Falsas enseñanzas
Seguramente recordarán los que nos leen con cierta asiduidad, que casi siempre al final de nuestros artículos, les recomendamos que comprueben personalmente en sus propios ejemplares de la Biblia, si lo que les decimos se ajusta a lo que está escrito en ella o no. Y la razón para esto, tiene que ver con un peligro potencial que corremos todos y del que nos advirtió el apóstol Pedro en su segunda carta:
“Sin embargo, llegó a haber también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada.” (2 Ped. 2:1).
Y permítannos ya de entrada manifestar, que nada más lejos de nuestra intención que buscar polémica y muchísimo menos, el ofender a nadie. Nosotros de ninguna manera nos referimos a la intencionalidad o motivación de lo que sencillamente entendemos como una enseñanza equivocada y por ello, solo nos limitamos a denunciar lo incorrecto de ella, mostrando los oportunos textos bíblicos que a nuestro entender prueban nuestra afirmación. Dicho esto, continuemos con nuestra exposición.
Si usted ha leído con atención el texto citado, notará que de la falsa enseñanza emanada de esos falsos profetas, se derivarían sectas o divisiones destructivas y que en última instancia, lógicamente, afectarían a cada uno de forma individual. Que eso ha sido así a través de los tiempos, queda patente por el cuantioso número de organizaciones, de más o menos entidad pero divisivas al fin y al cabo, que actualmente conforman la llamada cristiandad y todas ellas con sus particulares doctrinas o puntos de vista, amén de la tremenda desorientación religiosa dentro del cristianismo. Y para que no decaiga la fiesta y gracias al “milagro” de Internet, también hoy nos encontramos con innumerable cantidad de “maestros” de dudosa calidad y cuyas enseñanzas, nada tienen que ver con lo que dice el texto bíblico y lo cual nos podría perjudicar personalmente, al alejarnos o extraviarnos, del significado correcto de la enseñanza verdadera:
“Dijo: “Cuidado que no los extravíen; porque muchos vendrán sobre la base de mi nombre y dirán: “Yo soy ese” y: “El debido tiempo se ha acercado”. No vayan en pos de ellos.” (Luc. 21:8).
O sea, no les hagan caso, aunque para ello lógicamente hay que saber distinguir a los maestros falsos. Por fortuna, tenemos un baremo mediante el cual podemos saber si alguien es un buen maestro o no y así evitar el ser extraviado:
“Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17).
En este pasaje, lo primero que aprendemos es que uno solo puede ser santificado, o sea, declarado limpio ante Dios, por medio de la verdad; luego un mensaje que no se ajuste a esa verdad, lejos de ayudarnos a alcanzar el favor de Dios, lo que puede hacer es perjudicarnos, dado que nos extravía del verdadero conocimiento del Creador y prescindiendo de lo sinceros que seamos en nuestra creencia. Vean cómo nos lo advirtió el apóstol Pablo:
“Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto; 3 pues, a causa de no conocer la justicia de Dios, pero de procurar establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.” (Rom. 10:2-3).
Y en ese error cae toda aquella persona, tendente a creer cualquier tipo de enseñanza (la mayoría sin fundamento bíblico), por no tomarse la molestia de comprobar por sí misma, si lo que le enseñan es realmente así o no. Pero la cuestión es, ¿dónde se puede hacer tal comprobación?..... pues en las Escrituras ¿o no nos dijo Juan, que “tú palabra, es la verdad”? Pues ahí está la solución: toda enseñanza que no se ajuste al contenido de la Biblia, o sea, la Palabra de Dios, es falsa y en consecuencia, quién la promulgue queda señalado como un falso maestro. Por lo tanto, cualquier afirmación o enseñanza que de esa persona proceda, como mínimo habría que ponerla en cuarentena:
“La fuente no hace que lo dulce y lo amargo salgan burbujeando por la misma abertura, ¿verdad? 12 Hermanos míos, la higuera no puede producir aceitunas, ni la vid higos, ¿verdad?” (Sant. 3:11-12).
