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jueves, 24 de noviembre de 2011

Una maravilla llamada “Hechos de los Apóstoles”

(Segunda parte y última)

Dejamos la primera parte de esta consideración, en el reducido espacio de tiempo en que el llamado “cuerpo de Cristo” (aquellos que con Cristo han de gobernar en el reino de Dios) estaba aún solo formado por los doce apóstoles, a pesar de que numerosos creyentes se iban añadiendo a las filas de los seguidores de Jesús y en un intento de demostrar, que nada tenían que ver las palabras de Pedro en Hech. 2:38, en el sentido de que los distintos nuevos creyentes fueran añadidos al selecto grupo mencionado, mediante el bautismo en agua y a ser seguido por el “ungimiento” como Hijo de Dios, planteamiento que sostiene Apologista Mario Olcese junto a otros muchos. Y cerramos dicho artículo, mencionando la importancia que tiene en este asunto y para una correcta comprensión del mismo, el mandato que Jesús dio a sus apóstoles momentos antes de ser elevado al cielo, a la presencia de su Padre Celestial; veamos pues, dicho mandato:

Y Jesús se acercó y les habló, diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. 19 Vayan, por lo tanto y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos “en mi nombre.” (Mat. 28:18-19).

Y permítannos un inciso, para decirles que ya sabemos que esa fórmula bautismal no es la que se registra en las traducciones que tenemos actualmente a nuestro alcance de dicho pasaje y que nos hablan de un bautismo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Pero a nuestro entender y de acuerdo con el registro escritural, de ninguna manera se ajusta a la que originalmente se usó, sino que tuvo que ser añadida posteriormente (luego es fraudulenta), pues los bautismos de los que se nos hacen referencia en el libro de “Hechos de los Apóstoles”, fueron todos realizados “en el nombre de Jesucristo” (Hech. 2:38; 8:16; 10:48). Y puesto que estaríamos hablando de un expreso mandato de este a sus apóstoles, no podemos pensar que solo unos pocos días después de ser recibido, ya fuera violentado por sus más inmediatos seguidores, sino que tenemos que entender que eso y no otra cosa, es lo que realmente mandó Jesucristo que se hiciera; y extremo del que tienen más extensa información, en nuestro artículo “El bautismo ¿en nombre de quién?...” (15/03/10).

Pero hecha esta aclaración, volvamos al tema que nos ocupa y analicemos el mandato dado por Jesucristo y dónde en función de la “autoridad” que le había sido conferida, envía a sus apóstoles a “bautizar”…… pero algo que ya habían estado haciendo, desde que empezaron a seguir a Jesús:

Ahora bien, cuando el Señor se dio cuenta de que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan 2 (aunque, en realidad, Jesús mismo en ningún caso bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea y partió otra vez para Galilea.” (Juan 4:1-3).

Y sin profundizar mucho en el tema (había también la comisión de hacer discípulos) convendrán con nosotros que no tendría demasiado sentido, el que se les ordenara hacer, aquello que ya venían haciendo y lo cual nos lleva pensar, que detrás de ese mandato había algo más; porque veamos: cuando Juan el Bautista, fue enviado por Jehová a bautizar, se le dijo lo siguiente, por parte del Altísimo:

Ni siquiera yo lo conocía, pero El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, este es el que bautiza en espíritu santo.” (Juan 1:33).

Luego lo que vemos, es que al tema del bautismo en agua, para perdón de pecados (Luc. 3:3; Hech. 2:38), se le añadía una novedad: el bautismo en espíritu santo y que según Juan nos dice, solo Jesús podía llevar a cabo…… pero no hay registro alguno de que Jesús, durante su estancia aquí en la tierra, bautizara a alguien en espíritu santo, pues para poder impartir dicho bautismo, primero tenía que morir y algo que él mismo manifestó:

No obstante, les digo la verdad: Es para provecho de ustedes por lo que me voy. Porque si no me voy, el ayudante de ninguna manera vendrá a ustedes; pero si sigo mi camino, lo enviaré a ustedes.” (Juan 16:7).

Y ayudante que no era más que el poder que recibirían al ser bautizados en espíritu, según se nos dice en Luc. 24:45-49:

Entonces les abrió la mente por completo para que captaran el significado de las Escrituras 46 y les dijo: “De esta manera está escrito que el Cristo sufriría y se levantaría de entre los muertos al tercer día 47 y sobre la base de su nombre se predicaría arrepentimiento para perdón de pecados en todas las naciones... comenzando desde Jerusalén, 48 ustedes han de ser testigos de estas cosas. 49 Y, ¡miren!, envío sobre ustedes lo que está prometido por mi Padre (el reconocimiento como Hijos de Dios). Ustedes, sin embargo, permanezcan en la ciudad hasta que lleguen a estar revestidos de poder desde lo alto”.” (Acotación nuestra).

Recordemos que después de ser resucitado, Jesús se dirigió ya a sus apóstoles llamándolos “hermanos” (Juan 20:17), pero cuyo reconocimiento oficial como tales, por decirlo de alguna manera, aun no se había sustanciado y que tardó aún unos días. Pero volviendo a lo que comentábamos, Jesús ya en su momento había insinuado la circunstancia de que “algo nuevo” se añadiría al bautismo en agua, conocido hasta el momento, cuando en una conversación con un tal Nicodemo, gobernante de los judíos y por tanto, miembro del Sanedrín, le dijo lo siguiente:

Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que ha nacido de la carne, carne es, y lo que ha nacido del espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles a causa de que te dije: Ustedes tienen que nacer otra vez.” (Juan 3:5-7).

Y si el nacer del agua, entendemos que significaba el ser “bautizado” en agua, es evidente que el nacer del espíritu implicaría el ser “bautizado” en espíritu santo y lo que le daría a uno, según Jesús, el derecho de gobernar junto a él en el reino de Dios. A todo eso no podemos olvidar, que el objetivo de la primera venida de Cristo tenía que ver, precisamente, con el reunir a aquellos que en un futuro tendrían que reinar con él…… y bautismo en espíritu que según palabras del propio Jehová, como hemos visto en la declaración de Juan el Bautista, solo Jesús podía llevar a cabo, mediante su sacrifico redentor. Y tenemos que considerar, que mientras que el nacer del agua, tenía que ver solo con el hacerse seguidor de Jesucristo, el nacer del espíritu, tenía que ver con el ser “reconocido” (y que es muy distinto) como Hijo adoptivo de Dios, luego dos cosas totalmente diferentes y separadas una de lo otra…… con lo que tenemos que si bien uno podía perfectamente ser bautizado en agua y hacerse seguidor de Cristo, podía también perfectamente no ser bautizado en espíritu y por tanto, no ser reconocido como un Hijo de Dios y con lo que nos encontraríamos con la siguiente situación: mientras que todos los bautizados en espíritu y por tanto, reconocidos como Hijos de Dios, tenían que haber sido previamente bautizados en agua, como seguidores de Jesucristo, no todos los seguidores de Cristo y bautizados en agua, tenían que ser necesariamente bautizados en espíritu santo y reconocidos como Hijos del Altísimo…… por lo tanto y como hemos señalado, dos cosas totalmente distintas la una de la otra y circunstancia que se observa, en el relato del libro de Hechos que estamos considerando.

Ahora bien ¿cuándo se produjo el primer bautismo en espíritu santo? Realmente el primero y único en su forma (eso es, inmediatamente después de salir del agua) se produjo cuando Jesús se bautizó, pues fue en el mismo momento de emerger del líquido elemento, cuando recibió dicho espíritu santo directamente de Dios, que lo reconoció como Hijo Suyo y que, dicho sea de paso, ya nos colocaba el modelo de lo que significaba el ser bautizado con espíritu santo, o sea, el ser reconocido uno como Hijo de Dios:

Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. 17 ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”.” (Mar. 3:16-17).

