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martes, 24 de febrero de 2015
La Muerte y la Resurrección. (Parte 1)
Lo que van a leer ustedes a continuación, es una genial colaboración de un buen amigo de este blog, Israel González (Puerto Rico), en donde desarrolla de forma clara y entendible las razones del por qué la muerte no es ese trance “definitivo” e irreparable que nos separa abruptamente de nuestros seres queridos e inundando con ello nuestro corazón de inmenso dolor y desesperación; dicho escrito nos ayuda a ver tan traumático suceso desde un punto de vista más racional, sobre todo menos adulterado por las creencias al uso y situación que los actuales dirigentes religiosos de la cristiandad, han sido incapaces de aclarar y reconducir. Dicho esto señalar, que por la extensión de tan interesante e instructivo artículo (un tema de tal importancia y complejidad, requiere de una explicación exhaustiva y detallada), así como por el formato de nuestro blog, lo hemos fraccionado en dos partes; por lo que sin más y deseando que lo disfruten, a la par de que les sirva de consuelo y esperanza ante dicha ocurrencia si han pasado o, están pasando por ella, ahí les dejamos con el excelente planteamiento de nuestro buen amigo Israel González:
Introducción
El Estado de los Muertos: Inconscientes Hasta la Resurrección
Si la cristiandad está extraviada en cuanto a la naturaleza del hombre, lógicamente se deduce que también estará extraviada en cuanto al estado de los muertos, referente a lo cual su teoría ocupa un lugar prominente en la teología actual. Examinemos ahora este tema a la luz de los hechos y del testimonio de las Escrituras.
La muerte es el hecho más importante en la experiencia humana, pues su ocurrencia es universal e inevitable; tarde o temprano, su tenebrosa sombra entristece todo hogar, porque ¿quién no ha sentido su mano férrea? ¿Quién no ha contemplado a un ser querido empalidecido y anquilosado por su soplo desolador? El niño lozano con toda su balbuceante inocencia y cautivadoras maneras; el compañero de la juventud, rosado, saludable y alegre; la amada esposa, el leal esposo, el amigo fiel y confiable: ¿cuál de ellos no ha sido arrancado de nuestro lado por la terrible mano de este enemigo despiadado e indiscriminado? Un día los hemos visto con ojos brillantes, semblante radiante, cuerpo vigoroso y les hemos oído pronunciar vivamente palabras de amistad e inteligencia; para una próxima vez verlos vemos estirados en el féretro, quietos, fríos, inmóviles, pálidos……en definitiva, muertos.
¿Qué diremos de estas cosas? La muerte trae aflicción a los vivos, pues los agobia con un dolor que rehúsa ser consolado. No es por nosotros mismos que nos afligimos, ya que nos alegraría saber que aún estaban vivos, aunque estuvieran muy lejos y nos fuera imposible comunicarnos con ellos. No; es porque están muertos que se nos apena el corazón. Y lo que nos lleva a considerar la relación de esto con la teología popular de nuestros días; porque si la muerte no fuera más que un mero cambio de estado y no una destrucción del ser, ¿por qué toda esta angustia por aquellos que se han ido? Obviamente no puede ser motivo de las incertidumbres “más allá de la sepultura”, porque nuestro pesar es tan agudo por aquellos que se cree han ido al cielo, como por aquellos de los cuales se tienen dudas; y es que las lágrimas fluyen tanto por los buenos como por los malos y quizás, si mucho se apura, con más pena para estos…… luego aquí hay algo contradictorio en la teoría popular. Si en verdad nuestros amigos se han ido a la “gloria”, deberíamos sentirnos tan agradecidos como lo hacemos cuando reciben honores “acá abajo”; pero resulta que no lo estamos y si ello es así ¿por qué es así? La evidencia justificará la respuesta, pues la fuerza del instinto natural no puede ser vencida por la ficción teológica: los hombres prácticamente nunca creerán que la muerte es el comienzo de la vida, cuando ven que esta es la extinción de todo aquello que alguna vez conocieron o palparon estando en vida.
Si los muertos no están muertos, sino que se han ido a una vida mejor; si están “alabando a Dios entre los redimidos de arriba”, entonces están vivos y, por lo tanto, sólo han cambiado un lugar de morada temporal por un lugar de morada eterna: sencillamente han salido del cuerpo para ir al cielo o al infierno, según sea el caso. La palabra “muerte” en su significado original, no tendría pues, aplicación al hombre, porque habría perdido el significado que normalmente se le da y por lo que ya no sería más la antítesis de la “vida”. Ya no significaría más la cesación de la existencia viviente (su significado fundamental) sino que sólo significaría un cambio de situación; “¿muere un hombre? ¡No, imposible! Puede salir del cuerpo para ir a otro lugar de habitación, pero no puede morir”; esta es la opinión popular (el fallo de la sabiduría del mundo), la tenaz creencia del mundo religioso.
Por lo que investigaremos si hay algo en la enseñanza de las Sagradas Escrituras o en el testimonio de la naturaleza, que respalde esta creencia; y descubriremos que no sólo hay completa ausencia de respaldo a tal idea, sino que más bien al contrario, hay abundante evidencia que muestra que la muerte invade el ser de un hombre y le borra de la existencia, de tal suerte que en la muerte se halla tan completamente inconsciente como si nunca hubiese vivido. Que el lector retenga en suspenso su juicio al respecto, pues encontrará que lo que viene a continuación justificará esta afirmación, aunque parezca aterradora al principio.
¿Qué es la Muerte?
Primero, consideremos por un momento la idea primordial expresada en la palabra muerte y que no es otra cosa que lo opuesto a la vida. Conocemos la vida como un asunto de positiva experiencia y siendo que la idea de la muerte se deriva de esta experiencia, pues la muerte es la palabra que describe la interrupción, negación, o detención de dicha capacidad de experimentar. Ya sea que el término vida se utilice literal o figuradamente, ya sea que se aplique a una criatura o a una institución, la muerte no es más que lo opuesto de la vida: en definitiva, significa la ausencia o partida de la vida. Por lo tanto, a fin de entender la muerte en relación con nuestra actual investigación, es necesario que tengamos un concepto preciso de la vida. No podemos entender la vida en sentido metafísico, pero esto no es un impedimento para nuestra investigación; porque la dificultad en este sentido no es mayor ni menor que en el caso de los animales y en el caso de los animales la gente no profesa hallar ninguna dificultad en reconciliar el misterio de la vida con el hecho de la muerte real.
Dejando la metafísica a un lado, sólo necesitamos preguntarnos: “¿Qué es la vida según se conoce experimentalmente?”. La respuesta de la verdad literal dice que es el resultado conjunto de los procesos orgánicos que se desarrollan dentro de la estructura humana: la respiración, circulación de la sangre, digestión, pues los pulmones, el corazón y el estómago funcionan en conjunto para generar y sostener la vida e impartir actividad a las diversas facultades de las cuales estamos compuestos. Fuera de este laborioso organismo la vida no existe, ya sea en lo que concierne al hombre como a las bestias. Si se golpea el cerebro, sobreviene la inconsciencia; si se quita el aire, se produce el sofocamiento; si se corta el suministro de alimentos, sobreviene el hambre con efecto fatal. Estos hechos, que todo el mundo conoce, demuestran que la vida depende del organismo. Muestran que la vida humana, con sus misteriosos fenómenos del pensamiento y sentimiento, es el producto de la complicada maquinaria de la cual estamos hechos. Esa maquinaria, en completa y armoniosa acción, es una suficiente explicación de la vida que ahora tenemos. En ella y por medio de ella, existimos.
Ahora bien, a pesar del prejuicio que el lector tenga contra esta presentación del asunto, no puede dejar de reconocer esto: que hubo un tiempo cuando no existíamos. Este importante hecho muestra la posibilidad de la inexistencia en relación con el hombre. La pregunta es: ¿volverá a sobrevenir ese estado de inexistencia? Esta es una sencilla cuestión de experiencia, sobre la cual ¡ay! la experiencia habla con tanta claridad…; por lo que en vista de que la existencia humana depende de la función del material orgánico, la inexistencia sobreviene debido a la interrupción de esa función. Por experiencia sabemos que esta interrupción efectivamente ocurre y que como consecuencia de ella, el hombre muere. La muerte viene sobre él y deshace lo que el nacimiento hizo por él. Uno le dio la existencia…… la otra se la quita. El decreto divino “polvo eres y al polvo volverás”, se realiza inexorablemente en la experiencia de todo hombre. En el transcurso de la naturaleza, su ser desaparece de la creación y todas sus cualidades su sumergen en la muerte por la simple sencilla razón de que el organismo que las desarrolla, también detiene sus funciones.
Estos son los hechos desde un punto de vista razonable y coherente. Pero cuando escudriñamos las Escrituras, es asombroso lo fundamentado que se vuelve el caso. Cuando las Escrituras hablan de la muerte de alguien, no emplean la fraseología de los religiosos modernos. Las Escrituras no dicen que los justos se han “ido a recibir su galardón”, o que se han “ido a rendir su cuenta final”, o que han “emprendido vuelo a un mundo mejor”; ni dicen, que los inicuos se han “ido a comparecer ante el tribunal de Dios para responder por sus malas acciones”. El lenguaje bíblico declara expresamente una doctrina contraria: por ejemplo, la muerte de Abraham, el padre de los fieles, se halla registrada así:
“Y exhaló el espíritu y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo." (Génesis 25:8).
Así también el caso de Isaac:
“Y exhaló Isaac el espíritu, y murió, y fue recogido a su pueblo.” (Génesis 35:29).
Así también Jacob:
“Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en la cama, y expiró, y fue reunido con sus padres.” (Génesis 49:33).
De José sólo se dice:
“Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto.” (Génesis 50:26).
Así en el caso de Moisés:
“Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy.” (Deuteronomio 34:5-6).
Y así también hallaremos en los casos de Josué (Josué 24:29), Samuel (1 Samuel 25:1), David (1 Reyes 2:1-2, 10; Hechos 2:29-34), Salomón (1 Reyes 11:43); y de todos aquellos cuya muerte se halla registrada en las Escrituras. Nunca se dice que se han ido a alguna otra parte; simplemente se menciona que mueren, que entregan su vida y que vuelven a la tierra. Pablo adopta el mismo estilo de lenguaje cuando habla de la generación de los justos que han muerto; estas son sus palabras:
“Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos.” (Hebreos 11:13).
Cuando Jesús habló de la muerte de Lázaro, reconoció el hecho en su sentido más claro:
“Jesús les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; más voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto.” (Juan 11:11-14).
Cuando Lucas describe la muerte de Esteban, no cae en ninguno de los elevados éxtasis tan generalizados en la literatura religiosa moderna. Sencillamente dice: “Y habiendo dicho esto, durmió.” (Hechos 7:60). Cuando Pablo tiene ocasión de referirse a los cristianos fallecidos, no habla de ellos como que se hallan ante el trono de Dios, pues las palabras que emplea están en armonía con aquellas ya citadas:
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.” (1 Tesalonicenses 4:13).
No hay excepciones a estos casos en el texto bíblico. Todas las alusiones bíblicas al tema de la muerte son tan diferentes al sentimiento moderno cómo es posible concebir: la Biblia habla de la muerte como el término de la vida y nunca, como el comienzo de otra existencia. Ni una sola vez nos habla de algún muerto que haya ido al cielo. Ni una sola vez se representa a los muertos como si estuviesen conscientes, excepto por un permisible lenguaje poético (Isaías 14:4), o para propósitos de parábolas (Lucas 16:19-31). Siempre son descritos en términos que armonizan con la experiencia: en la tierra de tinieblas, silencio e inconsciencia. Salomón dice:
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.” (Eclesiastés 9:10).
Job, angustiado por la acumulada calamidad, maldijo el día de su nacimiento y deseó haber muerto cuando niño; y fijémonos en lo que dice acerca de cuál habría sido la consecuencia:
“Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso, con los reyes y consejeros de la tierra, que reedifican para sí ruinas (tumbas); o con los príncipes que poseían el oro, que llenaban de plata sus casas. ¿Por qué no fui escondido como abortivo, como los pequeñitos que nunca vieron la luz? Allí los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas. Allí también reposan los cautivos; no oyen la voz del capataz. Allí están el chico y el grande, y el siervo libre de su señor.” (Job 3:13-19).
Job también hace la siguiente declaración, que junto con la recién citada, debiera ser bien considerada por aquellos que creen que los bebés van al cielo cuando mueren:
“¿Por qué me sacaste de la matriz? Hubiera yo expirado y ningún ojo me habría visto. Fuera como si nunca hubiera existido." (Job 10:18).
El salmista alude de paso al estado de los muertos en las siguientes expresivas palabras:
“Abandonado entre los muertos, como los pasados a espada que yacen en el sepulcro, de quienes no te acuerdas ya, y que fueron arrebatados de tu mano... Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia? ¿o tu verdad en el Abadón? ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas, y tu justicia en la tierra del olvido?” (Salmos 88:5, 10-12).
Estas preguntas están contestadas en una breve pero enfática declaración que aparece en Salmos 115:17:
“No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio.”
Y el salmista da patética expresión a su propia creencia acerca de la naturaleza fugaz del hombre, en las siguientes palabras, que tienen relación directa con el estado de los muertos:
“He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive... Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; porque forastero soy para ti, y advenedizo, como todos mis padres. Déjame, y tomaré fuerzas, antes que vaya y perezca.” (Salmos 39:5, 12-13).
Por otra parte, de nuevo David dice en Salmos 146:2: “Alabaré a Jehová en mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras viva”; claramente implicando con ello que de acuerdo con su creencia, dejaría de vivir y alabar a Jehová cuando aconteciera la muerte.
¿Están Conscientes los Muertos?
Además de estas indicaciones generales de la naturaleza destructiva de la muerte como una extinción del ser, hay otras declaraciones en la Escrituras que específicamente niegan que los muertos tengan conciencia alguna; por ejemplo, esta:
“Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.” (Eclesiastés 9:5-6).
Con cuánta frecuencia oímos comentar acerca de los muertos: “Pues, bien. ¡Ahora lo sabe todo!” ¿Qué diremos a eso? Si las palabras de Salomón tienen significado, entonces tal comentario es, precisamente, lo opuesto a la verdad. ¿Qué puede ser más explícito?: “Los muertos nada saben.” Ciertamente sería una maravillosa proeza de la exégesis que lograra que esto signifique: “Los muertos todo lo saben.” Además, cuán común es creer que después de la muerte, los muertos amarán y servirán a Dios con mayor devoción en el cielo, porque se deshicieron de la traba de este cuerpo mortal; o que le maldecirán con ardiente odio en el infierno, por la misma razón…… o que, en realidad, su amor se habrá perfeccionado y su odio intensificado; precisamente frente a la declaración de Salomón que expresa todo lo contrario: “Su amor y su odio y su envidia fenecieron ya”. David, por otra parte, es igualmente categórico en este punto, pues esto es lo que él dice:
“No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación. Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos.” (Salmos 146:3-4).
También esto otro:
“En la muerte no hay memoria de ti; en el Seol, ¿quién te alabará?” (Salmos 6:5).
Ezequías, rey de Israel, da testimonio similar. Había estado “enfermo de muerte” y al recuperarse compuso un cántico de alabanza a Dios, en el cual dio la siguiente explicación de su agradecimiento:
“Porque el Seol no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán tu verdad. El que vive, el que vive, éste te dará alabanza, como yo hoy.” (Isaías 38:18-19).
Este conjunto de testimonios de las Escrituras debe ser concluyente para aquellos que consideran importante la autoridad de las Escrituras. Si el veredicto de las Escrituras tiene algún peso, el estado de los muertos ya no debe ser más un asunto discutible. La Biblia resuelve la cuestión en contra de toda la especulación filosófica. Enseña que la muerte es un eclipse total del ser, eso es, un arrasamiento completo de nuestro yo consciente en relación con el universo de Dios. Esto no lesionará los sentimientos de aquellos que se rigen por la sabiduría que inculcan las Escrituras. Los tales se inclinarán ante la respuesta de Dios, cualquiera que esta sea. Harían esto aun si la respuesta fuera más difícil de aceptar que lo que es en este caso, que en lugar de ser difícil de aceptar, concuerda con nuestra experiencia y nuestros instintos...... mejor aún: libera de la oscuridad, toda la doctrina de la Biblia.
Por lo que la Biblia establece la doctrina de la resurrección sobre el firme cimiento de la necesidad. Porque desde el punto de vista de ella, la vida futura sólo se puede alcanzar por medio de resurrección; mientras que desde el punto de vista popular, la vida futura es una evolución natural a partir de la presente y no es afectada de ninguna manera por la resurrección del cuerpo. En verdad es difícil ver siquiera alguna utilidad en la resurrección, si aceptamos la idea popular; porque si un hombre recibe su recompensa cuando viene la muerte y disfruta de toda la felicidad celestial que su naturaleza es capaz de disfrutar, parece incongruente que, después de cierto tiempo, se vea obligado a dejar las regiones celestiales para reunirse con su cuerpo en la tierra, cuando se supone que tiene mucha más capacidad de gozar de la vida eterna sin ese cuerpo. La resurrección está fuera de lugar en semejante sistema; y en consecuencia encontramos que, hoy en día, muchos la están abandonando y en vano tratan de elaborar explicaciones para negar la doctrina del Nuevo Testamento respecto a la resurrección física.
