Hijos de Dios…… ¿o del diablo?
Hace unos días (10/07/10), apareció publicado en el blog de Mario Olcese (Apologista), un artículo titulado “Algunos problemas en que se meten los Testigos de Jehová……” y en el que junto a los miembros de esa secta religiosa, se me aludía con machacona insistencia, afeándome o criticándome el hecho de que yo no me considero un Hijo de Dios. Pero antes de entrar en ese apartado, permítanme atender otra imputación que se me hace desde ese mismo artículo y que sintiéndolo mucho, no puedo aceptar, ya que me parece absurda y fuera de lugar. Según Apologista Mario Olcese, a quién creo autor del citado artículo, ya que este no tiene firma y aparece publicado solo en su blog, yo quiero convencer, supongo que a aquellos que tienen a bien leerme, “que Dios hace acepción de personas.” Y nada más lejos de la realidad, porque yo no pretendo convencer a nadie de nada. Lo que yo sí afirmo y que por lo visto, D. Mario niega, es la potestad o derecho que tiene el Creador, de entre varias opciones o personas, escoger la que crea más oportuna o idónea, para llevar a cabo determinada comisión. Pero es que además y para más “inri”, eso no lo digo yo, sino que eso se lo dijo el propio Jehová a Moisés:
“Y le respondió: Yo haré pasar toda mi bondad delante de ti y proclamaré delante de ti el nombre de Jehovah. Tendré misericordia del que tendré misericordia y me compadeceré del que me compadeceré.” (Exo. 33:19).
Ahora bien, ¿cuál es el significado de la palabra “acepción”? Pues según el diccionario de la RAE, es el siguiente: “Acción de favorecer o inclinarse a unas personas más que a otras por algún motivo o afecto particular, sin atender al mérito o a la razón.” O sea, que cuadra perfectamente con las palabras de Jehová.
Porque veamos, ¿no hizo Jehová acepción de personas, cuando escogió a Jacob, en lugar de a su hermano Esaú, aún antes de haber nacido? ¿O quizás no hizo acepción de personas, cuando escogió a la tribu de Leví para servicio sagrado, en lugar de cualquiera de las once tribus restantes? ¿O cuando dentro de esta misma tribu, escogió la línea familiar de Aarón, para el servicio sacerdotal, en preferencia al resto de cabezas patriarcales de dicha tribu? ¿O quizás tampoco hizo acepción de personas, cuando Jehová escogió a David como futuro rey, de entre el resto de sus hermanos? Recordemos también, que fue bajo la dirección de Jehová, que Jesús escogió a los doce apóstoles, de entre otros muchos:
“En el transcurso de aquellos días él salió a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Pero cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de “apóstoles”.” (Luc. 6:12-13).
Y conociendo el privilegio que ello significó para aquellos que habían sido elegidos, ¿deberíamos de pensar que Jesús (Jehová en última instancia) no hizo acepción de personas, al escoger a unas pocas, de entre otras muchas? Notemos que Jesús, no los escogió a todos, aunque todos eran discípulos suyos. Luego el modelo que sacamos de aquí, es que mientras todos los elegidos han de ser discípulos, no todos los discípulos o seguidores de Jesucristo, serán elegidos por Jehová, para reinar con él.
Pero volviendo nuestro tema ¿tenía Jehová la potestad de escoger en cada una de las situaciones planteadas, a quién le pareciera mejor, o no? Evidentemente sí y yo, lo único que hago, es señalar este derecho o potestad de Jehová y no otra cosa. Y parece ser, que el primer interesado en preservar ese status, es el propio Jehová, a tenor de lo que leemos a continuación:
“Y no sólo esto, sino que también cuando Rebeca concibió de un hombre, de Isaac nuestro padre 11 y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal (para que el propósito de Dios dependiese de su elección, 12 no de las obras sino del que llama), a ella se le dijo: "El mayor servirá al menor", 13 como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.” (Rom. 9:10-13).
Luego según la RAE, Jehová sí hizo acepción de personas: escogió a unas con preferencia sobre otras y siempre en función de determinadas circunstancias, condiciones, calidades y cualidades, que por supuesto, Él conocía perfectamente y que desde Su perspectiva, eran las más idóneas para el adelanto de su Santo, Justo y Recto propósito. Y es que el acto de elegir siempre implica el hacer acepción, diga lo que diga el Sr. Olcese, puesto que de acuerdo con determinadas preferencias o necesidades de la persona que elige y que quizás nada tengan que ver con las cualidades o méritos de la persona elegida, se debe decidir por una, de entre otra o varias: eso es lo que significa elegir. Otra cosa, es que desde nuestro limitado entendimiento, creamos que la elección es la correcta o no.
