Que Pablo dijo...... ¿qué?
Una de las cosas que cuando uno escribe acerca de Jehová, tiene que hacer, es asegurarse de que lo que escribe se ajusta a la verdad reflejada en las Escrituras, para no llevar a engaño a los potenciales lectores que pueda tener o como mínimo, a la posible desorientación de los mismos. No pretendemos decir con ello que en este caso, la intención sea la de engañar o desorientar, porque además nos consta que no es así, pero el hecho de no prestar la debida atención en el tratamiento de las cosas de Dios, es que aún sin intención de ello, sí se puede incurrir en la irresponsabilidad de confundir un poco al personal. Vean porque les decimos esto.
El 26 de Mayo del año en curso y en el blog de Apologista Mario Olcese, se publicó un extenso artículo cuyo título es el siguiente: “¿En qué consiste la fe de Jesús?” y en el cual les rogamos presten atención, porque el autor del mismo nos habla de la fe “de” Jesús, como base para la salvación, cuando en ningún lugar de las Escrituras se nos dice semejante cosa, al menos, como concepto. La Biblia de lo que nos habla, es de la fe “en” Jesús, la cual cosa y para aquellos que conozcan el idioma español, es totalmente distinta. Y sin embargo, como verán ustedes, tanto en el primer párrafo de dicho artículo, como en el segundo, el autor del mismo enfatiza la citada idea y dando la sensación de que no sabe muy bien de que está hablando y que, tratándose de quién se trata, como que nos cuesta un poco llegar a esa conclusión, pero ahí está el escrito, o sea que juzguen ustedes. Veamos el primer párrafo de dicho artículo:
“Es interesante lo que Pablo les dice a los Gálatas con estas puntuales palabras: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (2:16). El Apóstol Pablo es muy claro cuando dice que los creyentes son justificados por ‘la fe de Jesucristo’. Sin embargo, la gran mayoría de cristianos dicen haber alcanzado la justificación por el solo hecho de haber creído en Jesucristo pero sin entender nada en absoluto lo que significa ‘la fe de Jesucristo’ o la fe que tuvo Jesucristo. Sí, Jesús fue un hombre de fe, y él tuvo una fe que debiera ser también la nuestra.”
O sea, que según Mario Olcese afirma, en este párrafo de Gál. 2:16 y que aporta como prueba definitiva y aval de su afirmación, se nos dice que el hombre es justificado por tener la fe de Cristo y por lo tanto, no son justificados aquellos que confían en haber alcanzado dicha justificación, por el “solo hecho” (por lo visto a D. Mario le parece insuficiente), de haber creído en Jesucristo y la cual afirmación, entendemos nosotros, que como disparate no está nada mal. Y conste que lamentamos profundamente tener que expresarnos en estos términos, pero es que la Biblia no dice esto; y uno podría pensar que Mario ha cometido un error involuntario (que lo ha cometido, por cierto), pero no, lo que ocurre es que él piensa de esta manera y de que las cosas son realmente así, tal como él las cree. Porque a diferencia de los autores de este blog, que en cuanto hemos empezado a leer los primeros renglones de ese artículo, ya nos hemos dado cuenta de que algo fallaba y de que esto no podía ser así, porque del contexto general de las Escrituras no se deduce esta idea, Mario se explaya en razones para demostrar como veraz tal argumento, lo cual se ve, cuando por ejemplo, contrasta (más adelante en su artículo) la fe de Abrahán, con la fe de Cristo para probar su afirmación y que dicho sea de paso y hasta donde nosotros alcanzamos a entender, nada tiene que ver una cosa con la otra como más adelante explicaremos. Pasando al segundo párrafo, leemos lo siguiente:
“Aquellos hombres que creen que pueden agradar a Dios guardando todas sus leyes, pero sin tener la misma fe de Cristo, están perdidos. Muchos ciertamente tienen la fe en Cristo pero no la fe de Cristo, y esto lo quiero nuevamente subrayar para que no lo olvidemos. Usted debe conocer la fe de Jesucristo para obtener la justificación de Dios. Desafortunadamente la mayoría de los cristianos profesantes no tienen la fe de Cristo sino sólo la fe en Cristo. Usted puede preguntarle a cualquier “cristiano” sobre cuál fue la fe de Cristo que nos puede salvar y se sorprenderá de encontrar que casi todos le responderán de manera distinta.”
Bien, creemos que en este párrafo ha quedado clara la idea de su autor; sin embargo nos permitimos preguntarle, dónde en las Escrituras se nos dice que para obtener la justificación de Dios, tenemos que conocer cuál era la fe de Cristo. Porque esto de ninguna manera, es lo que dijo Pablo:
“De manera que la ley ha sido nuestro tutor para llevarnos a Cristo, para que seamos justificados por la fe. 25 Pero como ha venido la fe, ya no estamos bajo tutor. 26 Así que, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús.” (Gál. 3:24-26).
Entonces vemos, que la Biblia no nos dice semejante cosa, sino todo lo contrario y como queda refrendado en el siguiente pasaje:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él (o “en él crea”, según versiones) no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16). (Acotación nuestra).
Luego la idea que se refleja en esos textos, tal como lo vierten la mayoría de las traducciones consultadas, es la de que aquellos que crean en él, no aquellos que crean como él, alcanzarán el favor de Dios y en consecuencia la vida eterna. Y a nuestro entender, es la forma más correcta de reflejar el sentido general de la Escritura, por lo cual, nos cuesta entender semejante error por parte de Mario Olcese. Y quede claro que no hacemos más que transcribir lo que dicen las Escrituras, porque nada más lejos de nuestra intención, entrar en cualquier clase de polémica. Y si señalamos esta circunstancia, es porque entendemos que el error cometido por el Sr. Olcese, es el de haber tomado como referencia para los textos usados en su artículo (aparentemente), la versión RVR 1960 y sin haber contrastado dichos pasajes con otras traducciones.
Por ejemplo, el texto de Gál. 2:16, texto sobre el que cimenta su tesis el Sr. Olcese, así como otros que dicho autor toma como referencia, no transmiten la misma idea, en las versiones siguientes:
La Santa Biblia (versión Evaristo Martín Nieto).
La Biblia de las Américas
Versión Castilian de la Biblia
Nueva Versión Internacional
Biblia en Lenguaje Sencillo
Biblia Sagrada Escritura
Dios Habla Hoy
Biblia de Jerusalén
También la propia RVR 1989 y al igual que las citadas, vierte dicho pasaje con la siguiente orientación:
“...... pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley, nadie será justificado.”
Luego se nos está nos hablando de la fe en Jesucristo y no de la fe de Jesucristo, exactamente como ocurre con el texto de Rom. 3:26, otro de los textos clave para apoyar tal errónea idea. Y aunque es cierto que algún que otro texto, si nos habla de la fe de Jesucristo (los menos), también es cierto y no obviamos reiterar, que Juan 3:16 como hemos señalado y para la consecución de la vida eterna, no deja lugar a dudas acerca de que se nos habla de la fe en... y no de la fe de… Pero recordemos que al inicio, hemos dicho que explicaríamos en donde estaba la diferencia, cuando dicho autor establece un paralelismo entre la fe de Abrahán y la fe de Jesucristo y que como nosotros hemos apuntado, no tiene nada que ver una cosa con la otra.
¿Cuál era la fe de Abrahán? Veamos si podemos resumirlo: Abrahán ejerció fe en la promesa de Dios acerca de que haría de él una gran nación; creyó en una tierra prometida; creyó que por medio de él se bendecirían las naciones de la tierra; creyó en un Mesías o enviado de Jehová, para rescatar a la humanidad del pecado y la muerte; creyó en la restauración de todas las cosas al estado anterior de los tiempos de Adán; creyó en la resurrección de los muertos...… en definitiva, en todas y cada una de las promesas de nuestro Creador. Esa fue la fe de Abrahán más o menos bien expresada y de la que Pablo les hablaba a los hermanos de Roma. Pero es que resulta que Jesús fue el cumplimiento de dichas expectativas, ya que él era el personaje en quién se tenía que realizar o en torno de quién giraba el entero propósito Divino. Por lo menos, eso es lo que nos vino a decir Pablo en 2 Cor. 1:20:
“Porque no importa cuántas sean las promesas de Dios, han llegado a ser Sí mediante él. Por eso también mediante él (Jesucristo) se dice el “Amén” a Dios, para gloria por medio de nosotros.” (Acotación nuestra).
Por lo tanto, decir que Jesús tenía esa fe, partiendo de lo que conocemos por fe, no entendemos que cuadre demasiado:
“Fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la demostración evidente de realidades aunque no se contemplen.” (Hebr. 11:1).
Y es que Jesús no tenía que esperar nada, porque él era eso que se esperaba, él era esa realidad que todos querían contemplar. Luego es en ese sentido que decimos que no eran equivalentes la fe de Abrahán con la fe de Jesús y por supuesto que Jesús fue un hombre de fe, faltaría más, pero puesto que él era el cumplimiento de las promesas divinas, lo que procedía era el poner fe en él como el instrumento usado por Jehová para llevar a cabo su propósito y que nada tenía que ver, con tener la fe de él.
Lo cierto es que una gran mayoría de textos que nos hablan del tema, siempre inciden en la necesidad de tener fe en Jesucristo y no en manifestar la fe de él y con todo lo excelente que eso sería. Por ejemplo, ya que el autor de dicho artículo, cita como texto referente a Gálatas 2:16 y para no ir más lejos, citaremos de Gál. 3:26 que nos habla en el sentido de que “...... todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús” y según todas las versiones citadas. O sea, que algo tan importante como conseguir la adopción como Hijos de Dios, se podía conseguir, no por tener la fe de Jesucristo, sino por la fe en Jesucristo, como Hijo genuino del Altísimo, heredero legal al trono de David y por tanto, rey en el gobierno milenario que será el instrumento utilizado por Jehová, para llevar a cabo la restauración de “todas las cosas” (Hech. 3:21). Y no olvidemos que dicho autor, en su segundo párrafo enfatiza con claridad meridiana, pero errónea, que no es la fe en Jesucristo la que nos puede salvar, sino la fe de Jesucristo. Pero lo que está claro, es que la fe de Jesús, le fue útil a él, pero a cada uno de nosotros lo único que nos vale para nuestra salvación, es la fe que ejercemos en él como el precioso medio de Jehová para la salvación de la humanidad. Decir otra cosa es no ajustarse a las Escrituras e ir más allá de lo que estas dicen (1 Cor. 4:6). Pero veamos otros ejemplos que nos muestran, para poder acceder con confianza ante nuestro Creador, cuál es el requisito y que nos señala Pablo como indispensable:
“En él tenemos libertad y acceso a Dios con confianza, por medio de la fe en él (y no, de la fe de él)” (Efe. 3:12). (Acotación nuestra).
También según Pablo, es un privilegio el creer o tener fe en él y no el tener la fe de él:
“Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa.” (Fil. 1:29).
En esta misma carta y en su cap. 3, verso 9, se nos dice que la justicia de Dios viene, no por la fe de Cristo, sino por la fe en Cristo:
“.….. y ser hallado en él; sin pretender una justicia mía, derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que proviene de Dios por la fe.”
Por otra parte, vemos como Pablo alabó la firmeza de sus hermanos en la fe en Cristo y no en su firmeza en la fe de Cristo:
“Pues aunque estoy ausente en el cuerpo, no obstante, en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo.” (Col. 2:5).
Luego ¿es la fe de Cristo lo que hay que tener, o más bien fe en él? Veamos qué nos dice el apóstol Pedro al respecto:
“A él le amáis, sin haberle visto. En él creéis (o ejercéis fe); y aunque no lo veáis ahora, creyendo en él os alegráis con gozo inefable y glorioso, 9 obteniendo así el fin de vuestra fe (no la de Jesús), la salvación de vuestras almas.” (1 Ped. 1:8-9). (Acotaciones nuestras).
Entonces de lo que nos habla aquí Pedro, es de obtener el fin (o meta), de nuestra fe y no la de la fe de Jesucristo. Jesús nunca nos habló de la fe que tenía, es más, Jesús nunca dijo que por tener su fe uno se salvaría, sino que por medio de él o por medio de tener fe en él, uno conseguiría la salvación; porque lo que Jesús aconsejo en su momento, no fue el que uno buscara tener su fe, sino el que ejerciera fe en él y lo cual es muy distinto:
“No se les perturbe el corazón. Ejerzan fe en Dios, ejerzan también fe en mí.” (Juan 14:1).
En fin, esto es a nuestro entender lo que dice la Biblia y no lo que afirma Mario Olcese en su artículo; sencillamente son cosas totalmente distintas y que no entendemos cómo pueden tergiversarse de esta manera, cuando la Biblia habla con tanta claridad. Y es por eso que tantas y tantas veces nosotros, hemos enfatizado la necesidad de que comprueben con sus ejemplares de las Escrituras, si las cosas son como se las contamos o no. Por lo tanto y por si acaso, continúe confiando y ejerciendo fe en Jesucristo como el medio usado por nuestro Creador para la completa restauración del ser humano a un mundo pleno de felicidad y rebosante de paz, mientras continúa edificando su propia fe, la suya, la de usted, mediante el análisis personal de la Biblia, para ver si las cosas son como se las cuentan:
“Y cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.” (Rom. 12:2).
MABEL
sábado, 29 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
El fin……y Mateo 24:14
Leíamos hace unos días un artículo (una colaboración entendemos) publicado en el blog de Apologista Mario Olcese y que nos llamó la atención, porque su argumento no solo es muy repetido por la mayoría de los que escriben sobre el tema, sino que además, es lo que constantemente vemos a nuestro alrededor. Más o menos venía a decir el autor de dicho artículo y evidentemente se quejaba de ello, del tremendo auge que están tomando diferentes organizaciones religiosas, apoyadas básicamente en los espectáculos musicales, doctrinas de “la confesión positiva”, “la ley de la atracción” y un amplio etc. y que como decimos, están proliferando y con gran éxito. Se preguntaba dicho autor, si desde la Iglesia (se supone que en mayúsculas, o sea, el conjunto de Iglesias cristianas como un todo), se podía permitir el que se estuvieran esparciendo aberrantes doctrinas de falsos evangelios, como las ya citadas, o la de “las maldiciones generacionales” y otras, tomadas de la metafísica o de la brujería u ocultismo. O sea, que si tuviéramos que resumirlo, de ese escrito y del que recomendamos su lectura, la idea que se trasluce es la del total fracaso actual del evangelio verdadero o buenas nuevas predicadas por Jesús, hace casi 2.000 años. Dicho artículo se titula: “Pervertidos pervertidores del evangelio” y que como hemos dicho, está colgado en el blog de Mario Olcese.
Y ello nos lleva a hacernos varias preguntas, porque ¿dónde están entonces, los resultados de todos los que afirman estar predicando actualmente el verdadero evangelio del Reino de Dios? ¿Es que la influencia satánica, prevalece sobre la sana enseñanza de este reino? ¿Es realmente conocido este evangelio, o más bien es casi totalmente desconocido por la inmensa mayoría de las denominaciones religiosas llamadas “cristianas” y por supuesto, de las organizaciones religiosas no cristianas? La respuesta a esas preguntas se nos antoja interesante, porque quizás sería indicativa de un error generalizado en estos tiempos (según nuestro particular punto de vista) y que es el de que ya está en marcha la gran predicación de Mat. 24:14 y que en consecuencia, el fin del sistema está cerca. Es más, son muchos los que opinan que mediante el esfuerzo de dar más adelanto a la expansión de esas buenas nuevas del Reino de Dios, se podría acelerar la venida del fin. Sin ir más lejos, ustedes pueden leer semejante afirmación, en un reciente artículo de Mario Olcese titulado: “Sugerencias para mejorar este blog”, en donde parte del párrafo donde está insertada tal idea, dice lo siguiente:
“Y es que el único interés que me mueve a seguir adelante en esta labor es poder cumplir con el mandato del Rey Jesucristo, que es dar a conocer su mensaje o evangelio del reino al mayor número posible de personas para que puedan ser salvas y así ”acelerar” su venida gloriosa al mundo.”
Pero claro, si aceptamos eso, por una parte nos podría dar a entender que nosotros podemos influir en los asuntos de Jehová y que Él va a remolque o depende de que nosotros, hagamos o no hagamos, determinada labor. Y por otra parte, de ser eso así, significaría que ante el total desconocimiento a nivel mundial de la existencia del reino de Dios y ante el avance de los seudo-evangelios citados, como que la cosa acerca de la llegada del fin, estaría un poco verde ¿no les parece?
Y es que desde esta página, lo que honestamente creemos es que estaríamos hablando de dos cosas distintas o mejor dicho, de dos predicaciones distintas. O sea, que una cosa es la predicación que se inició en Jesús y que continuó con sus apóstoles y otra muy distinta, aquella de la que se nos habla en Mat. 24:14 y aún por iniciarse. A nuestro entender, son dos predicaciones totalmente diferentes y con objetivos también totalmente distintos, porque veamos que nos dice este pasaje de Mat. 24:14:
“Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
Luego, si no entendemos mal, el fin sigue a esa gran predicación y por lo cual podríamos pensar, que esa predicación es la última gran señal que anuncia la presencia de Cristo. Y claro, la pregunta que surge es la siguiente ¿quién a comisionado a quién, para llevar a cabo dicha predicación? Porque en tiempos de Jesús, sabemos que este fue comisionado por Jehová para tal tarea:
“Pero él les dijo: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43).
Y a su vez y llegado el momento, Jesús delegó en sus apóstoles, el continuar con dicha comisión:
“Jesús, por eso, les dijo otra vez: “Tengan paz. Así como el Padre me ha enviado, yo también los envío.” (Juan 20:21).
Y notemos que los que fueron expresamente enviados, fueron los apóstoles, por lo cual deberíamos de entender que al morir estos, se acabó la comisión. Y que esto es así y aunque muchos se horrorizarán al leer esta afirmación, sobre todo, aquellos que hoy se auto-proclaman como ungidos y afirman estar llevando a cabo dicha predicación, nos lo muestran ciertos detalles de ese texto de Mat. 24:14. Noten que dice acerca de estas buenas nuevas, que “se predicarán” (el verbo está en tiempo futuro), no que ya se estaban predicando y por otra parte, vemos que dicha predicación, además, formaba parte de las señales dadas por Jesús y que marcaría la llegada de los últimos días. Luego si desde Jesús y sus apóstoles, la tal predicación por él iniciada hubiera continuado vigente en el tiempo (luego el mandato de Jesús, se habría ido haciendo extensivo de unos a otros), no tendría sentido que se hubiera colocado dicha predicación como señal de la llegada de un tiempo determinado.
Pero es que además, si realmente esa asignación no hubiera cesado, en nuestros actuales y críticos momentos dicho evangelio tendría que ser ya conocido por todo el mundo, de acuerdo con lo expresado en el texto mencionado y sin embargo, vemos que ocurre todo lo contrario. Es más, vemos que aquellas organizaciones llamadas cristianas y que tienen las Escrituras como razón de ser y por tanto, la responsabilidad de notificar la venida de ese Reino de Dios al mundo, son las que más desorientadas están acerca de qué realmente es dicho reino. Lo cual nos lleva a pensar, que actualmente no hay comisión divina y en consecuencia, no hay obra divina, por lo tanto no puede haber frutos. Luego razonablemente habría que pensar que dicha obra queda aún en el futuro y por tanto, consecuentemente, tampoco podrían existir en estos momentos “ungidos” o elegidos llevando a cabo dicha comisión, porque sencillamente, no hay tal comisión.
Un detalle a tener en cuenta y que parece dar validez a nuestra afirmación, es que cuando se dio inicio en tiempos de Jesús a dicha obra y según afirmo Pedro (para explicar los prodigios que ellos estaban realizando mediante el poder del Espíritu Santo recibido), se cumplió en parte la profecía de Joel 2:28-29. Veamos como lo explicó Pedro:
“Por el contrario, esto es lo que se dijo por medio del profeta Joel: 17 “Y en los últimos días, dice Dios, derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne y sus hijos y sus hijas profetizarán y sus jóvenes verán visiones y sus viejos soñarán sueños; 18 y aun sobre mis esclavos y sobre mis esclavas derramaré algo de mi espíritu en aquellos días y profetizarán”.” (Hech. 2:16-18).