He citado muchos pasajes para demostrar la realidad de la muerte y la consiguiente inconsciencia de los que están muertos. Esos pasajes no son ambiguos; más bien son claros, sencillos y comprensibles. Ahora bien, si las declaraciones positivas que hacen fueran presentadas en la forma de interrogaciones a cualquier maestro religioso moderno, o a cualquiera de los inteligentes que hay en su rebaño ¿estarían sus respuestas en armonía con aquellas declaraciones? Veamos. Supongamos que preguntamos: ¿Saben algo los muertos? ¿Cuál sería la respuesta? “Oh, sí, saben muchísimo más que los que viven”. O si preguntáramos: ¿Perecen los pensamientos de un hombre, cuando este va al sepulcro? La respuesta instantánea sería, según las palabras de un “reverendo” caballero, en su sermón fúnebre: “Oh, cuánto nos regocijamos sabiendo que la muerte, aunque pueda cerrar nuestra historia mortal, no es la terminación de nuestra existencia, ni siquiera es la suspensión de la conciencia”; o también: ¿Hay memoria de Dios en la muerte? “Oh, sí, los justos muertos lo conocen más perfectamente y lo aman más completamente que cuando estaban en la tierra”. O estas otras preguntas: ¿Alaban los muertos al Señor? “Ciertamente, si son redimidos, se unen en el cántico de Moisés y el Cordero ante el trono”. ¿Se extinguen los bebés, cuando mueren, como si nunca hubiesen existido? “¡No! ¡No perecen los pensamientos! Van al cielo y llegan a ser ángeles en la presencia de Dios”.
De este modo, en cada caso la creencia popular sobre los muertos es exactamente contraria a las explícitas declaraciones de las Escrituras. Es una creencia totalmente desprovista de fundamento. Se opone a toda verdad, tanto natural como revelada. No es difícil, mediante un cuidadoso razonamiento, exponer la falacia de los argumentos “naturales” sobre los cuales está fundada. Ahora miraremos algunas de las razones bíblicas que por lo general se proponen en su favor. Esas razones están basadas en ciertos pasajes que ocurren en su mayor parte en el Nuevo Testamento. Para comenzar, se podrá observar que, aunque presentan superficialmente un aparente apoyo a la creencia popular, ninguno de ellos afirma esa creencia. La evidencia que se supone contienen es solamente deducción; esto es, hacen ciertas declaraciones que se supone implican la doctrina que se procura probar, pero no proclaman la doctrina en sí misma. Es importante tomar nota de este hecho general antes de comenzar, pues conviene saber que en toda la Biblia no hay ni una sola promesa de ir al cielo al morir y ni una sola declaración de que el hombre tiene un alma inmortal, sino de una futura resurrección de los muertos aquí en la Tierra; y que toda la supuesta evidencia contenida en la Biblia en favor de estas doctrinas es tan ambigua que su significado puede ser puesto en duda.
Esto es importante, porque el testimonio en favor del criterio opuesto (el expuesto en el presente capítulo) es tan claro y explícito que no puede ser echado a un lado sin cometer la más flagrante violación a las leyes fundamentales del lenguaje. Esta consideración sugiere este importante principio de la interpretación bíblica: que el testimonio simple debe guiarnos en el entendimiento de lo que puede ser oscuro. Debemos deducir nuestros principios fundamentales a partir de enseñanzas que no pueden ser malentendidas y que armonizan todas las dificultades que surjan. Sería una locura fundar un dogma en un pasaje que por su imprecisión es susceptible de dos interpretaciones, especialmente si ese dogma está en oposición a las inequívocas declaraciones de la Palabra de Dios en otros lugares de la Biblia. Apliquemos por un momento este principio a los pasajes que son citados para justificar la teoría popular.
El Ladrón en la Cruz
El primero es la respuesta de Cristo al ladrón sobre la cruz:
“De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:43).
Se considera que esto establece inmediatamente la idea común; pero veamos. El meollo del argumento gira sobre la fecha de su cumplimiento. Ahora bien, aquel día Jesús no estuvo en el paraíso, según el sentido popular, porque le dice a María después de su resurrección:
“No me toques, porque aún no he subido a mi Padre.” (Juan 20:17).
Jesús no estuvo en el cielo por lo menos durante tres días después de su promesa al ladrón. ¿Dónde estuvo? La respuesta es, en el sepulcro. Sí, pero su alma, pregunta uno, ¿dónde estuvo? Dejemos que Pedro conteste:
“Su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.” (Hechos 2:31).
Él, o “su alma”, que es equivalente a “él mismo”, estuvo en el sepulcro o “Hades” (porque las palabras son sinónimos en su uso bíblico, como pronto veremos), esperando la intervención del Padre desde lo alto, para que lo libertara de las ligaduras de la muerte. La conclusión es que la promesa de Cristo al ladrón no tiene valor alguno como prueba de que los muertos van al cielo, por cuanto no su cumplió en el sentido que hubiéramos esperado porque Cristo mismo no fue allí en el momento de su muerte. Pero ¿se cumplió la promesa del Señor? Consideremos la petición del ladrón. Es evidente que en su mente no abrigaba la esperanza de ir al cielo. No dijo: “Señor, acuérdate de mí ahora que estás a punto de ir a tu reino”, sino “Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Estaba pensando en la venida del Señor, no en su partida; la consideraba como un acontecimiento futuro y su deseo era que el Señor se acordara de él cuando se cumpliera ese acontecimiento futuro: “cuando vengas en tu reino”. Más adelante diremos algo acerca de esta “venida”. Por lo pronto, es suficiente dirigir la atención a la petición del ladrón, porque provee una pista para encontrar el significado de la respuesta de Cristo. Hay buena razón para los argumentos de aquellos que dicen que la respuesta de Cristo se lee más adecuadamente colocando la palabra “que” después de la palabra “hoy”: “De cierto te digo hoy que estarás conmigo en el paraíso”. (Nota del traductor: la palabra “que” está ausente del texto griego original de la respuesta del Señor; el traductor de la Biblia la agrega donde le parece más lógico para completar el sentido de la oración según las reglas de la gramática castellana). Pero de todos modos, las palabras no tienen el significado que les atribuyen aquellos que las citan para respaldar la idea popular.
El Rico y Lázaro
El relato del rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) es el principal baluarte de la creencia popular. Se presenta con gran confianza cada vez que ésta es atacada. Sin embargo, un poco de reflexión revelará que es inadecuado para el propósito para el cual se utiliza. En primer lugar debemos darnos cuenta, si podemos, de la naturaleza del pasaje de las Escrituras que se cita. Si es una narración literal (esto es, un relato de cosas que efectivamente sucedieron, dado por Cristo como una guía para nuestro entendimiento del estado “incorpóreo”), entonces es perfectamente legítimo presentarla para refutar el punto de vista expuesto en este capítulo. Pero en ese caso no sólo desbarataría este punto de vista, sino que también desbarataría la creencia popular y establecería la idea que abrigaban los fariseos, a quienes estaba dirigida la parábola; porque al investigar se descubrirá que es la tradición de los fariseos la que forma la base de la parábola: una tradición que choca con la teoría popular del estado de los muertos en muchos puntos. Mire los detalles de la parábola; vea cuán incompatibles son con la teoría popular. El hombre rico alzó sus ojos, estando en tormentos y vio de lejos a Abraham y a Lázaro en su seno; entonces él, dando voces, dijo:
“Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua.” (Lucas 16:24).
¿Permite la teología popular que los inicuos que están en el infierno vean a los justos que están en el cielo? ¿O admite la posibilidad de que haya conversación entre los ocupantes de ambos lugares? ¿Tiene el alma inmortal puntas de dedos, lengua y otros miembros materiales sobre los cuales el agua tendría un efecto refrescante? Abraham negó la petición del hombre rico, añadiendo como razón suplementaria:
“Una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros no pueden.”
¿Es una sima un obstáculo para el tránsito de un alma inmaterial? El hombre rico le pidió a Abraham que enviara a Lázaro donde sus cinco hermanos para que les testificara, a fin de que no vinieran ellos también al mismo lugar de tormento; pero Abraham contestó:
“Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.”
¿Qué necesidad habría, de acuerdo a la idea popular, de que alguno se levantara de los muertos, en vista de que un espíritu comisionado de las “vastas profundidades” habría sido suficiente para comunicar la amonestación? Toda la narración se rodea de un aire de tangibilidad que es incompatible con la noción común del estado de los muertos. Además, piense en el cielo y el infierno donde estarían al alcance de la vista unos y otros y que habría conversación entre ambos lugares. Si insistimos en considerar el relato como una narración literal, tendremos que aceptar todos estos detalles, que están en completo desacuerdo con la teoría popular.
¿Es literal la narración? Aun los creyentes tradicionalistas se refieren a ella como una parábola, lo que indudablemente es. Como parábola no tiene nada que ver con el asunto en disputa. Fue dirigida a los fariseos para reforzar la lección de que en el debido tiempo los poderosos y los ricos serían abatidos y los pobres serían exaltados; y que si los hombres no querían guiarse por el testimonio de Moisés y los profetas, los milagros (aun el levantamiento de un muerto) no podrían conmoverlos. La parábola no pretende enseñar el estado particular de los muertos que literalmente expresa: trata enteramente sobre la lección que se quería transmitir. Una parábola no enseña lo que literalmente dice: enseña algo aparte de sí misma, de otro modo no sería parábola. Podría argumentarse que todas las parábolas tienen su fundamento en la verdad. Así es, pero no expresan necesariamente cosas que son posibles. En las Escrituras se hallarán parábolas donde los árboles hablan, el cardo va en procura de alianzas matrimoniales y los cadáveres se levantan de sus tumbas para salir a recibir a otros cadáveres recién llegados (Jueces 9:8; 2 Reyes 14:9; Isaías 14:9-11).
La parábola del hombre rico y Lázaro está fundada en la verdad pero no necesariamente es un relato literal. Que los muertos hablaran fue necesario para el propósito de la parábola y no sorprendería a los fariseos a los cuales fue dirigida, porque, en verdad, incorpora la creencia de ellos. Esto es evidente por el tratado sobre el Hades escrito por Josefo (siendo él mismo un fariseo), que puede hallarse al final de sus obras recopiladas y en el cual el lector encontrará una descripción del “seno de Abraham” y el lago ardiente en “una parte inconclusa del mundo”. Hallará que la creencia de los fariseos (reflejada en la parábola de Jesús) es algo muy diferente de la creencia popular en el cielo más allá del firmamento, y en el infierno como un abismo en las partes oscuras y vertiginosas del universo. Un cuidadoso examen de esta creencia convencerá al lector de la gran diferencia entre la teoría judía incorporada en la parábola del rico y Lázaro, y la comúnmente aceptada doctrina de ir al cielo y al infierno.
Puede preguntarse por qué Cristo empleó parabólicamente una creencia que era ficticia, dándole de este modo su aparente aprobación. La respuesta es que Cristo no pretendía enseñar esta creencia en sí, sino sólo utilizarla para presentar el testimonio de un hombre muerto. Quería imprimir en sus oyentes la lección expresada en las últimas palabras de Abraham: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”; y no podría haber hecho esto en ninguna forma más convincente que por medio de una parábola basada en la propia teoría de ellos sobre el estado de los muertos, según la cual los muertos estaban conscientes y por lo tanto capaces de conversar sobre el tema que él deseaba presentar. Esto no implicaba su aprobación de la teoría, así como tampoco su alusión a “Belcebú” expresaba su reconocimiento de la existencia real de aquel dios pagano (Mateo 12:27; 2 Reyes 1:2-3).
Cuando Cristo tiene ocasión de hablar claramente acerca de los muertos, sus palabras están en armonía con la verdad. Examinemos el caso de Lázaro: Jesús dijo primeramente a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme”. Pero cuando los discípulos entendieron sus palabras en forma literal, se nos dice: “Entonces Jesús les dijo claramente (indicando que la palabra “duerme” no era clara ni literal): Lázaro ha muerto.” (Juan 11:14); “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25), eso es, por medio de la resurrección, porque al mismo tiempo dijo, “Yo soy la resurrección y la vida.”; también había afirmado lo siguiente:
“...... vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (Juan 5:28-29).
Es en estas claras palabras de Cristo donde hemos de buscar la verdadera idea del Hijo de Dios sobre el tema de la muerte y no en un discurso parabólico, dirigido a sus enemigos para el propósito de confusión y condenación y no de instrucción. En verdad sería extraño que una doctrina tan importante como la conciencia de los muertos en el cielo y en el infierno tuviera que depender de una parábola. A aquellos que insisten en la parábola para este propósito se les debe preguntar qué haremos con el testimonio ya presentado en prueba de la realidad de la muerte: ¿Vamos a considerar superior una parábola y desechar el testimonio claro? ¿Vamos a torcer y violar lo que está claro para hacerlo concordar con lo que pensamos que significa aquello que es reconocidamente oscuro? ¿No es más bien lo opuesto el curso de la verdadera sabiduría, determinando y resolviendo aquello que es incierto por medio de aquello que es inequívoco? Si se arguyera, como ya se ha hecho, que era poco probable que Cristo perpetuara el error y encubriera la verdad en un asunto tan importante como el que se implica en la parábola empleada, es suficiente citar lo siguiente en réplica:
“Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? El respondiendo les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas.” (Mateo 13:10-13).
O esto otro:
“A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.” (Lucas 8:10).
El siguiente argumento bíblico en favor de la teoría popular se presenta, por lo general, con un aire de gran confianza: “¿Acaso no vio Juan en la isla de Patmos (dice el triunfante preguntador), a los redimidos de todo linaje y lengua y pueblo y nación, que se hallaban delante del trono de Dios dándole gloria?; ¿Quiénes son éstos, si los justos no van al cielo al morir?”. Por lo general estiman que este argumento es abrumador…… pero un momento, amigo: localicemos el primer versículo del capítulo cuarto de Apocalipsis y veamos lo que encontramos ahí:
“Y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”
Luego las escenas que Juan presenció, eran representaciones de cosas que iban a ser en un tiempo futuro y, por lo tanto, cuando vio una gran multitud alabando, lo que contempló fue la asamblea de los resucitados tal como será en la segunda venida; pero continuemos.
La Oración de Esteban
Luego viene la petición pronunciada por Esteban en el momento de su muerte: “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7:59). Se afirma que esto significa que Esteban esperaba que el Señor recibiera su alma inmortal. Que este no puede ser el significado de esas palabras, queda de manifiesto al considerar la doctrina bíblica del espíritu. El “pneuma”, espíritu o aliento, no era el mismo Esteban; era tan sólo el principio o energía que le daba vida, así como da vida a todos los otros hombres y animales. Este principio no constituye al hombre o al animal. Es necesario para darles existencia, pero no pertenece a ellos, excepto durante el corto período de su existencia. El espíritu de Esteban no era Esteban, aunque era esencial para su existencia. Esteban se componía de esa combinación de poder y organismo, bíblicamente definida como “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23). Su espíritu, como una abstracción, era de Dios y procedía de Él, como ocurre con los espíritus de toda carne. De este modo, leemos en Job 33:4: “El espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida”. De ahí que se dice:
“Si él (Dios) pusiese sobre el hombre su corazón y recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente y el hombre volvería al polvo.” (Job 34:14-15).
El espíritu es indispensable como la base de un hombre viviente, compuesto de organismo corporal. Es el principio de vida de todas las criaturas vivientes. Cuando este principio de vida, que emana de Dios, se retira, vuelve a su dueño original y el ser creado deja de existir. Esta es la idea expresada en las palabras de Salomón:
“Y el polvo vuelva a la tierra, como era y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.” (Eclesiastés 12:7).
Pero podría preguntarse ¿por qué Esteban habría de estar preocupado por su espíritu en este sentido? Bien, debe recordarse que Esteban anhelaba una reanudación de la vida en la resurrección. Esta era su esperanza. Esperaba recuperar la vida. En consecuencia, al llegar a la muerte, la confió a la custodia del Salvador hasta aquel día; y como la narración añade, “durmió”. Si la personalidad de Esteban correspondiera al espíritu de Esteban y no al Esteban corporal, entonces este pasaje demostraría que el espíritu durmió…… y esto es precisamente lo que niegan, aquellos que citan este pasaje.
