¡Pero es que si leemos bien, Sr. Dávila……!
Y continuando con lo que podríamos considerar una segunda parte del artículo anterior dirigido a D. Alexander Dávila G., vamos a abarcar otra cuestión interesante que se nos plantea en el video de referencia y en la que no podemos estar más de acuerdo con dicho caballero. Y ella tiene que ver, con la forma en que (según nos explica) uno debe de leer la Biblia, o sea, procurando abstraerse de cualquier tipo de prejuicio y atendiendo solo a lo que esta nos dice, o para ceñirnos a su certera forma de expresarlo: “sacar conclusiones a partir de lo que uno lee”. Pero es que resulta Sr. Dávila, que si leemos como hay que hacerlo y que dicho sea de paso otra cosa no, pero eso de leer lo hacemos muy bien en este blog (y siempre partiendo de esa premisa que usted apunta), nos encontramos con el hecho de que algunos de los temas que se publican, no se ajustan para nada a aquello que nosotros leemos en la Biblia. Sobre todo en lo que tiene que ver, con algunas afirmaciones hechas por los autores que nos recomienda en su página www.reflexion.ws, tales como los Sres. Olcese y Rivas y con los que aparentemente usted coincide, en alguna de sus extrañas afirmaciones. Veamos algunos ejemplos:
Para empezar, la que nosotros denominamos la teoría del automatismo y promulgada por el Sr. Olcese básicamente, pero compartida por otros y que tiene que ver con la más que discutible cuestión de que cuando uno se bautiza mediante inmersión y en el nombre de Cristo, de forma automática e inmediata ya es reconocido como Hijo de Dios, por tanto hermano de Jesucristo y consecuentemente, heredero del reino en calidad de rey y sacerdote (Rev. 20:6). Y pensamos que usted también comparte dicha creencia, porque en el artículo que en su día publicó a modo de presentación titulado “Sobre mí”, el 26 de Junio del año en curso y al que hacemos referencia en nuestro anterior escrito, afirma lo siguiente:
“Pero me declaro felizmente JUDÍO en sentido espiritual, miembro por adopción del Pueblo del Dios de Israel, lector de su Palabra y discípulo del Mesías prometido y humano que nació una vez y que vendrá esta vez desde los cielos: Jesus de Nazaret, el descendiente de David.”
Luego si se considera miembro por adopción, del pueblo de Dios, Israel (espiritual se entiende) y más adelante nos cita de Marcos 16:15-16:
“Y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen las buenas nuevas a toda la creación. 16 El que crea y sea bautizado será salvo, más el que no crea será condenado.”
Por ello, lo que nosotros nos decantamos a opinar, es que usted apoya la enseñanza del Sr. Olcese, de que uno recibe su adopción como Hijo de Dios, en el momento de ser bautizado en agua y de forma automática. Porque además, esta es una manera en la que ustedes pudieran haber recibido dicho espíritu de adopción, ya que no existen a día de hoy personas que al igual que los apóstoles de Jesús, puedan impartirlo mediante imposición de manos. Pero resulta que nosotros y que como ya le hemos dicho, leemos bastante bien, no solo no vemos nada en la Biblia que apoye dicha enseñanza, sino que ésta aparentemente nos dice todo lo contrario. Y para no extendernos demasiado, nos permitimos sugerirle a usted y por supuesto, a quién desee informarse al respecto, la lectura de nuestro artículo “No es eso, Sr. Olcese…… no es eso” y publicado el 14 de Septiembre pasado, en donde aportamos la documentación necesaria para probar lo verosímil y razonable de nuestra objeción. Y excusamos decir, cuán agradecidos nos sentiríamos si nos dedicara parte de su valioso tiempo y considerando dicho escrito, nos diera su autorizada opinión; cosa que dicho sea de paso, no ha tenido a bien hacer el Sr. Olcese (a pesar de ser aludido directamente) ni nadie de su entorno más inmediato. Y aunque nos maliciamos el porqué de dicho silencio, creemos oportuno el no pronunciarnos.
Pero puesto que por otra parte, usted con su declaración lo que realmente hace es decirnos que se considera un “ungido, no tenemos más remedio que hacerle una pregunta: ¿nos lo puede probar? Porque esto es Sr. Dávila, lo que nos dice la Biblia tal cual la leemos y siempre siguiendo su recomendación: si una persona, la que sea, no puede dar una prueba tangible de su condición de “ungido”, sencillamente no lo es y por mucho que afirme lo contrario. Ahora bien, usted en un momento determinado, cita de Marcos 16:16 y que aparentemente podría ser un aval de su ungimiento, pero no se olvide de los versículos 17-18 y que son consustanciales con el anterior, eso es, que el primero sin los dos segundos o viceversa, no pueden ser: o son todos o no es ninguno; vea:
“17 Además, estas señales acompañarán a los que crean: Mediante el uso de mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas 18 y con las manos tomarán serpientes y si beben algo mortífero no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán.”
