domingo, 19 de junio de 2016
¡Levanten los ojos a lo alto y vean…!
Probablemente el solo hecho de plantear una posible relación existente entre la Biblia y la ciencia de la astronomía, haría que alguien al leer estas palabras se sorprendiera y pensara aquello tan castizo del “qué ver tendrá, la gimnasia con la magnesia” y le mirara a uno de un modo “rarito” y protegiendo rápidamente su cartera. Y es que la realidad nos dice que una inmensa mayoría de personas son desconocedoras de dicha relación y siendo este el razonamiento en el que se apoyan: la Biblia es un libro que nos habla de profecía, de historia, así como de los planes de Dios con respecto del hombre, mientras que la ciencia que trata de la astronomía nos habla de estrellas, galaxias, planetas, cometas, asteroides, etc.; pero siendo esto cierto, no deja de ser menos cierto que en las Escrituras sí se nos hace referencia a las cosas creadas como “carta de presentación” de nuestro Creador a la humanidad. En todo caso, veamos un elocuente ejemplo de ello:
“Porque las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables.” (Rom. 1:20).
Eso es, que son inexcusables aquellos que niegan la existencia de un Dios Todopoderoso, bien sea de hecho o de facto y todos con un denominador común: porque la inmensa mayoría de estas personas y ante dicho pasaje, se encallan en el absurdo razonamiento de que, si todo fue creado por Dios ¿quién, entonces, creó a Dios? Ello les lleva a no tomarse el contenido escritural como verídico y, prefiriendo con ello vivir “sin Dios”, no atienden al siguiente razonamiento del Sal. 90:2:
“Antes que nacieran las montañas mismas, o tú procedieras a producir como con dolores de parto la tierra y el terreno productivo, aun de tiempo indefinido a tiempo indefinido (o “desde la eternidad, hasta la eternidad” según versiones) tú eres Dios.” (Acotación nuestra).
De hecho, lo que se lee en 1 Tim. 1:17 es algo que tendría que hacer reflexionar a aquellos que no acaban de tener clara la idea de un Dios sin principio ni final; porque veamos qué se nos dice ahí:
“Ahora bien, al Rey de la eternidad, incorruptible, invisible, el único Dios, sea honra y gloria para siempre jamás. Amén.”
Esta expresión “Rey de la eternidad” es vertida por algunas traducciones bíblicas por la de “Rey de los siglos”; pero sea cual fuere le terminología usada, lo que se nos quiere decir con esas palabras es que Dios reina “sobre el tiempo”, eso es, que a diferencia del ser humano Él no está sujeto al mismo…… de hecho, el tiempo como magnitud física, no deja de ser más que una creación divina pues hubo un momento y algo en lo que está de acuerdo la ciencia, en que no existía ni tiempo, ni espacio, ni luz, ni materia: todo apareció de repente y prácticamente de la nada, en lo que se ha dado en llamar como la teoría del “Big Bang” (o gran explosión). Ello significaría que todo lo que contemplamos hoy, el Sol, la Tierra y el resto de los planetas que orbitan alrededor del mismo, así como la galaxia en la que estamos situados, nuestra Vía Láctea y que no es más que una entre las, según se calcula, casi 200.000 millones de galaxias existentes en el universo (que por cierto y contrario a lo que se proponía, este en lugar de contraerse, se continúa expandiéndose a casi la velocidad de la luz) y todo lo que dicho universo contiene de materia y energía, estaba concentrada en un ínfimo punto al que llaman “singularidad”.
Y esto sí se lo creen aquellos que niegan la existencia de un Dios creador, sencillamente porque no se les puede explicar quién, entonces, creó a Dios; sin embargo, la misma creencia en lo que acabamos de señalar, es la que debería de hacer razonar a esas personas acerca de una cuestión que planteó el Sr. Albert Einstein y aceptada por todo científico que se precie y sin discusión alguna, que queda reflejada en la siguiente ecuación matemática: E=mc2…… que traducido al “cristiano” significa que, así como la masa o materia se puede transformar en energía, la energía a su vez se puede transformar en materia. Partiendo de esa premisa, insistimos, aceptada universalmente, queda claro que si no hay energía no puede existir materia o masa…… de ahí que esos que creen en esos datos científicos, no pueden negar de ninguna manera la existencia de un Creador, a tenor de lo que nos dicen las Escrituras acerca de Él y que se ajusta perfectamente a esa fórmula matemática aceptada por todo el mundo científico; pero veamos que nos dicen estas al respecto:
“Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta.” (Isa. 40:26).
