El apóstol Pedro…… y la elección de Matías
¿Se precipitó realmente el apóstol Pedro, cuando promovió la sustitución del traidor Judas, por otro miembro de la congregación cristiana? Muchos opinan que sí y entre los que nos contamos los autores de este blog, mientras parece ser que hay muchas otras personas que entienden que no y que además, aportan pruebas de ello…… y es que hace unos pocos días recibimos un breve, pero amable correo, en donde haciendo referencia a nuestro artículo “Doce apóstoles…… ¿+ uno?”, publicado el pasado 29/11/11 (por cierto, uno de los más leídos hasta el momento, de cuantos hemos publicado), se nos llamaba la atención sobre el hecho que nos habíamos “olvidado” en nuestra exposición, de un pasaje tan importante para el correcto desarrollo de nuestro planteamiento, como puede ser Prov. 16:33 y en donde se lee lo siguiente:
“En el regazo se echa la suerte, pero de Jehová procede toda decisión por ella.”
Y parece ser que para nuestra amable comunicante (de hecho así nos lo transmite), eso es más que suficiente para que en su fuero interno continúe pensando, que en la elección por “suertes” de Matías (sustituto de Judas) y relato que podemos leer en Hech. 1:15-26, obviamente estaba la mano de Jesucristo (Jehová, según nuestra comunicante) manejando los asuntos y que por lo tanto, la decisión del apóstol Pedro y que resultó en la elección del tal Matías, sería del todo correcta…… luego razonablemente, algo estaría fallando en nuestro planteamiento o exposición; y dado que la objeción está muy bien traída, es obvio que requiere una reflexión aclaratoria por nuestra parte. Por lo que empezaremos recordando que en nuestro artículo de referencia, denunciábamos precisamente la precipitación de la que hizo gala el apóstol Pedro (siempre a nuestro entender), acorde con su impetuosa personalidad y de lo que dimos pruebas evidentes, así como los argumentos necesarios para sustentar nuestra afirmación…… por lo que nos permitimos el atrevimiento de sugerirles que si no han leído dicho escrito y el tema les interesa, lo hagan y así poder conocer los pormenores del mismo; y si ya lo tienen leído, pues no estaría de más el repasarlo a modo de recordatorio, pues en este nuevo escrito solo mencionaremos en defensa de nuestra posición, pruebas adicionales a las mostradas en nuestro anterior planteamiento.
Para ello nos centraremos brevemente en el pasaje sobre el que se nos llama la atención, eso es, Prov. 16:33 y veremos si procede su aplicación en este caso, aunque ello lo haremos de forma muy resumida: decir en primer lugar, que fue en tiempos de Moisés cuando se estableció un sistema de “suertes”, que se llegó a conocer con el nombre de el “Urim” y el “Tumim” y objetos que en poder del Sumo Sacerdote (luego solo este podía hacer uso de ellas), se empleaban para determinar la voluntad divina en cuestiones de importancia nacional (básicamente en asuntos de guerras con países vecinos), para las que era necesaria la respuesta de Jehová. Y llegándose a decir incluso por comentaristas bíblicos de renombre, que dichos objetos eran “suertes sagradas” y de uso exclusivo del Sumo Sacerdote, según las Escrituras (Éxo. 28:30)…… pero ya adelantamos y para ir fijando el tema, que Pedro no era Sumo Sacerdote, por lo que no podía acudir ante Jehová en demanda de una resolución de ese tipo y que de hacerlo, como así lo hizo, Dios no podía contestarle a menos que violara Sus propias normas: solo podía ser usado el “echar suertes” y con la colaboración del Altísimo, por el Sumo Sacerdote; pero continuemos. Algunos de esos comentaristas afirman, que se trataba de tres piezas, una que llevaba escrita la palabra “sí”, otra la palabra “no” y una tercera en blanco, siendo la pieza que se sacase primero la que daría respuesta a la pregunta que se plantease en ese momento…… a menos eso sí, que saliera la que estaba en blanco y lo cual indicaría, que no había respuesta al tema planteado. Los hay que opinan, por otra parte, que bien pudieran haber sido dos piedras planas, blancas por un lado y negras por el otro: las piedras se arrojaban al aire y si al tocar tierra, coincidían las dos caras blancas boca arriba, significaba “sí”; si las dos eran negras, “no”…… y si una era blanca y la otra negra, sencillamente significaba que no había respuesta.