Por ejemplo y ya que lo hemos citado, analicemos la elección de David. Cuando uno analiza el relato de 1 Sam. 16:4-13, de lo primero que se da cuenta es de que David en ese “sorteo” no llevaba ningún número: ni siquiera fue convocado. Vean el razonamiento del propio Samuel, según el verso 6:
“Y aconteció que, al entrar ellos y al alcanzar él a ver a Eliab, en seguida dijo: “De seguro su ungido está delante de Jehová.”
¿Pero por qué razonó de tal manera Samuel? Veamos las palabras de Jehová, en el versículo siguiente, el 7:
“Pero Jehová dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.”
Y así, hasta el séptimo hermano. Objetivamente y a los ojos de las personas envueltas en ese asunto, los hermanos de David tenían más méritos y cualidades y por eso los presentaron, olvidándose de él; sin embargo Jehová los rechazó. ¿Por qué? Pues porque tenía otras preferencias, en función de aspectos, cualidades o circunstancias que Él sí puede ver y evaluar y nosotros no. El registro bíblico que sigue a continuación, dejó patente que Jehová eligió correctamente.
Y en cuanto a que yo afirme que de los millones de personas que ejercieron y ejercen fe en Jesús, Jehová a decidido escoger solo a una minoría como Hijos y hermanos de Jesucristo, pues que quieren que les diga como no sea que eso es una falsedad, ya que quién dijo eso, fue el propio Jesús y no yo:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Y en fin, dado que es razonable pensar que todos conocemos el significado de la expresión “rebaño pequeño” y de que Jesús también lo conocería, aparte de que algo sabría de ese tema (probablemente más que D. Mario), poco más habría que añadir puesto que la cosa queda suficientemente clara. Por otra parte y según este texto, fue el Padre, el que aprobó dar el Reino a un grupo pequeño, lo cual estaría de acuerdo con las palabras de Jesús en Juan 5:30, en el sentido de que él “no podía hacer nada de su propia iniciativa”. Pero con lo que de ninguna manera está de acuerdo dicho texto, es con la afirmación de Mario Olcese en el sentido de que los que gobernarán con Cristo, en su reino milenario y lejos de ser un “rebaño pequeño”, serán “millones, miles de millones”. En fin, no sé qué opinaran ustedes, pero en mi modesto entender, hay, dicho sea con suavidad, una “pequeña discrepancia” entre esas dos afirmaciones ¿no creen? Por ello y si me lo permite, puesto que ya estamos metidos en harina, le rogaría a D. Mario que nos aclarara un poco dicha cuestión, más que nada por aquello de saber a quién hay que creer, si a él o a Jesús y no por otra cosa, créanme.
Y ahora sí, vamos con lo de considerarme o no, Hijo de Dios. Y para que se entienda mi posición, veamos según las Escrituras, qué es lo que implica el ser Hijo de Dios:
“Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente.” (Rom. 8:17).
Luego el ser Hijo de Dios, le coloca a uno entre ese grupo de privilegiados que según Rev. 20:6, han de gobernar con Cristo en el reino milenario, en calidad de reyes y sacerdotes, gozando además de la inmortalidad:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”
Y yo sincera y honestamente, no me veo ahí en esa “foto”, eso es todo. Y quede claro, que es el propio Mario, el que afirma que yo siempre he mantenido esta opinión y lo cual es cierto: yo reconozco que no tengo el “llamado” o el privilegio de ser considerado Hijo de Dios y en consecuencia hermano de Cristo, o por lo menos, no soy consciente de ello. Y es muy difícil, sino imposible, que uno no sea consciente de su adopción (Rom. 8:15) como Hijo de Dios y si es que ha sido “escogido”, porque es el propio Jehová quién se preocupa de que uno esté perfectamente al tanto de su nueva situación:
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "Abba, Padre".” (Gál. 4:6).