Luego si usted es un verdadero “ungido”, tiene que poder mostrarnos señales u obras poderosas más allá del alcance de una persona normal, ya que de lo contrario, o usted no es un verdadero “ungido” o es que Jesucristo nos mintió, como usted prefiera; pero lo que leemos en el entero contexto de las Escrituras y por muchas vueltas que le demos al tema, se ajusta a eso que le hemos dicho. Y si como muestra vale un botón, leamos el versículo 20 de ese mismo pasaje de Marcos:
“Y ellos salieron y predicaron en todas partes, actuando con ellos el Señor y confirmando la palabra con las señales que seguían.”
Pero es que además y nos permitimos el atrevimiento de señalárselo como ejemplo, en la Biblia hay un pasaje (entre otros) que implícitamente nos habla de la relación intrínseca entre ser uno ungido como hijo de Dios, con la necesaria capacidad de llevar a cabo obras poderosas que avalen la condición de uno y pasaje que adquiere más relevancia que otros, en función de su protagonista. Y es que en cierta ocasión y ante las dudas que evidentemente pasaban por su cabeza, Juan el Bautista (ya en prisión y poco antes de su muerte) envía a sus discípulos a que le pregunten a Jesús, si era él aquél a quien estaban esperando, o no. Pero leamos el pasaje en cuestión:
“Ahora bien, los discípulos de Juan le informaron acerca de todas estas cosas. 19 Entonces Juan mandó llamar a ciertos dos de sus discípulos y los envió al Señor a decir: “¿Eres tú Aquel Que Viene, o hemos de esperar a uno diferente?”. 20 Cuando llegaron a él, los varones dijeron: “Juan el Bautista nos despachó a ti a decir: ‘¿Eres tú Aquel Que Viene, o hemos de esperar a otro?’”. 21 En aquella hora él curó a muchos de enfermedades y de penosas dolencias y de espíritus inicuos y concedió a muchos ciegos el favor de ver. 22 Por lo tanto, en respuesta dijo a los dos: “Vayan, informen a Juan lo que vieron y oyeron: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son levantados, a los pobres se anuncian las buenas nuevas. 23 Y feliz es el que no haya tropezado a causa de mí.” (Luc. 7:18-23).
Y es obvio que Jesús podía haber respondido, sencillamente afirmando que sí, que él era efectivamente aquél al que se esperaba y declarando por tanto, su condición de Hijo de Dios. Sin embargo, lo que Jesús hizo, fue remitirse a las pruebas y no a simples afirmaciones, que quizás poco habrían solventado las dudas de Juan, pero cosa que podía haber hecho por la autoridad que le confería su condición de Hijo de Dios, no adoptivo, sino genuino. Por lo tanto, con ello nos dio pie para que entendamos que la presentación de pruebas, es esencial para uno probar su condición de “ungido”, porque…… ¡hombre! si fue el propio Jesús el que puso el ejemplo, pues en fin, pero solo se nos ocurre pensar que a alguna conclusión tendríamos que llegar ¿o no? Pero ya puestos, recordamos que también en otra ocasión, Jesús para probar dicho ungimiento y a exigencias de determinados judíos, apeló de nuevo a sus obras para validar tal condición:
“Así que los judíos lo rodearon y se pusieron a decirle: “¿Hasta cuándo has de tener nuestras almas en suspenso? Si eres el Cristo, dínoslo francamente”. 25 Jesús les contestó: “Se lo dije a ustedes y sin embargo no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre, estas dan testimonio acerca de mí”.” (Juan 10:24-25).
Entonces vemos que a Jesús (al igual que a ustedes), tampoco le creían en su afirmación de ser el “ungido”, por lo que recurrió a algo incontestable: las pruebas, o sea, las obras poderosas que realizaba y que dejó el asunto completamente zanjado. Y note, que tuvo necesidad de recurrir a esto ¡¡el propio Hijo de Dios!!