En fin, creemos que Santiago fue muy explícito, ¿cierto? Por lo tanto, vamos a analizar un par de enseñanzas aceptadas de forma implícita (cuando no promulgadas directamente), por la inmensa mayoría de los llamados “entendidos” en el texto bíblico pero que sin embargo, contradicen por completo el contexto general de las Escrituras y siempre según nuestro entender, por supuesto. Veamos una de ellas y que podríamos denominar: bautismo en Espíritu Santo “automático”
Y es que según esos preclaros intérpretes del contenido de la Biblia, cuando uno se bautiza en el nombre de Jesucristo y mediante inmersión, automáticamente es “ungido” o reconocido como Hijo de Dios, mediante recibir el Espíritu Santo, o sea, que no solo ha nacido del agua (el bautismo al que se acaba de someter)) sino que también nace del espíritu, al ser derramado de forma inmediata el Espíritu Santo de adopción sobre él. Pero resulta que tal idea, como concepto, no está contenida en el registro bíblico, es más, no hay ningún ejemplo de ello, excepción hecha en el caso de Jesús que tan pronto salió del agua, fue reconocido como Hijo de Dios:
“Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. 17 ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.” (Mat. 3:16-17).
Y fíjense que decimos que fue reconocido, que no hecho o adoptado como Hijo de Dios en ese momento y que es muy distinto, porque él ya era Hijo de Dios. Pero fuere cual fuere el caso, de nadie más se nos dice algo semejante, sino más bien, todo lo contrario. Veamos unos ejemplos significativos y que tienen que ver, con hechos ocurridos durante un tiempo de extrema persecución y en que la mayoría de seguidores de Jesús, excepto los apóstoles, abandonaron Jerusalén. Entre ellos, un tal Felipe que pasando a Samaria, consiguió muchos adeptos:
“Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres.” (Hech. 8:12).
Sin embargo y contrario a esa dudosa enseñanza que estamos analizando, esas personas no recibieron el Espíritu Santo en el momento de ser bautizados en agua, o sea, no nacieron del espíritu, sino solo del agua; luego en ese momento, las tales personas no calificaban para entrar en el reino de Dios y por lo tanto, gobernar con Cristo, según Juan 3:5. Solo tiempo después y cuando desde Jerusalén se mandó una delegación de apóstoles, fue que mediante la imposición de manos por parte de estos, previa oración, recibieron dicho Espíritu Santo:
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo. 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo.” (Hech. 8:14-17).
Note por favor, que si bien habían sido bautizados en el nombre de Jesús, no recibieron de forma automática su reconocimiento como Hijos de Dios, al no recibir el bautismo del Espíritu Santo después de su inmersión en agua, sino que fue bastante tiempo después, cuando les fue concedido dicho don mediante imposición de manos. Tengamos en cuenta que la distancia de Jerusalén a Samaria, era de unos 50 kms. y que para los medios de la época, el que la noticia de la conversión de personas de la citada ciudad llegara a Jerusalén y que discípulos después viajaran hasta ella, evidentemente implicaría bastante tiempo. Pero es que este pasaje citado, también nos dice otra cosa, si lo sabemos leer entre líneas: nos habla del convencimiento que tenían los apóstoles, de que sin su intervención, no habría derramamiento de Espíritu Santo, ya que para ese propósito en concreto fueron enviados Pedro y Juan a Samaria. Porque es eso y no otra cosa, lo que nos da a entender el pasaje citado; luego vemos que una cosa era el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo y otra muy distinta, recibir la adopción como Hijo de Dios. Pero analicemos otro caso, que tiene que ver con lo que le sucedió al apóstol Pablo y que se nos relata en Hechos 19:1-7:
“En el transcurso de los sucesos, mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso y halló a algunos discípulos 2 y les dijo: “¿Recibieron espíritu santo cuando se hicieron creyentes?”. Ellos le dijeron: “¡Si nunca hemos oído si hay o no espíritu santo!”. 3 Y él dijo: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?”. Dijeron: “En el bautismo de Juan”. 4 Pablo dijo: “Juan bautizó con el bautismo en símbolo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús”. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. 7 En conjunto, eran unos doce varones.”