Y a título de anécdota aclaratoria, podríamos citar de una ocasión en la que Saúl inquirió del Sumo Sacerdote sobre la conveniencia de atacar o no a los filisteos y no hubo respuesta; preocupado porque alguno de sus hombres hubiese pecado y con ello, desatado la ira de Jehová, Saúl imploró: “¡Oh Dios de Israel, de veras da Tumim!” (algo parecido a ¡da tu veredicto!). Saúl y Jonatán fueron apartados y luego se echaron suertes para determinar cuál de los dos era el culpable…… pero entendiendo que la resolución de dicho caso, no viene ahora a cuento, podemos quedarnos con el mensaje subliminal de dicho relato y por él que puede deducirse, la estrecha relación de “dar Tumim” con el “echar suertes” y que aun dando la sensación de que estaríamos hablando de acciones distintas, el relato en cuestión parece indicar que estaban directamente relacionadas (1 Sam. 14:36-42). No olvidemos, por otra parte, que la práctica de “echar suertes” tenía como finalidad última el evitar conflictos posteriores, según se deduce del siguiente pasaje:
“La suerte echada hace cesar hasta las contiendas y separa, uno de otro, hasta a los poderosos.” (Prov. 18:18).
Por lo que viniendo una resolución sobre el asunto del que se terciare, de alguien tan respetado en el pueblo de Israel como era el Sumo Sacerdote (y único, repetimos, que podía hacer uso de las citadas “suertes”) tenía toda la autoridad del mundo y hasta cierto grado, objetivo perseguido, con el fin de que el rey no tuviera todo el poder y pudiera extralimitarse en sus competencias. Sin embargo, dicha práctica de “echar suertes”, siempre a cargo del Sumo Sacerdote y a raíz de la deportación a Babilonia (y según la tradición judía), habría sido olvidada; y prueba de que ello bien pudiera ser así, la tenemos en las palabras que se citan en el libro de Esdras, escrito más de 60 años después del regreso del citado cautiverio en Babilonia:
“Por consiguiente, el Tirsatá (o gobernador) les dijo que no podían comer de las cosas santísimas hasta que un sacerdote se pusiera de pie con Urim y Tumim.” (Esd. 2:63). (Acotación nuestra).
Y circunstancia de la que no hay registro escrito que se llegara a producir, por lo que el decidir algo por “suertes” como proviniendo de Jehová, parece ser que cayó en desuso en Israel; cierto es, que no hay registro bíblico de los últimos 400 años antes de Cristo (las escrituras hebreas se acaban con Malaquías y libro que abarca, más o menos, hasta 430 a. E.C.), pero el hecho que en el NT solo se nos habla de esa forma de elección en el caso que estamos considerando del apóstol Pedro, podría verificar ciertamente la falta de costumbre y por tanto, el abandono de tal práctica por parte del pueblo judío. Porque en todas las demás ocasiones en las que se tuvo que optar por unas personas sobre otras, la Biblia no dice que se echaran “suertes” para seleccionar a los individuos en cuestión, sino que dicha selección se llevó a cabo en función de las aptitudes personales que reflejaran buena disposición, como en el caso de los siete que fueron elegidos para solucionar el conflicto entre la viudas de habla hebrea y las de habla judía (Hech. 6:1-6). La selección de esas siete personas, así como posteriormente en las de aquellos que tenían que tomar la delantera en los distintos grupos de creyentes que se formaron, así como los que les tenían que ayudar, se tomó a partir de la prueba que daban en sus vidas de tener una actitud correcta y dentro de los límites marcados por los “frutos del espíritu” (1 Tim. 3;1-10; Tito 1:5-9; Gál. 5:22-23); mientras que decisiones de otro tipo se basaban en el cumplimiento de la profecía, la guía angélica, los principios de las enseñanzas dadas por Jesús, así como la intervención directa del espíritu santo y algo que pueden comprobar, en los pasajes listados a continuación: Hech. 5:19-21; 13:2-3; 14:23; 15:15-19; 28.