Sin embargo y de forma increíble, los “ungidos” actuales y entre los que afirma contarse usted Sr. Dávila, pretenden que les creamos con su simple afirmación, luego…… ¿se consideran quizás, más creíbles que Jesús? Y a modo de curiosidad, permítanos una pequeña observación: en todo el registro bíblico, solo hay un caso de ungimiento inmediato después del agua bautismal y este, como todos sabemos, fue el de Jesús y cuya única finalidad, fue la pública manifestación de Jehová del tal reconocimiento:
“E inmediatamente que subió del agua vio que los cielos se abrían y que, como paloma, el espíritu descendía sobre él; 11 y de los cielos salió una voz: “Tú eres mi Hijo, el amado; yo te he aprobado.” (Mar. 1:10).
¿Ocurrió eso cuando usted fue bautizado? Y si no ocurrió…… ¿podría usted, a su entender, explicarnos el por qué? Por otra parte, si ustedes, los supuestos “ungidos” actuales emplearan la misma actitud de Jesús, presentando obras y aunque solo fuera por aquello de que “obras son amores y no buenas razones”, pues problema solventado; porque ¿qué razón habría entonces, para continuar discutiendo si son o no son? ¿No contribuiría eso a una eficaz difusión de las buenas nuevas del reino, como ocurrió en los tiempos de Jesús, según hemos leído? ¿O es el propio Jehová, el que no da el visto bueno al evangelio que ustedes predican, no avalándolo con sus dones? Cómo usted comprenderá y ante tanta indefinición, podemos hacer todo tipo de conjeturas.
Y es que resulta que a día de hoy, levantas un adoquín y te aparecen siete “ungidos”, cuando no setecientos y cada uno con su propia idea y distinta forma de entender el reino; pero ninguno capaz, eso sí y que es en lo único en que están todos de acuerdo, de poder probar dicha condición. Mientras que por otra parte y en agudo contraste, tanto Jesús (por supuesto), como todos sus seguidores del primer siglo sin excepción, se distinguían por su capacidad de efectuar obras lejos del alcance del ser humano y que ponían de manifiesto, la veracidad de Marcos 16:17-18. Y claro, uno no puede menos que preguntarse, cómo puede ser eso así, si como ustedes afirman poseen el mismo espíritu de adopción que aquellos primeros seguidores de Jesús; luego…… ¿no le parece eso a usted algo extraño, Sr. Dávila?
Y sobre todo partiendo de la base, que las tales obras poderosas y según el registro bíblico, eran una manifestación probatoria del apoyo divino a la comisión que tenían encomendada, como hemos visto en el pasaje de Marcos 16:20 y ahora refrendado, según propia afirmación, por el mismo apóstol Pablo:
“…… de aquellas cosas que Cristo obró mediante mí para que las naciones sean obedientes, por mi palabra y hecho, 19 con el poder de señales y portentos presagiosos, con el poder de espíritu santo; de modo que desde Jerusalén y en un circuito hasta Ilírico he predicado cabalmente las buenas nuevas acerca del Cristo.” (Rom. 15:18-19).
Luego vemos que no fue básicamente la palabra la que llevó a la obediencia a miembros de esas naciones, sino la fuerza de los hechos; o sea, las manifestaciones de poder mediante el Espíritu Santo de Jehová y que fue la manera como Este explicitó su apoyo la obra:
“……mientras Dios tomó parte en dar testimonio tanto con señales como con portentos presagiosos y con diversas obras poderosas y con distribuciones de espíritu santo según su voluntad?” (Heb. 2:4).
Y no olvidemos, que la tarea que estaba apoyando el Creador en ese momento, era la difusión del evangelio del reino ¿no es así, Sr. Dávila? Luego, si ahora está a punto de establecerse dicho reino y lo cual es una noticia de primerísima magnitud ¿por qué si lo apoyó en ese entonces, hace 2.000 años, mediante el impartir poderes…… ahora no?; para entendernos: si en un tiempo actuó de una manera ¿por qué debería actuar ahora distinto? Y máxime teniendo en cuenta, que la situación religiosa actual, está en cuanto a corrupción, adulteración y consecuente confusión, en peor estado que en los tiempos de Jesús, aunque solo sea cuantitativamente hablando (su alcance mundial) y precisando imperiosamente por ello, la necesidad de poder distinguir claramente entre aquellos designados por Dios y aquellos que aun afirmándolo, no lo son. Porque recuerde que Jesús nos advirtió acerca de falsos “cristos” o “ungidos” (Mat. 24:24) en los últimos días y que si usted se fija al leer dicho pasaje, verá que serían capaces de efectuar señales tales como para confundir, hasta a los más perspicaces:
“Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas y darán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán, de ser posible, aun a los escogidos.”