Note de nuevo, por favor, que aunque bautizados por Pablo y en el nombre de Jesús, no recibieron de forma automática el Espíritu Santo, en el momento de su bautismo en agua, sino que esto ocurrió después y solo “cuando Pablo les impuso las manos”. De nuevo vemos que no bastó el ser bautizado en el nombre de Jesús, sino que se necesitó de algo más: el que alguien transmitiera dicho Espíritu Santo de adopción, así como los poderes que llevaba asociados. Entonces ¿que aprendemos de estas experiencias?
Pues aprendemos varias cosas: la primera y fundamental, es que nada tenía que ver el ser bautizado en agua y en el nombre de Jesucristo, con el recibir automáticamente el espíritu de adopción como Hijo de Dios...... una cosa era una cosa y la otra algo totalmente distinta, como ha quedado probado; en segundo lugar, aprendemos que el Espíritu Santo solo podía recibirse a través de los apóstoles y de Pablo (poco después), dado que en todo relato bíblico que tenga que ver con el derramamiento de dicho Espíritu de Dios, o bien era impartido directamente por los apóstoles, mediante la oración e imposición de manos o en su defecto, estaba presente alguno de ellos. Este fue el caso, en la conversión del gentil Cornelio y en donde también se nos muestra que nada tiene que ver el bautismo en agua, con la adopción como Hijo de Dios. Según el relato que nos ofrece el cap. 10 de Hechos, este personaje, junto a los de su casa, recibieron el Espíritu Santo y por tanto la adopción como Hijos de Dios, poderes incluidos, antes de ser bautizados en agua y en presencia del apóstol Pedro (Versos 44 y 48). Luego lo que queda claro, es que de recibir dicha adopción como Hijos de Dios, de forma automática, inmediatamente después del bautismo en agua sin más y como consecuencia directa una cosa de la otra...... pues nada de nada; o sea, que no existía ninguna relación causa/efecto, según las experiencias relatadas y que creemos significativas. También hemos aprendido, por otra parte, que las personas que tenían dicho Espíritu pero que no formaban parte del grupo de los doce (más Pablo), no podían transmitirlo a diferencia de ellos que sí podían. Ahí está el claro ejemplo de Felipe, que mediante obras poderosas demostró poseerlo, pero que sin embargo no pudo transmitirlo:
“Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados.” (Hech. 8:6-7).
Sin embargo, repetimos, los hechos prueban sin ninguna posibilidad de discusión que no podía transmitirlos y por eso tuvieron que desplazarse desde Jerusalén dos apóstoles para efectuar dicha transmisión. Luego otra cosa que aprendemos por deducción y según lo considerado, es que con la muerte del último apóstol se acabó la posibilidad de transmitir a otros dicho Espíritu de adopción como Hijo de Dios, con lo cual y también después de la muerte de aquellos que teniéndolo, les era imposible transmitirlo, se llegó al final de la presencia operativa de dicho don sobre la Tierra. Por lo tanto y con la muerte de los apóstoles, se acabó la captación o elección de Hijos de Dios y por lo tanto de forma lógica, deberíamos de entender que la comisión dada por Jesús a sus seguidores llegó a su fin. Sencillamente, ya no se derramó Espíritu Santo sobre nadie más, luego ya nadie más pudo ser adoptado como Hijo de Dios a partir de ese momento. Ello no significaría, que no hubiera habido posteriormente y hasta que Jehová traiga su día de juicio, personas que se bautizaron, se bautizan o se bautizarán en el nombre de Jesucristo y supuestamente pasarán a engrosar el número de sus seguidores (algo que por cierto, tampoco está muy claro), lo cual es una cosa, pero el ser “elegido”, “escogido” o “ungido” como Hijo de Dios, con los poderes que eso lleva implícitos tal y como hemos visto en el registro bíblico, es otra muy distinta.
