Falsas enseñanzas
Seguramente recordarán los que nos leen con cierta asiduidad, que casi siempre al final de nuestros artículos, les recomendamos que comprueben personalmente en sus propios ejemplares de la Biblia, si lo que les decimos se ajusta a lo que está escrito en ella o no. Y la razón para esto, tiene que ver con un peligro potencial que corremos todos y del que nos advirtió el apóstol Pedro en su segunda carta:
“Sin embargo, llegó a haber también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada.” (2 Ped. 2:1).
Y permítannos ya de entrada manifestar, que nada más lejos de nuestra intención que buscar polémica y muchísimo menos, el ofender a nadie. Nosotros de ninguna manera nos referimos a la intencionalidad o motivación de lo que sencillamente entendemos como una enseñanza equivocada y por ello, solo nos limitamos a denunciar lo incorrecto de ella, mostrando los oportunos textos bíblicos que a nuestro entender prueban nuestra afirmación. Dicho esto, continuemos con nuestra exposición.
Si usted ha leído con atención el texto citado, notará que de la falsa enseñanza emanada de esos falsos profetas, se derivarían sectas o divisiones destructivas y que en última instancia, lógicamente, afectarían a cada uno de forma individual. Que eso ha sido así a través de los tiempos, queda patente por el cuantioso número de organizaciones, de más o menos entidad pero divisivas al fin y al cabo, que actualmente conforman la llamada cristiandad y todas ellas con sus particulares doctrinas o puntos de vista, amén de la tremenda desorientación religiosa dentro del cristianismo. Y para que no decaiga la fiesta y gracias al “milagro” de Internet, también hoy nos encontramos con innumerable cantidad de “maestros” de dudosa calidad y cuyas enseñanzas, nada tienen que ver con lo que dice el texto bíblico y lo cual nos podría perjudicar personalmente, al alejarnos o extraviarnos, del significado correcto de la enseñanza verdadera:
“Dijo: “Cuidado que no los extravíen; porque muchos vendrán sobre la base de mi nombre y dirán: “Yo soy ese” y: “El debido tiempo se ha acercado”. No vayan en pos de ellos.” (Luc. 21:8).
O sea, no les hagan caso, aunque para ello lógicamente hay que saber distinguir a los maestros falsos. Por fortuna, tenemos un baremo mediante el cual podemos saber si alguien es un buen maestro o no y así evitar el ser extraviado:
“Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17).
En este pasaje, lo primero que aprendemos es que uno solo puede ser santificado, o sea, declarado limpio ante Dios, por medio de la verdad; luego un mensaje que no se ajuste a esa verdad, lejos de ayudarnos a alcanzar el favor de Dios, lo que puede hacer es perjudicarnos, dado que nos extravía del verdadero conocimiento del Creador y prescindiendo de lo sinceros que seamos en nuestra creencia. Vean cómo nos lo advirtió el apóstol Pablo:
“Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto; 3 pues, a causa de no conocer la justicia de Dios, pero de procurar establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.” (Rom. 10:2-3).
Y en ese error cae toda aquella persona, tendente a creer cualquier tipo de enseñanza (la mayoría sin fundamento bíblico), por no tomarse la molestia de comprobar por sí misma, si lo que le enseñan es realmente así o no. Pero la cuestión es, ¿dónde se puede hacer tal comprobación?..... pues en las Escrituras ¿o no nos dijo Juan, que “tú palabra, es la verdad”? Pues ahí está la solución: toda enseñanza que no se ajuste al contenido de la Biblia, o sea, la Palabra de Dios, es falsa y en consecuencia, quién la promulgue queda señalado como un falso maestro. Por lo tanto, cualquier afirmación o enseñanza que de esa persona proceda, como mínimo habría que ponerla en cuarentena:
“La fuente no hace que lo dulce y lo amargo salgan burbujeando por la misma abertura, ¿verdad? 12 Hermanos míos, la higuera no puede producir aceitunas, ni la vid higos, ¿verdad?” (Sant. 3:11-12).
En fin, creemos que Santiago fue muy explícito, ¿cierto? Por lo tanto, vamos a analizar un par de enseñanzas aceptadas de forma implícita (cuando no promulgadas directamente), por la inmensa mayoría de los llamados “entendidos” en el texto bíblico pero que sin embargo, contradicen por completo el contexto general de las Escrituras y siempre según nuestro entender, por supuesto. Veamos una de ellas y que podríamos denominar: bautismo en Espíritu Santo “automático”
Y es que según esos preclaros intérpretes del contenido de la Biblia, cuando uno se bautiza en el nombre de Jesucristo y mediante inmersión, automáticamente es “ungido” o reconocido como Hijo de Dios, mediante recibir el Espíritu Santo, o sea, que no solo ha nacido del agua (el bautismo al que se acaba de someter)) sino que también nace del espíritu, al ser derramado de forma inmediata el Espíritu Santo de adopción sobre él. Pero resulta que tal idea, como concepto, no está contenida en el registro bíblico, es más, no hay ningún ejemplo de ello, excepción hecha en el caso de Jesús que tan pronto salió del agua, fue reconocido como Hijo de Dios:
“Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. 17 ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.” (Mat. 3:16-17).
Y fíjense que decimos que fue reconocido, que no hecho o adoptado como Hijo de Dios en ese momento y que es muy distinto, porque él ya era Hijo de Dios. Pero fuere cual fuere el caso, de nadie más se nos dice algo semejante, sino más bien, todo lo contrario. Veamos unos ejemplos significativos y que tienen que ver, con hechos ocurridos durante un tiempo de extrema persecución y en que la mayoría de seguidores de Jesús, excepto los apóstoles, abandonaron Jerusalén. Entre ellos, un tal Felipe que pasando a Samaria, consiguió muchos adeptos:
“Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres.” (Hech. 8:12).
Sin embargo y contrario a esa dudosa enseñanza que estamos analizando, esas personas no recibieron el Espíritu Santo en el momento de ser bautizados en agua, o sea, no nacieron del espíritu, sino solo del agua; luego en ese momento, las tales personas no calificaban para entrar en el reino de Dios y por lo tanto, gobernar con Cristo, según Juan 3:5. Solo tiempo después y cuando desde Jerusalén se mandó una delegación de apóstoles, fue que mediante la imposición de manos por parte de estos, previa oración, recibieron dicho Espíritu Santo:
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo. 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo.” (Hech. 8:14-17).
Note por favor, que si bien habían sido bautizados en el nombre de Jesús, no recibieron de forma automática su reconocimiento como Hijos de Dios, al no recibir el bautismo del Espíritu Santo después de su inmersión en agua, sino que fue bastante tiempo después, cuando les fue concedido dicho don mediante imposición de manos. Tengamos en cuenta que la distancia de Jerusalén a Samaria, era de unos 50 kms. y que para los medios de la época, el que la noticia de la conversión de personas de la citada ciudad llegara a Jerusalén y que discípulos después viajaran hasta ella, evidentemente implicaría bastante tiempo. Pero es que este pasaje citado, también nos dice otra cosa, si lo sabemos leer entre líneas: nos habla del convencimiento que tenían los apóstoles, de que sin su intervención, no habría derramamiento de Espíritu Santo, ya que para ese propósito en concreto fueron enviados Pedro y Juan a Samaria. Porque es eso y no otra cosa, lo que nos da a entender el pasaje citado; luego vemos que una cosa era el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo y otra muy distinta, recibir la adopción como Hijo de Dios. Pero analicemos otro caso, que tiene que ver con lo que le sucedió al apóstol Pablo y que se nos relata en Hechos 19:1-7:
“En el transcurso de los sucesos, mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso y halló a algunos discípulos 2 y les dijo: “¿Recibieron espíritu santo cuando se hicieron creyentes?”. Ellos le dijeron: “¡Si nunca hemos oído si hay o no espíritu santo!”. 3 Y él dijo: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?”. Dijeron: “En el bautismo de Juan”. 4 Pablo dijo: “Juan bautizó con el bautismo en símbolo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús”. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. 7 En conjunto, eran unos doce varones.”
Note de nuevo, por favor, que aunque bautizados por Pablo y en el nombre de Jesús, no recibieron de forma automática el Espíritu Santo, en el momento de su bautismo en agua, sino que esto ocurrió después y solo “cuando Pablo les impuso las manos”. De nuevo vemos que no bastó el ser bautizado en el nombre de Jesús, sino que se necesitó de algo más: el que alguien transmitiera dicho Espíritu Santo de adopción, así como los poderes que llevaba asociados. Entonces ¿que aprendemos de estas experiencias?
Pues aprendemos varias cosas: la primera y fundamental, es que nada tenía que ver el ser bautizado en agua y en el nombre de Jesucristo, con el recibir automáticamente el espíritu de adopción como Hijo de Dios...... una cosa era una cosa y la otra algo totalmente distinta, como ha quedado probado; en segundo lugar, aprendemos que el Espíritu Santo solo podía recibirse a través de los apóstoles y de Pablo (poco después), dado que en todo relato bíblico que tenga que ver con el derramamiento de dicho Espíritu de Dios, o bien era impartido directamente por los apóstoles, mediante la oración e imposición de manos o en su defecto, estaba presente alguno de ellos. Este fue el caso, en la conversión del gentil Cornelio y en donde también se nos muestra que nada tiene que ver el bautismo en agua, con la adopción como Hijo de Dios. Según el relato que nos ofrece el cap. 10 de Hechos, este personaje, junto a los de su casa, recibieron el Espíritu Santo y por tanto la adopción como Hijos de Dios, poderes incluidos, antes de ser bautizados en agua y en presencia del apóstol Pedro (Versos 44 y 48). Luego lo que queda claro, es que de recibir dicha adopción como Hijos de Dios, de forma automática, inmediatamente después del bautismo en agua sin más y como consecuencia directa una cosa de la otra...... pues nada de nada; o sea, que no existía ninguna relación causa/efecto, según las experiencias relatadas y que creemos significativas. También hemos aprendido, por otra parte, que las personas que tenían dicho Espíritu pero que no formaban parte del grupo de los doce (más Pablo), no podían transmitirlo a diferencia de ellos que sí podían. Ahí está el claro ejemplo de Felipe, que mediante obras poderosas demostró poseerlo, pero que sin embargo no pudo transmitirlo:
“Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados.” (Hech. 8:6-7).
Sin embargo, repetimos, los hechos prueban sin ninguna posibilidad de discusión que no podía transmitirlos y por eso tuvieron que desplazarse desde Jerusalén dos apóstoles para efectuar dicha transmisión. Luego otra cosa que aprendemos por deducción y según lo considerado, es que con la muerte del último apóstol se acabó la posibilidad de transmitir a otros dicho Espíritu de adopción como Hijo de Dios, con lo cual y también después de la muerte de aquellos que teniéndolo, les era imposible transmitirlo, se llegó al final de la presencia operativa de dicho don sobre la Tierra. Por lo tanto y con la muerte de los apóstoles, se acabó la captación o elección de Hijos de Dios y por lo tanto de forma lógica, deberíamos de entender que la comisión dada por Jesús a sus seguidores llegó a su fin. Sencillamente, ya no se derramó Espíritu Santo sobre nadie más, luego ya nadie más pudo ser adoptado como Hijo de Dios a partir de ese momento. Ello no significaría, que no hubiera habido posteriormente y hasta que Jehová traiga su día de juicio, personas que se bautizaron, se bautizan o se bautizarán en el nombre de Jesucristo y supuestamente pasarán a engrosar el número de sus seguidores (algo que por cierto, tampoco está muy claro), lo cual es una cosa, pero el ser “elegido”, “escogido” o “ungido” como Hijo de Dios, con los poderes que eso lleva implícitos tal y como hemos visto en el registro bíblico, es otra muy distinta.
Pero puesto que cesó el derramamiento del Espíritu Santo y como ha quedado probado, la teoría del automatismo no existe, siendo por lo tanto una enseñanza más que discutible y sin apoyo bíblico, la conclusión lógica es la de que no existen a día de hoy personas que puedan con razón afirmar ser Hijos de Dios o “ungidas” (aunque incomprensiblemente lo hagan todos). Porque otra cosa que hemos aprendido en el relato bíblico, es que todos aquellos que disponían de dicho Espíritu Santo de adopción, lo pudieran transmitir o no, se caracterizaban por efectuar obras poderosas. Cuando esas personas desaparecieron, con ellos cesó repentinamente dicha actividad y eso, repetimos, no lo decimos nosotros, sino que se deduce del registro escrito. Porque además también es cierto, hasta donde por lo menos nosotros sabemos, que a ninguno de los llamados Padres de la Iglesia y a partir del siglo I en adelante, se les reconoce el haber efectuado obras poderosas como las que llevaban a cabo los apóstoles y los discípulos de estos. Y tampoco lógicamente, esos supuestos “ungidos” actuales, puede efectuar las obras poderosas que llevaron a cabo aquellas personas y que era lo que las identificaba como Hijos de Dios y les daba credibilidad, frente a otras que no lo eran.
