jueves, 24 de noviembre de 2011

Una maravilla llamada “Hechos de los Apóstoles”

(Segunda parte y última)

Dejamos la primera parte de esta consideración, en el reducido espacio de tiempo en que el llamado “cuerpo de Cristo” (aquellos que con Cristo han de gobernar en el reino de Dios) estaba aún solo formado por los doce apóstoles, a pesar de que numerosos creyentes se iban añadiendo a las filas de los seguidores de Jesús y en un intento de demostrar, que nada tenían que ver las palabras de Pedro en Hech. 2:38, en el sentido de que los distintos nuevos creyentes fueran añadidos al selecto grupo mencionado, mediante el bautismo en agua y a ser seguido por el “ungimiento” como Hijo de Dios, planteamiento que sostiene Apologista Mario Olcese junto a otros muchos. Y cerramos dicho artículo, mencionando la importancia que tiene en este asunto y para una correcta comprensión del mismo, el mandato que Jesús dio a sus apóstoles momentos antes de ser elevado al cielo, a la presencia de su Padre Celestial; veamos pues, dicho mandato:

Y Jesús se acercó y les habló, diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. 19 Vayan, por lo tanto y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos “en mi nombre.” (Mat. 28:18-19).

Y permítannos un inciso, para decirles que ya sabemos que esa fórmula bautismal no es la que se registra en las traducciones que tenemos actualmente a nuestro alcance de dicho pasaje y que nos hablan de un bautismo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Pero a nuestro entender y de acuerdo con el registro escritural, de ninguna manera se ajusta a la que originalmente se usó, sino que tuvo que ser añadida posteriormente (luego es fraudulenta), pues los bautismos de los que se nos hacen referencia en el libro de “Hechos de los Apóstoles”, fueron todos realizados “en el nombre de Jesucristo” (Hech. 2:38; 8:16; 10:48). Y puesto que estaríamos hablando de un expreso mandato de este a sus apóstoles, no podemos pensar que solo unos pocos días después de ser recibido, ya fuera violentado por sus más inmediatos seguidores, sino que tenemos que entender que eso y no otra cosa, es lo que realmente mandó Jesucristo que se hiciera; y extremo del que tienen más extensa información, en nuestro artículo “El bautismo ¿en nombre de quién?...” (15/03/10).

Pero hecha esta aclaración, volvamos al tema que nos ocupa y analicemos el mandato dado por Jesucristo y dónde en función de la “autoridad” que le había sido conferida, envía a sus apóstoles a “bautizar”…… pero algo que ya habían estado haciendo, desde que empezaron a seguir a Jesús:

Ahora bien, cuando el Señor se dio cuenta de que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan 2 (aunque, en realidad, Jesús mismo en ningún caso bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea y partió otra vez para Galilea.” (Juan 4:1-3).

Y sin profundizar mucho en el tema (había también la comisión de hacer discípulos) convendrán con nosotros que no tendría demasiado sentido, el que se les ordenara hacer, aquello que ya venían haciendo y lo cual nos lleva pensar, que detrás de ese mandato había algo más; porque veamos: cuando Juan el Bautista, fue enviado por Jehová a bautizar, se le dijo lo siguiente, por parte del Altísimo:

Ni siquiera yo lo conocía, pero El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, este es el que bautiza en espíritu santo.” (Juan 1:33).

Luego lo que vemos, es que al tema del bautismo en agua, para perdón de pecados (Luc. 3:3; Hech. 2:38), se le añadía una novedad: el bautismo en espíritu santo y que según Juan nos dice, solo Jesús podía llevar a cabo…… pero no hay registro alguno de que Jesús, durante su estancia aquí en la tierra, bautizara a alguien en espíritu santo, pues para poder impartir dicho bautismo, primero tenía que morir y algo que él mismo manifestó:

No obstante, les digo la verdad: Es para provecho de ustedes por lo que me voy. Porque si no me voy, el ayudante de ninguna manera vendrá a ustedes; pero si sigo mi camino, lo enviaré a ustedes.” (Juan 16:7).