Pero repetimos que no hay constancia bíblica de otro bautismo semejante, pues el segundo bautismo en espíritu y para idéntico reconocimiento como Hijos de Dios, de aquellos que participaron de él, ocurrió el Pentecostés de 33 de E.C., cuando también de manera visible, fue derramado el espíritu santo sobre los doce apóstoles (bautizados en agua, mucho tiempo antes), representado por sendas llamas de fuego y que ya reconocidos en su nueva condición de Hijos de Dios, fueron investidos de los mismos poderes sobrenaturales que tenía Jesús…… entre ellos, la autoridad para bautizar en espíritu santo, eso es, el poder transmitir la unción como Hijo de Dios a otros, así como Jesucristo lo había hecho con ellos. Y cosa que se llevó a cabo sobre aquellas personas a las que dichos apóstoles impusieron las manos, forma también visible que establecía a la vista de terceros, el vínculo de unión existente entre esos que recibían la imposición de manos y los apóstoles que realizaban tal imposición…… y la de todos ellos con Jesucristo; no olvidemos las palabras de Jesús:

Hago petición, no respecto a estos solamente, sino también respecto a los que pongan fe en mí mediante la palabra de ellos; 21 para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17:20-21).

Y con lo que daría inicio, la incorporación a ese “cuerpo de Cristo” citado al principio, de nuevos elementos reconocidos también como Hijos por el Altísimo…… y siendo los primeros en formar parte de esos miembros añadidos y con los que daría comienzo el mencionado aumento, los siete varones seleccionados a raíz de un problema surgido dentro de la congregación cristiana:

Por eso, hermanos, búsquense siete varones acreditados de entre ustedes, llenos de espíritu y de sabiduría, para que los nombremos sobre este asunto necesario; 4 pero nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra”. 5 Y lo que se habló fue grato a toda la multitud y seleccionaron a Esteban, varón lleno de fe y de espíritu santo y a Felipe y a Prócoro y a Nicanor y a Timón y a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; 6 y los colocaron delante de los apóstoles y, después de haber orado, estos les impusieron las manos.” (Hech. 6:33-6).

Y fue en ese instante cuando recibieron el “bautismo” del espíritu y por tanto, reconocidos como Hijos de Dios (y lo cual nos indica que el resto de seguidores y como dejamos claro en la primera parte de nuestro artículo, no lo eran), lo cual se puso de manifiesto por las obras poderosas que empezaron a realizar a partir de ese momento y que no podían realizar antes de esa imposición de manos, así como tampoco podían hacerlo aquellos que a diferencia de ellos, no recibieron la imposición de manos; y siendo el primero del que se nos habla en las Escrituras (aparte de los apóstoles) como ya también realizando obras poderosas, uno de esos siete varones, en concreto Esteban, de quién se nos dice lo siguiente:

Ahora bien, Esteban, lleno de gracia y de poder, ejecutaba grandes portentos presagiosos y señales entre el pueblo.” (Hech. 6:8).

Y circunstancia que derivó en su ejecución y que le llevó a ser conocido como el primer mártir de la era cristiana. El siguiente del que se nos habla como también hacedor de obras poderosas, es Felipe, otro de los siete varones mencionados y que a causa de la persecución que se levantó en contra de los seguidores de Jesucristo, tuvo que huir de Jerusalén y del que se nos cuenta como sigue:

No obstante, los que habían sido esparcidos iban por la tierra declarando las buenas nuevas de la palabra. 5 Felipe, uno de estos, bajó a la ciudad de Samaria y se puso a predicarles al Cristo. 6 Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados. 8 De modo que llegó a haber mucho gozo en aquella ciudad.” (Hech. 8:4-8).

Y a partir de ese relato, ya se empieza a notar algo que distinguía o diferenciaba a esas personas de los doce apóstoles, así como del propio Pablo poco después: si bien podían desarrollar los poderes inherentes al espíritu de adopción como Hijos de Dios y que habían recibido a través de la imposición de manos por parte de los apóstoles nombrados directamente por Jesucristo, lo que queda claro es que ya no tenían la capacidad de poder transmitírselo a otros, como entendemos del siguiente relato y continuando con el tal Felipe, según los versículos del 9 al 17:

Ahora bien, en la ciudad había cierto varón, Simón por nombre, que, antes de esto, había estado practicando artes mágicas y asombrando a la nación de Samaria, mientras decía que él mismo era alguien grande. 10 Y todos ellos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: “Este hombre es el Poder de Dios, que puede llamarse Grande”. 11 De modo que le prestaban atención porque los había asombrado durante mucho tiempo con sus artes mágicas.

12 Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres. 13 Simón mismo también se hizo creyente y, después de bautizarse, atendía constantemente a Felipe; y quedaba asombrado al contemplar las señales y grandes obras poderosas que se efectuaban.


14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo. 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo.”

Luego lo que queda claro, es que esos samaritanos, aunque bautizados correctamente en el nombre de Jesucristo no recibieron dicha “unción” o reconocimiento como Hijos de Dios, en el momento de ser bautizados en agua y de manera automática e inmediata, sino hasta tiempo después, cuando les fueron impuestas la manos por los apóstoles y lo cual, en primer lugar, tumba de golpe la enseñanza del Sr. Olcese sobre un bautismo automático en espíritu inmediato al bautismo en agua, porque eso no es lo que el libro de “Hechos de los Apóstoles” nos cuenta…… y en segundo lugar, puesto que las Escrituras no se contradicen, que la personal e interesada interpretación que le da dicho caballero a Hech. 2:38 (para apoyar su absurda enseñanza), una vez más es totalmente errónea y nos demuestra, por si quedaba lugar a alguna duda, su nulo entendimiento del contenido escritural.

En otro orden de cosas, lo que uno fácilmente podría razonar, es ¡qué cosas! no tendría que haber hecho Felipe en cuanto a obras poderosas, que no solo la gente apartó su atención del tal Simón y al que consideraban, recordemos, como “el Poder de Dios”, sino que este mismo se hizo creyente y se bautizó en el nombre de Jesucristo. Sin embargo y como ha quedado claro, Felipe no tenía, a diferencia de los apóstoles, la autoridad de impartir el bautismo en espíritu y que conllevaba la condición de Hijo de Dios, así como los poderes sobrenaturales que dicha condición llevaba asociados…… y algo que certifican los siguientes versículos 18 y 19:

Ahora bien, cuando Simón vio que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el espíritu, les ofreció dinero, 19 diciendo: “Denme a mí también esta autoridad, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba espíritu santo”.

Fíjense que el tal Simón, no pedía la autoridad de realizar las mismas obras poderosas que realizaba Felipe, sino que pedía algo más y que Felipe obviamente no podía darle: la capacidad de poder impartir dicho Espíritu Santo a otros y con lo que dejaba a las claras sus aviesas y perversas intenciones, a lo que Pedro respondió contundentemente.

Por otra parte, el hecho de que se lo pidiera a Pedro y a Juan, en principio unos extraños para él, en lugar de hacerlo a Felipe con quién razonablemente le uniría una más estrecha relación (Hech. 8:13), no solo nos indicaría de nuevo la imposibilidad de Felipe de poderlo impartir, sino el hecho de que solo por medio de los apóstoles, o sea, de aquellas personas directamente elegidas por Jesucristo (Pablo también lo fue), era posible su transmisión y tal como apunta el versículo 18. Luego el razonamiento lógico, considerado todo lo considerado, sería el de que lejos de ser uno ya reconocido como Hijo de Dios en el momento posterior a su inmersión en el bautismo en agua, mediante recibir en ese momento de forma automática e inmediata dicho bautismo en espíritu, tal como afirma el Sr. Olcese y compañía, el tal bautismo solo podía ser impartido directa y únicamente por los apóstoles de Jesús, mediante la imposición de manos y previa petición a Jehová, mediante oración…… luego Hech. 2:38, repetimos, nos tiene que querer decir una cosa distinta de la que nos pretende hacer creer D. Mario Olcese y acerca de lo cual, ya dimos nuestra versión en la primera parte publicada de esta serie de dos artículos.