Y si eso Sr. Dávila, son capaces de hacer los “falsos” ¿qué no tendrán que hacer los verdaderos “ungidos” para poder mostrar su autenticidad? Y para lo cual no hay que elucubrar mucho, pues se nos cuenta en Rev. 11:3-6:
“Y haré que mis dos testigos profeticen mil doscientos sesenta días vestidos de saco”. 4 Estos son simbolizados por los dos olivos y los dos candelabros y están de pie delante del Señor de la tierra. 5 Y si alguien quiere hacerles daño, de la boca de ellos sale fuego y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, tiene que ser muerto de esta manera. 6 Estos tienen la autoridad para cerrar el cielo de modo que no caiga lluvia durante los días de su profetizar y tienen autoridad sobre las aguas para tornarlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plaga cuantas veces deseen.”
Y como hasta donde nosotros sabemos Sr. Dávila, ustedes los actuales “ungidos”, o “cristos” como dice el Sr Olcese, no pueden hacer ni lo de unos (los falsos cristos) ni mucho menos lo de los otros, los verdaderos y de los que acabamos de citar, o sea, que no pueden hacer nada de nada, ello nos lleva a nosotros a reafirmarnos categóricamente en el sentido de que puesto que no hay obras, no hay ungimiento; otra cosa, es que uno quiera creérselo y así vivir tan feliz y contento…... bien, allá cada cual. Pero además, es que solo leyendo las Escrituras queda perfectamente claro, que todas, absolutamente todas las personas ungidas (la expresión “ungido” solo significa elegido o escogido) por Jehová para llevar a cabo cualquier comisión de servicio divino, fueron sin excepción dotados de poderes y capaces por tanto de llevar a cabo actos lejos del alcance del ser humano normal y que acreditaban su condición de enviados o comisionados por Dios: desde partir un mar, hasta profetizar hechos futuros de forma milimétrica, pasando por la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón o el levantar muertos, por decir algo.
Luego lo que parece claro y según el contexto general de las Escrituras, es que el ser uno ungido, elegido o escogido por Dios para una comisión determinada, es consustancial (o sea inseparable), con el ser dotado de poderes sobrehumanos para poderla llevar a cabo y que, además, acreditan su condición. Pero no, ustedes los “ungidos” actuales por lo visto no precisan de la tal acreditación: su simple afirmación basta y sobra…… en fin, de chiste si no fuera porque hablamos de cosas que deberían de ser tomadas un poco más en serio. De todas maneras, algo más sobre este tema y que quizás a usted podría interesarle, lo publicamos el 27 de Octubre pasado, en un artículo titulado “¿Y porque tenemos que creerles?” y en el que, como no podía ser de otra forma, también aportamos extensa información probatoria.
Veamos otra enseñanza, también del Sr. Olcese, ésta en el sentido de que los que conformarán el gobierno de ese reinado milenario de Jesucristo, serán “millones, miles de millones”. Sin embargo, cuando nosotros leemos la Biblia de la manera como usted aconseja, dejando que sea la Escritura la que hable por sí misma, nos encontramos con lo siguiente:
“Y vi, y, ¡miren!, el Cordero de pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre…… y nadie pudo dominar aquella canción sino los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra.” (Rev. 14:1; 3b).
Y a pesar de que el pasaje bíblico no puede ser más explícito, el Sr. Olcese nos pone verdes por entenderlo tal cual lo leemos (nos gustaría saber cómo lo entiende usted), porque según él, dicha cantidad no es literal sino “simbólica”; pero extraña afirmación que no hallara usted Sr. Dávila, confirmada en ningún lugar de las Escrituras, ni cosa que mínimamente se le parezca. Luego si en un ejercicio de lectura bíblica tal como usted nos aconseja, en el sentido de que sea la Biblia la que hable y resultando que lo que leemos no puede estar más claro, pero que sin embargo nos es rebatido por dicho caballero y sin ningún tipo de prueba, razonablemente tenemos que llegar a la conclusión y parafraseándole a usted, que el Sr. Olcese está “superponiendo interpretaciones” que alteran gravemente el contenido escritural. Porque repetimos, lo que dicho caballero afirma para nada es lo que se nos da a entender, no solo en el pasaje en cuestión, sino en el entero contexto general de las Escrituras y que ya es decir.
Pero es que para añadir más dudas y confusión, ante la más que rocambolesca afirmación del Sr. Olcese, Jesús nos dice en Lucas 12:32, algo que se corresponde totalmente con la idea que se expone en el citado pasaje de Revelación, en el sentido de que estaríamos hablando y ya prescindiendo ahora, de lo concreto del número o cantidad citados, de un grupo reducido de personas:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.”