Pero puesto que en ese pasaje se hace referencia a “los últimos días” y que como bien sabemos, no llegaron en esos tiempos, significa que para cuando de nuevo se dé inicio a esa otra nueva predicación, tiene que haber de nuevo un derramamiento general de Espíritu Santo, con el fin, al igual que en aquel tiempo, de dar el debido apoyo a esa gran tarea de Mat. 24:14. Y que nosotros sepamos, de momento, de eso no ha habido nada de nada, al menos, ninguno de los pretendidos “ungidos” actuales puede dar prueba de haber recibido ninguna porción de ese Espíritu Santo prometido. Y estamos hablando de pruebas, no de meras afirmaciones de haberlo recibido y puesto que no hay pruebas, pues no hay “ungidos”, así de sencillo y por más que les pese. Claro, a menos de que dicho Espíritu Santo, hoy actúe de distinta manera a cómo lo hizo en esa época y lo cual entendemos, sería como mínimo, muy raro. Además, tengamos en cuenta que los “ungidos” actuales afirman sin lugar a dudas y hasta donde nosotros hemos podido entender, que han sido ungidos o escogidos, para gobernar con Cristo, cuando un escogido o elegido por parte de Jehová, lo es para llevar a cabo una determinada tarea y que nada tiene que ver con el gobernar. En los tiempos de Jesús, por ejemplo, no se escogió a los apóstoles para gobernar, sino para predicar:
“Vayan, por lo tanto y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos…….” (Mat. 28:19).
Luego y que de forma adicional, se les otorgara dicho privilegio, ya es harina de otro costal (Mat. 19:27). No olvidemos que la palabra “apóstol”, básicamente significa enviado y no gobernante.
Aquella primera predicación, a nuestro entender, tuvo un objetivo concreto y que era el de reunir a aquellos que tenían que conformar junto a Jesucristo, el gobierno del reino a establecerse en un futuro distante, mientras que la que está por venir, tiene que ver con el recoger a todas esas personas que han de formar parte de la “gran muchedumbre” que sobrevive a la “gran tribulación”, con lo cual estaríamos hablando de dos objetivos muy distintos (Rev. 7:9, 14). Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra y en la ilustración de las ovejas y las cabras, recuerden que dijo lo siguiente:
“Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo.” (Mat. 25:34).
¿Y que entendemos por esa expresión “preparado”? ¿De qué constaba dicha preparación? Y lo que es más importante ¿para quién se hacía dicha preparación? Pues se supone que dicha preparación, tendría que ver con las condiciones óptimas para el establecimiento del reino, o sea, de un rey, un gobierno y un territorio sobre el cual gobernar, entiéndase una tierra limpiada de personas desobedientes a Dios. ¿Y para quien se hacía tal preparación? Pues razonablemente y en primera instancia, tenemos que suponer que para aquellas personas que han de sobrevivir a esa anunciada “gran tribulación” y entrar en el período milenario y por extensión, para aquellas que posteriormente y de forma gradual, irán resucitando durante dicho milenio. Pero, ¿por qué decimos que probablemente esto puede ser así? Pues por dos razones: la primera, porque según el versículo 32, lo que reúne ante sí Jesucristo cuando llega en su gloria, es a las naciones de ese entonces y es a esas naciones a las que juzga, o sea, a esas naciones a las que se habrá llevado la gran predicación de Mat. 24:14 y la segunda razón, es porque la base sobre la que se emite juicio, tiene que ver con la actitud que las personas de esas naciones, habrán tenido con unos terceros y que son aquellos a los que Jesucristo reconoce, como sus hermanos (Mat. 25:40).
Luego de ninguna manera, esos hermanos de Jesucristo, pueden formar parte de las personas objeto de juicio, ya que ellos son el referente para ese juicio y no los enjuiciados. Es cierto por otra parte, que la mayoría de entendidos en temas bíblicos, afirman que Mat. 25:34, hace referencia a los hermanos de Jesucristo, pero eso no puede ser, en función de las dos objeciones que hemos detallado, a menos claro está, que nos demuestren que estamos equivocados. Pero de ser eso así, entendemos que dicha ilustración, no solo no se sostendría en sí misma, sino que no tendría sentido; de hecho, no recordamos haber leído nunca ningún artículo explicando esa ilustración, por parte de ninguno de eso pretendidos “ungidos”. Es más, recordamos que en su día y desde esta página, con motivo de un intercambio de opiniones, le rogamos a Mario Olcese, que defendía su postura acerca de que dicho versículo 34 aplica a los hermanos de Jesucristo, nos explicara entonces, según él, cuál era el significado de dicha ilustración, cosa que no hizo. Y no seremos nosotros los que pasemos a elucubrar acerca del porque no fue atendida nuestra petición, pero lo cierto es que no se hizo e imaginamos que por algo sería. De todas formas, invitamos a cualquiera que lo sepa, que nos explique de qué se nos está hablando en dicha ilustración, o sea, quienes con esas personas que tienen que heredar ese reino y porqué.
Y esta es nuestra personal visión de este asunto y que por supuesto, es susceptible de ser debatida, cosa que también puede hacer usted, querido lector, mediante comprobar con su propio ejemplar de las Escrituras, si lo que nosotros decimos, tiene sustento bíblico o no. Si lo tiene, nosotros tenemos razón y si no lo tiene y nos lo demuestran, pues aprendemos y tan amigos, que de eso se trata, de continuar aprendiendo cada día más acerca de nuestro Creador y de sus propósitos.
MABEL
Leíamos hace unos días un artículo (una colaboración entendemos) publicado en el blog de Apologista Mario Olcese y que nos llamó la atención, porque su argumento no solo es muy repetido por la mayoría de los que escriben sobre el tema, sino que además, es lo que constantemente vemos a nuestro alrededor. Más o menos venía a decir el autor de dicho artículo y evidentemente se quejaba de ello, del tremendo auge que están tomando diferentes organizaciones religiosas, apoyadas básicamente en los espectáculos musicales, doctrinas de “la confesión positiva”, “la ley de la atracción” y un amplio etc. y que como decimos, están proliferando y con gran éxito. Se preguntaba dicho autor, si desde la Iglesia (se supone que en mayúsculas, o sea, el conjunto de Iglesias cristianas como un todo), se podía permitir el que se estuvieran esparciendo aberrantes doctrinas de falsos evangelios, como las ya citadas, o la de “las maldiciones generacionales” y otras, tomadas de la metafísica o de la brujería u ocultismo. O sea, que si tuviéramos que resumirlo, de ese escrito y del que recomendamos su lectura, la idea que se trasluce es la del total fracaso actual del evangelio verdadero o buenas nuevas predicadas por Jesús, hace casi 2.000 años. Dicho artículo se titula: “Pervertidos pervertidores del evangelio” y que como hemos dicho, está colgado en el blog de Mario Olcese.
Y ello nos lleva a hacernos varias preguntas, porque ¿dónde están entonces, los resultados de todos los que afirman estar predicando actualmente el verdadero evangelio del Reino de Dios? ¿Es que la influencia satánica, prevalece sobre la sana enseñanza de este reino? ¿Es realmente conocido este evangelio, o más bien es casi totalmente desconocido por la inmensa mayoría de las denominaciones religiosas llamadas “cristianas” y por supuesto, de las organizaciones religiosas no cristianas? La respuesta a esas preguntas se nos antoja interesante, porque quizás sería indicativa de un error generalizado en estos tiempos (según nuestro particular punto de vista) y que es el de que ya está en marcha la gran predicación de Mat. 24:14 y que en consecuencia, el fin del sistema está cerca. Es más, son muchos los que opinan que mediante el esfuerzo de dar más adelanto a la expansión de esas buenas nuevas del Reino de Dios, se podría acelerar la venida del fin. Sin ir más lejos, ustedes pueden leer semejante afirmación, en un reciente artículo de Mario Olcese titulado: “Sugerencias para mejorar este blog”, en donde parte del párrafo donde está insertada tal idea, dice lo siguiente:
“Y es que el único interés que me mueve a seguir adelante en esta labor es poder cumplir con el mandato del Rey Jesucristo, que es dar a conocer su mensaje o evangelio del reino al mayor número posible de personas para que puedan ser salvas y así ”acelerar” su venida gloriosa al mundo.”
Pero claro, si aceptamos eso, por una parte nos podría dar a entender que nosotros podemos influir en los asuntos de Jehová y que Él va a remolque o depende de que nosotros, hagamos o no hagamos, determinada labor. Y por otra parte, de ser eso así, significaría que ante el total desconocimiento a nivel mundial de la existencia del reino de Dios y ante el avance de los seudo-evangelios citados, como que la cosa acerca de la llegada del fin, estaría un poco verde ¿no les parece?
Y es que desde esta página, lo que honestamente creemos es que estaríamos hablando de dos cosas distintas o mejor dicho, de dos predicaciones distintas. O sea, que una cosa es la predicación que se inició en Jesús y que continuó con sus apóstoles y otra muy distinta, aquella de la que se nos habla en Mat. 24:14 y aún por iniciarse. A nuestro entender, son dos predicaciones totalmente diferentes y con objetivos también totalmente distintos, porque veamos que nos dice este pasaje de Mat. 24:14:
“Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
Luego, si no entendemos mal, el fin sigue a esa gran predicación y por lo cual podríamos pensar, que esa predicación es la última gran señal que anuncia la presencia de Cristo. Y claro, la pregunta que surge es la siguiente ¿quién a comisionado a quién, para llevar a cabo dicha predicación? Porque en tiempos de Jesús, sabemos que este fue comisionado por Jehová para tal tarea:
“Pero él les dijo: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43).
Y a su vez y llegado el momento, Jesús delegó en sus apóstoles, el continuar con dicha comisión:
“Jesús, por eso, les dijo otra vez: “Tengan paz. Así como el Padre me ha enviado, yo también los envío.” (Juan 20:21).
Y notemos que los que fueron expresamente enviados, fueron los apóstoles, por lo cual deberíamos de entender que al morir estos, se acabó la comisión. Y que esto es así y aunque muchos se horrorizarán al leer esta afirmación, sobre todo, aquellos que hoy se auto-proclaman como ungidos y afirman estar llevando a cabo dicha predicación, nos lo muestran ciertos detalles de ese texto de Mat. 24:14. Noten que dice acerca de estas buenas nuevas, que “se predicarán” (el verbo está en tiempo futuro), no que ya se estaban predicando y por otra parte, vemos que dicha predicación, además, formaba parte de las señales dadas por Jesús y que marcaría la llegada de los últimos días. Luego si desde Jesús y sus apóstoles, la tal predicación por él iniciada hubiera continuado vigente en el tiempo (luego el mandato de Jesús, se habría ido haciendo extensivo de unos a otros), no tendría sentido que se hubiera colocado dicha predicación como señal de la llegada de un tiempo determinado.
Pero es que además, si realmente esa asignación no hubiera cesado, en nuestros actuales y críticos momentos dicho evangelio tendría que ser ya conocido por todo el mundo, de acuerdo con lo expresado en el texto mencionado y sin embargo, vemos que ocurre todo lo contrario. Es más, vemos que aquellas organizaciones llamadas cristianas y que tienen las Escrituras como razón de ser y por tanto, la responsabilidad de notificar la venida de ese Reino de Dios al mundo, son las que más desorientadas están acerca de qué realmente es dicho reino. Lo cual nos lleva a pensar, que actualmente no hay comisión divina y en consecuencia, no hay obra divina, por lo tanto no puede haber frutos. Luego razonablemente habría que pensar que dicha obra queda aún en el futuro y por tanto, consecuentemente, tampoco podrían existir en estos momentos “ungidos” o elegidos llevando a cabo dicha comisión, porque sencillamente, no hay tal comisión.
Un detalle a tener en cuenta y que parece dar validez a nuestra afirmación, es que cuando se dio inicio en tiempos de Jesús a dicha obra y según afirmo Pedro (para explicar los prodigios que ellos estaban realizando mediante el poder del Espíritu Santo recibido), se cumplió en parte la profecía de Joel 2:28-29. Veamos como lo explicó Pedro:
“Por el contrario, esto es lo que se dijo por medio del profeta Joel: 17 “Y en los últimos días, dice Dios, derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne y sus hijos y sus hijas profetizarán y sus jóvenes verán visiones y sus viejos soñarán sueños; 18 y aun sobre mis esclavos y sobre mis esclavas derramaré algo de mi espíritu en aquellos días y profetizarán”.” (Hech. 2:16-18).
Pero puesto que en ese pasaje se hace referencia a “los últimos días” y que como bien sabemos, no llegaron en esos tiempos, significa que para cuando de nuevo se dé inicio a esa otra nueva predicación, tiene que haber de nuevo un derramamiento general de Espíritu Santo, con el fin, al igual que en aquel tiempo, de dar el debido apoyo a esa gran tarea de Mat. 24:14. Y que nosotros sepamos, de momento, de eso no ha habido nada de nada, al menos, ninguno de los pretendidos “ungidos” actuales puede dar prueba de haber recibido ninguna porción de ese Espíritu Santo prometido. Y estamos hablando de pruebas, no de meras afirmaciones de haberlo recibido y puesto que no hay pruebas, pues no hay “ungidos”, así de sencillo y por más que les pese. Claro, a menos de que dicho Espíritu Santo, hoy actúe de distinta manera a cómo lo hizo en esa época y lo cual entendemos, sería como mínimo, muy raro. Además, tengamos en cuenta que los “ungidos” actuales afirman sin lugar a dudas y hasta donde nosotros hemos podido entender, que han sido ungidos o escogidos, para gobernar con Cristo, cuando un escogido o elegido por parte de Jehová, lo es para llevar a cabo una determinada tarea y que nada tiene que ver con el gobernar. En los tiempos de Jesús, por ejemplo, no se escogió a los apóstoles para gobernar, sino para predicar:
“Vayan, por lo tanto y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos…….” (Mat. 28:19).
Luego y que de forma adicional, se les otorgara dicho privilegio, ya es harina de otro costal (Mat. 19:27). No olvidemos que la palabra “apóstol”, básicamente significa enviado y no gobernante.
Aquella primera predicación, a nuestro entender, tuvo un objetivo concreto y que era el de reunir a aquellos que tenían que conformar junto a Jesucristo, el gobierno del reino a establecerse en un futuro distante, mientras que la que está por venir, tiene que ver con el recoger a todas esas personas que han de formar parte de la “gran muchedumbre” que sobrevive a la “gran tribulación”, con lo cual estaríamos hablando de dos objetivos muy distintos (Rev. 7:9, 14). Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra y en la ilustración de las ovejas y las cabras, recuerden que dijo lo siguiente:
“Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo.” (Mat. 25:34).
¿Y que entendemos por esa expresión “preparado”? ¿De qué constaba dicha preparación? Y lo que es más importante ¿para quién se hacía dicha preparación? Pues se supone que dicha preparación, tendría que ver con las condiciones óptimas para el establecimiento del reino, o sea, de un rey, un gobierno y un territorio sobre el cual gobernar, entiéndase una tierra limpiada de personas desobedientes a Dios. ¿Y para quien se hacía tal preparación? Pues razonablemente y en primera instancia, tenemos que suponer que para aquellas personas que han de sobrevivir a esa anunciada “gran tribulación” y entrar en el período milenario y por extensión, para aquellas que posteriormente y de forma gradual, irán resucitando durante dicho milenio. Pero, ¿por qué decimos que probablemente esto puede ser así? Pues por dos razones: la primera, porque según el versículo 32, lo que reúne ante sí Jesucristo cuando llega en su gloria, es a las naciones de ese entonces y es a esas naciones a las que juzga, o sea, a esas naciones a las que se habrá llevado la gran predicación de Mat. 24:14 y la segunda razón, es porque la base sobre la que se emite juicio, tiene que ver con la actitud que las personas de esas naciones, habrán tenido con unos terceros y que son aquellos a los que Jesucristo reconoce, como sus hermanos (Mat. 25:40).
Luego de ninguna manera, esos hermanos de Jesucristo, pueden formar parte de las personas objeto de juicio, ya que ellos son el referente para ese juicio y no los enjuiciados. Es cierto por otra parte, que la mayoría de entendidos en temas bíblicos, afirman que Mat. 25:34, hace referencia a los hermanos de Jesucristo, pero eso no puede ser, en función de las dos objeciones que hemos detallado, a menos claro está, que nos demuestren que estamos equivocados. Pero de ser eso así, entendemos que dicha ilustración, no solo no se sostendría en sí misma, sino que no tendría sentido; de hecho, no recordamos haber leído nunca ningún artículo explicando esa ilustración, por parte de ninguno de eso pretendidos “ungidos”. Es más, recordamos que en su día y desde esta página, con motivo de un intercambio de opiniones, le rogamos a Mario Olcese, que defendía su postura acerca de que dicho versículo 34 aplica a los hermanos de Jesucristo, nos explicara entonces, según él, cuál era el significado de dicha ilustración, cosa que no hizo. Y no seremos nosotros los que pasemos a elucubrar acerca del porque no fue atendida nuestra petición, pero lo cierto es que no se hizo e imaginamos que por algo sería. De todas formas, invitamos a cualquiera que lo sepa, que nos explique de qué se nos está hablando en dicha ilustración, o sea, quienes con esas personas que tienen que heredar ese reino y porqué.
Y esta es nuestra personal visión de este asunto y que por supuesto, es susceptible de ser debatida, cosa que también puede hacer usted, querido lector, mediante comprobar con su propio ejemplar de las Escrituras, si lo que nosotros decimos, tiene sustento bíblico o no. Si lo tiene, nosotros tenemos razón y si no lo tiene y nos lo demuestran, pues aprendemos y tan amigos, que de eso se trata, de continuar aprendiendo cada día más acerca de nuestro Creador y de sus propósitos.
MABEL
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sábado, 22 de mayo de 2010
La perfección
“Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto.” (Mat. 5:48).
Esas palabras que en su momento Jesús dirigió a sus discípulos, han llevado a muchos a confusión, al llegar a pensar que lo que este estaba pidiendo de hombres imperfectos, estaba más allá de lo que el ser humano puede conseguir. Pero, ¿es eso lo que Jesús estaba haciendo? ¿O es que acaso lo que estaba pidiendo Jesús, era otra cosa, bastante más razonable? En efecto, de lo que estaba hablando era de otra cosa, porque él sabía de sobra, que la razón por la que tenía que dar la vida por la humanidad en concepto de recompra, era precisamente porque ésta en su imperfección, no podía pagar el precio requerido según la justicia divina, por lo que ni en sueños se podían acercar a la perfección de Jehová:
“Los que están confiando en sus medios de mantenimiento y que siguen jactándose acerca de la abundancia de sus riquezas, 7 ni uno de ello puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él 8 y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso, que ha cesado hasta tiempo indefinido; 9 para que todavía viva para siempre y no vea el hoyo.” (Sal. 49:6-9).
Luego no había esperanza para el ser humano; no olvidemos que la norma de justicia divina era: “.….. alma será por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” (Deut. 19:21). Luego y dado que lo que se había perdido, era un ser humano perfecto (Adán), el precio del rescate tenía que ser también, un ser humano perfecto. Y la humanidad, como descendiente del primer hombre Adán, había heredado la imperfección y en consecuencia, no podía proporcionar dicho rescate: sencillamente y como dice el salmo, estaba condenada sin remisión a la muerte.
Por ello y para poder entender correctamente la Biblia, algo que no se debe hacer es incurrir en el común error de pensar que todo lo que en ella se llama “perfecto” lo es en sentido absoluto, es decir, a un grado infinito o ilimitado. La perfección en sentido absoluto tan solo corresponde al Creador, Jehová Dios; debido a esto, Jesús pudo decir de su Padre, que “nadie es bueno, sino uno solo, Dios” (Mar 10:18). Y es que Jehová es incomparable en su excelencia, merecedor de toda alabanza, supremo en sus magníficas cualidades y poderes, a tal grado, que “solo su nombre es inalcanzablemente alto” (Sal. 148:13). Moisés alabó la perfección de Dios, diciendo:
“Porque yo declararé el nombre de Jehová. ¡Atribuyan ustedes grandeza, sí, a nuestro Dios! La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él” (Deut. 32:3-4).
Todos los caminos, palabras y leyes de Dios son perfectos, refinados y no tienen falta o defecto (2 Sam. 22:31). Por ello, nunca nadie podría presentar una causa justa contra Dios, criticar o censurar sus obras; más bien, siempre se le debe alabanza (Job 36:22-24).
La “perfección” de cualquier otra persona o cosa es relativa, no absoluta (compárese con Sal. 119:96); es decir, una cosa es perfecta en relación con el propósito o fin para el que su diseñador o hacedor la designa o el uso al que la destina su receptor o usuario. Por ejemplo: un círculo puede ser perfecto, pero nunca podrá cerrar perfectamente un hueco cuadrado por muy perfecto que sea este, porque sencillamente han sido diseñados para objetivos distintos. El significado mismo de perfección ya requiere que haya quien decida cuándo algo está completo, las normas de excelencia, los requisitos que han de satisfacerse, así como los detalles que son esenciales. En última instancia, Dios, el Creador, es el Árbitro supremo de la perfección, Aquel que fija las normas de acuerdo con sus propósitos e intereses justos (Rom. 12:2).Veamos algunos ejemplos más.
