¿Qué es, realmente, el Reino de Dios?
Acabamos de leer un nuevo artículo publicado en el blog de Apologista y que empieza con la siguiente frase: “Mucha gente ha oído el término “Reino de Dios”, pero pocos realmente entienden lo que es.” Y siendo cierto que son muchos los que nos hablan del Reino de Dios, también es cierto que uno de los que más se distinguen es esa labor pedagógica, es Apologista Mario Olcese, a través de todos sus blogs. Dicho esto y que es de justicia reconocer, manifestamos que estamos totalmente de acuerdo con el sentido de la afirmación de la frase transliterada: pocos entienden que es el reino de Dios y por lo cual se nos viene a la mente una duda, que bien pudiera sorprenderles: ¿Entiende el autor de ese artículo que es el Reino de Dios? Y formulamos la pregunta de esa manera, sin dirigirnos a nadie en concreto, porque dicho artículo no está firmado y por lo tanto desconocemos su autoría; y aunque el hecho de esté publicado en el blog de Mario, alguna responsabilidad le conferirá a él, suponemos, de todas formas evitaremos el personalizar. El título del mismo y del que le aconsejamos su lectura, para que pueda considerar lo acertado o no de nuestra objeción, es el siguiente: “El Reino de Dios y el Nuevo Nacimiento”.
Ahora bien, si tuviéramos que responder a la pregunta que hemos formulado y a la luz de lo publicado en ese artículo, tendríamos que afirmar que dicho autor no tiene demasiada idea de lo que está hablando, o sea, no sabe que es el Reino de Dios. Porque en este artículo, se establece una relación directa entre el Reino y un nuevo nacimiento (espiritual, se entiende), cuestión que nada tiene que ver con la realidad de lo que realmente es dicho reino, absolutamente nada que ver. La idea de esa relación, tiene como causa un disparatado argumento que circula por ahí y que es aceptado por la inmensa mayoría de los autores bíblicos que publican en Internet y seguramente en otros medios y es que según los defensores de la susodicha idea, cuando uno se bautiza mediante inmersión y en el nombre de Jesucristo, automáticamente y de forma inmediata, es ungido con el Espíritu Santo y ya reconocido como Hijo de Dios, lo cual lo convierte en hermano de Cristo y en consecuencia, coheredero del Reino de Dios...... lo que a su vez significa, que la tal persona va a gobernar como rey y sacerdote junto a Jesucristo, en ese reino milenio. Eso es lo que se conoce como “el nuevo nacimiento” y cuya base está en unas palabras que pronunció Jesús en su momento:
“En respuesta, Jesús le dijo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. 4 Nicodemo le dijo: “¿Cómo puede nacer el hombre cuando es viejo? No puede entrar en la matriz de su madre por segunda vez y nacer, ¿verdad?”. 5 Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:3-5).
Y aunque es cierto que en este pasaje se mencionan dos elementos, como son el agua y el espíritu, de ninguna manera nos dan a entender las palabras de Jesús, algo parecido a un supuesto derramamiento automático del segundo, después de haber llevado a cabo el primero, o sea, el bautismo en agua, ya que son dos cosas totalmente distintas y separadas. De tal modo, que si una persona decide bautizarse en agua, es una decisión soberana y que implica únicamente la manifestación pública de una decisión personal e intima: hacerse seguidor de Jesucristo. Pero el recibir el bautismo del Espíritu Santo, no tiene nada que ver con la decisión de uno, como parece darse a entender en el citado artículo, en el segundo párrafo del mismo:
“La venida del reino de Dios es el mensaje que Dios quiere transmitir a cada persona en la tierra. La cuestión crucial es – ¿quieres ser parte del reino?”
Y aunque la pregunta es tentadora, está muy lejos de la realidad ya que si bien uno puede decidir el cuándo, cómo y dónde de su bautismo en agua (nacer del agua), no es así con el ser bautizado o “ungido” con Espíritu Santo (nacer del espíritu) y que depende exclusivamente de que en un momento determinado, Jehová decida elegir a uno o no, para determinada comisión y que en este caso, sería la de gobernar con Cristo. (Rom.9:8-18). Pero de automatismo, entre una cosa y la otra, no creemos que sea razonable hablar, máxime cuando hay ejemplos bíblicos que muestran lo contrario, como veremos a continuación.