Porque la idea que nos transmite este pasaje y según lo que ahí leemos tal cual pinta, es que Jehová a tenido a bien entregar el reino a un grupo pequeño de personas, nada más…… punto; y no nos negará, querido Alexander, que de la afirmación del Sr. Olcese de los “millones, miles de millones” cogobernando con Cristo, a lo dicho por Jesús y que algo sabría del tema, hay una diametral diferencia, por decirlo de forma suave. Luego la pregunta es obligada ¿apoya usted dicha afirmación, Sr. Dávila? O dicho de otra manera ¿quién, según usted, lee la Biblia correctamente y por lo tanto, deja que sea ésta la que se pronuncie…… nosotros o el Sr. Olcese y los que como él opinan? ¿O es que está el Sr. Olcese, haciendo extrañas interpretaciones de un pasaje por demás perfectamente claro y entendible, a la par que avalado por el propio Jesús en sus declaraciones? Y pensamos que sería muy interesante que se manifestase usted, porque de ser las cosas tal como nosotros las vemos, el Sr. Olcese estaría tergiversando las Escrituras y por lo tanto esparciendo una enseñanza falsa, lo cual es gravísimo. Y puesto que usted, se autoproclama un “ungido” y por tanto evangelizador, no puede permitir semejante tropelía; por lo tanto, tendría que públicamente llamarle al orden (véase el caso de Pablo con Pedro, según Gál. 2:14) o en su defecto y si somos nosotros los que estamos totalmente equivocados, pues seremos nosotros los que necesitamos un poco de ayuda (como hemos leído recomienda dar Pablo) para alcanzar el conocimiento exacto y salvador, que usted nos podría ofrecer. En fin, si de verdad es un ungido, entendemos que una de las dos cosas forzosamente tendría que hacer; cualquier cosa, menos quedarse callado.
Otra cuestión que también se las trae, tiene que ver con la afirmación de que los notables del A.T. (los Abraham, Jacob, David, Daniel, etc.), formarán parte de ese gobierno en calidad de reyes/sacerdotes del reino, junto a Cristo. Eso lo afirma tanto el Sr. Olcese, como los señores Rivas, Morales, etc., pero sin embargo, lo que nosotros leemos tal cual dice en la Biblia y recordando no solo su consejo, sino también el de Pablo en 1 Cor. 4:6b, es lo siguiente: “Jesús contestó:
“Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5).
Luego lo que nosotros creemos entender (corríjanos si nos equivocamos), es que con estas palabras, Jesús dejaba establecidos dos requisitos imprescindibles para acceder al reino en calidad de gobernante: el nacer del agua y el nacer del espíritu y que de ninguna manera obraban en poder de los citados personajes. Porque recordemos que los mencionados requisitos, solo estuvieron al alcance de aquellos que los desearan conseguir, a partir del Pentecostés de 33 EC, fecha para la cual ya hacía cientos de años que los citados personajes habían muerto. Y circunstancia que también aplicaba, tanto a Juan el Bautista, como al malhechor arrepentido y muerto al lado de Jesús; y que solo la lógica y el sentido común, nos llevan a concluir que de ninguna manera esos personajes citados pueden formar parte de ese gobierno del reino. Luego si estamos en lo cierto, o bien Jesús nos mintió o bien esos señores “ungidos” tienen un serio problema en su capacidad de entender correctamente lo que leen. Puede usted escoger Sr. Dávila, pero tampoco estaría de más, que como “evangelizador” nos aclarara si en el evangelio que usted predica, se contempla semejante idea; o sea, si según usted, esos personajes citados pueden realmente formar parte de ese gobierno del reino. Si usted nos dice que sí, estaría afirmando que Jesús mintió, pero si nos dice que no, estaría contradiciéndose usted en su teoría (que analizaremos más adelante) acerca de la una sola esperanza; es curioso ¿no? Y puesto que ha quedado claro, que Jesús no predicaba dicha idea ni nada parecido, usted debería de concordar con nuestra objeción y consecuentemente, de forma pública, reprender al Sr. Olcese por enseñar otro evangelio (Gál. 1:8-9). ¿Recuerda el ejemplo que le hemos citado de Pablo, con respecto a Pedro?...... pues eso.