Luego porque estamos ante una poderosa, ilimitada e infinita fuente de energía, puede existir toda la materia que vemos a nuestro alrededor y, sobre todo, en el magnificente Cosmos y de lo que les hablaremos más adelante; afirmación que nos lleva a continuar con el tema inicial de este escrito, eso es, la relación entre la Biblia y la ciencia de la astronomía, en este caso en el plano negativo, pues lo cierto es que de forma lamentable ambas tienen algo en común: y es el que ni la una ni la otra, son habituales en las tertulias de bar, o de sobremesa y mucho menos causa de tertulias en los medios de información, sean estos escritos, de radio o televisión…… si acaso en algún periódico y muy de tarde en tarde, se da alguna breve noticia del mundo científico que trata de la susodicha rama de la ciencia. Es cierto que ello no quita, para que haya alguna revista especializada en temas científicos que verse sobre dicha cuestión; de hecho en España se edita mensualmente una revista con un llamativo nombre “Muy interesante” y que suele hablar de los últimos hallazgos científicos en materia de astronomía, pero paren ustedes de contar…… y es que como se suele decir en nuestra tierra, “una flor no hace Mayo”.
Sin embargo, la realidad es que de forma misteriosa, sin habla, sin palabras, sin voz, el imponente espectáculo de la bóveda celeste en una noche despejada de las de antes, realmente sobrecoge a cualquiera y nos habla constantemente de la infinita sabiduría y poder sobrepujante de Su creador, Jehová Dios y así se declara de Su gloria, noche tras noche. Porque la creación celeste nunca cesa de proclamar la gloria de Dios y uno se siente insignificante al contemplar cómo este testimonio silencioso sale a “toda la tierra” (Sal. 19:4), para que la totalidad de sus habitantes lo contemple y se sientan en la necesidad de dar honra a su Todopoderoso Creador:
“Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando. 2 Un día tras otro día hace salir burbujeando el habla y una noche tras otra noche manifiesta conocimiento. 3 No hay habla y no hay palabras; no está oyéndose ninguna voz de parte de ellos.” (Sal. 19:1-3).
No obstante, el mensaje que los cielos nos transmiten es del todo clamoroso y lo que hace que solo los tercos o los ignorantes no “oigan” dicho mensaje, haciéndoles recapacitar acerca de su errático modo de entender los asuntos; de hecho, tenemos la reflexión que un personaje de la antigüedad se hizo ante tan magnificente espectáculo:
“Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado 4 ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente y el hijo del hombre terrestre, para que cuides de él?” (Sal. 8:3-4).
Personaje al que también se le atribuyen las siguientes palabras, en este caso referentes a la máxima creación hecha por Dios en la tierra y obra cumbre de toda la creación material: el ser humano:
“Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma.” (Sal. 139:14).
Y siendo cierto que dicho personaje (el mismísimo rey David) y volviendo al tema de la astronomía del que estábamos hablando, tenía una mejor visión de los cielos estrellados de la que tenemos nosotros hoy en día por culpa de una polución rampante, así como de una perniciosa y galopante contaminación lumínica y de la que algo se nos habla en un artículo del periódico español ABC de fecha 13/06/10, no es menos cierto que a día de hoy y por mor de los modernos telescopios, se nos ha permitido conocer maravillas del universo que ni siquiera nos podríamos imaginar en sueños que existieran: agujeros negros con 17.000 millones de veces la masa de nuestro Sol (06/04/16), un diamante del tamaño de la tierra (24/06/14) o, una gigantesca reserva de agua que supera en 140.000 millones a la contenida en todos los océanos terrestres (07/03/16) y estrellas que superan en más de 2.000 veces el radio de nuestro Sol (11/10/15) y dentro del cual (de nuestro Sol, obviamente) cabrían ¡1,300.000 Tierras!…… y solo por citar algo de lo que anda suelto “por ahí arriba”.