Y ayudante que no era más que el poder que recibirían al ser bautizados en espíritu, según se nos dice en Luc. 24:45-49:

Entonces les abrió la mente por completo para que captaran el significado de las Escrituras 46 y les dijo: “De esta manera está escrito que el Cristo sufriría y se levantaría de entre los muertos al tercer día 47 y sobre la base de su nombre se predicaría arrepentimiento para perdón de pecados en todas las naciones... comenzando desde Jerusalén, 48 ustedes han de ser testigos de estas cosas. 49 Y, ¡miren!, envío sobre ustedes lo que está prometido por mi Padre (el reconocimiento como Hijos de Dios). Ustedes, sin embargo, permanezcan en la ciudad hasta que lleguen a estar revestidos de poder desde lo alto”.” (Acotación nuestra).

Recordemos que después de ser resucitado, Jesús se dirigió ya a sus apóstoles llamándolos “hermanos” (Juan 20:17), pero cuyo reconocimiento oficial como tales, por decirlo de alguna manera, aun no se había sustanciado y que tardó aún unos días. Pero volviendo a lo que comentábamos, Jesús ya en su momento había insinuado la circunstancia de que “algo nuevo” se añadiría al bautismo en agua, conocido hasta el momento, cuando en una conversación con un tal Nicodemo, gobernante de los judíos y por tanto, miembro del Sanedrín, le dijo lo siguiente:

Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que ha nacido de la carne, carne es, y lo que ha nacido del espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles a causa de que te dije: Ustedes tienen que nacer otra vez.” (Juan 3:5-7).

Y si el nacer del agua, entendemos que significaba el ser “bautizado” en agua, es evidente que el nacer del espíritu implicaría el ser “bautizado” en espíritu santo y lo que le daría a uno, según Jesús, el derecho de gobernar junto a él en el reino de Dios. A todo eso no podemos olvidar, que el objetivo de la primera venida de Cristo tenía que ver, precisamente, con el reunir a aquellos que en un futuro tendrían que reinar con él…… y bautismo en espíritu que según palabras del propio Jehová, como hemos visto en la declaración de Juan el Bautista, solo Jesús podía llevar a cabo, mediante su sacrifico redentor. Y tenemos que considerar, que mientras que el nacer del agua, tenía que ver solo con el hacerse seguidor de Jesucristo, el nacer del espíritu, tenía que ver con el ser “reconocido” (y que es muy distinto) como Hijo adoptivo de Dios, luego dos cosas totalmente diferentes y separadas una de lo otra…… con lo que tenemos que si bien uno podía perfectamente ser bautizado en agua y hacerse seguidor de Cristo, podía también perfectamente no ser bautizado en espíritu y por tanto, no ser reconocido como un Hijo de Dios y con lo que nos encontraríamos con la siguiente situación: mientras que todos los bautizados en espíritu y por tanto, reconocidos como Hijos de Dios, tenían que haber sido previamente bautizados en agua, como seguidores de Jesucristo, no todos los seguidores de Cristo y bautizados en agua, tenían que ser necesariamente bautizados en espíritu santo y reconocidos como Hijos del Altísimo…… por lo tanto y como hemos señalado, dos cosas totalmente distintas la una de la otra y circunstancia que se observa, en el relato del libro de Hechos que estamos considerando.

Ahora bien ¿cuándo se produjo el primer bautismo en espíritu santo? Realmente el primero y único en su forma (eso es, inmediatamente después de salir del agua) se produjo cuando Jesús se bautizó, pues fue en el mismo momento de emerger del líquido elemento, cuando recibió dicho espíritu santo directamente de Dios, que lo reconoció como Hijo Suyo y que, dicho sea de paso, ya nos colocaba el modelo de lo que significaba el ser bautizado con espíritu santo, o sea, el ser reconocido uno como Hijo de Dios:

Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. 17 ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”.” (Mar. 3:16-17).