Claro que los defensores de dicha esperpéntica idea, afirman que hoy ya no hace falta dicha demostración de poder, lo cual no deja de ser un argumento un tanto discutible. Luego por lo tanto y a falta de pruebas, se dedican a usar un montón de textos que parecen dar a entender lo que ellos afirman; sin embargo, cuando usted querido lector, lea tales textos “probatorios”, pregúntese lo siguiente ¿a quiénes iban dirigidas esas palabras? Porque eso es lo que significa en parte, el leer un texto dentro de su contexto: el considerar a quién iba dirigido, cuando fue escrito y para qué fue escrito, lo que estamos leyendo. Y entonces se dará cuenta, que esas palabras se dirigieron a personas que vivieron hace casi dos mil años y por tanto, en circunstancias distintas y por motivos distintos, que nada tienen que ver con nosotros; pero veamos uno de los muchos ejemplos de lo que le decimos, en un artículo titulado “Amplia y generosa entrada en el reino eterno” publicado el 24/04/10 en el blog de Apologista “eladaliddelaverdad.over-blog.es” y en donde después de citar de 2 Ped. 1:1-11, su autor nos hace la siguiente reflexión y en base a lo que según él, deberíamos de entender:
“Estimados hermanos, ¿qué es lo que entendemos realmente de las Palabras de Pedro escritas arriba? ¿Verdaderamente ha prestado usted atención a lo que él está diciendo en estos versículos? Sin duda alguna el apóstol Pedro está hablando de nuestro futuro destino glorioso, o de nuestra meta gloriosa como resultado de nuestra fiel carrera cristiana.” (Negritas nuestras).
Sin embargo, nosotros le rogamos que lea atentamente dicho pasaje y que analice a quiénes fueron dirigidas las tales palabras. Y luego busque en dónde este pasaje, que tenía destinatarios específicos, pudiera tener algún indicio de que las susodichas palabras se dirigían y lo que es más importante, aplicarían, a personas de un futuro distante, o sea, a nosotros que vivimos dos mil años después de ser pronunciadas. Y eso es lo que ocurre con todos y cada uno de los textos que se usan para apoyo de semejante disparate: son sencillamente textos sacados de su contexto y que aunque parezcan decir lo que ellos pretenden de forma interesada que digan, su significado nada tiene que ver con aquello que nos quieren hacer creer y lo que es peor, con el contexto general de las Escrituras.
Todo son intentos absurdos de intentar probar como correcta una enseñanza falsa (no bíblica por tanto), mediante el uso de esas referencias sacadas de unas cartas, pues estamos hablando de cartas que se cruzaron entre personas que sí eran ungidas y por tanto, reconocidas como Hijos de Dios y que lo podían probar, no olvidemos nunca este detalle, pero que nada tienen que ver con nosotros que las leemos dos mil años después. Como hemos dicho y creemos que probado, con la muerte del último de los que poseían la capacidad de poder transmitir ese Espíritu Santo de adopción (los apóstoles), se acabó el nacer del espíritu, porque según hemos visto en los ejemplos citados, el tal no se recibe de forma automática al ser uno bautizado en agua. Por lo tanto se acabó en ese tiempo, la posibilidad de entrar a formar parte del gobierno del reino:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5).
Y puesto que si bien uno puede nacer del agua (cuando se bautiza), ya no puede nacer del espíritu porque no hay nadie desde la muerte de Juan (98/99 d.C.) que se lo pueda transmitir y por lo tanto, ya no se puede adquirir la condición de Hijo adoptivo de Dios, en consecuencia hermano de Jesucristo y por tanto, co-gobernante de ese reino y eso, repetimos, a partir de la muerte del último apóstol. Sencillamente ese período de tiempo tuvo un inicio y lógicamente, cumplido su objetivo (porque tenía un objetivo concreto), Jehová le dio momentáneamente final. Entonces, la que podríamos llamar como “la teoría del automatismo” es falsa, o al menos en tiempos de los apóstoles, habrá de reconocerse que según el registro bíblico, no ocurría así; si luego la cosa cambió, ya sería otra historia, pero en la Biblia desde luego y a menos que estos señores no muestren lo contrario, no hay constancia de tal cambio. Y si la Biblia no habla nada de ello, pues tampoco es asunto de ir más allá de lo que en ella está escrito, según lo aconsejado por Pablo (1 Cor. 4:6). Sin embargo, dejamos una pregunta en el aire por si acaso: ¿hay algún texto bíblico que expresamente diga o siquiera dé a entender, que uno recibe el Espíritu Santo inmediatamente después de ser bautizado en agua y de forma automática? ¿Alguien se atreve responder a esa cuestión?
Porque no olvidemos y a modo de aclaración, algo que ya saben aquellos que hayan leído con atención el pasaje de Juan 3:5 y es que de ninguna manera establece una relación directa de causa/efecto entre un bautismo en agua, con un bautismo de Espíritu Santo. Lo único que hace dicho texto, es señalar la necesidad de poseer dos requisitos para la consecución de un privilegio determinado y nada más. Matizado este punto, veamos ahora una segunda enseñanza que también se las trae, que está directamente relacionada con la acabamos de considerar y que tiene que ver con las dos resurrecciones de Juan 5:28-29; veamos:
“No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”
Así nos dice este pasaje y veamos la conclusión que sacan de él los “entendidos” en la materia, pues según ellos, hay una primera resurrección para vida:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6).
Luego en esta resurrección, participan solo aquellos que han de gobernar con Cristo en calidad de reyes y sacerdotes y que en el momento de su resurrección, ya son investidos de inmortalidad. Hasta ahí, estamos de acuerdo, porque el problema viene ahora con la segunda resurrección. Porque según ellos, es al cabo de los mil años del reinado de Cristo, que se produce una segunda resurrección para condenación y destrucción eterna, de todos aquellos que en su día murieron sin gozar del favor de Dios:
“Además, cualquiera a quien no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.” (Rev. 20:15).
Y es en esta segunda resurrección, en la que no podemos estar de acuerdo, porque sencillamente es otro disparate, pues ni acontece al final de los mil años, ni su finalidad última es la de echar gente al lago de fuego. Porque esa afirmación es una barbaridad y ello no significa que los textos usados no digan lo que dicen, que eso es otra cosa, sino que son entendidos y aplicados de forma disparatada y alejada del contexto natural en que se hallan escritos. Y para comprobar lo que decimos, de que esa conclusión en un puro disparate y que nada tiene que ver con lo que dice la Biblia, veamos el sinsentido que se montaría, de ser las cosas como esos señores nos lo quieren hacer creer. Para ello, echemos a andar un poco la imaginación y desarrollemos dicha teoría, hasta sus últimas consecuencias.
En primer lugar, lo que tendríamos que preguntarles a los defensores de ese absurdo, sería lo siguiente: “¿Sobre quién gobernarían entonces como reyes y sobre quiénes ejercerían su labor sacerdotal, aquellos que participan de la primera resurrección, durante esos mil años de duración del Reino de Dios? Porque si esos “entendidos” estuvieran en lo cierto, estaríamos hablando de una Tierra desierta de ser humano alguno y necesitado de dirección gubernativa o de beneficios sacerdotales ¿o no es así? Porque lo único que habría sobre la Tierra durante ese período de mil años, serían reyes y sacerdotes, pero nadie sobre quién ejercer dichas responsabilidades, aunque habría que suponer que Jehová, para algo les habrá dado dichos atributos a esa personas ¿o no? Por otra parte y de ser las cosas como nos las quieren hacer creer, se dejaría vacío de contenido el propósito de Jehová para dicho gobierno milenario, porque entonces no habría nada que hacer durante todo ese tiempo, aunque Hechos 3:21, parece relacionar el milenio con “la restauración de todas las cosas” y lo cual sí es tarea. Pero claro, ¿qué cosas entonces tendrían que ser restauradas, en quiénes o para quiénes, en una Tierra sin personas necesitadas de ello? Porque recordemos que los resucitados en la primera resurrección y los únicos que vivirán en la Tierra durante el reino milenario (de ser cierta esa impresentable teoría), ya son inmortales, luego ya no necesitan que se les restaure nada, pues lo tienen absolutamente todo restaurado: ellos ya resucitan como perfectos e inmortales Hijos de Dios. Luego..... ¿qué objetivo tendría ese reino milenario?
Y veamos otro problema que surge de aceptar tan estrafalaria interpretación: ¿en cuál de esas dos resurrecciones nos colocarían al delincuente arrepentido, que murió al lado de Jesús?:
“Y pasó a decir: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino”. 43 Y él le dijo: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso.” (Luc. 23:42-43).
Sin embargo y por razones obvias, estaremos todos de acuerdo en que ese personaje no había podido haber nacido ni del agua ni del espíritu, requisitos estos por demás indispensables según Jesús, para poder participar de la primera resurrección:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.” (Juan 3:5).
Luego queda claro, que dicho personaje no se podría levantar en esa primera resurrección, eso es obvio; pero sin embargo, lo que también está claro, es que esa persona no puede tener parte en una segunda resurrección directa a juicio o destrucción eterna, porque Jesús le aseguro, que estaría en el paraíso. Luego ¿nos podrían aclarar esos señores “entendidos” en las Escrituras, todos ellos con elevados estudios (al menos de eso presumen), en cual resurrección nos colocan a ese personaje? ¿O qué hacemos con él?
Y no olvidemos que tenemos otro caso parecido, en la persona de Juan el Bautista. Porque si algo nos deja claro Rev. 20:6, es que solo participan de la primera resurrección, aquellos que han de gobernar con Cristo ¿no es así? Entonces ¿en cuál de las dos resurrecciones que cita Juan 5:28-29, colocamos a ese personaje, habida cuenta de que Jesús dijo expresamente de él, que no estaría en ese gobierno del reino? Vean ustedes:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
Porque eso es lo que se desprende de dicho texto ¿o no? Por cierto y ya que viene a colación: hace mucho tiempo que le formulamos dicha pregunta al Dr. Javier Rivas Martínez y a raíz de una (digámoslo suavemente) pequeña discrepancia de pareceres y que de momento aún no ha respondido. Esperemos que ahora se decida a ello (tiempo de pensárselo ha tenido) o en su defecto, que alguno de los que mantienen semejante interpretación del pasaje de Juan 5:28-29, le eche una manita y lo haga en su lugar.
Pero es que si continuamos con el desarrollo de tal esperpéntica idea, el disparate no solo continúa, sino que se agrava por momentos, cuando entran en el cuadro los notables del AT, o sea, los Abraham, Noé, Isaac, Moisés, David, Daniel y tantísimos otros, porque claro, en algún lugar habrá que colocarlos también. Y vean la singular teoría que sobre ellos tiene el insigne caballero al que acabamos de citar y que sabemos compartida por otros autores, como Mario Olcese, Luciano Morales, Mauro González, Alexander Dávila G., etc. (autores a los que leemos), ya que ninguno de ellos y hasta donde sabemos, le ha rebatido dicho argumento. En un artículo de fecha 21/3/10 y titulado “Una resurrección simultánea (los santos del antiguo y nuevo testamento)” y al que nosotros le rebatimos tal idea en un artículo publicado el 29/03/10, dicho autor abre con el siguiente argumento:
“La Biblia nos dice con relevante claridad que los Santos del Antiguo Testamento serán resucitados «junto», «simultáneamente», con los Creyentes del Nuevo Testamento”.
Ahora bien, nosotros les damos nuestra palabra de honor, de que no vemos la tan “relevante claridad” de que ambos grupos sean levantados en la resurrección “juntos” y “simultáneamente” por ningún sitio, sencillamente porque la Biblia no dice esto. Y es que ello de producirse, solo podría ser participando todos de la primera resurrección y que repetimos por lo importante que es el punto, solo tiene que ver, con aquellos que han de gobernar con Cristo. Y es que si esos señores tuvieran razón, entonces Jesús nos habría mentido; veamos el porqué.
