martes, 15 de abril de 2014

¿Mantiene usted…… una “actitud de espera” en Dios?


Uno de los muchos contrastes que percibimos entre las personas a nuestro alrededor, es que mientras unas se derrumban cuando se encaran a intensas dificultades, hay las otras que pasando por igual dolorosa experiencia o incluso hasta por peores circunstancias, asumen la situación adversa con una gran entereza; y tal parece que ello las fortalece para afrontar futuras penalidades, por lo que se podría afirmar que han sacado una consecuencia positiva, partiendo de una circunstancia negativa. De manera similar, mientras hay personas que hasta reniegan de la existencia misma de Dios cuando son sometidas a dificultades prolongadas, cuando no le acusan directamente de ser el causante de sus desdichas, hay las otras que pasan por pruebas severas con una fe inquebrantable en el Dios Todopoderoso…… luego la pregunta sería ¿por qué esta diferencia?

Pues porque las primeras se amargan y pierden la fe, probablemente debido a que se consideran demasiado importantes (solo piensan en sí mismas y por lo que evitan ver lo que está envuelto en la situación) y no reconocen que son generalmente los propios errores de uno los que provocan la mayoría de situaciones adversas por las que están atravesando, pues somos humanos imperfectos que vivimos bajo pecado, en un mundo que pasa por alto las leyes de Dios y ello, lógicamente, tiene sus consecuencias…… una de ellas y dicho sea de paso, lo difícil que resulta ser una persona que tenga una “actitud de espera” en Jehová Dios ante semejante entorno; por otra parte, incorrectamente le atribuyen al Altísimo las cosas malas de las cuales los hombres son los únicos responsables y con lo que no aprenden nada provechoso de las dificultades en las que se ven metidos…… y siendo el caso que después de que experimentan alivio de las mismas, generalmente se olvidan del asunto y quizás reflejen aún características o actitudes más indeseables que las anteriores y lo que las lleva a cometer peores errores. Sin embargo las segundas y para que eso no les suceda, hacen un esfuerzo por sobreponerse a sus problemas y beneficiarse de todo aquello que pueda acontecerles en este mundo plagado de maldad, eso es, sacar de ello una lección práctica y positiva, para lo que se necesita tener una perspectiva correcta de lo que está implicado en el asunto. Ahora bien, alguien podría preguntarse cuál es la fórmula “magistral” para conseguir mantener esta actitud ante la adversidad: y se requiere, sencillamente, el que tengamos un punto de vista correcto en cuanto a las causas del porqué del sufrimiento humano; y ello nos lleva a un libro bíblico frecuentemente pasado por alto por el “respetable” y que es precisamente un libro de lamentos, pues de hecho se le conoce con el descriptivo nombre de Lamentaciones y que nos ayuda a poner esta cuestión que nos planteamos, en la perspectiva correcta.

El libro, escrito por el profeta Jeremías después de la destrucción de Jerusalén y su templo por Nabucodonosor y sus habitantes deportados a Babilonia, contiene cinco poemas en los que se expresa lamento por la terrible destrucción que le sobrevino a Jerusalén a manos de los babilonios; en el tercer poema y en el que nos vamos a centrar, el profeta Jeremías, llevado por el espíritu de Dios, desahoga sus sentimientos intensos y aunque habla en primera persona, habría que entender que lo que está haciendo es “personificar” el sentir de la entera nación hebrea ante dicha catástrofe, eso es, el sentir de la nación rebelde de Israel, representada en la figura de un “hombre físicamente capacitado” (Lam. 3:1-18). Sin embargo y en un plano personal, aunque Jeremías también sufrió junto con la entera nación dicha calamidad, no permitió que la amargura hiciera presa en él y de ahí el sabio y estimulante consejo que vamos a leer; pues desplegando un punto de vista positivo del asunto, esperaba con esperanza el tiempo en que el favor de Dios estaría de nuevo con su pueblo y por lo que aceptó lo que le ocurrió a la nación, como lo que realmente era: una justa ejecución del juicio divino, por los continuados actos de rebelión del pueblo judío por casi 700 años. La esperanza de una liberación futura, repetimos y de un revertir en la situación, sustentó a Jeremías y como queda patente de sus palabras, que hoy nos tienen que servir de estímulo a los que las leemos:

Acuérdate de mí aflicción y de mi estado sin hogar, del ajenjo y de la planta venenosa. 20 Sin falta se acordará tu alma y se inclinará sobre mí. 21 Esto es lo que traeré de vuelta a mi corazón. Por eso mostraré una actitud de espera.” (Lam. 3:19, 21).