Pero repetimos que no hay constancia bíblica de otro bautismo semejante, pues el segundo bautismo en espíritu y para idéntico reconocimiento como Hijos de Dios, de aquellos que participaron de él, ocurrió el Pentecostés de 33 de E.C., cuando también de manera visible, fue derramado el espíritu santo sobre los doce apóstoles (bautizados en agua, mucho tiempo antes), representado por sendas llamas de fuego y que ya reconocidos en su nueva condición de Hijos de Dios, fueron investidos de los mismos poderes sobrenaturales que tenía Jesús…… entre ellos, la autoridad para bautizar en espíritu santo, eso es, el poder transmitir la unción como Hijo de Dios a otros, así como Jesucristo lo había hecho con ellos. Y cosa que se llevó a cabo sobre aquellas personas a las que dichos apóstoles impusieron las manos, forma también visible que establecía a la vista de terceros, el vínculo de unión existente entre esos que recibían la imposición de manos y los apóstoles que realizaban tal imposición…… y la de todos ellos con Jesucristo; no olvidemos las palabras de Jesús:

Hago petición, no respecto a estos solamente, sino también respecto a los que pongan fe en mí mediante la palabra de ellos; 21 para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17:20-21).

Y con lo que daría inicio, la incorporación a ese “cuerpo de Cristo” citado al principio, de nuevos elementos reconocidos también como Hijos por el Altísimo…… y siendo los primeros en formar parte de esos miembros añadidos y con los que daría comienzo el mencionado aumento, los siete varones seleccionados a raíz de un problema surgido dentro de la congregación cristiana:

Por eso, hermanos, búsquense siete varones acreditados de entre ustedes, llenos de espíritu y de sabiduría, para que los nombremos sobre este asunto necesario; 4 pero nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra”. 5 Y lo que se habló fue grato a toda la multitud y seleccionaron a Esteban, varón lleno de fe y de espíritu santo y a Felipe y a Prócoro y a Nicanor y a Timón y a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; 6 y los colocaron delante de los apóstoles y, después de haber orado, estos les impusieron las manos.” (Hech. 6:33-6).

Y fue en ese instante cuando recibieron el “bautismo” del espíritu y por tanto, reconocidos como Hijos de Dios (y lo cual nos indica que el resto de seguidores y como dejamos claro en la primera parte de nuestro artículo, no lo eran), lo cual se puso de manifiesto por las obras poderosas que empezaron a realizar a partir de ese momento y que no podían realizar antes de esa imposición de manos, así como tampoco podían hacerlo aquellos que a diferencia de ellos, no recibieron la imposición de manos; y siendo el primero del que se nos habla en las Escrituras (aparte de los apóstoles) como ya también realizando obras poderosas, uno de esos siete varones, en concreto Esteban, de quién se nos dice lo siguiente:

Ahora bien, Esteban, lleno de gracia y de poder, ejecutaba grandes portentos presagiosos y señales entre el pueblo.” (Hech. 6:8).

Y circunstancia que derivó en su ejecución y que le llevó a ser conocido como el primer mártir de la era cristiana. El siguiente del que se nos habla como también hacedor de obras poderosas, es Felipe, otro de los siete varones mencionados y que a causa de la persecución que se levantó en contra de los seguidores de Jesucristo, tuvo que huir de Jerusalén y del que se nos cuenta como sigue:

No obstante, los que habían sido esparcidos iban por la tierra declarando las buenas nuevas de la palabra. 5 Felipe, uno de estos, bajó a la ciudad de Samaria y se puso a predicarles al Cristo. 6 Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados. 8 De modo que llegó a haber mucho gozo en aquella ciudad.” (Hech. 8:4-8).

