Los “dos testigos”.
Uno de los temas en los que se observa mucha discrepancia y un algo de ignorancia (porque no decirlo), entre distintos autores bíblicos, tiene que ver con el asunto de la identidad de “los dos testigos” de Rev. 11:3. Y es que mientras los unos, por ejemplo, afirman que estaríamos hablando de personajes tales como Enoc y Elías, están los otros, que mantienen que se trataría de Moisés y Elías; pero tenemos a los de más allá, que los personalizan con el Nuevo y el Antiguo Testamento y para que no decaiga la fiesta, algunos más, se decantan por creer que son una representación de “la iglesia” que será arrebatada a mitad de la “gran tribulación”; por otra parte, también están aquellos menos imaginativos que afirman, sin lugar a dudas, que simplemente se trataría de dos judíos que Dios levantaría durante un período de 1.260 días o tres años y medio en la ciudad de Jerusalén. Y ese acontecimiento, según algunos autores, se produciría en la primera mitad de la última semana de Daniel, mientras que otros lo sitúan para la segunda mitad de dicha semana final…… en fin, como pueden ver y como siempre, aquí cada uno diciendo la suya y afirmando (¡faltaría más!), estar en posesión de la verdad. Y mientras tanto, aquellos que observamos el espectáculo desde la distancia, inmersos en una considerable confusión.
Sin embargo no podemos olvidar que, paradójicamente, el libro de Revelación fue escrito precisamente con el ánimo de aclarar las cosas, o sea, para “mostrar a sus esclavos las cosas que tienen que suceder dentro de poco” (Rev. 1:1). Por lo tanto, tiene que haber en las Escrituras una explicación lógica y razonable, que nos desvele el misterio y nos saque de la susodicha confusión; de hecho, la misma palabra “revelación” tiene el sentido de develar, o sea, quitar o descorrer el velo que cubre algo: dicho de otra manera, el poner de manifiesto algo que estaba oculto. Luego es difícil de entender tanta disparidad de criterios, ya que cabría pensar que el libro sagrado nos aclarara, sin lugar a dudas, de qué se nos está hablando. Por lo tanto y partiendo de la premisa, de que es el propio libro sagrado el que se interpreta a sí mismo, vamos a intentar averiguar la identidad de esos personajes citados en Rev. 11:3 y para ello usaremos las “armas” preferidas por los dos autores de este blog: la capacidad de razonar con lógica y sentido común y por supuesto, una lectura correcta de los diferentes textos que nos puedan dar pistas en nuestra investigación, acerca de la identidad de esos dos personajes. Veamos en primer lugar quienes son, según las Escrituras, los entes en cuestión:
“Estos testigos son los dos olivos y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.” (Rev. 11:4).
Y dada la imposibilidad de que esos personajes a los que nos referimos, capaces de profetizar y defenderse ante una agresión, puedan ser literalmente olivos o candeleros, tenemos que pensar que lo que se nos quiere decir, es que están simbolizados por los dos olivos y los dos candeleros. Entonces el próximo paso sería, averiguar si en el registro sagrado se nos explica de qué son símbolo los dos olivos y los dos candeleros, ya que tenemos que tener en cuenta, como hemos dicho, que siempre es la Biblia la que se interpreta a sí misma. Veamos entonces, qué se nos dice en cuanto a los dos olivos:
“Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Rom. 11:24).
Luego esos olivos simbolizarían a los judíos naturales y a los gentiles, que conjuntamente pasaron a formar la iglesia o cuerpo de Cristo. Pero veamos ahora, que se nos dice de los dos candeleros:
“El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias y los siete candeleros que has visto, son las siete Iglesias.” (Rev. 1:20).
Luego de nuevo tenemos a la iglesia o cuerpo de Cristo, representada en esta ocasión, por los candeleros. Y cuando hablamos de “la iglesia”, estamos hablando del grupo de personas que junto a Jesucristo, participarán en la gobernación del reino milenario, en calidad de reyes y sacerdotes (Rev. 20:6) y que comúnmente conocemos como los “ungidos”; por ello y siendo esto así, de ahora en adelante nos referiremos a esa clase co-gobernante, por medio de la expresión “ungidos”. Veamos ahora un pasaje interesante, que nos ayuda a descubrir quienes formarán parte, de ese grupo de los “dos testigos”:
“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11 Y se les dieron vestiduras blancas y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” (Rev. 6:9-11).
¿Y básicamente de quién se está hablando en este pasaje? Pues de aquellos primeros “ungidos” que fueron muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían de Jesús y que en un futuro serán levantados en la primera resurrección, para ocupar sus regios puestos tal como se nos aclara en Rev. 20:4:
“Y vi tronos y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.”