Leamos de nuevo Juan 3:5: “Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Creemos que Jesús lo dejo meridianamente claro ¿verdad? Pero lo mismo de claro está, que todos esos personajes no reunían esos dos indispensables requisitos, porque habían muerto (los últimos de ellos), como mínimo 400 años antes de que Jesús viniera a la Tierra, por lo que dicha posibilidad de alcanzar ambos requisitos, o sea, el nacer del agua y del espíritu”, no estaba disponible aún. Luego a menos de que Jesús nos hubiera mentido, algo impensable por otra parte, esas personas tampoco pueden participar de esa primera resurrección. Luego, ¿de dónde se saca dicho caballero, tan disparatado argumento? ¿Dónde en las Escrituras, se nos hace semejante afirmación, con tan “relevante claridad”? Pero claro, por otra parte nosotros también entendemos que el colocarlos en una segunda resurrección para destrucción eterna, pues que quieren que les digamos, pero nos parece un poco fuerte hablando de quién estamos hablamos ¿no creen? Entonces queridos “entendidos” ¿en dónde colocamos a los citados personajes? ¿O podría ser el caso, que la forma de interpretar que tienen ustedes dicho pasaje de Juan 5:28-29, estuviera equivocada? Y sinceramente creemos que los que nos leen, estarán interesadísimos en conocer su respuesta.
Pero no se crean nuestros queridos lectores, que la lista de absurdos y disparates como consecuencia de tan original interpretación del pasaje bíblico en cuestión, se acaban con eso ¡de ninguna manera! Y si no, vean el problema que se presentaría si ello fuera como nos dicen que es. Aceptemos, tal y como nos dicen esos señores, que desde Jesús en adelante y hasta el día de hoy, todos los bautizados en su Nombre han sido declarados Hijos de Dios y por tanto, participantes de esa primera resurrección; que además, todas esas personas citadas en estos tres ejemplos que les hemos dado (el malhechor, Juan el Bautista y todos los notables del AT), al no ser merecedoras de esa segunda resurrección de destrucción eterna, lógicamente solo podrían participar de esa primera resurrección y que, recordemos, solo es para los que han de reinar con Cristo. Luego lo que nos sale de ahí, es que la cantidad de esos co-gobernantes con Cristo en dicho reino, sería cuasi sideral, cuantitativamente hablando; de hecho, ya uno de esos autores, Mario Olcese, la ha cuantificado como de “millones, miles de millones”. Pero claro, de ser esto así, ya se nos plantea y como hemos apuntado, otro problema, porque cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, dijo algo que no estaba muy de acuerdo con esa idea de una cantidad casi astronómica de gobernantes asociados:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Ahora bien, puesto que solo es razonable pensar, que usted tiene una ligera idea de lo que es un “rebaño pequeño” y que habría que pensar por otra parte, que Jesús también sabía de qué iba la cosa, o sea, que conocería el significado del término “pequeño”, poco más habría que hablar. Luego lo que vemos es que aquí hay algo que no cuadra, máxime cuando dicho texto nos señala, que es “al Padre”, el que se complace en dar dicho reino a un pequeño grupo de personas, puesto que según Jesús, él no podía hacer nada por su propia cuenta:
“No puedo hacer ni una sola cosa por mi propia iniciativa.….. ” (Juan 5:30a).
Luego entonces ¿sería Jehová el equivocado, como responsable último de tal afirmación? Categóricamente no, por lo tanto solo queda una opción: los equivocados son todos esos señores que dicen semejantes disparates, porque hay algo en que estaremos todos de acuerdo (suponemos): y es que hay una diferencia abismal, entre lo que razonablemente se entiende como un “rebaño pequeño” (los que fueren) y lo que se entiende por “millones, miles de millones” y que podría ser cualquier cosa, menos un rebaño pequeño ¿o no es así? Luego ¿quién tiene razón, Jehová o esos señores? Y excusamos decir que agradeceríamos una respuesta, aunque solo sea por aquello de saber a quién tenemos que hacer caso.
Pero sin embargo y aunque esos caballeros no lo acepten, Jehová sí se preocupó (evidentemente con algún propósito, pensamos nosotros) de que en su Palabra se incluyera un pasaje que nos da un número concreto de los que con Cristo han de reinar:
“Y vi, y ¡miren!, el Cordero de pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre. (…… ) Y están cantando como si fuera una canción nueva delante del trono y delante de las cuatro criaturas vivientes y de los ancianos; y nadie pudo dominar aquella canción sino los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra.” (Rev. 14:1; 3).
Y si bien dicha cantidad se ajusta perfectamente al sentido de lo mencionado sobre un rebaño pequeño, la mayoría de dichos “entendidos”, la rechazan afirmando que se trata de una cantidad “simbólica”. Pero es que resulta, que mientras en el registro bíblico se nos habla de una cantidad determinada (también en Rev. 7:4), en ningún lugar se nos dice en cambio, ni implícita ni explícitamente, nada parecido a un supuesto simbolismo de dicho número: eso se lo inventan ellos. Y si no, que demuestren lo contrario, mediante señalar los oportunos pasajes bíblicos que prueben lo contrario de lo que nosotros afirmamos: nosotros mostramos textos; ellos simples afirmaciones sin apoyo bíblico...... entonces ¿qué es realmente lo que pasa? Pues sencillamente que no entienden y en lugar de ajustar su punto de vista a lo expresado en las Escrituras, pretenden que estas, se ajusten a su manera de ver las cosas, aunque para ello tengan que sacar los textos de su contexto natural o de retorcerlos hasta decir basta. O sea y resumiendo, están impartiendo falsas enseñanzas. Y si nos lo permiten y para una mayor comprensión de cómo serán las cosas, acerca de la resurrección, les sugerimos considerar un artículo que publicamos el 10/06/10, titulado “Juan 5:28-29”; aunque no descartamos próximamente, escribir de nuevo algo más sobre el tema.
Y en fin, nosotros ahí lo dejamos, esperando que alguien tenga a bien aclarar y para general conocimiento, los problemas que hemos dejado planteados y que son lógica consecuencia de un mal entendimiento, no solo del texto bíblico, sino lo que es peor, del entero propósito de Jehová para con su creación. Y ya saben, ese asunto nos concierne a todos y por ello una vez más, nos permitimos recomendarles que no se fíen de nosotros, que usen su propio ejemplar de las Escrituras, que comparen lo dicho con lo que en ellas lee y a partir de ahí, saquen sus propias conclusiones.
MABEL
domingo, 25 de julio de 2010
miércoles, 21 de julio de 2010
Usted…… y el Paraíso
“Eso es como estar en el Paraíso” ¿Ha pronunciado u oído pronunciar alguna vez, semejante expresión? Y por si no fuera el caso, algo bastante improbable, le aclararemos que con ella se pretende manifestar una situación de gran bienestar, exenta de perturbación o motivo de inquietud alguna. Y es normal el intentar establecer dicha relación, porque el ser humano fue creado con esa perspectiva, tanto es así, que los inicios de la familia humana, tuvieron lugar en lo que conocemos como “El paraíso terrenal”. En el primer libro de la Biblia, leemos lo siguiente sobre la creación del hombre:
“Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida y el hombre vino a ser alma viviente. Además, Jehová Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este y allí puso al hombre que había formado.” (Gén. 2:7-8).
El nombre “Edén” significa “Placer”, de modo que el jardín de Edén era un espacioso parque de placer, con una multitud variada de hermosos rasgos y contrastes. Por otra parte, la palabra “paraíso” proviene del griego y el término griego se refiere a un jardín que se asemeja a un parque. La palabra griega que se da como traducción del sustantivo hebreo “gan” (que significa jardín), es “pa-rá-dei-sos”. La porción de las Escrituras de Mateo a Revelación se escribió en griego y esa por lo tanto, fue la palabra griega que se usó para indicar lo que Jesús dijo, mientras sufría la pena de muerte colgando de un madero (o cruz) de tormento en el Calvario, el 14 de Nisán del año 33 E.C.
En aquel momento, dos malhechores yacían fijados en sendos instrumentos de ejecución, uno a cada lado de Jesús. Uno de ellos, viendo como el otro estaba injuriando a Jesús y después de haberle recriminado al segundo su despectiva e irreverente actitud, se volvió hacia el Hijo de Dios y le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino” y manifestando así, su fe en que Jesús, aunque colgaba agonizante a su lado, sería el futuro rey de un reino por venir (Luc. 23:42). Aquel delincuente, además, creía que Jesucristo era inocente y que no merecía el brutal castigo de ser fijado en un madero hasta la muerte y en deshonra pública (Luc. 23:41). Y por su solicitud, el delincuente en cuestión, no solo mostró que creía que Jesús sería resucitado de entre los muertos y entraría a tomar posesión de su reino, sino que también mostró fe en que él mismo podría tener una resurrección y que Jesús lo llamaría de entre los muertos, favoreciéndolo de nuevo con la vida aquí en la Tierra.
Y no se estaba equivocando, ya que cuando Jesús le dijo: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso” (Luc. 23:43), indicó que aquel malhechor arrepentido sería resucitado; esto tiene que haber sido un verdadero consuelo para aquel delincuente que manifestó de forma espontánea tal fe. Pero para que la resurrección de aquel hombre tuviera lugar, Jesús tendría que ser resucitado antes y entonces, por el poder que Dios le daría para resucitar a otros (ya lo había manifestado en el caso de Lázaro), Jesús llamaría de nuevo a la vida, entre otros, a este malhechor el día en que el mundo de la humanidad experimentara la resurrección (Hech. 24:15). Ahora bien, la idea de la resurrección, tiene otras connotaciones y quizás sea necesario aclararlas, para tener una idea exacta de qué realmente es el paraíso del que habló Jesús. Una de ellas y de alguna manera, la más importante, tiene que ver con la absurda interpretación que la mayoría de los estudiosos de las Escrituras hacen de Juan 5:28-29 y que distorsiona en grave manera, lo que realmente es la resurrección y el papel que tiene dicha resurrección en el Plan de Dios. Según ellos, en este pasaje se nos dice que de las dos resurrecciones mencionadas, la primera es la de los salvos y que según Rev. 20: 6, está reservada exclusivamente para aquellos que han de gobernar con Cristo en el Reino milenario:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”
Y la segunda, a producirse al final del milenio, para juicio y destrucción eterna en el “lago de fuego” (Rev. 20:15) de los impíos, o sea, de aquellos que no gocen del favor del Altísimo. Pero si esto fuera así, dejaría sin contenido al período de mil años del reinado de Cristo, porque ¿sobre quién gobernarían como reyes y sobre quiénes ejercerían su labor sacerdotal, los personajes citados en Rev. 20:6?
Pero es que además, ese relato de Jesús con el malhechor, nos crea un problema, o mejor dicho, les crea un problema de difícil solución, a los citados “entendidos” en las Escrituras y es el siguiente: ese malhechor, aunque arrepentido, no pudo acceder a los dos requisitos básicos e imprescindibles, para formar parte de esa primera resurrección y a los que señaló Jesús, según Juan 3:5:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Por lo tanto y dado que el citado malhechor y por razones obvias, no reunía dichos requisitos, no puede estar en esa primera resurrección. Pero también es cierto, que tampoco puede tener parte en la segunda para destrucción eterna, ya que un Jesús agonizante, le aseguró que estaría con él en el paraíso. Y si bien esto causa un tremendo problema a esos “preclaros” intérpretes bíblicos, porque no sabemos al final (ni ellos tampoco, por supuesto) en dónde colocan al citado personaje, abre sin embargo un esperanzador futuro a otros muchos: la posibilidad de disfrutar en un futuro muy cercano de la vida en dicho paraíso y en calidad de súbditos del reino de Dios. Veamos entonces, de que se beneficiarán los que estén allí.
Los tales beneficios tendrán que ver, por ejemplo, con un tiempo de paz inimaginable:
Salmo 37:11: “Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”
Salmo 72:7: “En sus días el justo brotará y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea.”
Isaías 9:6: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el regir principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Ahora bien, es obvio que para ello no tendrían que existir las guerras ¿verdad? Pues vean cual es la promesa de Jehová:
Salmo 46:9: “Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego.”
Miqueas 4:3: “Y él ciertamente dictará el fallo entre muchos pueblos y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”
Por otra parte, sería muy difícil gozar de esta paz a plenitud, si uno estuviera afectado por alguna enfermedad, defecto físico o por la misma vejez, que tantas limitaciones nos impone. Pues no se preocupe, porque también eso será atendido:
Isaías 33:24: “Y ningún residente dirá: “Estoy enfermo”. La gente que more en la tierra constará de los que habrán sido perdonados por su error.”