Y a partir de ese relato, ya se empieza a notar algo que distinguía o diferenciaba a esas personas de los doce apóstoles, así como del propio Pablo poco después: si bien podían desarrollar los poderes inherentes al espíritu de adopción como Hijos de Dios y que habían recibido a través de la imposición de manos por parte de los apóstoles nombrados directamente por Jesucristo, lo que queda claro es que ya no tenían la capacidad de poder transmitírselo a otros, como entendemos del siguiente relato y continuando con el tal Felipe, según los versículos del 9 al 17:

Ahora bien, en la ciudad había cierto varón, Simón por nombre, que, antes de esto, había estado practicando artes mágicas y asombrando a la nación de Samaria, mientras decía que él mismo era alguien grande. 10 Y todos ellos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: “Este hombre es el Poder de Dios, que puede llamarse Grande”. 11 De modo que le prestaban atención porque los había asombrado durante mucho tiempo con sus artes mágicas.

12 Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres. 13 Simón mismo también se hizo creyente y, después de bautizarse, atendía constantemente a Felipe; y quedaba asombrado al contemplar las señales y grandes obras poderosas que se efectuaban.


14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo. 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo.”

Luego lo que queda claro, es que esos samaritanos, aunque bautizados correctamente en el nombre de Jesucristo no recibieron dicha “unción” o reconocimiento como Hijos de Dios, en el momento de ser bautizados en agua y de manera automática e inmediata, sino hasta tiempo después, cuando les fueron impuestas la manos por los apóstoles y lo cual, en primer lugar, tumba de golpe la enseñanza del Sr. Olcese sobre un bautismo automático en espíritu inmediato al bautismo en agua, porque eso no es lo que el libro de “Hechos de los Apóstoles” nos cuenta…… y en segundo lugar, puesto que las Escrituras no se contradicen, que la personal e interesada interpretación que le da dicho caballero a Hech. 2:38 (para apoyar su absurda enseñanza), una vez más es totalmente errónea y nos demuestra, por si quedaba lugar a alguna duda, su nulo entendimiento del contenido escritural.

En otro orden de cosas, lo que uno fácilmente podría razonar, es ¡qué cosas! no tendría que haber hecho Felipe en cuanto a obras poderosas, que no solo la gente apartó su atención del tal Simón y al que consideraban, recordemos, como “el Poder de Dios”, sino que este mismo se hizo creyente y se bautizó en el nombre de Jesucristo. Sin embargo y como ha quedado claro, Felipe no tenía, a diferencia de los apóstoles, la autoridad de impartir el bautismo en espíritu y que conllevaba la condición de Hijo de Dios, así como los poderes sobrenaturales que dicha condición llevaba asociados…… y algo que certifican los siguientes versículos 18 y 19:

Ahora bien, cuando Simón vio que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el espíritu, les ofreció dinero, 19 diciendo: “Denme a mí también esta autoridad, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba espíritu santo”.

Fíjense que el tal Simón, no pedía la autoridad de realizar las mismas obras poderosas que realizaba Felipe, sino que pedía algo más y que Felipe obviamente no podía darle: la capacidad de poder impartir dicho Espíritu Santo a otros y con lo que dejaba a las claras sus aviesas y perversas intenciones, a lo que Pedro respondió contundentemente.

Por otra parte, el hecho de que se lo pidiera a Pedro y a Juan, en principio unos extraños para él, en lugar de hacerlo a Felipe con quién razonablemente le uniría una más estrecha relación (Hech. 8:13), no solo nos indicaría de nuevo la imposibilidad de Felipe de poderlo impartir, sino el hecho de que solo por medio de los apóstoles, o sea, de aquellas personas directamente elegidas por Jesucristo (Pablo también lo fue), era posible su transmisión y tal como apunta el versículo 18. Luego el razonamiento lógico, considerado todo lo considerado, sería el de que lejos de ser uno ya reconocido como Hijo de Dios en el momento posterior a su inmersión en el bautismo en agua, mediante recibir en ese momento de forma automática e inmediata dicho bautismo en espíritu, tal como afirma el Sr. Olcese y compañía, el tal bautismo solo podía ser impartido directa y únicamente por los apóstoles de Jesús, mediante la imposición de manos y previa petición a Jehová, mediante oración…… luego Hech. 2:38, repetimos, nos tiene que querer decir una cosa distinta de la que nos pretende hacer creer D. Mario Olcese y acerca de lo cual, ya dimos nuestra versión en la primera parte publicada de esta serie de dos artículos.