En el relato del capítulo de Hechos 8, se nos habla que a raíz de una gran persecución, la mayoría de los creyentes de Jerusalén, excepto los apóstoles, fueron esparcidos por distintas áreas geográficas. Uno de ellos, un tal Felipe, llegó hasta Samaria en donde continuó, por supuesto, predicando el evangelio:
“Felipe, uno de estos, bajó a la ciudad de Samaria y se puso a predicarles al Cristo. 6 Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados. 8 De modo que llegó a haber mucho gozo en aquella ciudad.” (Hech. 8:5-8). Pero ahora prestemos atención al versículo 12: “Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres.”
Evidentemente, Felipe los bautizó en el nombre de Jesucristo que era en quién habían creído, pero sin embargo, no recibieron el Espíritu Santo de forma automática después de su bautismo en agua; luego, sencillamente habían “nacido del agua” y punto. Lo recibieron algún tiempo después y en una ceremonia que nada tenía que ver con el bautismo en agua; veamos como se nos cuenta solo unos versículos más adelante:
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo. 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo.” (Hech. 8:14-17).
Y de aquí, podemos sacar algunas conclusiones: en primer lugar, que el Espíritu Santo de adopción como Hijo de Dios, no se recibía de ninguna manera de forma automática después del bautismo en agua; en segundo lugar, que solo podía ser transmitido por los apóstoles mediante la oración y posterior imposición de manos; en tercer lugar, que aunque otras personas como Felipe sí poseían dicho espíritu y que les permitía realizar obras poderosas, no podían sin embargo, transmitirlo a otros: eso solo lo podían llevar a cabo los doce apóstoles de Jesús (y posteriormente Pablo) y en cuarto lugar (probablemente), que no todos los bautizados en el nombre de Jesús, llegaron a ser receptores de dicho Espíritu Santo. Y entendemos que esto es así, porque los apóstoles y por razones de movilidad de la época, no pudieron llegar a todos los sitios a los que fueron esparcidos los creyentes (como Felipe en el caso de Samaria) y por tanto, las personas de esos lugares distantes, que también hubieran aceptado al Señor y bautizado en su nombre, no pudieron recibir la imposición de manos de los apóstoles y por tanto, no pudieron recibir ese don. O sea, fueron bautizados en agua (nacieron del agua), pero no fueron bautizados con el Espíritu Santo (luego no nacieron del espíritu).
Y que esto es así, nos queda probado por un relato en el que también está implicado el tal Felipe, porque según nos cuenta Hechos 8:26-40, este fue dirigido por el ángel de Jehová, a un encuentro con cierto personaje importante:
“Sin embargo, el ángel de Jehová habló a Felipe y dijo: “Levántate y ve hacia el sur, al camino que baja de Jerusalén a Gaza”. (Este es un camino por el desierto árido.) 27 Ante aquello, él se levantó y se fue y, ¡mira!, un eunuco etíope, hombre en poder bajo Candace reina de los etíopes y que estaba sobre todo el tesoro de ella.”
Para resumirlo, diremos que después de una convincente explicación y ante la presencia de cierta cantidad de agua que permitiría un bautismo por inmersión, dicho personaje solicito el ser bautizado:
“35 Felipe abrió la boca y, comenzando por esta Escritura, le declaró las buenas nuevas acerca de Jesús. 36 Entonces, siguiendo por el camino, llegaron a cierta masa de agua y el eunuco dijo: “¡Mira! Agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?”. 37 (......) 38 Con eso, mandó parar el carro y ambos bajaron al agua, tanto Felipe como el eunuco; y él lo bautizó. 39 Cuando hubieron subido del agua, el espíritu de Jehová prontamente condujo a otro lugar a Felipe y el eunuco no lo vio más, porque siguió su camino regocijándose.” Bien, es obvio que el bautismo se realizó en el nombre de Jesús y recordemos, que Felipe no tenía el poder de transferir el Espíritu Santo de adopción y que según el relato, el personaje en cuestión “siguió su camino” hacia Etiopía. Por lo cual podríamos concluir que obviamente, no recibió el bautismo en Espíritu Santo, al no entrar en contacto con aquellos que sí podían transferirlo, como eran los apóstoles. Luego este hombre “nació del agua”, pero no “nació del espíritu” y no por ello, dejo de ser un cristiano acepto. Otro ejemplo de que el bautismo en agua no implicaba de ninguna manera, la unción directa y automática del citado espíritu de adopción, lo tenemos en Hechos 19:1-7:
“En el transcurso de los sucesos, mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo pasó por las partes del interior y bajó a Éfeso y halló a algunos discípulos; 2 y les dijo: “¿Recibieron espíritu santo cuando se hicieron creyentes?”. Ellos le dijeron: “¡Si nunca hemos oído si hay o no espíritu santo!”. 3 Y él dijo: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?”. Dijeron: “En el bautismo de Juan”. 4 Pablo dijo: “Juan bautizó con el bautismo en símbolo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús”. 5 Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. 7 En conjunto, eran unos doce varones.”