Luego no es uno mismo el que determina si es o no es, sino que es el espíritu que Jehová coloca en el corazón de cada una de esas personas, el que clama la nueva condición de la misma, luego no puede quedar ninguna duda acerca de tal situación. Pues bien, como nada de eso ocurre dentro de mí corazón, llego a la conclusión de que yo no he sido adoptado como hijo de Dios. Pero ¿me coloca eso, en la posición de hijo del diablo, tal como afirma el amigo Mario?
Ello sería un poco extraño, porque siendo como soy una persona (y también siempre lo he dicho) que ama a Jehová; que creo firmemente en el sacrificio redentor de Cristo; que estoy bautizado por inmersión en el nombre de Jesucristo; que creo firmemente en la instauración del Reino de Dios aquí en la tierra, es más, me muero de ganas de estar allí; que como les consta a los que me leen, hablo constantemente de la esperanza y las bondades de ese reino…… En fin, una serie de circunstancias y actitudes que hacen de mí, cualquier cosa menos un hijo del diablo y ya lamento desilusionar al Sr. Olcese, pero que le vamos a hacer. Pero claro, puesto que no tengo el sello de propiedad en mi corazón, mencionado en 2 Cor. 1:22 y que según Pablo en Rom. 8:15, este es el espíritu de adopción que identifica a uno como tal Hijo de Dios y puesto que yo no me siento llamado en mi corazón para el tal privilegio, resulta que no soy eso: un Hijo de Dios. Sin embargo, hemos visto que tampoco puedo ser un hijo del diablo, luego ¿qué soy Mario? ¿Un aborto? ¿Una cosa rara que se le ha escapado a Jehová por ahí y no sabe qué hacer con ella, o como es la cosa? Y es que claro, esta extraña situación en la que no solo yo me encuentro, sino muchísimos más y como explicaré a continuación, tendría fácil solución, es más, no se habría producido si aceptáramos como cierto el argumento del “rebaño pequeño”, citado por Jesús.
Porque entonces la cosa sería razonable: del inmenso caudal de seguidores de Cristo y que en función del derecho de recompra, merced a su sangre derramada, han pasado a convertirse en hijos de este (recordemos que en Isa. 9:6, entre los títulos recibidos por Jesucristo, está el de Padre Eterno), Jehová y en el uso de su derecho o potestad, aparta unos pocos de estos adoptándolos como Hijos Suyos, para que junto a su hermano mayor Jesucristo, gobiernen junto a él y lleven conjuntamente a buen puerto en Su Nombre, la gigantesca obra restauradora del reino milenario y en beneficio de esos que “recompra” como hijos suyos...... de momento. También entonces además, las expresiones “elegidos”, “escogidos” o “redimidos”, tendrían su pleno significado, acorde con los diccionarios y no como ahora, que no tienen el menor sentido. Pero además, si todos los bautizados en el nombre de Jesucristo, automáticamente, según Mario, ya reciben el espíritu de adopción como hijos de Dios y los que no, pasan a convertirse del hijos del diablo y son guardados para destrucción al final del milenio, ¿de quiénes llegaría a ser Padre Eterno, Jesucristo? Entonces yo, D. Mario, me siento hijo de Jesucristo, el segundo Adán, por derecho de recompra de su sangre derramada y como ya le he dicho que no siento el llamado en mi corazón, pues mi esperanza es la de poder vivir en ese Paraíso que llegará de nuevo a ser la Tierra, en verdadera paz y felicidad, en sujeción al Rey Jesucristo y su “rebaño pequeño” de hermanos adoptivos. Hasta que llegado el final del milenio y superada la prueba final de la suelta de Satanás, Jesucristo retorne a su Padre Celestial, un planeta Tierra y la humanidad obediente que lo llenará, ya en perfección total y ahora sí, Jehová de nuevo nos acepte como hijos suyos, como en su día lo fue Adán…… y esta es mi posición, en cuanto a lo que yo me considero ser en este momento, D. Mario.