Y que solo los apóstoles tenían dicha autoridad de bautizar en espíritu y transmitiendo por tanto, la unción como Hijo de Dios y que dicha unción no se recibía como consecuencia directa del bautismo en agua, nos queda reafirmado por un suceso que tiene como protagonista al también apóstol Pablo y ocurrido unos veinte años después de los hechos citados:

En el transcurso de los sucesos, mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso y halló a algunos discípulos; 2 y les dijo: “¿Recibieron espíritu santo cuando se hicieron creyentes?”. Ellos le dijeron: “¡Si nunca hemos oído si hay o no espíritu santo!”. 3 Y él dijo: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?”. Dijeron: “En el bautismo de Juan”. 4 Pablo dijo: “Juan bautizó con el bautismo en símbolo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús”. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar.” (Hech. 19:1-6).

Y lo que observamos de ese relato, es que aunque ya bautizados correctamente por el apóstol Pablo en agua y en el nombre de Jesucristo, solo la posterior intervención de este (un apóstol) mediante la imposición de manos, propició el que se recibiera el bautismo en espíritu que les otorgó la condición de Hijos de Dios…… porque vemos en el relato en cuestión, que aunque bautizados correctamente, fue solo cuando les fueron impuestas las manos por parte de Pablo, que “vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a desarrollar los poderes que este llevaba implícitos. Entonces notamos que veinte años después de los anteriores acontecimientos citados, se continuaba con el mismo proceso: solo se adquiría la condición de Hijo de Dios, si uno, previo bautismo en agua como seguidor de Cristo, recibía la imposición de manos (eso es, el bautismo en espíritu) por parte de un apóstol de Jesucristo y con lo que recibía el poder, ya como Hijo de Dios, para llevar a cabo las mismas obras poderosas que en su día realizó Jesús…… de ninguna manera se recibía dicho reconocimiento y poder subsiguiente, solo por ser bautizado en agua y como, según el registro de Hechos considerado en la primera parte de esta serie de dos artículos, fue la situación de la mayoría.

¿Y a dónde queremos ir a parar con todo esto? Pues que de ninguna manera y según se nos cuenta en ese clarificador relato del libro de “Hechos de los Apóstoles”, para nada tenía que ver el bautismo en agua, con el reconocimiento de uno como Hijo de Dios si, como dijo Jesús (Juan 3:5), no iba acompañado del “otro” bautismo, eso es, el del espíritu y que solo podían efectuar aquellos en quienes Jesús después de su muerte, delegó la responsabilidad de impartirlo y que fueron nombrados apóstoles directamente por él. Lo cual nos lleva a determinar que la afirmación de Apologista Mario Olcese y tantos otros, de algo parecido a un bautismo por espíritu, inmediato y de manera automática después del bautismo en agua y en una aparente relación causa/efecto que haga de uno, un Hijo de Dios, es totalmente falsa pues no se ajusta al relato del libro citado. Y relato que no es más que la historia de los inicios de la congregación cristiana y que nos explica, cómo se produjeron las cosas desde el primer momento y como continuaron posteriormente…… y algo que tiene sus lógicas y derivadas consecuencias, que de nuevo pone en entredicho algunas afirmaciones vertidas por el Sr. Olcese; pero veamos esas consecuencias:

En primer lugar, todo lo que hemos leído del citado libro, nos lleva a la conclusión de que aquella obra de selección de personas, mediante el nacimiento por espíritu y obra delegada por Jesucristo en sus apóstoles, razonablemente tendría que llegar a su fin con la muerte de estos. No podemos olvidar, que fue a los apóstoles a los que se dio la comisión de ir a bautizar en su nombre, eso es, el impartir el bautismo en espíritu santo y que hacía de uno un Hijo de Dios, luego a la muerte de estos, tal comisión se acabó; porque sus seguidores, o sea, aquellos que recibieron a través de ellos dicho bautismo por espíritu, si bien estaban dotados de los poderes que este otorgaba y estaban autorizados a bautizar en agua en el nombre de Jesucristo y por tanto, aumentar el número de seguidores de este, no lo estaban para bautizar en espíritu y transmitir los poderes que este llevaba inherentes (ambos casos reflejados en el ejemplo relatado de Felipe). Y que estaban autorizados a bautizar en agua en el nombre de Jesucristo, queda claro según el siguiente pasaje:

Hago petición, no respecto a estos solamente (los apóstoles), sino también respecto a los que pongan fe en mí (los que recibieron la imposición de manos) mediante la palabra de ellos (eso es, de los apóstoles).” (Juan 17:20). (Acotaciones nuestras).

O sea, la petición, solo tenía que ver con los apóstoles y con aquellos que pusieran fe en él, a través de la palabra de ellos (los Esteban, Felipe, Bernabé, etc.) y que mediante las obras poderosas que efectuaban, mostraban la unidad o participación con Jesucristo y probaban que realmente este había sido enviado por el Altísimo…… y con nadie más, pues Jesús no extendió dicha participación más allá de esa, digámosle y para entendernos, “segunda generación” de seguidores. Luego cuando la última de esas personas de “segunda generación” desapareció con la muerte, desapareció de sobre la faz de la tierra dicho poder del espíritu y con ello, la autoridad de bautizar en agua en el nombre de Jesucristo y de poder añadir a más personas, al grupo de seguidores cristianos; y dando inicio con ello, a la brutal apostasía de la que nos hablaron tanto Pablo como Juan y que para finales del segundo siglo, más o menos, había borrado de sobre la tierra cualquier vestigio de la verdadera enseñanza del evangelio predicado por Jesús…… y así, hasta el día de hoy.

Entonces la conclusión de todo lo considerado, es que actualmente no hay nadie que pueda arrogarse el ser considerado un “ungido” o Hijo de Dios, pues no hay nadie con la autoridad de bautizar en espíritu como tenían los apóstoles y por supuesto, no existe nada parecido a un bautismo en agua y cuya consecuencia inmediata sea el reconocimiento automático de uno como Hijo de Dios…… es más, ni siquiera nadie con la autoridad reconocida por Dios, de bautizar en agua en nombre de Jesucristo y algo que ya pusimos en cuestión, en el artículo “Los problemas de la falsa religión” (07/09/11). Luego es obvio que el Sr. Olcese no tiene ni idea de lo que se nos dice en Hech. 2:38 y una vez más, mete la pata al interpretar un texto de manera interesada y puesta dicha interpretación en cuestión, por el entero registro del citado libro “Hechos de los Apóstoles”. Porque el verdadero propósito de nuestro Creador, no es el de tener un mundo poblado por reyes y sacerdotes (y que es a lo que nos lleva la esperpéntica enseñanza de los Sres. Olcese, Rivas y compañía), sino el de hacer una “restauración” (o sea, el devolver las cosas a su estado original), según palabras del propio apóstol Pedro y que obviamente, no se podía contradecir así mismo:

Arrepiéntanse, por lo tanto y vuélvanse para que sean borrados sus pecados, para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová 20 y para que él envíe al Cristo nombrado para ustedes, Jesús, 21 a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:19-21).

¿Y de qué cosas “habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo”? Pues de cosas como estas:

Sal. 37:11: “Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”

Isa. 11:6-9: “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”

Job 33:25: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.”

Isa. 35: 5-7: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría. Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.”