Y que solo los apóstoles tenían dicha autoridad de bautizar en espíritu y transmitiendo por tanto, la unción como Hijo de Dios y que dicha unción no se recibía como consecuencia directa del bautismo en agua, nos queda reafirmado por un suceso que tiene como protagonista al también apóstol Pablo y ocurrido unos veinte años después de los hechos citados:

En el transcurso de los sucesos, mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso y halló a algunos discípulos; 2 y les dijo: “¿Recibieron espíritu santo cuando se hicieron creyentes?”. Ellos le dijeron: “¡Si nunca hemos oído si hay o no espíritu santo!”. 3 Y él dijo: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?”. Dijeron: “En el bautismo de Juan”. 4 Pablo dijo: “Juan bautizó con el bautismo en símbolo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús”. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar.” (Hech. 19:1-6).

Y lo que observamos de ese relato, es que aunque ya bautizados correctamente por el apóstol Pablo en agua y en el nombre de Jesucristo, solo la posterior intervención de este (un apóstol) mediante la imposición de manos, propició el que se recibiera el bautismo en espíritu que les otorgó la condición de Hijos de Dios…… porque vemos en el relato en cuestión, que aunque bautizados correctamente, fue solo cuando les fueron impuestas las manos por parte de Pablo, que “vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a desarrollar los poderes que este llevaba implícitos. Entonces notamos que veinte años después de los anteriores acontecimientos citados, se continuaba con el mismo proceso: solo se adquiría la condición de Hijo de Dios, si uno, previo bautismo en agua como seguidor de Cristo, recibía la imposición de manos (eso es, el bautismo en espíritu) por parte de un apóstol de Jesucristo y con lo que recibía el poder, ya como Hijo de Dios, para llevar a cabo las mismas obras poderosas que en su día realizó Jesús…… de ninguna manera se recibía dicho reconocimiento y poder subsiguiente, solo por ser bautizado en agua y como, según el registro de Hechos considerado en la primera parte de esta serie de dos artículos, fue la situación de la mayoría.

¿Y a dónde queremos ir a parar con todo esto? Pues que de ninguna manera y según se nos cuenta en ese clarificador relato del libro de “Hechos de los Apóstoles”, para nada tenía que ver el bautismo en agua, con el reconocimiento de uno como Hijo de Dios si, como dijo Jesús (Juan 3:5), no iba acompañado del “otro” bautismo, eso es, el del espíritu y que solo podían efectuar aquellos en quienes Jesús después de su muerte, delegó la responsabilidad de impartirlo y que fueron nombrados apóstoles directamente por él. Lo cual nos lleva a determinar que la afirmación de Apologista Mario Olcese y tantos otros, de algo parecido a un bautismo por espíritu, inmediato y de manera automática después del bautismo en agua y en una aparente relación causa/efecto que haga de uno, un Hijo de Dios, es totalmente falsa pues no se ajusta al relato del libro citado. Y relato que no es más que la historia de los inicios de la congregación cristiana y que nos explica, cómo se produjeron las cosas desde el primer momento y como continuaron posteriormente…… y algo que tiene sus lógicas y derivadas consecuencias, que de nuevo pone en entredicho algunas afirmaciones vertidas por el Sr. Olcese; pero veamos esas consecuencias:

En primer lugar, todo lo que hemos leído del citado libro, nos lleva a la conclusión de que aquella obra de selección de personas, mediante el nacimiento por espíritu y obra delegada por Jesucristo en sus apóstoles, razonablemente tendría que llegar a su fin con la muerte de estos. No podemos olvidar, que fue a los apóstoles a los que se dio la comisión de ir a bautizar en su nombre, eso es, el impartir el bautismo en espíritu santo y que hacía de uno un Hijo de Dios, luego a la muerte de estos, tal comisión se acabó; porque sus seguidores, o sea, aquellos que recibieron a través de ellos dicho bautismo por espíritu, si bien estaban dotados de los poderes que este otorgaba y estaban autorizados a bautizar en agua en el nombre de Jesucristo y por tanto, aumentar el número de seguidores de este, no lo estaban para bautizar en espíritu y transmitir los poderes que este llevaba inherentes (ambos casos reflejados en el ejemplo relatado de Felipe). Y que estaban autorizados a bautizar en agua en el nombre de Jesucristo, queda claro según el siguiente pasaje:

Hago petición, no respecto a estos solamente (los apóstoles), sino también respecto a los que pongan fe en mí (los que recibieron la imposición de manos) mediante la palabra de ellos (eso es, de los apóstoles).” (Juan 17:20). (Acotaciones nuestras).

O sea, la petición, solo tenía que ver con los apóstoles y con aquellos que pusieran fe en él, a través de la palabra de ellos (los Esteban, Felipe, Bernabé, etc.) y que mediante las obras poderosas que efectuaban, mostraban la unidad o participación con Jesucristo y probaban que realmente este había sido enviado por el Altísimo…… y con nadie más, pues Jesús no extendió dicha participación más allá de esa, digámosle y para entendernos, “segunda generación” de seguidores. Luego cuando la última de esas personas de “segunda generación” desapareció con la muerte, desapareció de sobre la faz de la tierra dicho poder del espíritu y con ello, la autoridad de bautizar en agua en el nombre de Jesucristo y de poder añadir a más personas, al grupo de seguidores cristianos; y dando inicio con ello, a la brutal apostasía de la que nos hablaron tanto Pablo como Juan y que para finales del segundo siglo, más o menos, había borrado de sobre la tierra cualquier vestigio de la verdadera enseñanza del evangelio predicado por Jesús…… y así, hasta el día de hoy.

Entonces la conclusión de todo lo considerado, es que actualmente no hay nadie que pueda arrogarse el ser considerado un “ungido” o Hijo de Dios, pues no hay nadie con la autoridad de bautizar en espíritu como tenían los apóstoles y por supuesto, no existe nada parecido a un bautismo en agua y cuya consecuencia inmediata sea el reconocimiento automático de uno como Hijo de Dios…… es más, ni siquiera nadie con la autoridad reconocida por Dios, de bautizar en agua en nombre de Jesucristo y algo que ya pusimos en cuestión, en el artículo “Los problemas de la falsa religión” (07/09/11). Luego es obvio que el Sr. Olcese no tiene ni idea de lo que se nos dice en Hech. 2:38 y una vez más, mete la pata al interpretar un texto de manera interesada y puesta dicha interpretación en cuestión, por el entero registro del citado libro “Hechos de los Apóstoles”. Porque el verdadero propósito de nuestro Creador, no es el de tener un mundo poblado por reyes y sacerdotes (y que es a lo que nos lleva la esperpéntica enseñanza de los Sres. Olcese, Rivas y compañía), sino el de hacer una “restauración” (o sea, el devolver las cosas a su estado original), según palabras del propio apóstol Pedro y que obviamente, no se podía contradecir así mismo:

Arrepiéntanse, por lo tanto y vuélvanse para que sean borrados sus pecados, para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová 20 y para que él envíe al Cristo nombrado para ustedes, Jesús, 21 a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:19-21).

¿Y de qué cosas “habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo”? Pues de cosas como estas:

Sal. 37:11: “Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”

Isa. 11:6-9: “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”

Job 33:25: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.”

Isa. 35: 5-7: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría. Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.”

Luego de la restauración que estaríamos hablando, es la de volver a una situación idéntica a la que en un tiempo gozaron Adán y Eva, eso es, la de una inmensa paz, no solo entre los hombres, sino entre los mismos animales y a su vez, de la relación de estos con el hombre, así como de la restauración tanto física, como mental y espiritual del mismo, durante el periodo milenario, pues es ahí y durante ese espacio de tiempo, en donde se produce dicha restauración y algo que no sería posible de ser cierta la enseñanza del Sr. Olcese y compañía, que nos pretenden hacer creer, que tanto los santos del AT, como todos los seguidores de Jesucristo, incluidos los sobrevivientes de la “gran tribulación” de Rev. 7:14, serán reyes y sacerdotes en ese reino milenario y algo en lo que se repite constante y erróneamente (en un artículo el pasado día 23 y en un video el día 22 de este mes de Noviembre); pero claro, de ser eso como afirma dicho caballero, ello nos llevaría a una tierra llena de perfectos Hijos de Dios, como reyes y sacerdotes…… pero sin súbditos a quién gobernar, lo cual plantea un “pequeño” problema.