Isaías 35:5-6: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría..….”
Job 33:25: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.”
Pero quizás alguien se pregunte, que como se podrá disfrutar a cabalidad de esas bendiciones, cuando vemos por toda la tierra una desertización galopante; sequías brutales; mares, ríos, lagos y otras diversas fuentes de agua contaminadas; la protectora capa de ozono, quebrantada y tantos y tantos otros aspectos nocivos que afectan directamente nuestra calidad de vida. Pero de nuevo no se preocupe, que Jehová también tiene en cuenta esta circunstancia:
Isaías 35:6-7: “…... Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.”
Rev. 11:18: “…… y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”
Y no pase cuidado, que esa paz que Jehová le ofrece, no se verá ensombrecida por la falta de un trabajo remunerador y satisfaciente, de una vivienda apropiada o de carencia alguna de alimentos, con los que sustentar su vida y la de sus seres queridos:
Isaías 65:21-22: “Y ciertamente edificarán casas y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.”
Miqueas 4:4: “Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.”
Salmos 72:16: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.”
Tan abundante y completa será esta paz proveniente de nuestro Dios Jehová, que se extenderá también al reino animal y a la relación de este con el hombre:
Isaías 11:6-8: “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”
Pero por otra parte, ¿no sería lamentable que esas bendiciones se acabaran con la muerte de uno? Por supuesto y por eso mismo, la muerte tampoco existirá:
Isaías 25:8: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro. Y el oprobio de su pueblo quitará de toda la tierra, porque Jehová mismo lo ha hablado.”
1 Cor. 15:26: “Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a nada.”
Rev. 21:4: “Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”
Luego entonces, ¡cuánto echaremos de menos en medio de esas felices circunstancias, a aquellos seres queridos que en su día perdimos en la muerte! Pero un momento: recuerde que la esperanza del malhechor ajusticiado al lado de Jesús, se basaba precisamente en la creencia de una resurrección, luego ¿sería razonable el pensar en que se produzca tal milagro? Bueno, ciertamente ya se produjo en el pasado y no solo en la propia resurrección de Jesucristo, pues hasta donde sabemos del relato bíblico, tanto los profetas Elías, como Eliseo, así como el apóstol Pedro y posteriormente Pablo, sin olvidarnos del propio Jesús, tuvieron que ver con el traer de nuevo a la vida a otras personas que en su momento habían fallecido. Pues bien, Jehová se propone llevar a cabo dicho milagro, pero en una escala sin precedentes:
Daniel 12:2: “Y habrá muchos de los que están dormidos en el suelo de polvo que despertarán, estos a vida de duración indefinida y aquellos a oprobios y a aborrecimiento de duración indefinida.”
Juan 5:28-29: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”
Hechos 24:15: “…... y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”
Y este, querido amigo, es el paraíso del que Jesús le habló al delincuente que moría a su lado y del que usted podrá disfrutar, si tiene en cuenta un determinado requisito:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Sin embargo y dejando parte dicho requisito que le puede abrir las puertas al Paraíso de Dios, es evidente que lo que destaca de dicho pasaje, es el inmenso amor que Jehová le tiene a la caída humanidad, al grado de entregar la vida de Su propio Hijo, como rescate a pagar por todos nosotros:
“…… que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos... de esto ha de darse testimonio a sus propios tiempos particulares.” (1 Tim. 2:6).
Y que si no estamos equivocados, hay un precedente bíblico que prefiguraba esta acción benefactora de Jehová (por medio del sacrificio de Jesús) hacia la humanidad. Veamos: según el relato de Números 21:4-9, en cierto momento de la estancia de Israel en el desierto y tras su salida de Egipto, el pueblo de nuevo mostró una actitud rebelde contra Jehová, así como una brutal falta de aprecio por las provisiones que les proveía, por lo cual Dios tuvo que actuar:
“De modo que Jehová envió serpientes venenosas entre el pueblo y estas siguieron mordiendo a la gente, de modo que murió mucha gente de Israel.” (Verso 6).
Cuando el pueblo, arrepentido de su actitud, de nuevo recurrió a su Dios, vean la solución que Jehová les ofreció:
“Por fin el pueblo vino a Moisés y dijo: “Hemos pecado, porque hemos hablado contra Jehová y contra ti. Intercede con Jehová para que quite las serpientes de sobre nosotros”. Y Moisés se puso a interceder por el pueblo. 8 Entonces Jehová dijo a Moisés: “Hazte una culebra abrasadora y colócala sobre un poste-señal. Y tiene que suceder que, cuando cualquiera haya sido mordido, entonces tiene que mirarla y así tendrá que mantenerse vivo”. 9 Moisés en seguida hizo una serpiente de cobre y la colocó sobre el poste-señal; y en efecto sucedió que si una serpiente había mordido a un hombre y él fijaba la vista en la serpiente de cobre, entonces se mantenía vivo.” (Versos 7-9).
¿Y cuál era la cuestión envuelta en dicho asunto? Pues que ejerciendo confianza en la Palabra de Jehová dada a Moisés y usando el medio que Dios había puesto, en ese caso la imagen de una serpiente de cobre, uno podía seguir manteniéndose con vida a pesar de ser mordido por una serpiente venenosa. Y eso prefiguro, lo que posteriormente significó el sacrificio redentor de Jesucristo: mediante ejercer fe en él como el medio usado por Jehová y en su sacrificio expiatorio, uno conseguiría mantenerse con vida a pesar de la “mordedura” fatal del pecado, aunque circunstancialmente y por diferentes causas, llegara a morir:
“Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir.” (Juan 11:25).
Ahora bien, pero…… ¿para cuándo ese paraíso? Veamos: dicha venida del Paraíso, está indisolublemente relacionada con la instauración del reino de Dios aquí en la Tierra y que Jesús nos enseñó a pedir en la popularmente conocida como la “oración modelo”:
“…... Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:10).
Y ello está sujeto a dos cuestiones básicas ¿cuándo se instaurara el reino y que es lo que hará dicho reino? El cuándo, se encuentra en la respuesta que Jesús dio a sus discípulos, a la siguiente pregunta:
“…... Dinos: ¿cuándo serán estas cosas y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3).
En dicha respuesta, Jesús dio una serie de señales, que marcarían la proximidad del establecimiento de dicho reino (Mat. 24; Mar. 13 y Luc. 21). Pues bien, el cumplimiento de muchas de ellas y los tiempos agitados en los que vivimos, nos indican que nuestros días, son los señalados para tal acontecimiento (Luc. 21:26)…… luego la cosa está muy cerca.
Ahora bien, ¿qué es, lo que hará dicho reino? Veamos que nos dice Hechos 3:21:
“…... a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.”
Este pasaje nos está hablando de Jesucristo y relacionándolo con el establecimiento aquí en la Tierra del citado reino y por tanto debemos de entender, que su comisión como Rey gobernante, tiene que ver con la restauración de todas las cosas. Pero ¿de qué cosas, se podría preguntar usted? Pues de todas aquellas que se perdieron como consecuencia del pecado del primer hombre, Adán y de las que acabamos de mencionarle, señalándoselas con los respectivos textos de apoyo. Pero volvamos de nuevo a Juan 3:16.
En 1 Cor. 15:45, el apóstol Pablo, bajo inspiración, llama a Jesús “el último Adán”. Eso indica que Dios se ha mantenido fiel a su propósito original respecto a la Tierra y que alguien cumplirá el propósito que el primer Adán no cumplió: convertir la Tierra en un paraíso; también según Pablo, Jesús suministró un “rescate correspondiente” (1 Tim. 2:6). Recordemos que el propio Jesucristo había dicho: “Así como el Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mat. 20:28) y siendo de este modo, que se hizo posible que los que ejercieran fe en Jesucristo, se les ofreciera la posibilidad de adquirir la vida eterna (Juan 3:16). Cuando Jesús ascendió al cielo después de su resurrección de entre los muertos, pudo presentar ante Dios, para beneficio de la familia humana, el valor de su sacrificio de rescate y habiéndose producido por tanto, uno de los aspectos más importantes, sino el más importante, para la consecución del propósito de Dios. Al mismo tiempo, se habría mostrado lo idóneo de Jesucristo, para ocupar el puesto de Rey nombrado por Jehová, para encabezar el gobierno de ese otro instrumento a usar por el Creador, mediante el cual llevaría a cabo su propósito: el reino de Dios.
Sin embargo, en el propósito de Jehová Dios, también estaba el sacar de entre las naciones “un pueblo para Su nombre” (Hechos 15:14) y que pasaría a conformar, el grupo de aquellos que deberían de gobernar en ese reino junto a Jesucristo, en calidad de reyes y sacerdotes y cuya selección comenzó con los 12 apóstoles de Jesucristo, mediante su ungimiento con Espíritu Santo (Hech.2:1-4). Ya el apóstol Pedro más adelante, concretamente en su primera carta, nos dio más pistas acerca de qué trataba la referencia que Santiago hizo en su momento de dicho “pueblo”:
“Pero ustedes son “una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias” de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa.” (1 Ped. 2:9).
Según Rev. 14:1-4, estos conformarían un número determinado de 144.000 y aunque es cierto de que hay fuerte discrepancia en cuanto a la literalidad de ese número, lo cierto sin embargo, es que los llamados a co-gobernar en dicho reino y según palabras del propio Jesús, en cualquier caso resultarían ser un “rebaño pequeño” (Luc. 12:32). Ello se alejaría indudablemente, de la numerosa cantidad (millones, miles de millones), que proponen los defensores del actual entendimiento de Juan 5:28-29. Por otra parte, Jesús dijo a los primeros miembros de su congregación:
“Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes.” (Juan 15:16).
Y la razón de que fueran escogidos, aparte de conformar la membresía de una futura gobernación real, tenía que ver con el llevar la delantera en la obra de proclamar el evangelio o buenas nuevas del reino de Dios y que tenían que ver con el paraíso venidero que se extendería, en un futuro lejano, por toda la Tierra bajo la gobernación de ese reino.
Cuando Jesús fue fijado en el madero en 33 E.C., difícilmente parecía posible que alguna vez tuviera un reino, pero él no había estado proclamando noticias erróneas al anunciar una futura restauración del reino de Dios aquí en la Tierra. Por ello, al tercer día de haber sido fijado en el madero, el Originador de ese reino se aseguró de que los discípulos de Jesús no estuvieran orando por un gobierno que no fuera posible y consecuentemente Jehová, resucitó a aquél que lo representaría en ese reino por el cual se oraba (Mat. 6:10) y mostrando de esta manera, lo seguro de su futura instauración:
“Porque ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada con justicia por un varón a quien ha nombrado y ha proporcionado a todos los hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos.” (Hech. 17:31).
Jesús sabía que el Creador del primer paraíso en la Tierra, pondría sobre él la comisión de traerlo de nuevo y encargarse de que el jardín global se poblara adecuadamente; en 1 Cor. 15:45, 47, leemos:
“Así también está escrito: “El primer hombre, Adán, llegó a ser alma viviente”. El último Adán llegó a ser un espíritu dador de vida. El primer hombre procede de la tierra y es hecho de polvo; el segundo hombre procede del cielo”.
El “último Adán” es a quien Jehová utiliza para restablecer el paraíso aquí en la Tierra y siendo esta la base que sostenía las palabras que Jesús dijo al malhechor arrepentido: “…… estarás conmigo en el Paraíso” (Luc. 23:43). De esta afirmación se desprende, que de nuevo el paraíso será establecido en la Tierra bajo ese reino o gobernación de hechura celestial, en manos del glorificado Jesucristo, “el último Adán”.
Y por supuesto nada que ver con el tan traído y llevado Nuevo Orden Mundial, del que tanto se habla actualmente y propugnado por el hombre: estamos hablando del nuevo “sistema de cosas” procedente de Jehová y del que nos habló Jesús:
“Pero Pedro dijo: “¡Mira! Nosotros hemos dejado nuestras propias cosas y te hemos seguido”. 29 Él les dijo: “En verdad les digo: Nadie hay que haya dejado casa, o esposa, o hermanos, o padres, o hijos, por causa del reino de Dios, 30 que no reciba de algún modo muchas veces más en este período y en el sistema de cosas venidero, la vida eterna” .” (Luc. 18:28-30).