Pero puesto que cesó el derramamiento del Espíritu Santo y como ha quedado probado, la teoría del automatismo no existe, siendo por lo tanto una enseñanza más que discutible y sin apoyo bíblico, la conclusión lógica es la de que no existen a día de hoy personas que puedan con razón afirmar ser Hijos de Dios o “ungidas” (aunque incomprensiblemente lo hagan todos). Porque otra cosa que hemos aprendido en el relato bíblico, es que todos aquellos que disponían de dicho Espíritu Santo de adopción, lo pudieran transmitir o no, se caracterizaban por efectuar obras poderosas. Cuando esas personas desaparecieron, con ellos cesó repentinamente dicha actividad y eso, repetimos, no lo decimos nosotros, sino que se deduce del registro escrito. Porque además también es cierto, hasta donde por lo menos nosotros sabemos, que a ninguno de los llamados Padres de la Iglesia y a partir del siglo I en adelante, se les reconoce el haber efectuado obras poderosas como las que llevaban a cabo los apóstoles y los discípulos de estos. Y tampoco lógicamente, esos supuestos “ungidos” actuales, puede efectuar las obras poderosas que llevaron a cabo aquellas personas y que era lo que las identificaba como Hijos de Dios y les daba credibilidad, frente a otras que no lo eran.
Claro que los defensores de dicha esperpéntica idea, afirman que hoy ya no hace falta dicha demostración de poder, lo cual no deja de ser un argumento un tanto discutible. Luego por lo tanto y a falta de pruebas, se dedican a usar un montón de textos que parecen dar a entender lo que ellos afirman; sin embargo, cuando usted querido lector, lea tales textos “probatorios”, pregúntese lo siguiente ¿a quiénes iban dirigidas esas palabras? Porque eso es lo que significa en parte, el leer un texto dentro de su contexto: el considerar a quién iba dirigido, cuando fue escrito y para qué fue escrito, lo que estamos leyendo. Y entonces se dará cuenta, que esas palabras se dirigieron a personas que vivieron hace casi dos mil años y por tanto, en circunstancias distintas y por motivos distintos, que nada tienen que ver con nosotros; pero veamos uno de los muchos ejemplos de lo que le decimos, en un artículo titulado “Amplia y generosa entrada en el reino eterno” publicado el 24/04/10 en el blog de Apologista “eladaliddelaverdad.over-blog.es” y en donde después de citar de 2 Ped. 1:1-11, su autor nos hace la siguiente reflexión y en base a lo que según él, deberíamos de entender:
“Estimados hermanos, ¿qué es lo que entendemos realmente de las Palabras de Pedro escritas arriba? ¿Verdaderamente ha prestado usted atención a lo que él está diciendo en estos versículos? Sin duda alguna el apóstol Pedro está hablando de nuestro futuro destino glorioso, o de nuestra meta gloriosa como resultado de nuestra fiel carrera cristiana.” (Negritas nuestras).
Sin embargo, nosotros le rogamos que lea atentamente dicho pasaje y que analice a quiénes fueron dirigidas las tales palabras. Y luego busque en dónde este pasaje, que tenía destinatarios específicos, pudiera tener algún indicio de que las susodichas palabras se dirigían y lo que es más importante, aplicarían, a personas de un futuro distante, o sea, a nosotros que vivimos dos mil años después de ser pronunciadas. Y eso es lo que ocurre con todos y cada uno de los textos que se usan para apoyo de semejante disparate: son sencillamente textos sacados de su contexto y que aunque parezcan decir lo que ellos pretenden de forma interesada que digan, su significado nada tiene que ver con aquello que nos quieren hacer creer y lo que es peor, con el contexto general de las Escrituras.