Y nos permitimos hacer un pequeño inciso, para señalarles que en este texto que acabamos de citar y siempre según nuestro entender, es en donde se nos da la clave para asegurar, sin lugar a dudas, que la marca de la Bestia no será ni un microchip, ni un código de barras o algo parecido, insertado en nuestro cuerpo. Y es que si se lee con atención y se razona con lógica y sentido común su contenido, la conclusión no puede ser más clara y evidente…… y si a alguien se le escapa, pues que contacte con nosotros y gustosamente le daremos la pertinente explicación, aunque a no tardar, publicaremos algo acerca de este asunto. Dicho esto, retomemos el tema que nos ocupa.
Entonces vemos que queda perfectamente establecido que, a tenor de lo considerado, estamos hablando del grupo de los “ungidos” y coherederos del reino con Cristo, pero que según el capítulo 6, verso 11 que recién hemos leído, para nuestros días aún estaría pendiente de completarse el número de ellos. Y si tenemos en cuenta que al envejecido apóstol Juan y escritor del libro de Revelación, se le comisionó para que profetizara “de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (Rev. 10:11) y dado que, por razones obvias, él no podía hacer tal cosa, solo es razonable pensar que Juan prefiguro a un “resto” indeterminado de personas que, como clase “ungida”, aparecerían en los últimos días para dar cumplimiento a Mat. 24:14:
“Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
Entonces esos dos testigos de Rev. 11:3 prefiguran a su vez, a ese resto de “ungidos” por aparecer y que tienen que llevar la delantera en esa predicación mundial que precede al fin. Luego ya averiguada la identidad de los misteriosos “dos testigos”, tendríamos que preguntarnos ahora, porque a ese “resto” aún por aparecer, se les presenta como los “dos testigos”…… ¿o es que acaso eran solo dos los que faltaban para completar el numero de gobernantes con Cristo”, del que se nos habla Rev. 6:11? Obviamente, tal circunstancia no parece ser la más razonable, a tenor del contexto en el que nos movemos y que nos muestra, en primer lugar, que la predicación tiene que efectuarse por “toda la tierra habitada” y no parece ser que se cuente con demasiado tiempo para ello, a lo sumo y según los entendidos en la materia, los primeros tres años y medio de la última semana profética (Dan. 9:27). Por lo cual, no parece probable que solo dos personas, por poderosas que fueran, pudieran culminar con éxito tal empresa, en un planeta de casi 7.000 millones de habitantes, máxime cuando aparentemente solo hacen uso de ese poder cuando son violentadas (Rev. 11:5); porque no olvidemos que el testimonio tiene que darse en toda la Tierra habitada. Y en segundo lugar, como otro detalle importante a tener en cuenta y también relacionado con la cantidad, tenemos que considerar Joel 2:28-29, que si bien tuvo un cumplimiento parcial en el primer siglo, se tiene que volver a producir en nuestros días, en una escala inmensamente mayor:
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños y vuestros jóvenes verán visiones. 29 Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.”
Luego es obvio que estaríamos hablando y por mucho, de más de dos personas envueltas en el asunto y lo cual refuerza la idea de que los “dos testigos”, no son sino la prefiguración de ese resto “ungido”, al que se suman las personas que se asocian con ellos (a tenor del verso 29) en esa tarea de predicación. Porque no podemos olvidar, que en la parábola (o ilustración) de “las ovejas y las cabras” (Mat. 25:31-46), la razón por la que algunos serán colocados a la derecha del Rey (Jesucristo), eso es, en una posición de favor, tiene que ver con las cosas buenas que hicieron para con los hermanos de Este, o sea, por la colaboración que les prestaron:
“Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que al grado que lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Versos 37-40).
Luego lo que está claro, es que las personas a las que se dirigieron esas palabras no eran hermanos de Jesucristo y todos sabemos además, que solo los hermanos de Jesucristo (por tanto Hijos de Dios) son co-herederos del reino milenario en calidad de reyes y sacerdotes, o sea, los “ungidos”. Y puesto que Jehová solo hablo de que haría que Sus “dos testigos” profetizaran, sin mencionar a nadie más, es obvio que los tales y a tenor de los considerado, tienen que ser una representación del completo conjunto de personas que en su momento, tomarán parte activa en esa gran predicación pendiente de Mat. 24:14. Y reino de Dios, que unos heredarán como gobernantes del mismo (los hermanos de Jesús) y otros, el resto de colaboradores de estos, que lo heredarán en calidad de súbditos y pasando de esa manera a conformar, la “gran muchedumbre que ningún hombre podía contar” que sobrevive a la “gran tribulación” (Rev. 7:9; 14)…… aunque la pregunta continua en pie ¿por qué lo de dos testigos? Y para responderla dejaremos que, una vez más, sea la Biblia la que se interprete a sí misma.