Y “problemilla” que echaría por tierra el propósito de Jehová, eso es, lo que “hablo por boca de sus profetas”, porque veamos: según Rev. 20:6, esos personajes que han de reinar con Cristo en el reino de Dios y por espacio de mil años, participan de una primera resurrección en la que ya se les concede la inmortalidad, pues “la muerte segunda no tiene autoridad sobre ellos” y lo cual significa, que resucitan como perfectos e inmortales Hijos de Dios, por lo que ya no necesitan de esos “arreglillos” que necesitamos el común de los mortales…… por lo que lógicamente se generan alguna preguntas, como por ejemplo ¿quiénes son entonces, esos ciegos, sordos, mudos o inválidos, sobre los que llevar a cabo la citada restauración profetizada por Isaías y profeta, recordémoslo, por medio de quién también habló Jehová? O quizás preguntarnos ¿sobre quiénes reinarán y extenderán los beneficios de su labor sacerdotal, esos gobernantes con Cristo, si no hay nadie sobre quién reinar, pues todos los vivientes en la tierra son reyes y si por otra parte, todos los citados ya son ellos mismos sacerdotes? O mucho más importante ¿qué cosas entonces, tienen que ocurrir durante ese milenio y lo que nos llevaría por extensión, a preguntarnos para qué el Altísimo ha preparado dicho espacio de tiempo de mil años…… con qué propósito lo ha hecho? Y para añadirle más pimienta a la cosa ¿a quienes saldrá a extraviar Satanás al final del milenio? ¿Quiénes son esos que “numerosos como los granos de la arena del mar” le siguen para ser destruidos (Rev. 20:9), si resulta que en la tierra solo hay perfectos e inmortales Hijos de Dios? ¿O es que hay que contemplar la posibilidad de que haya Hijos de Dios, que se levanten de nuevo en contra de la soberanía del Altísimo y que Este, a pesar de haberlos hecho inmortales, tenga que reconsiderar la situación y “cargárselos” otra vez? Y pongamos la guinda al pastel y preguntémosle al Sr. Olcese, si por un momento se le ha ocurrido plantearse las disparatadas consecuencias de su esperpéntica enseñanza.

Porque esas serían las rocambolescas consecuencias con las que nos toparíamos, de ser las cosas como nos las presenta el citado caballero y aquellos que junto a él, apoyan el planteamiento en cuestión y enseñanza que como hemos dicho, sustentan con el pasaje de Hech. 3:28…… en una clara muestra de que no se enteran de que va la película, pues para nada puede decir dicho texto y a tenor de todo lo considerado, lo que ellos interpretan que dice. Luego todos esos señores, con D, Mario Olcese al frente, interpretan de forma incorrecta un pasaje bíblico (y como tiene por costumbre dicho caballero), ajustándolo no a lo que dice el contexto escritural, sino a sus particulares intereses y que tienen que ver, con su visionario deseo de ser reyes en el nuevo orden de cosas, próximo a establecerse y “gobernar sobre muchas ciudades” y en una más que nefasta interpretación de la idea que Jesús pretendía resaltar, con la conocida como “parábola de la minas” (Luc. 19:11-27). Y es que es curioso, que todos esos supuestos “ungidos” solo hablan de las cosas o prebendas que supuestamente recibirán y nunca de la posición de servicio para la que se les escoge, eso es, para actuar en favor de otros:

Más Jesús, habiéndolos llamado a sí, les dijo: “Ustedes saben que los que parecen gobernar a las naciones se enseñorean de ellas y sus grandes ejercen autoridad sobre ellas. 43 No es así entre ustedes; antes bien, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro (esclavo, o el que sirve a los demás) de ustedes, 44 y el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser el esclavo de todos. 45 Porque aun el Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar (o servir) y para dar su alma en rescate en cambio por muchos”.” (Mar. 10:42-45). (Acotaciones nuestras).

Y palabras con las que Jesús les mostró a sus elegidos (los verdaderos y no a esta basura que nos rodea), la verdadera razón por la que tenían que ocupar lugares de prominencia: para ponerse al servicio de los demás y que no son otros, que aquellos que sobrevivirán a la “gran tribulación” de Rev. 7:14, así como aquellos que a partir de ese momento irán resucitando y que de forma progresiva, tienen que ser llevados a la perfección por esos gobernantes, reyes y sacerdotes de Jehová y al servicio de la humanidad obediente, pero aún imperfecta, como queda claro en las siguientes palabras:

Por eso están delante del trono de Dios; y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en su templo; y El que está sentado en el trono extenderá su tienda (en señal de aprobación) sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni tendrán más sed, ni los batirá el sol ni ningún calor abrasador, 17 porque el Cordero (y con él, sus hermanos), que está en medio del trono, los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Rev. 7:15-17). (Acotaciones nuestras).

Luego estamos hablando de una progresiva labor de ayuda, cuyo objetivo tiene que ver con llevar al ser humano a la perfección y algo de lo que nunca hablan esos supuestos “ungidos”, pues su atención solo se dirige al hecho de tener poder, prominencia y dominar sobre “muchas ciudades” y con lo que han hecho del reino un fin en sí mismo, para disfrute personal y no de lo que realmente es, o sea, un medio o instrumento que Jehová usa para la consecución de Su Propósito: restaurar a la humanidad a su primitiva condición de perfección…… olvidándose por tanto, que el Altísimo no ha montado la “fiesta” para que ellos sean reyes, sino para que estén a nuestro servicio y cumplir con el propósito para el cual son elegidos por Dios, aquellos que con Cristo han de reinar: ayudarnos a los curritos de a pie, a alcanzar dicha perfección y capacitarnos para enfrentar la última prueba, cuando al final de los mil años, sea de nuevo soltado Satanás (Rev. 20:7-10); o sea, que la “fiesta” se ha montado para nosotros y no para ellos…… luego el objetivo final del Altísimo somos nosotros y no ellos.

Y esa, queridos lectores, es la gran importancia que tiene el libro de “Hechos de los Apóstoles”, pues nos enseña las cosas tal como sucedieron en un principio, como continuaron después y estableciendo en consecuencia, una lógica y razonable línea a seguir, que nos lleva a concluir cuál es el verdadero propósito del Creador con respecto de su máxima creación terrestre, el ser humano…… y lejos totalmente, de la simpleza interpretativa, a la vez que interesada, que esos “entendidos” hacen del relato en cuestión. Y ahora ya sí, es cuando ustedes tienen que comprobar si lo que les hemos contado se ajusta a lo dicho en esa maravilla que es el citado libro de “Hechos de los Apóstoles”…… o no.

MABEL

jueves, 17 de noviembre de 2011

Una maravilla llamada “Hechos de los Apóstoles”

(Primera parte)

Y es que sin lugar a dudas, este es uno de los libros más interesantes de toda la Biblia, pues nos muestra con absoluta claridad cuál es el propósito de Dios con respecto de Su máxima creación terrestre (el ser humano) y que dicho sea de paso, derrumba un montón de falsas enseñanzas, pues nos cuenta cuales fueron los inicios de la primitiva congregación cristiana y con lo que solo añadiéndole un poco de imaginación, nos permite sacar conclusiones acerca de cómo, razonablemente, continuarán desarrollándose las cosas en el futuro, con respecto de aquellos que esperamos en Él. No olvidemos las palabras de uno de los más prolíficos escritores bíblicos y sin duda alguna, con diferencia el más profundo…… el apóstol Pablo:

Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.” (2 Tim. 3:16-17).

Luego teniendo en mente esos objetivos señalados, el ser “enseñados” y por tanto, el poder en su momento “rectificar” cosas como por ejemplo, enseñanzas falsas, veamos cómo podemos desmontar una de las tales y que tiene que ver con la extendida creencia, de que cuando uno se bautiza en agua mediante inmersión y en el nombre de Jesucristo, de forma inmediata y automática, ya pasa a ser reconocido como Hijo adoptivo de Dios, por tanto hermano de Jesucristo y en consecuencia, heredero con él del reino de Dios en calidad de rey y sacerdote. Y como ya sabrán ustedes, queridos lectores, a través de nuestros artículos y si nos leen con cierta frecuencia, uno de los autores que más se significa con dicha enseñanza, es Apologista Mario Olcese y con el que mantenemos algún que otro “debatillo” sobre el particular; sin embargo desearíamos matizar, que aunque personalicemos en el Sr. Olcese, realmente nos estamos dirigiendo a todos aquellos que comparten la misma idea y que son legión, pues nos salen “ungidos” o Hijos de Dios, hasta de debajo de los adoquines y cuando la realidad nos muestra que a día de hoy, no existe (de momento al menos) persona alguna que pueda acreditar dicha condición…… que afirmen serlo, un montón, cierto es, pero que lo puedan demostrar, ni uno solo.