Pero yo ya les aseguro de antemano, que Mario Olcese dirá que lo que yo digo es una chorrada y que él tiene la razón en semejante afirmación de los “millones, miles de millones” de co-gobernantes con Cristo y de que Jesús, cuando dijo lo del “rebaño pequeño”, no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo y si no, al tiempo. Ahora bien, lo que está clarísimo es que la razón o bien la tiene Jesús, o bien la tiene Mario, pero los dos al mismo tiempo y diciendo cosas tan diametralmente opuestas, desde luego no. Por ello y con todo el respeto del mundo, me permito insistir en ese extremo: ¿podría ser que Mario, considerara por un momento la posibilidad de estar en un error, en esa doctrina de los “millones, miles de millones”? Cierto es, que si aceptara eso, tendría que rectificar su entendimiento de Juan 5:28-29 y que es uno de los focos de donde arranca el problema, pero eso ya se me antoja demasiado rectificar.
Y volviendo a lo de ser Hijo de Dios y a diferencia de mí, él sí cree calificar para ese maravilloso galardón. Vean lo que dice en la parte final de su artículo:
“Yo me siento feliz de saber que soy un hijo de Dios, y un hermano de Cristo, y un heredero legítimo de las promesas y riquezas del Altísimo en su reino venidero.”
Y yo me alegraría infinito de que así fuera, porque además me consta la honradez y honestidad de esa convicción. Ahora bien, permítanme una pregunta a modo de reflexión: ¿se acuerdan ustedes de la ilustración relatada en el pasaje de Lucas 14:7-11? Pues eso, léanla y saquen sus propias conclusiones. Ahora bien, lo que está claro, repito, es que Mario cree honesta y sinceramente, como ya he dicho, que el reúne todos los requisitos para tan alta posición: gobernar como rey y sacerdote junto a Cristo por mil años, casi nada. Bien, pero ¿se le ha ocurrido pensar por un momento, aunque solo sea por un momento, que Jehová y que representa en definitiva al personaje que da el banquete en la ilustración de Lucas, no lo tenga tan claro? ¿No será que Mario piensa de sí mismo, un poquitín más allá de lo que debiera de pensar, según el punto de vista que tiene Jehová acerca de este tipo de actitudes? ¿Podría ser además (no sé, solo es un suponer), que pasara por alto, determinados requisitos exigidos a aquellos que han de ocupar dichos puestos y que obviamente él no reúne?
Por otra parte y ya que él los cita, yo voy a hacer lo mismo: los “ungidos” de los TJ, piensan exactamente como él, o sea, que van a gobernar como reyes y sacerdotes con Cristo (con la variante que piensan hacerlo desde el cielo) y apoyándose para ello, en los mismos textos que Mario se apoya y claro, también les apoyan a ellos porque hablamos de los mismos textos, que si son válidos para unos, han de serlo para otros y que por otra parte, tampoco es asunto de negarles la misma honradez y honestidad en su forma de pensar, que la que le concedemos al Sr. Olcese. Sin embargo, D. Mario niega esa posibilidad de todas, todas, pero…… ¿dónde está la diferencia? ¿Nos podría explicar, porque él sí y los otros no? ¿Qué tiene él, que no tengan esos otros? ¿O es que a él no le podrían aplicar también las palabras de Jer. 17:9 y que tanto usa, cuando se trata de los demás? Y quede claro, para evitar suspicacias, que no estoy decantándome a favor de nadie, porque esa cuestión no va conmigo; allá todos ellos, tanto los unos como los otros en su supuesto ungimiento y dicho sea por supuesto, con el debido respeto. Solo afirmo que están todos en el mismo plano: nos lo tenemos que creer, sencillamente porque ellos nos lo dicen, pero sin aportar alguna prueba de que esto sea así. Pienso por lo tanto, que no estaría de más que Mario se dedicara, aunque fuera solo por un instante, a considerar la posibilidad de estar equivocado con respecto de su supuesto “ungimiento”, o sea, que su corazón le esté jugando una mala pasada, a menos eso sí, que pueda probar su “unción”.