La Redención del Cuerpo
Ahora llegamos a las palabras de Pablo: “Pero confiamos y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor" (2 Corintios 5:8). A primera vista, esto parece expresar la idea popular; pero examinémoslo. Los intérpretes tradicionales entienden que por esto, Pablo quiso expresar el deseo de salir del cuerpo e ir adonde Cristo en el cielo. Si esto fuera la ausencia del cuerpo que Pablo deseaba, sin duda el pasaje representaría una prueba del punto de vista mencionado; pero, ¿era la ausencia del cuerpo lo que Pablo deseaba? El contexto contesta la pregunta definiendo exactamente la idea que estaba presente en la mente de Pablo. No deseaba estar separado de la existencia corporal, porque dice en el mismo capítulo:
“Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial...porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.” (Versículos 2 y 4).
Lo que Pablo deseaba, entonces, era liberarse de la carga de un cuerpo pecaminoso e imperfecto y obtener el cuerpo incorruptible de la resurrección; como lo expresa en Romanos 8:23:
“Nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.”
Pues bien ¿cuándo ocurre esta redención del cuerpo? No al morir, porque al morir el cuerpo pasa por un proceso precisamente opuesto al de “redención”. Entra en servidumbre y destrucción. Se corrompe y se desmenuza en la tierra; no es sino hasta la resurrección a la venida del Señor, que es levantado a incorrupción. Sólo entonces estaremos “presentes al Señor”. El testimonio del apóstol es:
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1 Tesalonicenses 4:16-17).
Esta ausencia del cuerpo corruptible es sinónimo, en el pasaje citado, de presencia ante el Señor, ya que en el caso de los aceptados, la carne y la sangre se transformarán entonces en la naturaleza incorruptible con la cual los santos han de ser investidos. Pablo dice: “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50). Siendo este el caso, bien podía él desear estar ausente de la carne y la sangre. Pero esto no fue suficiente; fue necesario añadir su deseo de estar presente con el Señor, porque no todos los que mueran obtendrán el honor de tener existencia incorruptible en su presencia. Muchos estarán “ausentes del cuerpo” para siempre jamás; es decir, quedarán sin cuerpo (sin existencia) al ser absorbidos por la segunda muerte. Sólo aquellos que sean aceptados en el juicio estarán “ausentes del cuerpo y presentes al Señor” en la gloria de la naturaleza incorruptible.
Partir y Estar con Cristo
Ahora debemos considerar el versículo 23 del primer capítulo de Filipenses:
“Estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.”
Como en el caso anterior, esto también pareciera, a primera vista, dar expresión a la idea que la teología popular le achaca a Pablo. Pero en realidad no representa lo que parece representar. La expresión no enseña que Pablo estaría con Cristo tan pronto como muriera. Sería necesario mostrar en otras partes de la Palabra de Dios que cuando un hombre muere comparece ante Cristo, para que este pasaje pudiera ser utilizado con esa idea. Tal como está, solamente expresa cierta secuencia de acontecimientos, sin indicar si hay o no un intervalo entre ellos. Primero, morir; luego, estar con Cristo; pero si esto ocurre inmediatamente después de morir, o algún tiempo después de morir, no hay nada en el versículo que lo indique. La pregunta es, entonces, ¿de qué dispone el sistema cristiano como el medio para que una persona muerta se presente ante Cristo? La respuesta que toda investigación bíblica dará a esta pregunta es: la resurrección. Pareciera que dos cosas tan distantes no podrían ser reunidas, como se halla en las palabras de Pablo; pero debe recordarse que el asunto se describe desde el punto de vista de la persona que muere. Pues bien, si los muertos “nada saben”, como lo declaran las Escrituras (Eclesiastés 9:5), se desprende que morir y estar con Cristo, a la persona que muere le parecerán acontecimientos de secuencia instantánea y, por lo tanto, es perfectamente natural que estén encadenados de la manera en que Pablo lo hace aquí.
Pablo invariablemente señala el regreso de Cristo como el momento en que estará presente con Cristo. Por ejemplo, en 1 Tesalonicenses 4:17, ya citado, después de describir la venida de Cristo, la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos, el apóstol dice: “Y así estaremos siempre con el Señor”. En 2 Corintios 4:14, dice: “El que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús y nos presentará juntamente con vosotros”. También Juan dice: “Cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (1 Juan 3:2). Por esta razón, Pablo nos dice en la misma epístola en la cual se hallan las palabras disputadas, que él se esforzaba por “si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:11). En ningún caso expresa la esperanza de estar con el Señor antes de la venida de Cristo y la resurrección.
Asumiendo que esto está aclarado, tenemos que armonizar este entendimiento del texto con la necesidad del contexto. Si se preguntase en qué sentido la muerte sería “ganancia” para Pablo (Filipenses 1:21), la respuesta se halla en la palabras de Cristo: “Todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.” (Lucas 9:24). Pablo estaba a punto de ser decapitado; esta es la muerte a la cual se refiere en el contexto. En consecuencia, de una manera especial, él sería afectado por la promesa de Cristo: “Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida.” (Apocalipsis 2:10). La pregunta respecto a cuándo se daría esta corona, queda aclarada por la declaración de Pablo en 2 Timoteo 4:8:
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día (el día de la manifestación de Cristo y su reino, según el primer versículo); y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida."
Era “ganancia” morir, también, porque Pablo estaría de este modo liberado de todas las privaciones y persecuciones enumeradas en 2 Corintios 11:23-28 y dormiría apaciblemente en Cristo.
(Fin de la primera parte).
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martes, 20 de noviembre de 2012
¿Seguro, Sres. Diamond y Norero, que existe un lugar de tormento llamado “infierno”?
Esta enseñanza, característica de la Iglesia Católica y que podríamos considerar como la asignatura pendiente de este blog, pues nunca habíamos tratado el tema y con la importancia que probablemente puede tener para muchas personas, es aquella que nos habla (y generalizando un poco) de un tenebroso lugar en donde supuestamente van a parar las “almas” de aquellos que, desobedientes a Dios, han muerto en pecado y por lo que no tienen cabida en el “cielo”. Por otra parte nos gustaría señalar, que si nos hemos decidido meternos en este “fregao”, ha sido debido a la indicación de una buena amiga que tenemos en el continente americano, que leyendo nuestro último escrito en el que hablábamos del Sr. David Diamond y su “coleguilla” el Sr. Arturo Norero, sobre su “genial” afirmación en el sentido que en un futuro los mares en la tierra serán eliminados por nuestro Creador, nos mandó un correo en el que nos decía lo siguiente:
“Pues si esto os ha alborotado de tal manera, no sé lo que haréis si escucháis lo que cuentan esos señores acerca del infierno.”
Y nosotros, que como buenos “miuras” (toro bravo español y con muy mala “gaita”) solo necesitamos que nos muestren la capa para embestir como “idems”, ni cortos ni perezosos nos fuimos en busca del video de referencia, titulado “David Diamond - ¿Existe el infierno?” y “corroídos” por la curiosidad, nos dedicamos a visionarlo…… tras lo cual, concluimos que nuestra buena amiga se había quedado bastante corta en su valoración, porque estaríamos hablando de la disparatada “enseñanza” promulgada por dos sujetos indocumentados e ignorantes, que no tienen ni la más remota idea de lo que están diciendo. Y que además, tal parece ser que arteramente escogen aquellos textos en los que se halla aquella palabra clave que necesitan que se diga, para mantener su rocambolesco planteamiento…… e incluso presentando como reales, relatos escriturales que son totalmente ficticios, para tener algo con qué apoyar su disparatada afirmación y que nada tiene que ver (nos permitimos señalar) con lo que dicen las Escrituras sobre el tema. Es cierto que ignoramos, si dicha actitud mencionada es voluntariosa o producto de la supina ignorancia de esos “caballeros” acerca del contenido escritural…… y que sinceramente, no sabemos que sería peor; pero que en todo caso y como es costumbre en este blog, pasaremos a intentar probar la falsedad de las tales “enseñanzas”, así como la catadura moral e intelectual de esos dos “genios” de la interpretación bíblica.
Por lo que iniciaremos nuestra exposición (y que ya les “amenazamos” con que será extensa, debido a la seriedad del tema que estamos analizando, luego la cosa va para largo), haciendo referencia a algunas de las distintas y disparatadas afirmaciones que dichos caballeros nos hacen, como por ejemplo, al decirnos que ese lugar llamado “infierno” y lugar de tormento según ellos, a dónde supuestamente va una (también supuesta) parte “inmaterial” del ser humano, eso es, las “almas” de los pecadores impenitentes (mientras el cuerpo físico o mortal se descompone en la tierra o sepultura), es conocido en hebreo como “sche´óhl” (Seol, en español) y traducido al griego como “hái·des” (“Hades” en español), cuando la realidad es que los tales términos, hacen simple referencia a la sepultura común de la humanidad y al grado que algunas traducciones, transliteraran dichas expresiones como “reino de los muertos”, o “morada de los muertos”, o “lugar donde descansan los muertos”. Luego lo que está claro es que la afirmación de esos dos señores, como mínimo no se ajusta, no solo al texto escritural, sino tan siquiera al punto de vista general de una inmensa mayoría de traductores y por tanto, perfectamente discutible.
Porque el Sr. Diamond inicia su exposición afirmando que esa palabra hebrea “sche´óhl”, es la que mejor describe ese lugar “único” en todo el universo (y que ¡oh casualidad! nos lo han “clavao” en el mismo centro de nuestra tierra), eso es, un “infierno” de fuego para tormento eterno de las almas de los pecadores impenitentes y planteamiento que dicho caballero resume de la siguiente manera:
“…… en pocas palabras; el Seol o Hades es el receptáculo de las almas rebeldes, en la vida después de la muerte.”
Y en el bien entendido que dicho caballero ya nos ha dejado claro, que el cuerpo físico se queda en la tumba o sepulcro y en donde se descompone, mientras que su “alma” pecaminosa va camino a un lugar más profundo llamado “Seol”. E incongruente afirmación donde las haya, pues decir que después de la muerte “continúa” habiendo vida, ya tiene sus “bemoles”…… pero es que además dicha afirmación es falsa y por lo que ya nos disculparán ustedes el exceso, pero es que hay que ser “pollino” para hacer semejante aseveración, a la par que de un total incapaz el Sr. Norero, por no saltar como una ballesta ante semejante animalada de su compañero de fechorías; porque dicha afirmación, no solo significa que ambos “genios” de la interpretación bíblica, “gozan” de un claro desconocimiento del contenido escritural, sino que aún no se han enterado de lo que le dijo Jehová al primer hombre, cuando le advirtió sobre las consecuencias de desobedecerle:
“Y también impuso Jehová Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. 17 Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”.” (Gén. 2:16-17).
Luego ¿qué podía significar en ese contexto, la expresión “morirás”? Pues obviamente lo contrario de estar vivo y que era lo único que conocía Adan; de hecho si ustedes buscan en cualquier diccionario, verán que el término “muerte” significa y en una primera acepción, la “Cesación o término de la vida.” Entonces cuando uno se muere, el común de los mortales entiende que uno deja de vivir, eso es, de existir como ser viviente. Pero dicho la cual, continuemos con el planteamiento que nos hacen esos “intelectuales”, en el sentido que exista un lugar parecido a un “infierno” de fuego, en donde residan las almas de los impíos en una situación de tormento perpetuo o eterno…… pero claro, para que eso fuera así, precisaríamos de cuatro hechos fundamentales: en primer lugar, que tanto esa palabra hebrea “Seol”, como la versión griega de la misma, eso es, “Hades”, realmente transmitan dicha idea; en segundo lugar, que la Biblia nos dé una mínima referencia de que el tal “infierno” exista en realidad; en tercer lugar, que el ser humano tenga una parte inmaterial o alma que se separe del cuerpo y susceptible de ir a ese lugar; y ya por último, que haya consciencia después de la muerte…… porque si no se dan esos cuatro requisitos, difícilmente puede ser creíble el planteamiento de dichos caballeros (y les continuamos advirtiendo, de que la cosa va para largo).
Por lo que empecemos por atender la primera cuestión planteada y que tiene que ver con si la palabra “Seol”, o su variante griega “Hades” (ya españolizadas ambas) “transmiten” la idea de un “infierno” o lugar ardiente de tormento en el centro de la tierra…… y supuesto destino de las “almas” pecadoras; para ello, veamos lo que se nos dice en cualquier diccionario bíblico que consultemos y que prácticamente vendría a ser, más o menos, lo que leemos en esta información extraída de “wikipedia.org”:
“El término «hades» en la teología cristiana (y en el Nuevo Testamento Griego) es paralelo al hebreo sheol (“tumba” o “pozo de suciedad”) y alude a la morada de los muertos. El concepto cristiano de infierno se parece más al Tártaro griego, una parte profunda y sombría del Hades usada como mazmorra de tormento y sufrimiento.” (Negritas nuestras).
Entonces vemos en primer lugar, que la idea primitiva transmitida por la palabra hebrea “sche´óhl” así como su homónima griega “hái·des” nada tenía que ver con algo relacionado con el fuego y muchísimo menos, como forma de tormento, sino con el sentido de “tumba” o sepulcro y también por el descriptivo nombre de “pozo de suciedad”. Es más, se nos habla de la palabra “infierno” como de un concepto “cristiano” del término y que tendría que ver más con la mitología griega, que con el punto de vista hebreo acerca del mismo (que no aceptaba de ninguna manera la idea de la vida después de la muerte), pues conocida es la gran influencia que la cultura griega acabó teniendo ya a finales del primer siglo después de Cristo sobre el primitivo cristianismo, con enseñanzas como la de la inmortalidad del alma y que partiendo de las ideas filosóficas griegas (básicamente de Platón, 428-347 a.C.), encontró su acomodo en el cristianismo actual; recordemos que fue este filósofo, que atribuyéndola a su maestro Sócrates, en la supuesta conversación que este mantuvo en su último día de vida, con los personajes Simmias y Cebes (y narrada por Fedón, también supuesto testigo presencial de la misma), sostuvo la idea de la inmortalidad del alma: veamos unas breves referencias a dicha conversación, en una de las obras de Platón, titulada precisamente “Fedón”:
“El alma, (…...) que se separa pura, sin arrastrar nada del cuerpo, (……) se va hacia lo que es semejante a ella, lo invisible, lo divino, inmortal y sabio, y al llegar allí está a su alcance ser feliz, apartada de errores, insensateces, terrores, (……) y de todos los demás males humanos, (……) para pasar de verdad el resto del tiempo en compañía de los dioses.” (Fedón, 80 d, e; 81 a.).
Luego es un absurdo lo que nos dice el Sr. Diamond a partir del minuto 4 de grabación, en el sentido que fueran los judíos los que tuvieron cierta “dificultad” para transmitir a los griegos, la idea de que la vida no acababa en la tumba (eso es, después de la muerte), cuando resulta que los hebreos jamás han tenido dicha creencia, sino que esta procedía de culturas mucho más antiguas que la hebrea y absorbida totalmente por la civilización griega…… ¡y que ya hay que ser cateto e ignorante, para afirmar semejante disparate! Ya otra cosa y como hemos comentado, sería el “cristianismo” de finales del primer siglo en adelante y que con la entrada de gentiles de origen griego, se contaminó de tal manera de dicha enseñanza pagana, que dio origen a una nueva orientación de las enseñanzas de Jesús…… pero el pueblo hebreo, como tal pueblo, nunca tuvo dicha creencia.
Porque es cierto que la primera traducción al griego de las escrituras hebreas fue la llamada “Septuaginta” y ordenada por Ptolomeo II (no IV, Sr. Diamond) Filadelfo y faraón de Egipto durante el período 285-246 a.d.C. y traducción que recibió dicho nombre en función de los sabios que intervinieron en la misma...... pero en realidad lo que se hizo, fue impregnar esa traducción al griego de las escrituras hebreas, del pensamiento egipcio y griego (y de culturas anteriores a estas, como hemos dicho) sobre la inmortalidad del alma y por lo tanto, muy anterior a dicha traducción; por lo que la palabra griega “hái·des” (“Hades”, en español) y a pesar de su lejano parentesco con el “Tártaro” de la mitología griega, resultó un término idóneo para ello…… y creencia egipcia, que queda gráficamente constatada por sus gigantescos monumentos funerarios como son las pirámides; pero veamos dos comentarios más de la citada obra de consulta:
“El inframundo griego es un término general que se emplea para describir a los distintos reinos de la mitología griega que se creía estaban situados debajo de la tierra o más allá del horizonte. Entre estos reinos se incluyen los Campos Elíseos, las Islas de los Bienaventurados o Islas Elíseas, la morada de los muertos (que suele recibir el nombre de Hades) y el Tártaro.” (Negritas nuestras).