El citado caballero, por ejemplo, ya en la portada de sus blogs y en lo que afirma ser su credo o creencias generales, vemos que en uno de esos puntos fundamentales de su fe, nos dice lo siguiente:

6.- Creemos que somos miembros de la iglesia de Dios, y coherederos con Cristo de la herencia de la vida eterna en el reino porque somos también ungidos e hijos del Padre Eterno por adopción.” (Negritas nuestras).

Y obviamente dicho caballero, así como el resto de los citados supuestos “ungidos” y que como ellos, tampoco puede demostrar su condición de tal, afirma haber recibido dicha adopción como Hijo de Dios (no hay otra manera), mediante la fórmula que ya le hemos detallado, o sea, bautismo por inmersión y en el nombre de Jesucristo, con automático reconocimiento como Hijo adoptado por el Altísimo…… pero aquí ya de entrada surge una “pequeña” cuestión y que es la siguiente: ¿Quién actualmente, tiene la autoridad de bautizar en el nombre de Jesucristo, para que dicho bautismo tenga la aprobación del Creador y Este conceda por tanto, dicha adopción? Porque ¿dónde en las Escrituras, se nos dice algo semejante? Y concordarán con nosotros, que no es un asunto de menor importancia para las personas creyentes y tema respecto del cual, hace unos días publicamos un artículo titulado “Pero…… ¿y quién nos bautiza?” (02/11/11) y sin que hasta el momento se nos haya rebatido dicho planteamiento, por parte de alguno de esos auto-nombrados “ungidos”.

Es más, el propio Sr. Olcese y a pesar de las muchas veces que le hemos señalado su error sobre dicha cuestión, continua ratificándose pertinazmente en el mismo sentido, en esta ocasión en un video dirigido a los Testigos de Jehová y publicado el 11/11/11, bajo el título “Paradoja: todos los Testigos de Jehová han sido bautizados en el nombre de Jesucristo, pero no todos pueden entrar en la Iglesia” y en el que usa como base para apoyar su idea, el pasaje de Hech. 2:38-47, lo cual nos devuelve al tema que deseamos tratar y que es el siguiente: ¿Defiende el libro de “Hechos de los Apóstoles”, semejante idea de un reconocimiento inmediato como Hijo de Dios, a seguir al bautismo en agua y estableciéndose así, una relación causa/efecto? Y lo cual nos lleva a otra pregunta crucial y de gran importancia en el tema que nos ocupa, porque marcaría una tendencia: ¿Eran todos los bautizados en esos tiempos iniciales de la congragación cristiana, adoptados como Hijos de Dios y por tanto añadidos a la “iglesia”, según el sentido que le da el caballero en cuestión al verso 38 de dicho pasaje, en el video en citado? Y por aquello de ponernos en situación, veamos que nos dice el escritor del libro citado, el médico Lucas, en las palabras iniciales de un primer escrito, esto es, el evangelio que lleva su nombre:

Puesto que muchos han emprendido la recopilación de una declaración de los hechos que entre nosotros están plenamente acreditados, 2 así como nos los entregaron los que desde el principio llegaron a ser testigos oculares y servidores del mensaje, 3 yo también, porque he investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud, resolví escribírtelas en orden lógico, excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas plenamente la certeza de las cosas que se te han enseñado oralmente.” (Luc. 1:1-4).

Luego puesto que deberíamos de suponer, que en la escritura del citado libro de “Hechos de los Apóstoles”, dicho autor hubiera mantenido con todas las cosas referidas en el mismo, la misma pulcra actitud de investigar con exactitud y con el debido orden, que desplegó en la composición de su evangelio, tendríamos que considerar dicha información como fiable y por lo tanto, desde esta premisa será de la que partiremos para averiguar si dicha enseñanza del ungimiento automático como Hijo de Dios, es cierta o no y si eso de que todos los nuevos creyentes eran añadidos al “cuerpo de Cristo”, fue lo que ocurrió realmente en los inicios de la congregación cristiana del primer siglo…… o no. De entrada, ya tenemos que decir al respecto, que en su día publicamos un artículo titulado “No es eso, Sr. Olcese…… no es eso” (14/09/10) y en el que señalábamos que dicha posibilidad era negada tajantemente por las Escrituras y tomando como referencia, el propio libro de “Hechos de los Apóstoles”; no obstante, profundizaremos un poco más en dicho tema, ya que puede dar bastante más de sí. Y puesto que los defensores de la citada teoría, basan buena parte de su defensa precisamente en el pasaje de Hech. 2:38-47, vamos a analizarlo con detenimiento y ver que sacamos en claro. Leamos en primer lugar, lo que se nos dice en ese versículo 38 y texto clave sobre el que se sostiene la citada teoría:

Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo.”

Sin embargo y para empezar a entendernos, deberíamos aclarar primero que fue primero, si el huevo o la gallina, o sea y aplicando este principio al tema que nos ocupa, si el don o la dádiva gratuita, era el espíritu santo en sí mismo, o era el espíritu santo el que concedía un don o una dádiva gratuita al que lo recibía y que es algo muy distinto. Y partiendo de la base que por Espíritu Santo se entiende la fuerza activa de Jehová (Gén. 1:2), a tenor de cómo está redactado el texto en cuestión, deberíamos de entender que aquellos que se bautizaran recibirían una dádiva o don gratuito proveniente del espíritu santo, en definitiva de Jehová. No olvidemos que en todas las ocasiones en que fue derramado el espíritu o fuerza activa del Creador sobre alguien, se ponía de manifiesto dicha circunstancia, a través de los actos o logros realizados por el que lo recibía; veamos un ejemplo de ello, en el caso de Sansón:

Entonces el espíritu de Jehová entró en operación sobre él, de modo que él desgarró al león en dos, tal como uno desgarra un cabrito en dos y no había absolutamente nada en su mano. Y él no informó a su padre ni a su madre lo que había hecho.” (Jue. 14:6).

El mismo pasaje, se vierte por la versión Traducción en lenguaje actual, de la siguiente y más entendible manera:

Pero el espíritu de Dios actuó sobre Sansón y le dio una gran fuerza. Entonces Sansón tomó al león entre sus manos y lo despedazó como si fuera un cabrito. Pero no les dijo a sus padres lo que había sucedido.”

Luego la “dádiva” en este caso, fue la gran fuerza de la que fue dotado Sansón, por medio del espíritu de Jehová y no el espíritu en sí mismo y que por otra parte, se puede manifestar de diversas maneras. Dicho esto, recordemos que solo unas pocas horas antes del hecho al que estamos haciendo referencia, sobre los doce apóstoles se había derramado el Espíritu Santo y lo que les confirió la condición de Hijos adoptivos de Dios y por lo tanto, la capacidad de manifestar los mismos poderes que en su momento desarrolló el propio Jesús; luego ¿a qué se refería Pedro, cuando afirmó que aquellos que se bautizaran, recibirían la “dádiva gratuita”del espíritu santo? ¿Acaso que recibirían después de su inmersión en agua, lo mismo que ellos recibieron, o sea, el “ungimiento” como Hijos de Dios? Y ya sin tener en cuenta que los apóstoles recibieron dicha “unción”, años después de su bautismo en agua, no parece razonable que las cosas fueran como nos las pretende hacer creer el Sr Olcese, pues de ser así, esos primeros bautizados habrían recibido también los poderes que dicho espíritu santo llevaba inherentes y esto no ocurrió, por ejemplo, en el caso de los primeros 3.000 (v. 41) que haciéndose eco de la exhortación del apóstol Pedro, procedieron a bautizarse; de hecho, en el versículo 43 y ya después de ocurridos estos hechos, aún podemos leer lo siguiente:

En realidad, empezó a sobrevenirle temor a toda alma y muchos portentos presagiosos y señales, ocurrían mediante los apóstoles.”