En el simbolismo bíblico, la presencia de “dos testigos” tiene que ver con la veracidad, rectitud y justicia en un juicio. Por ello es apropiado que en el mensaje de juicio que se va a publicar, se implique la figura de “dos testigos” y lo cual nos lleva a una norma o ley de Jehová, dada a su pueblo:
“Por boca de dos testigos o de tres testigos debe dársele muerte al que ha de morir. No se le dará muerte por boca de un solo testigo.” (Deut. 17:6).
Recordemos que Jesús, no solo mandó a predicar a sus discípulos de dos en dos, de acuerdo con esa máxima, sino que en un asunto que tenía que ver con un juicio, se la repitió a sus seguidores:
“Pero si no escucha, toma contigo a uno o dos más, para que por boca de dos o tres testigos se establezca todo asunto.” (Mat. 18:16).
Luego lo que se desprende de estos pasajes, es el sentido de seriedad y firmeza, aparte de la veracidad del asunto considerado, que debe rodear a todo asunto de importancia; porque lo que es evidente, es que sin ningún problema Jehová podría haber dicho perfectamente “mandaré a mis testigos”, sin que por ello se alterara la situación. Pero la justicia divina requería, como hemos visto, la presencia de cómo mínimo dos testigos para establecer un asunto de juicio, porque “no se le dará muerte (al delincuente) por boca de un solo testigo”. Luego lo que se hace en Rev. 11:3, es establecer un principio de legalidad y respeto a las justas normas de Jehová y a las que el propio Jesús se sujetó:
“Si yo solo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32 Hay otro que da testimonio acerca de mí y sé que el testimonio que él da acerca de mí es verdadero. 33 Ustedes han despachado hombres a Juan (el Bautista) y él ha dado testimonio de la verdad. 34 Sin embargo, yo no acepto el testimonio de parte de hombre, pero digo estas cosas para que ustedes se salven. 35 (…...) 36 Pero yo tengo el testimonio mayor que el de Juan, porque las obras mismas que mi Padre me asignó realizar, las obras mismas que yo hago, dan testimonio acerca de mí, de que el Padre me despachó. 37 También, el Padre que me envió ha dado testimonio él mismo acerca de mí……” (Juan 5:31-37). (Acotación nuestra).
Recordemos que Jehová dio testimonio en el mismo momento en que Jesús salió del agua bautismal, cuando dijo “…… Este es mi hijo, el amado, a quien he aprobado” (Mat. 3:17), o también en el caso de la trasfiguración:
“Mientras él todavía hablaba, ¡mire!, una nube brillante los cubrió con su sombra y, ¡mire!, una voz procedente de la nube, que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado; escúchenle”.” (Mat. 17:5).
Por lo tanto, Jesús presentó ante sus detractores, tres testimonios (como testigos de su identidad) que confirmaban su condición de hijo de Dios y que por lo tanto, refrendaban su autoridad como tal: el de Juan el Bautista (Juan 1:32-34), el de sus obras poderosas (Juan 10:38) y el del propio Creador del Universo, su Padre Celestial (Mat. 3:17; 17:5). Dicho esto y aunque nos podríamos extender un poco más para defender nuestro planteamiento, creemos que para dar una idea de lo que pretendemos decir, es más que suficiente y por lo que no nos extenderemos más.
Luego este es, más o menos bien explicado, nuestro punto de vista en cuanto al significado de Rev. 11:3 y que por lo que hemos ido leyendo por ahí, es bastante diferente de la interpretación mayoritaria, lo cual no significa que estemos equivocados…… ni que tengamos la razón, por supuesto: sencillamente estamos planteando una opción más. Pero el resolver la “incógnita” de quién tiene la razón, querido lector, le corresponde a usted, mediante (sería lo aconsejable) un contrastar lo que decimos nosotros, con lo que dicen otros y luego pasarlo todo por el tamiz de las Escrituras. Lo que si nos permitimos sugerirle, es que no se tome este asunto como de poca importancia, porque cuando dichos personajes aparezcan (y están ya por aparecer), ello significará que al mundo tal como lo conocemos, le quedan y dicho sea coloquialmente, dos telediarios. Y que con toda seguridad, en un momento dado, esos personajes se plantarán ante usted para transmitirle el mensaje divino y que usted, no otro en su lugar, tendrá que tomar la decisión más trascendental de su vida: aceptar ese mensaje y obrar en consecuencia…… o rechazarlo. Pero antes de tomar la decisión, recuerde que esas dos personas que le visitarán (y nada que ver con los TJ), también van acompañadas, 1º: por el testimonio de sus obras poderosas (Rev. 11:5-6) y 2º: por el testimonio del mismísimo Creador del Universo, Jehová Dios: “Y haré que mis dos testigos profeticen mil doscientos sesenta días vestidos de saco.”
MABEL
viernes, 17 de junio de 2011
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