miércoles, 21 de julio de 2010


Usted…… y el Paraíso

Eso es como estar en el Paraíso” ¿Ha pronunciado u oído pronunciar alguna vez, semejante expresión? Y por si no fuera el caso, algo bastante improbable, le aclararemos que con ella se pretende manifestar una situación de gran bienestar, exenta de perturbación o motivo de inquietud alguna. Y es normal el intentar establecer dicha relación, porque el ser humano fue creado con esa perspectiva, tanto es así, que los inicios de la familia humana, tuvieron lugar en lo que conocemos como “El paraíso terrenal”. En el primer libro de la Biblia, leemos lo siguiente sobre la creación del hombre:

Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida y el hombre vino a ser alma viviente. Además, Jehová Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este y allí puso al hombre que había formado.” (Gén. 2:7-8).

El nombre “Edén” significa “Placer”, de modo que el jardín de Edén era un espacioso parque de placer, con una multitud variada de hermosos rasgos y contrastes. Por otra parte, la palabra “paraíso” proviene del griego y el término griego se refiere a un jardín que se asemeja a un parque. La palabra griega que se da como traducción del sustantivo hebreo “gan” (que significa jardín), es “pa-rá-dei-sos”. La porción de las Escrituras de Mateo a Revelación se escribió en griego y esa por lo tanto, fue la palabra griega que se usó para indicar lo que Jesús dijo, mientras sufría la pena de muerte colgando de un madero (o cruz) de tormento en el Calvario, el 14 de Nisán del año 33 E.C.

En aquel momento, dos malhechores yacían fijados en sendos instrumentos de ejecución, uno a cada lado de Jesús. Uno de ellos, viendo como el otro estaba injuriando a Jesús y después de haberle recriminado al segundo su despectiva e irreverente actitud, se volvió hacia el Hijo de Dios y le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino” y manifestando así, su fe en que Jesús, aunque colgaba agonizante a su lado, sería el futuro rey de un reino por venir (Luc. 23:42). Aquel delincuente, además, creía que Jesucristo era inocente y que no merecía el brutal castigo de ser fijado en un madero hasta la muerte y en deshonra pública (Luc. 23:41). Y por su solicitud, el delincuente en cuestión, no solo mostró que creía que Jesús sería resucitado de entre los muertos y entraría a tomar posesión de su reino, sino que también mostró fe en que él mismo podría tener una resurrección y que Jesús lo llamaría de entre los muertos, favoreciéndolo de nuevo con la vida aquí en la Tierra.

Y no se estaba equivocando, ya que cuando Jesús le dijo: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso” (Luc. 23:43), indicó que aquel malhechor arrepentido sería resucitado; esto tiene que haber sido un verdadero consuelo para aquel delincuente que manifestó de forma espontánea tal fe. Pero para que la resurrección de aquel hombre tuviera lugar, Jesús tendría que ser resucitado antes y entonces, por el poder que Dios le daría para resucitar a otros (ya lo había manifestado en el caso de Lázaro), Jesús llamaría de nuevo a la vida, entre otros, a este malhechor el día en que el mundo de la humanidad experimentara la resurrección (Hech. 24:15). Ahora bien, la idea de la resurrección, tiene otras connotaciones y quizás sea necesario aclararlas, para tener una idea exacta de qué realmente es el paraíso del que habló Jesús. Una de ellas y de alguna manera, la más importante, tiene que ver con la absurda interpretación que la mayoría de los estudiosos de las Escrituras hacen de Juan 5:28-29 y que distorsiona en grave manera, lo que realmente es la resurrección y el papel que tiene dicha resurrección en el Plan de Dios. Según ellos, en este pasaje se nos dice que de las dos resurrecciones mencionadas, la primera es la de los salvos y que según Rev. 20: 6, está reservada exclusivamente para aquellos que han de gobernar con Cristo en el Reino milenario:

Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”

Y la segunda, a producirse al final del milenio, para juicio y destrucción eterna en el “lago de fuego” (Rev. 20:15) de los impíos, o sea, de aquellos que no gocen del favor del Altísimo. Pero si esto fuera así, dejaría sin contenido al período de mil años del reinado de Cristo, porque ¿sobre quién gobernarían como reyes y sobre quiénes ejercerían su labor sacerdotal, los personajes citados en Rev. 20:6?