Por otra parte, los científicos nos hablan de la existencia de una “materia oscura”, eso es, la hipotética materia que no emite suficiente radiación electromagnética para ser detectada con los medios técnicos actuales, pero cuya existencia se puede deducir a partir de los efectos gravitacionales que causa en la materia visible (estrellas y galaxias) y de la que se nos dice que, mientras la materia observable compone el 5% del universo que conocemos, dicha “materia oscura” (no visible) constituye del orden del 23% de la masa/energía de este. Pero se nos habla también de otro elemento y que compone el 72% del universo y al que denominan como “energía oscura”, que estaría presente en todo el espacio, produciendo una presión que tiende a acelerar la expansión del universo y por lo que bien podría ser considerada como una fuerza gravitacional repulsiva. Considerar la existencia de la energía oscura es la manera más frecuente de explicar las observaciones recientes de que el universo parece estar en expansión acelerada y que, repetimos, dicha “energía oscura” aporta casi tres cuartas partes de la masa-energía total del universo conocido; aunque la pregunta sería ¿energía oscura…… o poder divino en acción?
Y quedémonos ahí, pues no somos expertos en el tema y más bien lo que podríamos hacer es “liarla” diciendo alguna “chorrada” que desvirtuaría todo lo que estamos diciendo, pero que en todo caso y como somera mención de cómo está la cosa, creemos que con lo dicho ya vale…… y que lo dicho tendría que llevar a algunos a hacerse la siguiente reflexión ¿quién está detrás de esas poderosísimas fuerzas que aún desconocemos y que dominan el Cosmos, así como de la brutal energía contenida en este y prescindiendo de que “ese quién” haya sido creado o no? Esto es lo que las Escrituras nos dicen al respecto:
“Esto es lo que ha dicho Jehová, tu Recomprador y el Formador de ti desde el vientre: “Yo, Jehová, estoy haciendo todo, extendiendo los cielos, yo solo, tendiendo la tierra. ¿Quién estuvo conmigo?” (Isa. 44:24).
Luego todo hace pensar que si nuestro Creador estaba solo antes de su acto de creación, es obvio que no pudo ser creado por nadie (pues de lo contrario ya no estaría solo) y algo que a la mente humana le resulta difícil de entender, pues nosotros sí fuimos creados y por lo que nos movemos en una dimensión distinta a la de nuestro Creador; por lo que no son pocos los que, al no aceptar esa lógica, están presos en esa disyuntiva de qué fue primero, si el huevo o la gallina y por demás, algo facilísimo de dilucidar: primero tuvo que ser la gallina, a tenor de lo que se lee en las Escrituras:
“Y Dios pasó a decir: “Produzca la tierra almas vivientes según sus géneros (eso es, macho y hembra), animal doméstico y animal moviente y bestia salvaje de la tierra según su género”. Y llegó a ser así. 25 Y Dios procedió a hacer la bestia salvaje de la tierra según su género y el animal doméstico según su género y todo animal moviente del suelo según su género. Y Dios llegó a ver que era bueno.” (Gén. 1:24-25). (Acotación nuestra).
Exactamente, como ocurrió con una forma de vida muy superior a la de los animales: primero se creó a un hombre y de este una mujer, a los que se dotó de la capacidad de reproducirse y perpetuar con ello la especie; y como es obvio, ello solo lo pudo hacer un Ser Supremo situado fuera de ese plano tridimensional en el que nos movemos los seres vivos y algo que solo puede entender uno partiendo de ese tándem que conforman la Biblia y la obra creativa del Dios Altísimo. Sin embargo, están aquellos que despreciando estos recursos puestos a nuestro alcance, continúan moviéndose en ese círculo vicioso de “qué fue primero, si el huevo o la gallina” y con lo que queda patente la terca ignorancia de esas personas, que no es que no sepan, sino que no quieren saber. Ya al inicio de este escrito hemos hecho referencia al pasaje de Rom. 1:20 y que ahora situaremos en su contexto más inmediato, en dónde ya se nos hace una descripción de esas personas y en donde ya se nos explica el porqué de su terca actitud:
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que suprimen la verdad de un modo injusto, 19 porque lo que puede conocerse acerca de Dios está entre ellos manifiesto, porque Dios se lo ha puesto de manifiesto. 20 Porque las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables; 21 porque, aunque conocieron a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron casquivanos en sus razonamientos y se les oscureció su fatuo corazón. 22 Aunque afirmaban que eran sabios, se hicieron necios 23 y tornaron la gloria del Dios incorruptible en algo semejante a la imagen del hombre corruptible (por ejemplo, al decir eso de “¿y quién creó a Dios?”) y de aves y cuadrúpedos y cosas que se arrastran (en todo caso, en lo que no es más que un intento de rebajar al Supremo Hacedor/Creador, a la condición de mera criatura creada).” (Rom. 1:18-23). (Acotaciones nuestras).