Luego aparentemente, nadie de entre esos tres mil nuevos creyentes bautizados y a tenor de dicho pasaje, podía llevar a cabo portentos presagiosos, sino que continuaban siendo los doce apóstoles los únicos que podían hacerlo, pues de lo contrario no se nos señalaría expresamente a estos (los apóstoles) como hacedores de los mismos y lo cual nos demuestra, de manera obvia, que solo ellos tenían esa capacidad…… entonces, razonablemente, la “dádiva gratuita” del espíritu santo que recibieron aquellos 3.000 que se bautizaron, no era el “ungimiento” como Hijos de Dios, pues si ellos no podían desarrollar los poderes que el citado “ungimiento” llevaba inherentes, obviamente no habían recibido el mismo espíritu santo que recibieron los apóstoles…… luego con esas palabras citadas, se nos tiene que querer decir otra cosa. Pero continuemos buscando pruebas de que esto fue así, como nosotros afirmamos y siempre a tenor de lo que nos dice el autor del libro de Hechos; por ejemplo, vemos que algún tiempo después de los citados acontecimientos y a raíz de la curación milagrosa de una persona aquejada de una invalidez congénita (Hech. 3:1-10), el apóstol Pedro pronunció un nuevo discurso y con el siguiente resultado:

Sin embargo, muchos de los que habían escuchado el discurso creyeron y el número de los varones, llegó a ser como de cinco mil.” (Hech. 4:4).

No que de golpe se añadieran cinco mil personas más, al grupo de seguidores de Jesucristo, sino que muchos de entre los que habían escuchado el citado discurso, se hicieron creyentes y elevaron el número de los que ya habían creído con anterioridad (antes y después de la muerte de Jesús, queremos suponer), a un total aproximado de unas cinco mil personas. Pero como consecuencia de ese discurso, también se produjo la detención de Pedro y Juan, que fueron llevados ante los gobernantes del pueblo (v. 5-7) y que inmediatamente después de ser puestos en libertad, se reunieron con un número indeterminado del resto de creyentes, para explicarles lo que había ocurrido y elevando conjuntamente un ruego a Jehová, en el sentido de que se les permitiera el “seguir hablando Su palabra” (v. 29-30)…… y siendo esto lo que ocurrió a continuación:

Y cuando hubieron hecho ruego, el lugar donde estaban reunidos fue sacudido; y todos sin excepción quedaron llenos del espíritu santo y hablaban la palabra de Dios con denuedo.” (v. 31).

Entonces la pregunta sería la siguiente: si las personas que en ese momento estaban allí reunidas y según nos afirma el Sr. Olcese, ya hubieran recibido el espíritu de adopción como Hijos de Dios en el momento de ser bautizados en agua ¿por qué razón, fue de nuevo derramado Espíritu Santo sobre ellos…… si ya lo tenían? La respuesta parece ser obvia cuando leemos con atención el pasaje y vemos que la consecuencia inmediata de ese derramamiento, fue el que continuaran “hablando lo palabra de Dios” y por lo que se debe entender que ese ser “sacudido” el lugar, no fue más que una manifestación tangible de la aprobación del Altísimo, como respuesta a la petición recibida…… en consecuencia y en perfecta armonía con la solicitud formulada, todos fueron fortalecidos por el espíritu para seguir dando adelanto a la obra, tal como nos muestra el citado texto en su parte final, cuando nos dice que la reacción inmediata después de haber recibido dicho espíritu, fue el que continuaran hablando “la palabra de Dios con denuedo”…… y siendo eso, todo lo que se nos dice, no parece razonable el aventurar algo más.

Porque que ello es así, queda confirmado por el hecho de que después de este suceso, continuaban siendo solo los apóstoles, los que tenían el poder de llevar a cabo obras milagrosas, según leemos a continuación:

Además, con gran poder, los apóstoles continuaron dando el testimonio acerca de la resurrección del Señor Jesús; y sobre todos ellos había bondad inmerecida en gran medida.” (v. 33).

Más adelante y después de un incidente con cierto varón, por nombre Ananías, junto con Safira su esposa (Hech. 5:1-11), veamos que se nos dice en los versos subsiguientes, esto es, del 12 al 14:

Además, mediante las manos de los apóstoles continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo; y todos estaban de común acuerdo en la columnata de Salomón. 13 Cierto, ni uno solo de los demás tenía ánimo para unirse a ellos; sin embargo, el pueblo los elogiaba. 14 Más aún, siguieron añadiéndose creyentes en el Señor, multitudes de varones así como de mujeres.”

Luego vemos que aunque que el número de seguidores de Jesucristo, iba en continuo aumento, los apóstoles continuaban siendo los únicos que tenían el poder, como Hijos adoptados de Dios, de realizar “señales y portentos presagiosos”, a excepción del resto de creyentes (cuantioso ya, si los números no nos fallan) que no habían sido adoptados como tales y lo cual queda probado por el hecho constatado, de que no podían realizar dichos prodigios, como queda claro en los siguientes versos del 15 al 16:

“…… de modo que sacaban a los enfermos hasta a los caminos anchos y los ponían allí sobre camitas y camillas, para que, al pasar Pedro (o cualquier otro apóstol), por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. 16 También, la multitud de las ciudades alrededor de Jerusalén siguió concurriendo, cargando a los enfermos y a los que eran perturbados por espíritus inmundos y todos sin excepción eran curados.” (Acotación nuestra).

Y es que si todos los creyentes bautizados, tal como afirma D. Mario, hubieran sido adoptados como Hijos de Dios, razonablemente habrían desarrollado los mismos poderes sobrenaturales que los apóstoles y no se tendría que haber llegado al extremo mencionado en el citado pasaje. Porque si todos los que se iban añadiendo a los ya numerosos creyentes, hubieran desarrollado las mismas capacidades sobrenaturales que los apóstoles, consecuencia directa de su nueva condición de Hijos adoptivos de Dios, fácilmente habrían cubierto una gran área de territorio de Israel y los habitantes de las ciudades “alrededor de Jerusalén”, no habrían tenido la necesidad de desplazar a sus enfermos hasta esa ciudad, en busca de los apóstoles de Jesús para que efectuaran las citadas curaciones milagrosas. Y un detalle adicional para reforzar la idea que nosotros exponemos, tiene que ver con el hecho de que las iras de los gobernantes del pueblo judío y en un momento de máxima tensión, se dirigieron hacia los doce apóstoles…… y sobre nadie más:

Pero el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, la entonces existente secta de los saduceos, se levantaron llenos de celos 18 y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en el lugar público de custodia.” (Versos 17-18).

Luego siendo las cosas así, como nos deja perfectamente establecido el escritor Lucas, de nuevo nos formulamos la pregunta que nos hemos hecho al principio, en cuanto a Hech. 2:38: ¿Cuál era entonces, esa “dádiva gratuita” del espíritu santo, prometida por el apóstol Pedro? Y puesto que ya hemos visto que no podía ser le “unción” como Hijos adoptivos del Altísimo, pues esos creyentes y a diferencia de los doce apóstoles, no podían desarrollar los poderes que dicha “unción” llevaba implícitos, obviamente tendríamos que estar hablando de otra cosa, pero…… ¿cuál cosa? Y a nosotros solo se nos ocurre una posibilidad y entiéndanla, por favor, como una simple hipótesis de trabajo y por tanto, susceptible de ser corregida; veamos: recordemos que en un momento de su estancia aquí en la tierra, Jesús, hablando como representante de su Padre Celestial, rechazó al pueblo judío de la relación que este mantenía con Jehová, con las siguientes palabras:

Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella..., ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. 38 ¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes. 39 Porque les digo: No me verán de ningún modo de aquí en adelante hasta que digan: “¡Bendito es el que viene en el nombre de Jehová!” (Mat. 23:37-39).