Vemos entonces, que solo cuando Pablo les impuso las manos, no cuando fueron bautizados en agua, recibieron dicho espíritu y empezaron a realizar portentos y señales. Luego vemos que esa enseñanza del automatismo, por llamarla de alguna manera, no tiene base bíblica.
Aclarado este punto, volvamos al artículo del Sr. Olcese e intentemos averiguar, que es el reino para el autor del mismo; y decimos lo de intentar averiguar, porque en toda su larga exposición, ha sido incapaz de explicarnos que es el Reino de Dios...... mucho repetir que Jesús lo predicó; que los apóstoles lo predicaron también; que Juan el Bautista también lo predicó, etc., etc., pero nada más. Y para algo que dice acerca del mismo, pues como que no nos convence mucho y si no, vean esta frase, sacada de dicho artículo:
“Es en ese momento que Jesucristo vuelve y lucha por la nación de Israel, y se apodera del mundo. Este pasaje dice que el Señor será rey sobre toda la tierra. Ese es el Reino de Dios. En aquel día habrá un solo Señor, y uno su nombre. Ahora bien, esto es tan importante que queremos mostrarle varias otras escrituras que de algún modo dicen lo mismo.” (Negritas nuestras).
Entonces ¿eso es el Reino de Dios? Pero veamos más adelante, en donde el mismo autor se formula una pregunta y a la que da respuesta:
“La gran pregunta es, cuando predicamos el reino de Dios, ¿qué decimos? ¿Describimos el reino de Dios como que los gobiernos humanos son quitados y Jesús comienza a reinar como Rey de reyes y Señor de Señores en lugar de esos gobiernos depuestos? Ahora, esa es nuestra esperanza.” (Negritas nuestras).
Pero es que prescindiendo que estos sucesos ocurrirán, tampoco eso es el Reino de Dios, porque el reino es otra cosa. Lo que ocurre y como pueden comprobar, si continúan la lectura de dicho escrito, es que para la mayoría de esos señores, defensores a ultranza de lo que hemos denominado, la teoría del “automatismo”, el Reino de Dios consiste simplemente en el que ellos puedan gobernar junto a Cristo. Eso es lo que significa dicho reino para ellos y lo prueba el hecho de que en toda su larga exposición, dicho autor ha sido incapaz de explicar (como casi todos), qué realmente es el Reino de Dios. Solo establece la relación del reino, con el “nacer de nuevo”, lo que permite acceder a un puesto de gobernante en el mismo y lo cual, siendo cierto, se convierte en un disparate cuando se aplica de forma automática e indiscriminada, para todos aquellos que se bautizan en el nombre de Jesucristo. Pero no se preocupen que nosotros les explicaremos que es el reino y de paso, usted entenderá cómo se va a beneficiar de que el mismo sea instaurado.
El nefasto error que cometen la inmensa mayoría de los que escriben acerca del Reino de Dios, es el que lo convierten en un fin en sí mismo y no en el medio que es. O sea, que con llegar a ser gobernantes en dicho reino, ya se ha alcanzado el objetivo perseguido por dicho reino. Pero es que eso de ninguna manera es así, porque realmente dicho reino, es solo un instrumento que Jehová usa para la consecución de su propósito: la restauración de todas las cosas:
“…... a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:21).
Ahora bien, la restauración ¿de qué cosas? Pues de todas aquellas que perdieron nuestros primeros padres Adán y Eva, cuando se rebelaron contra su Creador.