Pero claro, como resulta que no hay dos sin tres, inevitablemente lo expuesto repercute en otra enseñanza, en este caso a cargo del inefable Dr. Rivas y también compartida por otros muchos, que tiene que ver con la interpretación de las dos resurrecciones de Juan 5:28-29 o en su caso de Daniel 12:2 y pasajes que nosotros entendemos, a tenor de lo que leemos en ellos (y repetimos que sabemos leer), que nos hablan de una sola resurrección, con dos retribuciones distintas. Sin embargo, el citado caballero y que ya en su día nos puso a bajar de un burro, insultos incluidos, por haber tenido la “osadía” de señalarle que probablemente estaba equivocado, se reafirmó posteriormente en lo siguiente y en un artículo titulado “La Biblia si dice esto: que habrá dos resurrecciones”, publicado el 4 de Febrero del año en curso y en el que, entre otras “lindezas”, calificaba de ignorantes a los dos autores de este blog:
“La Biblia revela indiscutiblemente que habrá «dos resurrecciones»:
La primera: llamada «resurrección para vida».
La segunda: llamada «resurrección de juicio», «de condenación».”
Y por aquello de no alargar la cosa, nos remitimos a nuestro artículo del día 31 del pasado Octubre, titulado “La Biblia…… y el ajedrez” y en donde hallará los argumentos que prueban que esa afirmación es un disparate y no solo porque en apariencia, haya una forma alternativa de leer dichos pasajes bíblicos, sino por las esperpénticas consecuencias que se producirían, si ello fuera como dice el Sr. Rivas. Y es que nosotros Sr. Dávila, jamás hacemos una afirmación que no podamos probar, no solo por el contenido de un determinado texto, sino porque este quede avalado por la correcta correlación que mantiene con el contexto general de las Escrituras. Y si usted tiene a bien y tal como nos hemos permitido sugerirle, consultar el artículo citado, se dará cuenta de lo disparatado de dicha afirmación y que hasta tal punto es así, que el Dr. Rivas aún tiene pendiente de respondernos en cuál de las dos resurrecciones a las que hace referencia, nos coloca a Juan el Bautista. Y pregunta que por cierto quedó formulada el 6 de Febrero del año en curso, con lo cual habría que pensar que por falta de tiempo no ha sido.
Y permítanos señalar, por si acaso, que no estamos hablando aquí de cuestiones o creencias personales y por tanto exentas de debate, sino de un tema bíblico, lo cual si lo hace de interés público y del que ese caballero hace objeto de enseñanza. Pregunta además, que hacíamos extensiva a las personas de su entorno (Sres. Olcese, Morales, Buzzard, Apolos, etc. y lo cual le incluiría también a usted, amigo Alexander), sin que hasta el momento nadie, absolutamente nadie, haya dado respuesta a esta bíblica cuestión y lo cual, con tanto “ungido” suelto por ahí, no está nada mal. Y puesto que queremos entender que quizás no tenía usted conocimiento de dicha circunstancia, le invitamos ahora que ya lo sabe, a responder a dicha pregunta si por supuesto lo considera oportuno y aunque solo fuera para ayudar al Dr. Rivas a salir de la comprometida situación en la que se encuentra: que todo un erudito, investigador, evangelista y maestro bíblico (así se define en sus blogs), es incapaz de responder a algo tan bíblico como es ¿en qué resurrección de las dos que propone, coloca a Juan el Bautista? y pregunta que le formulan dos “ignorantes”.
Y ya para terminar, aunque todavía quedan por ahí algunas cuestiones un tanto “dudosillas”, nos centraremos en algo que usted afirma casi al final del video y en el que hablando de Daniel 2: 44, dice lo siguiente: “queda claro que no hay dos esperanzas distintas” y para lo cual, se apoya en Efesios 2:14 y 4:4-6. Y aparte de que los textos citados para nada transmiten la idea que usted apunta, ya que nos hablan de otra cosa y que podemos entrar a discutir cuando lo considere oportuno (nos tiene a su entera disposición), con dicha afirmación nos estaría usted diciendo que no pueden haber personas, que no teniendo ninguna pretensión o la esperanza de gobernar con Cristo en el reino, tengan otra esperanza y que es la de llegar a ser súbditos de este reino. El Sr. Olcese se expresa en el sentido de que no hay nada tal, como dos grupos perfectamente delimitados: uno con la esperanza de gobernar en ese reino y otro, con la esperanza de ser gobernado o súbdito de ese reino: eso sencillamente para él no existe y a tenor de sus palabras, tenemos que pensar que para usted tampoco. Y lo cual tiene su “gaita”, porque si Jehová se propone restaurar un reino, habría que suponer que contaría con que ese reino tuviera súbditos, luego con una sola esperanza ¿de dónde nos saca usted a dichos súbditos?