Pero lo que queda claro y según entendemos de esa transcripción, es que el “Tártaro” hacía referencia a una parte más profunda que el “Hades” y por tanto distinto a este…… y que si bien el “Tártaro” describía un lugar de tormento, este no tenía nada que ver con el propio “Hades” y por lo cual, obviamente, no estaríamos hablando de la misma cosa; por tanto y resumiendo, el concepto de un lugar de tormento no derivaba de la palabra hebrea para “Seol” y su homónima “Hades”, sino en todo caso y como ya hemos señalado, de la mitología griega, como nos muestra el siguiente comentario:
“En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad como un lugar del Inframundo, más profundo incluso que el Hades. En antiguas fuentes órficas y en las escuelas mistéricas es también la «cosa» ilimitada que existió primero, de la que nacieron la Luz y el Cosmos.” (Negritas nuestras).
Entonces estaríamos hablando de dos cosas totalmente distintas y en donde la versión griega de la palabra hebrea para “Seol”, eso es, “Hades”, solo transmitiría la idea original de la primera, como sepulcro común de la humanidad; y proviniendo la idea de un lugar de tormento o “infierno” situado en una parte más profunda de lo tierra (mucho más abajo del “Hades”), de la mitología griega a través de la palabra “Tártaro”, que nada en absoluto tenía que ver con el pensamiento hebreo para “Seol”. Por lo que resumiendo la cosa, podríamos decir que es falsa la afirmación que nos hacen dichos caballeros, en el sentido de que la palabra hebrea “sche´óhl” identifique un lugar único en el universo llamado “infierno”, para castigo o tormento eterno de las almas de los pecadores impenitentes…… por lo que esos señores, nos están mintiendo como bellacos y de lo que, obviamente, responderán ante Jehová.
Pero como desde este blog nos gusta dejar las cosas perfectamente clarificadas, entendemos que no basta con esas razonadas afirmaciones literarias (quizás se podrían presentar otras en sentido contrario) para dar fuerza a nuestra posición y por ello, pasaremos a la segunda cuestión planteada y que tiene que ver, en si realmente y desde la óptica de las Escrituras “existe” algo parecido a un “infierno” de fuego y lugar de tormento eterno que fuera conocido por los primeros patriarcas hebreos, pues de la palabra hebrea para “Seol” y según nos afirman dichos “genios” de la interpretación bíblica, se derivaría dicha idea…… recordemos que según el Sr. Diamond, dicha expresión hebrea “sche´óhl” identifica lo siguiente, a tenor de su afirmación textual transcrita del video en cuestión (minuto 4’25 de grabación en adelante) :
“…… la palabra Seol, es la que más claramente describe a este lugar único en el universo ¡único! (......) esta palabra Seol se refiere a las profundidades de la tierra, pero no dónde va el cuerpo, sino dónde va lo inmaterial del ser humano, es decir el alma…… y más aún: el alma de los rebeldes en condenación…”
Y en donde a continuación entra en liza el “enteradillo” del Sr. Norero, para apoyar la salvaje afirmación del amigo Diamond, con una clase “magistral” en dónde nos cita de textos bíblicos en los que, presuntamente, el propio Jesucristo se refirió a ese citado “infierno” como lugar de tormento y reflejado en la palabra hebrea “sche´óhl”…… pero que ya después de acabar nuestro repaso a los cuatro puntos que les hemos señalado, es cuando le aclararemos esta cuestión a tan “entendido” y vehemente caballero; aunque nos permitimos el adelantarles a ustedes, que Jesús jamás hablo de ese “infierno” que nos están “vendiendo” esos dos ignorantes, que con un mínimo de sentido común y un poco de vergüenza torera, no dirían las burradas que dicen. Pero volvamos a la afirmación que nos acaba de hacer el Sr. Diamond sobre el significado de la palabra “sche´óhl” y que habríamos de imaginar que de ser las cosas como él nos las ha expuesto, los notables del AT obviamente tendrían que conocer de sobra que había detrás de dicho término, pues formaba parte de su idioma natural y de uso diario…… por lo tanto, veamos qué idea les transmitía a ellos dicha expresión; por ejemplo, al patriarca Jacob:
Gén 37:34-35: “Con eso, Jacob rasgó sus mantos y se puso saco sobre las caderas y se dio al duelo de su hijo por muchos días. 35 Y todos sus hijos y todas sus hijas siguieron levantándose para consolarlo, pero él siguió rehusando recibir consuelo y diciendo: “¡Porque en duelo bajaré a donde mi hijo, al Seol!”. Y su padre continuó llorándolo.”
Luego ¿habría que pensar, que lo que entendía Jacob sobre su hijo José, de quien le acababan de comunicar su muerte, era que este estaba siendo “atormentado” en un “infierno” de fuego y lugar al que él mismo estaba deseando ir, precisamente para liberarse del tremendo dolor que sentía en ese momento? Razonable no parece al menos y ello lo prueba, el hecho que algunas traducciones sustituyen la palabra “Seol” en este pasaje, por las expresiones “reunirme con él en el reino de los muertos” (BLP); o “hasta que descienda al *sepulcro para reunirme con mi hijo” y asterisco en la expresión “*sepulcro” que nos remite a la siguiente nota a pie de página “o Seol en hebreo” (NVI); o “hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos” (DHH) y otras de igual tenor. Por otra parte cabría destacar, que las versiones que en ese pasaje transliteran la palabra “Seol” directamente del original, como la RV 1960 y RVC dan una referencia sobre la misma a pie de página, con la aclaración “Nombre hebreo, del lugar de los muertos”…… luego nada más lejos de la mente de Jacob y que algo más que los Sres. Diamond y Norero sabría del asunto, el que el “sche´óhl” fuera algo parecido a un “infierno “ de fuego o lugar de tormento, e idea o punto de vista (la del patriarca en cuestión), compartido por los actuales traductores bíblicos, como hemos comprobado.
Pero es que además, hay que tener en cuenta que según el bueno de Jacob, José ya estaba en el “Seol”…… sin embargo, sabemos que Jehová posteriormente bendijo al citado personaje abundantemente, lo que nos indicaría que no era un “alma rebelde en condenación” (como tampoco lo era obviamente Jacob y que sin embargo, también pensaba en bajar al Seol) según menciona ese espantajo intelectual que es el Sr. Diamond, por lo que no podía haber sido mandado al “infierno” para ser atormentado: luego el “Seol”, lugar donde se afirma que José estaba y a dónde también esperaba ir Jacob, según el pasaje citado, no puede ser lo que esos caballeros nos dicen que es; pero veamos otro pasaje para confirmar nuestro planteamiento y que nos habla de otro reconocido patriarca: Job 14:13:
“¡Oh que en el Seol me ocultaras, que me mantuvieras secreto hasta que tu cólera se volviera atrás, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí!”
Entonces ¿qué le estaba pidiendo el sufrido Job, al Altísimo? ¿Qué le mandara a un “infierno” o lugar de tormento eterno, peor por tanto que el que ya tenía en ese momento aquí en la tierra…… o más bien al contrario, ser ocultado en un lugar de descanso, apartado del “mundanal ruido” y que Jehová se acordara de él en el momento de la resurrección y en la que creían los hebreos? Porque hay que señalar que en este pasaje, mientras la RV 1960 transcribe la palabra “Seol” al igual que la versión que nosotros usamos por sistema en nuestros escritos (que es la TNM de los TJ), su versión hermana, la RVC la sustituye por la palabra “sepulcro” tal como hacen otras versiones; por ejemplo, la NVLH vierte el texto señalado con la siguiente acotación para la palabra “Seol”:
“¡Oh, sí me escondieras en el Seol (región de los muertos), si me ocultaras hasta que Tu ira se pasara, si me pusieras un plazo y de mí te acordaras!”
Por lo que de nuevo queda claro y digan lo que digan esos dos “enteraos”, que el “Seol” hebreo (y su sinónimo griego “Hades”), no es un “infierno” o lugar de tormento de fuego, sino el sepulcro común de la humanidad y algo situado (el susodicho “infierno”) más abajo de la posición de este…… que es lo que en su momento nos ha dicho el Sr. Diamond; sin embargo y de manera contraria, vean lo que nos dice Jehová:
“Porque se ha encendido un fuego en mi cólera y arderá hasta el Seol, el lugar más bajo y consumirá la tierra y sus productos e incendiará los fundamentos de las montañas.” (Deut. 32:22).
Luego lo que habría que entender, razonando con lógica, es que si tal arrebato de justa furia del Altísimo y para enfatizar el máximo grado de indignación divina, se nos dice que llega hasta el “Seol”, es porque ya no hay otra lugar más allá de esas “latitudes” y con el que poder ser medido el gran enojo del Creador, eso es, que exista tal cosa como un “infierno” como lugar de tormento en las profundidades terrenas, mucho más abajo del citado “Seol”…… de lo contrario, Jehová no se habría expresado de la forma que lo hizo. Luego de todas todas y digan lo que digan esos dos analfabetos integrales en entendimiento bíblico (esperemos que la cosa no pase a mayores y llegue a otros aspectos), no hay nada parecido a un “infierno” de fuego, como lugar de tormento y situado más allá de la sepultura común de la humanidad, eso es, el “sche´óhl” en hebreo o “hái·des” en griego.
Pero vayamos ahora por la tercera cuestión planteada y que tiene que ver con que el ser humano tenga algo parecido a una cosa “inmaterial” que pueda ser separada del cuerpo cuando este muere y llamada “alma”. Porque el Sr. Diamond y con la completa aquiescencia del Sr. Norero, a la pregunta del moderador del programa sobre qué habría en este mismo momento en ese supuesto “infierno”, responde de forma categórica y enfática en el sentido de que lo que hay ahora mismo en el tal, son “almas”…… sin embargo, parece ser que la idea de Jehová no va por ahí, pues según Gén. 2:7 y en cuanto a lo que tiene que ver con la composición del ser humano, vean que se nos dice:
“Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida y el hombre vino a ser (no “a tener”, que es distinto) un alma viviente (literalmente “né·fesch” que significa “ser viviente”). (Acotaciones nuestras).
Y que otras versiones, de manera equivalente, como por ejemplo RVC vierten dicho pasaje de la siguiente manera:
“Así el hombre se convirtió en un ser con vida (y que equivale a “ser viviente” y no “con alma”).”
Luego en todo caso, lo que vemos y nosotros afirmamos, según se desprende del registro escritural, es que el hombre en su conjunto es en sí mismo un “alma”; tengamos en cuenta que el uso dado en el contexto bíblico al término original en hebreo “né·fesch” (“psy·kje” en griego) para “alma”, muestra que dicha expresión se refería tanto a personas como a animales o en su defecto, a la vida que hay en ambos y que los convierte en “seres vivientes”. Por lo que en contraste directo con la pagana enseñanza griega ya mencionada, sobre un “alma” inmaterial, intangible, invisible e inmortal, las Escrituras contraponen que cuando “psy·kje” o “né·fesch” se utilizan con respecto a las criaturas terrestres, ambas se refieren a lo que es material, tangible, visible y mortal…… o lo que es lo mismo, a un “ser viviente” y que es lo que significa el término hebreo “né·fesch”.
Pero si nos hemos fijado, el Sr. Diamond nos ha dicho que en el “infierno” están las “almas” de aquellas personas que han pecado contra Jehová de manera impenitente, mientras que las “almas” de aquellos que no lo han hecho, descansarían provisionalmente en un lugar distinto, en lo que él identifica como “seno de Abraham” o “segundo paraíso” (en todo caso, otra chorrada más de ese “genio”) y que los separaría o distinguiría, del resto de los que estaban en el “infierno”…… y algo que no cuadra con lo que dice Jehová, pues con respecto de los hombres en general, esto es lo que hay escrito acerca del destino de cada cual y transcrito también en este caso, de la citada RVC:
“A todos nos espera lo mismo. El mismo final tendrán los justos y los injustos, los buenos y los malos, los puros y los impuros, los que ofrecen sacrificios y los que no los ofrecen, los que hacen lo bueno y los que hacen lo malo, los que hacen juramentos y los que no los hacen. 3 Hay un mal en todo lo que se hace bajo el sol y es que a todos los mortales nos espera lo mismo y que durante toda nuestra vida tenemos el corazón lleno de maldad e insensatez y que al final acabamos entre los muertos.” (Ecle. 9:2-3).
Por lo que si al final y contrario a lo manifestado por esos dos ignorantes integrales, tanto pecadores como no pecadores, buenos y no tan buenos, acabamos por igual “entre los muertos” (lógicamente en espera de la resurrección), es obvio que no existen esos dos lugares distintos para diferentes personas…… y por lo que la palabra “Seol”, no puede significar otra cosa que la fosa común de la humanidad en general. A tenor de lo cual, lo dicho por el Sr. Diamond y corroborado por el ignorante Sr. Norero (bíblicamente hablando, esperemos), en el sentido que los “malos” y a diferencia de los que no lo son tanto, van a un “infierno” de fuego para sufrir tormento y dramatizado por D. Arturo, al decir aquello tan tétrico del “castañetear” de los dientes y eso por una eternidad, etc. etc. etc. no deja de ser una estupidez como un piano y propia de analfabetos integrales en el conocimiento de las Escrituras…… pero es que Jehová continúa remachando el clavo y en línea con lo mencionado acerca del significado de las palabra “né·fesch” para “alma” nos dice lo siguiente:
“Porque hay un suceso resultante respecto a los hijos de la humanidad y un suceso resultante respecto a la bestia y ellos tienen el mismo suceso resultante. Como muere el uno, así muere la otra; y todos tienen un solo espíritu, de modo que no hay superioridad del hombre sobre la bestia, porque todo es vanidad. 20 Todos van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos y todos vuelven al polvo.” (Ecle. 3:19-20).
Afirmación hecha por un personaje guiado por la sabiduría divina, como fue Salomón y en la que para nada se nos da a entender la existencia de un “infierno” a donde ser llevados los hombres “malos” para, conscientemente, ser atormentados por una eternidad. Contrario a esto, se nos dice que tanto hombre como animal, somos en esencia lo mismo y todos vamos al mismo sitio, eso es, al “polvo” o la “no existencia”; por lo que habría que sobreentender además, que si somos exactamente (y a tenor de esas palabras de Jehová), como los animales y que es universalmente reconocido, que no tienen nada parecido a un “alma” que se separe de su cuerpo cuando mueren y sobreviva a este, es que tampoco la tenemos nosotros, pues claramente nos dice nuestro Creador y que algo sabrá del tema (habría que suponer), que “no hay superioridad” del hombre sobre los animales o bestias salvajes…… y pasaje perfectamente en línea, con la sentencia que Jehová fijó para Adán:
“Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo (o a la tierra), porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Gén. 3:19). (Acotación nuestra).
Y todos estaremos de acuerdo en que si hay un ser humano que merecería estar en un lugar de tormento, después de montar la que montó, ese sería Adán…… sin embargo, la sentencia divina fue tan simple como esta: morir y ser devuelto al polvo de la tierra, eso es, destruido eternamente…… y punto pelota; porque preguntémonos ¿qué fue realmente lo que le ocurrió a Adan al morir? Pues ni más ni menos que esto:
“Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos.” (Sal. 146:4).
Eso es, cuando el hombre muere, su espíritu o “fuerza de vida” recibida por el aliento divino (Gén. 2:7) regresa al Dios verdadero que lo dio y hombre vuelve al polvo…… eso es, al menos, lo que nos confirma el siguiente pasaje:
“Entonces el polvo (refiriéndose al hombre) vuelve a la tierra justamente como sucedía que era y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio.” (Ecle. 12:7). (Acotación nuestra).
Pero puesto que el Altísimo no aprovechó esta circunstancia, para hablarnos de algo supuestamente inmaterial del ser humano parecido a un “alma” que separándose del cuerpo, pudiera ir a un lugar de tormento (solo nos habló de un espíritu que vuelve a Dios), solo cabría pensar que no existe nada inmaterial en el hombre a la forma de un “alma” (de la cual las Escrituras no nos hablan para nada) y que pudiera ir a un lugar tan estrambótico, como un “infierno” de fuego en un lugar, solo existente en la caótica y disparatada mente de esos señores. Porque no olvidemos un “pequeño” detalle que nos puede aclarar mucho las cosas, pero que precisamente por ser tan sencillo, no es tomado en cuenta por nadie y que es el siguiente: antes de ser creado el hombre por Dios, sencillamente no existía; luego Jehová tuvo que hacer una imagen de barro y soplar sobre ella aliento de vida y esa imagen cobró vida, convirtiéndose en un ser viviente y que es lo que significa la palabra hebrea “lené·fesch jai·yáh” o “criatura respiradora” y que tiene su raíz, en la expresión “né·fesch” (Gén. 2:7)…… cuando el hombre cae en el pecado, el proceso se invierte: Jehová retira su aliento de vida del hombre y por lo que este ya como simple materia, vuelve al polvo del que fue sacado o lo que es lo mismo, vuelve de nuevo a la no existencia. Todo lo que vaya más allá de este razonamiento, no dejan de ser más que historias para no dormir que se ha inventado el “cabrito” ese de Satanás para apartar al ser humano de su Creador y alejarlo por tanto de la salvación, al impartir falsas enseñanzas por medio de sujetos (como esos dos impresentables a los que nos estamos refiriendo) a los que Pedro calificó como de “falsos maestros” (2 Ped. 2:1)…… y con la satánica misión de introducir “sectas destructivas” eso es, diferentes grupos de personas con distintas y contradictorias enseñanzas, alejadas todas ellas del conocimiento de “la verdad” exigido por nuestro Creador (1 Tim. 2:4).