Jeremías no permitió que la amargura inundara su corazón, sino que lo que puso en este o trajo “de vuelta” al mismo, fue la esperanza de una próxima restauración y de ahí que decidiera mostrar una “actitud de espera” en su Dios. Y es que no había ninguna duda en la mente de Jeremías, que Jehová con el tiempo miraría con misericordia a Su pueblo arrepentido, aunque es cierto que habían sido sumamente humillados en una derrota sangrante…… pero Jehová descendería (por decirlo de alguna manera), de su alta posición en el cielo para recuperarlos de su estado degradado; con esto presente, Jeremías podía consolar su corazón y esperar con paciencia hasta que Jehová actuara a favor de Su pueblo arrepentido. Así que, cuando estemos pasando por una experiencia angustiosa, no deberíamos perder la esperanza, sino que debemos tener presente el hecho de que las pruebas tienen un comienzo y también tienen un final (recuerden ese dicho tan famoso de que “no hay mal que cien años dure…... ni cuerpo que lo aguante”) y que Jehová tiene el poder de reconducir las cosas, al grado que nos puede recuperar incluso hasta de la misma muerte (Hech. 24:15); y es que el Altísimo nunca permitirá que sus siervos fieles sufran indefinidamente junto con las personas que, desobedientemente, no están atentas a Su Palabra. Por esa razón, deberíamos mantener una confiada “actitud de espera” como decidió hacer Jeremías, aguardando con paciencia hasta que Jehová traiga alivio seguro y definitivo; y es que el mismo hecho de que como especie todavía estemos con vida, debería darnos razón para tener esperanza e idea que subyace en las palabras del profeta en cuestión, referidas a la nación de Israel:

Son los hechos de bondad amorosa de Jehová el que no nos hayamos acabado, porque sus misericordias ciertamente no terminan. 23 Son nuevas cada mañana. Es abundante tu fidelidad. 24 Jehová es la parte que me corresponde -ha dicho mi alma-, por eso mostraré una actitud de espera por él.” (Lam. 3:22-24).

Es cierto que en el tiempo de Jeremías la ciudad de Jerusalén con su templo y la tierra de Judá fueron desoladas, siendo muchos los israelitas que perecieron en aquella masacre; pero aun así, hubo muchos sobrevivientes y lo que le dio a Jeremías la seguridad de que Jehová Dios continuaría mostrándole misericordia a su pueblo. Porque si no fuera por la bondad amorosa de Dios y el interés compasivo hacia su pueblo en un futuro, no habría habido ninguna necesidad de dejar sobrevivientes entre los israelitas; de igual manera, Jehová podía haber acabado con Adán y Eva y acabar ahí la cuestión…… pero el Altísimo mostró bondad inmerecida a la humanidad, al permitir que ellos tuvieran descendencia antes de morir y lo que significa que para dicha descendencia tenía un propósito distinto al de la muerte. Así como en el caso de Israel que estamos analizando, de igual modo sus expresiones de misericordia continuarían fluyendo hacia esta descendencia (nosotros) y serían renovadas “cada mañana”, pues el hecho de que la fidelidad de Jehová es abundante nos asegura que se puede depender de sus misericordias, pues estas serían constantes y nunca débiles e ineficaces. Por otra lado y volviendo al Israel antiguo, dado que Este permaneció como la parte que le “correspondía” a su pueblo (a modo de herencia), había buena razón para que ellos continuaran a la espera de un cambio sustancial en las difíciles circunstancias en las que Él había permitido que se hallaran debido a su infidelidad; ahora bien, hemos visto que Jeremías es reincidente en la expresión “actitud de espera” y lo que nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿qué debería de “caracterizar” a tal espera? Y siendo esto lo que el libro de Lamentaciones nos contesta:

Bueno es Jehová al que espera en él (o que confía en Él), al alma que sigue buscándolo (a pesar de la adversidad del momento). 26 Bueno es que uno espere, aun callado, la salvación de Jehová. 27 Bueno le es al hombre físicamente capacitado llevar el yugo durante su juventud. 28 Que se siente solitario y se quede callado, porque él le ha impuesto algo. 29 Que ponga su boca en el mismísimo polvo. Quizás exista una esperanza. 30 Que dé su mejilla al mismísimo que lo golpea. Que tenga su suficiencia de oprobio.” (Lam. 3:25-30). (Acotaciones nuestras).