Por lo que pensamos nosotros que si esa práctica de “echar suertes” tenía el respaldo de Jehová (en este caso, de Jesucristo), luego era infalible en sus decisiones ¿para qué recurrir al examen o juicio de unos por parte de otros para puestos de servicio divino, siendo como es el hombre falible y por tanto dado al error? ¿No sería mucho mejor la directa opinión del Altísimo y que si supuestamente funcionó en el caso de Matías, habría que pensar que sería la tónica a seguir? ¿Porque no se continuó entonces con ella, en el resto de elecciones dentro de la congregación cristiana? Pues porque esta era una práctica, no solo en desuso dentro de la nación de Israel, sino que no aplicable dentro de la incipiente congregación cristiana y por las razones que daremos a continuación; pero es que además, en dicha decisión por parte de Pedro, existe una curiosa circunstancia y es la siguiente: según Pedro, esta persona a elegir tenía que pertenecer al grupo de los que al igual que ellos, habían estado desde un principio y hasta su resurrección, al lado de Jesús…… pero leámoslo:
“Por lo tanto, es necesario que de los varones que se reunieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros, 22 comenzando con su bautismo por Juan y hasta el día en que fue recibido arriba de entre nosotros, uno de estos hombres llegue a ser testigo, con nosotros, de su resurrección”.” (Hech. 1:21-22).
Pero claro, resulta que personas con dichas características había muchísimas, pues en las Escrituras se nos habla como mínimo, de hasta quinientas de ellas (1 Cor. 15:6)…… sin embargo, en el versículo 23, leemos lo siguiente:
“De modo que propusieron a dos: a José llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo y a Matías.”
Luego la interrogante a resolver, es la siguiente…… ¿cómo hicieron, para seleccionar a esos dos personajes citados, de entre los muchos que reunían las tales condiciones y algo que no se nos explica? Porque es del todo imposible que solo los primeros doce apóstoles, más esas dos personas, fueran las únicas que atesoraran dichas condiciones requeridas; sin embargo y que sepamos, de los únicos sobre los que se nos dice que se “echaron suertes”, para decidir a cual escoger de entre ellos, fue con Barsabás y Matías; luego…… ¿qué método se usó, repetimos, para separar a estos dos del resto de aquellos que reunían también semejantes requisitos?
Y cuestión que añade más sombras a la acción de Pedro, por si ya hubiera pocas por el hecho que al no ser Sumo Sacerdote no podía plantear semejante petición a Jehová (luego la resolución resultante no puede haber estado dirigida por la mano de Dios, como ya hemos comentado), pero que quizás con el ánimo de resolver una situación que para él resultaba conflictiva…… pero que curiosamente no era demandada por nadie más (pues nada hace presagiar que existiera en la primitiva y emergente congregación cristiana, un conflicto abierto sobre el futuro sucesor de Judas) y olvidándose de que ya no se estaba bajo los arreglos de la Ley Mosaica y por lo que Prov. 16:33 no aplicaría en este caso, un Pedro llevado por su temperamento se viera abocado a tan precipitada e imprudente decisión. Y es que no solo ya no se estaba bajo Ley, sino que además ya había alguien designado para decidir que hacer (o no hacer, según), en cualquier caso que se presentara en la joven congregación cristiana…… de tal manera que la responsabilidad asumida, no entraba dentro de las competencias de apóstol en cuestión, sino en las del propio Jesucristo, como “cabeza” de dicha congregación (Efe. 5:23), además de superlativo Sumo Sacerdote, no lo olvidemos (Hebr. 4:14-15). Por lo que si analizamos el asunto desde el sentido común y el razonamiento lógico (como siempre recomendamos desde este blog), nos encontramos con las siguientes cuestiones que no encajan con la iniciativa de Pedro, porque veamos: según las Escrituras y lejos de usar el mismo método de Pedro, a Jesús le ocupó una noche entera en vela y de oración, el tomar la decisión correcta sobre qué personas elegiría para componer el grupo de sus doce apóstoles…… y estamos hablando del Hijo de Dios:
“En el transcurso de aquellos días él salió a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Pero cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de “apóstoles”.” (Luc. 6:12-13).
Sin embargo y en abierto contraste, vemos que Pedro resolvió la cuestión en menos de unos pocos minutos y con un simple “sorteo”: algo parecido a “el que saque lo bolita blanca ¡ese es el elegido!”...... y que bien hubiera podido ser Barsabás el favorecido, en lugar de Matías, sin que por ello hubiera habido cambio alguno en la opinión del respetable ¡pues ese sería sin duda alguna, el elegido por Dios! Y sin ningún recelo, hubiera sido “contado entre los doce” (Hech. 1:26 b), exactamente como fue en el caso de Matías y problema resuelto; y razonamiento, entre los ya citados, por el cual nosotros entendemos que esa acción llevada a cabo por Pedro fue precipitada y por tanto incorrecta e inoportuna, pues todo nos indica que estaba fuera del guión previsto…… en primer lugar, porque un Jesús resucitado y momentos antes de ascender al cielo, entre otras cosas dijo lo siguiente:
“Y Jesús se acercó y les habló, diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. 19 Vayan, por lo tanto y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos……” (Mat. 28:18-19).