Todo son intentos absurdos de intentar probar como correcta una enseñanza falsa (no bíblica por tanto), mediante el uso de esas referencias sacadas de unas cartas, pues estamos hablando de cartas que se cruzaron entre personas que sí eran ungidas y por tanto, reconocidas como Hijos de Dios y que lo podían probar, no olvidemos nunca este detalle, pero que nada tienen que ver con nosotros que las leemos dos mil años después. Como hemos dicho y creemos que probado, con la muerte del último de los que poseían la capacidad de poder transmitir ese Espíritu Santo de adopción (los apóstoles), se acabó el nacer del espíritu, porque según hemos visto en los ejemplos citados, el tal no se recibe de forma automática al ser uno bautizado en agua. Por lo tanto se acabó en ese tiempo, la posibilidad de entrar a formar parte del gobierno del reino:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5).
Y puesto que si bien uno puede nacer del agua (cuando se bautiza), ya no puede nacer del espíritu porque no hay nadie desde la muerte de Juan (98/99 d.C.) que se lo pueda transmitir y por lo tanto, ya no se puede adquirir la condición de Hijo adoptivo de Dios, en consecuencia hermano de Jesucristo y por tanto, co-gobernante de ese reino y eso, repetimos, a partir de la muerte del último apóstol. Sencillamente ese período de tiempo tuvo un inicio y lógicamente, cumplido su objetivo (porque tenía un objetivo concreto), Jehová le dio momentáneamente final. Entonces, la que podríamos llamar como “la teoría del automatismo” es falsa, o al menos en tiempos de los apóstoles, habrá de reconocerse que según el registro bíblico, no ocurría así; si luego la cosa cambió, ya sería otra historia, pero en la Biblia desde luego y a menos que estos señores no muestren lo contrario, no hay constancia de tal cambio. Y si la Biblia no habla nada de ello, pues tampoco es asunto de ir más allá de lo que en ella está escrito, según lo aconsejado por Pablo (1 Cor. 4:6). Sin embargo, dejamos una pregunta en el aire por si acaso: ¿hay algún texto bíblico que expresamente diga o siquiera dé a entender, que uno recibe el Espíritu Santo inmediatamente después de ser bautizado en agua y de forma automática? ¿Alguien se atreve responder a esa cuestión?
Porque no olvidemos y a modo de aclaración, algo que ya saben aquellos que hayan leído con atención el pasaje de Juan 3:5 y es que de ninguna manera establece una relación directa de causa/efecto entre un bautismo en agua, con un bautismo de Espíritu Santo. Lo único que hace dicho texto, es señalar la necesidad de poseer dos requisitos para la consecución de un privilegio determinado y nada más. Matizado este punto, veamos ahora una segunda enseñanza que también se las trae, que está directamente relacionada con la acabamos de considerar y que tiene que ver con las dos resurrecciones de Juan 5:28-29; veamos:
“No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”
Así nos dice este pasaje y veamos la conclusión que sacan de él los “entendidos” en la materia, pues según ellos, hay una primera resurrección para vida:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6).
Luego en esta resurrección, participan solo aquellos que han de gobernar con Cristo en calidad de reyes y sacerdotes y que en el momento de su resurrección, ya son investidos de inmortalidad. Hasta ahí, estamos de acuerdo, porque el problema viene ahora con la segunda resurrección. Porque según ellos, es al cabo de los mil años del reinado de Cristo, que se produce una segunda resurrección para condenación y destrucción eterna, de todos aquellos que en su día murieron sin gozar del favor de Dios:
“Además, cualquiera a quien no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.” (Rev. 20:15).
Y es en esta segunda resurrección, en la que no podemos estar de acuerdo, porque sencillamente es otro disparate, pues ni acontece al final de los mil años, ni su finalidad última es la de echar gente al lago de fuego. Porque esa afirmación es una barbaridad y ello no significa que los textos usados no digan lo que dicen, que eso es otra cosa, sino que son entendidos y aplicados de forma disparatada y alejada del contexto natural en que se hallan escritos. Y para comprobar lo que decimos, de que esa conclusión en un puro disparate y que nada tiene que ver con lo que dice la Biblia, veamos el sinsentido que se montaría, de ser las cosas como esos señores nos lo quieren hacer creer. Para ello, echemos a andar un poco la imaginación y desarrollemos dicha teoría, hasta sus últimas consecuencias.