El planeta Tierra fue una de las creaciones de Dios y al final de los seis “días” creativos, Dios declaró el resultado como “muy bueno” (Gén. 1:31), pues satisfacía Sus normas supremas de excelencia. Por consiguiente era perfecta para el propósito para el cual se había creado: alojar al hombre y proveerle de los necesarios medios para la subsistencia; por ello y después de esto, Dios asignó al hombre a “sojuzgar la tierra”, en el sentido de cultivarla y hacer que toda ella, no solo el Edén, fuese un jardín de Dios (Gén. 1:28; 2:8), o sea, “completar” Su obra creativa.
La tienda o tabernáculo que se levantó en el desierto por mandato de Dios y de acuerdo con sus especificaciones, fue un tipo o modelo profético en pequeña escala de una “tienda más grande y más perfecta”; el Santísimo de aquella tienda prefiguraba la residencia celestial de Jehová, en la que Cristo Jesús entró como Sumo Sacerdote (Heb. 9:11-14, 23-24). La tienda terrestre fue perfecta, pues satisfizo los requisitos de Dios y sirvió para el fin designado, no obstante, una vez que cumplió el propósito de Dios, dejó de utilizarse. La tienda solo “representaba” algo de una perfección mucho mayor.
A la ciudad de Jerusalén, con el monte Sión, se la llamó la “perfección de belleza” (Lam. 2:15). Estas palabras, evidentemente, no significan que hasta el más mínimo detalle de la ciudad fuese de una belleza sublime, sino que su belleza provenía del esplendor que Dios le había conferido al convertirla en capital de sus reyes ungidos y sede de su templo (Ezeq. 16:14). También se representa a la próspera ciudad comercial de Tiro como un barco cuyos constructores (los que trabajaban para enriquecerla) habían “perfeccionado su belleza” y la habían llenado con lujosos productos de muchas tierras (Ezeq. 27:3-25). Por lo tanto, en cada caso se debe examinar el contexto para determinar el sentido que se da a la palabra “perfección”.
La Ley que se dio a Israel a través de Moisés, incluía entre sus disposiciones la institución de un sacerdocio y las ofrendas de sacrificios de animales. Como muestra el apóstol Pablo bajo inspiración, aunque la Ley provenía de Dios y por lo tanto era perfecta, ni la Ley, ni el sacerdocio, ni los sacrificios mismos hicieron perfectos a los que se esforzaban por cumplirla (Heb. 7:11, 19; 10:1). En lugar de libertar del pecado y la muerte, en realidad hizo más patente el pecado (Rom. 3:20; 7:7-13); no obstante, todas estas disposiciones divinas cumplieron con el propósito designado por Dios: la Ley sirvió de “tutor” para conducir a los hombres al Cristo y fue una “sombra perfecta de las buenas cosas por venir” (Gál. 3:24; Heb. 10:1).
Por consiguiente, cuando Pablo habla de la “incapacidad de parte de la Ley, en tanto que era débil a causa de la carne” (Rom. 8:3), es obvio que se refiere, como explica Hebr. 7:11; 18-28, a la incapacidad del sumo sacerdote judío (que era quien, según la Ley, se encargaba de los sacrificios y entraba en el Santísimo el Día de Expiación con la sangre del sacrificio) de “salvar completamente” a quienes servía. Aunque el ofrecer sacrificios por medio del sacerdocio aarónico permitió que el pueblo tuviera una posición aprobada ante Dios, esto no les libró por completo de la conciencia del pecado. El apóstol se refiere a este aspecto cuando dice que los sacrificios de expiación no pueden “perfeccionar a los que se acercan”, es decir, perfeccionarlos con respecto de su condición de imperfección y por tanto, de su conciencia de pecadores (Heb. 10:1-4; contraste con Heb. 9:9). El sumo sacerdote no podía proporcionar el precio de rescate necesario para una verdadera redención del pecado, ya que solo el servicio sacerdotal perdurable de Cristo y su sacrificio pueden lograrlo (Heb. 9:14; 10:12-22).
La Ley, era “santa”, “buena”, “excelente” (Rom. 7:12, 16) y todo el que pudiera cumplir a plenitud con esta Ley perfecta, sería perfecto y merecedor de vida. (Lev. 18:5; Rom. 10:5; Gál. 3:12). Por esta misma razón, la Ley trajo condenación y no vida, no porque no fuese buena, sino a causa de la naturaleza imperfecta y pecaminosa de los que estaban bajo ella (Rom. 7:13-16; Gál. 3:10-12, 19-22). Luego la ley perfecta puso de manifiesto la imperfección de ellos y su pecaminosidad. (Rom. 3:19-20; Gál. 3:19, 22). A este respecto, también sirvió para identificar a Jesús como el Mesías, pues fue el único capaz de observar toda la Ley, con lo que demostró que era un hombre perfecto y por lo tanto, el rescate apropiado (Juan 8:46; 2 Cor. 5:21; Heb. 7:26).
Las Sagradas Escrituras, por otra parte, constituyen el mensaje perfecto, refinado, puro y verdadero de Dios (Sal. 12:6; 119:140, 160; Prov. 30:5; Juan 17:17). Y aunque con el transcurso de los siglos se han hecho numerosísimas copias de los escritos originales que han introducido algunas variaciones, es un hecho reconocido que dichas variaciones, generalmente son de menor importancia, de tal modo que aun si las traducciones modernas de la Biblia no fuesen absolutamente perfectas, sí lo sería el mensaje divino que contienen y que se ha dado en llamar, el contexto general de la Biblia. Por ello, cuando el sentido de un texto y que debido a las continuas copias a los que ha sido sometido durante el paso de los siglos, no se ajusta a ese mensaje general de las Escrituras, nunca puede prevalecer sobre este.
Es posible que para algunas personas la Biblia sea un libro más difícil de leer que otros, que requiere mayor esfuerzo y concentración; hasta puede que encuentren pasajes que no entienden y ello debido, en algún caso, al problema que les acabamos de explicar. Puede además, que algunas personas más críticas insistan en que, para ser perfecta, ni siquiera deberían existir diferencias menores o lo que, según sus criterios, parecen ser incongruencias. Sin embargo, ni unas ni otras restan perfección a las Santas Escrituras, pues la verdadera medida de su perfección radica en que alcance las normas de excelencia fijadas por Jehová Dios, cumpla con el propósito para el que Él, su Autor, la ha destinado y que, por ser la Palabra publicada del Dios de la verdad, esté libre de falsedades. El apóstol Pablo puso de relieve la perfección de “los santos escritos” al decir:
“Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:15-17). Lo que las Escrituras Hebreas (AT) hicieron a favor de los israelitas cuando las observaron, lo que el conjunto del resto de las Escrituras logró en provecho de la congregación cristiana durante el siglo primero y lo que la Biblia puede hacer hoy en pro de las personas, todo esto es de por sí una prueba convincente de sus cualidades como un instrumento perfecto de Dios para llevar a cabo Su propósito.
El contenido mismo de las Escrituras, que incluyen las propias enseñanzas del Hijo de Dios, tiene por finalidad que el entendimiento del propósito de Dios, el que se haga su voluntad y se obtenga la salvación, dependan fundamentalmente del corazón de la persona (1 Sam. 16:7; 1 Cró. 28:9). La Biblia se destaca por su capacidad para “discernir pensamientos e intenciones del corazón” y así poner al descubierto la verdadera condición interior de la persona (Heb 4:12-13). También muestra claramente que el conocimiento de Dios no puede adquirirse sin esfuerzo (Luc. 13:24; Isa. 55:6) y siendo un hecho evidente, que Dios ha revelado sus designios a las personas humildes y no a los altivos, porque “hacerlo así vino a ser la manera que él mismo aprobó” (Mat. 11:25-26). En consecuencia, el hecho de que una persona cuyo corazón no responda al mensaje de la Biblia encuentre en las Escrituras razones que, en su opinión, justifican que rechace su mensaje, censura y disciplina, no significa que la Biblia sea imperfecta. Más bien al contrario, demostraría la veracidad de los razonamientos bíblicos expuestos antes y que la Biblia, desde el único punto de vista válido, que obviamente es el de su Autor, es perfecta (Deut. 32:4). Y es que el tiempo y la experiencia práctica demuestran, que aquellas cosas relacionadas con la Palabra de Dios, que son “necias” o “débiles” para los sabios de este mundo, encierran una sabiduría y poder superiores a las teorías, puntos de vista filosóficos y razonamientos de sus detractores humanos (1 Cor. 1:22-25).
Otro punto a considerar, es que para entender y apreciar la perfecta Palabra de Dios, la fe sigue siendo un requisito esencial. Puede que una persona piense que ciertos detalles y explicaciones deberían estar en la Biblia, a fin de revelar por qué en determinados casos Dios aprobó o desaprobó acciones concretas o por qué actuó de una manera en particular; puede que también piense que hay otras explicaciones en la Biblia que son superfluas. No obstante, es de rigor reconocer que si la Biblia se conformara a criterios humanos como los expuestos, no sería entonces perfecta desde el punto de vista de Dios. Esa actitud equivocada queda de manifiesto en la declaración de Jehová respecto a la superioridad de sus pensamientos y caminos en comparación con los del hombre y por su afirmación de que su palabra “tendrá éxito seguro” en el cumplimiento de su propósito (Isa. 55:8-11). Y hasta aquí, más o menos, este es el sentido de la palabra perfección, tal como razonablemente creemos que debe de entenderse.
La información que ya se ha considerado, sienta la base para entender que hasta las criaturas “perfectas” de Dios podían ser desobedientes. Pensar que la desobediencia no podría darse en una criatura perfecta presupone desconocer el significado del término, sustituyéndolo por un concepto personal que es contrario a los hechos. Dios ha facultado a las criaturas inteligentes con lo que conocemos como “libre albedrío”, o sea, el privilegio y la responsabilidad de decidir por sí mismas el proceder que deben seguir (Deut. 30:19; Jos. 24:15). Este fue el caso de la primera pareja humana, lo que hizo posible que se pudiera ponerse a prueba su devoción a Dios (Gén. 2:15-17). Como su Hacedor, Jehová sabía con qué facultades los había dotado y las Escrituras dejan claro, que Él deseaba una adoración y un servicio que emanaran de mentes y corazones movidos por amor genuino y no por una obediencia mecánica, como de autómatas. Si Adán y su esposa no hubieran tenido libre albedrío, no habrían satisfecho los requisitos de Dios, ni habrían sido completos o perfectos según Sus normas...... y esta es la cuestión.
Ha de recordarse además, que en lo que tiene que ver con el hombre, la perfección es relativa y está circunscrita al ámbito humano. Tenemos que entender que aunque Adán fue creado perfecto, no podía traspasar los límites que el Creador le había fijado, o sea, si intentaba respirar agua en lugar de aire, se ahogaría; y de la misma manera, si se le ocurría desafiar las leyes físicas, como la de la gravedad, por ejemplo y tirarse desde lo alto de un cocotero, por decir algo, las consecuencias serían nefastas. Por otra parte, no podía por ejemplo, comer tierra, piedras o madera, sin sufrir las consecuencias; de manera similar, si permitía que su mente y corazón se alimentaran con pensamientos incorrectos, llegaría a abrigar deseos insanos y, por último, pecaría y moriría. (Sant. 1:14-15).
Está claro entonces, que los factores determinantes son la voluntad y selección personales. Si insistiéramos en que un hombre perfecto no puede adoptar un mal proceder cuando hay una cuestión moral de por medio ¿no deberíamos, por la misma razón, argüir también que una criatura imperfecta, no podría adoptar un proceder correcto si tuviese que decidir sobre esa misma cuestión moral? Y eso podría parecer razonable, sin embargo, hay criaturas imperfectas que sí han adoptado un proceder correcto en asuntos morales que implican obediencia a Dios y hasta han escogido ser perseguidos hasta la muerte antes que transigir, mientras que al mismo tiempo hay quienes escogen hacer lo que saben que es incorrecto. Por consiguiente, no todas las malas acciones pueden justificarse con la imperfección humana; de nuevo, los factores determinantes son la voluntad y la selección personal. Asimismo, en el caso del primer hombre, la perfección humana por sí sola no garantizaba una conducta recta, sino el ejercicio de su libre albedrío y la facultad de selección, impulsados ambos por el amor a su Dios y a lo que es recto (Prov. 4:23).
Como muestran las palabras de Jesús en Juan 8:44 y lo que revela el capítulo 3 de Génesis, el pecado y la imperfección en el ámbito humano, fue antecedido por un proceso semejante en el ámbito de las criaturas celestiales. Aunque la endecha que se halla en Ezeq. 28:12-19, se dirige al “rey de Tiro”, debe ser un reflejo del comportamiento paralelo al del primer hijo celestial de Dios que pecó. La vanidad del “rey de Tiro”, el que se erigiera a sí mismo en “dios”, el que se le llame “querubín” y la referencia al “Edén, el jardín de Dios”, son datos que corresponden a lo que la Biblia dice en relación con Satanás el Diablo: que se hinchó de orgullo, estuvo relacionado con la serpiente edénica y se le llama “el dios de este sistema de cosas” (1 Tim. 3:6; Gén. 3:1-5, 14-15; 2 Cor. 4:4).
El anónimo “rey de Tiro”, que residía en una ciudad sobre la que se afirmaba que era “perfecta en belleza”, estaba él mismo “lleno de sabiduría y era perfecto en hermosura” y estaba “exento de falta” en sus caminos desde que se le creó hasta que la iniquidad se halló en él (Ezeq. 27:3; 28:12, 15). Esta endecha, probablemente puede que tenga su primer cumplimiento en la dinastía de reyes tirios y no en un rey en concreto, si tomamos como referencia la profecía pronunciada en Isa. 14:4-20, en contra del anónimo “rey de Babilonia”. Si eso es así, puede que la endecha haga alusión a las relaciones amistosas y de cooperación que la dinastía de reyes tirios mantuvo con David y Salomón durante sus respectivos reinados, cuando incluso contribuyeron a la edificación del templo de Jehová en el monte Moría. Por lo tanto, al principio no hubo nada que reprochar a la postura oficial del gobierno tirio hacia Israel, el pueblo de Jehová (1 Rey. 5:14-26; 9:10-14). Sin embargo, otros reyes posteriores abandonaron esa postura intachable, “exenta de falta” y Tiro fue condenada por medio de Joel, Amós y Ezequiel, los profetas de Dios. (Joel 3:4-8; Amós 1:9-10; Ezeq. 26:7-14). Al margen de la evidente similitud entre el comportamiento del “rey de Tiro” y el del principal Adversario de Dios, esta profecía es un ejemplo más de cómo las expresiones “perfección” y “exento de tacha” pueden emplearse en sentido relativo; veamos un ejemplo de ello:
El justo Noé, fue “exento de falta entre sus contemporáneos” (Gén. 6:9), pues Job era un hombre “sin culpa y recto” (Job 1:8); y se emplean expresiones similares al hablar de otros siervos de Dios. Sin embargo, como todos eran descendientes del pecador Adán y por consiguiente pecadores, es obvio que tales hombres se hallaban “exentos de falta y sin culpa” en el sentido de que estaban a la altura de lo que Dios requería de ellos y lo que Dios requería de ellos, tenía obviamente en cuenta, sus limitaciones e imperfección (Miq. 6:8). Igual que un alfarero no puede esperar la misma calidad si moldea una vasija con barro común, que si la moldea con arcilla refinada, los requisitos de Jehová toman en consideración la fragilidad de los humanos imperfectos (Sal. 103:10-14; Isa. 64:7-8). Y aunque cometieron errores e incurrieron en males debido a su carne imperfecta, no obstante, hombres fieles manifestaron un “corazón completo” para con Jehová (1 Rey. 11:4; 15:14; 2 Rey. 20:3) y por lo tanto, siempre dentro de sus límites, su devoción era completa, sin fisuras y dentro de sus particulares circunstancias, satisfacían los requisitos divinos. Puesto que el Juez Divino se complacía en su adoración, ninguna criatura humana o celestial tenía base para criticar el servicio de ellos llevaban a cabo en favor de los intereses de Dios (Luc. 1:6; Heb. 11:4-16).
En las Escrituras Griegas Cristianas se reconoce que la imperfección es inherente a la humanidad que desciende de Adán, por eso en Sant. 3:2 y aunque se muestra que el hombre que pudiera dominar la lengua y no tropezar en palabra, sería un “varón perfecto, capaz de refrenar (...) su cuerpo entero”, sin embargo, se nos advierte que en esto “todos tropezamos muchas veces” (Ver vs. 8). No obstante, también en la Biblia se nos habla de ciertas “perfecciones relativas” alcanzadas por el hombre pecaminoso, pues Jesús dijo a sus seguidores: “Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mat. 5:48). En esta ocasión él estaba haciendo referencia al amor y la generosidad y mostrando, que simplemente “amar a los que nos aman” constituía un amor incompleto, defectuoso. Por consiguiente, sus seguidores deberían perfeccionar su amor o completarlo, al amar también a sus enemigos y así imitar el ejemplo de Dios (Mat. 5:43-47). De manera similar, al joven que le preguntó a Jesús cómo obtener la vida eterna, se le mostró que su adoración (que ya presuponía obediencia a los mandamientos de la Ley) aún carecía de algunas características esenciales: si “deseaba ser perfecto”, tenía que desarrollar plenamente su adoración, cumpliendo con estos rasgos:
“Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes y da a los pobres y tendrás tesoro en el cielo y ven, sé mi seguidor”. 22 Al oír el joven este dicho, se fue contristado, porque tenía muchas posesiones.” (Mat. 19:21.22).
El apóstol Juan muestra que el amor de Dios se hace perfecto en los cristianos que permanecen en unión con Él, observan la palabra de su Hijo y se aman unos a otros (1 Juan 2:5; 4:11-19). Este amor perfecto echa fuera el temor y concede “franqueza de expresión” y mostrándonos el contexto, que Juan se refiere en este pasaje a la franqueza de expresión para con Dios, franqueza que habría de tenerse, por ejemplo, al dirigirnos a Él en oración (1 Juan 3:19-22). La persona en la que el amor de Dios alcanza una expresión plena, puede acercarse a su Creador confiado, sin sentirse condenado en su corazón como si fuera un hipócrita o estuviera desaprobado; sabe que observa los mandamientos de Dios y hace lo que le agrada a Este, por lo que se siente libre tanto para expresarse como para hacer sus peticiones a Jehová...... no se siente como si Dios le restringiera el privilegio de lo que puede decir o pedir (Núm. 12:10-15). Tampoco se inhibe por temores mórbidos ni se encamina al “día del juicio” con remordimientos de conciencia o algo que ocultar (Heb. 10:27, 31). Al contrario, igual que un niño que no teme pedir algo a sus amorosos padres, el cristiano en quien el amor está plenamente desarrollado, se siente seguro al dirigirse a su Creador:
“Y esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Además, si sabemos que nos oye respecto a cualquier cosa que estemos pidiendo, sabemos que hemos de tener las cosas pedidas porque se las hemos pedido a él.” (1 Juan 5:14-15).
Sin embargo, este amor perfecto, no echa fuera todo temor; por ejemplo, no elimina el temor reverencial y filial a Dios, que nace de un profundo respeto por la posición que Él ocupa, su poder y su justicia (Sal. 111:9-10; Heb. 11:7). Tampoco suprime el temor normal, gracias al cual una persona puede evitar el peligro y proteger su vida, ni el temor causado por un peligro repentino ( 1 Sam. 21:10-15). Además, la unidad completa se consigue por medio del “vínculo perfecto” del amor, lo que hace que los verdaderos cristianos sean “perfeccionados en uno” (Col. 3:14; Juan 17:23). Naturalmente, esta perfección también es relativa y no significa que desaparecerán todas las diferencias de personalidad, como aptitudes, hábitos, conciencia y otros factores individuales afines; sin embargo, cuando se alcanza, su plenitud conduce a acción, creencia y enseñanza unificadas (Rom. 15:5-6; 1 Cor. 1:10).
Jesús, diferencia de cualquier otra persona, nació como ser humano perfecto, santo, sin pecado (Luc. 1:30-35; Heb. 7:26). Como es natural, su perfección física no era infinita, sino que se hallaba dentro de los límites humanos y experimentó algunas limitaciones propias de su condición humana: se cansó, tuvo hambre y sed: sencillamente era un ser humano, perfecto eso sí, pero humano (Juan 4:6-7; Mat. 4:2). Siendo que el propósito de Jehová Dios era emplear a su Hijo como Sumo Sacerdote a favor de la humanidad y aún a pesar de que era un hombre perfecto, tuvo que ser perfeccionado para acceder a ese puesto con el fin de llegar a satisfacer cabalmente los requisitos que su Padre había fijado y que lo capacitaban para la consecución del fin o la meta asignada. Se exigía que fuera “semejante a sus hermanos en todo respecto”, aguantara el sufrimiento y aprendiera la obediencia bajo prueba, como tendrían que hacerlo sus “hermanos” o seguidores. De esta manera, podría “condolerse de nuestras debilidades, como uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado” (Heb. 2:10-18; 4:15-16; 5:7-10). Además, después de morir como un sacrificio perfecto y resucitar, recibiría vida inmortal en los cielos y así sería “perfeccionado para siempre” para su puesto sacerdotal (Heb 7:28; 9:11-14, 24). Igualmente, todos los que servirán con Cristo como sacerdotes serán “hechos perfectos”, es decir, alcanzarán la inmortalidad como la meta que buscan y a la que han sido llamados, todos aquellos que participan de la primera resurrección y que les concede el reinar con Cristo aquí en la tierra, por espacio de mil años. (Fil. 3:10-11; Rev. 20:6).