Sin embargo, volviendo a ese pasaje 20 y siendo cierto que en el mismo lo que se nos dice es que todas las cualidades de un Magnífico Hacedor se perciben por medio de las cosas hechas, no es menos cierto que ello no significa que con solo ver con los ojos literales lo que nos rodea, ya de ello se pueda inferir la grandiosidad de ese Magnífico Ser y que es de lo que se trata; eso es y en el caso que nos ocupa, que no basta con levantar los ojos y ver lo que se percibe a simple vista, pues eso no es lo que se nos dice en este pasaje, sino que el mensaje que se nos quiere transmitir con ese “Levanten los ojos a lo alto y vean…” de Isa. 40:26, es totalmente otro. Porque así como con solo ver una Biblia no basta para conocer al Dios Altísimo y sus propósitos, sino que hay que leerla e investigar en ella, así ocurre también con el universo: no basta con echarle una ojeada casual al cielo en una noche clara, porque esto poco o nada se nos va a decir acerca de su Creador, sino que hay que investigar y profundizar acerca de ello, por medio de la información que sobre ello tengamos a mano y que hoy es mucha, para captar la personalidad de nuestro Supremo Hacedor:
“¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e ininvestigables sus caminos! 34 Porque “¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, o quién se ha hecho su consejero?”. 35 O, “¿Quién le ha dado primero, para que tenga que pagársele?”. 36 Porque procedentes de él y por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén.” (Rom. 11:33-36).
Y es que como decía el Sr. Dale Carnegie en su excelente libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, no se puede apreciar aquello que no se conoce…… por lo que si uno nunca ha abierto una Biblia, o no se ha preocupado de qué es lo que hay allá arriba más allá de lo que se ve a simple vista, difícilmente conocerá a Dios. Y por conocer a Dios, se entiende algo que va bastante más allá de tener una pequeña noción de Él por lo que ha oído en la iglesia dominical, pues tiene que ver con el averiguar el porqué de la creación, eso es, por qué nos creó, qué propósito tiene un universo que se expande a casi la velocidad de la luz, eso es, a 300.000 kms./segundo (concretamente a 299.792’458), cuando resulta que con dificultad los hombres podemos viajar a la Luna y, cuanto menos, el poder vivir en ella…… luego ¿qué fin persigue tanto despliegue de poder, en un Dios de propósito como sabemos que es nuestro Creador? Pero como de esto hablaremos más adelante, continuemos con lo que estábamos.
Se nos habló en su momento de las pirámides de Egipto (concretamente la de Guiza) como de una Biblia en piedra y lo que no es más que un solemne disparate que se le ocurrió al fundador de la organización religiosa de los Testigos de Jehová, Charles Taze Russell (afirmación que sus más directos seguidores rápidamente quitaron de sus enseñanzas), pues nada siquiera parecido a eso se nos señala en las Escrituras; sin embargo y por el contrario, en las Escrituras sí se nos insta a profundizar en otra vía ajena a la Biblia (la astronomía) como fuente adicional para aumentar nuestro conocimiento acerca del Ser más Excelso del Universo que, en algunas Biblias, recibe el nombre de Yahveh (Biblia de Jerusalén) y al de Jehovah (Reina Valera), como expresiones más cercanas a las cuatro consonantes que traducidas del hebreo vierten el nombre de Dios y que son YHWH (o JHVH), pero que como en definitiva se refieren a la misma Persona, no hay problema alguno en aceptar ambas propuestas.