Y es que para cuando Adán y Eva, pecaron contra su Creador, inmediatamente Jehová puso en marcha un plan que implicaría a determinados personajes, así como determinados instrumentos necesarios para lograr llevar a cabo el Plan Divino. Por ejemplo, entre los personajes destacan Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, entre otros y destacando con luz propia, evidentemente, Jesucristo. Entre los instrumentos tenemos a la propia nación de Israel; la Ley dada a través de Moisés; el sacrificio de Jesús fue también, por calificarlo de alguna manera, otro instrumento necesario; el tiempo requerido para la consecución gradual de todos esos peajes como logros necesarios y como último instrumento a usar, tenemos el reino: un período de mil años regido por un gobierno divino y en donde acontecerán cosas inimaginables para la mente humana. Y para ello, Jehová tuvo que llevar a cabo ciertos preparativos: tuvo que escoger un rey, plenamente probado y digno merecedor de tan alto ministerio y que llegó a ser Jesucristo; posteriormente y mediante la predicación de los tiempos de Jesús, se fueron seleccionando de forma progresiva a miembros de ese gobierno y que también tuvieron que ser probados cabalmente para hacerse dignos de dicho privilegio y finalmente, se tuvo que decidir el tiempo adecuado para poner a funcionar dicho reino. Y ese período de tiempo adecuado, coincide con los tiempos en que nosotros estamos viviendo, o sea, que es en nuestros días cuando se ve a producir la instauración del citado reino, bajo ese gobierno de corte divino; pero veamos qué cosas son las que se van a llevar a cabo durante el regir de ese gobierno dependiente de Jehová, para beneficio de millones de personas:
Cesarán las guerras
Sal. 46:9: “Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego.”
Isa. 2:4: “Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”
Habrá paz abundante
Sal. 72:7: “En sus días el justo brotará y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea.”
Salmo 37:9-10: “Y solo un poco más de tiempo y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar y él no será. 11 Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”
Cesará el hambre en el mundo
Sal. 72:16: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.”
Isa. 25:6: “Y Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos, en esta montaña, un banquete de platos con mucho aceite, un banquete de vino mantenido sobre las heces, de platos con mucho aceite, llenos de médula, de vino mantenido sobre las heces, filtrado.”
Isa. 49:10: “No padecerán hambre, ni padecerán sed, ni los herirá calor abrasador ni sol. Porque Aquel que tiene piedad de ellos los guiará y junto a los manantiales de agua los conducirá.”
La salud será restaurada
Isa. 33:24: “Y ningún residente dirá: “Estoy enfermo”. La gente que more en la tierra constará de los que habrán sido perdonados por su error.”
Isa. 35:5-6: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría.”
Job 33:25: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.”
La habitabilidad de la Tierra será restaurada
Isa. 35:6-7: “…..Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.”
Rev. 11:18b: “….. y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”
Nada causará disturbio alguno
Isa. 11:6-9: “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”
La muerte dejará de existir
Isa. 25:8: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro. Y el oprobio de su pueblo quitará de toda la tierra, porque Jehová mismo lo ha hablado.”
1 Cor. 15:26: “Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a nada.”
Rev. 21:3-4: “Con eso, oí una voz fuerte desde el trono decir: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad y él residirá con ellos y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. 4 Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”
La resurrección de los muertos
Dan. 12:2: “Y habrá muchos de los que están dormidos en el suelo de polvo que despertarán, estos a vida de duración indefinida y aquellos a oprobios y a aborrecimiento de duración indefinida.”
Juan 5:28-29: “No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación.”
Hech. 24:15: “…… y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”
Pues bien, eso es el Reino de Dios y no otra cosa, como queda probado en el siguiente pasaje bíblico y en donde se pretendió dar un pequeño vislumbre de algo mucho más grande, que ese reino que se estaba anunciado, tendría que hacer en un futuro lejano aún:
“Al ir, prediquen, diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”. 8 Curen enfermos, levanten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Recibieron gratis; den gratis.” (Mat. 10:7-8).
Luego la consecuencia inmediata del acercamiento de ese reino anunciado, era el que los muertos eran levantados; las enfermedades curadas; los leprosos sanados; los demonios y con ellos sus nefastas consecuencias, expulsados. O sea y como hemos mencionado, una visión por adelantado de los logros que se llevarían a cabo cuando dicho Reino fuera instaurado aquí en la Tierra. Y para anunciar eso, es para lo que Jesús fue enviado:
“Pero él les dijo: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43).