A Jesús se le llama el “agente principal (o Caudillo Principal) y perfeccionador de nuestra fe”. (Heb. 12:2). Es cierto que mucho antes de la venida de Jesucristo, la fe de Abrahán fue “perfeccionada” por sus obras de fe y obediencia, de manera que consiguió la aprobación divina y Dios celebró con él un pacto juramentado (Gén. 22:15-18). Pero la fe de todos aquellos hombres fieles anteriores al ministerio terrestre de Jesús era incompleta o imperfecta, pues ellos no comprendían las profecías que para entonces aún no se habían cumplido con relación a Jesús como el Mesías y la Descendencia de Dios (1 Ped. 1:10-12). Con su nacimiento, ministerio, muerte y resurrección a la vida inmortal, estas profecías se cumplieron y la fe en Cristo tuvo un fundamento más firme, respaldado por hechos históricos. Por lo tanto, en este sentido de fe perfeccionada “ha llegado” a través de Cristo Jesús (Gál. 3:24-25), quien demostró ser el “guía” , “jefe” , “caudillo”, “conductor”, “iniciador”, “pionero” o “agente principal” de nuestra fe, según la traducción de las Escrituras que usted use. Desde su actual y temporal posición celestial, el hombre Jesucristo continuó siendo el perfeccionador de la fe de sus seguidores: derramó Espíritu Santo sobre ellos en el Pentecostés y les dio revelaciones que progresivamente alimentaron y aumentaron su fe. (Hech. 2:32-33; Heb. 2:4; Rev. 1:1-2; 22:16).
Después de repasar el registro de hombres fieles del período precristiano, desde Abel en adelante, el apóstol dice que ninguno de estos obtuvo “el cumplimiento de la promesa, puesto que Dios previó algo mejor para nosotros, para que ellos no fueran perfeccionados aparte de nosotros”. (Heb. 11:39-40). En este pasaje, la expresión “nosotros” se refiere claramente a los cristianos ungidos, los “participantes del llamamiento celestial” (Heb. 3:1), por quienes Cristo “inauguró un camino nuevo y vivo” en el lugar santo de la presencia celestial de Dios (Heb. 10:19-20). Ese llamamiento celestial, implica ser reyes y sacerdotes de Dios y de Cristo en el gobierno de su reinado milenario y que será establecido aquí en la tierra, recibiendo asimismo “poder para juzgar”. (Rev. 20:4-6). Parece lógico, entonces, que el “algo mejor” que Dios previó para esos cristianos ungidos sea la vida inmortal y resto de privilegios que ellos reciben (Heb. 11:40). Y si nos permiten un inciso, tenemos que señalar que digan lo que digan algunos estudiosos de la Escrituras, no todos los cristianos reciben este llamamiento y no por ello, dejan de ser cristianos. Recordemos que cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, calificó a dicho grupo de gobernantes asociados, como de rebaño (o manada) pequeño (Luc. 12:32). Y a los que se califica como “escogidos” o “elegidos”, algo que solo puede hacerse de entre iguales, o sea, que de entre muchos, Jehová elige o escoge a unos pocos para una comisión determinada. No olvide que Jesús, escogió a los doce apóstoles para una comisión en particular, de entre otros muchos discípulos:
“Pero cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de “apóstoles”.” (Luc. 6:13).
No obstante, su revelación (la del rebaño pequeño) al intervenir junto a Cristo en la destrucción del inicuo sistema de cosas actual, abre el camino para que aquellos de la creación que procuren alcanzar “la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (el resto de cristianos que no tienen ese llamamiento), consigan la liberación de la esclavitud a la corrupción (Rom. 8:19-22). En Hebreos 11:35, se muestra que los hombres fieles de tiempos pre-cristianos mantuvieron integridad bajo sufrimiento “con el fin de alcanzar una resurrección mejor”, seguramente mejor que la de los muertos mencionados al comienzo del versículo, quienes por medio de Elías y Eliseo, resucitaron solo para volver a morir (1 Rey. 17:17-23; 2 Re 4:32-37; 2 Rey. 13:20-21). Por consiguiente, el que se perfeccione a estos hombres fieles de tiempos pre-cristianos, debe estar relacionado con el que se les resucite o restablezca a la vida y después se les liberte “de la esclavitud a la corrupción” gracias a los servicios del sacerdocio de Cristo Jesús y sus sacerdotes asociados durante el gobierno milenario.
En armonía con la oración: “Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mat. 6:10), este planeta ha de experimentar el efecto y fuerza plenos de la realización de los propósitos de Dios, eso es, la restauración de todas las cosas (Hech. 3:21). El inicuo sistema de cosas controlado por Satanás será destruido; se eliminará toda falta y defecto de los sobrevivientes que continúen demostrando obedientemente su fe, de modo que todo cuanto quede, satisfaga las normas de Dios en cuanto a excelencia, plenitud a cabalidad. De Revelación 5:9-10, se desprende que esto incluirá el perfeccionamiento de las condiciones terrestres y de las criaturas humanas, ya que en ese pasaje se declara que las personas “compradas (o redimidas, según versiones) para Dios” (Rev 14:1, 3), llegan a ser “un reino y sacerdotes para nuestro Dios y han de reinar sobre la tierra” (Rev. 20:6). El deber de los sacerdotes bajo el pacto de la Ley no solo era representar a las personas ante Dios al ofrecer sacrificios, sino también proteger la salud física de la nación, oficiando en la limpieza ceremonial de los que incurriesen en inmundicia y determinando cuándo estaba curado alguien que había padecido lepra (Lev. 13-15) y siendo además, la responsabilidad del sacerdocio, el ayudar al pueblo a elevar su salud mental y espiritual (Deut. 17:8-13; Mal. 2:7). Puesto que la Ley tenía “una sombra de las buenas cosas por venir”, es de esperar que el sacerdocio bajo Cristo Jesús, que actuará durante su reinado milenario (Rev. 20:4-6), ejecute un trabajo similar y con resultados infinitamente superiores. (Heb. 10:1).
El cuadro profético de Rev. 21:1-5, por otra parte, garantiza que la humanidad redimida no tendrá más lágrimas, lamento, clamor, dolor y muerte, pues por medio de Adán, entró en la raza humana el pecado y como consecuencia, el sufrimiento y la muerte (Rom. 5:12); naturalmente, todo esto forma parte de las “cosas anteriores” que han de desaparecer. La muerte, como “el salario del pecado” y “el último enemigo”, será reducida a la nada por medio del gobierno del Reino de Cristo (Rom. 6:23; 1 Co 15:25- 26; 56). Esto significa para la humanidad obediente, el regresar a la perfección de que disfrutaba el hombre en Edén al principio de la historia y por lo que, los seres humanos podrán disfrutar no solo de perfección en cuanto a fe y amor, sino también de perfección en lo que respecta a estar totalmente libres de la tendencia al pecado; estarán, plenamente y sin defecto, a la altura de las justas normas de Dios para el hombre. La profecía de Revelación 21:1-5 también tiene que ver con el Reino de mil años de Cristo, ya que a la “Nueva Jerusalén”, cuyo descenso del cielo está directamente relacionado con la desaparición de las aflicciones de la humanidad, se la muestra como “novia” o congregación glorificada de Cristo, es decir: los que componen el sacerdocio real del gobierno milenario de Cristo (Rev. 21:9-10; Efe. 5:25-32; 1 Ped. 2:9).
Sin embargo, debemos de incidir, en que la perfección de la humanidad será relativa y limitada al ámbito humano, pero no obstante, quienes la consigan gozarán a plenitud de la vida terrestre. La expresión “el regocijo hasta la satisfacción plena está con el rostro de Jehová” y el que “la tienda de Dios esté con la humanidad”, indica que se refiere a la humanidad obediente, aquellos hacia quienes el rostro de Jehová se vuelve con aprobación (Sal. 16:11; Rev. 21:3). No obstante, la perfección no significa que no haya variedad, como a menudo concluyen algunas personas y que sin ir más lejos, tenemos como ejemplo al reino animal, que producto de la “actividad perfecta” de Jehová (Gén. 1:20-24; Deut. 32:4), encierra una gran variedad. La perfección del planeta Tierra tampoco es incompatible con la variedad, el cambio o el contraste y admite lo sencillo y lo complejo, lo simple y lo elaborado, lo amargo y lo dulce, lo áspero y lo suave, los prados y los bosques, las montañas y los valles, así como las distintas características de la misma raza humana. Abarca el frescor estimulante de la incipiente primavera, el calor del verano con su cielo azul translúcido, la hermosura de los colores otoñales y la belleza de la nieve recién caída (Gén. 8:22). Los humanos perfectos no serán criaturas estereotipadas, con personalidad, talento y aptitudes idénticos...... como queda demostrado al mirar nuestro entorno, la uniformidad no es necesariamente una acepción de perfección.
Y hasta aquí, queridos amigos, el punto de vista que queríamos compartir con ustedes. Y ya saben, cojan sus ejemplares de las Escrituras y comprueben por ustedes mismos, si todo lo que les hemos dicho se ajusta a lo que entienden de lo que leen. Porque en definitiva, de donde van a aprender no es de lo que decimos nosotros, sino de lo que dice la Biblia. Y es que nosotros solo nos limitamos, a explicar o desarrollar, aquello que entendemos que dicen los textos bíblicos.
MABEL
“Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto.” (Mat. 5:48).
Esas palabras que en su momento Jesús dirigió a sus discípulos, han llevado a muchos a confusión, al llegar a pensar que lo que este estaba pidiendo de hombres imperfectos, estaba más allá de lo que el ser humano puede conseguir. Pero, ¿es eso lo que Jesús estaba haciendo? ¿O es que acaso lo que estaba pidiendo Jesús, era otra cosa, bastante más razonable? En efecto, de lo que estaba hablando era de otra cosa, porque él sabía de sobra, que la razón por la que tenía que dar la vida por la humanidad en concepto de recompra, era precisamente porque ésta en su imperfección, no podía pagar el precio requerido según la justicia divina, por lo que ni en sueños se podían acercar a la perfección de Jehová:
“Los que están confiando en sus medios de mantenimiento y que siguen jactándose acerca de la abundancia de sus riquezas, 7 ni uno de ello puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él 8 y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso, que ha cesado hasta tiempo indefinido; 9 para que todavía viva para siempre y no vea el hoyo.” (Sal. 49:6-9).
Luego no había esperanza para el ser humano; no olvidemos que la norma de justicia divina era: “.….. alma será por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” (Deut. 19:21). Luego y dado que lo que se había perdido, era un ser humano perfecto (Adán), el precio del rescate tenía que ser también, un ser humano perfecto. Y la humanidad, como descendiente del primer hombre Adán, había heredado la imperfección y en consecuencia, no podía proporcionar dicho rescate: sencillamente y como dice el salmo, estaba condenada sin remisión a la muerte.
Por ello y para poder entender correctamente la Biblia, algo que no se debe hacer es incurrir en el común error de pensar que todo lo que en ella se llama “perfecto” lo es en sentido absoluto, es decir, a un grado infinito o ilimitado. La perfección en sentido absoluto tan solo corresponde al Creador, Jehová Dios; debido a esto, Jesús pudo decir de su Padre, que “nadie es bueno, sino uno solo, Dios” (Mar 10:18). Y es que Jehová es incomparable en su excelencia, merecedor de toda alabanza, supremo en sus magníficas cualidades y poderes, a tal grado, que “solo su nombre es inalcanzablemente alto” (Sal. 148:13). Moisés alabó la perfección de Dios, diciendo:
“Porque yo declararé el nombre de Jehová. ¡Atribuyan ustedes grandeza, sí, a nuestro Dios! La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él” (Deut. 32:3-4).
Todos los caminos, palabras y leyes de Dios son perfectos, refinados y no tienen falta o defecto (2 Sam. 22:31). Por ello, nunca nadie podría presentar una causa justa contra Dios, criticar o censurar sus obras; más bien, siempre se le debe alabanza (Job 36:22-24).
La “perfección” de cualquier otra persona o cosa es relativa, no absoluta (compárese con Sal. 119:96); es decir, una cosa es perfecta en relación con el propósito o fin para el que su diseñador o hacedor la designa o el uso al que la destina su receptor o usuario. Por ejemplo: un círculo puede ser perfecto, pero nunca podrá cerrar perfectamente un hueco cuadrado por muy perfecto que sea este, porque sencillamente han sido diseñados para objetivos distintos. El significado mismo de perfección ya requiere que haya quien decida cuándo algo está completo, las normas de excelencia, los requisitos que han de satisfacerse, así como los detalles que son esenciales. En última instancia, Dios, el Creador, es el Árbitro supremo de la perfección, Aquel que fija las normas de acuerdo con sus propósitos e intereses justos (Rom. 12:2).Veamos algunos ejemplos más.
El planeta Tierra fue una de las creaciones de Dios y al final de los seis “días” creativos, Dios declaró el resultado como “muy bueno” (Gén. 1:31), pues satisfacía Sus normas supremas de excelencia. Por consiguiente era perfecta para el propósito para el cual se había creado: alojar al hombre y proveerle de los necesarios medios para la subsistencia; por ello y después de esto, Dios asignó al hombre a “sojuzgar la tierra”, en el sentido de cultivarla y hacer que toda ella, no solo el Edén, fuese un jardín de Dios (Gén. 1:28; 2:8), o sea, “completar” Su obra creativa.
La tienda o tabernáculo que se levantó en el desierto por mandato de Dios y de acuerdo con sus especificaciones, fue un tipo o modelo profético en pequeña escala de una “tienda más grande y más perfecta”; el Santísimo de aquella tienda prefiguraba la residencia celestial de Jehová, en la que Cristo Jesús entró como Sumo Sacerdote (Heb. 9:11-14, 23-24). La tienda terrestre fue perfecta, pues satisfizo los requisitos de Dios y sirvió para el fin designado, no obstante, una vez que cumplió el propósito de Dios, dejó de utilizarse. La tienda solo “representaba” algo de una perfección mucho mayor.
A la ciudad de Jerusalén, con el monte Sión, se la llamó la “perfección de belleza” (Lam. 2:15). Estas palabras, evidentemente, no significan que hasta el más mínimo detalle de la ciudad fuese de una belleza sublime, sino que su belleza provenía del esplendor que Dios le había conferido al convertirla en capital de sus reyes ungidos y sede de su templo (Ezeq. 16:14). También se representa a la próspera ciudad comercial de Tiro como un barco cuyos constructores (los que trabajaban para enriquecerla) habían “perfeccionado su belleza” y la habían llenado con lujosos productos de muchas tierras (Ezeq. 27:3-25). Por lo tanto, en cada caso se debe examinar el contexto para determinar el sentido que se da a la palabra “perfección”.
La Ley que se dio a Israel a través de Moisés, incluía entre sus disposiciones la institución de un sacerdocio y las ofrendas de sacrificios de animales. Como muestra el apóstol Pablo bajo inspiración, aunque la Ley provenía de Dios y por lo tanto era perfecta, ni la Ley, ni el sacerdocio, ni los sacrificios mismos hicieron perfectos a los que se esforzaban por cumplirla (Heb. 7:11, 19; 10:1). En lugar de libertar del pecado y la muerte, en realidad hizo más patente el pecado (Rom. 3:20; 7:7-13); no obstante, todas estas disposiciones divinas cumplieron con el propósito designado por Dios: la Ley sirvió de “tutor” para conducir a los hombres al Cristo y fue una “sombra perfecta de las buenas cosas por venir” (Gál. 3:24; Heb. 10:1).
Por consiguiente, cuando Pablo habla de la “incapacidad de parte de la Ley, en tanto que era débil a causa de la carne” (Rom. 8:3), es obvio que se refiere, como explica Hebr. 7:11; 18-28, a la incapacidad del sumo sacerdote judío (que era quien, según la Ley, se encargaba de los sacrificios y entraba en el Santísimo el Día de Expiación con la sangre del sacrificio) de “salvar completamente” a quienes servía. Aunque el ofrecer sacrificios por medio del sacerdocio aarónico permitió que el pueblo tuviera una posición aprobada ante Dios, esto no les libró por completo de la conciencia del pecado. El apóstol se refiere a este aspecto cuando dice que los sacrificios de expiación no pueden “perfeccionar a los que se acercan”, es decir, perfeccionarlos con respecto de su condición de imperfección y por tanto, de su conciencia de pecadores (Heb. 10:1-4; contraste con Heb. 9:9). El sumo sacerdote no podía proporcionar el precio de rescate necesario para una verdadera redención del pecado, ya que solo el servicio sacerdotal perdurable de Cristo y su sacrificio pueden lograrlo (Heb. 9:14; 10:12-22).
La Ley, era “santa”, “buena”, “excelente” (Rom. 7:12, 16) y todo el que pudiera cumplir a plenitud con esta Ley perfecta, sería perfecto y merecedor de vida. (Lev. 18:5; Rom. 10:5; Gál. 3:12). Por esta misma razón, la Ley trajo condenación y no vida, no porque no fuese buena, sino a causa de la naturaleza imperfecta y pecaminosa de los que estaban bajo ella (Rom. 7:13-16; Gál. 3:10-12, 19-22). Luego la ley perfecta puso de manifiesto la imperfección de ellos y su pecaminosidad. (Rom. 3:19-20; Gál. 3:19, 22). A este respecto, también sirvió para identificar a Jesús como el Mesías, pues fue el único capaz de observar toda la Ley, con lo que demostró que era un hombre perfecto y por lo tanto, el rescate apropiado (Juan 8:46; 2 Cor. 5:21; Heb. 7:26).
Las Sagradas Escrituras, por otra parte, constituyen el mensaje perfecto, refinado, puro y verdadero de Dios (Sal. 12:6; 119:140, 160; Prov. 30:5; Juan 17:17). Y aunque con el transcurso de los siglos se han hecho numerosísimas copias de los escritos originales que han introducido algunas variaciones, es un hecho reconocido que dichas variaciones, generalmente son de menor importancia, de tal modo que aun si las traducciones modernas de la Biblia no fuesen absolutamente perfectas, sí lo sería el mensaje divino que contienen y que se ha dado en llamar, el contexto general de la Biblia. Por ello, cuando el sentido de un texto y que debido a las continuas copias a los que ha sido sometido durante el paso de los siglos, no se ajusta a ese mensaje general de las Escrituras, nunca puede prevalecer sobre este.
Es posible que para algunas personas la Biblia sea un libro más difícil de leer que otros, que requiere mayor esfuerzo y concentración; hasta puede que encuentren pasajes que no entienden y ello debido, en algún caso, al problema que les acabamos de explicar. Puede además, que algunas personas más críticas insistan en que, para ser perfecta, ni siquiera deberían existir diferencias menores o lo que, según sus criterios, parecen ser incongruencias. Sin embargo, ni unas ni otras restan perfección a las Santas Escrituras, pues la verdadera medida de su perfección radica en que alcance las normas de excelencia fijadas por Jehová Dios, cumpla con el propósito para el que Él, su Autor, la ha destinado y que, por ser la Palabra publicada del Dios de la verdad, esté libre de falsedades. El apóstol Pablo puso de relieve la perfección de “los santos escritos” al decir:
“Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:15-17). Lo que las Escrituras Hebreas (AT) hicieron a favor de los israelitas cuando las observaron, lo que el conjunto del resto de las Escrituras logró en provecho de la congregación cristiana durante el siglo primero y lo que la Biblia puede hacer hoy en pro de las personas, todo esto es de por sí una prueba convincente de sus cualidades como un instrumento perfecto de Dios para llevar a cabo Su propósito.