Pero bien, si esta es la posición que usted mantiene, permítanos Sr. Dávila, hacerle una pregunta reducida a su mínima expresión: ¿qué esperanza tenía, por una parte, un apóstol cualquiera de Jesús y que esperanza tenía por otra, Juan el Bautista y del que el propio Jesús afirmo, que no estaría formando parte de ese gobierno del reino (Mat. 11:11)? O en su defecto, la del malhechor muerto al lado de Jesús, o la de los Abraham y compañía y siendo el caso que ninguno de los citados, reunía esos dos requisitos imprescindibles (según Jesús) para gobernar en el reino, luego…… ¿qué esperanza tenían? Porque razone un poco, Sr Dávila: si en tiempos pre-cristianos (o sea, en tiempos del A.T.) ya hubieran conocido y por ende ya tenían la esperanza de gobernar con Cristo en el reino, en calidad de reyes ¿cómo es que Pedro y resto de discípulos, no la conocían? Y que es obvio que eso era así, nos lo muestra la pregunta que Pedro y en nombre de sus compañeros, le formuló a Jesús:
“Entonces Pedro le dijo en respuesta: “¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido; ¿qué habrá para nosotros, realmente?”. 28 Jesús les dijo: “En verdad les digo: En la re-creación, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes los que me han seguido también se sentarán sobre doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.”? (Mat. 19:27-28).
¿O es que tanto Pedro como sus compañeros y que sí sabían de la resurrección y que en definitiva era una esperanza, desconocían lo de gobernar con Cristo en el reino y que aparentemente (según usted) sí sabían los Abraham y compañía? ¿Lo encuentra usted lógico? Y es obvio que esto es así, porque de lo contrario, no habrían preguntado lo que preguntaron ¿o no lo cree usted así, Sr. Dávila?; luego ¿qué esperanza cree usted que tenían los apóstoles, antes del ofrecimiento de Jesús? Porque la de gobernar con Cristo, evidentemente no, porque la desconocían hasta que les fue dada y momento en que se les abrió el camino hacia una nueva esperanza y que no tenían antes; luego y como judíos ¿qué esperanza tenían antes? Además ¿aquellos que murieron cientos de años antes de que se abriera dicha oportunidad o nueva esperanza (luego no la conocían), con qué esperanza murieron, amigo Alexander?
Luego, usando la lógica y el sentido común, ¿estaríamos hablando de una sola esperanza, o de dos esperanzas distintas, Sr. Dávila?; y es que como no existan dos esperanzas perfectamente delimitadas, mal lo tienen todos eso personajes citados ¿no cree usted? Entonces lo que está claro, o es que Jesús nos mintió en lo de los dos requisitos exigidos en Juan 3:5 antes mencionados, para acceder a la nueva esperanza de gobernar con Cristo en el reino, o dichos personajes tienen que tener otra esperanza. Porque quede claro que cuando hablamos de una nueva esperanza, no estamos hablando de algo que sustituye a lo anterior, sino que se añade a lo anterior y veamos el pasaje bíblico que nos lo confirma, leyéndolo por supuesto tal cual debe leerse:
“…… porque la ley no perfeccionó nada. Sin embargo, se introduce una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.” (Hebr. 7:19/RV 1.989).
Y quedando claro, que el verbo “introducir”, nunca tiene la connotación de eliminar o sustituir algo, sino la de añadir a algo. Hecha esta aclaración, continuemos diciendo que ellos no reunían dichos requisitos, tal como anteriormente hemos señalado y por lo tanto, no podían formar parte del gobierno del reino; luego y si solo hay una esperanza cómo usted afirma y contrario al texto citado…… ¿qué hace usted con ellos? ¿Los mete en la segunda resurrección de Juan 5:28-29 para “condenación” o destrucción eterna, como hace el Sr. Rivas? Porque en la primera, desde luego no, ya que en ella solo toman parte aquellos que, sí reuniendo los dos requisitos de Juan 3:5, han de gobernar con Cristo (Rev. 20:6) y ha quedado claro, que esos personajes, repetimos, no los reunían. Y eso querido Alexander, es sencillamente lo que nos dice la Biblia, leída tal cual, sin ningún tipo de prejuicio ni idea preconcebida; luego ¿quién está equivocado en esta cuestión, usted o nosotros?