Note que aún durante dicho tiempo de aflicción, uno debería continuar esperando en Dios con optimismo por alivio y acercarse más a él (buscarle), al tiempo que debería de ser paciente esperando calladamente o sin quejarse, hasta que el Todopoderoso haya traído la liberación o salvación de la circunstancia del que uno es víctima; por lo tanto, es muy beneficioso el que uno aprenda a sobreponerse de determinado sufrimiento, eso es, aprender a soporta la adversidad con entereza…… pero ¿por qué? Pues porque esto hará que sea mucho más fácil aguantar una posterior experiencia similar o mucho más dura, sin perder la esperanza; el saber que se ha enfrentado a otras dificultades anteriormente y ha salido con éxito de ellas con la ayuda de Dios, le dará una base para reafirmar su esperanza en Él.

Ahora bien, cuando una persona se ve sometida a un “yugo” de aflicción, esta no debería estar corriendo por todas partes expresando sus quejas y justificando su actitud, como intentó Job en su momento y dando a entender con ello, que uno no es merecedor de semejante sufrimiento (somos tendentes a justificarnos, en lugar de reconocer nuestros errores) y acabando, inevitablemente, por culpar a Dios de las desdichas de uno…… por lo que más bien lo que se debería de hacer y como señala Jeremías, es “sentarse solitario” o no alborotar contando a unos y a otros sus penares, sino permanecer callado. Dicho de manera figurada, debería postrarse con su boca en el mismísimo polvo y que no significa otra cosa que el que uno se somete humildemente a las pruebas que Dios ha permitido que experimente y espera con optimismo la liberación venidera. Porque si bien es cierto que el Altísimo con cosas malas no nos somete a prueba (Sant. 1:13), no es menos cierto que muchas veces permite dichas adversas circunstancias para disciplinarnos en justicia, como ocurrió en el caso de Israel.

Otro punto vital que debemos recordar cuando experimentemos una situación adversa, es que esta puede ser provocada por el hombre, provocada por errores propios o, en último extremo, provocada por la propia imperfección que caracteriza al ser humano. En el primer caso, tenemos el hecho de que Dios no aprueba las cosas que un tercero nos pueda causar a aquellos que confiamos en Él; sin embargo, si puede el Altísimo permitir que ciertas cosas nos aflijan en un momento determinado y por la directa acción del hombre en contra de uno, aun cuando no es de Su agrado el que esto suceda y tal como se nos muestra en las siguientes palabras del libro de Lamentaciones:

Porque Jehová no seguirá desechando hasta tiempo indefinido. 32 Porque aunque haya causado desconsuelo, también ciertamente mostrará misericordia conforme a la abundancia de su bondad amorosa. 33 Porque no de su propio corazón ha afligido ni desconsuela a los hijos de los hombres. 34 El aplastar debajo de los pies de uno a todos los prisioneros de la tierra, 35 el desviar el juicio de un hombre físicamente capacitado delante del rostro del Altísimo, 36 el torcer a un hombre en su causa judicial, no lo ha aprobado Jehová mismo.” (Lam. 3:31-36).

En el caso de los infieles israelitas, Jehová Dios les permitió sufrir una terrible experiencia a manos de los babilonios, pues los desechó hasta el grado de permitir que fueran llevados al exilio y Su propio templo destruido; no obstante, lo hizo con un buen propósito en mira, a saber, llevar a un arrepentimiento a los sobrevivientes y que les permitiera alcanzar de nuevo Su favor, pues de no haber actuado en la forma que lo hizo estos habrían seguido por el mismo derrotero que les llevó a ser castigados y quizás, con el tiempo, sin posibilidad ya de arrepentimiento alguno. Pero ello no significaba que los autores de dicha felonía, en este caso los babilonios, quedaran sin castigo por haber actuado contra el pueblo de Dios, según leemos a continuación:

Tú les devolverás un tratamiento, oh Jehová, conforme a la obra de sus manos. 65 Tú les darás la insolencia de corazón, tu maldición a ellos. 66 Seguirás tras ellos con cólera y los aniquilarás de debajo de los cielos de Jehová.” (Lam. 3:64-66).