Pero es que además, ese relato de Jesús con el malhechor, nos crea un problema, o mejor dicho, les crea un problema de difícil solución, a los citados “entendidos” en las Escrituras y es el siguiente: ese malhechor, aunque arrepentido, no pudo acceder a los dos requisitos básicos e imprescindibles, para formar parte de esa primera resurrección y a los que señaló Jesús, según Juan 3:5:

Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”

Por lo tanto y dado que el citado malhechor y por razones obvias, no reunía dichos requisitos, no puede estar en esa primera resurrección. Pero también es cierto, que tampoco puede tener parte en la segunda para destrucción eterna, ya que un Jesús agonizante, le aseguró que estaría con él en el paraíso. Y si bien esto causa un tremendo problema a esos “preclaros” intérpretes bíblicos, porque no sabemos al final (ni ellos tampoco, por supuesto) en dónde colocan al citado personaje, abre sin embargo un esperanzador futuro a otros muchos: la posibilidad de disfrutar en un futuro muy cercano de la vida en dicho paraíso y en calidad de súbditos del reino de Dios. Veamos entonces, de que se beneficiarán los que estén allí.

Los tales beneficios tendrán que ver, por ejemplo, con un tiempo de paz inimaginable:

Salmo 37:11: “Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”

Salmo 72:7: “En sus días el justo brotará y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea.”

Isaías 9:6: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el regir principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

Ahora bien, es obvio que para ello no tendrían que existir las guerras ¿verdad? Pues vean cual es la promesa de Jehová:

Salmo 46:9: “Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego.”

Miqueas 4:3: “Y él ciertamente dictará el fallo entre muchos pueblos y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”

Por otra parte, sería muy difícil gozar de esta paz a plenitud, si uno estuviera afectado por alguna enfermedad, defecto físico o por la misma vejez, que tantas limitaciones nos impone. Pues no se preocupe, porque también eso será atendido:

Isaías 33:24: “Y ningún residente dirá: “Estoy enfermo”. La gente que more en la tierra constará de los que habrán sido perdonados por su error.”

Isaías 35:5-6: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría..….”

Job 33:25: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.”

Pero quizás alguien se pregunte, que como se podrá disfrutar a cabalidad de esas bendiciones, cuando vemos por toda la tierra una desertización galopante; sequías brutales; mares, ríos, lagos y otras diversas fuentes de agua contaminadas; la protectora capa de ozono, quebrantada y tantos y tantos otros aspectos nocivos que afectan directamente nuestra calidad de vida. Pero de nuevo no se preocupe, que Jehová también tiene en cuenta esta circunstancia:

Isaías 35:6-7: “…... Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.”

Rev. 11:18: “…… y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”

Y no pase cuidado, que esa paz que Jehová le ofrece, no se verá ensombrecida por la falta de un trabajo remunerador y satisfaciente, de una vivienda apropiada o de carencia alguna de alimentos, con los que sustentar su vida y la de sus seres queridos:

Isaías 65:21-22: “Y ciertamente edificarán casas y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.”

Miqueas 4:4: “Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.”

Salmos 72:16: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.”

Tan abundante y completa será esta paz proveniente de nuestro Dios Jehová, que se extenderá también al reino animal y a la relación de este con el hombre:

Isaías 11:6-8: “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”

Pero por otra parte, ¿no sería lamentable que esas bendiciones se acabaran con la muerte de uno? Por supuesto y por eso mismo, la muerte tampoco existirá:

Isaías 25:8: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro. Y el oprobio de su pueblo quitará de toda la tierra, porque Jehová mismo lo ha hablado.”

1 Cor. 15:26: “Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a nada.”

Rev. 21:4: “Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”

Luego entonces, ¡cuánto echaremos de menos en medio de esas felices circunstancias, a aquellos seres queridos que en su día perdimos en la muerte! Pero un momento: recuerde que la esperanza del malhechor ajusticiado al lado de Jesús, se basaba precisamente en la creencia de una resurrección, luego ¿sería razonable el pensar en que se produzca tal milagro? Bueno, ciertamente ya se produjo en el pasado y no solo en la propia resurrección de Jesucristo, pues hasta donde sabemos del relato bíblico, tanto los profetas Elías, como Eliseo, así como el apóstol Pedro y posteriormente Pablo, sin olvidarnos del propio Jesús, tuvieron que ver con el traer de nuevo a la vida a otras personas que en su momento habían fallecido. Pues bien, Jehová se propone llevar a cabo dicho milagro, pero en una escala sin precedentes:

Daniel 12:2: “Y habrá muchos de los que están dormidos en el suelo de polvo que despertarán, estos a vida de duración indefinida y aquellos a oprobios y a aborrecimiento de duración indefinida.”