El contenido mismo de las Escrituras, que incluyen las propias enseñanzas del Hijo de Dios, tiene por finalidad que el entendimiento del propósito de Dios, el que se haga su voluntad y se obtenga la salvación, dependan fundamentalmente del corazón de la persona (1 Sam. 16:7; 1 Cró. 28:9). La Biblia se destaca por su capacidad para “discernir pensamientos e intenciones del corazón” y así poner al descubierto la verdadera condición interior de la persona (Heb 4:12-13). También muestra claramente que el conocimiento de Dios no puede adquirirse sin esfuerzo (Luc. 13:24; Isa. 55:6) y siendo un hecho evidente, que Dios ha revelado sus designios a las personas humildes y no a los altivos, porque “hacerlo así vino a ser la manera que él mismo aprobó” (Mat. 11:25-26). En consecuencia, el hecho de que una persona cuyo corazón no responda al mensaje de la Biblia encuentre en las Escrituras razones que, en su opinión, justifican que rechace su mensaje, censura y disciplina, no significa que la Biblia sea imperfecta. Más bien al contrario, demostraría la veracidad de los razonamientos bíblicos expuestos antes y que la Biblia, desde el único punto de vista válido, que obviamente es el de su Autor, es perfecta (Deut. 32:4). Y es que el tiempo y la experiencia práctica demuestran, que aquellas cosas relacionadas con la Palabra de Dios, que son “necias” o “débiles” para los sabios de este mundo, encierran una sabiduría y poder superiores a las teorías, puntos de vista filosóficos y razonamientos de sus detractores humanos (1 Cor. 1:22-25).
Otro punto a considerar, es que para entender y apreciar la perfecta Palabra de Dios, la fe sigue siendo un requisito esencial. Puede que una persona piense que ciertos detalles y explicaciones deberían estar en la Biblia, a fin de revelar por qué en determinados casos Dios aprobó o desaprobó acciones concretas o por qué actuó de una manera en particular; puede que también piense que hay otras explicaciones en la Biblia que son superfluas. No obstante, es de rigor reconocer que si la Biblia se conformara a criterios humanos como los expuestos, no sería entonces perfecta desde el punto de vista de Dios. Esa actitud equivocada queda de manifiesto en la declaración de Jehová respecto a la superioridad de sus pensamientos y caminos en comparación con los del hombre y por su afirmación de que su palabra “tendrá éxito seguro” en el cumplimiento de su propósito (Isa. 55:8-11). Y hasta aquí, más o menos, este es el sentido de la palabra perfección, tal como razonablemente creemos que debe de entenderse.
La información que ya se ha considerado, sienta la base para entender que hasta las criaturas “perfectas” de Dios podían ser desobedientes. Pensar que la desobediencia no podría darse en una criatura perfecta presupone desconocer el significado del término, sustituyéndolo por un concepto personal que es contrario a los hechos. Dios ha facultado a las criaturas inteligentes con lo que conocemos como “libre albedrío”, o sea, el privilegio y la responsabilidad de decidir por sí mismas el proceder que deben seguir (Deut. 30:19; Jos. 24:15). Este fue el caso de la primera pareja humana, lo que hizo posible que se pudiera ponerse a prueba su devoción a Dios (Gén. 2:15-17). Como su Hacedor, Jehová sabía con qué facultades los había dotado y las Escrituras dejan claro, que Él deseaba una adoración y un servicio que emanaran de mentes y corazones movidos por amor genuino y no por una obediencia mecánica, como de autómatas. Si Adán y su esposa no hubieran tenido libre albedrío, no habrían satisfecho los requisitos de Dios, ni habrían sido completos o perfectos según Sus normas...... y esta es la cuestión.
Ha de recordarse además, que en lo que tiene que ver con el hombre, la perfección es relativa y está circunscrita al ámbito humano. Tenemos que entender que aunque Adán fue creado perfecto, no podía traspasar los límites que el Creador le había fijado, o sea, si intentaba respirar agua en lugar de aire, se ahogaría; y de la misma manera, si se le ocurría desafiar las leyes físicas, como la de la gravedad, por ejemplo y tirarse desde lo alto de un cocotero, por decir algo, las consecuencias serían nefastas. Por otra parte, no podía por ejemplo, comer tierra, piedras o madera, sin sufrir las consecuencias; de manera similar, si permitía que su mente y corazón se alimentaran con pensamientos incorrectos, llegaría a abrigar deseos insanos y, por último, pecaría y moriría. (Sant. 1:14-15).
Está claro entonces, que los factores determinantes son la voluntad y selección personales. Si insistiéramos en que un hombre perfecto no puede adoptar un mal proceder cuando hay una cuestión moral de por medio ¿no deberíamos, por la misma razón, argüir también que una criatura imperfecta, no podría adoptar un proceder correcto si tuviese que decidir sobre esa misma cuestión moral? Y eso podría parecer razonable, sin embargo, hay criaturas imperfectas que sí han adoptado un proceder correcto en asuntos morales que implican obediencia a Dios y hasta han escogido ser perseguidos hasta la muerte antes que transigir, mientras que al mismo tiempo hay quienes escogen hacer lo que saben que es incorrecto. Por consiguiente, no todas las malas acciones pueden justificarse con la imperfección humana; de nuevo, los factores determinantes son la voluntad y la selección personal. Asimismo, en el caso del primer hombre, la perfección humana por sí sola no garantizaba una conducta recta, sino el ejercicio de su libre albedrío y la facultad de selección, impulsados ambos por el amor a su Dios y a lo que es recto (Prov. 4:23).
Como muestran las palabras de Jesús en Juan 8:44 y lo que revela el capítulo 3 de Génesis, el pecado y la imperfección en el ámbito humano, fue antecedido por un proceso semejante en el ámbito de las criaturas celestiales. Aunque la endecha que se halla en Ezeq. 28:12-19, se dirige al “rey de Tiro”, debe ser un reflejo del comportamiento paralelo al del primer hijo celestial de Dios que pecó. La vanidad del “rey de Tiro”, el que se erigiera a sí mismo en “dios”, el que se le llame “querubín” y la referencia al “Edén, el jardín de Dios”, son datos que corresponden a lo que la Biblia dice en relación con Satanás el Diablo: que se hinchó de orgullo, estuvo relacionado con la serpiente edénica y se le llama “el dios de este sistema de cosas” (1 Tim. 3:6; Gén. 3:1-5, 14-15; 2 Cor. 4:4).
El anónimo “rey de Tiro”, que residía en una ciudad sobre la que se afirmaba que era “perfecta en belleza”, estaba él mismo “lleno de sabiduría y era perfecto en hermosura” y estaba “exento de falta” en sus caminos desde que se le creó hasta que la iniquidad se halló en él (Ezeq. 27:3; 28:12, 15). Esta endecha, probablemente puede que tenga su primer cumplimiento en la dinastía de reyes tirios y no en un rey en concreto, si tomamos como referencia la profecía pronunciada en Isa. 14:4-20, en contra del anónimo “rey de Babilonia”. Si eso es así, puede que la endecha haga alusión a las relaciones amistosas y de cooperación que la dinastía de reyes tirios mantuvo con David y Salomón durante sus respectivos reinados, cuando incluso contribuyeron a la edificación del templo de Jehová en el monte Moría. Por lo tanto, al principio no hubo nada que reprochar a la postura oficial del gobierno tirio hacia Israel, el pueblo de Jehová (1 Rey. 5:14-26; 9:10-14). Sin embargo, otros reyes posteriores abandonaron esa postura intachable, “exenta de falta” y Tiro fue condenada por medio de Joel, Amós y Ezequiel, los profetas de Dios. (Joel 3:4-8; Amós 1:9-10; Ezeq. 26:7-14). Al margen de la evidente similitud entre el comportamiento del “rey de Tiro” y el del principal Adversario de Dios, esta profecía es un ejemplo más de cómo las expresiones “perfección” y “exento de tacha” pueden emplearse en sentido relativo; veamos un ejemplo de ello:
El justo Noé, fue “exento de falta entre sus contemporáneos” (Gén. 6:9), pues Job era un hombre “sin culpa y recto” (Job 1:8); y se emplean expresiones similares al hablar de otros siervos de Dios. Sin embargo, como todos eran descendientes del pecador Adán y por consiguiente pecadores, es obvio que tales hombres se hallaban “exentos de falta y sin culpa” en el sentido de que estaban a la altura de lo que Dios requería de ellos y lo que Dios requería de ellos, tenía obviamente en cuenta, sus limitaciones e imperfección (Miq. 6:8). Igual que un alfarero no puede esperar la misma calidad si moldea una vasija con barro común, que si la moldea con arcilla refinada, los requisitos de Jehová toman en consideración la fragilidad de los humanos imperfectos (Sal. 103:10-14; Isa. 64:7-8). Y aunque cometieron errores e incurrieron en males debido a su carne imperfecta, no obstante, hombres fieles manifestaron un “corazón completo” para con Jehová (1 Rey. 11:4; 15:14; 2 Rey. 20:3) y por lo tanto, siempre dentro de sus límites, su devoción era completa, sin fisuras y dentro de sus particulares circunstancias, satisfacían los requisitos divinos. Puesto que el Juez Divino se complacía en su adoración, ninguna criatura humana o celestial tenía base para criticar el servicio de ellos llevaban a cabo en favor de los intereses de Dios (Luc. 1:6; Heb. 11:4-16).
En las Escrituras Griegas Cristianas se reconoce que la imperfección es inherente a la humanidad que desciende de Adán, por eso en Sant. 3:2 y aunque se muestra que el hombre que pudiera dominar la lengua y no tropezar en palabra, sería un “varón perfecto, capaz de refrenar (...) su cuerpo entero”, sin embargo, se nos advierte que en esto “todos tropezamos muchas veces” (Ver vs. 8). No obstante, también en la Biblia se nos habla de ciertas “perfecciones relativas” alcanzadas por el hombre pecaminoso, pues Jesús dijo a sus seguidores: “Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mat. 5:48). En esta ocasión él estaba haciendo referencia al amor y la generosidad y mostrando, que simplemente “amar a los que nos aman” constituía un amor incompleto, defectuoso. Por consiguiente, sus seguidores deberían perfeccionar su amor o completarlo, al amar también a sus enemigos y así imitar el ejemplo de Dios (Mat. 5:43-47). De manera similar, al joven que le preguntó a Jesús cómo obtener la vida eterna, se le mostró que su adoración (que ya presuponía obediencia a los mandamientos de la Ley) aún carecía de algunas características esenciales: si “deseaba ser perfecto”, tenía que desarrollar plenamente su adoración, cumpliendo con estos rasgos:
“Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes y da a los pobres y tendrás tesoro en el cielo y ven, sé mi seguidor”. 22 Al oír el joven este dicho, se fue contristado, porque tenía muchas posesiones.” (Mat. 19:21.22).
El apóstol Juan muestra que el amor de Dios se hace perfecto en los cristianos que permanecen en unión con Él, observan la palabra de su Hijo y se aman unos a otros (1 Juan 2:5; 4:11-19). Este amor perfecto echa fuera el temor y concede “franqueza de expresión” y mostrándonos el contexto, que Juan se refiere en este pasaje a la franqueza de expresión para con Dios, franqueza que habría de tenerse, por ejemplo, al dirigirnos a Él en oración (1 Juan 3:19-22). La persona en la que el amor de Dios alcanza una expresión plena, puede acercarse a su Creador confiado, sin sentirse condenado en su corazón como si fuera un hipócrita o estuviera desaprobado; sabe que observa los mandamientos de Dios y hace lo que le agrada a Este, por lo que se siente libre tanto para expresarse como para hacer sus peticiones a Jehová...... no se siente como si Dios le restringiera el privilegio de lo que puede decir o pedir (Núm. 12:10-15). Tampoco se inhibe por temores mórbidos ni se encamina al “día del juicio” con remordimientos de conciencia o algo que ocultar (Heb. 10:27, 31). Al contrario, igual que un niño que no teme pedir algo a sus amorosos padres, el cristiano en quien el amor está plenamente desarrollado, se siente seguro al dirigirse a su Creador:
“Y esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Además, si sabemos que nos oye respecto a cualquier cosa que estemos pidiendo, sabemos que hemos de tener las cosas pedidas porque se las hemos pedido a él.” (1 Juan 5:14-15).
Sin embargo, este amor perfecto, no echa fuera todo temor; por ejemplo, no elimina el temor reverencial y filial a Dios, que nace de un profundo respeto por la posición que Él ocupa, su poder y su justicia (Sal. 111:9-10; Heb. 11:7). Tampoco suprime el temor normal, gracias al cual una persona puede evitar el peligro y proteger su vida, ni el temor causado por un peligro repentino ( 1 Sam. 21:10-15). Además, la unidad completa se consigue por medio del “vínculo perfecto” del amor, lo que hace que los verdaderos cristianos sean “perfeccionados en uno” (Col. 3:14; Juan 17:23). Naturalmente, esta perfección también es relativa y no significa que desaparecerán todas las diferencias de personalidad, como aptitudes, hábitos, conciencia y otros factores individuales afines; sin embargo, cuando se alcanza, su plenitud conduce a acción, creencia y enseñanza unificadas (Rom. 15:5-6; 1 Cor. 1:10).
Jesús, diferencia de cualquier otra persona, nació como ser humano perfecto, santo, sin pecado (Luc. 1:30-35; Heb. 7:26). Como es natural, su perfección física no era infinita, sino que se hallaba dentro de los límites humanos y experimentó algunas limitaciones propias de su condición humana: se cansó, tuvo hambre y sed: sencillamente era un ser humano, perfecto eso sí, pero humano (Juan 4:6-7; Mat. 4:2). Siendo que el propósito de Jehová Dios era emplear a su Hijo como Sumo Sacerdote a favor de la humanidad y aún a pesar de que era un hombre perfecto, tuvo que ser perfeccionado para acceder a ese puesto con el fin de llegar a satisfacer cabalmente los requisitos que su Padre había fijado y que lo capacitaban para la consecución del fin o la meta asignada. Se exigía que fuera “semejante a sus hermanos en todo respecto”, aguantara el sufrimiento y aprendiera la obediencia bajo prueba, como tendrían que hacerlo sus “hermanos” o seguidores. De esta manera, podría “condolerse de nuestras debilidades, como uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado” (Heb. 2:10-18; 4:15-16; 5:7-10). Además, después de morir como un sacrificio perfecto y resucitar, recibiría vida inmortal en los cielos y así sería “perfeccionado para siempre” para su puesto sacerdotal (Heb 7:28; 9:11-14, 24). Igualmente, todos los que servirán con Cristo como sacerdotes serán “hechos perfectos”, es decir, alcanzarán la inmortalidad como la meta que buscan y a la que han sido llamados, todos aquellos que participan de la primera resurrección y que les concede el reinar con Cristo aquí en la tierra, por espacio de mil años. (Fil. 3:10-11; Rev. 20:6).
A Jesús se le llama el “agente principal (o Caudillo Principal) y perfeccionador de nuestra fe”. (Heb. 12:2). Es cierto que mucho antes de la venida de Jesucristo, la fe de Abrahán fue “perfeccionada” por sus obras de fe y obediencia, de manera que consiguió la aprobación divina y Dios celebró con él un pacto juramentado (Gén. 22:15-18). Pero la fe de todos aquellos hombres fieles anteriores al ministerio terrestre de Jesús era incompleta o imperfecta, pues ellos no comprendían las profecías que para entonces aún no se habían cumplido con relación a Jesús como el Mesías y la Descendencia de Dios (1 Ped. 1:10-12). Con su nacimiento, ministerio, muerte y resurrección a la vida inmortal, estas profecías se cumplieron y la fe en Cristo tuvo un fundamento más firme, respaldado por hechos históricos. Por lo tanto, en este sentido de fe perfeccionada “ha llegado” a través de Cristo Jesús (Gál. 3:24-25), quien demostró ser el “guía” , “jefe” , “caudillo”, “conductor”, “iniciador”, “pionero” o “agente principal” de nuestra fe, según la traducción de las Escrituras que usted use. Desde su actual y temporal posición celestial, el hombre Jesucristo continuó siendo el perfeccionador de la fe de sus seguidores: derramó Espíritu Santo sobre ellos en el Pentecostés y les dio revelaciones que progresivamente alimentaron y aumentaron su fe. (Hech. 2:32-33; Heb. 2:4; Rev. 1:1-2; 22:16).
Después de repasar el registro de hombres fieles del período precristiano, desde Abel en adelante, el apóstol dice que ninguno de estos obtuvo “el cumplimiento de la promesa, puesto que Dios previó algo mejor para nosotros, para que ellos no fueran perfeccionados aparte de nosotros”. (Heb. 11:39-40). En este pasaje, la expresión “nosotros” se refiere claramente a los cristianos ungidos, los “participantes del llamamiento celestial” (Heb. 3:1), por quienes Cristo “inauguró un camino nuevo y vivo” en el lugar santo de la presencia celestial de Dios (Heb. 10:19-20). Ese llamamiento celestial, implica ser reyes y sacerdotes de Dios y de Cristo en el gobierno de su reinado milenario y que será establecido aquí en la tierra, recibiendo asimismo “poder para juzgar”. (Rev. 20:4-6). Parece lógico, entonces, que el “algo mejor” que Dios previó para esos cristianos ungidos sea la vida inmortal y resto de privilegios que ellos reciben (Heb. 11:40). Y si nos permiten un inciso, tenemos que señalar que digan lo que digan algunos estudiosos de la Escrituras, no todos los cristianos reciben este llamamiento y no por ello, dejan de ser cristianos. Recordemos que cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, calificó a dicho grupo de gobernantes asociados, como de rebaño (o manada) pequeño (Luc. 12:32). Y a los que se califica como “escogidos” o “elegidos”, algo que solo puede hacerse de entre iguales, o sea, que de entre muchos, Jehová elige o escoge a unos pocos para una comisión determinada. No olvide que Jesús, escogió a los doce apóstoles para una comisión en particular, de entre otros muchos discípulos:
“Pero cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de “apóstoles”.” (Luc. 6:13).
No obstante, su revelación (la del rebaño pequeño) al intervenir junto a Cristo en la destrucción del inicuo sistema de cosas actual, abre el camino para que aquellos de la creación que procuren alcanzar “la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (el resto de cristianos que no tienen ese llamamiento), consigan la liberación de la esclavitud a la corrupción (Rom. 8:19-22). En Hebreos 11:35, se muestra que los hombres fieles de tiempos pre-cristianos mantuvieron integridad bajo sufrimiento “con el fin de alcanzar una resurrección mejor”, seguramente mejor que la de los muertos mencionados al comienzo del versículo, quienes por medio de Elías y Eliseo, resucitaron solo para volver a morir (1 Rey. 17:17-23; 2 Re 4:32-37; 2 Rey. 13:20-21). Por consiguiente, el que se perfeccione a estos hombres fieles de tiempos pre-cristianos, debe estar relacionado con el que se les resucite o restablezca a la vida y después se les liberte “de la esclavitud a la corrupción” gracias a los servicios del sacerdocio de Cristo Jesús y sus sacerdotes asociados durante el gobierno milenario.
En armonía con la oración: “Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mat. 6:10), este planeta ha de experimentar el efecto y fuerza plenos de la realización de los propósitos de Dios, eso es, la restauración de todas las cosas (Hech. 3:21). El inicuo sistema de cosas controlado por Satanás será destruido; se eliminará toda falta y defecto de los sobrevivientes que continúen demostrando obedientemente su fe, de modo que todo cuanto quede, satisfaga las normas de Dios en cuanto a excelencia, plenitud a cabalidad. De Revelación 5:9-10, se desprende que esto incluirá el perfeccionamiento de las condiciones terrestres y de las criaturas humanas, ya que en ese pasaje se declara que las personas “compradas (o redimidas, según versiones) para Dios” (Rev 14:1, 3), llegan a ser “un reino y sacerdotes para nuestro Dios y han de reinar sobre la tierra” (Rev. 20:6). El deber de los sacerdotes bajo el pacto de la Ley no solo era representar a las personas ante Dios al ofrecer sacrificios, sino también proteger la salud física de la nación, oficiando en la limpieza ceremonial de los que incurriesen en inmundicia y determinando cuándo estaba curado alguien que había padecido lepra (Lev. 13-15) y siendo además, la responsabilidad del sacerdocio, el ayudar al pueblo a elevar su salud mental y espiritual (Deut. 17:8-13; Mal. 2:7). Puesto que la Ley tenía “una sombra de las buenas cosas por venir”, es de esperar que el sacerdocio bajo Cristo Jesús, que actuará durante su reinado milenario (Rev. 20:4-6), ejecute un trabajo similar y con resultados infinitamente superiores. (Heb. 10:1).
El cuadro profético de Rev. 21:1-5, por otra parte, garantiza que la humanidad redimida no tendrá más lágrimas, lamento, clamor, dolor y muerte, pues por medio de Adán, entró en la raza humana el pecado y como consecuencia, el sufrimiento y la muerte (Rom. 5:12); naturalmente, todo esto forma parte de las “cosas anteriores” que han de desaparecer. La muerte, como “el salario del pecado” y “el último enemigo”, será reducida a la nada por medio del gobierno del Reino de Cristo (Rom. 6:23; 1 Co 15:25- 26; 56). Esto significa para la humanidad obediente, el regresar a la perfección de que disfrutaba el hombre en Edén al principio de la historia y por lo que, los seres humanos podrán disfrutar no solo de perfección en cuanto a fe y amor, sino también de perfección en lo que respecta a estar totalmente libres de la tendencia al pecado; estarán, plenamente y sin defecto, a la altura de las justas normas de Dios para el hombre. La profecía de Revelación 21:1-5 también tiene que ver con el Reino de mil años de Cristo, ya que a la “Nueva Jerusalén”, cuyo descenso del cielo está directamente relacionado con la desaparición de las aflicciones de la humanidad, se la muestra como “novia” o congregación glorificada de Cristo, es decir: los que componen el sacerdocio real del gobierno milenario de Cristo (Rev. 21:9-10; Efe. 5:25-32; 1 Ped. 2:9).