Dicho lo cual, entremos ya en la cuarta de las cuatro partes mencionadas al principio de este escrito y que tiene que ver con el averiguar si hay “consciencia” después de la muerte; porque recordemos que el Sr. Diamond y dando por buena la animalada de su compañero de fechorías, en el sentido que la ilustración o parábola del “hombre rico y Lázaro” (Luc. 16:19-31) era una historia “real” contada, para más inri, por el propio Hijo de Dios, aprovecha la circunstancia para, por una parte, confirmar la existencia del “infierno” y por otra y como veremos, sacar de dicha historia “real” datos para usar literalmente en favor de semejante salvajada…… sin embargo, lo que las Escrituras nos explican de Jesús y sobre su manera de enseñar a la gente, niega la literalidad de ese relato y por supuesto, la burrada que acaban de decir esos “caballeros”:
“De manera que con muchas ilustraciones de ese tipo les hablaba la palabra, hasta el grado que podían escuchar. 34 Verdaderamente, sin ilustración no les hablaba, pero privadamente explicaba a sus discípulos todas las cosas.” (Mar. 4:33-34).
Entonces parece quedar claro que ese relato mencionado no era más que una simple ilustración o parábola, pues con el uso de las mismas era la manera en que enseñaba Jesús a sus oyentes y algo además, profetizado de antemano con respecto de este:
“Todas estas cosas habló Jesús a las muchedumbres por ilustraciones. En verdad, sin ilustración no les hablaba; 35 para que se cumpliera lo que se habló por medio del profeta que dijo: “Abriré mi boca con ilustraciones, publicaré cosas escondidas desde la fundación”.” (Mat. 13:34-35).
¡Más claro agua ¿no?! Entonces y lejos de lo afirmado por esos dos ignorantes, no estaríamos hablando de una historia “real”, sino de una ilustración o parábola y cuya finalidad era la de transmitir una enseñanza moral, la que fuere en ese momento.
Pero volviendo a lo de la consciencia después de la muerte, vemos que el Sr. Diamond toma datos de esa historia “real” para “demostrarnos” que las “almas” de las personas tienen consciencia en ese “infierno”…… pero dado que ya parte de un supuesto falso, su planteamiento, lógicamente, se cae por su propia base: y es que según ese “genio” de la interpretación bíblica, puesto que el hombre rico de la historia en cuestión, pudo ver a Abrahán, ello significaría que en el “infierno” se puede ver y con lo que resultaría que hay consciencia después de la muerte. Además, puesto que el “hombre rico” de la ilustración, reconoció a Abrahán y dado que pudo calcular que este se encontraba lejos (siempre según el Sr. Diamond), es obvio que en ese lugar llamado “infierno”, se puede ver, reconocer y calcular; luego conclusión: todos los sentidos funcionan a la perfección en ese abismo de tormento, al que van las almas de los pecadores…… y es que ¡así de “borricos” (que diría el “mañico”) son esos dos personajes!; y rogando a tan nobles cuadrúpedos (nos referimos a los sufridos “borricos”, naturalmente) que no se sientan ofendidos por esta desafortunada comparación.
Y es que por otra parte, que el Seol/Hades es el sepulcro o tumba común de la humanidad, como la inmensa mayoría de traductores afirman que dicho término significa, nos lo aclara más si cabe lo que vamos a leer a continuación sobre el “Seol” y que niega tajantemente lo que nos dicen esos señores, en el sentido de que los que supuestamente allí van, están plenamente conscientes:
“Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo poder, porque no hay trabajo, ni formación de proyectos, ni conocimiento, ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde estás yendo.” (Ecle. 9:10).
Traducen literalmente “Seol” en este pasaje la TNM de los TJ, la LBLA, la RVR 1989, la BJ, la NBLH y la RV 1995, mientras que el resto lo vierte con su equivalentes “sepulcro”, o “tumba” o “reino de los muertos”, etc.
Resumiendo, que estaríamos hablando de lo mismo y por lo que no hay consciencia en el “Seol”, pues ese pasaje mencionado dice exactamente todo lo contrario de lo afirmado por esos señores y con lo que quedaría también claro, que es una solemne majadería el afirmar la existencia del “Seol” como un “infierno” o lugar de tormento para las almas pecadoras y sobre lo que esos dos “iluminados” han montado todo su esperpéntico “tinglao”. Por lo tanto y visto que las cuatro premisas requeridas para que ello pudiera ser así, dicen todo lo contrario de lo que esos señores afirman, la palabra hebrea “sche´óhl” o “Seol” en español, no puede representar otra cosa más que la sepultura común de la humanidad…… lo que significa que nuestro planteamiento es correcto, mientras que esos señores nos están mintiendo y no tienen ni idea de lo que dicen las Escrituras ¡porque cuidado con la “película” que se han montado los “nenes”!
Y que para mostrarles lo acertado de nuestra afirmación, en el sentido que esos señores no tienen ni puñetera idea de lo que hablan (se lo hemos prometido), pasaremos a analizar ahora la serie de textos que el Sr. Norero nos cita para “demostrar” al personal, que fue el propio Hijo de Dios el que nos habló del “infierno” como lugar de tormento y por lo que (según nos dice enfáticamente dicho caballero) negar la existencia del mismo, sería llamar mentiroso al propio Jesucristo. Y cosa que nosotros no hacemos, sino que con toda rotundidad decimos que Jesús jamás afirmo semejante necedad y que los que están mintiendo al enseñar la existencia de un “infierno” de tormento, son esos dos cretinos y a los que emplazamos públicamente, a que rebatan nuestros argumentos en contra de su disparatada afirmación; al tiempo que le recomendamos al Sr. Norero, que antes de apoyarse en un texto bíblico, se asegure un poco más de lo que el mismo realmente dice…… porque veamos, que en realidad, es lo que dicen esos pasajes “probatorios” por él mencionados:
Mat. 5:29-30: “Ahora bien, si ese ojo derecho tuyo te está haciendo tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado en el Gehena. 30 También, si tu mano derecha te está haciendo tropezar, córtala y échala de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo vaya a parar al Gehena.”
Mat. 10:28: “Y no se hagan temerosos de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.”
Mat. 23:15: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito y cuando este llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes.”
Mat. 23:33: “Serpientes, prole de víboras, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena?”
Luego ¿qué palabra leemos que pronunció Jesús: “infierno” o “Gehena”? Porque obviamente no son lo mismo, pues a diferencia de la palabra “Seol” que aparece hasta 65 veces en el texto escritural y siempre relacionada con la morada final de los muertos en general, esta última expresión y derivada del griego “gué·en·na”, aparece solo 12 veces en las Escrituras y que en algunas traducciones (como parece ser el caso de la que usan esos caballeros y que con toda probabilidad, será la RV 1960) se vierte como “infierno”. Pero es que resulta que dicha expresión “infierno” es traducida del latín “infernum” que a su vez, es el equivalente de las expresiones hebrea “sche´óhl” y griega “hái·des” y de las que ya hemos analizado su significado; por lo que esa expresión “infierno” en el sentido que la entienden esos señores, no cuadra para nada con aquello de lo que estaba hablando Jesús en esos pasajes.
Porque en dichos pasajes, tanto la TNM de los TJ que usamos en este blog, como la traducción La Palabra vierten directamente la palabra “Gehena”, mientras que cualquier otra traducción con referencias, como NVI, o la NBLH entre otras, al lado de la palabra “infierno” hay una acotación que dice “en griego, gehena”; y que la versión La Santa Biblia (versión Evaristo Martín Nieto), vierte como “el fuego” en clara alusión a ese lugar llamado “Gehena” y que conocían perfectamente los judíos a los que se dirigía Jesús en esos textos…… y que si conoce cualquier persona un poco versada en las Escrituras ¡cuánto más deberían de conocerlo, aquellos que como es el caso que nos ocupa, se arrogan la labor de enseñar a otros! Y que sin embargo en este caso, nos encontramos con unos sujetos que lo desconocen por completo y lo que les lleva a hacer el ridículo tan espantoso que estamos contemplando…… pero a todo ello ¿qué era el “Gehena”?
Pues resumiéndolo a una mínima expresión (bastante extenso es ya este escrito), estaríamos hablando de un vertedero cercano a Jerusalén, en un lugar conocido como el valle de Hinón y en el que había un fuego continuo mantenido con azufre, en donde junto a las basuras y otros desechos de la citada ciudad, para ser destruidos por quema, se echaban también los cadáveres de los malhechores ejecutados, que según la Ley Mosaica no merecían sepultura y que en la idea judía, ello significaba que Jehová no los tendría en cuenta en la resurrección que esperaba (y espera) ese pueblo…… por lo que echar a uno en ese fuego que ardía continuamente, tenía el simbolismo de destrucción eterna. Por eso Jesús pudo hacer referencia en Mar. 9:48, a que “donde su cresa no muere y el fuego no se apaga”, porque en ese quemadero y en aquellos rincones en los que el fuego no llegaba, se producía la repugnante visión de las cresas o gusanos que se alimentaban de productos orgánicos en descomposición (restos también de cadáveres) que lejos de desparecer, se reproducían continuamente; y al tiempo que el fuego no se apagaba, pues era mantenido artificialmente con azufre…… pero en todo caso, nada parecido a un lugar de tormento, pues los que eran arrojados en ese fuego, ya eran cadáveres. Por lo que Jesús nunca habló de algo parecido al “infierno” que esos dos indocumentados nos quieren vender y que ya en el colmo del paroxismo, el Sr. Norero nos sale con otro disparate, fruto de su estulticia y total ignorancia de lo que habla, en el sentido que también según el propio Hijo de Dios, dicho infierno había sido “creado para el diablo y sus demonios” y que para demostrar lo indemostrable y que en un claro desconocimiento del pasaje en cuestión, cita de Mat. 25:41:
“Entonces dirá, a su vez, a los de su izquierda: “Váyanse de mí, ustedes que han sido maldecidos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles”.”
Bien, pero de nuevo nos tenemos que preguntar ¿de qué estaba hablando Jesús es ese pasaje? Pues Jesús estaba hablando y como aquellas personas que le estaban escuchando en esa ilustración conocida como “la de las ovejas y las cabras” entendían perfectamente, en clave del fuego como símbolo de destrucción eterna, porque ¿dónde en definitiva, se nos cuenta que fue echado el diablo y sus ángeles para su destrucción?; veámoslo, analizando un pasaje que tiene su cumplimiento al final de los mil años del reinado de Cristo:
“Y el Diablo que los estaba extraviando fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde ya estaban tanto la bestia salvaje como el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.” (Rev. 20:10).
Luego puesto que nos aparece un “lago de fuego” tendríamos que averiguar si estamos hablando de un literal lago de fuego y por tanto, literal “infierno” en el que el propio Satanás y demonios, en un momento dado también son arrojados…… o realmente se nos está diciendo otra cosa. Y para ello averiguarlo, puesto que sabemos que la Biblia se interpreta a sí misma, dejemos que sea esta la que hable y nos lo aclare; vamos a leer para ello, lo que se nos dice en Rev. 21:8:
“Pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo, e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto (el citado lago de fuego) significa la muerte segunda.” (Acotación nuestra).
Entonces dicho “lago de fuego” y según el citado pasaje, nada tiene que ver con algo literal, sino que significa la muerte “segunda”, o muerte de la que ya no hay resurrección posible…… por tanto, estaríamos hablando de destrucción eterna; y siendo eso a lo que se refería Jesús, cuando se dirigía a aquellas personas que le escuchaban y que sí sabían de lo que se les estaba hablando, cuando se les hacía referencia al “Gehena”. Pero resulta que el Sr. Norero, recordémoslo, es el que con gran énfasis y vehemencia ha dicho que fue el propio Jesús, el que dijo que el “infierno” del que nos hablan esos dos indocumentados, había sido preparado para el diablo y sus demonios…… y por tanto, en una clara confirmación de la existencia del mismo. Pero nosotros le recordamos a dicho “caballero” que también fue el propio Jesucristo el que le dio la Revelación a Juan y en ella se nos dice y como hemos visto, que el juicio de fuego nada tiene que ver con un literal “infierno” de tormento, como el que nos quieren “vender” esos analfabetos integrales en cuestiones bíblicas, sino que significa la muerte “segunda” y de la que ya no hay resurrección: en definitiva y como ya hemos señalado, estaríamos hablando de destrucción eterna…… luego ¿nos podría explicar entonces tan “entendido” caballero, en cuál de esas dos afirmaciones, nos miente el Hijo de Dios? ¿O más bien tenemos que entender que esos dos “genios” de la interpretación bíblica, son los que no tienen ni puñetera idea de lo que dicen y nos están mintiendo como bellacos, en cada una de sus disparatadas afirmaciones?
Porque puesto que esa es la realidad, la conclusión a la que llegamos los autores de este blog, sobre el tema objeto de análisis, es que no existe nada parecido a un “infierno” de fuego en donde ser atormentadas unas hipotéticas “almas”, sino que cuando uno muere, sencillamente deja de existir como ser viviente, por tanto en la inconsciencia más absoluta, como si de un fuerte sueño se tratara (ver Mat. 11:11-14) y queda esperando en el “Seol” o sepulcro común de la humanidad, el momento en que será resucitado ya en el reino de Dios, donde su cuerpo será regenerado en perfección y en un entorno paradisíaco.
Y que esto no puede ser de otra manera, queda claro si razonamos de manera lógica y con sentido común: puesto que es obvio que Jehová cuando nos habla de los muertos, sabe de lo que nos habla, habría que pensar que si quedara vivo en el ser humano después de la muerte física de este, algo parecido un “alma inmaterial” susceptible de ser atormentada en un lugar llamado “Seol” y siempre según la esquizofrénica paranoia de esos dos ignorantes, Dios nos habría hablado de ello para, lógicamente, advertirnos del potencial peligro; sin embargo, en ningún lugar de las Escrituras encontramos que nuestro Creador nos diga algo al respecto y de manera clarificadora, que nos permitiera el no tener que estar a estas alturas de la “película” aún en esta confusa situación de si hay o no hay un “infierno” para el tormento de las “almas” pecadoras.
Pero en todo caso, la prueba definitiva de que no existe ningún tipo de vida en el ser humano, después de la muerte de este, ni en aspecto material o físico, ni en un hipotético caso de algo inmaterial (como la mencionada “alma”), lo tenemos en el mismo inicio del registro sagrado y en el asunto que se puso en cuestión por medio de Satanás, acerca de la afirmación del Creador, a la criatura creada; por lo que veamos que dijo Jehová y lo que contraargumento Satanás:
Gén. 2:17: “Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás.”
Y que ya hemos dicho, que ese “morir” significaba sencillamente lo contrario de “vivir”…… algo tan sencillo como esto, es cómo planteó la situación Jehová; sin embargo veamos ahora, lo que Satanás le dijo a Eva:
Gén. 3:4: “Ante esto, la serpiente (Satanás) dijo a la mujer: “Positivamente no morirán.” (Acotación nuestra).
Luego y dado que todos los días comprobamos que el ser humano sí muere ¿a quién le interesa mantener la idea de que realmente no acaba todo después de la muerte física, sino que la vida continua más allá de esta y en algo inmaterial como el “alma”? Pues al propio Satanás y de ahí la enseñanza falsa de la inmortalidad del “alma” promulgada ya por primitivas civilizaciones, con lugares de ultratumba y que en el caso del cristianismo, tiene su versión en el “infierno” de tormento como castigo de las “almas” pecadoras, así como la enseñanza de que dichas “almas” en el caso de los buenos, van al “cielo” y que en el caso de otras culturas, son parecidos sitios pero con distintos nombres. Por ello el porqué de los ancestrales y distintos ritos mortuorios, como las misas para las almas del purgatorio, o las oraciones por los muertos y otros distintos actos, según las distintas formas de religión existentes…… y toda esa parafernalia montada para el “alivio” de las “almas” de los muertos y a los que se supone aún vivos en otra dimensión. Y con lo que se perpetúa la idea satánica, de que la vida continúa después de la muerte física y con lo que resultaría, de ser ello así (que no lo es), que Satanás no le mintió a Eva, sino que fue Jehová el que le mintió a Adán…… ¡algo tan simple como esto, es alrededor de lo que gira todo el asunto! Entonces, la cuestión planteada es la siguiente: ¿a quién se cree usted? Si usted aún cree en un alma inmortal que se separa del cuerpo en el momento de la muerte, está creyendo a Satanás; si por el contrario, usted cree que cuando uno muere, ahí se acaba todo hasta el momento de la resurrección, está creyendo a Jehová…… o sea ¡que usted mismo!