Y lo que constituía un claro caso de abandono por parte del Altísimo (obviamente temporal, a tenor del versículo 39), de aquellos que en un momento fueron su pueblo aquí en la tierra, por haber rechazado estos a su vez, a Su Enviado, precisamente Jesús, Su Hijo. Pero claro, de entre esa rebelde e inicua generación (Mat. 16:4), hubo personas que lo aceptaron y se hicieron sus seguidores, tanto antes de su muerte como después de lo misma y como ya hemos mencionado…… luego lo que probablemente recibieron esas personas, como “dádiva gratuita” y mediante su arrepentimiento y conversión a Jesucristo, fue la aceptación de nuevo por parte del Creador, ya en su condición de miembros individuales de ese pueblo y beneficiarios por tanto, del sacrificio de rescate de Jesús. Que eso pudiera ser así, parecen indicarlo las palabras de Pablo en Rom. 3:23-26:

Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios 24 y es como dádiva gratuita que por su bondad inmerecida se les está declarando justos mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús. 25 Dios lo presentó como ofrenda para propiciación (o para favorecer) mediante fe en su sangre. Esto fue con el fin de exhibir su propia justicia, porque estaba perdonando los pecados que habían ocurrido en el pasado mientras Dios estaba ejerciendo longanimidad; 26 para exhibir su propia justicia en esta época presente, para que él sea justo hasta al declarar justo al hombre que tiene fe en Jesús.” (Acotación nuestra).

Luego lo que observamos en este pasaje, es que la “dádiva gratuita” consistía, no en el mero derramamiento del espíritu santo en sí mismo, sino en el ser declarados justos, mediante la fe en el sacrificio redentor de Jesucristo; y es que el recibir espíritu santo en sí mismo, si no tiene una repercusión inmediata en uno, no permitiría entender el porqué de su derramamiento. Entonces vemos que lo que se destaca, no es el derramamiento del espíritu del Altísimo sobre uno, como un fin en sí mismo, sino los efectos resultantes del citado derramamiento del espíritu de Jehová, sobre el individuo en cuestión y que en el caso citado, sería el ser aceptados de nuevo, a una relación de favor con el Altísimo.

Y si bien es cierto, como ya les hemos apuntado, que consideramos nuestra conclusión como una mera posibilidad (bastante ajustada entendemos, a los hechos que se nos cuentan), lo que sí queda meridianamente claro, es que esos creyentes que se iban añadiendo no tenían el espíritu de adopción como Hijos de Dios, o sea, el mismo espíritu que tenían los doce apóstoles, lo cual queda probado por el hecho de que ellos no podían llevar a cabo “señales y portentos presagiosos”, a diferencia de los citados personajes, que en su condición de Hijos de Dios, si podían realizarlos. Entonces de lo que hemos visto hasta el momento, podemos concluir en primer lugar, que solo los doce apóstoles de Jesús fueron reconocidos como Hijos adoptivos de Dios, de entre una numerosa cantidad de creyentes o seguidores de Jesucristo (Luc. 6:13) y que por lo tanto y como segunda conclusión, que el bautismo no convertía en Hijos de Dios de forma automática a los nuevos bautizados, en total discrepancia con la disparatada afirmación de Apologista Mario Olcese (y otros muchos)…… luego nos encontramos y ya como tercera conclusión, con el hecho de que Lucas nos habla de dos grupos claramente diferenciados, entre la multitud de seguidores de Jesucristo: el de aquellos que si tenían dicha “unción” o reconocimiento divino (los doce apóstoles, aún de momento) y el de aquellos que no la tenían (el numeroso grupo restante), pero que sin embargo gozaban también de la aprobación de Jehová, como seguidores de Su Hijo Jesucristo…… y eso es lo que se deduce de lo que nos explica en el libro de “Hechos de los Apóstoles”.

Pero resulta que lo que el Sr. Olcese nos dice, es que los nuevos creyentes eran añadidos a la iglesia o “cuerpo de Cristo” (según él) y lo que les daba la condición de “salvos”, citando de Hech. 2:47 y siendo de nuevo, la traducción que dicho caballero parece usar, la versión RVR 1960, una de las pocas que usa la expresión “iglesia” en ese texto, pues la mayoría de las otras versiones traducen dicho pasaje de la siguiente manera: “añadía al número de ellos”, o “añadía a la comunidad”, o “crecer la comunidad con el número de ellos”, o “agregaba a esa comunidad cristiana” o “el grupo de seguidores se iba haciendo más grande” y así por el estilo; incluso la propio versión RV 1989, lo vierte de la siguiente manera: “…… Y el Señor añadía diariamente a su número……”, o sea, todas transmitiendo la idea de un grupo que se va ampliando, pero sin hacer ninguna concreción. La TNM de los Testigos de Jehová, parece ser la que más se ajusta al sentido correcto del mensaje transmitido, al sustituir la palabra “iglesia” en todos los textos en donde aparece, por la de “congregación” y que es lo que realmente significa la expresión griega “ek-kle-sí-a”, derivada de la palabra hebrea “qa-hál”, que viene de una raíz cuyo significado es “convocar” o “congregar” (Núm. 20:8; Deut. 4:10); y expresión frecuentemente usada en el AT, con relación a un cuerpo organizado y sin ningún tipo de connotación, que dirija la atención a algo de origen divino, como pueda ser un cuerpo de “ungidos”. Vemos que se encuentra en expresiones tales, como por ejemplo, “la congregación de Israel” (Lev. 16:17; Jos. 8:35; 1 Rey. 8:14), o “la congregación del Dios verdadero” (Neh. 13:1) o “la congregación de Jehová” (Deut. 23:2-3; Miq. 2:5).

Por ello, la expresión hebrea “qa-hál”, se usa en el AT, para designar diferentes tipos de convocatorias humanas: con fines religiosos (Deut. 9:10; 18:16; 1 Rey. 8:65; Sal. 22:25; 107:32); para tratar asuntos civiles (1 Rey. 12:3) y hasta para la guerra (1 Sam. 17:47; Ezeq. 16:40). En el libro de Eclesiastés, se identifica a Salomón como “el congregador” usando la palabra hebrea “qo-hé-leth” (Ecl. 1:1, 12), derivada de la primera…… y estableciendo así, la citada traducción, una idea clara de la división existente entre lo que era el conjunto de los creyentes, o sea, la congregación en general, con el significado de la expresión “cuerpo de Cristo” (algo que era desconocido en el AT) y que hacía referencia a la congregación en particular, compuesta por aquellos que habían sido “ungidos” como Hijos de Dios y que repetimos, en ese espacio de tiempo del libro de Hechos que hemos abarcado, aún estaba compuesta únicamente por los doce apóstoles de Jesucristo, mientras que el resto de los seguidores de este y como hemos visto, se contaban por miles.

Entonces vemos que los que se iban bautizando, obviamente eran añadidos al grupo de los que ya eran seguidores de Jesús, como hemos dicho, tanto de antes como de después de la muerte de este; porque no olvidemos que Jesús durante su ministerio terrestre, ya tenía una gran cantidad de seguidores, algunos de los cuales se nos citan por nombre en las Escrituras, como los mismos doce apóstoles, escogidos por Jesús de entre otros muchos de sus anónimos seguidores (Luc. 6:13; Juan 6:70), o como la familia de Lázaro, o el propio José de Arimatea, entre otros y que como es obvio, no habían recibido el Espíritu Santo (y que era el que daba la adopción como Hijo de Dios), pues Jesús aún no había muerto y por lo tanto, no estaba en disposición de poder derramarlo, según el mismo afirmó:

No obstante, les digo la verdad: Es para provecho de ustedes por lo que me voy. Porque si no me voy, el ayudante de ninguna manera vendrá a ustedes; pero si sigo mi camino, lo enviaré a ustedes.” (Juan 16:7).