Juan 5:28-29: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”

Hechos 24:15: “…... y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”

Y este, querido amigo, es el paraíso del que Jesús le habló al delincuente que moría a su lado y del que usted podrá disfrutar, si tiene en cuenta un determinado requisito:

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

Sin embargo y dejando parte dicho requisito que le puede abrir las puertas al Paraíso de Dios, es evidente que lo que destaca de dicho pasaje, es el inmenso amor que Jehová le tiene a la caída humanidad, al grado de entregar la vida de Su propio Hijo, como rescate a pagar por todos nosotros:

“…… que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos... de esto ha de darse testimonio a sus propios tiempos particulares.” (1 Tim. 2:6).

Y que si no estamos equivocados, hay un precedente bíblico que prefiguraba esta acción benefactora de Jehová (por medio del sacrificio de Jesús) hacia la humanidad. Veamos: según el relato de Números 21:4-9, en cierto momento de la estancia de Israel en el desierto y tras su salida de Egipto, el pueblo de nuevo mostró una actitud rebelde contra Jehová, así como una brutal falta de aprecio por las provisiones que les proveía, por lo cual Dios tuvo que actuar:

De modo que Jehová envió serpientes venenosas entre el pueblo y estas siguieron mordiendo a la gente, de modo que murió mucha gente de Israel.” (Verso 6).

Cuando el pueblo, arrepentido de su actitud, de nuevo recurrió a su Dios, vean la solución que Jehová les ofreció:

Por fin el pueblo vino a Moisés y dijo: “Hemos pecado, porque hemos hablado contra Jehová y contra ti. Intercede con Jehová para que quite las serpientes de sobre nosotros”. Y Moisés se puso a interceder por el pueblo. 8 Entonces Jehová dijo a Moisés: “Hazte una culebra abrasadora y colócala sobre un poste-señal. Y tiene que suceder que, cuando cualquiera haya sido mordido, entonces tiene que mirarla y así tendrá que mantenerse vivo”. 9 Moisés en seguida hizo una serpiente de cobre y la colocó sobre el poste-señal; y en efecto sucedió que si una serpiente había mordido a un hombre y él fijaba la vista en la serpiente de cobre, entonces se mantenía vivo.” (Versos 7-9).

¿Y cuál era la cuestión envuelta en dicho asunto? Pues que ejerciendo confianza en la Palabra de Jehová dada a Moisés y usando el medio que Dios había puesto, en ese caso la imagen de una serpiente de cobre, uno podía seguir manteniéndose con vida a pesar de ser mordido por una serpiente venenosa. Y eso prefiguro, lo que posteriormente significó el sacrificio redentor de Jesucristo: mediante ejercer fe en él como el medio usado por Jehová y en su sacrificio expiatorio, uno conseguiría mantenerse con vida a pesar de la “mordedura” fatal del pecado, aunque circunstancialmente y por diferentes causas, llegara a morir:

Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir.” (Juan 11:25).

Ahora bien, pero…… ¿para cuándo ese paraíso? Veamos: dicha venida del Paraíso, está indisolublemente relacionada con la instauración del reino de Dios aquí en la Tierra y que Jesús nos enseñó a pedir en la popularmente conocida como la “oración modelo”:

“…... Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:10).

Y ello está sujeto a dos cuestiones básicas ¿cuándo se instaurara el reino y que es lo que hará dicho reino? El cuándo, se encuentra en la respuesta que Jesús dio a sus discípulos, a la siguiente pregunta:

“…... Dinos: ¿cuándo serán estas cosas y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3).

En dicha respuesta, Jesús dio una serie de señales, que marcarían la proximidad del establecimiento de dicho reino (Mat. 24; Mar. 13 y Luc. 21). Pues bien, el cumplimiento de muchas de ellas y los tiempos agitados en los que vivimos, nos indican que nuestros días, son los señalados para tal acontecimiento (Luc. 21:26)…… luego la cosa está muy cerca.

Ahora bien, ¿qué es, lo que hará dicho reino? Veamos que nos dice Hechos 3:21:

“…... a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.”

Este pasaje nos está hablando de Jesucristo y relacionándolo con el establecimiento aquí en la Tierra del citado reino y por tanto debemos de entender, que su comisión como Rey gobernante, tiene que ver con la restauración de todas las cosas. Pero ¿de qué cosas, se podría preguntar usted? Pues de todas aquellas que se perdieron como consecuencia del pecado del primer hombre, Adán y de las que acabamos de mencionarle, señalándoselas con los respectivos textos de apoyo. Pero volvamos de nuevo a Juan 3:16.