Pero incluso ya prescindiendo del hecho que “toda autoridad” le había sido concedida a Jesucristo, tanto en el cielo como “sobre la tierra” y por lo que obviamente, quedaba claro que solo él podía tomar decisiones que afectaran al ámbito de la primitiva congregación cristiana, el mandato para los apóstoles (en ese momento aún once y detalle determinante en este asunto), sencillamente era el de llevar la delantera en la obra de hacer discípulos, bautizarlos…… y punto; por lo que queda claro que Pedro y como tenía por costumbre, se pasó siete pueblos al saltarse el mandato de Jesucristo a la torera y tomar una iniciativa que no le correspondía, pues nadie se la había demandado. Porque veamos un “pequeño detalle” que avala nuestra afirmación y que quizás, muy pocos han reparado en ello: habrán visto que hemos destacado el hecho de que cuando Jesucristo se despidió de sus apóstoles y ascendió a los cielos, su número aún eran de once (Mat. 28:16), lo cual significa que Judas todavía no había sido sustituido para ese entonces…… pero claro, resulta que antes de su ascensión a los cielos y por espacio de cuarenta días, un Cristo resucitado y depositario de la máxima autoridad, estuvo entre ellos (así como con quinientos más de sus seguidores, que tuvieron la oportunidad de verlo y hablar con él, según 1 Cor. 15:6)), dándoles instrucciones acerca del reino de Dios:
“A estos también se les mostró vivo por muchas pruebas positivas después de haber sufrido, pues fue visto por ellos por espacio de cuarenta días y dijo las cosas acerca del reino de Dios. 4 Y estando reunido con ellos, les dio las órdenes: “No se retiren de Jerusalén, sino sigan esperando lo que el Padre ha prometido, acerca de lo cual oyeron de mí; 5 porque Juan, en verdad, bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en espíritu santo no muchos días después de esto”.” (Hech. 1:3-5).
Y prescindiendo de nuevo, que la “orden” dada por Jesucristo a sus apóstoles (luego estaríamos hablando de un mandato y algo muy serio viniendo de quién venía, eso es, del ser más poderoso del universo, después del Altísimo), era la de esperar y no la de tomar acción alguna, como imprudentemente hizo Pedro, entremos ahora en el punto clave de la cuestión: si Jesucristo y durante los cuarenta días que pasó entre ellos, no hizo ningún arreglo para sustituir a Judas, obviamente habría que pensar que, lejos de ser algo “olvidadizo” y pasársele por alto o desapercibido tan importante cuestión, algún propósito tendría en mente y que seguramente, nada tenía que ver con la posterior acción tomada por Pedro…… acción que se tomó en el espacio de tiempo que medió entre esas palabras de Jesucristo que acabamos de citar (instantes antes de su ascenso a los cielos) y el momento de recibir ellos el espíritu santo prometido, eso es, solo diez días después; entonces: si Jesús no dijo o hizo nada con respecto del reemplazo del traidor Judas y ello, por espacio de cuarenta días (¡casi un mes y medio!)…… ¿a santo de qué o que urgencia había, para que Pedro “motu proprio” y prácticamente a los dos o tres días de haber recibido una “orden” tan clara y tajante directamente de Jesucristo, en el sentido de no dar un solo paso y esperar acontecimientos, se liara la manta a la cabeza y montara tal “desaguisado”? Obviamente solo se nos ocurre pensar, en una salida de “pata de banco” del citado apóstol y circunstancia que queda probada, sin lugar a duda alguna, por lo que ocurrió tiempo después y la disparatada situación que de ella derivó, cuando Pablo fue también nombrado apóstol, en este caso ya sí por el propio Jesucristo y algo que se nos explica en palabras del mismo Pablo…… y que habría que pensar que no nos mintió; veamos unos cuantos pasajes en ese sentido:
“Pablo, esclavo de Jesucristo y llamado a ser apóstol, separado para las buenas nuevas de Dios.” (Rom. 1:1).