Y conste que yo no digo de forma categórica que él no sea un “elegido”, solo afirmo que yo no lo soy, luego ¿por qué ponerse así, como si le hubiera insultado de la forma más grosera? Porque si yo estoy equivocado por un exceso de humildad, pues bien, ya Jehová me hará saber en el momento oportuno, que tiene para mí metas más altas y ya está, no pasa nada; ¿o no es esa la actitud correcta que nos enseña la ilustración de Lucas citada? Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué por actuar de acuerdo al consejo bíblico, se me dice que soy un hijo de Satanás? Sinceramente no lo entiendo. Pero para no extendernos en argumentos que casi siempre no tienen fin, vayamos a algo más sustancial y que seguro que puede poner las cosas, negro sobre blanco. Veamos: D. Mario me acusa de ser hijo del diablo, porque afirmo que no me veo gobernando con Cristo y eso significa por lo tanto, que no soy Hijo de Dios. Y claro, según él, solo se puede ser Hijo de Dios o hijo del diablo; luego si eres lo primero, lógicamente te conviertes en hermano de Cristo y consecuentemente heredero del reino, lo cual implica el gobernar con Él; y si eres lo segundo, pues ya se sabe, caminito a la “parrilla”, entiéndase muerte segunda o destrucción eterna en el “lago de fuego” (Rev. 20:15). Pues bien ¿se acuerdan de esa preguntita que en su día le formulé al Dr. Rivas y que aún no me la ha respondido? Y como ni lo ha hecho, ni por supuesto lo hará, porque sencillamente no puede, veamos por tanto cómo nos va con Mario y a ver si él puede respondernos a esta cuestión: ¿cómo considera a Juan el Bautista, del que el propio Jesús dijo en su momento, que no formaría parte del gobiereno del reino de Dios? ¿Cómo hijo de Dios o como hijo del diablo? Porque claro, si no gobierna con Cristo, es que no tiene parte en esa herencia y por lo tanto no es hermano de Él, luego lógicamente, tampoco es Hijo de Dios; entonces y sintiéndolo mucho, según el Sr. Olcese solo le queda una opción: ser hijo del diablo y eso, tratándose de quién se trata, como que es un poco fuerte ¿no creen? Pero es que vean, sin embargo, lo que dijo Jesús:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
Luego razonemos con la lógica debida este pasaje: si el menor en el Reino de los cielos, o sea, el último de la fila para entendernos, es mayor que Juan el Bautista (pensamos que en orden de importancia), eso lógicamente significa, que él no estará allí como miembro de ese gobierno. Pero claro, como dicen que no hay dos sin tres, de ese razonamiento sale una derivada: si Juan era el mayor entre los nacidos de mujer, eso significaría que los Abraham, Moisés, Noé, David, Daniel y todos los etc. que ustedes quieran añadir, eran menores que él; luego razonablemente tampoco pueden formar parte del gobierno de dicho reino, o sea, no tienen parte en la herencia. Y puesto que todos los hermanos de Jesucristo si participan de la herencia, eso significa que todos esos personajes, incluido Juan, no son hermanos de Cristo y lógicamente, tampoco Hijos de Dios ¿o no es así, querido Mario? Luego ¿de quién son hijos? ¿De Satanás, como yo? ¿O la cuestión es tan simple, como que Mario está equivocado con lo de los “millones, miles de millones” y Jesús tiene razón, gobernando solo con unos pocos elegidos como hermanos adoptivos suyos y que el resto, incluidos esos personajes citados, son sus hijos por derecho de recompra?
Porque resulta que hay un texto por ahí, que no citaré ahora y para no extenderme demasiado, que apoya explícitamente la afirmación de que esos personajes no gobernarán en el reino de Dios, en calidad de reyes y sacerdotes y que además nos muestra, que aparte de la opción de ser hijos, o bien de Dios o bien del diablo, hay una tercera vía, o sea, otra posibilidad y que es la que hemos comentado, de llegar a ser hijos del segundo Adán, Jesucristo, por derecho de recompra. Y lo dejaremos ahí, para ver si Mario da con la tecla y consigue entender de qué va la cosa; luego así queda el tema en espera de una aclaración por su parte. Pero no obstante y aunque me malicio que este artículo de Mario, es respuesta del que voy a citar y que acabo de publicar hace unos días: “¿Qué es, realmente, el Reino de Dios?”, me permito sugerirle (y también a usted, querido lector) que lo lea con un poco más de la debida atención, ya que allí hay bastante información que aclara el punto que estamos debatiendo. Y si como yo creo, el escrito que estamos discutiendo, es su respuesta a ese artículo mío, pues rogarle a Mario que de no estar de acuerdo con lo expuesto en el mismo, pase a rebatirlo punto por punto y denunciando aquellos textos mal interpretados o en su defecto, mal aplicados y que es lo que hay que hacer, evitando de esa manera entrar en lo que casi roza la descalificación personal. Y eso viniendo de un “ungido”, como que no pega ¿no les parece?
Armando López Golart
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