En 1 Cor. 15:45, el apóstol Pablo, bajo inspiración, llama a Jesús “el último Adán”. Eso indica que Dios se ha mantenido fiel a su propósito original respecto a la Tierra y que alguien cumplirá el propósito que el primer Adán no cumplió: convertir la Tierra en un paraíso; también según Pablo, Jesús suministró un “rescate correspondiente” (1 Tim. 2:6). Recordemos que el propio Jesucristo había dicho: “Así como el Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mat. 20:28) y siendo de este modo, que se hizo posible que los que ejercieran fe en Jesucristo, se les ofreciera la posibilidad de adquirir la vida eterna (Juan 3:16). Cuando Jesús ascendió al cielo después de su resurrección de entre los muertos, pudo presentar ante Dios, para beneficio de la familia humana, el valor de su sacrificio de rescate y habiéndose producido por tanto, uno de los aspectos más importantes, sino el más importante, para la consecución del propósito de Dios. Al mismo tiempo, se habría mostrado lo idóneo de Jesucristo, para ocupar el puesto de Rey nombrado por Jehová, para encabezar el gobierno de ese otro instrumento a usar por el Creador, mediante el cual llevaría a cabo su propósito: el reino de Dios.

Sin embargo, en el propósito de Jehová Dios, también estaba el sacar de entre las naciones “un pueblo para Su nombre” (Hechos 15:14) y que pasaría a conformar, el grupo de aquellos que deberían de gobernar en ese reino junto a Jesucristo, en calidad de reyes y sacerdotes y cuya selección comenzó con los 12 apóstoles de Jesucristo, mediante su ungimiento con Espíritu Santo (Hech.2:1-4). Ya el apóstol Pedro más adelante, concretamente en su primera carta, nos dio más pistas acerca de qué trataba la referencia que Santiago hizo en su momento de dicho “pueblo”:

Pero ustedes son “una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias” de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa.” (1 Ped. 2:9).

Según Rev. 14:1-4, estos conformarían un número determinado de 144.000 y aunque es cierto de que hay fuerte discrepancia en cuanto a la literalidad de ese número, lo cierto sin embargo, es que los llamados a co-gobernar en dicho reino y según palabras del propio Jesús, en cualquier caso resultarían ser un “rebaño pequeño” (Luc. 12:32). Ello se alejaría indudablemente, de la numerosa cantidad (millones, miles de millones), que proponen los defensores del actual entendimiento de Juan 5:28-29. Por otra parte, Jesús dijo a los primeros miembros de su congregación:

Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes.” (Juan 15:16).

Y la razón de que fueran escogidos, aparte de conformar la membresía de una futura gobernación real, tenía que ver con el llevar la delantera en la obra de proclamar el evangelio o buenas nuevas del reino de Dios y que tenían que ver con el paraíso venidero que se extendería, en un futuro lejano, por toda la Tierra bajo la gobernación de ese reino.

Cuando Jesús fue fijado en el madero en 33 E.C., difícilmente parecía posible que alguna vez tuviera un reino, pero él no había estado proclamando noticias erróneas al anunciar una futura restauración del reino de Dios aquí en la Tierra. Por ello, al tercer día de haber sido fijado en el madero, el Originador de ese reino se aseguró de que los discípulos de Jesús no estuvieran orando por un gobierno que no fuera posible y consecuentemente Jehová, resucitó a aquél que lo representaría en ese reino por el cual se oraba (Mat. 6:10) y mostrando de esta manera, lo seguro de su futura instauración:

Porque ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada con justicia por un varón a quien ha nombrado y ha proporcionado a todos los hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos.” (Hech. 17:31).

Jesús sabía que el Creador del primer paraíso en la Tierra, pondría sobre él la comisión de traerlo de nuevo y encargarse de que el jardín global se poblara adecuadamente; en 1 Cor. 15:45, 47, leemos:

Así también está escrito: “El primer hombre, Adán, llegó a ser alma viviente”. El último Adán llegó a ser un espíritu dador de vida. El primer hombre procede de la tierra y es hecho de polvo; el segundo hombre procede del cielo”.