“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios y Sóstenes nuestro hermano…” (1 Cor. 1:1).
“¿No soy yo libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús nuestro Señor? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? 2 Si para otros no soy apóstol, con toda certeza lo soy para ustedes, porque ustedes son el sello que confirma mi apostolado en relación con el Señor.” (1 Cor. 9:1-2).
“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios.” (1 Cor. 15:9).
“Tampoco subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que me fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco.” (Gál. 1:17).
“Con el propósito de este testimonio fui nombrado predicador y apóstol (digo la verdad, no miento), maestro de naciones en el asunto de la fe y la verdad.” (1 Tim. 2:7).
Y obviamente nombrado por el mismo Jesucristo, según propias palabras de este a Ananías:
“Pero el Señor le dijo: “Ponte en camino, porque este hombre me es un vaso escogido para llevar mi nombre a las naciones así como a reyes y a los hijos de Israel. 16 Porque le mostraré claramente cuántas cosas tendrá que sufrir por mi nombre”.” (Hech. 9:15-16).
Y confirmaría dicha situación, el hecho que Pablo fue el único apóstol (posiblemente alrededor del año 41 E.C.), que tuvo una visión sobrenatural tan real, que no supo si había sido arrebatado al “tercer cielo” en el cuerpo o fuera del cuerpo. Pensamos nosotros, pues no se nos dan más referencias al respecto, que dicho “tercer cielo” bien podría significar (y es solo una opinión), el grado superlativo de arrobamiento que tuvo en dicha visión…… no experimentada por ningún otro apóstol y en el que le fueron revelados mensajes o misterios, fuera del alcance del entendimiento humano (2 Cor. 12:1-4). Tenemos además, el grado de prominencia que en las Escrituras tiene Pablo sobre el resto de apóstoles, mientras que del tal Matías no se nos hace mención alguna, aparte del suceso narrado sobre su elección. Luego visto lo visto y todo considerado, echemos mano de la lógica y el sentido común y enfrentémonos a las consecuencias que la irreflexiva acción de Pedro provocó, porque veamos…… ¿sería razonable pensar, que el mismo Jesucristo que supuestamente “dirigió” la elección de Matías (luego ya volvían a ser doce los apóstoles) y que posteriormente elevó el número de ellos a trece con la incorporación de Pablo (como hemos podido comprobar), dijera algo parecido a esto?:
“El muro de la ciudad también tenía doce piedras de fundamento y sobre ellas los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.” (Rev. 21:14).
Porque lo que es obvio, es que en esas palabras del citado pasaje, el glorificado Jesucristo y dirigiéndose a Juan en la Revelación, reconoce sin lugar a duda alguna que solo tiene doce apóstoles…… entonces ¿cuál apóstol sobra o dicho de otra manera, cuál de los trece no es reconocido por Jesucristo, como un apóstol directamente nombrado por él y que en consecuencia, no formaría parte de ese privilegiado grupo de doce? Porque repetimos para énfasis y con el ánimo de mantener centrado el asunto: en el pasaje citado, Cristo reconoce tener solo doce apóstoles y no trece; equivalentes además a los doce fundamentos de la ciudad espiritual mencionada en dicho texto…… porque Jesucristo no nos habla en él de trece fundamentos, sino solo de doce ¿no es cierto? Entonces ¿qué ocurre aquí…… y quién se equivocó? ¿Pedro al proponer el nombramiento de otro apóstol…… o Jesucristo aceptando y reconociendo dicho nombramiento de Matías como apóstol suyo (y siempre según el particular entender de nuestra comunicante)? Pero que en todo caso y fuere como fuere, estaríamos hablando de un flagrante error de cálculo por parte de Jesucristo, está más que claro que el agua cristalina…… pero siendo esto impensable desde cualquier punto de vista, repetimos: ¿Quién se equivocó entonces, haciendo lo que no se debía de haber hecho y que nos lleva a la rocambolesca situación, de adjudicarle a Jesucristo el nombramiento de trece apóstoles (dejando aparte, por supuesto, al que nos salió “rana”) cuando él solo reconoce a doce?
Y por nuestra parte ahí lo dejamos, esperando que tanto la citada comunicante (a la que agradecemos su atención al mandarnos el correo), como también todos ustedes, mediten en el asunto y saquen sus propias conclusiones…… y es que nosotros, desde este blog, lo tenemos clarísimo.
MABEL
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