En fin, aquí tienen ustedes la información de cómo vemos nosotros las cosas (rogamos de nuevo, disculpen por la extensión del escrito) y a partir de lo cual, ya serán ustedes los que tengan la última palabra; pero dicho esto, permítannos una pequeña explicación a modo de disculpa. Y es que se habrán dado cuenta que nos hemos “despendolao” un poco en el tono en que nos hemos dirigido a esos señores, pero es nos parece que ya está bien de tanta chorrada y tan poca vergüenza; porque como siempre hemos dicho desde este blog, un error de interpretación en determinado texto y en consecuencia, una incorrecta aplicación del mismo, lo podemos cometer todos, pues todos nos equivocamos…… pero eso es una cosa y de lo que estaríamos hablando aquí sería de otra.
Porque y por poner un ejemplo, es costumbre en este blog, antes de usar un texto que “pinte” un poco conflictivo como apoyo de cualquier afirmación, contrastarlo en primer lugar con lo que nos dicen otras 14 distintas traducciones que están contenidas en el sitio www.biblegateway.com, más tres también accesibles por Internet, como son la versión RV 1989; la Biblia de Jerusalén y la versión católica Sagrada Escritura, así como la que tenemos en formato de libro en nuestra biblioteca personal La Santa Biblia (en versión de Evaristo Martín Nieto), para eliminar toda posibilidad de error de interpretación personal y saber qué realmente se nos quiere transmitir en el texto del que se trate. Pero es que además, dedicamos gran cantidad de tiempo a analizar los distintos contextos envueltos en el mismo, tanto el más inmediato del versículo en cuestión, así como su relación con el contexto general de las Escrituras, de tal forma que no sea un solo texto el que determine el sentido de cualquier planteamiento que podamos formular, sino el argumento global del texto escritural. Y todo ello, por el más elemental sentido de la prudencia y sobre todo, por el respeto debido a la Palabra de Dios…… y algo que es obvio, no han hecho esos “caballeros”.
Y es que si se hubieran tomado dicha “molestia”, habrían llegado a las mismas conclusiones a las que hemos llegado nosotros y a las que muy posiblemente llegarán ustedes, si hacen lo que siempre aconsejamos desde este blog: coger su ejemplar de las Escrituras y comprobar por ustedes mismos, si lo que les contamos se ajusta a lo que dice la Palabra de Dios…… o no. Pero como queda claro que esos señores no han actuado con la prudencia debida, sino más bien todo lo contrario, por eso le hemos calificado de impresentables para arriba, pues demuestran no tener ningún respeto por las cosas de Dios…… por lo que entendemos, que tampoco merecen nuestro respeto.
MABEL
Esta enseñanza, característica de la Iglesia Católica y que podríamos considerar como la asignatura pendiente de este blog, pues nunca habíamos tratado el tema y con la importancia que probablemente puede tener para muchas personas, es aquella que nos habla (y generalizando un poco) de un tenebroso lugar en donde supuestamente van a parar las “almas” de aquellos que, desobedientes a Dios, han muerto en pecado y por lo que no tienen cabida en el “cielo”. Por otra parte nos gustaría señalar, que si nos hemos decidido meternos en este “fregao”, ha sido debido a la indicación de una buena amiga que tenemos en el continente americano, que leyendo nuestro último escrito en el que hablábamos del Sr. David Diamond y su “coleguilla” el Sr. Arturo Norero, sobre su “genial” afirmación en el sentido que en un futuro los mares en la tierra serán eliminados por nuestro Creador, nos mandó un correo en el que nos decía lo siguiente:
“Pues si esto os ha alborotado de tal manera, no sé lo que haréis si escucháis lo que cuentan esos señores acerca del infierno.”
Y nosotros, que como buenos “miuras” (toro bravo español y con muy mala “gaita”) solo necesitamos que nos muestren la capa para embestir como “idems”, ni cortos ni perezosos nos fuimos en busca del video de referencia, titulado “David Diamond - ¿Existe el infierno?” y “corroídos” por la curiosidad, nos dedicamos a visionarlo…… tras lo cual, concluimos que nuestra buena amiga se había quedado bastante corta en su valoración, porque estaríamos hablando de la disparatada “enseñanza” promulgada por dos sujetos indocumentados e ignorantes, que no tienen ni la más remota idea de lo que están diciendo. Y que además, tal parece ser que arteramente escogen aquellos textos en los que se halla aquella palabra clave que necesitan que se diga, para mantener su rocambolesco planteamiento…… e incluso presentando como reales, relatos escriturales que son totalmente ficticios, para tener algo con qué apoyar su disparatada afirmación y que nada tiene que ver (nos permitimos señalar) con lo que dicen las Escrituras sobre el tema. Es cierto que ignoramos, si dicha actitud mencionada es voluntariosa o producto de la supina ignorancia de esos “caballeros” acerca del contenido escritural…… y que sinceramente, no sabemos que sería peor; pero que en todo caso y como es costumbre en este blog, pasaremos a intentar probar la falsedad de las tales “enseñanzas”, así como la catadura moral e intelectual de esos dos “genios” de la interpretación bíblica.
Por lo que iniciaremos nuestra exposición (y que ya les “amenazamos” con que será extensa, debido a la seriedad del tema que estamos analizando, luego la cosa va para largo), haciendo referencia a algunas de las distintas y disparatadas afirmaciones que dichos caballeros nos hacen, como por ejemplo, al decirnos que ese lugar llamado “infierno” y lugar de tormento según ellos, a dónde supuestamente va una (también supuesta) parte “inmaterial” del ser humano, eso es, las “almas” de los pecadores impenitentes (mientras el cuerpo físico o mortal se descompone en la tierra o sepultura), es conocido en hebreo como “sche´óhl” (Seol, en español) y traducido al griego como “hái·des” (“Hades” en español), cuando la realidad es que los tales términos, hacen simple referencia a la sepultura común de la humanidad y al grado que algunas traducciones, transliteraran dichas expresiones como “reino de los muertos”, o “morada de los muertos”, o “lugar donde descansan los muertos”. Luego lo que está claro es que la afirmación de esos dos señores, como mínimo no se ajusta, no solo al texto escritural, sino tan siquiera al punto de vista general de una inmensa mayoría de traductores y por tanto, perfectamente discutible.
Porque el Sr. Diamond inicia su exposición afirmando que esa palabra hebrea “sche´óhl”, es la que mejor describe ese lugar “único” en todo el universo (y que ¡oh casualidad! nos lo han “clavao” en el mismo centro de nuestra tierra), eso es, un “infierno” de fuego para tormento eterno de las almas de los pecadores impenitentes y planteamiento que dicho caballero resume de la siguiente manera:
“…… en pocas palabras; el Seol o Hades es el receptáculo de las almas rebeldes, en la vida después de la muerte.”
Y en el bien entendido que dicho caballero ya nos ha dejado claro, que el cuerpo físico se queda en la tumba o sepulcro y en donde se descompone, mientras que su “alma” pecaminosa va camino a un lugar más profundo llamado “Seol”. E incongruente afirmación donde las haya, pues decir que después de la muerte “continúa” habiendo vida, ya tiene sus “bemoles”…… pero es que además dicha afirmación es falsa y por lo que ya nos disculparán ustedes el exceso, pero es que hay que ser “pollino” para hacer semejante aseveración, a la par que de un total incapaz el Sr. Norero, por no saltar como una ballesta ante semejante animalada de su compañero de fechorías; porque dicha afirmación, no solo significa que ambos “genios” de la interpretación bíblica, “gozan” de un claro desconocimiento del contenido escritural, sino que aún no se han enterado de lo que le dijo Jehová al primer hombre, cuando le advirtió sobre las consecuencias de desobedecerle:
“Y también impuso Jehová Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. 17 Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”.” (Gén. 2:16-17).
Luego ¿qué podía significar en ese contexto, la expresión “morirás”? Pues obviamente lo contrario de estar vivo y que era lo único que conocía Adan; de hecho si ustedes buscan en cualquier diccionario, verán que el término “muerte” significa y en una primera acepción, la “Cesación o término de la vida.” Entonces cuando uno se muere, el común de los mortales entiende que uno deja de vivir, eso es, de existir como ser viviente. Pero dicho la cual, continuemos con el planteamiento que nos hacen esos “intelectuales”, en el sentido que exista un lugar parecido a un “infierno” de fuego, en donde residan las almas de los impíos en una situación de tormento perpetuo o eterno…… pero claro, para que eso fuera así, precisaríamos de cuatro hechos fundamentales: en primer lugar, que tanto esa palabra hebrea “Seol”, como la versión griega de la misma, eso es, “Hades”, realmente transmitan dicha idea; en segundo lugar, que la Biblia nos dé una mínima referencia de que el tal “infierno” exista en realidad; en tercer lugar, que el ser humano tenga una parte inmaterial o alma que se separe del cuerpo y susceptible de ir a ese lugar; y ya por último, que haya consciencia después de la muerte…… porque si no se dan esos cuatro requisitos, difícilmente puede ser creíble el planteamiento de dichos caballeros (y les continuamos advirtiendo, de que la cosa va para largo).
Por lo que empecemos por atender la primera cuestión planteada y que tiene que ver con si la palabra “Seol”, o su variante griega “Hades” (ya españolizadas ambas) “transmiten” la idea de un “infierno” o lugar ardiente de tormento en el centro de la tierra…… y supuesto destino de las “almas” pecadoras; para ello, veamos lo que se nos dice en cualquier diccionario bíblico que consultemos y que prácticamente vendría a ser, más o menos, lo que leemos en esta información extraída de “wikipedia.org”:
“El término «hades» en la teología cristiana (y en el Nuevo Testamento Griego) es paralelo al hebreo sheol (“tumba” o “pozo de suciedad”) y alude a la morada de los muertos. El concepto cristiano de infierno se parece más al Tártaro griego, una parte profunda y sombría del Hades usada como mazmorra de tormento y sufrimiento.” (Negritas nuestras).
Entonces vemos en primer lugar, que la idea primitiva transmitida por la palabra hebrea “sche´óhl” así como su homónima griega “hái·des” nada tenía que ver con algo relacionado con el fuego y muchísimo menos, como forma de tormento, sino con el sentido de “tumba” o sepulcro y también por el descriptivo nombre de “pozo de suciedad”. Es más, se nos habla de la palabra “infierno” como de un concepto “cristiano” del término y que tendría que ver más con la mitología griega, que con el punto de vista hebreo acerca del mismo (que no aceptaba de ninguna manera la idea de la vida después de la muerte), pues conocida es la gran influencia que la cultura griega acabó teniendo ya a finales del primer siglo después de Cristo sobre el primitivo cristianismo, con enseñanzas como la de la inmortalidad del alma y que partiendo de las ideas filosóficas griegas (básicamente de Platón, 428-347 a.C.), encontró su acomodo en el cristianismo actual; recordemos que fue este filósofo, que atribuyéndola a su maestro Sócrates, en la supuesta conversación que este mantuvo en su último día de vida, con los personajes Simmias y Cebes (y narrada por Fedón, también supuesto testigo presencial de la misma), sostuvo la idea de la inmortalidad del alma: veamos unas breves referencias a dicha conversación, en una de las obras de Platón, titulada precisamente “Fedón”:
“El alma, (…...) que se separa pura, sin arrastrar nada del cuerpo, (……) se va hacia lo que es semejante a ella, lo invisible, lo divino, inmortal y sabio, y al llegar allí está a su alcance ser feliz, apartada de errores, insensateces, terrores, (……) y de todos los demás males humanos, (……) para pasar de verdad el resto del tiempo en compañía de los dioses.” (Fedón, 80 d, e; 81 a.).
Luego es un absurdo lo que nos dice el Sr. Diamond a partir del minuto 4 de grabación, en el sentido que fueran los judíos los que tuvieron cierta “dificultad” para transmitir a los griegos, la idea de que la vida no acababa en la tumba (eso es, después de la muerte), cuando resulta que los hebreos jamás han tenido dicha creencia, sino que esta procedía de culturas mucho más antiguas que la hebrea y absorbida totalmente por la civilización griega…… ¡y que ya hay que ser cateto e ignorante, para afirmar semejante disparate! Ya otra cosa y como hemos comentado, sería el “cristianismo” de finales del primer siglo en adelante y que con la entrada de gentiles de origen griego, se contaminó de tal manera de dicha enseñanza pagana, que dio origen a una nueva orientación de las enseñanzas de Jesús…… pero el pueblo hebreo, como tal pueblo, nunca tuvo dicha creencia.
Porque es cierto que la primera traducción al griego de las escrituras hebreas fue la llamada “Septuaginta” y ordenada por Ptolomeo II (no IV, Sr. Diamond) Filadelfo y faraón de Egipto durante el período 285-246 a.d.C. y traducción que recibió dicho nombre en función de los sabios que intervinieron en la misma...... pero en realidad lo que se hizo, fue impregnar esa traducción al griego de las escrituras hebreas, del pensamiento egipcio y griego (y de culturas anteriores a estas, como hemos dicho) sobre la inmortalidad del alma y por lo tanto, muy anterior a dicha traducción; por lo que la palabra griega “hái·des” (“Hades”, en español) y a pesar de su lejano parentesco con el “Tártaro” de la mitología griega, resultó un término idóneo para ello…… y creencia egipcia, que queda gráficamente constatada por sus gigantescos monumentos funerarios como son las pirámides; pero veamos dos comentarios más de la citada obra de consulta:
“El inframundo griego es un término general que se emplea para describir a los distintos reinos de la mitología griega que se creía estaban situados debajo de la tierra o más allá del horizonte. Entre estos reinos se incluyen los Campos Elíseos, las Islas de los Bienaventurados o Islas Elíseas, la morada de los muertos (que suele recibir el nombre de Hades) y el Tártaro.” (Negritas nuestras).
Pero lo que queda claro y según entendemos de esa transcripción, es que el “Tártaro” hacía referencia a una parte más profunda que el “Hades” y por tanto distinto a este…… y que si bien el “Tártaro” describía un lugar de tormento, este no tenía nada que ver con el propio “Hades” y por lo cual, obviamente, no estaríamos hablando de la misma cosa; por tanto y resumiendo, el concepto de un lugar de tormento no derivaba de la palabra hebrea para “Seol” y su homónima “Hades”, sino en todo caso y como ya hemos señalado, de la mitología griega, como nos muestra el siguiente comentario:
“En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad como un lugar del Inframundo, más profundo incluso que el Hades. En antiguas fuentes órficas y en las escuelas mistéricas es también la «cosa» ilimitada que existió primero, de la que nacieron la Luz y el Cosmos.” (Negritas nuestras).
Entonces estaríamos hablando de dos cosas totalmente distintas y en donde la versión griega de la palabra hebrea para “Seol”, eso es, “Hades”, solo transmitiría la idea original de la primera, como sepulcro común de la humanidad; y proviniendo la idea de un lugar de tormento o “infierno” situado en una parte más profunda de lo tierra (mucho más abajo del “Hades”), de la mitología griega a través de la palabra “Tártaro”, que nada en absoluto tenía que ver con el pensamiento hebreo para “Seol”. Por lo que resumiendo la cosa, podríamos decir que es falsa la afirmación que nos hacen dichos caballeros, en el sentido de que la palabra hebrea “sche´óhl” identifique un lugar único en el universo llamado “infierno”, para castigo o tormento eterno de las almas de los pecadores impenitentes…… por lo que esos señores, nos están mintiendo como bellacos y de lo que, obviamente, responderán ante Jehová.