El “último Adán” es a quien Jehová utiliza para restablecer el paraíso aquí en la Tierra y siendo esta la base que sostenía las palabras que Jesús dijo al malhechor arrepentido: “…… estarás conmigo en el Paraíso” (Luc. 23:43). De esta afirmación se desprende, que de nuevo el paraíso será establecido en la Tierra bajo ese reino o gobernación de hechura celestial, en manos del glorificado Jesucristo, “el último Adán”.

Y por supuesto nada que ver con el tan traído y llevado Nuevo Orden Mundial, del que tanto se habla actualmente y propugnado por el hombre: estamos hablando del nuevo “sistema de cosas” procedente de Jehová y del que nos habló Jesús:

Pero Pedro dijo: “¡Mira! Nosotros hemos dejado nuestras propias cosas y te hemos seguido”. 29 Él les dijo: “En verdad les digo: Nadie hay que haya dejado casa, o esposa, o hermanos, o padres, o hijos, por causa del reino de Dios, 30 que no reciba de algún modo muchas veces más en este período y en el sistema de cosas venidero, la vida eterna” .” (Luc. 18:28-30).

Jehová no introducirá a los que lo aman en un sistema de cosas aburrido, monótono y falto de alicientes, después que vindique por completo su Soberanía Universal en el campo de batalla de Armagedón. Ciertamente será muy excitante la época que le viene a la familia humana bajo el beneficioso reino de Dios…… el reinado Mesiánico del Hijo de Dios. ¡Y cuántas cosas provechosas habrá que hacer, por parte de los sobrevivientes de esa etapa conflictiva que vendrá sobre la humanidad y que Jesús calificó, como “la gran tribulación”! (Mat. 24:21). Esas personas serán los primeros súbditos de ese poderoso gobierno y tendrán el privilegio de ver desaparecer las cicatrices que puedan quedar en la Tierra debido al conflicto global entre los ejércitos celestiales de Jehová, comandados por Jesucristo y las fuerzas organizadas del mal, bajo el Anticristo. No quedará indicio alguno que nos recuerde dicho episodio, ni siquiera recuerdos que nos retrotraigan a esos nefastos tiempos y según promesa del propio Jehová:

Porque, ¡miren!, voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón.” (Isa. 65:17).

Las personas de hoy día que sobrevivan a este catastrófico suceso por acontecer, tienen su correspondencia en Noé y su familia, quienes sobrevivieron milagrosamente a un Diluvio global y tendrán que enfrentar una situación terrestre similar a la que afrontaron dichos personajes: un nuevo y en este caso definitivo, inicio de la sociedad humana, puesto que en esta ocasión, Satanás el Diablo y sus fuerzas demoníacas ya no ejercerán influencia malsana en los seres humanos, sino que por completo habrán sido puestos fuera de acción por mil años (Rev. 20:1-3). Los sobrevivientes de la “gran tribulación” (Rev. 7:14), tendrán la excitante obra de sojuzgar una Tierra que habrá pasado a través del “gran día de Dios el Todopoderoso” (Rev. 16:14) y tendrán ante sí un futuro completamente gozoso, como nos revela el siguiente pasaje bíblico:

Con eso, oí una voz fuerte desde el trono decir: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad y él residirá con ellos y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. 4 Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Rev. 21:3-4).

Pero quizás, la enorme tarea de extender el paraíso por toda la Tierra les pareciera demasiado grande a esta “gran muchedumbre” (Rev. 7:9) de sobrevivientes, como primeros súbditos del reino. Pero será todo lo contrario: llenos de entusiasmo y con la maravillosa perspectiva en mira de vivir eternamente, emprenderán gozosa y obedientemente las tareas encomendadas, bajo la supervisión del gobierno que regirá en este reino. Estarán muy al tanto de que en sentido figurado esta Tierra, es “el escabel” de los pies de Dios (Isaías 66:1) y sinceramente desearán y colaborarán, para que este planeta llegue a una condición de encanto y belleza que merezca que Sus pies figurativos, descansen aquí, en una Tierra “llena del conocimiento de Jehová” (Isa.11:9b). Además, aunque ellos serán los primeros, no olvidemos que constantemente y de forma progresiva, se irán levantando personas en la resurrección que se sumarán a dicha tarea.