Por lo tanto, el tal “ayudante” no estaba aún disponible…… no obstante, esas personas eran creyentes y seguidores aceptados tanto por Jesús, como por su Padre Celestial. Sin embargo, el Sr. Olcese y en una nueva triquiñuela tendente a confundir al personal (y algo muy característico en él), cita de ese texto de Hech. 2:47 de la versión RVR 1960, que dice así:

“…… alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”

Y decimos “triquiñuela” tendente a confundir y con el objetivo de llevar el agua a su molino, aunque sea alterando la verdad, porque le da a esa expresión “iglesia” un contenido que no se contempla en el texto en cuestión. Y es que mediante una frase personal (que no está incluida en el texto mencionado) que añade a continuación del texto citado, altera el sentido del mismo, al hacer como de pasada y como quién no quiere la cosa, el siguiente tendencioso comentario: “…… fueron añadidos a la iglesia, que no es otra cosa que el cuerpo de Cristo” y con lo cual está mintiendo, porque el libro de Hechos no nos dice nada de esto. Y es que cuando hablamos de la Palabra de Jehová, tenemos que tener muy en cuanta, que es lo que esta nos quiere decir en cada momento determinado y no usar algunas expresiones, torpemente traducidas por la versión de turno, para favorecer determinada idea personal y como es el caso; porque una cosa es la “iglesia” en general, que como hemos señalado no es más que una congregación de personas unidas por una misma fe, o con un mismo propósito en mira, circunstancia que ya hemos señalado y de acuerdo a como nos define dicha expresión, el diccionario de la RAE de la Lengua: “Congregación de los fieles cristianos en virtud del bautismo” y otra muy distinta, pero que muy distinta, el “cuerpo de Cristo”, que hace específica referencia (y expresión que no existía en el AT) a aquellos que conforman el grupo de seguidores de Jesucristo que han sido “ungidos” por el Espíritu Santo y adoptados como Hijos de Dios. Y que como hemos podido ver en el registro del libro de “Hechos de los Apóstoles” y hasta dónde hemos considerado, dicho “cuerpo” lo conformaban solo los doce apóstoles elegidos por Jesús y siendo la inmensa mayoría restante, de la que por cierto, en un tiempo pasado también habían formado parte los doce apóstoles, simplemente seguidores de Jesucristo, que no tenían dicha unción y por lo tanto, no formaban parte de ese “cuerpo” y extremo, repetimos, que se nos relata en el libro citado, tal y como hemos podido comprobar.

No olvidemos que en el mismo diccionario citado, de la palabra “cuerpo” se nos hace una distinta definición y que nada tiene que ver con la expresión “iglesia”: “Aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos.” Y aunque el Sr. Olcese acompañe su argumento con la frase “eso lo voy a repetir una y mil veces”, refiriéndose al hecho de que los que se iban bautizando, se iban añadiendo al “cuerpo de Cristo”, no hace de ello una verdad, sino que una vez más deja constancia de que no tiene demasiada idea de lo que la Biblia nos quiere decir en determinados contextos. Porque hasta ese momento del que estamos haciendo referencia y según se desprende del relato del libro de Hechos, solo los doce apóstoles, podían realizar actos poderosos al igual que Jesús, en agudo contraste con una gran mayoría restante de sus seguidores, que compartían creencia y asociación con ellos, pero que sin embargo no tenían el poder para llevarlos a cabo…… luego no tenían la condición o unción de Hijos de Dios y que no por ello, repetimos, eran menos seguidores de Jesucristo que los apóstoles.

Es cierto, sin embargo y eso lo destaca el Sr. Olcese, que el texto citado añade la coletilla de que se añadía a la iglesia “a los que tenían que ser salvos” o “se iban salvando”, según traducciones. Y todos sabemos, que los que son considerados “salvos”, son solo aquellos que toman parte de la primera resurrección (Rev. 20:6) y que ya se levantan en inmortalidad, pues “la muerte segunda, no tiene autoridad sobre ellos” y que aplica únicamente a los integrantes de lo que conocemos como el “cuerpo de Cristo”; y lo cual nos llevaría a tener que dar la razón al Sr Olcese, en el sentido de que los nuevos creyentes eran añadidos a ese cuerpo…… si no fuera por una aclaración que nos hace el mismo apóstol Pedro y que obviamente D. Mario y de forma artera, pasa por alto:

Y con muchas otras palabras dio testimonio cabal y siguió exhortándolos, diciendo: “Sálvense de esta generación torcida.” (Hech. 2:40).

O como vierte la propia RVC (Reina Valera Contemporánea) “Pónganse a salvo de esta generación perversa.” Luego parece claro que la cuestión de la que se trataba, era la de separarse de aquella “generación” que rechazó al Hijo de Dios y que, condenada por Jehová, llegó a su fin en el año 70 E.C., cuando no solo Jerusalén, sino todo el sistema de cosas judío fue destruido y que como pueblo, desapareció de sobre la faz de la tierra. No olvidemos que esa generación era en extremo culpable ante la justicia divina, pues habían sido espectadores de primerísima fila de los portentos y obras milagrosas que mediante el poder de Dios se habían realizado entre ellos y sin embargo, cuando les fue ofrecida la oportunidad de hablar a favor de la vida del Hijo de Dios, habían pedido con vehemencia la muerte de Jesús:

Entonces, tomando la palabra, el gobernador les dijo: “¿A cuál de los dos quieren que les ponga en libertad?”. Ellos dijeron: “A Barrabás”. 22 Pilato les dijo: “Entonces, ¿qué haré con Jesús, el llamado Cristo?”. Todos dijeron: “¡Al madero con él!”. 23 Él dijo: “Pues, ¿qué mal ha hecho?”. Pero ellos siguieron clamando más y más: “¡Al madero con él!”.

24 Viendo que no lograba nada, sino, más bien, que se levantaba un alboroto, Pilato cogió agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre y dijo: “Soy inocente de la sangre de este hombre. Ustedes mismos tienen que atender a ello”. 25 Ante eso, todo el pueblo dijo en respuesta: “Venga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos
” (Mat. 27:21-25).

Y eso fue precisamente lo que ocurrió…… luego no se “salvaron” de la ira divina, sino que solo fueron “salvos” o se salvaron y en total armonía con la palabras de Pedro, aquellos fieles seguidores de Jesucristo que haciendo caso a sus palabras (Luc. 21:20-24), abandonaron Jerusalén en el momento oportuno. Entonces lo que hemos aprendido de lo considerado hasta el momento y contrario a las afirmaciones del Sr. Olcese, es que en primer lugar, los nuevos creyentes eran sencillamente añadidos al grupo de creyentes o seguidores de Jesús en general, sin más y no al grupo de los que conformaban en ese tiempo lo que podríamos considerar como el embrión del “cuerpo de Cristo” (en ese momento, repetimos, estaba compuesto solo por los doce apóstoles), o sea, los “ungidos” o adoptados por Dios como Hijos Suyos; en segundo lugar y como lógica consecuencia de lo que acabamos de señalar, que de ninguna manera el bautismo en agua implicaba reconocimiento alguno del que participaba de él, como Hijo de Dios…… y en tercer lugar, que ya en los mismos inicios de la primitiva congregación cristiana y algo de lo que discrepa fuertemente el Sr. Olcese, se empezaban a perfilar dos grupos de distintas características y perfectamente delimitados, estando el primero de ellos compuesto por aquellos que tenían la “unción” como Hijos de Dios (los menos) y que en consecuencia estaban en posesión de los mismos poderes sobrenaturales que en su momento detentó Jesús y otro grupo (mucho más numeroso) compuesto de aquellos que siendo también seguidores de Jesucristo, no habían recibido dicha “unción” y que por ello, no solo les era imposible el manifestar dichos poderes, sino que además, no participarían de esa primera resurrección que se nos cita en Rev. 20:6 y que de ser así, significaría un fuerte correctivo a las enseñanzas difundidas por el Sr. Olcese…… pero es que eso y no otra cosa, es lo que se nos explica en el libro de “Hechos de los Apóstoles”.

Y lo cual se entiende más claramente, cuando se pasa a considerar el mandato que Jesús les dio a sus apóstoles, según Mat. 28:18-19, momentos antes de ascender al cielo a la presencia de su Padre Celestial, para ofrecer el precio redentor de su sangre y con ello, poder derramar el “bautismo” del espíritu santo sobre sus doce apóstoles y lo que les conferiría la condición de Hijos adoptivos de Dios. Y palabras, a las que entendemos se ha prestado muy poca atención y en dónde quizás, este la clave del asunto…… pero esto y si nos lo permiten, se lo contaremos en el siguiente artículo.

MABEL