Sin embargo, para con un resto del pueblo Jehová mostraría misericordia ya que no sintió ningún placer en castigarlos, ni fue el deseo de su corazón causarles desconsuelo y aflicción al entregarlos en manos de sus enemigos; Jehová no apoyó tampoco el terrible trato que estos dieron a su pueblo, pues Él no miraba con aprobación a aquellos hombres que oprimían a los prisioneros de guerra y a los que negaban sus derechos dados por Dios, como era en el caso de los babilonios. Por consiguiente, cuando alguien esté sometido a dificultades severas, generalmente provocadas por la maldad y egoísmo del hombre, no debe culpar a Dios por las mismas, pues el Altísimo no aprueba la opresión ni la violencia de este y siendo que al fin y al cabo, ellos tendrán que responderle por sus hechos malos (2 Tes. 1:6-9). No obstante y como ya hemos ido apuntando, los problemas pueden venir de otra parte, pues la gente pudiera causarse sufrimiento a sí misma por sus propios errores, pues de hecho fueron los propios israelitas quienes dieron la espalda a Jehová Dios, rechazando su cuidado protector…… por lo que Él y con justicia, los abandonó a manos de sus enemigos; de modo que no tenían base alguna para quejarse respecto a lo que les había sobrevenido y circunstancia que se enfatiza en la siguiente pregunta formulada por el profeta:

¿Cómo puede un hombre viviente entregarse a quejas, un hombre físicamente capacitado, a causa de su pecado?” (Lam. 3:39).

Como no hay razón alguna para quejarnos, cuando el problema está causado por nuestra propia impericia; por lo que en vez de quejarnos, deberíamos seguir el consejo dado a los israelitas, en el sentido que deberían de haber regresado a Jehová con arrepentimiento, apelando a su misericordia y como posteriormente así fue, pues esto es lo que leemos:

De veras escudriñemos nuestros caminos y explorémoslos y volvámonos, sí, hasta Jehová. 41 Levantemos nuestro corazón junto con las palmas de nuestras manos a Dios en los cielos: 42 Nosotros mismos hemos transgredido y nos hemos portado rebeldemente. Tú mismo no has perdonado.” (Lam. 3:40-42).

En efecto, no era tiempo para quejarse, sino un tiempo para que examinaran cuidadosamente sus caminos, su derrotero en la vida o conducta y para meditar en lo que ello había resultado; más bien que continuar en sus propios caminos para perjuicio propio, debían regresar a Jehová y obedecer sus mandatos de buena gana, pues con simples expresiones exteriores de arrepentimiento (el meramente levantar las palmas de las manos en oración) no era suficiente, sino que era necesario que se arrepintieran sinceramente de sus transgresiones dentro de su corazón…… y forma de actuar que nos aplica a todos. Así que, cuando se experimentan dificultades, lo que uno tiene que hacer es examinar su derrotero en la vida y preguntarse: ¿me he acarreado problemas yo mismo, debido a que paso por alto las normas divinas? Si así es, entonces no hay base para culpar al Altísimo sino que, más bien, deberíamos mostrar que nos hemos beneficiado de la justa disciplina recibida (Prov. 3:11-12), mediante abandonar el derrotero incorrecto y volvernos a Dios con arrepentimiento; y si por otra parte, nos hemos esforzado por llevar una vida recta y aun experimentamos aflicción causada por terceros, no debemos olvidar que Dios no aprueba lo que los inicuos hagan en contra de aquellos que deseamos servir a Dios y que en su momento les devolverá la “moneda” (Rom. 12:19)…… mientras tanto, deberíamos someternos humildemente a las difíciles circunstancias que estamos atravesando, esperando con paciencia y sin quejarnos hasta que Jehová Dios traiga alivio.