Alegra y estimula por otra parte, el saber que esas personas no estarán solas ni sin ayuda en este gozoso servicio en cumplimiento de su asignación divina con relación a la Tierra. Tendrán el pleno e ilimitado respaldo del que hizo la promesa de un paraíso restaurado, a un agonizante malhechor, ejecutado a su lado y quien dijo poco antes de su ascensión al cielo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra” (Mat. 28:18): su nombre es Jesucristo; y puesto que mantiene dicha autoridad todavía, por supuesto puede cumplir su notable promesa al malhechor arrepentido. Ahora bien, la pregunta es la siguiente…… ¿se ve usted en esa foto? ¿Alguna vez se había planteado siquiera, esa posibilidad futura de vivir en un paraíso y dicho sea de paso, ya tan cercana? Es cierto que las dificultosas circunstancias actuales, en general no parecen apuntar en ese sentido, pero sin embargo son precisamente esas circunstancias las que prueban la veracidad de las Escrituras. Y si los tiempos de dificultad predichos o profetizados, se están cumpliendo de la a a la z, ¿por qué no entonces, el resto de la profecía?

Ciertamente querido lector, estamos viviendo un tiempo histórico en la vida del ser humano, un tiempo en el que se van a producir los más grandes y asombrosos acontecimientos que jamás se hayan contemplado y que tienen que empezar a producirse, en el día que Jehová Dios, el Todopoderoso, llamará a cuentas a la humanidad:

El gran día de Jehová está cerca. Está cerca y hay un apresurarse muchísimo de él. El sonido del día de Jehová es amargo. Allí un hombre poderoso da un grito. 15 Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas, 16 día de cuerno y de señal de alarma, contra las ciudades fortificadas y contra las elevadas torres de las esquinas. 17 Y ciertamente causaré angustia a la humanidad y ciertamente andarán como ciegos; porque han pecado contra Jehová. Y su sangre realmente será derramada como polvo y sus entrañas como el estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque él hará un exterminio, realmente uno terrible, de todos los habitantes de la tierra.” (Sof. 1:14-18).

Y como fácilmente se puede percibir, esto no va de broma. Tan grave será la situación, que fíjese como la describió Jesús y a lo que ya hemos hecho antes una pequeña referencia:

“…… porque entonces habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. 22 De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados.” (Mat. 24:21-22).

Y solo de usted dependerá, el que pueda sobrevivir a ese dramático momento, porque afortunadamente, el libro de Revelación, nos habla específicamente de personas que sobreviven a tan agónicos tiempos:

De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Rev. 7:14).

Ahora bien, usted notará que la circunstancia de haber sobrevivido, tiene que ver con algo que han hecho: “…... han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” O sea, han ejercido fe en el sacrificio redentor de Jesucristo y han aplicado en sus vidas, las normas y mandamientos que Jesús dejó para sus seguidores. Ellos han seguido fielmente el consejo bíblico:

De hecho, ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención.” (1 Ped. 2:21).

Piense por otra parte, que llegará el momento en el que tomar la decisión correcta, envolverá vida o muerte para la persona y solo aquellos que se hayan preparado de antemano, serán capaces de decidir correctamente. No se engañe pensando que tiene tiempo y que puede actuar, según vaya viendo venir los acontecimientos, porque eso no es así:

Más presten atención a sí mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso y por las inquietudes de la vida y de repente esté aquel día sobre ustedes instantáneamente 35 como un lazo. Porque vendrá sobre todos los que moran sobre la haz de toda la tierra. 36 Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder y estar en pie delante del Hijo del hombre.” (Luc. 21:34-36).

Este es el consejo de Jesús y haría bien usted en hacerle caso; recuerde: el que usted pueda estar en ese paraíso en el que se convertirá el globo terráqueo, depende de ello.

Desde este blog, perseguimos el objetivo de que no se “duerma”, sino que mediante el seguirnos leyendo y sobre todo (no nos cansaremos de repetírselo), el ir comprobando por usted mismo con su propio ejemplar de las Escrituras, si lo que le decimos es tal cual se lo decimos, se mantenga alerta ante los difíciles tiempos que estamos enfrentando:

Pero lo que les digo a ustedes, a todos lo digo: Manténganse alerta.” (Mar. 13:37).

Y tiempos, que indudablemente van a empeorar, antes de que Jehová tome acción y que a menos que se mantenga alerta, lo pueden entrampar. No olvide que Jesús nos advirtió, entre otras cosas, acerca de las “inquietudes de la vida”:

En cuanto a lo que cayó sobre los espinos, estos son los que han oído, pero, por ser arrebatados por las inquietudes y las riquezas y los placeres de esta vida, son completamente ahogados y no llevan nada a perfección.” (Luc. 8:14).

Por lo tanto, repetimos: “manténgase alerta”.

MABEL

No hay comentarios:

Publicar un comentario