Pero como desde este blog nos gusta dejar las cosas perfectamente clarificadas, entendemos que no basta con esas razonadas afirmaciones literarias (quizás se podrían presentar otras en sentido contrario) para dar fuerza a nuestra posición y por ello, pasaremos a la segunda cuestión planteada y que tiene que ver, en si realmente y desde la óptica de las Escrituras “existe” algo parecido a un “infierno” de fuego y lugar de tormento eterno que fuera conocido por los primeros patriarcas hebreos, pues de la palabra hebrea para “Seol” y según nos afirman dichos “genios” de la interpretación bíblica, se derivaría dicha idea…… recordemos que según el Sr. Diamond, dicha expresión hebrea “sche´óhl” identifica lo siguiente, a tenor de su afirmación textual transcrita del video en cuestión (minuto 4’25 de grabación en adelante) :
“…… la palabra Seol, es la que más claramente describe a este lugar único en el universo ¡único! (......) esta palabra Seol se refiere a las profundidades de la tierra, pero no dónde va el cuerpo, sino dónde va lo inmaterial del ser humano, es decir el alma…… y más aún: el alma de los rebeldes en condenación…”
Y en donde a continuación entra en liza el “enteradillo” del Sr. Norero, para apoyar la salvaje afirmación del amigo Diamond, con una clase “magistral” en dónde nos cita de textos bíblicos en los que, presuntamente, el propio Jesucristo se refirió a ese citado “infierno” como lugar de tormento y reflejado en la palabra hebrea “sche´óhl”…… pero que ya después de acabar nuestro repaso a los cuatro puntos que les hemos señalado, es cuando le aclararemos esta cuestión a tan “entendido” y vehemente caballero; aunque nos permitimos el adelantarles a ustedes, que Jesús jamás hablo de ese “infierno” que nos están “vendiendo” esos dos ignorantes, que con un mínimo de sentido común y un poco de vergüenza torera, no dirían las burradas que dicen. Pero volvamos a la afirmación que nos acaba de hacer el Sr. Diamond sobre el significado de la palabra “sche´óhl” y que habríamos de imaginar que de ser las cosas como él nos las ha expuesto, los notables del AT obviamente tendrían que conocer de sobra que había detrás de dicho término, pues formaba parte de su idioma natural y de uso diario…… por lo tanto, veamos qué idea les transmitía a ellos dicha expresión; por ejemplo, al patriarca Jacob:
Gén 37:34-35: “Con eso, Jacob rasgó sus mantos y se puso saco sobre las caderas y se dio al duelo de su hijo por muchos días. 35 Y todos sus hijos y todas sus hijas siguieron levantándose para consolarlo, pero él siguió rehusando recibir consuelo y diciendo: “¡Porque en duelo bajaré a donde mi hijo, al Seol!”. Y su padre continuó llorándolo.”
Luego ¿habría que pensar, que lo que entendía Jacob sobre su hijo José, de quien le acababan de comunicar su muerte, era que este estaba siendo “atormentado” en un “infierno” de fuego y lugar al que él mismo estaba deseando ir, precisamente para liberarse del tremendo dolor que sentía en ese momento? Razonable no parece al menos y ello lo prueba, el hecho que algunas traducciones sustituyen la palabra “Seol” en este pasaje, por las expresiones “reunirme con él en el reino de los muertos” (BLP); o “hasta que descienda al *sepulcro para reunirme con mi hijo” y asterisco en la expresión “*sepulcro” que nos remite a la siguiente nota a pie de página “o Seol en hebreo” (NVI); o “hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos” (DHH) y otras de igual tenor. Por otra parte cabría destacar, que las versiones que en ese pasaje transliteran la palabra “Seol” directamente del original, como la RV 1960 y RVC dan una referencia sobre la misma a pie de página, con la aclaración “Nombre hebreo, del lugar de los muertos”…… luego nada más lejos de la mente de Jacob y que algo más que los Sres. Diamond y Norero sabría del asunto, el que el “sche´óhl” fuera algo parecido a un “infierno “ de fuego o lugar de tormento, e idea o punto de vista (la del patriarca en cuestión), compartido por los actuales traductores bíblicos, como hemos comprobado.
Pero es que además, hay que tener en cuenta que según el bueno de Jacob, José ya estaba en el “Seol”…… sin embargo, sabemos que Jehová posteriormente bendijo al citado personaje abundantemente, lo que nos indicaría que no era un “alma rebelde en condenación” (como tampoco lo era obviamente Jacob y que sin embargo, también pensaba en bajar al Seol) según menciona ese espantajo intelectual que es el Sr. Diamond, por lo que no podía haber sido mandado al “infierno” para ser atormentado: luego el “Seol”, lugar donde se afirma que José estaba y a dónde también esperaba ir Jacob, según el pasaje citado, no puede ser lo que esos caballeros nos dicen que es; pero veamos otro pasaje para confirmar nuestro planteamiento y que nos habla de otro reconocido patriarca: Job 14:13:
“¡Oh que en el Seol me ocultaras, que me mantuvieras secreto hasta que tu cólera se volviera atrás, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí!”
Entonces ¿qué le estaba pidiendo el sufrido Job, al Altísimo? ¿Qué le mandara a un “infierno” o lugar de tormento eterno, peor por tanto que el que ya tenía en ese momento aquí en la tierra…… o más bien al contrario, ser ocultado en un lugar de descanso, apartado del “mundanal ruido” y que Jehová se acordara de él en el momento de la resurrección y en la que creían los hebreos? Porque hay que señalar que en este pasaje, mientras la RV 1960 transcribe la palabra “Seol” al igual que la versión que nosotros usamos por sistema en nuestros escritos (que es la TNM de los TJ), su versión hermana, la RVC la sustituye por la palabra “sepulcro” tal como hacen otras versiones; por ejemplo, la NVLH vierte el texto señalado con la siguiente acotación para la palabra “Seol”:
“¡Oh, sí me escondieras en el Seol (región de los muertos), si me ocultaras hasta que Tu ira se pasara, si me pusieras un plazo y de mí te acordaras!”
Por lo que de nuevo queda claro y digan lo que digan esos dos “enteraos”, que el “Seol” hebreo (y su sinónimo griego “Hades”), no es un “infierno” o lugar de tormento de fuego, sino el sepulcro común de la humanidad y algo situado (el susodicho “infierno”) más abajo de la posición de este…… que es lo que en su momento nos ha dicho el Sr. Diamond; sin embargo y de manera contraria, vean lo que nos dice Jehová:
“Porque se ha encendido un fuego en mi cólera y arderá hasta el Seol, el lugar más bajo y consumirá la tierra y sus productos e incendiará los fundamentos de las montañas.” (Deut. 32:22).
Luego lo que habría que entender, razonando con lógica, es que si tal arrebato de justa furia del Altísimo y para enfatizar el máximo grado de indignación divina, se nos dice que llega hasta el “Seol”, es porque ya no hay otra lugar más allá de esas “latitudes” y con el que poder ser medido el gran enojo del Creador, eso es, que exista tal cosa como un “infierno” como lugar de tormento en las profundidades terrenas, mucho más abajo del citado “Seol”…… de lo contrario, Jehová no se habría expresado de la forma que lo hizo. Luego de todas todas y digan lo que digan esos dos analfabetos integrales en entendimiento bíblico (esperemos que la cosa no pase a mayores y llegue a otros aspectos), no hay nada parecido a un “infierno” de fuego, como lugar de tormento y situado más allá de la sepultura común de la humanidad, eso es, el “sche´óhl” en hebreo o “hái·des” en griego.
Pero vayamos ahora por la tercera cuestión planteada y que tiene que ver con que el ser humano tenga algo parecido a una cosa “inmaterial” que pueda ser separada del cuerpo cuando este muere y llamada “alma”. Porque el Sr. Diamond y con la completa aquiescencia del Sr. Norero, a la pregunta del moderador del programa sobre qué habría en este mismo momento en ese supuesto “infierno”, responde de forma categórica y enfática en el sentido de que lo que hay ahora mismo en el tal, son “almas”…… sin embargo, parece ser que la idea de Jehová no va por ahí, pues según Gén. 2:7 y en cuanto a lo que tiene que ver con la composición del ser humano, vean que se nos dice:
“Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida y el hombre vino a ser (no “a tener”, que es distinto) un alma viviente (literalmente “né·fesch” que significa “ser viviente”). (Acotaciones nuestras).
Y que otras versiones, de manera equivalente, como por ejemplo RVC vierten dicho pasaje de la siguiente manera:
“Así el hombre se convirtió en un ser con vida (y que equivale a “ser viviente” y no “con alma”).”
Luego en todo caso, lo que vemos y nosotros afirmamos, según se desprende del registro escritural, es que el hombre en su conjunto es en sí mismo un “alma”; tengamos en cuenta que el uso dado en el contexto bíblico al término original en hebreo “né·fesch” (“psy·kje” en griego) para “alma”, muestra que dicha expresión se refería tanto a personas como a animales o en su defecto, a la vida que hay en ambos y que los convierte en “seres vivientes”. Por lo que en contraste directo con la pagana enseñanza griega ya mencionada, sobre un “alma” inmaterial, intangible, invisible e inmortal, las Escrituras contraponen que cuando “psy·kje” o “né·fesch” se utilizan con respecto a las criaturas terrestres, ambas se refieren a lo que es material, tangible, visible y mortal…… o lo que es lo mismo, a un “ser viviente” y que es lo que significa el término hebreo “né·fesch”.
Pero si nos hemos fijado, el Sr. Diamond nos ha dicho que en el “infierno” están las “almas” de aquellas personas que han pecado contra Jehová de manera impenitente, mientras que las “almas” de aquellos que no lo han hecho, descansarían provisionalmente en un lugar distinto, en lo que él identifica como “seno de Abraham” o “segundo paraíso” (en todo caso, otra chorrada más de ese “genio”) y que los separaría o distinguiría, del resto de los que estaban en el “infierno”…… y algo que no cuadra con lo que dice Jehová, pues con respecto de los hombres en general, esto es lo que hay escrito acerca del destino de cada cual y transcrito también en este caso, de la citada RVC:
“A todos nos espera lo mismo. El mismo final tendrán los justos y los injustos, los buenos y los malos, los puros y los impuros, los que ofrecen sacrificios y los que no los ofrecen, los que hacen lo bueno y los que hacen lo malo, los que hacen juramentos y los que no los hacen. 3 Hay un mal en todo lo que se hace bajo el sol y es que a todos los mortales nos espera lo mismo y que durante toda nuestra vida tenemos el corazón lleno de maldad e insensatez y que al final acabamos entre los muertos.” (Ecle. 9:2-3).
Por lo que si al final y contrario a lo manifestado por esos dos ignorantes integrales, tanto pecadores como no pecadores, buenos y no tan buenos, acabamos por igual “entre los muertos” (lógicamente en espera de la resurrección), es obvio que no existen esos dos lugares distintos para diferentes personas…… y por lo que la palabra “Seol”, no puede significar otra cosa que la fosa común de la humanidad en general. A tenor de lo cual, lo dicho por el Sr. Diamond y corroborado por el ignorante Sr. Norero (bíblicamente hablando, esperemos), en el sentido que los “malos” y a diferencia de los que no lo son tanto, van a un “infierno” de fuego para sufrir tormento y dramatizado por D. Arturo, al decir aquello tan tétrico del “castañetear” de los dientes y eso por una eternidad, etc. etc. etc. no deja de ser una estupidez como un piano y propia de analfabetos integrales en el conocimiento de las Escrituras…… pero es que Jehová continúa remachando el clavo y en línea con lo mencionado acerca del significado de las palabra “né·fesch” para “alma” nos dice lo siguiente:
“Porque hay un suceso resultante respecto a los hijos de la humanidad y un suceso resultante respecto a la bestia y ellos tienen el mismo suceso resultante. Como muere el uno, así muere la otra; y todos tienen un solo espíritu, de modo que no hay superioridad del hombre sobre la bestia, porque todo es vanidad. 20 Todos van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos y todos vuelven al polvo.” (Ecle. 3:19-20).
Afirmación hecha por un personaje guiado por la sabiduría divina, como fue Salomón y en la que para nada se nos da a entender la existencia de un “infierno” a donde ser llevados los hombres “malos” para, conscientemente, ser atormentados por una eternidad. Contrario a esto, se nos dice que tanto hombre como animal, somos en esencia lo mismo y todos vamos al mismo sitio, eso es, al “polvo” o la “no existencia”; por lo que habría que sobreentender además, que si somos exactamente (y a tenor de esas palabras de Jehová), como los animales y que es universalmente reconocido, que no tienen nada parecido a un “alma” que se separe de su cuerpo cuando mueren y sobreviva a este, es que tampoco la tenemos nosotros, pues claramente nos dice nuestro Creador y que algo sabrá del tema (habría que suponer), que “no hay superioridad” del hombre sobre los animales o bestias salvajes…… y pasaje perfectamente en línea, con la sentencia que Jehová fijó para Adán:
“Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo (o a la tierra), porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Gén. 3:19). (Acotación nuestra).
Y todos estaremos de acuerdo en que si hay un ser humano que merecería estar en un lugar de tormento, después de montar la que montó, ese sería Adán…… sin embargo, la sentencia divina fue tan simple como esta: morir y ser devuelto al polvo de la tierra, eso es, destruido eternamente…… y punto pelota; porque preguntémonos ¿qué fue realmente lo que le ocurrió a Adan al morir? Pues ni más ni menos que esto:
“Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos.” (Sal. 146:4).
Eso es, cuando el hombre muere, su espíritu o “fuerza de vida” recibida por el aliento divino (Gén. 2:7) regresa al Dios verdadero que lo dio y hombre vuelve al polvo…… eso es, al menos, lo que nos confirma el siguiente pasaje:
“Entonces el polvo (refiriéndose al hombre) vuelve a la tierra justamente como sucedía que era y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio.” (Ecle. 12:7). (Acotación nuestra).
Pero puesto que el Altísimo no aprovechó esta circunstancia, para hablarnos de algo supuestamente inmaterial del ser humano parecido a un “alma” que separándose del cuerpo, pudiera ir a un lugar de tormento (solo nos habló de un espíritu que vuelve a Dios), solo cabría pensar que no existe nada inmaterial en el hombre a la forma de un “alma” (de la cual las Escrituras no nos hablan para nada) y que pudiera ir a un lugar tan estrambótico, como un “infierno” de fuego en un lugar, solo existente en la caótica y disparatada mente de esos señores. Porque no olvidemos un “pequeño” detalle que nos puede aclarar mucho las cosas, pero que precisamente por ser tan sencillo, no es tomado en cuenta por nadie y que es el siguiente: antes de ser creado el hombre por Dios, sencillamente no existía; luego Jehová tuvo que hacer una imagen de barro y soplar sobre ella aliento de vida y esa imagen cobró vida, convirtiéndose en un ser viviente y que es lo que significa la palabra hebrea “lené·fesch jai·yáh” o “criatura respiradora” y que tiene su raíz, en la expresión “né·fesch” (Gén. 2:7)…… cuando el hombre cae en el pecado, el proceso se invierte: Jehová retira su aliento de vida del hombre y por lo que este ya como simple materia, vuelve al polvo del que fue sacado o lo que es lo mismo, vuelve de nuevo a la no existencia. Todo lo que vaya más allá de este razonamiento, no dejan de ser más que historias para no dormir que se ha inventado el “cabrito” ese de Satanás para apartar al ser humano de su Creador y alejarlo por tanto de la salvación, al impartir falsas enseñanzas por medio de sujetos (como esos dos impresentables a los que nos estamos refiriendo) a los que Pedro calificó como de “falsos maestros” (2 Ped. 2:1)…… y con la satánica misión de introducir “sectas destructivas” eso es, diferentes grupos de personas con distintas y contradictorias enseñanzas, alejadas todas ellas del conocimiento de “la verdad” exigido por nuestro Creador (1 Tim. 2:4).
Dicho lo cual, entremos ya en la cuarta de las cuatro partes mencionadas al principio de este escrito y que tiene que ver con el averiguar si hay “consciencia” después de la muerte; porque recordemos que el Sr. Diamond y dando por buena la animalada de su compañero de fechorías, en el sentido que la ilustración o parábola del “hombre rico y Lázaro” (Luc. 16:19-31) era una historia “real” contada, para más inri, por el propio Hijo de Dios, aprovecha la circunstancia para, por una parte, confirmar la existencia del “infierno” y por otra y como veremos, sacar de dicha historia “real” datos para usar literalmente en favor de semejante salvajada…… sin embargo, lo que las Escrituras nos explican de Jesús y sobre su manera de enseñar a la gente, niega la literalidad de ese relato y por supuesto, la burrada que acaban de decir esos “caballeros”:
“De manera que con muchas ilustraciones de ese tipo les hablaba la palabra, hasta el grado que podían escuchar. 34 Verdaderamente, sin ilustración no les hablaba, pero privadamente explicaba a sus discípulos todas las cosas.” (Mar. 4:33-34).
Entonces parece quedar claro que ese relato mencionado no era más que una simple ilustración o parábola, pues con el uso de las mismas era la manera en que enseñaba Jesús a sus oyentes y algo además, profetizado de antemano con respecto de este:
“Todas estas cosas habló Jesús a las muchedumbres por ilustraciones. En verdad, sin ilustración no les hablaba; 35 para que se cumpliera lo que se habló por medio del profeta que dijo: “Abriré mi boca con ilustraciones, publicaré cosas escondidas desde la fundación”.” (Mat. 13:34-35).
¡Más claro agua ¿no?! Entonces y lejos de lo afirmado por esos dos ignorantes, no estaríamos hablando de una historia “real”, sino de una ilustración o parábola y cuya finalidad era la de transmitir una enseñanza moral, la que fuere en ese momento.