Jehová no introducirá a los que lo aman en un sistema de cosas aburrido, monótono y falto de alicientes, después que vindique por completo su Soberanía Universal en el campo de batalla de Armagedón. Ciertamente será muy excitante la época que le viene a la familia humana bajo el beneficioso reino de Dios…… el reinado Mesiánico del Hijo de Dios. ¡Y cuántas cosas provechosas habrá que hacer, por parte de los sobrevivientes de esa etapa conflictiva que vendrá sobre la humanidad y que Jesús calificó, como “la gran tribulación”! (Mat. 24:21). Esas personas serán los primeros súbditos de ese poderoso gobierno y tendrán el privilegio de ver desaparecer las cicatrices que puedan quedar en la Tierra debido al conflicto global entre los ejércitos celestiales de Jehová, comandados por Jesucristo y las fuerzas organizadas del mal, bajo el Anticristo. No quedará indicio alguno que nos recuerde dicho episodio, ni siquiera recuerdos que nos retrotraigan a esos nefastos tiempos y según promesa del propio Jehová:
“Porque, ¡miren!, voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón.” (Isa. 65:17).
Las personas de hoy día que sobrevivan a este catastrófico suceso por acontecer, tienen su correspondencia en Noé y su familia, quienes sobrevivieron milagrosamente a un Diluvio global y tendrán que enfrentar una situación terrestre similar a la que afrontaron dichos personajes: un nuevo y en este caso definitivo, inicio de la sociedad humana, puesto que en esta ocasión, Satanás el Diablo y sus fuerzas demoníacas ya no ejercerán influencia malsana en los seres humanos, sino que por completo habrán sido puestos fuera de acción por mil años (Rev. 20:1-3). Los sobrevivientes de la “gran tribulación” (Rev. 7:14), tendrán la excitante obra de sojuzgar una Tierra que habrá pasado a través del “gran día de Dios el Todopoderoso” (Rev. 16:14) y tendrán ante sí un futuro completamente gozoso, como nos revela el siguiente pasaje bíblico:
“Con eso, oí una voz fuerte desde el trono decir: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad y él residirá con ellos y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. 4 Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Rev. 21:3-4).
Pero quizás, la enorme tarea de extender el paraíso por toda la Tierra les pareciera demasiado grande a esta “gran muchedumbre” (Rev. 7:9) de sobrevivientes, como primeros súbditos del reino. Pero será todo lo contrario: llenos de entusiasmo y con la maravillosa perspectiva en mira de vivir eternamente, emprenderán gozosa y obedientemente las tareas encomendadas, bajo la supervisión del gobierno que regirá en este reino. Estarán muy al tanto de que en sentido figurado esta Tierra, es “el escabel” de los pies de Dios (Isaías 66:1) y sinceramente desearán y colaborarán, para que este planeta llegue a una condición de encanto y belleza que merezca que Sus pies figurativos, descansen aquí, en una Tierra “llena del conocimiento de Jehová” (Isa.11:9b). Además, aunque ellos serán los primeros, no olvidemos que constantemente y de forma progresiva, se irán levantando personas en la resurrección que se sumarán a dicha tarea.
Alegra y estimula por otra parte, el saber que esas personas no estarán solas ni sin ayuda en este gozoso servicio en cumplimiento de su asignación divina con relación a la Tierra. Tendrán el pleno e ilimitado respaldo del que hizo la promesa de un paraíso restaurado, a un agonizante malhechor, ejecutado a su lado y quien dijo poco antes de su ascensión al cielo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra” (Mat. 28:18): su nombre es Jesucristo; y puesto que mantiene dicha autoridad todavía, por supuesto puede cumplir su notable promesa al malhechor arrepentido. Ahora bien, la pregunta es la siguiente…… ¿se ve usted en esa foto? ¿Alguna vez se había planteado siquiera, esa posibilidad futura de vivir en un paraíso y dicho sea de paso, ya tan cercana? Es cierto que las dificultosas circunstancias actuales, en general no parecen apuntar en ese sentido, pero sin embargo son precisamente esas circunstancias las que prueban la veracidad de las Escrituras. Y si los tiempos de dificultad predichos o profetizados, se están cumpliendo de la a a la z, ¿por qué no entonces, el resto de la profecía?
Ciertamente querido lector, estamos viviendo un tiempo histórico en la vida del ser humano, un tiempo en el que se van a producir los más grandes y asombrosos acontecimientos que jamás se hayan contemplado y que tienen que empezar a producirse, en el día que Jehová Dios, el Todopoderoso, llamará a cuentas a la humanidad:
“El gran día de Jehová está cerca. Está cerca y hay un apresurarse muchísimo de él. El sonido del día de Jehová es amargo. Allí un hombre poderoso da un grito. 15 Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas, 16 día de cuerno y de señal de alarma, contra las ciudades fortificadas y contra las elevadas torres de las esquinas. 17 Y ciertamente causaré angustia a la humanidad y ciertamente andarán como ciegos; porque han pecado contra Jehová. Y su sangre realmente será derramada como polvo y sus entrañas como el estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque él hará un exterminio, realmente uno terrible, de todos los habitantes de la tierra.” (Sof. 1:14-18).
Y como fácilmente se puede percibir, esto no va de broma. Tan grave será la situación, que fíjese como la describió Jesús y a lo que ya hemos hecho antes una pequeña referencia:
“…… porque entonces habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. 22 De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados.” (Mat. 24:21-22).
Y solo de usted dependerá, el que pueda sobrevivir a ese dramático momento, porque afortunadamente, el libro de Revelación, nos habla específicamente de personas que sí sobreviven a tan agónicos tiempos:
“De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Rev. 7:14).
Ahora bien, usted notará que la circunstancia de haber sobrevivido, tiene que ver con algo que han hecho: “…... han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” O sea, han ejercido fe en el sacrificio redentor de Jesucristo y han aplicado en sus vidas, las normas y mandamientos que Jesús dejó para sus seguidores. Ellos han seguido fielmente el consejo bíblico:
“De hecho, ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención.” (1 Ped. 2:21).
Piense por otra parte, que llegará el momento en el que tomar la decisión correcta, envolverá vida o muerte para la persona y solo aquellos que se hayan preparado de antemano, serán capaces de decidir correctamente. No se engañe pensando que tiene tiempo y que puede actuar, según vaya viendo venir los acontecimientos, porque eso no es así:
“Más presten atención a sí mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso y por las inquietudes de la vida y de repente esté aquel día sobre ustedes instantáneamente 35 como un lazo. Porque vendrá sobre todos los que moran sobre la haz de toda la tierra. 36 Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder y estar en pie delante del Hijo del hombre.” (Luc. 21:34-36).
Este es el consejo de Jesús y haría bien usted en hacerle caso; recuerde: el que usted pueda estar en ese paraíso en el que se convertirá el globo terráqueo, depende de ello.
Desde este blog, perseguimos el objetivo de que no se “duerma”, sino que mediante el seguirnos leyendo y sobre todo (no nos cansaremos de repetírselo), el ir comprobando por usted mismo con su propio ejemplar de las Escrituras, si lo que le decimos es tal cual se lo decimos, se mantenga alerta ante los difíciles tiempos que estamos enfrentando:
“Pero lo que les digo a ustedes, a todos lo digo: Manténganse alerta.” (Mar. 13:37).
Y tiempos, que indudablemente van a empeorar, antes de que Jehová tome acción y que a menos que se mantenga alerta, lo pueden entrampar. No olvide que Jesús nos advirtió, entre otras cosas, acerca de las “inquietudes de la vida”:
“En cuanto a lo que cayó sobre los espinos, estos son los que han oído, pero, por ser arrebatados por las inquietudes y las riquezas y los placeres de esta vida, son completamente ahogados y no llevan nada a perfección.” (Luc. 8:14).
Por lo tanto, repetimos: “manténgase alerta”.
MABEL
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miércoles, 14 de julio de 2010
Hijos de Dios…… ¿o del diablo?
Hace unos días (10/07/10), apareció publicado en el blog de Mario Olcese (Apologista), un artículo titulado “Algunos problemas en que se meten los Testigos de Jehová……” y en el que junto a los miembros de esa secta religiosa, se me aludía con machacona insistencia, afeándome o criticándome el hecho de que yo no me considero un Hijo de Dios. Pero antes de entrar en ese apartado, permítanme atender otra imputación que se me hace desde ese mismo artículo y que sintiéndolo mucho, no puedo aceptar, ya que me parece absurda y fuera de lugar. Según Apologista Mario Olcese, a quién creo autor del citado artículo, ya que este no tiene firma y aparece publicado solo en su blog, yo quiero convencer, supongo que a aquellos que tienen a bien leerme, “que Dios hace acepción de personas.” Y nada más lejos de la realidad, porque yo no pretendo convencer a nadie de nada. Lo que yo sí afirmo y que por lo visto, D. Mario niega, es la potestad o derecho que tiene el Creador, de entre varias opciones o personas, escoger la que crea más oportuna o idónea, para llevar a cabo determinada comisión. Pero es que además y para más “inri”, eso no lo digo yo, sino que eso se lo dijo el propio Jehová a Moisés:
“Y le respondió: Yo haré pasar toda mi bondad delante de ti y proclamaré delante de ti el nombre de Jehovah. Tendré misericordia del que tendré misericordia y me compadeceré del que me compadeceré.” (Exo. 33:19).
Ahora bien, ¿cuál es el significado de la palabra “acepción”? Pues según el diccionario de la RAE, es el siguiente: “Acción de favorecer o inclinarse a unas personas más que a otras por algún motivo o afecto particular, sin atender al mérito o a la razón.” O sea, que cuadra perfectamente con las palabras de Jehová.
Porque veamos, ¿no hizo Jehová acepción de personas, cuando escogió a Jacob, en lugar de a su hermano Esaú, aún antes de haber nacido? ¿O quizás no hizo acepción de personas, cuando escogió a la tribu de Leví para servicio sagrado, en lugar de cualquiera de las once tribus restantes? ¿O cuando dentro de esta misma tribu, escogió la línea familiar de Aarón, para el servicio sacerdotal, en preferencia al resto de cabezas patriarcales de dicha tribu? ¿O quizás tampoco hizo acepción de personas, cuando Jehová escogió a David como futuro rey, de entre el resto de sus hermanos? Recordemos también, que fue bajo la dirección de Jehová, que Jesús escogió a los doce apóstoles, de entre otros muchos:
“En el transcurso de aquellos días él salió a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Pero cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de “apóstoles”.” (Luc. 6:12-13).
Y conociendo el privilegio que ello significó para aquellos que habían sido elegidos, ¿deberíamos de pensar que Jesús (Jehová en última instancia) no hizo acepción de personas, al escoger a unas pocas, de entre otras muchas? Notemos que Jesús, no los escogió a todos, aunque todos eran discípulos suyos. Luego el modelo que sacamos de aquí, es que mientras todos los elegidos han de ser discípulos, no todos los discípulos o seguidores de Jesucristo, serán elegidos por Jehová, para reinar con él.
Pero volviendo nuestro tema ¿tenía Jehová la potestad de escoger en cada una de las situaciones planteadas, a quién le pareciera mejor, o no? Evidentemente sí y yo, lo único que hago, es señalar este derecho o potestad de Jehová y no otra cosa. Y parece ser, que el primer interesado en preservar ese status, es el propio Jehová, a tenor de lo que leemos a continuación:
“Y no sólo esto, sino que también cuando Rebeca concibió de un hombre, de Isaac nuestro padre 11 y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal (para que el propósito de Dios dependiese de su elección, 12 no de las obras sino del que llama), a ella se le dijo: "El mayor servirá al menor", 13 como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.” (Rom. 9:10-13).
Luego según la RAE, Jehová sí hizo acepción de personas: escogió a unas con preferencia sobre otras y siempre en función de determinadas circunstancias, condiciones, calidades y cualidades, que por supuesto, Él conocía perfectamente y que desde Su perspectiva, eran las más idóneas para el adelanto de su Santo, Justo y Recto propósito. Y es que el acto de elegir siempre implica el hacer acepción, diga lo que diga el Sr. Olcese, puesto que de acuerdo con determinadas preferencias o necesidades de la persona que elige y que quizás nada tengan que ver con las cualidades o méritos de la persona elegida, se debe decidir por una, de entre otra o varias: eso es lo que significa elegir. Otra cosa, es que desde nuestro limitado entendimiento, creamos que la elección es la correcta o no.