En primer lugar, lo que tendríamos que preguntarles a los defensores de ese absurdo, sería lo siguiente: “¿Sobre quién gobernarían entonces como reyes y sobre quiénes ejercerían su labor sacerdotal, aquellos que participan de la primera resurrección, durante esos mil años de duración del Reino de Dios? Porque si esos “entendidos” estuvieran en lo cierto, estaríamos hablando de una Tierra desierta de ser humano alguno y necesitado de dirección gubernativa o de beneficios sacerdotales ¿o no es así? Porque lo único que habría sobre la Tierra durante ese período de mil años, serían reyes y sacerdotes, pero nadie sobre quién ejercer dichas responsabilidades, aunque habría que suponer que Jehová, para algo les habrá dado dichos atributos a esa personas ¿o no? Por otra parte y de ser las cosas como nos las quieren hacer creer, se dejaría vacío de contenido el propósito de Jehová para dicho gobierno milenario, porque entonces no habría nada que hacer durante todo ese tiempo, aunque Hechos 3:21, parece relacionar el milenio con “la restauración de todas las cosas” y lo cual sí es tarea. Pero claro, ¿qué cosas entonces tendrían que ser restauradas, en quiénes o para quiénes, en una Tierra sin personas necesitadas de ello? Porque recordemos que los resucitados en la primera resurrección y los únicos que vivirán en la Tierra durante el reino milenario (de ser cierta esa impresentable teoría), ya son inmortales, luego ya no necesitan que se les restaure nada, pues lo tienen absolutamente todo restaurado: ellos ya resucitan como perfectos e inmortales Hijos de Dios. Luego..... ¿qué objetivo tendría ese reino milenario?
Y veamos otro problema que surge de aceptar tan estrafalaria interpretación: ¿en cuál de esas dos resurrecciones nos colocarían al delincuente arrepentido, que murió al lado de Jesús?:
“Y pasó a decir: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino”. 43 Y él le dijo: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso.” (Luc. 23:42-43).
Sin embargo y por razones obvias, estaremos todos de acuerdo en que ese personaje no había podido haber nacido ni del agua ni del espíritu, requisitos estos por demás indispensables según Jesús, para poder participar de la primera resurrección:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.” (Juan 3:5).
Luego queda claro, que dicho personaje no se podría levantar en esa primera resurrección, eso es obvio; pero sin embargo, lo que también está claro, es que esa persona no puede tener parte en una segunda resurrección directa a juicio o destrucción eterna, porque Jesús le aseguro, que estaría en el paraíso. Luego ¿nos podrían aclarar esos señores “entendidos” en las Escrituras, todos ellos con elevados estudios (al menos de eso presumen), en cual resurrección nos colocan a ese personaje? ¿O qué hacemos con él?
Y no olvidemos que tenemos otro caso parecido, en la persona de Juan el Bautista. Porque si algo nos deja claro Rev. 20:6, es que solo participan de la primera resurrección, aquellos que han de gobernar con Cristo ¿no es así? Entonces ¿en cuál de las dos resurrecciones que cita Juan 5:28-29, colocamos a ese personaje, habida cuenta de que Jesús dijo expresamente de él, que no estaría en ese gobierno del reino? Vean ustedes:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
Porque eso es lo que se desprende de dicho texto ¿o no? Por cierto y ya que viene a colación: hace mucho tiempo que le formulamos dicha pregunta al Dr. Javier Rivas Martínez y a raíz de una (digámoslo suavemente) pequeña discrepancia de pareceres y que de momento aún no ha respondido. Esperemos que ahora se decida a ello (tiempo de pensárselo ha tenido) o en su defecto, que alguno de los que mantienen semejante interpretación del pasaje de Juan 5:28-29, le eche una manita y lo haga en su lugar.