Dicho lo cual y recuperando “el hilo” de lo que hablábamos, veamos ahora a qué realmente nos estimula la Biblia con esas palabras de “levanten los ojos a lo alto y vean” que dan título a este escrito y con las que inicia, repetimos, el pasaje de Isa. 40:26; porque estas no se refieren a un solo mirar de pasada lo que hay encima de nuestras cabezas, si no a investigar acerca de ello y que tiene que ver con el ser consciente de aquello que hemos comentado hace un momento: no solo es necesario saber lo que hay “ahí arriba”, sino entender para qué ha sido creado lo de “ahí arriba”. Porque ello y de forma no audible nos habla del propósito divino con respecto del ser humano, que para nada está condenado a habitar solo este minúsculo planeta Tierra y perdido en un rincón de una pequeña galaxia, entre los casi 200.000 millones que de ellas existen en el universo (según, repetimos, últimas estimaciones), sino que estamos destinados a poblar el entero universo…… ¿o se le ocurre a usted, querido amigo que nos lee, alguna otra idea de cómo pudiera ser la cosa? Al menos, lo que se desprende del pasaje de Isa. 66:1, parece estar en línea con lo que acabamos de afirmar y por descabellada que suene la cosa:
“Esto es lo que ha dicho Jehová: “Los cielos son mi trono y la tierra (nuestro planeta) es el escabel (eso es, lo más cercano al trono, aunque de hecho es parte del mismo) de mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que ustedes pueden edificar para mí y dónde, pues, está el lugar que me es lugar de descanso?”.” (Acotaciones nuestras).
O lo que, traducido, significa que en un futuro aún muy lejano, la tierra como planeta será el centro del universo con respecto de la vida inteligente (pues todo parte de aquí) y a menos, eso sí, que alguien nos pueda explicar para qué tanto despliegue sideral, si no hay una finalidad concreta detrás de ello y sabiendo como sabemos, que estamos ante un Dios de propósito:
“Porque esto es lo que ha dicho Jehová, el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella; Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada: “Yo soy Jehová y no hay ningún otro”.” (Isa. 45:18).
Luego si ello es así en el caso del planeta Tierra ¿por qué razón, no tendría que ser lo mismo con el resto de planetas existentes en el espacio? ¿Qué hay para cuando nuestro planeta Tierra ya convertido en un paraíso (Luc. 23:42-43) y en el que no existirá la muerte (Isa. 25:8), esté lleno? ¿O es que aquí quedará limitado el poder divino y lo que entraría en contradicción, con tanto espacio para habitar “ahí afuera”?
Es cierto que alguien podría decir que los astrónomos y hasta donde han alcanzado ver, no han hallado aún planeta alguno susceptible de ser habitado por el ser humano y por lo que tal parecería que estamos fantaseando con nuestro planteamiento…… pero no es menos cierto que en su momento el planeta Tierra tampoco era habitable, hasta que fue preparada para ello (Gén. 1:1-31; 2:1-3). Por lo tanto, nada impide que la historia se repita de nuevo, por ejemplo, en el vecino planeta Marte y que una vez debidamente habilitado, pueda ser habitado por el ser humano y así, gradualmente, ir colonizando planetas y extenderse este por todo el universo…… de hecho y en plan “chapucilla”, eso es lo que la ciencia actual está proponiendo para dentro de 20 o 30 años vista y preparando ya lo necesario para llevar a cabo dicho proyecto; al menos eso se desprende de los informes de prensa especializados, como el fechado en 20/05/16.
Ya para ir concluyendo, incidir en lo dicho, eso es, en el hecho de que uno solo empieza a percibir el proyecto divino para el ser humano cuando uno empieza a documentarse en estas cosas; y es que la enseñanza divina tal parece que es un compendio entre la palabra escrita y la obra creada, siendo que mientras que con su creación se nos muestra Dios a sí mismo en toda su Majestuosidad, Sabiduría y Poder, con Su Palabra escrita nos explica el porqué de lo creado y resultando de ello, que la creación en su conjunto es un soberbio acto de amor hacia lo creado y teniendo ello, como figura central, al ser humano.
Pero esto solo se puede entender si uno es capaz de aceptar la intrínseca relación existente entre dos cosas tan aparentemente distintas, como puedan ser la Biblia y la astronomía…… no olvidemos, lo leído en el Sal. 19:1 y que, como colofón a este escrito nos viene al pelo, pues en el mismo se nos muestra que es la propia Biblia la que nos dirige a la astronomía, como recurso para aprender más de nuestro Creador:
“Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.”
De ahí, que el consejo divino sea: “Levanten los ojos a lo alto y vean”; la cuestión es…… ¿seguirá usted dicho consejo?
MABEL
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