Por ejemplo y ya que lo hemos citado, analicemos la elección de David. Cuando uno analiza el relato de 1 Sam. 16:4-13, de lo primero que se da cuenta es de que David en ese “sorteo” no llevaba ningún número: ni siquiera fue convocado. Vean el razonamiento del propio Samuel, según el verso 6:
“Y aconteció que, al entrar ellos y al alcanzar él a ver a Eliab, en seguida dijo: “De seguro su ungido está delante de Jehová.”
¿Pero por qué razonó de tal manera Samuel? Veamos las palabras de Jehová, en el versículo siguiente, el 7:
“Pero Jehová dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.”
Y así, hasta el séptimo hermano. Objetivamente y a los ojos de las personas envueltas en ese asunto, los hermanos de David tenían más méritos y cualidades y por eso los presentaron, olvidándose de él; sin embargo Jehová los rechazó. ¿Por qué? Pues porque tenía otras preferencias, en función de aspectos, cualidades o circunstancias que Él sí puede ver y evaluar y nosotros no. El registro bíblico que sigue a continuación, dejó patente que Jehová eligió correctamente.
Y en cuanto a que yo afirme que de los millones de personas que ejercieron y ejercen fe en Jesús, Jehová a decidido escoger solo a una minoría como Hijos y hermanos de Jesucristo, pues que quieren que les diga como no sea que eso es una falsedad, ya que quién dijo eso, fue el propio Jesús y no yo:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Y en fin, dado que es razonable pensar que todos conocemos el significado de la expresión “rebaño pequeño” y de que Jesús también lo conocería, aparte de que algo sabría de ese tema (probablemente más que D. Mario), poco más habría que añadir puesto que la cosa queda suficientemente clara. Por otra parte y según este texto, fue el Padre, el que aprobó dar el Reino a un grupo pequeño, lo cual estaría de acuerdo con las palabras de Jesús en Juan 5:30, en el sentido de que él “no podía hacer nada de su propia iniciativa”. Pero con lo que de ninguna manera está de acuerdo dicho texto, es con la afirmación de Mario Olcese en el sentido de que los que gobernarán con Cristo, en su reino milenario y lejos de ser un “rebaño pequeño”, serán “millones, miles de millones”. En fin, no sé qué opinaran ustedes, pero en mi modesto entender, hay, dicho sea con suavidad, una “pequeña discrepancia” entre esas dos afirmaciones ¿no creen? Por ello y si me lo permite, puesto que ya estamos metidos en harina, le rogaría a D. Mario que nos aclarara un poco dicha cuestión, más que nada por aquello de saber a quién hay que creer, si a él o a Jesús y no por otra cosa, créanme.
Y ahora sí, vamos con lo de considerarme o no, Hijo de Dios. Y para que se entienda mi posición, veamos según las Escrituras, qué es lo que implica el ser Hijo de Dios:
“Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente.” (Rom. 8:17).
Luego el ser Hijo de Dios, le coloca a uno entre ese grupo de privilegiados que según Rev. 20:6, han de gobernar con Cristo en el reino milenario, en calidad de reyes y sacerdotes, gozando además de la inmortalidad:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”
Y yo sincera y honestamente, no me veo ahí en esa “foto”, eso es todo. Y quede claro, que es el propio Mario, el que afirma que yo siempre he mantenido esta opinión y lo cual es cierto: yo reconozco que no tengo el “llamado” o el privilegio de ser considerado Hijo de Dios y en consecuencia hermano de Cristo, o por lo menos, no soy consciente de ello. Y es muy difícil, sino imposible, que uno no sea consciente de su adopción (Rom. 8:15) como Hijo de Dios y si es que ha sido “escogido”, porque es el propio Jehová quién se preocupa de que uno esté perfectamente al tanto de su nueva situación:
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "Abba, Padre".” (Gál. 4:6).
Luego no es uno mismo el que determina si es o no es, sino que es el espíritu que Jehová coloca en el corazón de cada una de esas personas, el que clama la nueva condición de la misma, luego no puede quedar ninguna duda acerca de tal situación. Pues bien, como nada de eso ocurre dentro de mí corazón, llego a la conclusión de que yo no he sido adoptado como hijo de Dios. Pero ¿me coloca eso, en la posición de hijo del diablo, tal como afirma el amigo Mario?
Ello sería un poco extraño, porque siendo como soy una persona (y también siempre lo he dicho) que ama a Jehová; que creo firmemente en el sacrificio redentor de Cristo; que estoy bautizado por inmersión en el nombre de Jesucristo; que creo firmemente en la instauración del Reino de Dios aquí en la tierra, es más, me muero de ganas de estar allí; que como les consta a los que me leen, hablo constantemente de la esperanza y las bondades de ese reino…… En fin, una serie de circunstancias y actitudes que hacen de mí, cualquier cosa menos un hijo del diablo y ya lamento desilusionar al Sr. Olcese, pero que le vamos a hacer. Pero claro, puesto que no tengo el sello de propiedad en mi corazón, mencionado en 2 Cor. 1:22 y que según Pablo en Rom. 8:15, este es el espíritu de adopción que identifica a uno como tal Hijo de Dios y puesto que yo no me siento llamado en mi corazón para el tal privilegio, resulta que no soy eso: un Hijo de Dios. Sin embargo, hemos visto que tampoco puedo ser un hijo del diablo, luego ¿qué soy Mario? ¿Un aborto? ¿Una cosa rara que se le ha escapado a Jehová por ahí y no sabe qué hacer con ella, o como es la cosa? Y es que claro, esta extraña situación en la que no solo yo me encuentro, sino muchísimos más y como explicaré a continuación, tendría fácil solución, es más, no se habría producido si aceptáramos como cierto el argumento del “rebaño pequeño”, citado por Jesús.
Porque entonces la cosa sería razonable: del inmenso caudal de seguidores de Cristo y que en función del derecho de recompra, merced a su sangre derramada, han pasado a convertirse en hijos de este (recordemos que en Isa. 9:6, entre los títulos recibidos por Jesucristo, está el de Padre Eterno), Jehová y en el uso de su derecho o potestad, aparta unos pocos de estos adoptándolos como Hijos Suyos, para que junto a su hermano mayor Jesucristo, gobiernen junto a él y lleven conjuntamente a buen puerto en Su Nombre, la gigantesca obra restauradora del reino milenario y en beneficio de esos que “recompra” como hijos suyos...... de momento. También entonces además, las expresiones “elegidos”, “escogidos” o “redimidos”, tendrían su pleno significado, acorde con los diccionarios y no como ahora, que no tienen el menor sentido. Pero además, si todos los bautizados en el nombre de Jesucristo, automáticamente, según Mario, ya reciben el espíritu de adopción como hijos de Dios y los que no, pasan a convertirse del hijos del diablo y son guardados para destrucción al final del milenio, ¿de quiénes llegaría a ser Padre Eterno, Jesucristo? Entonces yo, D. Mario, me siento hijo de Jesucristo, el segundo Adán, por derecho de recompra de su sangre derramada y como ya le he dicho que no siento el llamado en mi corazón, pues mi esperanza es la de poder vivir en ese Paraíso que llegará de nuevo a ser la Tierra, en verdadera paz y felicidad, en sujeción al Rey Jesucristo y su “rebaño pequeño” de hermanos adoptivos. Hasta que llegado el final del milenio y superada la prueba final de la suelta de Satanás, Jesucristo retorne a su Padre Celestial, un planeta Tierra y la humanidad obediente que lo llenará, ya en perfección total y ahora sí, Jehová de nuevo nos acepte como hijos suyos, como en su día lo fue Adán…… y esta es mi posición, en cuanto a lo que yo me considero ser en este momento, D. Mario.
Pero yo ya les aseguro de antemano, que Mario Olcese dirá que lo que yo digo es una chorrada y que él tiene la razón en semejante afirmación de los “millones, miles de millones” de co-gobernantes con Cristo y de que Jesús, cuando dijo lo del “rebaño pequeño”, no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo y si no, al tiempo. Ahora bien, lo que está clarísimo es que la razón o bien la tiene Jesús, o bien la tiene Mario, pero los dos al mismo tiempo y diciendo cosas tan diametralmente opuestas, desde luego no. Por ello y con todo el respeto del mundo, me permito insistir en ese extremo: ¿podría ser que Mario, considerara por un momento la posibilidad de estar en un error, en esa doctrina de los “millones, miles de millones”? Cierto es, que si aceptara eso, tendría que rectificar su entendimiento de Juan 5:28-29 y que es uno de los focos de donde arranca el problema, pero eso ya se me antoja demasiado rectificar.
Y volviendo a lo de ser Hijo de Dios y a diferencia de mí, él sí cree calificar para ese maravilloso galardón. Vean lo que dice en la parte final de su artículo:
“Yo me siento feliz de saber que soy un hijo de Dios, y un hermano de Cristo, y un heredero legítimo de las promesas y riquezas del Altísimo en su reino venidero.”
Y yo me alegraría infinito de que así fuera, porque además me consta la honradez y honestidad de esa convicción. Ahora bien, permítanme una pregunta a modo de reflexión: ¿se acuerdan ustedes de la ilustración relatada en el pasaje de Lucas 14:7-11? Pues eso, léanla y saquen sus propias conclusiones. Ahora bien, lo que está claro, repito, es que Mario cree honesta y sinceramente, como ya he dicho, que el reúne todos los requisitos para tan alta posición: gobernar como rey y sacerdote junto a Cristo por mil años, casi nada. Bien, pero ¿se le ha ocurrido pensar por un momento, aunque solo sea por un momento, que Jehová y que representa en definitiva al personaje que da el banquete en la ilustración de Lucas, no lo tenga tan claro? ¿No será que Mario piensa de sí mismo, un poquitín más allá de lo que debiera de pensar, según el punto de vista que tiene Jehová acerca de este tipo de actitudes? ¿Podría ser además (no sé, solo es un suponer), que pasara por alto, determinados requisitos exigidos a aquellos que han de ocupar dichos puestos y que obviamente él no reúne?
Por otra parte y ya que él los cita, yo voy a hacer lo mismo: los “ungidos” de los TJ, piensan exactamente como él, o sea, que van a gobernar como reyes y sacerdotes con Cristo (con la variante que piensan hacerlo desde el cielo) y apoyándose para ello, en los mismos textos que Mario se apoya y claro, también les apoyan a ellos porque hablamos de los mismos textos, que si son válidos para unos, han de serlo para otros y que por otra parte, tampoco es asunto de negarles la misma honradez y honestidad en su forma de pensar, que la que le concedemos al Sr. Olcese. Sin embargo, D. Mario niega esa posibilidad de todas, todas, pero…… ¿dónde está la diferencia? ¿Nos podría explicar, porque él sí y los otros no? ¿Qué tiene él, que no tengan esos otros? ¿O es que a él no le podrían aplicar también las palabras de Jer. 17:9 y que tanto usa, cuando se trata de los demás? Y quede claro, para evitar suspicacias, que no estoy decantándome a favor de nadie, porque esa cuestión no va conmigo; allá todos ellos, tanto los unos como los otros en su supuesto ungimiento y dicho sea por supuesto, con el debido respeto. Solo afirmo que están todos en el mismo plano: nos lo tenemos que creer, sencillamente porque ellos nos lo dicen, pero sin aportar alguna prueba de que esto sea así. Pienso por lo tanto, que no estaría de más que Mario se dedicara, aunque fuera solo por un instante, a considerar la posibilidad de estar equivocado con respecto de su supuesto “ungimiento”, o sea, que su corazón le esté jugando una mala pasada, a menos eso sí, que pueda probar su “unción”.