Y no se tome lo que le estamos diciendo a broma, porque su afirmación en el sentido de que hay una sola esperanza, es muy seria dado que lo que está haciendo y más teniendo en cuenta su condición de “evangelista” (según el Sr. Olcese), es impartir enseñanza y por lo tanto, si no es verdad lo que usted está diciendo, puede llevar a muchas personas a engaño. Y no sabemos usted Sr. Dávila, pero nosotros, las cosas de Jehová nos las tomamos muy en serio y por lo cual, le emplazamos formalmente a pronunciarse acerca de esas preguntas que le hemos formulado y de ser el caso, a retractarse públicamente de su afirmación si está equivocado. Las siguientes palabras de Jesús, dejan claro que él tampoco se tomaba estos asuntos en broma:
“Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen, mejor le sería que se le pusiera alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y realmente fuera arrojado al mar.” (Mar. 9:42).
Y dado que eso tendría el rango de castigo divino, probablemente implicaría la posibilidad de no levantarse en la futura resurrección; luego fíjese usted, si hay que tener cuidado con lo que uno dice. No olvide por otra parte, el consejo de Ecle. 5:6:
“No permitas que tu boca haga pecar a tu carne; tampoco digas delante del ángel que fue una equivocación. ¿Por qué debe indignarse el Dios verdadero a causa de tu voz y tener que destrozar la obra de tus manos?”
Y siendo cierto que el contexto en ese caso se refiere sobre la cuestión de los votos a Jehová, no es menos cierto que como “principio” aplica a cualquier asunto; por lo tanto, no haga nunca una afirmación tan categórica y que pueda contribuir a la confusión, por muy convencido que esté de ella y de la que después se tenga que arrepentir. Porque usted afirma sin lugar a dudas “que no hay dos esperanzas distintas” y cosa en la que está completamente equivocado, como tantos otros o de lo contrario, le rogamos que nos aclare las cuestiones que le planteamos. Pero sobre todo, deje que sea la Biblia la que hable a cada cual y no difunda ideas erróneas que puedan condicionar la mente de aquellos que lean la Escritura y provocar con ello el desagrado de Jehová; o sea, no caiga usted, en el error del que nos quiere prevenir.
Y tomamos nota de su afirmación, en el artículo de su autoría “Sobre mi”, en el sentido de que no entra en polémicas porque el polemizar, según usted, no es práctica cristiana (¡si le oyera Pablo!) y excusándose en que la Biblia le ordena lo siguiente: “Además, niégate a admitir las cuestiones necias e ignorantes, pues sabes que producen peleas.” (2 Tim. 2:23). Pero es que, vamos a ver Sr. Dávila ¿cómo puede decir usted, que el polemizar o entrar en una controversia, no es práctica cristiana? ¿Nos permite mostrarle unas palabras de Pablo? Veamos:
“Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas. 5 Porque estamos derrumbando razonamientos y toda cosa encumbrada que se levanta contra el conocimiento de Dios; y ponemos bajo cautiverio todo pensamiento para hacerlo obediente al Cristo.” (2 Cor. 10:5-6).
¿Nos podría explicar amigo Dávila, como se pueden conseguir estos objetivos, si no se entra en un intercambio de distintos argumentos o puntos de vista y que es lo que generalmente se entiende por polemizar? Y es que cuando las objeciones recibidas no son necias e ignorantes y además, de ninguna manera persiguen la pelea, sino muy al contrario, son presentadas con lógica, apropiada información probatoria y sobre todo, desde el máximo respeto, la cosa ya cambia un poco ¿no cree? Porque Pablo, no dijo que no hay que debatir (él no hizo otra cosa en todo su ministerio), sino que lo que no hay que hacer es pelear y prueba de que ello es así, es lo que afirmó a continuación en los textos siguientes al citado de Timoteo y mostrándonos los beneficios de una actitud paciente, voluntariosamente abierta al diálogo y que él mismo mostró en todo su apostolado:
“Pero el esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos, capacitado para enseñar, manteniéndose reprimido bajo lo malo, 25 instruyendo con apacibilidad a los que no están favorablemente dispuestos; ya que Dios quizás les dé arrepentimiento que conduzca a un conocimiento exacto de la verdad 26 y recobren el juicio fuera del lazo del Diablo, ya que han sido pescados vivos por él para la voluntad de ese.” (2 Tim. 2:24-26).
Otra cosa ya es, que uno no se atreva a meterse en esos berenjenales, por la razón que sea y a lo cual tiene perfecto derecho. Que sea lo correcto, para una persona que se postula al servicio de Dios…… ya es harina de otro costal.
MABEL
domingo, 28 de noviembre de 2010
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