Luego de la restauración que estaríamos hablando, es la de volver a una situación idéntica a la que en un tiempo gozaron Adán y Eva, eso es, la de una inmensa paz, no solo entre los hombres, sino entre los mismos animales y a su vez, de la relación de estos con el hombre, así como de la restauración tanto física, como mental y espiritual del mismo, durante el periodo milenario, pues es ahí y durante ese espacio de tiempo, en donde se produce dicha restauración y algo que no sería posible de ser cierta la enseñanza del Sr. Olcese y compañía, que nos pretenden hacer creer, que tanto los santos del AT, como todos los seguidores de Jesucristo, incluidos los sobrevivientes de la “gran tribulación” de Rev. 7:14, serán reyes y sacerdotes en ese reino milenario y algo en lo que se repite constante y erróneamente (en un artículo el pasado día 23 y en un video el día 22 de este mes de Noviembre); pero claro, de ser eso como afirma dicho caballero, ello nos llevaría a una tierra llena de perfectos Hijos de Dios, como reyes y sacerdotes…… pero sin súbditos a quién gobernar, lo cual plantea un “pequeño” problema.

Y “problemilla” que echaría por tierra el propósito de Jehová, eso es, lo que “hablo por boca de sus profetas”, porque veamos: según Rev. 20:6, esos personajes que han de reinar con Cristo en el reino de Dios y por espacio de mil años, participan de una primera resurrección en la que ya se les concede la inmortalidad, pues “la muerte segunda no tiene autoridad sobre ellos” y lo cual significa, que resucitan como perfectos e inmortales Hijos de Dios, por lo que ya no necesitan de esos “arreglillos” que necesitamos el común de los mortales…… por lo que lógicamente se generan alguna preguntas, como por ejemplo ¿quiénes son entonces, esos ciegos, sordos, mudos o inválidos, sobre los que llevar a cabo la citada restauración profetizada por Isaías y profeta, recordémoslo, por medio de quién también habló Jehová? O quizás preguntarnos ¿sobre quiénes reinarán y extenderán los beneficios de su labor sacerdotal, esos gobernantes con Cristo, si no hay nadie sobre quién reinar, pues todos los vivientes en la tierra son reyes y si por otra parte, todos los citados ya son ellos mismos sacerdotes? O mucho más importante ¿qué cosas entonces, tienen que ocurrir durante ese milenio y lo que nos llevaría por extensión, a preguntarnos para qué el Altísimo ha preparado dicho espacio de tiempo de mil años…… con qué propósito lo ha hecho? Y para añadirle más pimienta a la cosa ¿a quienes saldrá a extraviar Satanás al final del milenio? ¿Quiénes son esos que “numerosos como los granos de la arena del mar” le siguen para ser destruidos (Rev. 20:9), si resulta que en la tierra solo hay perfectos e inmortales Hijos de Dios? ¿O es que hay que contemplar la posibilidad de que haya Hijos de Dios, que se levanten de nuevo en contra de la soberanía del Altísimo y que Este, a pesar de haberlos hecho inmortales, tenga que reconsiderar la situación y “cargárselos” otra vez? Y pongamos la guinda al pastel y preguntémosle al Sr. Olcese, si por un momento se le ha ocurrido plantearse las disparatadas consecuencias de su esperpéntica enseñanza.

Porque esas serían las rocambolescas consecuencias con las que nos toparíamos, de ser las cosas como nos las presenta el citado caballero y aquellos que junto a él, apoyan el planteamiento en cuestión y enseñanza que como hemos dicho, sustentan con el pasaje de Hech. 3:28…… en una clara muestra de que no se enteran de que va la película, pues para nada puede decir dicho texto y a tenor de todo lo considerado, lo que ellos interpretan que dice. Luego todos esos señores, con D, Mario Olcese al frente, interpretan de forma incorrecta un pasaje bíblico (y como tiene por costumbre dicho caballero), ajustándolo no a lo que dice el contexto escritural, sino a sus particulares intereses y que tienen que ver, con su visionario deseo de ser reyes en el nuevo orden de cosas, próximo a establecerse y “gobernar sobre muchas ciudades” y en una más que nefasta interpretación de la idea que Jesús pretendía resaltar, con la conocida como “parábola de la minas” (Luc. 19:11-27). Y es que es curioso, que todos esos supuestos “ungidos” solo hablan de las cosas o prebendas que supuestamente recibirán y nunca de la posición de servicio para la que se les escoge, eso es, para actuar en favor de otros:

Más Jesús, habiéndolos llamado a sí, les dijo: “Ustedes saben que los que parecen gobernar a las naciones se enseñorean de ellas y sus grandes ejercen autoridad sobre ellas. 43 No es así entre ustedes; antes bien, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro (esclavo, o el que sirve a los demás) de ustedes, 44 y el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser el esclavo de todos. 45 Porque aun el Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar (o servir) y para dar su alma en rescate en cambio por muchos”.” (Mar. 10:42-45). (Acotaciones nuestras).

Y palabras con las que Jesús les mostró a sus elegidos (los verdaderos y no a esta basura que nos rodea), la verdadera razón por la que tenían que ocupar lugares de prominencia: para ponerse al servicio de los demás y que no son otros, que aquellos que sobrevivirán a la “gran tribulación” de Rev. 7:14, así como aquellos que a partir de ese momento irán resucitando y que de forma progresiva, tienen que ser llevados a la perfección por esos gobernantes, reyes y sacerdotes de Jehová y al servicio de la humanidad obediente, pero aún imperfecta, como queda claro en las siguientes palabras:

Por eso están delante del trono de Dios; y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en su templo; y El que está sentado en el trono extenderá su tienda (en señal de aprobación) sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni tendrán más sed, ni los batirá el sol ni ningún calor abrasador, 17 porque el Cordero (y con él, sus hermanos), que está en medio del trono, los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Rev. 7:15-17). (Acotaciones nuestras).

Luego estamos hablando de una progresiva labor de ayuda, cuyo objetivo tiene que ver con llevar al ser humano a la perfección y algo de lo que nunca hablan esos supuestos “ungidos”, pues su atención solo se dirige al hecho de tener poder, prominencia y dominar sobre “muchas ciudades” y con lo que han hecho del reino un fin en sí mismo, para disfrute personal y no de lo que realmente es, o sea, un medio o instrumento que Jehová usa para la consecución de Su Propósito: restaurar a la humanidad a su primitiva condición de perfección…… olvidándose por tanto, que el Altísimo no ha montado la “fiesta” para que ellos sean reyes, sino para que estén a nuestro servicio y cumplir con el propósito para el cual son elegidos por Dios, aquellos que con Cristo han de reinar: ayudarnos a los curritos de a pie, a alcanzar dicha perfección y capacitarnos para enfrentar la última prueba, cuando al final de los mil años, sea de nuevo soltado Satanás (Rev. 20:7-10); o sea, que la “fiesta” se ha montado para nosotros y no para ellos…… luego el objetivo final del Altísimo somos nosotros y no ellos.

Y esa, queridos lectores, es la gran importancia que tiene el libro de “Hechos de los Apóstoles”, pues nos enseña las cosas tal como sucedieron en un principio, como continuaron después y estableciendo en consecuencia, una lógica y razonable línea a seguir, que nos lleva a concluir cuál es el verdadero propósito del Creador con respecto de su máxima creación terrestre, el ser humano…… y lejos totalmente, de la simpleza interpretativa, a la vez que interesada, que esos “entendidos” hacen del relato en cuestión. Y ahora ya sí, es cuando ustedes tienen que comprobar si lo que les hemos contado se ajusta a lo dicho en esa maravilla que es el citado libro de “Hechos de los Apóstoles”…… o no.

MABEL

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