Pero es que si continuamos con el desarrollo de tal esperpéntica idea, el disparate no solo continúa, sino que se agrava por momentos, cuando entran en el cuadro los notables del AT, o sea, los Abraham, Noé, Isaac, Moisés, David, Daniel y tantísimos otros, porque claro, en algún lugar habrá que colocarlos también. Y vean la singular teoría que sobre ellos tiene el insigne caballero al que acabamos de citar y que sabemos compartida por otros autores, como Mario Olcese, Luciano Morales, Mauro González, Alexander Dávila G., etc. (autores a los que leemos), ya que ninguno de ellos y hasta donde sabemos, le ha rebatido dicho argumento. En un artículo de fecha 21/3/10 y titulado “Una resurrección simultánea (los santos del antiguo y nuevo testamento)” y al que nosotros le rebatimos tal idea en un artículo publicado el 29/03/10, dicho autor abre con el siguiente argumento:
“La Biblia nos dice con relevante claridad que los Santos del Antiguo Testamento serán resucitados «junto», «simultáneamente», con los Creyentes del Nuevo Testamento”.
Ahora bien, nosotros les damos nuestra palabra de honor, de que no vemos la tan “relevante claridad” de que ambos grupos sean levantados en la resurrección “juntos” y “simultáneamente” por ningún sitio, sencillamente porque la Biblia no dice esto. Y es que ello de producirse, solo podría ser participando todos de la primera resurrección y que repetimos por lo importante que es el punto, solo tiene que ver, con aquellos que han de gobernar con Cristo. Y es que si esos señores tuvieran razón, entonces Jesús nos habría mentido; veamos el porqué.
Leamos de nuevo Juan 3:5: “Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Creemos que Jesús lo dejo meridianamente claro ¿verdad? Pero lo mismo de claro está, que todos esos personajes no reunían esos dos indispensables requisitos, porque habían muerto (los últimos de ellos), como mínimo 400 años antes de que Jesús viniera a la Tierra, por lo que dicha posibilidad de alcanzar ambos requisitos, o sea, el nacer del agua y del espíritu”, no estaba disponible aún. Luego a menos de que Jesús nos hubiera mentido, algo impensable por otra parte, esas personas tampoco pueden participar de esa primera resurrección. Luego, ¿de dónde se saca dicho caballero, tan disparatado argumento? ¿Dónde en las Escrituras, se nos hace semejante afirmación, con tan “relevante claridad”? Pero claro, por otra parte nosotros también entendemos que el colocarlos en una segunda resurrección para destrucción eterna, pues que quieren que les digamos, pero nos parece un poco fuerte hablando de quién estamos hablamos ¿no creen? Entonces queridos “entendidos” ¿en dónde colocamos a los citados personajes? ¿O podría ser el caso, que la forma de interpretar que tienen ustedes dicho pasaje de Juan 5:28-29, estuviera equivocada? Y sinceramente creemos que los que nos leen, estarán interesadísimos en conocer su respuesta.
Pero no se crean nuestros queridos lectores, que la lista de absurdos y disparates como consecuencia de tan original interpretación del pasaje bíblico en cuestión, se acaban con eso ¡de ninguna manera! Y si no, vean el problema que se presentaría si ello fuera como nos dicen que es. Aceptemos, tal y como nos dicen esos señores, que desde Jesús en adelante y hasta el día de hoy, todos los bautizados en su Nombre han sido declarados Hijos de Dios y por tanto, participantes de esa primera resurrección; que además, todas esas personas citadas en estos tres ejemplos que les hemos dado (el malhechor, Juan el Bautista y todos los notables del AT), al no ser merecedoras de esa segunda resurrección de destrucción eterna, lógicamente solo podrían participar de esa primera resurrección y que, recordemos, solo es para los que han de reinar con Cristo. Luego lo que nos sale de ahí, es que la cantidad de esos co-gobernantes con Cristo en dicho reino, sería cuasi sideral, cuantitativamente hablando; de hecho, ya uno de esos autores, Mario Olcese, la ha cuantificado como de “millones, miles de millones”. Pero claro, de ser esto así, ya se nos plantea y como hemos apuntado, otro problema, porque cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, dijo algo que no estaba muy de acuerdo con esa idea de una cantidad casi astronómica de gobernantes asociados:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Ahora bien, puesto que solo es razonable pensar, que usted tiene una ligera idea de lo que es un “rebaño pequeño” y que habría que pensar por otra parte, que Jesús también sabía de qué iba la cosa, o sea, que conocería el significado del término “pequeño”, poco más habría que hablar. Luego lo que vemos es que aquí hay algo que no cuadra, máxime cuando dicho texto nos señala, que es “al Padre”, el que se complace en dar dicho reino a un pequeño grupo de personas, puesto que según Jesús, él no podía hacer nada por su propia cuenta:
“No puedo hacer ni una sola cosa por mi propia iniciativa.….. ” (Juan 5:30a).