Sin embargo, debemos de incidir, en que la perfección de la humanidad será relativa y limitada al ámbito humano, pero no obstante, quienes la consigan gozarán a plenitud de la vida terrestre. La expresión “el regocijo hasta la satisfacción plena está con el rostro de Jehová” y el que “la tienda de Dios esté con la humanidad”, indica que se refiere a la humanidad obediente, aquellos hacia quienes el rostro de Jehová se vuelve con aprobación (Sal. 16:11; Rev. 21:3). No obstante, la perfección no significa que no haya variedad, como a menudo concluyen algunas personas y que sin ir más lejos, tenemos como ejemplo al reino animal, que producto de la “actividad perfecta” de Jehová (Gén. 1:20-24; Deut. 32:4), encierra una gran variedad. La perfección del planeta Tierra tampoco es incompatible con la variedad, el cambio o el contraste y admite lo sencillo y lo complejo, lo simple y lo elaborado, lo amargo y lo dulce, lo áspero y lo suave, los prados y los bosques, las montañas y los valles, así como las distintas características de la misma raza humana. Abarca el frescor estimulante de la incipiente primavera, el calor del verano con su cielo azul translúcido, la hermosura de los colores otoñales y la belleza de la nieve recién caída (Gén. 8:22). Los humanos perfectos no serán criaturas estereotipadas, con personalidad, talento y aptitudes idénticos...... como queda demostrado al mirar nuestro entorno, la uniformidad no es necesariamente una acepción de perfección.
Y hasta aquí, queridos amigos, el punto de vista que queríamos compartir con ustedes. Y ya saben, cojan sus ejemplares de las Escrituras y comprueben por ustedes mismos, si todo lo que les hemos dicho se ajusta a lo que entienden de lo que leen. Porque en definitiva, de donde van a aprender no es de lo que decimos nosotros, sino de lo que dice la Biblia. Y es que nosotros solo nos limitamos, a explicar o desarrollar, aquello que entendemos que dicen los textos bíblicos.
MABEL
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jueves, 13 de mayo de 2010
Usted…… y el Salmo 91
Probablemente es usted una persona bien informada y sabe por lo tanto, como está la situación mundial en este momento. Si además es lector asiduo de esta u otras páginas de contenido bíblico, estará al tanto, acerca de que los innumerables problemas por los que está pasando la humanidad, están cumpliendo profecía bíblica. Luego como seguramente sabe, en los capítulos 24 de Mateo, 21 de Lucas y 13 de Marcos, están contenidas las palabras que Jesús pronunció, relativas a las circunstancias caóticas que marcarían el final de una época o etapa vivida por el ser humano en este planeta, para ser seguida por otra totalmente distinta de paz y felicidad y que conocemos como el Reino de Dios. Pero antes que eso llegara, la situación aquí en la tierra, se haría totalmente insostenible:
“También, habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas y sobre la tierra angustia de naciones, por no conocer la salida a causa del bramido del mar y de su agitación, 26 mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada; porque los poderes de los cielos serán sacudidos.” (Luc. 21:25-26).
Y Jesús que sabía de lo que estaba hablando, comparó estos tiempos finales a aquellos que tuvieron que ver con el Diluvio Universal y de cuya autenticidad, ya no duda casi nadie:
“Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. 38 Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:37-39).
Luego no nos tendríamos que tomar las cosas en broma, tal como hicieron esas personas antediluvianas “que no hicieron caso”, porque la cosa va muy en serio.
Son muchas las profecías registradas, que señalan un día en el que nuestro Creador ha marcado como final de este sistema mundial, tal y como lo conocemos. Y aunque la mayoría de las profecías de los antiguos profetas, tuvieron un cumplimiento puntual con la nación de Israel, es cierto sin embargo, que la mayoría de ellas apuntaban hacia un cumplimiento mayor a escala mundial; entre ellas tenemos la registrada en Sof. 1:14-18:
“El gran día de Jehová está cerca. Está cerca y hay un apresurarse muchísimo de él. El sonido del día de Jehová es amargo. Allí un hombre poderoso da un grito. 15 Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas, 16 día de cuerno y de señal de alarma, contra las ciudades fortificadas y contra las elevadas torres de las esquinas. 17 Y ciertamente causaré angustia a la humanidad y ciertamente andarán como ciegos; porque han pecado contra Jehová. Y su sangre realmente será derramada como polvo y sus entrañas como el estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque él hará un exterminio, realmente uno terrible, de todos los habitantes de la tierra.”
O sea que lo dicho, de broma, nada de nada; sin embargo y aunque se nos diga que todos los habitantes de la tierra serán destruidos, lo cierto es que habrá sobrevivientes, como los ha habido en todos los juicios que Jehová ha traído sobre los hombres, en sus respectivos momentos (esa aparente contradicción, se puede resolver fácilmente). En el juicio del Diluvio, hubo sobrevivientes; en la destrucción de Sodoma y Gomorra, también; en la destrucción de Jerusalén en 587 a.E.C., hubieron sobrevivientes que fueron deportados a Babilonia, iniciaron allí una nueva vida y constituyeron la base para el núcleo de judíos que posteriormente regresó a Israel. Y finalmente, cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 E.C. por los romanos, también hubo un grupo de seguidores de Jesús, que mediante a hacer caso de sus advertencias y actuar en el momento oportuno, consiguieron la salvación. Y ya de las palabras de Jesús en Mat. 24:22, se infiere que habrá supervivientes:
“De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados.”
Luego con esa finalidad, la de que hubieran supervivientes, los días de tribulación serían acortados...... ahora bien ¿cuántos supervivientes? ¿Solo unos pocos, proporcionalmente hablando, como afirman, por ejemplo los TJ y que según ellos, serán únicamente los seguidores que se cuentan entre sus filas y que vendrían a ser más o menos, como el uno por mil de la actual población humana, los que se salvarán? Bueno, no deja de ser una idea como otra cualquiera, pero según el libro de Revelación, parece que se nos quiere decir algo más:
“Después de estas cosas vi, y ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos (……) De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Rev. 7:9; 14).
Luego lo que está claro es que habrá una inmensa cantidad de sobrevivientes, de personas que en última instancia y con motivo de la venidera gran predicación anunciada por Jesús (Mat. 24:14), aceptarán el valor supremo de su sangre derramada a favor nuestro y confiarán en Jehová y su promesa de un nuevo mundo y un nuevo cielo, esto es, una nueva sociedad humana obediente y de un nuevo gobierno encabezado por su Hijo Jesucristo y sus gobernantes asociados. En ese momento, se iniciará el milenio o el período de gobierno teocrático (dirigido por Dios, por medio de Jesucristo) de mil años y en donde se producirán los cambios más pasmosos que usted se pueda imaginar, hasta devolver al ser humano, entorno incluido, al estado de perfección del que gozaron nuestros primeros padres Adán y Eva; veamos cómo nos lo explica la Biblia.
Una de las cosas más deseables y necesarias para que el hombre pueda desarrollarse física, síquica y espiritualmente, es con toda seguridad la tenencia de paz. Y esa situación es la que nos asegura el Salmo 37:11:
“Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”
Y por ello deducimos, que la existencia de paz, tiene que ser mucho más que la ausencia de guerra, por lo tanto, es necesario que para gozar de esa “abundancia de paz”, tengan que darse determinadas circunstancias. Veamos que se va a producir durante el milenio, que nos va a permitir gozar de una auténtica paz, al tiempo que en ese momento se dará inicio a la mayor obra restauradora jamás concebida por el ser humano, en donde, por ejemplo, los muertos serán resucitados:
“….y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.” (Hech. 24:15).
Con lo cual, se va a arrancar de nuestro corazón, el dolor ocasionado por la pérdida de seres queridos y que además permitirá, dependiendo de cómo actúen durante ese tiempo de mil años y en respuesta a las provisiones espirituales que se van a derramar, que obtengan la oportunidad de poder alcanzar la vida eterna al final del milenio. Por otra parte, la voluntad de Dios es que los seres humanos vivan en perfecta paz y armonía entre ellos:
“Y muchos pueblos ciertamente irán y dirán: “Vengan y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos y ciertamente andaremos en sus sendas”. Porque de Sión saldrá ley y de Jerusalén la palabra de Jehová. 4 Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.” (Isa. 2:3-4).
Las guerras, el terrorismo o violencia de alguna clase, serán cosas del pasado, debido a que la humanidad “será instruida en los caminos de Jehová”
Pero es que la paz perfecta entre los hombres, será extendida y totalmente restaurada, entre estos y los animales salvajes, tal como era en un principio:
“Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.” (Isa. 11:6-9).
Las condiciones físicas del ser humano también serán restauradas, así como su entorno medio ambiental, tan necesario para el pleno desarrollo de la especie humana:
“En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría. Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.” (Isa. 35:5-7).
Hasta las personas que cargadas de años, consigan sobrevivir a esa gran tribulación por venir, se las devolverá a su condición anterior de pleno vigor juvenil:
“Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.” (Job 33:25).
Efectivamente, las personas que ya tengan una edad avanzada, o sea, que ya más o menos rebasados los 60 y que empiecen a notar que su cuerpo empieza a fallar en algunos puntos y si consiguen pasar, los que lo consigan, verán como de forma milagrosa, su proceso celular degenerativo cambiará de tendencia y devolverá sus cuerpos a su máximo vigor y potencial de la juventud. La vejez, sencillamente, dejará de existir, al igual que la muerte, la enfermedad y tantas y tantas otras cosas que actualmente nos perturban, llegarán a ser cosas del pasado; porque ¿qué hay del trabajo y de una vivienda digna, así como de la calidad de vida, tan deteriorados hoy en día?...... pues también ese será un problema del pasado, según Isa. 65:21-24:
“Y ciertamente edificarán casas y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal. 23 No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que está compuesta de los benditos de Jehová y sus descendientes con ellos. 24 Y realmente sucederá que, antes que ellos clamen, yo mismo responderé; mientras todavía estén hablando, yo mismo oiré.”
Ahora bien, pero ¿qué habrá que hacer para sobrevivir y gozar de todas esas provisiones, generadoras de paz perfecta y de la atención amorosa de nuestro propio Creador? Porque seguramente usted recordará, que en los ejemplos que hemos citado de la profecía, siempre ha habido un lugar en donde Jehová ha colocado a sus fieles para ser preservados del desastre que Él había determinado para los desobedientes. Siempre ha habido un lugar al cual dirigirse, en busca de salvación: Noé y familia, en un arca flotante; en 587 a.E.C., entregándose sencillamente a los ejércitos sitiadores y en cuanto a Lot y familia, así como a los sobrevivientes de la destrucción de Jerusalén del año 70 E.C., pues huyendo del lugar en cuestión. Pero hoy en día y en un mundo tan globalizado y con tantas y mortíferas armas de destrucción masiva ¿a dónde huir o dónde esconderse? Porque la radioactividad, los efectos de las armas bacteriológicas, así como los gases venenosos, no conocen fronteras; luego, ¿cómo seremos protegidos?
¿Usted ha leído alguna vez, dicho Salmo 91? ¿No? Pues…... ¿qué le parece, si lo leemos juntos?
Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo
se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso.
2 Ciertamente diré a Jehová: “Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte,
mi Dios, en quien de veras confiaré”.
3 Porque él mismo te librará de la trampa del pajarero,
de la peste que causa adversidades.
4 Con sus plumas remeras obstruirá el acceso a ti
y debajo de sus alas te refugiarás.
Su apego a la verdad será un escudo grande y baluarte.
5 No tendrás miedo de nada pavoroso de noche,
ni de la flecha que vuela de día,
6 ni de la peste que anda en las tinieblas,
ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía.
7 Mil caerán a tu lado mismo
y diez mil a tu diestra;
a ti no se te acercará.
8 Solo con tus ojos seguirás mirando
y verás la retribución misma de los inicuos.
9 Porque tú dijiste: “Jehová es mi refugio” y
has hecho al Altísimo mismo tu morada,
10 no te acaecerá ninguna calamidad
y ni siquiera una plaga se acercará a tu tienda.
11 Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti,
para que te guarden en todos tus caminos.
12 Sobre sus manos te llevarán,
para que no des con tu pie contra piedra alguna.
13 Sobre el león joven y la cobra pisarás;
hollarás al leoncillo crinado y a la culebra grande.
14 Porque en mí él ha puesto su cariño,
yo también le proveeré escape.
Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre.
15 Él me invocará y yo le responderé.
Estaré con él en la angustia.
Lo libraré y lo glorificaré.
16 Con largura de días lo satisfaré
y le haré ver la salvación por mí.
Es cierto que el ser humano en sus limitaciones, le es imposible (por lo menos a nosotros) saber cómo lo va a hacer Jehová para darnos este tipo de salvación, de tal manera que ni peste, ni radiación, ni ningún tipo de “plaga” de las modernas armas de destrucción masiva con las que cuenta el hombre (y se van a utilizar), nos llegue a afectar (verso 6; 10). Pero no obstante, analice este salmo con detenimiento, sobre todo pause en el versículo 7 y piense que eso es lo que va a hacer Jehová, para con todas aquellas personas que confíen en Él, en esos caóticos momentos por los que va a transitar la humanidad. Y aunque porciones del mismo, también se han aplicado a Jesús, lo cierto es que aplican a todos aquellos que pongan su confianza en Dios, porque eso es lo que nos dice el primer versículo de dicho salmo, sea cual sea la forma de verterlo las distintas traducciones que usted use. A nosotros personalmente, nos parece que esa fórmula de: “Cualquiera que more…...”, es la que más se ajusta al sentido expresado en todo el salmo, pero como dicen que para gustos, están los colores…… pues eso.
Y lo dicho es todo querido amigo; y por supuesto, que usted es libre de pensar que lo que le hemos contado podrá ser cierto o no, pero no se olvide de una cosa: eso es lo que nos dice la Palabra de Dios la Biblia y la palabra de Jehová, nunca deja de cumplirse:
“Porque tal como la lluvia fuerte desciende y la nieve, desde los cielos y no vuelve a ese lugar, a menos que realmente sature la tierra y la haga producir y brotar y realmente se dé semilla al sembrador y pan al que come, 11 así resultará ser mi palabra que sale de mi boca. No volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado.” (Isa. 55:10-11).
Luego todo lo que está profetizado, ocurrirá prescindiendo de lo que opinen las personas y por ello, la salvación, su salvación y la de los suyos, depende de lo que ustedes hagan. Una buena medida que le puede ayudar a tomar la decisión correcta, es el continuar leyéndonos al tiempo que comprueba con su propia Biblia, si lo que le decimos se ajusta a lo que usted entiende. Y no lo olvide: su futuro de paz y felicidad en un nuevo mundo, está en juego.
MABEL
Probablemente es usted una persona bien informada y sabe por lo tanto, como está la situación mundial en este momento. Si además es lector asiduo de esta u otras páginas de contenido bíblico, estará al tanto, acerca de que los innumerables problemas por los que está pasando la humanidad, están cumpliendo profecía bíblica. Luego como seguramente sabe, en los capítulos 24 de Mateo, 21 de Lucas y 13 de Marcos, están contenidas las palabras que Jesús pronunció, relativas a las circunstancias caóticas que marcarían el final de una época o etapa vivida por el ser humano en este planeta, para ser seguida por otra totalmente distinta de paz y felicidad y que conocemos como el Reino de Dios. Pero antes que eso llegara, la situación aquí en la tierra, se haría totalmente insostenible:
“También, habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas y sobre la tierra angustia de naciones, por no conocer la salida a causa del bramido del mar y de su agitación, 26 mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada; porque los poderes de los cielos serán sacudidos.” (Luc. 21:25-26).
Y Jesús que sabía de lo que estaba hablando, comparó estos tiempos finales a aquellos que tuvieron que ver con el Diluvio Universal y de cuya autenticidad, ya no duda casi nadie:
“Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. 38 Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:37-39).
Luego no nos tendríamos que tomar las cosas en broma, tal como hicieron esas personas antediluvianas “que no hicieron caso”, porque la cosa va muy en serio.
Son muchas las profecías registradas, que señalan un día en el que nuestro Creador ha marcado como final de este sistema mundial, tal y como lo conocemos. Y aunque la mayoría de las profecías de los antiguos profetas, tuvieron un cumplimiento puntual con la nación de Israel, es cierto sin embargo, que la mayoría de ellas apuntaban hacia un cumplimiento mayor a escala mundial; entre ellas tenemos la registrada en Sof. 1:14-18:
“El gran día de Jehová está cerca. Está cerca y hay un apresurarse muchísimo de él. El sonido del día de Jehová es amargo. Allí un hombre poderoso da un grito. 15 Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas, 16 día de cuerno y de señal de alarma, contra las ciudades fortificadas y contra las elevadas torres de las esquinas. 17 Y ciertamente causaré angustia a la humanidad y ciertamente andarán como ciegos; porque han pecado contra Jehová. Y su sangre realmente será derramada como polvo y sus entrañas como el estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque él hará un exterminio, realmente uno terrible, de todos los habitantes de la tierra.”
O sea que lo dicho, de broma, nada de nada; sin embargo y aunque se nos diga que todos los habitantes de la tierra serán destruidos, lo cierto es que habrá sobrevivientes, como los ha habido en todos los juicios que Jehová ha traído sobre los hombres, en sus respectivos momentos (esa aparente contradicción, se puede resolver fácilmente). En el juicio del Diluvio, hubo sobrevivientes; en la destrucción de Sodoma y Gomorra, también; en la destrucción de Jerusalén en 587 a.E.C., hubieron sobrevivientes que fueron deportados a Babilonia, iniciaron allí una nueva vida y constituyeron la base para el núcleo de judíos que posteriormente regresó a Israel. Y finalmente, cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 E.C. por los romanos, también hubo un grupo de seguidores de Jesús, que mediante a hacer caso de sus advertencias y actuar en el momento oportuno, consiguieron la salvación. Y ya de las palabras de Jesús en Mat. 24:22, se infiere que habrá supervivientes:
“De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados.”
Luego con esa finalidad, la de que hubieran supervivientes, los días de tribulación serían acortados...... ahora bien ¿cuántos supervivientes? ¿Solo unos pocos, proporcionalmente hablando, como afirman, por ejemplo los TJ y que según ellos, serán únicamente los seguidores que se cuentan entre sus filas y que vendrían a ser más o menos, como el uno por mil de la actual población humana, los que se salvarán? Bueno, no deja de ser una idea como otra cualquiera, pero según el libro de Revelación, parece que se nos quiere decir algo más:
“Después de estas cosas vi, y ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos (……) De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Rev. 7:9; 14).
Luego lo que está claro es que habrá una inmensa cantidad de sobrevivientes, de personas que en última instancia y con motivo de la venidera gran predicación anunciada por Jesús (Mat. 24:14), aceptarán el valor supremo de su sangre derramada a favor nuestro y confiarán en Jehová y su promesa de un nuevo mundo y un nuevo cielo, esto es, una nueva sociedad humana obediente y de un nuevo gobierno encabezado por su Hijo Jesucristo y sus gobernantes asociados. En ese momento, se iniciará el milenio o el período de gobierno teocrático (dirigido por Dios, por medio de Jesucristo) de mil años y en donde se producirán los cambios más pasmosos que usted se pueda imaginar, hasta devolver al ser humano, entorno incluido, al estado de perfección del que gozaron nuestros primeros padres Adán y Eva; veamos cómo nos lo explica la Biblia.
Una de las cosas más deseables y necesarias para que el hombre pueda desarrollarse física, síquica y espiritualmente, es con toda seguridad la tenencia de paz. Y esa situación es la que nos asegura el Salmo 37:11:
“Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”
Y por ello deducimos, que la existencia de paz, tiene que ser mucho más que la ausencia de guerra, por lo tanto, es necesario que para gozar de esa “abundancia de paz”, tengan que darse determinadas circunstancias. Veamos que se va a producir durante el milenio, que nos va a permitir gozar de una auténtica paz, al tiempo que en ese momento se dará inicio a la mayor obra restauradora jamás concebida por el ser humano, en donde, por ejemplo, los muertos serán resucitados:
“….y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.” (Hech. 24:15).