Y conste que yo no digo de forma categórica que él no sea un “elegido”, solo afirmo que yo no lo soy, luego ¿por qué ponerse así, como si le hubiera insultado de la forma más grosera? Porque si yo estoy equivocado por un exceso de humildad, pues bien, ya Jehová me hará saber en el momento oportuno, que tiene para mí metas más altas y ya está, no pasa nada; ¿o no es esa la actitud correcta que nos enseña la ilustración de Lucas citada? Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué por actuar de acuerdo al consejo bíblico, se me dice que soy un hijo de Satanás? Sinceramente no lo entiendo. Pero para no extendernos en argumentos que casi siempre no tienen fin, vayamos a algo más sustancial y que seguro que puede poner las cosas, negro sobre blanco. Veamos: D. Mario me acusa de ser hijo del diablo, porque afirmo que no me veo gobernando con Cristo y eso significa por lo tanto, que no soy Hijo de Dios. Y claro, según él, solo se puede ser Hijo de Dios o hijo del diablo; luego si eres lo primero, lógicamente te conviertes en hermano de Cristo y consecuentemente heredero del reino, lo cual implica el gobernar con Él; y si eres lo segundo, pues ya se sabe, caminito a la “parrilla”, entiéndase muerte segunda o destrucción eterna en el “lago de fuego” (Rev. 20:15). Pues bien ¿se acuerdan de esa preguntita que en su día le formulé al Dr. Rivas y que aún no me la ha respondido? Y como ni lo ha hecho, ni por supuesto lo hará, porque sencillamente no puede, veamos por tanto cómo nos va con Mario y a ver si él puede respondernos a esta cuestión: ¿cómo considera a Juan el Bautista, del que el propio Jesús dijo en su momento, que no formaría parte del gobiereno del reino de Dios? ¿Cómo hijo de Dios o como hijo del diablo? Porque claro, si no gobierna con Cristo, es que no tiene parte en esa herencia y por lo tanto no es hermano de Él, luego lógicamente, tampoco es Hijo de Dios; entonces y sintiéndolo mucho, según el Sr. Olcese solo le queda una opción: ser hijo del diablo y eso, tratándose de quién se trata, como que es un poco fuerte ¿no creen? Pero es que vean, sin embargo, lo que dijo Jesús:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
Luego razonemos con la lógica debida este pasaje: si el menor en el Reino de los cielos, o sea, el último de la fila para entendernos, es mayor que Juan el Bautista (pensamos que en orden de importancia), eso lógicamente significa, que él no estará allí como miembro de ese gobierno. Pero claro, como dicen que no hay dos sin tres, de ese razonamiento sale una derivada: si Juan era el mayor entre los nacidos de mujer, eso significaría que los Abraham, Moisés, Noé, David, Daniel y todos los etc. que ustedes quieran añadir, eran menores que él; luego razonablemente tampoco pueden formar parte del gobierno de dicho reino, o sea, no tienen parte en la herencia. Y puesto que todos los hermanos de Jesucristo si participan de la herencia, eso significa que todos esos personajes, incluido Juan, no son hermanos de Cristo y lógicamente, tampoco Hijos de Dios ¿o no es así, querido Mario? Luego ¿de quién son hijos? ¿De Satanás, como yo? ¿O la cuestión es tan simple, como que Mario está equivocado con lo de los “millones, miles de millones” y Jesús tiene razón, gobernando solo con unos pocos elegidos como hermanos adoptivos suyos y que el resto, incluidos esos personajes citados, son sus hijos por derecho de recompra?
Porque resulta que hay un texto por ahí, que no citaré ahora y para no extenderme demasiado, que apoya explícitamente la afirmación de que esos personajes no gobernarán en el reino de Dios, en calidad de reyes y sacerdotes y que además nos muestra, que aparte de la opción de ser hijos, o bien de Dios o bien del diablo, hay una tercera vía, o sea, otra posibilidad y que es la que hemos comentado, de llegar a ser hijos del segundo Adán, Jesucristo, por derecho de recompra. Y lo dejaremos ahí, para ver si Mario da con la tecla y consigue entender de qué va la cosa; luego así queda el tema en espera de una aclaración por su parte. Pero no obstante y aunque me malicio que este artículo de Mario, es respuesta del que voy a citar y que acabo de publicar hace unos días: “¿Qué es, realmente, el Reino de Dios?”, me permito sugerirle (y también a usted, querido lector) que lo lea con un poco más de la debida atención, ya que allí hay bastante información que aclara el punto que estamos debatiendo. Y si como yo creo, el escrito que estamos discutiendo, es su respuesta a ese artículo mío, pues rogarle a Mario que de no estar de acuerdo con lo expuesto en el mismo, pase a rebatirlo punto por punto y denunciando aquellos textos mal interpretados o en su defecto, mal aplicados y que es lo que hay que hacer, evitando de esa manera entrar en lo que casi roza la descalificación personal. Y eso viniendo de un “ungido”, como que no pega ¿no les parece?
Armando López Golart
Hace unos días (10/07/10), apareció publicado en el blog de Mario Olcese (Apologista), un artículo titulado “Algunos problemas en que se meten los Testigos de Jehová……” y en el que junto a los miembros de esa secta religiosa, se me aludía con machacona insistencia, afeándome o criticándome el hecho de que yo no me considero un Hijo de Dios. Pero antes de entrar en ese apartado, permítanme atender otra imputación que se me hace desde ese mismo artículo y que sintiéndolo mucho, no puedo aceptar, ya que me parece absurda y fuera de lugar. Según Apologista Mario Olcese, a quién creo autor del citado artículo, ya que este no tiene firma y aparece publicado solo en su blog, yo quiero convencer, supongo que a aquellos que tienen a bien leerme, “que Dios hace acepción de personas.” Y nada más lejos de la realidad, porque yo no pretendo convencer a nadie de nada. Lo que yo sí afirmo y que por lo visto, D. Mario niega, es la potestad o derecho que tiene el Creador, de entre varias opciones o personas, escoger la que crea más oportuna o idónea, para llevar a cabo determinada comisión. Pero es que además y para más “inri”, eso no lo digo yo, sino que eso se lo dijo el propio Jehová a Moisés:
“Y le respondió: Yo haré pasar toda mi bondad delante de ti y proclamaré delante de ti el nombre de Jehovah. Tendré misericordia del que tendré misericordia y me compadeceré del que me compadeceré.” (Exo. 33:19).
Ahora bien, ¿cuál es el significado de la palabra “acepción”? Pues según el diccionario de la RAE, es el siguiente: “Acción de favorecer o inclinarse a unas personas más que a otras por algún motivo o afecto particular, sin atender al mérito o a la razón.” O sea, que cuadra perfectamente con las palabras de Jehová.
Porque veamos, ¿no hizo Jehová acepción de personas, cuando escogió a Jacob, en lugar de a su hermano Esaú, aún antes de haber nacido? ¿O quizás no hizo acepción de personas, cuando escogió a la tribu de Leví para servicio sagrado, en lugar de cualquiera de las once tribus restantes? ¿O cuando dentro de esta misma tribu, escogió la línea familiar de Aarón, para el servicio sacerdotal, en preferencia al resto de cabezas patriarcales de dicha tribu? ¿O quizás tampoco hizo acepción de personas, cuando Jehová escogió a David como futuro rey, de entre el resto de sus hermanos? Recordemos también, que fue bajo la dirección de Jehová, que Jesús escogió a los doce apóstoles, de entre otros muchos:
“En el transcurso de aquellos días él salió a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Pero cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de “apóstoles”.” (Luc. 6:12-13).
Y conociendo el privilegio que ello significó para aquellos que habían sido elegidos, ¿deberíamos de pensar que Jesús (Jehová en última instancia) no hizo acepción de personas, al escoger a unas pocas, de entre otras muchas? Notemos que Jesús, no los escogió a todos, aunque todos eran discípulos suyos. Luego el modelo que sacamos de aquí, es que mientras todos los elegidos han de ser discípulos, no todos los discípulos o seguidores de Jesucristo, serán elegidos por Jehová, para reinar con él.
Pero volviendo nuestro tema ¿tenía Jehová la potestad de escoger en cada una de las situaciones planteadas, a quién le pareciera mejor, o no? Evidentemente sí y yo, lo único que hago, es señalar este derecho o potestad de Jehová y no otra cosa. Y parece ser, que el primer interesado en preservar ese status, es el propio Jehová, a tenor de lo que leemos a continuación:
“Y no sólo esto, sino que también cuando Rebeca concibió de un hombre, de Isaac nuestro padre 11 y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal (para que el propósito de Dios dependiese de su elección, 12 no de las obras sino del que llama), a ella se le dijo: "El mayor servirá al menor", 13 como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.” (Rom. 9:10-13).
Luego según la RAE, Jehová sí hizo acepción de personas: escogió a unas con preferencia sobre otras y siempre en función de determinadas circunstancias, condiciones, calidades y cualidades, que por supuesto, Él conocía perfectamente y que desde Su perspectiva, eran las más idóneas para el adelanto de su Santo, Justo y Recto propósito. Y es que el acto de elegir siempre implica el hacer acepción, diga lo que diga el Sr. Olcese, puesto que de acuerdo con determinadas preferencias o necesidades de la persona que elige y que quizás nada tengan que ver con las cualidades o méritos de la persona elegida, se debe decidir por una, de entre otra o varias: eso es lo que significa elegir. Otra cosa, es que desde nuestro limitado entendimiento, creamos que la elección es la correcta o no.
Por ejemplo y ya que lo hemos citado, analicemos la elección de David. Cuando uno analiza el relato de 1 Sam. 16:4-13, de lo primero que se da cuenta es de que David en ese “sorteo” no llevaba ningún número: ni siquiera fue convocado. Vean el razonamiento del propio Samuel, según el verso 6:
“Y aconteció que, al entrar ellos y al alcanzar él a ver a Eliab, en seguida dijo: “De seguro su ungido está delante de Jehová.”
¿Pero por qué razonó de tal manera Samuel? Veamos las palabras de Jehová, en el versículo siguiente, el 7:
“Pero Jehová dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.”
Y así, hasta el séptimo hermano. Objetivamente y a los ojos de las personas envueltas en ese asunto, los hermanos de David tenían más méritos y cualidades y por eso los presentaron, olvidándose de él; sin embargo Jehová los rechazó. ¿Por qué? Pues porque tenía otras preferencias, en función de aspectos, cualidades o circunstancias que Él sí puede ver y evaluar y nosotros no. El registro bíblico que sigue a continuación, dejó patente que Jehová eligió correctamente.
Y en cuanto a que yo afirme que de los millones de personas que ejercieron y ejercen fe en Jesús, Jehová a decidido escoger solo a una minoría como Hijos y hermanos de Jesucristo, pues que quieren que les diga como no sea que eso es una falsedad, ya que quién dijo eso, fue el propio Jesús y no yo:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Y en fin, dado que es razonable pensar que todos conocemos el significado de la expresión “rebaño pequeño” y de que Jesús también lo conocería, aparte de que algo sabría de ese tema (probablemente más que D. Mario), poco más habría que añadir puesto que la cosa queda suficientemente clara. Por otra parte y según este texto, fue el Padre, el que aprobó dar el Reino a un grupo pequeño, lo cual estaría de acuerdo con las palabras de Jesús en Juan 5:30, en el sentido de que él “no podía hacer nada de su propia iniciativa”. Pero con lo que de ninguna manera está de acuerdo dicho texto, es con la afirmación de Mario Olcese en el sentido de que los que gobernarán con Cristo, en su reino milenario y lejos de ser un “rebaño pequeño”, serán “millones, miles de millones”. En fin, no sé qué opinaran ustedes, pero en mi modesto entender, hay, dicho sea con suavidad, una “pequeña discrepancia” entre esas dos afirmaciones ¿no creen? Por ello y si me lo permite, puesto que ya estamos metidos en harina, le rogaría a D. Mario que nos aclarara un poco dicha cuestión, más que nada por aquello de saber a quién hay que creer, si a él o a Jesús y no por otra cosa, créanme.
Y ahora sí, vamos con lo de considerarme o no, Hijo de Dios. Y para que se entienda mi posición, veamos según las Escrituras, qué es lo que implica el ser Hijo de Dios:
“Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente.” (Rom. 8:17).
Luego el ser Hijo de Dios, le coloca a uno entre ese grupo de privilegiados que según Rev. 20:6, han de gobernar con Cristo en el reino milenario, en calidad de reyes y sacerdotes, gozando además de la inmortalidad:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”
Y yo sincera y honestamente, no me veo ahí en esa “foto”, eso es todo. Y quede claro, que es el propio Mario, el que afirma que yo siempre he mantenido esta opinión y lo cual es cierto: yo reconozco que no tengo el “llamado” o el privilegio de ser considerado Hijo de Dios y en consecuencia hermano de Cristo, o por lo menos, no soy consciente de ello. Y es muy difícil, sino imposible, que uno no sea consciente de su adopción (Rom. 8:15) como Hijo de Dios y si es que ha sido “escogido”, porque es el propio Jehová quién se preocupa de que uno esté perfectamente al tanto de su nueva situación:
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "Abba, Padre".” (Gál. 4:6).
Luego no es uno mismo el que determina si es o no es, sino que es el espíritu que Jehová coloca en el corazón de cada una de esas personas, el que clama la nueva condición de la misma, luego no puede quedar ninguna duda acerca de tal situación. Pues bien, como nada de eso ocurre dentro de mí corazón, llego a la conclusión de que yo no he sido adoptado como hijo de Dios. Pero ¿me coloca eso, en la posición de hijo del diablo, tal como afirma el amigo Mario?