Luego entonces ¿sería Jehová el equivocado, como responsable último de tal afirmación? Categóricamente no, por lo tanto solo queda una opción: los equivocados son todos esos señores que dicen semejantes disparates, porque hay algo en que estaremos todos de acuerdo (suponemos): y es que hay una diferencia abismal, entre lo que razonablemente se entiende como un “rebaño pequeño” (los que fueren) y lo que se entiende por “millones, miles de millones” y que podría ser cualquier cosa, menos un rebaño pequeño ¿o no es así? Luego ¿quién tiene razón, Jehová o esos señores? Y excusamos decir que agradeceríamos una respuesta, aunque solo sea por aquello de saber a quién tenemos que hacer caso.
Pero sin embargo y aunque esos caballeros no lo acepten, Jehová sí se preocupó (evidentemente con algún propósito, pensamos nosotros) de que en su Palabra se incluyera un pasaje que nos da un número concreto de los que con Cristo han de reinar:
“Y vi, y ¡miren!, el Cordero de pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre. (…… ) Y están cantando como si fuera una canción nueva delante del trono y delante de las cuatro criaturas vivientes y de los ancianos; y nadie pudo dominar aquella canción sino los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra.” (Rev. 14:1; 3).
Y si bien dicha cantidad se ajusta perfectamente al sentido de lo mencionado sobre un rebaño pequeño, la mayoría de dichos “entendidos”, la rechazan afirmando que se trata de una cantidad “simbólica”. Pero es que resulta, que mientras en el registro bíblico se nos habla de una cantidad determinada (también en Rev. 7:4), en ningún lugar se nos dice en cambio, ni implícita ni explícitamente, nada parecido a un supuesto simbolismo de dicho número: eso se lo inventan ellos. Y si no, que demuestren lo contrario, mediante señalar los oportunos pasajes bíblicos que prueben lo contrario de lo que nosotros afirmamos: nosotros mostramos textos; ellos simples afirmaciones sin apoyo bíblico...... entonces ¿qué es realmente lo que pasa? Pues sencillamente que no entienden y en lugar de ajustar su punto de vista a lo expresado en las Escrituras, pretenden que estas, se ajusten a su manera de ver las cosas, aunque para ello tengan que sacar los textos de su contexto natural o de retorcerlos hasta decir basta. O sea y resumiendo, están impartiendo falsas enseñanzas. Y si nos lo permiten y para una mayor comprensión de cómo serán las cosas, acerca de la resurrección, les sugerimos considerar un artículo que publicamos el 10/06/10, titulado “Juan 5:28-29”; aunque no descartamos próximamente, escribir de nuevo algo más sobre el tema.
Y en fin, nosotros ahí lo dejamos, esperando que alguien tenga a bien aclarar y para general conocimiento, los problemas que hemos dejado planteados y que son lógica consecuencia de un mal entendimiento, no solo del texto bíblico, sino lo que es peor, del entero propósito de Jehová para con su creación. Y ya saben, ese asunto nos concierne a todos y por ello una vez más, nos permitimos recomendarles que no se fíen de nosotros, que usen su propio ejemplar de las Escrituras, que comparen lo dicho con lo que en ellas lee y a partir de ahí, saquen sus propias conclusiones.
MABEL
domingo, 25 de julio de 2010
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