Con lo cual, se va a arrancar de nuestro corazón, el dolor ocasionado por la pérdida de seres queridos y que además permitirá, dependiendo de cómo actúen durante ese tiempo de mil años y en respuesta a las provisiones espirituales que se van a derramar, que obtengan la oportunidad de poder alcanzar la vida eterna al final del milenio. Por otra parte, la voluntad de Dios es que los seres humanos vivan en perfecta paz y armonía entre ellos:
“Y muchos pueblos ciertamente irán y dirán: “Vengan y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos y ciertamente andaremos en sus sendas”. Porque de Sión saldrá ley y de Jerusalén la palabra de Jehová. 4 Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.” (Isa. 2:3-4).
Las guerras, el terrorismo o violencia de alguna clase, serán cosas del pasado, debido a que la humanidad “será instruida en los caminos de Jehová”
Pero es que la paz perfecta entre los hombres, será extendida y totalmente restaurada, entre estos y los animales salvajes, tal como era en un principio:
“Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.” (Isa. 11:6-9).
Las condiciones físicas del ser humano también serán restauradas, así como su entorno medio ambiental, tan necesario para el pleno desarrollo de la especie humana:
“En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría. Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.” (Isa. 35:5-7).
Hasta las personas que cargadas de años, consigan sobrevivir a esa gran tribulación por venir, se las devolverá a su condición anterior de pleno vigor juvenil:
“Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.” (Job 33:25).
Efectivamente, las personas que ya tengan una edad avanzada, o sea, que ya más o menos rebasados los 60 y que empiecen a notar que su cuerpo empieza a fallar en algunos puntos y si consiguen pasar, los que lo consigan, verán como de forma milagrosa, su proceso celular degenerativo cambiará de tendencia y devolverá sus cuerpos a su máximo vigor y potencial de la juventud. La vejez, sencillamente, dejará de existir, al igual que la muerte, la enfermedad y tantas y tantas otras cosas que actualmente nos perturban, llegarán a ser cosas del pasado; porque ¿qué hay del trabajo y de una vivienda digna, así como de la calidad de vida, tan deteriorados hoy en día?...... pues también ese será un problema del pasado, según Isa. 65:21-24:
“Y ciertamente edificarán casas y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal. 23 No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que está compuesta de los benditos de Jehová y sus descendientes con ellos. 24 Y realmente sucederá que, antes que ellos clamen, yo mismo responderé; mientras todavía estén hablando, yo mismo oiré.”
Ahora bien, pero ¿qué habrá que hacer para sobrevivir y gozar de todas esas provisiones, generadoras de paz perfecta y de la atención amorosa de nuestro propio Creador? Porque seguramente usted recordará, que en los ejemplos que hemos citado de la profecía, siempre ha habido un lugar en donde Jehová ha colocado a sus fieles para ser preservados del desastre que Él había determinado para los desobedientes. Siempre ha habido un lugar al cual dirigirse, en busca de salvación: Noé y familia, en un arca flotante; en 587 a.E.C., entregándose sencillamente a los ejércitos sitiadores y en cuanto a Lot y familia, así como a los sobrevivientes de la destrucción de Jerusalén del año 70 E.C., pues huyendo del lugar en cuestión. Pero hoy en día y en un mundo tan globalizado y con tantas y mortíferas armas de destrucción masiva ¿a dónde huir o dónde esconderse? Porque la radioactividad, los efectos de las armas bacteriológicas, así como los gases venenosos, no conocen fronteras; luego, ¿cómo seremos protegidos?
¿Usted ha leído alguna vez, dicho Salmo 91? ¿No? Pues…... ¿qué le parece, si lo leemos juntos?
Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo
se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso.
2 Ciertamente diré a Jehová: “Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte,
mi Dios, en quien de veras confiaré”.
3 Porque él mismo te librará de la trampa del pajarero,
de la peste que causa adversidades.
4 Con sus plumas remeras obstruirá el acceso a ti
y debajo de sus alas te refugiarás.
Su apego a la verdad será un escudo grande y baluarte.
5 No tendrás miedo de nada pavoroso de noche,
ni de la flecha que vuela de día,
6 ni de la peste que anda en las tinieblas,
ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía.
7 Mil caerán a tu lado mismo
y diez mil a tu diestra;
a ti no se te acercará.
8 Solo con tus ojos seguirás mirando
y verás la retribución misma de los inicuos.
9 Porque tú dijiste: “Jehová es mi refugio” y
has hecho al Altísimo mismo tu morada,
10 no te acaecerá ninguna calamidad
y ni siquiera una plaga se acercará a tu tienda.
11 Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti,
para que te guarden en todos tus caminos.
12 Sobre sus manos te llevarán,
para que no des con tu pie contra piedra alguna.
13 Sobre el león joven y la cobra pisarás;
hollarás al leoncillo crinado y a la culebra grande.
14 Porque en mí él ha puesto su cariño,
yo también le proveeré escape.
Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre.
15 Él me invocará y yo le responderé.
Estaré con él en la angustia.
Lo libraré y lo glorificaré.
16 Con largura de días lo satisfaré
y le haré ver la salvación por mí.
Es cierto que el ser humano en sus limitaciones, le es imposible (por lo menos a nosotros) saber cómo lo va a hacer Jehová para darnos este tipo de salvación, de tal manera que ni peste, ni radiación, ni ningún tipo de “plaga” de las modernas armas de destrucción masiva con las que cuenta el hombre (y se van a utilizar), nos llegue a afectar (verso 6; 10). Pero no obstante, analice este salmo con detenimiento, sobre todo pause en el versículo 7 y piense que eso es lo que va a hacer Jehová, para con todas aquellas personas que confíen en Él, en esos caóticos momentos por los que va a transitar la humanidad. Y aunque porciones del mismo, también se han aplicado a Jesús, lo cierto es que aplican a todos aquellos que pongan su confianza en Dios, porque eso es lo que nos dice el primer versículo de dicho salmo, sea cual sea la forma de verterlo las distintas traducciones que usted use. A nosotros personalmente, nos parece que esa fórmula de: “Cualquiera que more…...”, es la que más se ajusta al sentido expresado en todo el salmo, pero como dicen que para gustos, están los colores…… pues eso.
Y lo dicho es todo querido amigo; y por supuesto, que usted es libre de pensar que lo que le hemos contado podrá ser cierto o no, pero no se olvide de una cosa: eso es lo que nos dice la Palabra de Dios la Biblia y la palabra de Jehová, nunca deja de cumplirse:
“Porque tal como la lluvia fuerte desciende y la nieve, desde los cielos y no vuelve a ese lugar, a menos que realmente sature la tierra y la haga producir y brotar y realmente se dé semilla al sembrador y pan al que come, 11 así resultará ser mi palabra que sale de mi boca. No volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado.” (Isa. 55:10-11).
Luego todo lo que está profetizado, ocurrirá prescindiendo de lo que opinen las personas y por ello, la salvación, su salvación y la de los suyos, depende de lo que ustedes hagan. Una buena medida que le puede ayudar a tomar la decisión correcta, es el continuar leyéndonos al tiempo que comprueba con su propia Biblia, si lo que le decimos se ajusta a lo que usted entiende. Y no lo olvide: su futuro de paz y felicidad en un nuevo mundo, está en juego.
MABEL
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domingo, 9 de mayo de 2010
“…… mientras pueda ser hallado.”
Existe un refrán en España, que dice lo siguiente: “Solo se acuerdan de Sta. Bárbara, cuando truena.” Y eso se dice de aquellas personas que solo buscan el remedio o solución a un problema, cuando ya lo tienen encima y no habiéndose preocupado en absoluto por él, de forma previsora, hasta ese momento. Y de lo que estamos hablando aquí, es de algo muy serio, dado que tiene que ver con nuestro Creador y su relación con nosotros, porque esta palabras forman parte de un texto bíblico registrado en el libro de Isaías y en donde leemos lo siguiente:
“Busquen a Jehová mientras pueda ser hallado. Clamen a él mientras resulte estar cerca.” (Isa. 55:6).
Luego por lo que leemos aquí, parece ser que Jehová no siempre puede ser hallado y no siempre lo tenemos cerca. Siendo esto así, lo razonable sería que buscásemos en el registro bíblico, algunas situaciones en las cuales nuestro Creador no se dejó hallar, así como las circunstancias que provocaron esta situación; para ello nos situaremos en primer lugar, en un momento de la historia del ser humano aquí en la Tierra, más o menos 1.500 años después de su creación. Esta historia o relato, se la conoce como el Diluvio Universal, o sea, cuando Dios arruinó la Tierra mediante un brutal anegamiento en agua y siendo las cosas más o menos así: A los ojos de Jehová, las condiciones en la tierra ya no eran las más idóneas, por decirlo de alguna manera:
“Por consiguiente, Jehová vio que la maldad del hombre abundaba en la tierra y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo. 6 Y Jehová sintió pesar por haber hecho a hombres en la tierra y se sintió herido en el corazón. 7 De modo que Jehová dijo: “Voy a borrar de sobre la superficie del suelo a hombres que he creado, desde hombre hasta animal doméstico, hasta animal moviente y hasta criatura voladora de los cielos, porque de veras me pesa haberlos hecho.” (Gén. 6:5-7).
Sin embargo, en el versículo siguiente, el 8, se nos dice que alguien había conseguido hallar favor a sus ojos: Noé y pasando a ser este, el protagonista de nuestra historia. Es justo señalar, que esta destrucción, no sobrevino por sorpresa para aquella generación, sino que esta dispuso de un tiempo en el que Jehová aún podía ser hallado y según nos confirma Gén. 6:3:
“Después de eso dijo Jehová: “Ciertamente no obrará mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido, ya que él también es carne. Por consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser ciento veinte años.”
Sin embargo y a tenor del registro bíblico, en sí la construcción del arca flotante, pudo durar entre los cuarenta y cincuenta años y durante el cual tiempo, se mantuvo la oportunidad de hallar a Jehová. No solo porque la obra en sí misma era un importante reclamo o anuncio de algo importante por acontecer, sino porque el mismo Noé, se preocupó de dar el anuncio correspondiente; no olvidemos que en 2 Ped. 2:5, se le identifica como predicador de justicia:
“…. y no se contuvo de castigar a un mundo antiguo, sino que guardó en seguridad a Noé, predicador de justicia, con otras siete personas cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía.”
Pero las personas, incomprensiblemente pasaron por alto tales hechos y continuaron su vida, sin hacer caso; llegado el momento, Jehová mandó a Noé y familia subir al arca y esperar:
“Porque dentro de solo siete días más voy a hacer que llueva sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y ciertamente borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho.” (Gén. 7:4).
Y se acabó el tiempo para poder hallar a Jehová: “…... Después Jehová cerró tras él la puerta.” (Gén. 7:16).
Durante siete días, en el exterior del arca, las cosas continuaron igual para aquella generación corrupta, es más, nos podemos imaginar y durante el paso de los días sin ocurrir nada, que las burlas irían en constante aumento. Un detalle a tener en cuenta, es que probablemente esa generación aún no sabía lo que era llover, ya que la Biblia enseña que antes del diluvio, una capa de agua rodeaba la tierra y la cual capa o manto envolvente, es mencionado en Gén. 1:6 y 2 Ped. 3:5. La narración de la creación en Gén. 2:5-6, registra que Jehová no había hecho llover sobre la tierra y que “una neblina” (o “vapor de agua”, según traducciones) salía y regaba la faz de todo el suelo; de hecho Génesis no menciona otra forma de precipitación hasta que el diluvio trajo la lluvia por 40 días y 40 noches. Muchos son los que enseñan categóricamente que la lluvia nunca cayó antes del diluvio y aunque eso es probablemente cierto, tal como nosotros así lo apuntamos, sin embargo no puede ser enseñado de forma dogmática porque la Biblia simplemente no menciona en concreto de este asunto. Solo deducimos, que si la capa de agua que es mencionada en Gén. 1:6-7, incrementaba la presión del aire como muchos científicos piensan que lo hacía, la lluvia no era posible. Por lo tanto, podría ser que Noé predicara que la lluvia vendría del cielo y la gente, escéptica, se riera de él tal como hoy sucede cuando los cristianos explican que Jesús vendrá del cielo literalmente (algo que nunca ha pasado) para ejecutar el juicio divino sobre la humanidad (Hech. 1:11).
Lo que aconteció a continuación, es historia escrita; pero la cuestión que planteamos, es que aquella generación no buscó a Dios cuando aún podía ser hallado y aunque es muy probable que para cuando empezaron a caer las primeras gotas y vieron que la cosa iba en serio, se volvieran para invocar a Jehová por ayuda, la oportunidad se había acabado: ya no fueron escuchados...... sencillamente, Jehová ya no podía ser hallado.
Otro hecho significativo, es el que tuvo que ver con la destrucción de Jerusalén por las fuerzas babilónicas de Nabucodonosor en 587 a.E.C. Ya por muchos años, los judíos habían recibido mensajes de advertencia por medio de distintos profetas (por casi 200 años antes) de tan trágico fin, entre ellos Isaías, Oseas, Miqueas..…. pero lejos de un arrepentimiento sincero, el pueblo de Dios, Israel, continuó con su irreverente actitud hacia su Dios, sin prestar la más mínima atención a Sus profetas y aún para cuando, ya con Jerusalén sitiada, se les advirtió que debían de entregarse al ejército sitiador para salvar su vida, continuaron sin hacer caso:
“Pero el que salga a los caldeos es el que seguirá viviendo y el que ciertamente llegará a tener su alma como despojo y viva.” (Jer. 38:2b).
Y es cierto que la idea de entregarse a sus sitiadores no era de las más atractivas, habida cuenta de la crueldad que desplegaban los caldeos con sus prisioneros, como reconoce la misma Palabra de Dios:
“Esto es lo que ha dicho Jehová: “¡Mira! Viene un pueblo de la tierra del norte y hay una nación grande a la que se despertará desde las partes más remotas de la tierra. 23 Empuñarán el arco y la jabalina. Es un pueblo cruel y no tendrán piedad. Su misma voz resonará justamente como el mar y sobre caballos montarán. Está dispuesto en orden de batalla como un hombre de guerra contra ti, oh hija de Sión.” (Jer. 6:23).
Pero lo cierto, es que aquellos que ejercieron fe en Jehová y confiaron de verdad en Él, entregándose a los caldeos, salvaron su vida y quedaron lejos de las brutales penalidades que sí sufrieron los que no confiaron en Jehová, cuando este aún extendía dicha oportunidad; esto es lo que nos dice Jer. 38:2a:
“Esto es lo que ha dicho Jehová: El que continúe morando en esta ciudad es el que morirá a espada, del hambre y de la peste.”
Cuando el sitio se cerró, se acabó el tiempo de poder hallar a Dios y lo que siguió, también es historia escrita: Jerusalén, como último bastión de Judá, fue destruida, quemada completamente con fuego y los sobrevivientes, deportados como esclavos a la lejana Babilonia...... triste final, para unas personas que no buscaron a Jehová, mientras este aún podía ser hallado.
Otro ejemplo de las consecuencias de no buscar a Jehová mientras puede ser hallado, lo tenemos en un registro más cercano y que tiene que ver con los contemporáneos de Jesús. Estos recibieron por activa y por pasiva, el mensaje de una venidera destrucción de Jerusalén y por boca del mismísimo Hijo de Dios, sin embargo y lejos de hacer caso, estuvieron de acuerdo con sus dirigentes en el asesinato de Jesús como un vulgar criminal:
“Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: "¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!" 19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. 20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, 21 pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícale, crucifícale!" 22 Por tercera vez les dijo: "Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré." 23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. 24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.” (Luc. 23:18-24).
Sin embargo y a pesar de eso, aún por un largo tiempo después, esas personas dispusieron de la posibilidad de hallar a Jehová y reconducir su situación. Veamos como transcurrieron los hechos: después de algunos actos de rebelión por parte de los judíos en contra de la potencia que en ese momento aún los dominaba (Roma), en 66 E.C. sus ejércitos rodearon Jerusalén y estuvieron al borde de conquistarla. Sin embargo e incomprensiblemente, cuando más fácil lo tenía y en una maniobra de estrategia militar incomprensible, el general romano al mando de las tropas, Cestio Galo, ordenó la retirada de las mismas. Las tropas judías que salieron en su persecución, consiguieron una notable victoria sobre los romanos en retirada y regresaron triunfantes a Jerusalén, entendiendo que una vez más, Jehová, su Dios, había actuado en su favor dándoles la victoria.
Pero a diferencia de la inmensa mayoría, un reducido grupo de personas que recordaban las palabras de Jesús y muy lejos de participar de esa euforia colectiva, aprovecharon la circunstancia para marcharse de Jerusalén tan lejos como pudieron. Dejaron todo atrás, porque confiaron en Jehová mientras este aún podía ser hallado, o sea, cuando aún era tiempo de hacer algo. Lo sucedido a continuación, de nuevo es historia, ya que en 70 E.C., los romanos regresaron, esta vez al mando del general Tito y destruyeron Jerusalén, con un saldo, según los historiadores de más de un millón de muertos y casi 90.000 prisioneros que fueron víctimas de toda clase de sufrimientos y muertes violentas. Es evidente que esas personas y en ese momento clamaron de nuevo a su Dios Jehová por ayuda, pero ya era tarde: sencillamente, Este ya no podía ser hallado.
Todo lo que hasta ahora hemos contado evidentemente se podría ampliar, pero para tener una idea, creemos que hay suficiente. Lo que realmente nos importa, es si la historia se podría repetir y por lo que estamos viendo, pues sí, tal da la sensación de que volvemos a lo mismo: la historia vuelve a repetirse. La Biblia da una fuerte advertencia acerca de un fin catastrófico de este actual sistema de cosas humano, tal como lo conocemos, pero no obstante y aun pareciendo ser que la evidencia acompaña a las palabras, sin embargo, la inmensa mayoría de las personas no hacen caso a tal advertencia. O sea, lo dicho: de nuevo estamos en las mismas; leamos por ejemplo, Sof. 1:14-18:
“Cercano está el gran día de Jehovah; está cerca y se apresura con rapidez. Veloz es el día de Jehovah; es más ágil que un corredor y más presuroso que un valiente. 15 Aquél será día de ira, día de angustia y de aflicción, día de desolación y de devastación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y de densa neblina, 16 día de toque de corneta y de griterío, sobre las ciudades fortificadas y sobre las torres altas. 17 Yo traeré tribulación sobre los hombres y andarán como ciegos; porque pecaron contra Jehovah. La sangre de ellos será derramada como polvo y su carne como excremento. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehovah, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo. Porque de cierto exterminará repentinamente a todos los habitantes de la tierra.”
Es más, para cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, estableció un paralelo entre estos últimos días anunciados, con los días de Noé:
“Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. 38 Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:37-39).
Y aunque es cierto que muchas versiones usan la expresión “y no se dieron cuenta”, no parece que sea la más ajustada a lo que realmente ocurrió. Porque ellos sí vieron como se construía el arca y ellos sí oyeron la advertencia de Noé, luego ellos sí se dieron cuenta de que algo extraordinario estaba pasando. Lo que sencillamente ocurrió, es que no quisieron darle importancia, no quisieron hacer caso; y es que ni por un segundo, consideraron la más mínima posibilidad de que aquello que se les estaba anunciando fuera cierto...... hora bien, ¿cometerá usted el mismo error? Teniendo en cuenta el registro bíblico, la maldad extendida en aquél entonces sobre la tierra y que probablemente se tenía que haber manifestado en sus múltiples facetas, fue la causa de la actuación Divina:
“Por consiguiente, Jehová vio que la maldad del hombre abundaba en la tierra y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo.” (Gén. 6:5).
Y la pregunta es solo lógica: ¿qué es lo que usted está percibiendo en nuestros días en la actitud del ser humano, a tenor de lo que está viendo como resultado de su conducta? ¿Se caracteriza esta, por la benignidad, el altruismo, la ayuda, o la bondad en el trato con su semejante? Evidentemente no, pero es que hay más, ya que tendríamos que tener en cuenta otros factores que se suman a estas indeseables circunstancias, porque vean lo que leemos en Judas 7:
“Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, después que ellas de la misma manera como los anteriores hubieron cometido fornicación con exceso, he ido en pos de carne para uso contranatural (homosexualidad), son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador al sufrir el castigo judicial de fuego eterno.” (Acotación nuestra).
¿Entienden ustedes que el libertinaje sexual existente en nuestros días, como por otra parte, el “despelote” en las mundiales celebraciones del “día gay” alrededor del mundo y las bodas de varones con varones o de mujeres con mujeres, ya reconocidas como legales en muchas naciones del mundo, se acercan mucho a lo dicho por Judas? No podemos olvidar, que la práctica por parte de unos y aceptación por parte de otros de esas conductas, conllevó “el castigo judicial de destrucción eterna”. Y es público y notorio que hoy estamos en las mismas, ya que se podría decir que actualmente, la homosexualidad casi es un motivo de presunción y que la aceptación del tal fenómeno homosexual, es como un toque de progresismo; o sea, de “estar uno al día”, es más, parece ser que es una “prueba” de tolerancia y madurez...... sin embargo, ese hecho fue colocado ante nosotros, como un ejemplo amonestador, de lo que ocurre cuando se pasan por alto las elevadas normas morales de Jehová.
