, los que así lo recibieron ya no podían transmitírselo a otros, esa selección de personas “ungidas” por espíritu santo y por tanto reconocidas como Hijos de Dios (con los consiguientes poderes), no se habrían acabado nunca. Y ello resultaría, por una parte, en que desde que inició el cristianismo y hasta nuestros días, la cantidad de personas reconocidas como Hijos de Dios y por tanto, con derecho de gobernar en el reino de Dios junto a Jesucristo, sería astronómica cuantitativamente hablando; circunstancia esta que se daría de bofetadas, con lo que Jesús menciono acerca de esta cuestión:
Y es que de no estar limitado a los apóstoles el transmitir esa condición de Hijo de Dios y los poderes que le eran inherentes a dicha condición, mediante la imposición de manos, sino que se hubiera ido transmitiendo libremente de unos a otros y de forma automática mediante el simple bautismo en agua y así hasta el día de hoy (según la teología actual al respecto), obviamente tendríamos que encontrar personas con esta capacidad de desplegar poderes sobrenaturales, hasta debajo de las piedras, pero…… ¿usted ha visto alguna persona, capaz de hablar en lenguas (entendibles por supuesto), expulsar demonios, sanar enfermos, restaurar paralíticos…… y hasta levantar muertos? Nosotros desde luego no, por lo que de nuevo tenemos que maliciarnos, que algo está fallando en esta enseñanza…… dicho en otras palabras, es mentira; porque si resulta que realmente solo los apóstoles recibieron ese espíritu santo y con ello, los poderes que llevaba inherentes y solo ellos tenían la autoridad de transmitírselos a otros, con la muerte del último de ellos obviamente “se acabó lo que se daba”. Por lo que todos aquellos que hoy defienden lo contrario y se reconocen como “ungidos”, no pasarían de ser unos farsantes y engañosos maestros, personajes de los que ya nos advierten las Escrituras:
“Sin embargo, llegó a haber también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada.” (1 Ped. 2:1).
Luego sería obvio que nada de lo que proviniera de esas personas, sería algo que resultara beneficioso para usted en la relación con su Creador y por tanto, su vida futura puesta en peligro; no olvide que Pablo, que como todos los escritores bíblicos hablaba bajo inspiración divina (2 Tim. 3:16), luego el consejo viene directamente de Jehová, ya nos estimuló a lo siguiente:
“Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente.” (1 Tes. 5:21).
Queda claro entonces, que una enseñanza que no se ajusta a la verdad, no puede ser considerada como algo excelente ¿no es sí? Y si nuestro Creador nos aconsejó en ese sentido…… por algo lo hizo. Luego no es asunto baladí el que hemos tratado sobre los supuestos 120 “ungidos” en el día de Pentecostés de 33 E.C., porque ya ha visto la que se puede montar cuando se parte de una falsa concepción del asunto del que se trate.
Y eso que usted acaba de leer, querido lector y volviendo al inicio de este escrito, es la resultante de lo que nosotros entendemos por leer correctamente, razonar con lógica y sentido común, a la vez que respetar el contexto en el que se halla circunscrito un pasaje o porción escritural, bien sea el más inmediato o, si procede, al general de las Escrituras. Y si no estamos equivocados en nuestra pretensión, el tomar nota de ello le tiene que ayudar a usted, querido lector, a aprender el “separar el grano de la paja” en aquellas cosas relacionadas con nuestro Creador y asegurarse así, que lo que está aprendiendo es solo la verdad y con lo que cumplirá con Su Voluntad expresada:
“Esto es excelente y acepto a vista de nuestro Salvador, Dios, 4 cuya voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto (cabal o pleno, según versiones) de la verdad.” (1 Tim. 2:34). (Acotación nuestra).
De que uno haga caso o no a dicha admonición divina, dependerá el que este uno (o una, que para todos hay “en la viña del Señor”) pueda entrar al reino de Dios en un futuro ya muy cercano…… tan cercano, que ya estamos prácticamente tocándolo. Es por eso que nosotros siempre aconsejamos el no fiarse un pelo de lo que le puedan contar (venga de quién venga y se lo cuente quién se lo cuente) y, Biblia en mano, comprobar por sí mismo si lo que le han dicho o ha leído se ajusta al contenido escritural o no; no pase por alto el hecho de que en última instancia, cada uno será el responsable último ante su Creador de las decisiones que tome en un momento determinado (Gál. 6:5)…… recuerde que la voluntad de Éste, es que nuestro conocimiento acerca de Su Palabra sea “exacto”.
MABEL
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