Entonces Jesús no fue enviado para decirnos que todos sus seguidores, tendrían como fin último el gobernar con él como perfectos e inmortales Hijos de Dios y en calidad de reyes y sacerdotes en dicho reino, porque eso no forma parte del propósito de Dios para el ser humano...... de lo contrario ¿eu quiénes se llevaría a cabo la citada restauración anunciada por Jesús y los profetas, si todos nos levantáramos como ya perfectos e inmortales Hijos de Dios? Y es que eso no puede ser, ya que tanto Jesucristo, como sus gobernantes asociados (un grupo reducido además, no lo olvidemos, según Luc. 12:32), solo son parte de ese instrumento que Jehová utilizará para dar adelanto a su Plan Divino de restauración y no el fin en sí mismo. Además, ese reino y su gobierno no pueden ser un fin en sí mismos, porque una vez haya cumplido con su misión restauradora al final de los mil años, como tal instrumento desaparecerá de la escena:
“En seguida, el fin, cuando él entrega el reino a su Dios y Padre, cuando haya reducido a nada todo gobierno y toda autoridad y poder. 25 Porque él tiene que reinar hasta que Dios haya puesto a todos los enemigos debajo de sus pies. 26 Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a nada. 27 Porque Dios “sujetó todas las cosas debajo de sus pies”. Mas cuando dice que “todas las cosas han sido sujetadas”, es evidente que esto es con la excepción de aquel que le sujetó todas las cosas. 28 Pero cuando todas las cosas le hayan sido sujetadas, entonces el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas para con todos.” (1 Cor. 15:24-28).
Y esa es toda la historia resumida: el reino es un espacio de tiempo que dura mil años, regido por un gobierno auspiciado por Jehová y mediante el cual sucederán aquí en la tierra, las más maravillosas transformaciones que jamás ser humano haya podido imaginar. Cumplida su misión restauradora, por parte de ese gobierno, de nuevo el ser humano, gozando de la misma perfección que en su día disfrutaron Adán y Eva, pasará a enfrentarse a la prueba final:
“Ahora bien, luego que hayan terminado los mil años, Satanás será soltado de su prisión 8 y saldrá a extraviar a aquellas naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para la guerra. El número de estos es como la arena del mar. 9 Y avanzaron sobre la anchura de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descendió fuego del cielo y los devoró. 10 Y el Diablo que los estaba extraviando fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde ya estaban tanto la bestia salvaje como el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.” (Rev. 20:7-10).
Luego de nuevo el ser humano tendrá que decidir a quién seguir: si a Jehová como su Creador y dador de vida, o a su enemigo y opositor Satanás. Ya el registro bíblico nos adelanta que los que tomarán la misma senda equivocada de nuestros primeros padres y se dejarán extraviar, serán numerosos como “la arena del mar”. Pero en esta ocasión, serán destruidos inmediatamente: “Pero descendió fuego del cielo y los devoró”, mientras que aquellos que se hayan mantenido fieles, tendrán ante sí la maravillosa perspectiva de vivir eternamente en un hermoso entorno, donde la paz y la felicidad, serán las constantes eternas. Y así y de una vez por todas, se habrá resuelto la cuestión de la Soberanía Universal...... luego cumplida su comisión restauradora, dicho reino cesa como tal, cuando Jesucristo entrega de vuelta a su Dios y Padre el fruto de su trabajo: una humanidad, de nuevo restaurada a la perfección.
Y esa es la manera como nosotros entendemos, que se pueden resumir “las buenas nuevas del reino” que vino a predicar Jesús. Y decimos esto, porque hay un texto que nos prueba que Jesús no pudo predicar otra cosa:
“……a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:21).
Ahora bien, la restauración ¿de qué? pues de todas las cosas de que “habló Dios por boca de sus santos profetas” ¿y de que hablaron esos profetas? Pues de las cosas que nosotros les hemos explicado, mostrándoles los oportunos textos en donde se citan y en donde queda claro, que en ninguno de ellos se dice nada que indique que el destino final del hombre sea el de reinar con Cristo, sino el de devolver a la humanidad a las condiciones paradisíacas de su inicio. ¿O no es así?
Luego ¿de dónde sale la que hemos calificado como “teoría del automatismo” y que nos tiene que hacer a todos Hijos de Dios? Pues de una disparatada interpretación de Juan 5:28-29 y que para que tenga una cumplida explicación acerca de ello, nos permitimos recomendarle un artículo que publicamos en este mismo blog, el 10 de Junio pasado y que lleva precisamente este título: “Juan 5:28-29”, en donde hallará suficiente información (creemos) que le ayudará a comprender todo lo relacionado con este tema que hoy le planteamos. Y ya sabe, el mejor método para llegar a la verdad, continúa siendo la investigación personal y dado lo que está en juego (su futuro eterno), entendemos que realmente merece la pena un pequeño esfuerzo ¿no lo cree así?
MABEL
viernes, 9 de julio de 2010
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