Pero es que resulta, que en la depravación del ser humano aún podemos ir un poquito más allá, porque ¿qué hay del aborto o, para entendernos, el asesinato en masa de seres indefensos y considerado en muchas naciones, como un derecho de las mujeres y legislado como tal en algunas de esas naciones, que se tienen por “adelantadas”? ¿Es así como ve Jehová el asunto? Porque claro, no olvidemos que el que castiga las conductas anómalas es Él, siendo además Él, el que determina si algo es correcto o no...... y no el hombre con toda su “sabiduría”; por lo tanto, veamos entonces cómo considera Jehová este asunto:
“Y edificaron los lugares altos del Baal para quemar a sus hijos en el fuego como holocaustos al Baal, cosa que yo no había mandado ni de la cual había hablado y que no había subido a mi corazón.” (Jer. 19:5).
Y es cierto que ellos hacían sacrificios a sus dioses de forma ritual, pero ¿no es menos cierto que hoy, el aborto es la solución a un problema que se presenta como consecuencia de una vida disoluta y desenfrenada en cuanto al sexo? ¿No podría ser que fueran “sacrificios” al dios de la comodidad, o al dios de la falta de responsabilidad? Por otra parte, sea cual fuere la cuestión y diga lo que diga la ciencia sobre cuándo un feto puede ser ya considerado como un ser humano o no, la última palabra en cuanto a este asunto la tiene nuestro Creador...... y Él, no ve a un feto como un estorbo, sino ya como un ser humano desde el mismo momento de la fecundación:
“Tus ojos vieron hasta mi embrión y en tu libro todas sus partes estaban escritas, respecto a los días en que fueron formadas y todavía no había una entre ellas.” (Sal. 139:16).
Así es cómo David bajo inspiración, explicó cómo Jehová considera al embrión en la matriz de la mujer: como un ser humano y no como algo desechable y por lo tanto, desde el punto de vista de Jehová, se estaría incurriendo en un asesinato en masa de infantes. Por estas y otras muchas cosas de diversa índole (la lista sería interminable), el ser humano ha llevado a este planeta al caos y al mismísimo borde de la auto-destrucción, algo que según promesa de nuestro Creador, de ninguna manera va a permitir:
“…... y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.” (Rev. 11:18).
Y estando de acuerdo en que el planeta está en las últimas (para que vamos a engañarnos), queda claro que la actuación de Jehová no se puede demorar, pues al afirma que es antes de que el hombre destruya al planeta, que Él destruirá al hombre. Luego todo considerado, parece que queda ya poco tiempo en el que Jehová pueda ser hallado, por lo que uno y con algo de sensatez, tendría que empezar a ponerse a pensar en la necesidad de hacer algunos arreglos y aprender acerca de Él y sus propósitos y apegarse a ellos, ahora que parece que aún hay tiempo para ello. ¿La fórmula?...... pues bastante fácil y ya la hemos manifestado en algunas ocasiones: síganos leyendo y comprobando en su propio ejemplar de la Biblia, si lo que le decimos es verdad, sacando con ello sus propias conclusiones y actuando en consecuencia. Su vida, al igual que la de esas personas de los ejemplos citados del pasado, está en juego...... y ellas la perdieron. Solo es asunto, por lo tanto, de que se lo crea o no y actúe en consecuencia.
MABEL
Existe un refrán en España, que dice lo siguiente: “Solo se acuerdan de Sta. Bárbara, cuando truena.” Y eso se dice de aquellas personas que solo buscan el remedio o solución a un problema, cuando ya lo tienen encima y no habiéndose preocupado en absoluto por él, de forma previsora, hasta ese momento. Y de lo que estamos hablando aquí, es de algo muy serio, dado que tiene que ver con nuestro Creador y su relación con nosotros, porque esta palabras forman parte de un texto bíblico registrado en el libro de Isaías y en donde leemos lo siguiente:
“Busquen a Jehová mientras pueda ser hallado. Clamen a él mientras resulte estar cerca.” (Isa. 55:6).
Luego por lo que leemos aquí, parece ser que Jehová no siempre puede ser hallado y no siempre lo tenemos cerca. Siendo esto así, lo razonable sería que buscásemos en el registro bíblico, algunas situaciones en las cuales nuestro Creador no se dejó hallar, así como las circunstancias que provocaron esta situación; para ello nos situaremos en primer lugar, en un momento de la historia del ser humano aquí en la Tierra, más o menos 1.500 años después de su creación. Esta historia o relato, se la conoce como el Diluvio Universal, o sea, cuando Dios arruinó la Tierra mediante un brutal anegamiento en agua y siendo las cosas más o menos así: A los ojos de Jehová, las condiciones en la tierra ya no eran las más idóneas, por decirlo de alguna manera:
“Por consiguiente, Jehová vio que la maldad del hombre abundaba en la tierra y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo. 6 Y Jehová sintió pesar por haber hecho a hombres en la tierra y se sintió herido en el corazón. 7 De modo que Jehová dijo: “Voy a borrar de sobre la superficie del suelo a hombres que he creado, desde hombre hasta animal doméstico, hasta animal moviente y hasta criatura voladora de los cielos, porque de veras me pesa haberlos hecho.” (Gén. 6:5-7).
Sin embargo, en el versículo siguiente, el 8, se nos dice que alguien había conseguido hallar favor a sus ojos: Noé y pasando a ser este, el protagonista de nuestra historia. Es justo señalar, que esta destrucción, no sobrevino por sorpresa para aquella generación, sino que esta dispuso de un tiempo en el que Jehová aún podía ser hallado y según nos confirma Gén. 6:3:
“Después de eso dijo Jehová: “Ciertamente no obrará mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido, ya que él también es carne. Por consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser ciento veinte años.”
Sin embargo y a tenor del registro bíblico, en sí la construcción del arca flotante, pudo durar entre los cuarenta y cincuenta años y durante el cual tiempo, se mantuvo la oportunidad de hallar a Jehová. No solo porque la obra en sí misma era un importante reclamo o anuncio de algo importante por acontecer, sino porque el mismo Noé, se preocupó de dar el anuncio correspondiente; no olvidemos que en 2 Ped. 2:5, se le identifica como predicador de justicia:
“…. y no se contuvo de castigar a un mundo antiguo, sino que guardó en seguridad a Noé, predicador de justicia, con otras siete personas cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía.”
Pero las personas, incomprensiblemente pasaron por alto tales hechos y continuaron su vida, sin hacer caso; llegado el momento, Jehová mandó a Noé y familia subir al arca y esperar:
“Porque dentro de solo siete días más voy a hacer que llueva sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y ciertamente borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho.” (Gén. 7:4).
Y se acabó el tiempo para poder hallar a Jehová: “…... Después Jehová cerró tras él la puerta.” (Gén. 7:16).
Durante siete días, en el exterior del arca, las cosas continuaron igual para aquella generación corrupta, es más, nos podemos imaginar y durante el paso de los días sin ocurrir nada, que las burlas irían en constante aumento. Un detalle a tener en cuenta, es que probablemente esa generación aún no sabía lo que era llover, ya que la Biblia enseña que antes del diluvio, una capa de agua rodeaba la tierra y la cual capa o manto envolvente, es mencionado en Gén. 1:6 y 2 Ped. 3:5. La narración de la creación en Gén. 2:5-6, registra que Jehová no había hecho llover sobre la tierra y que “una neblina” (o “vapor de agua”, según traducciones) salía y regaba la faz de todo el suelo; de hecho Génesis no menciona otra forma de precipitación hasta que el diluvio trajo la lluvia por 40 días y 40 noches. Muchos son los que enseñan categóricamente que la lluvia nunca cayó antes del diluvio y aunque eso es probablemente cierto, tal como nosotros así lo apuntamos, sin embargo no puede ser enseñado de forma dogmática porque la Biblia simplemente no menciona en concreto de este asunto. Solo deducimos, que si la capa de agua que es mencionada en Gén. 1:6-7, incrementaba la presión del aire como muchos científicos piensan que lo hacía, la lluvia no era posible. Por lo tanto, podría ser que Noé predicara que la lluvia vendría del cielo y la gente, escéptica, se riera de él tal como hoy sucede cuando los cristianos explican que Jesús vendrá del cielo literalmente (algo que nunca ha pasado) para ejecutar el juicio divino sobre la humanidad (Hech. 1:11).
Lo que aconteció a continuación, es historia escrita; pero la cuestión que planteamos, es que aquella generación no buscó a Dios cuando aún podía ser hallado y aunque es muy probable que para cuando empezaron a caer las primeras gotas y vieron que la cosa iba en serio, se volvieran para invocar a Jehová por ayuda, la oportunidad se había acabado: ya no fueron escuchados...... sencillamente, Jehová ya no podía ser hallado.
Otro hecho significativo, es el que tuvo que ver con la destrucción de Jerusalén por las fuerzas babilónicas de Nabucodonosor en 587 a.E.C. Ya por muchos años, los judíos habían recibido mensajes de advertencia por medio de distintos profetas (por casi 200 años antes) de tan trágico fin, entre ellos Isaías, Oseas, Miqueas..…. pero lejos de un arrepentimiento sincero, el pueblo de Dios, Israel, continuó con su irreverente actitud hacia su Dios, sin prestar la más mínima atención a Sus profetas y aún para cuando, ya con Jerusalén sitiada, se les advirtió que debían de entregarse al ejército sitiador para salvar su vida, continuaron sin hacer caso:
“Pero el que salga a los caldeos es el que seguirá viviendo y el que ciertamente llegará a tener su alma como despojo y viva.” (Jer. 38:2b).
Y es cierto que la idea de entregarse a sus sitiadores no era de las más atractivas, habida cuenta de la crueldad que desplegaban los caldeos con sus prisioneros, como reconoce la misma Palabra de Dios:
“Esto es lo que ha dicho Jehová: “¡Mira! Viene un pueblo de la tierra del norte y hay una nación grande a la que se despertará desde las partes más remotas de la tierra. 23 Empuñarán el arco y la jabalina. Es un pueblo cruel y no tendrán piedad. Su misma voz resonará justamente como el mar y sobre caballos montarán. Está dispuesto en orden de batalla como un hombre de guerra contra ti, oh hija de Sión.” (Jer. 6:23).
Pero lo cierto, es que aquellos que ejercieron fe en Jehová y confiaron de verdad en Él, entregándose a los caldeos, salvaron su vida y quedaron lejos de las brutales penalidades que sí sufrieron los que no confiaron en Jehová, cuando este aún extendía dicha oportunidad; esto es lo que nos dice Jer. 38:2a:
“Esto es lo que ha dicho Jehová: El que continúe morando en esta ciudad es el que morirá a espada, del hambre y de la peste.”
Cuando el sitio se cerró, se acabó el tiempo de poder hallar a Dios y lo que siguió, también es historia escrita: Jerusalén, como último bastión de Judá, fue destruida, quemada completamente con fuego y los sobrevivientes, deportados como esclavos a la lejana Babilonia...... triste final, para unas personas que no buscaron a Jehová, mientras este aún podía ser hallado.
Otro ejemplo de las consecuencias de no buscar a Jehová mientras puede ser hallado, lo tenemos en un registro más cercano y que tiene que ver con los contemporáneos de Jesús. Estos recibieron por activa y por pasiva, el mensaje de una venidera destrucción de Jerusalén y por boca del mismísimo Hijo de Dios, sin embargo y lejos de hacer caso, estuvieron de acuerdo con sus dirigentes en el asesinato de Jesús como un vulgar criminal:
“Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: "¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!" 19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. 20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, 21 pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícale, crucifícale!" 22 Por tercera vez les dijo: "Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré." 23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. 24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.” (Luc. 23:18-24).
Sin embargo y a pesar de eso, aún por un largo tiempo después, esas personas dispusieron de la posibilidad de hallar a Jehová y reconducir su situación. Veamos como transcurrieron los hechos: después de algunos actos de rebelión por parte de los judíos en contra de la potencia que en ese momento aún los dominaba (Roma), en 66 E.C. sus ejércitos rodearon Jerusalén y estuvieron al borde de conquistarla. Sin embargo e incomprensiblemente, cuando más fácil lo tenía y en una maniobra de estrategia militar incomprensible, el general romano al mando de las tropas, Cestio Galo, ordenó la retirada de las mismas. Las tropas judías que salieron en su persecución, consiguieron una notable victoria sobre los romanos en retirada y regresaron triunfantes a Jerusalén, entendiendo que una vez más, Jehová, su Dios, había actuado en su favor dándoles la victoria.
Pero a diferencia de la inmensa mayoría, un reducido grupo de personas que recordaban las palabras de Jesús y muy lejos de participar de esa euforia colectiva, aprovecharon la circunstancia para marcharse de Jerusalén tan lejos como pudieron. Dejaron todo atrás, porque confiaron en Jehová mientras este aún podía ser hallado, o sea, cuando aún era tiempo de hacer algo. Lo sucedido a continuación, de nuevo es historia, ya que en 70 E.C., los romanos regresaron, esta vez al mando del general Tito y destruyeron Jerusalén, con un saldo, según los historiadores de más de un millón de muertos y casi 90.000 prisioneros que fueron víctimas de toda clase de sufrimientos y muertes violentas. Es evidente que esas personas y en ese momento clamaron de nuevo a su Dios Jehová por ayuda, pero ya era tarde: sencillamente, Este ya no podía ser hallado.
Todo lo que hasta ahora hemos contado evidentemente se podría ampliar, pero para tener una idea, creemos que hay suficiente. Lo que realmente nos importa, es si la historia se podría repetir y por lo que estamos viendo, pues sí, tal da la sensación de que volvemos a lo mismo: la historia vuelve a repetirse. La Biblia da una fuerte advertencia acerca de un fin catastrófico de este actual sistema de cosas humano, tal como lo conocemos, pero no obstante y aun pareciendo ser que la evidencia acompaña a las palabras, sin embargo, la inmensa mayoría de las personas no hacen caso a tal advertencia. O sea, lo dicho: de nuevo estamos en las mismas; leamos por ejemplo, Sof. 1:14-18:
“Cercano está el gran día de Jehovah; está cerca y se apresura con rapidez. Veloz es el día de Jehovah; es más ágil que un corredor y más presuroso que un valiente. 15 Aquél será día de ira, día de angustia y de aflicción, día de desolación y de devastación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y de densa neblina, 16 día de toque de corneta y de griterío, sobre las ciudades fortificadas y sobre las torres altas. 17 Yo traeré tribulación sobre los hombres y andarán como ciegos; porque pecaron contra Jehovah. La sangre de ellos será derramada como polvo y su carne como excremento. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehovah, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo. Porque de cierto exterminará repentinamente a todos los habitantes de la tierra.”
Es más, para cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, estableció un paralelo entre estos últimos días anunciados, con los días de Noé:
“Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. 38 Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:37-39).
Y aunque es cierto que muchas versiones usan la expresión “y no se dieron cuenta”, no parece que sea la más ajustada a lo que realmente ocurrió. Porque ellos sí vieron como se construía el arca y ellos sí oyeron la advertencia de Noé, luego ellos sí se dieron cuenta de que algo extraordinario estaba pasando. Lo que sencillamente ocurrió, es que no quisieron darle importancia, no quisieron hacer caso; y es que ni por un segundo, consideraron la más mínima posibilidad de que aquello que se les estaba anunciando fuera cierto...... hora bien, ¿cometerá usted el mismo error? Teniendo en cuenta el registro bíblico, la maldad extendida en aquél entonces sobre la tierra y que probablemente se tenía que haber manifestado en sus múltiples facetas, fue la causa de la actuación Divina:
“Por consiguiente, Jehová vio que la maldad del hombre abundaba en la tierra y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo.” (Gén. 6:5).
Y la pregunta es solo lógica: ¿qué es lo que usted está percibiendo en nuestros días en la actitud del ser humano, a tenor de lo que está viendo como resultado de su conducta? ¿Se caracteriza esta, por la benignidad, el altruismo, la ayuda, o la bondad en el trato con su semejante? Evidentemente no, pero es que hay más, ya que tendríamos que tener en cuenta otros factores que se suman a estas indeseables circunstancias, porque vean lo que leemos en Judas 7:
“Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, después que ellas de la misma manera como los anteriores hubieron cometido fornicación con exceso, he ido en pos de carne para uso contranatural (homosexualidad), son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador al sufrir el castigo judicial de fuego eterno.” (Acotación nuestra).
¿Entienden ustedes que el libertinaje sexual existente en nuestros días, como por otra parte, el “despelote” en las mundiales celebraciones del “día gay” alrededor del mundo y las bodas de varones con varones o de mujeres con mujeres, ya reconocidas como legales en muchas naciones del mundo, se acercan mucho a lo dicho por Judas? No podemos olvidar, que la práctica por parte de unos y aceptación por parte de otros de esas conductas, conllevó “el castigo judicial de destrucción eterna”. Y es público y notorio que hoy estamos en las mismas, ya que se podría decir que actualmente, la homosexualidad casi es un motivo de presunción y que la aceptación del tal fenómeno homosexual, es como un toque de progresismo; o sea, de “estar uno al día”, es más, parece ser que es una “prueba” de tolerancia y madurez...... sin embargo, ese hecho fue colocado ante nosotros, como un ejemplo amonestador, de lo que ocurre cuando se pasan por alto las elevadas normas morales de Jehová.
Pero es que resulta, que en la depravación del ser humano aún podemos ir un poquito más allá, porque ¿qué hay del aborto o, para entendernos, el asesinato en masa de seres indefensos y considerado en muchas naciones, como un derecho de las mujeres y legislado como tal en algunas de esas naciones, que se tienen por “adelantadas”? ¿Es así como ve Jehová el asunto? Porque claro, no olvidemos que el que castiga las conductas anómalas es Él, siendo además Él, el que determina si algo es correcto o no...... y no el hombre con toda su “sabiduría”; por lo tanto, veamos entonces cómo considera Jehová este asunto:
“Y edificaron los lugares altos del Baal para quemar a sus hijos en el fuego como holocaustos al Baal, cosa que yo no había mandado ni de la cual había hablado y que no había subido a mi corazón.” (Jer. 19:5).
Y es cierto que ellos hacían sacrificios a sus dioses de forma ritual, pero ¿no es menos cierto que hoy, el aborto es la solución a un problema que se presenta como consecuencia de una vida disoluta y desenfrenada en cuanto al sexo? ¿No podría ser que fueran “sacrificios” al dios de la comodidad, o al dios de la falta de responsabilidad? Por otra parte, sea cual fuere la cuestión y diga lo que diga la ciencia sobre cuándo un feto puede ser ya considerado como un ser humano o no, la última palabra en cuanto a este asunto la tiene nuestro Creador...... y Él, no ve a un feto como un estorbo, sino ya como un ser humano desde el mismo momento de la fecundación:
“Tus ojos vieron hasta mi embrión y en tu libro todas sus partes estaban escritas, respecto a los días en que fueron formadas y todavía no había una entre ellas.” (Sal. 139:16).
Así es cómo David bajo inspiración, explicó cómo Jehová considera al embrión en la matriz de la mujer: como un ser humano y no como algo desechable y por lo tanto, desde el punto de vista de Jehová, se estaría incurriendo en un asesinato en masa de infantes. Por estas y otras muchas cosas de diversa índole (la lista sería interminable), el ser humano ha llevado a este planeta al caos y al mismísimo borde de la auto-destrucción, algo que según promesa de nuestro Creador, de ninguna manera va a permitir:
“…... y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.” (Rev. 11:18).
Y estando de acuerdo en que el planeta está en las últimas (para que vamos a engañarnos), queda claro que la actuación de Jehová no se puede demorar, pues al afirma que es antes de que el hombre destruya al planeta, que Él destruirá al hombre. Luego todo considerado, parece que queda ya poco tiempo en el que Jehová pueda ser hallado, por lo que uno y con algo de sensatez, tendría que empezar a ponerse a pensar en la necesidad de hacer algunos arreglos y aprender acerca de Él y sus propósitos y apegarse a ellos, ahora que parece que aún hay tiempo para ello. ¿La fórmula?...... pues bastante fácil y ya la hemos manifestado en algunas ocasiones: síganos leyendo y comprobando en su propio ejemplar de la Biblia, si lo que le decimos es verdad, sacando con ello sus propias conclusiones y actuando en consecuencia. Su vida, al igual que la de esas personas de los ejemplos citados del pasado, está en juego...... y ellas la perdieron. Solo es asunto, por lo tanto, de que se lo crea o no y actúe en consecuencia.
MABEL
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