Ello sería un poco extraño, porque siendo como soy una persona (y también siempre lo he dicho) que ama a Jehová; que creo firmemente en el sacrificio redentor de Cristo; que estoy bautizado por inmersión en el nombre de Jesucristo; que creo firmemente en la instauración del Reino de Dios aquí en la tierra, es más, me muero de ganas de estar allí; que como les consta a los que me leen, hablo constantemente de la esperanza y las bondades de ese reino…… En fin, una serie de circunstancias y actitudes que hacen de mí, cualquier cosa menos un hijo del diablo y ya lamento desilusionar al Sr. Olcese, pero que le vamos a hacer. Pero claro, puesto que no tengo el sello de propiedad en mi corazón, mencionado en 2 Cor. 1:22 y que según Pablo en Rom. 8:15, este es el espíritu de adopción que identifica a uno como tal Hijo de Dios y puesto que yo no me siento llamado en mi corazón para el tal privilegio, resulta que no soy eso: un Hijo de Dios. Sin embargo, hemos visto que tampoco puedo ser un hijo del diablo, luego ¿qué soy Mario? ¿Un aborto? ¿Una cosa rara que se le ha escapado a Jehová por ahí y no sabe qué hacer con ella, o como es la cosa? Y es que claro, esta extraña situación en la que no solo yo me encuentro, sino muchísimos más y como explicaré a continuación, tendría fácil solución, es más, no se habría producido si aceptáramos como cierto el argumento del “rebaño pequeño”, citado por Jesús.
Porque entonces la cosa sería razonable: del inmenso caudal de seguidores de Cristo y que en función del derecho de recompra, merced a su sangre derramada, han pasado a convertirse en hijos de este (recordemos que en Isa. 9:6, entre los títulos recibidos por Jesucristo, está el de Padre Eterno), Jehová y en el uso de su derecho o potestad, aparta unos pocos de estos adoptándolos como Hijos Suyos, para que junto a su hermano mayor Jesucristo, gobiernen junto a él y lleven conjuntamente a buen puerto en Su Nombre, la gigantesca obra restauradora del reino milenario y en beneficio de esos que “recompra” como hijos suyos...... de momento. También entonces además, las expresiones “elegidos”, “escogidos” o “redimidos”, tendrían su pleno significado, acorde con los diccionarios y no como ahora, que no tienen el menor sentido. Pero además, si todos los bautizados en el nombre de Jesucristo, automáticamente, según Mario, ya reciben el espíritu de adopción como hijos de Dios y los que no, pasan a convertirse del hijos del diablo y son guardados para destrucción al final del milenio, ¿de quiénes llegaría a ser Padre Eterno, Jesucristo? Entonces yo, D. Mario, me siento hijo de Jesucristo, el segundo Adán, por derecho de recompra de su sangre derramada y como ya le he dicho que no siento el llamado en mi corazón, pues mi esperanza es la de poder vivir en ese Paraíso que llegará de nuevo a ser la Tierra, en verdadera paz y felicidad, en sujeción al Rey Jesucristo y su “rebaño pequeño” de hermanos adoptivos. Hasta que llegado el final del milenio y superada la prueba final de la suelta de Satanás, Jesucristo retorne a su Padre Celestial, un planeta Tierra y la humanidad obediente que lo llenará, ya en perfección total y ahora sí, Jehová de nuevo nos acepte como hijos suyos, como en su día lo fue Adán…… y esta es mi posición, en cuanto a lo que yo me considero ser en este momento, D. Mario.
Pero yo ya les aseguro de antemano, que Mario Olcese dirá que lo que yo digo es una chorrada y que él tiene la razón en semejante afirmación de los “millones, miles de millones” de co-gobernantes con Cristo y de que Jesús, cuando dijo lo del “rebaño pequeño”, no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo y si no, al tiempo. Ahora bien, lo que está clarísimo es que la razón o bien la tiene Jesús, o bien la tiene Mario, pero los dos al mismo tiempo y diciendo cosas tan diametralmente opuestas, desde luego no. Por ello y con todo el respeto del mundo, me permito insistir en ese extremo: ¿podría ser que Mario, considerara por un momento la posibilidad de estar en un error, en esa doctrina de los “millones, miles de millones”? Cierto es, que si aceptara eso, tendría que rectificar su entendimiento de Juan 5:28-29 y que es uno de los focos de donde arranca el problema, pero eso ya se me antoja demasiado rectificar.
Y volviendo a lo de ser Hijo de Dios y a diferencia de mí, él sí cree calificar para ese maravilloso galardón. Vean lo que dice en la parte final de su artículo:
“Yo me siento feliz de saber que soy un hijo de Dios, y un hermano de Cristo, y un heredero legítimo de las promesas y riquezas del Altísimo en su reino venidero.”
Y yo me alegraría infinito de que así fuera, porque además me consta la honradez y honestidad de esa convicción. Ahora bien, permítanme una pregunta a modo de reflexión: ¿se acuerdan ustedes de la ilustración relatada en el pasaje de Lucas 14:7-11? Pues eso, léanla y saquen sus propias conclusiones. Ahora bien, lo que está claro, repito, es que Mario cree honesta y sinceramente, como ya he dicho, que el reúne todos los requisitos para tan alta posición: gobernar como rey y sacerdote junto a Cristo por mil años, casi nada. Bien, pero ¿se le ha ocurrido pensar por un momento, aunque solo sea por un momento, que Jehová y que representa en definitiva al personaje que da el banquete en la ilustración de Lucas, no lo tenga tan claro? ¿No será que Mario piensa de sí mismo, un poquitín más allá de lo que debiera de pensar, según el punto de vista que tiene Jehová acerca de este tipo de actitudes? ¿Podría ser además (no sé, solo es un suponer), que pasara por alto, determinados requisitos exigidos a aquellos que han de ocupar dichos puestos y que obviamente él no reúne?
Por otra parte y ya que él los cita, yo voy a hacer lo mismo: los “ungidos” de los TJ, piensan exactamente como él, o sea, que van a gobernar como reyes y sacerdotes con Cristo (con la variante que piensan hacerlo desde el cielo) y apoyándose para ello, en los mismos textos que Mario se apoya y claro, también les apoyan a ellos porque hablamos de los mismos textos, que si son válidos para unos, han de serlo para otros y que por otra parte, tampoco es asunto de negarles la misma honradez y honestidad en su forma de pensar, que la que le concedemos al Sr. Olcese. Sin embargo, D. Mario niega esa posibilidad de todas, todas, pero…… ¿dónde está la diferencia? ¿Nos podría explicar, porque él sí y los otros no? ¿Qué tiene él, que no tengan esos otros? ¿O es que a él no le podrían aplicar también las palabras de Jer. 17:9 y que tanto usa, cuando se trata de los demás? Y quede claro, para evitar suspicacias, que no estoy decantándome a favor de nadie, porque esa cuestión no va conmigo; allá todos ellos, tanto los unos como los otros en su supuesto ungimiento y dicho sea por supuesto, con el debido respeto. Solo afirmo que están todos en el mismo plano: nos lo tenemos que creer, sencillamente porque ellos nos lo dicen, pero sin aportar alguna prueba de que esto sea así. Pienso por lo tanto, que no estaría de más que Mario se dedicara, aunque fuera solo por un instante, a considerar la posibilidad de estar equivocado con respecto de su supuesto “ungimiento”, o sea, que su corazón le esté jugando una mala pasada, a menos eso sí, que pueda probar su “unción”.
Y conste que yo no digo de forma categórica que él no sea un “elegido”, solo afirmo que yo no lo soy, luego ¿por qué ponerse así, como si le hubiera insultado de la forma más grosera? Porque si yo estoy equivocado por un exceso de humildad, pues bien, ya Jehová me hará saber en el momento oportuno, que tiene para mí metas más altas y ya está, no pasa nada; ¿o no es esa la actitud correcta que nos enseña la ilustración de Lucas citada? Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué por actuar de acuerdo al consejo bíblico, se me dice que soy un hijo de Satanás? Sinceramente no lo entiendo. Pero para no extendernos en argumentos que casi siempre no tienen fin, vayamos a algo más sustancial y que seguro que puede poner las cosas, negro sobre blanco. Veamos: D. Mario me acusa de ser hijo del diablo, porque afirmo que no me veo gobernando con Cristo y eso significa por lo tanto, que no soy Hijo de Dios. Y claro, según él, solo se puede ser Hijo de Dios o hijo del diablo; luego si eres lo primero, lógicamente te conviertes en hermano de Cristo y consecuentemente heredero del reino, lo cual implica el gobernar con Él; y si eres lo segundo, pues ya se sabe, caminito a la “parrilla”, entiéndase muerte segunda o destrucción eterna en el “lago de fuego” (Rev. 20:15). Pues bien ¿se acuerdan de esa preguntita que en su día le formulé al Dr. Rivas y que aún no me la ha respondido? Y como ni lo ha hecho, ni por supuesto lo hará, porque sencillamente no puede, veamos por tanto cómo nos va con Mario y a ver si él puede respondernos a esta cuestión: ¿cómo considera a Juan el Bautista, del que el propio Jesús dijo en su momento, que no formaría parte del gobiereno del reino de Dios? ¿Cómo hijo de Dios o como hijo del diablo? Porque claro, si no gobierna con Cristo, es que no tiene parte en esa herencia y por lo tanto no es hermano de Él, luego lógicamente, tampoco es Hijo de Dios; entonces y sintiéndolo mucho, según el Sr. Olcese solo le queda una opción: ser hijo del diablo y eso, tratándose de quién se trata, como que es un poco fuerte ¿no creen? Pero es que vean, sin embargo, lo que dijo Jesús:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
Luego razonemos con la lógica debida este pasaje: si el menor en el Reino de los cielos, o sea, el último de la fila para entendernos, es mayor que Juan el Bautista (pensamos que en orden de importancia), eso lógicamente significa, que él no estará allí como miembro de ese gobierno. Pero claro, como dicen que no hay dos sin tres, de ese razonamiento sale una derivada: si Juan era el mayor entre los nacidos de mujer, eso significaría que los Abraham, Moisés, Noé, David, Daniel y todos los etc. que ustedes quieran añadir, eran menores que él; luego razonablemente tampoco pueden formar parte del gobierno de dicho reino, o sea, no tienen parte en la herencia. Y puesto que todos los hermanos de Jesucristo si participan de la herencia, eso significa que todos esos personajes, incluido Juan, no son hermanos de Cristo y lógicamente, tampoco Hijos de Dios ¿o no es así, querido Mario? Luego ¿de quién son hijos? ¿De Satanás, como yo? ¿O la cuestión es tan simple, como que Mario está equivocado con lo de los “millones, miles de millones” y Jesús tiene razón, gobernando solo con unos pocos elegidos como hermanos adoptivos suyos y que el resto, incluidos esos personajes citados, son sus hijos por derecho de recompra?
Porque resulta que hay un texto por ahí, que no citaré ahora y para no extenderme demasiado, que apoya explícitamente la afirmación de que esos personajes no gobernarán en el reino de Dios, en calidad de reyes y sacerdotes y que además nos muestra, que aparte de la opción de ser hijos, o bien de Dios o bien del diablo, hay una tercera vía, o sea, otra posibilidad y que es la que hemos comentado, de llegar a ser hijos del segundo Adán, Jesucristo, por derecho de recompra. Y lo dejaremos ahí, para ver si Mario da con la tecla y consigue entender de qué va la cosa; luego así queda el tema en espera de una aclaración por su parte. Pero no obstante y aunque me malicio que este artículo de Mario, es respuesta del que voy a citar y que acabo de publicar hace unos días: “¿Qué es, realmente, el Reino de Dios?”, me permito sugerirle (y también a usted, querido lector) que lo lea con un poco más de la debida atención, ya que allí hay bastante información que aclara el punto que estamos debatiendo. Y si como yo creo, el escrito que estamos discutiendo, es su respuesta a ese artículo mío, pues rogarle a Mario que de no estar de acuerdo con lo expuesto en el mismo, pase a rebatirlo punto por punto y denunciando aquellos textos mal interpretados o en su defecto, mal aplicados y que es lo que hay que hacer, evitando de esa manera entrar en lo que casi roza la descalificación personal. Y eso viniendo de un “ungido”, como que no pega ¿no les parece?
Armando López Golart
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