Pero volviendo a lo de la consciencia después de la muerte, vemos que el Sr. Diamond toma datos de esa historia “real” para “demostrarnos” que las “almas” de las personas tienen consciencia en ese “infierno”…… pero dado que ya parte de un supuesto falso, su planteamiento, lógicamente, se cae por su propia base: y es que según ese “genio” de la interpretación bíblica, puesto que el hombre rico de la historia en cuestión, pudo ver a Abrahán, ello significaría que en el “infierno” se puede ver y con lo que resultaría que hay consciencia después de la muerte. Además, puesto que el “hombre rico” de la ilustración, reconoció a Abrahán y dado que pudo calcular que este se encontraba lejos (siempre según el Sr. Diamond), es obvio que en ese lugar llamado “infierno”, se puede ver, reconocer y calcular; luego conclusión: todos los sentidos funcionan a la perfección en ese abismo de tormento, al que van las almas de los pecadores…… y es que ¡así de “borricos” (que diría el “mañico”) son esos dos personajes!; y rogando a tan nobles cuadrúpedos (nos referimos a los sufridos “borricos”, naturalmente) que no se sientan ofendidos por esta desafortunada comparación.
Y es que por otra parte, que el Seol/Hades es el sepulcro o tumba común de la humanidad, como la inmensa mayoría de traductores afirman que dicho término significa, nos lo aclara más si cabe lo que vamos a leer a continuación sobre el “Seol” y que niega tajantemente lo que nos dicen esos señores, en el sentido de que los que supuestamente allí van, están plenamente conscientes:
“Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo poder, porque no hay trabajo, ni formación de proyectos, ni conocimiento, ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde estás yendo.” (Ecle. 9:10).
Traducen literalmente “Seol” en este pasaje la TNM de los TJ, la LBLA, la RVR 1989, la BJ, la NBLH y la RV 1995, mientras que el resto lo vierte con su equivalentes “sepulcro”, o “tumba” o “reino de los muertos”, etc.
Resumiendo, que estaríamos hablando de lo mismo y por lo que no hay consciencia en el “Seol”, pues ese pasaje mencionado dice exactamente todo lo contrario de lo afirmado por esos señores y con lo que quedaría también claro, que es una solemne majadería el afirmar la existencia del “Seol” como un “infierno” o lugar de tormento para las almas pecadoras y sobre lo que esos dos “iluminados” han montado todo su esperpéntico “tinglao”. Por lo tanto y visto que las cuatro premisas requeridas para que ello pudiera ser así, dicen todo lo contrario de lo que esos señores afirman, la palabra hebrea “sche´óhl” o “Seol” en español, no puede representar otra cosa más que la sepultura común de la humanidad…… lo que significa que nuestro planteamiento es correcto, mientras que esos señores nos están mintiendo y no tienen ni idea de lo que dicen las Escrituras ¡porque cuidado con la “película” que se han montado los “nenes”!
Y que para mostrarles lo acertado de nuestra afirmación, en el sentido que esos señores no tienen ni puñetera idea de lo que hablan (se lo hemos prometido), pasaremos a analizar ahora la serie de textos que el Sr. Norero nos cita para “demostrar” al personal, que fue el propio Hijo de Dios el que nos habló del “infierno” como lugar de tormento y por lo que (según nos dice enfáticamente dicho caballero) negar la existencia del mismo, sería llamar mentiroso al propio Jesucristo. Y cosa que nosotros no hacemos, sino que con toda rotundidad decimos que Jesús jamás afirmo semejante necedad y que los que están mintiendo al enseñar la existencia de un “infierno” de tormento, son esos dos cretinos y a los que emplazamos públicamente, a que rebatan nuestros argumentos en contra de su disparatada afirmación; al tiempo que le recomendamos al Sr. Norero, que antes de apoyarse en un texto bíblico, se asegure un poco más de lo que el mismo realmente dice…… porque veamos, que en realidad, es lo que dicen esos pasajes “probatorios” por él mencionados:
Mat. 5:29-30: “Ahora bien, si ese ojo derecho tuyo te está haciendo tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado en el Gehena. 30 También, si tu mano derecha te está haciendo tropezar, córtala y échala de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo vaya a parar al Gehena.”
Mat. 10:28: “Y no se hagan temerosos de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.”
Mat. 23:15: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito y cuando este llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes.”
Mat. 23:33: “Serpientes, prole de víboras, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena?”
Luego ¿qué palabra leemos que pronunció Jesús: “infierno” o “Gehena”? Porque obviamente no son lo mismo, pues a diferencia de la palabra “Seol” que aparece hasta 65 veces en el texto escritural y siempre relacionada con la morada final de los muertos en general, esta última expresión y derivada del griego “gué·en·na”, aparece solo 12 veces en las Escrituras y que en algunas traducciones (como parece ser el caso de la que usan esos caballeros y que con toda probabilidad, será la RV 1960) se vierte como “infierno”. Pero es que resulta que dicha expresión “infierno” es traducida del latín “infernum” que a su vez, es el equivalente de las expresiones hebrea “sche´óhl” y griega “hái·des” y de las que ya hemos analizado su significado; por lo que esa expresión “infierno” en el sentido que la entienden esos señores, no cuadra para nada con aquello de lo que estaba hablando Jesús en esos pasajes.
Porque en dichos pasajes, tanto la TNM de los TJ que usamos en este blog, como la traducción La Palabra vierten directamente la palabra “Gehena”, mientras que cualquier otra traducción con referencias, como NVI, o la NBLH entre otras, al lado de la palabra “infierno” hay una acotación que dice “en griego, gehena”; y que la versión La Santa Biblia (versión Evaristo Martín Nieto), vierte como “el fuego” en clara alusión a ese lugar llamado “Gehena” y que conocían perfectamente los judíos a los que se dirigía Jesús en esos textos…… y que si conoce cualquier persona un poco versada en las Escrituras ¡cuánto más deberían de conocerlo, aquellos que como es el caso que nos ocupa, se arrogan la labor de enseñar a otros! Y que sin embargo en este caso, nos encontramos con unos sujetos que lo desconocen por completo y lo que les lleva a hacer el ridículo tan espantoso que estamos contemplando…… pero a todo ello ¿qué era el “Gehena”?
Pues resumiéndolo a una mínima expresión (bastante extenso es ya este escrito), estaríamos hablando de un vertedero cercano a Jerusalén, en un lugar conocido como el valle de Hinón y en el que había un fuego continuo mantenido con azufre, en donde junto a las basuras y otros desechos de la citada ciudad, para ser destruidos por quema, se echaban también los cadáveres de los malhechores ejecutados, que según la Ley Mosaica no merecían sepultura y que en la idea judía, ello significaba que Jehová no los tendría en cuenta en la resurrección que esperaba (y espera) ese pueblo…… por lo que echar a uno en ese fuego que ardía continuamente, tenía el simbolismo de destrucción eterna. Por eso Jesús pudo hacer referencia en Mar. 9:48, a que “donde su cresa no muere y el fuego no se apaga”, porque en ese quemadero y en aquellos rincones en los que el fuego no llegaba, se producía la repugnante visión de las cresas o gusanos que se alimentaban de productos orgánicos en descomposición (restos también de cadáveres) que lejos de desparecer, se reproducían continuamente; y al tiempo que el fuego no se apagaba, pues era mantenido artificialmente con azufre…… pero en todo caso, nada parecido a un lugar de tormento, pues los que eran arrojados en ese fuego, ya eran cadáveres. Por lo que Jesús nunca habló de algo parecido al “infierno” que esos dos indocumentados nos quieren vender y que ya en el colmo del paroxismo, el Sr. Norero nos sale con otro disparate, fruto de su estulticia y total ignorancia de lo que habla, en el sentido que también según el propio Hijo de Dios, dicho infierno había sido “creado para el diablo y sus demonios” y que para demostrar lo indemostrable y que en un claro desconocimiento del pasaje en cuestión, cita de Mat. 25:41:
“Entonces dirá, a su vez, a los de su izquierda: “Váyanse de mí, ustedes que han sido maldecidos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles”.”
Bien, pero de nuevo nos tenemos que preguntar ¿de qué estaba hablando Jesús es ese pasaje? Pues Jesús estaba hablando y como aquellas personas que le estaban escuchando en esa ilustración conocida como “la de las ovejas y las cabras” entendían perfectamente, en clave del fuego como símbolo de destrucción eterna, porque ¿dónde en definitiva, se nos cuenta que fue echado el diablo y sus ángeles para su destrucción?; veámoslo, analizando un pasaje que tiene su cumplimiento al final de los mil años del reinado de Cristo:
“Y el Diablo que los estaba extraviando fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde ya estaban tanto la bestia salvaje como el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.” (Rev. 20:10).
Luego puesto que nos aparece un “lago de fuego” tendríamos que averiguar si estamos hablando de un literal lago de fuego y por tanto, literal “infierno” en el que el propio Satanás y demonios, en un momento dado también son arrojados…… o realmente se nos está diciendo otra cosa. Y para ello averiguarlo, puesto que sabemos que la Biblia se interpreta a sí misma, dejemos que sea esta la que hable y nos lo aclare; vamos a leer para ello, lo que se nos dice en Rev. 21:8:
“Pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo, e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto (el citado lago de fuego) significa la muerte segunda.” (Acotación nuestra).
Entonces dicho “lago de fuego” y según el citado pasaje, nada tiene que ver con algo literal, sino que significa la muerte “segunda”, o muerte de la que ya no hay resurrección posible…… por tanto, estaríamos hablando de destrucción eterna; y siendo eso a lo que se refería Jesús, cuando se dirigía a aquellas personas que le escuchaban y que sí sabían de lo que se les estaba hablando, cuando se les hacía referencia al “Gehena”. Pero resulta que el Sr. Norero, recordémoslo, es el que con gran énfasis y vehemencia ha dicho que fue el propio Jesús, el que dijo que el “infierno” del que nos hablan esos dos indocumentados, había sido preparado para el diablo y sus demonios…… y por tanto, en una clara confirmación de la existencia del mismo. Pero nosotros le recordamos a dicho “caballero” que también fue el propio Jesucristo el que le dio la Revelación a Juan y en ella se nos dice y como hemos visto, que el juicio de fuego nada tiene que ver con un literal “infierno” de tormento, como el que nos quieren “vender” esos analfabetos integrales en cuestiones bíblicas, sino que significa la muerte “segunda” y de la que ya no hay resurrección: en definitiva y como ya hemos señalado, estaríamos hablando de destrucción eterna…… luego ¿nos podría explicar entonces tan “entendido” caballero, en cuál de esas dos afirmaciones, nos miente el Hijo de Dios? ¿O más bien tenemos que entender que esos dos “genios” de la interpretación bíblica, son los que no tienen ni puñetera idea de lo que dicen y nos están mintiendo como bellacos, en cada una de sus disparatadas afirmaciones?
Porque puesto que esa es la realidad, la conclusión a la que llegamos los autores de este blog, sobre el tema objeto de análisis, es que no existe nada parecido a un “infierno” de fuego en donde ser atormentadas unas hipotéticas “almas”, sino que cuando uno muere, sencillamente deja de existir como ser viviente, por tanto en la inconsciencia más absoluta, como si de un fuerte sueño se tratara (ver Mat. 11:11-14) y queda esperando en el “Seol” o sepulcro común de la humanidad, el momento en que será resucitado ya en el reino de Dios, donde su cuerpo será regenerado en perfección y en un entorno paradisíaco.
Y que esto no puede ser de otra manera, queda claro si razonamos de manera lógica y con sentido común: puesto que es obvio que Jehová cuando nos habla de los muertos, sabe de lo que nos habla, habría que pensar que si quedara vivo en el ser humano después de la muerte física de este, algo parecido un “alma inmaterial” susceptible de ser atormentada en un lugar llamado “Seol” y siempre según la esquizofrénica paranoia de esos dos ignorantes, Dios nos habría hablado de ello para, lógicamente, advertirnos del potencial peligro; sin embargo, en ningún lugar de las Escrituras encontramos que nuestro Creador nos diga algo al respecto y de manera clarificadora, que nos permitiera el no tener que estar a estas alturas de la “película” aún en esta confusa situación de si hay o no hay un “infierno” para el tormento de las “almas” pecadoras.
Pero en todo caso, la prueba definitiva de que no existe ningún tipo de vida en el ser humano, después de la muerte de este, ni en aspecto material o físico, ni en un hipotético caso de algo inmaterial (como la mencionada “alma”), lo tenemos en el mismo inicio del registro sagrado y en el asunto que se puso en cuestión por medio de Satanás, acerca de la afirmación del Creador, a la criatura creada; por lo que veamos que dijo Jehová y lo que contraargumento Satanás:
Gén. 2:17: “Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás.”
Y que ya hemos dicho, que ese “morir” significaba sencillamente lo contrario de “vivir”…… algo tan sencillo como esto, es cómo planteó la situación Jehová; sin embargo veamos ahora, lo que Satanás le dijo a Eva:
Gén. 3:4: “Ante esto, la serpiente (Satanás) dijo a la mujer: “Positivamente no morirán.” (Acotación nuestra).
Luego y dado que todos los días comprobamos que el ser humano sí muere ¿a quién le interesa mantener la idea de que realmente no acaba todo después de la muerte física, sino que la vida continua más allá de esta y en algo inmaterial como el “alma”? Pues al propio Satanás y de ahí la enseñanza falsa de la inmortalidad del “alma” promulgada ya por primitivas civilizaciones, con lugares de ultratumba y que en el caso del cristianismo, tiene su versión en el “infierno” de tormento como castigo de las “almas” pecadoras, así como la enseñanza de que dichas “almas” en el caso de los buenos, van al “cielo” y que en el caso de otras culturas, son parecidos sitios pero con distintos nombres. Por ello el porqué de los ancestrales y distintos ritos mortuorios, como las misas para las almas del purgatorio, o las oraciones por los muertos y otros distintos actos, según las distintas formas de religión existentes…… y toda esa parafernalia montada para el “alivio” de las “almas” de los muertos y a los que se supone aún vivos en otra dimensión. Y con lo que se perpetúa la idea satánica, de que la vida continúa después de la muerte física y con lo que resultaría, de ser ello así (que no lo es), que Satanás no le mintió a Eva, sino que fue Jehová el que le mintió a Adán…… ¡algo tan simple como esto, es alrededor de lo que gira todo el asunto! Entonces, la cuestión planteada es la siguiente: ¿a quién se cree usted? Si usted aún cree en un alma inmortal que se separa del cuerpo en el momento de la muerte, está creyendo a Satanás; si por el contrario, usted cree que cuando uno muere, ahí se acaba todo hasta el momento de la resurrección, está creyendo a Jehová…… o sea ¡que usted mismo!
En fin, aquí tienen ustedes la información de cómo vemos nosotros las cosas (rogamos de nuevo, disculpen por la extensión del escrito) y a partir de lo cual, ya serán ustedes los que tengan la última palabra; pero dicho esto, permítannos una pequeña explicación a modo de disculpa. Y es que se habrán dado cuenta que nos hemos “despendolao” un poco en el tono en que nos hemos dirigido a esos señores, pero es nos parece que ya está bien de tanta chorrada y tan poca vergüenza; porque como siempre hemos dicho desde este blog, un error de interpretación en determinado texto y en consecuencia, una incorrecta aplicación del mismo, lo podemos cometer todos, pues todos nos equivocamos…… pero eso es una cosa y de lo que estaríamos hablando aquí sería de otra.
Porque y por poner un ejemplo, es costumbre en este blog, antes de usar un texto que “pinte” un poco conflictivo como apoyo de cualquier afirmación, contrastarlo en primer lugar con lo que nos dicen otras 14 distintas traducciones que están contenidas en el sitio www.biblegateway.com, más tres también accesibles por Internet, como son la versión RV 1989; la Biblia de Jerusalén y la versión católica Sagrada Escritura, así como la que tenemos en formato de libro en nuestra biblioteca personal La Santa Biblia (en versión de Evaristo Martín Nieto), para eliminar toda posibilidad de error de interpretación personal y saber qué realmente se nos quiere transmitir en el texto del que se trate. Pero es que además, dedicamos gran cantidad de tiempo a analizar los distintos contextos envueltos en el mismo, tanto el más inmediato del versículo en cuestión, así como su relación con el contexto general de las Escrituras, de tal forma que no sea un solo texto el que determine el sentido de cualquier planteamiento que podamos formular, sino el argumento global del texto escritural. Y todo ello, por el más elemental sentido de la prudencia y sobre todo, por el respeto debido a la Palabra de Dios…… y algo que es obvio, no han hecho esos “caballeros”.
Y es que si se hubieran tomado dicha “molestia”, habrían llegado a las mismas conclusiones a las que hemos llegado nosotros y a las que muy posiblemente llegarán ustedes, si hacen lo que siempre aconsejamos desde este blog: coger su ejemplar de las Escrituras y comprobar por ustedes mismos, si lo que les contamos se ajusta a lo que dice la Palabra de Dios…… o no. Pero como queda claro que esos señores no han actuado con la prudencia debida, sino más bien todo lo contrario, por eso le hemos calificado de impresentables para arriba, pues demuestran no tener ningún respeto por las cosas de Dios…… por lo que entendemos, que tampoco merecen nuestro respeto.
MABEL
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