Pero ahora entraremos en otro apartado y que tiene que ver con el hecho de que no siempre las adversidades a las que tenemos que enfrentar, son producto de terceros o como consecuencia de nuestros propios errores, sino de algo a lo que no podemos poner remedio definitivo por nuestros propios medios; no olvidemos y este es el punto al que queríamos llegar, que ya llevando todo lo dicho hasta el momento a un nivel más general, eso es, a la humanidad como un todo, habría que aceptar que las cosas que le acontecen a esta tienen que ver con su imperfección, derivada del pecado del primer hombre y que finalmente resulta en la muerte del ser humano. Ahí tenemos, por ejemplo, enfermedades tremendas que se llevan la vida de personas queridas y sin tener en cuenta la edad que estas puedan tener y lo que nos sume en una situación de impotencia y desesperación profundas, que lleva a la persona a preguntarse cómo puede Dios permitir semejante cosa…… y cuando no, a culparle de ello. Y es que dado que el hombre no fue hecho para morir, la muerte de un ser humano y por milenios, continúa siendo un trauma brutal al que este no se ha podido acostumbrar; sin embargo y una vez más, ahí está de nuevo nuestro Creador para sacarnos “las castañas del fuego” de un hecho ante el que, como ya hemos señalado, estamos totalmente indefensos e impotentes y como resulta ser la muerte, pues esto es lo que leemos en las Escrituras y a modo de esperanzador mensaje:

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

Y esperanzador mensaje que nos estimula a “esperar en Jehová” para la solución a esta traumática ocurrencia que es la muerte y en definitiva del pecado, que es lo que la causa, pues el propósito divino es que gocemos de “vida eterna” y no el que tengamos que morir, de enfermedad grave o accidente mortal (pues ya las Escrituras -Ecl. 9:11- nos advierten de dicha posibilidad, al decirnos que “el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”) en plena juventud; aunque, lamentablemente, sabemos de entrada que todos tenemos que pasar por ahí al final de nuestra trayectoria en esta tierra, como causa de la vejez y consecuente cese de nuestras fuerzas vitales, lo que nos lleva finalmente y en definitiva, a la muerte. Por lo que la vida y visto desde nuestra perspectiva, no es más que lo que conocemos hasta el momento, eso es, nacer, crecer, envejecer y todo ello en medio de sufrimientos, dolor y penalidades, para finalmente morir o dejar de existir como entes vivos, volviendo con ello al lugar del que fuimos sacados y según se nos señala en el libro sagrado:

Y a Adán dijo: “Porque escuchaste la voz de tu esposa y te pusiste a comer del árbol respecto del cual te di este mandato: “No debes comer de él”, maldito está el suelo por tu causa. Con dolor comerás su producto todos los días de tu vida. 18 Y espinos y cardos hará crecer para ti y tienes que comer la vegetación del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Gén. 3:17-19).

Porque antes de ser creado, Adán como ser vivo sencillamente no existía, pues los átomos que conformaron su cuerpo formaban en un principio parte del polvo de la tierra…… el mismo polvo que pisan nuestros pies a día de hoy; luego a lo que volvemos los seres humanos y sin más perspectiva ante nosotros, es a permanecer eternamente en esa inexistencia de la que provino el primer ser humano. Pero Jehová puso ante este la posibilidad de reconducir la situación, eso es, el recobrar la vida eterna, siempre y cuando el hombre “esperara en Él” y algo que no basta con afirmarlo, sino que hay que demostrarlo con hechos; porque recordemos que lo que hemos leído en el libro de Lamentaciones y en palabras de Jeremías, es algo parecido a esto:

De veras escudriñemos nuestros caminos (a la luz de las Escrituras) y explorémoslos y volvámonos, sí, hasta Jehová. 41 Levantemos nuestro corazón junto con las palmas de nuestras manos a Dios en los cielos; 42 Nosotros mismos hemos transgredido y nos hemos portado rebeldemente. Tú mismo no has perdonado.” (Lam. 3:41-42). (Acotación nuestra).

Si analizamos con atención este pasaje (y aunque ya hemos hablado de ello, lo repetimos para énfasis), notaremos que para conseguir el favor de Dios, uno tiene que escudriñar sus “caminos” y efectuar un volverse a Este, no con una actitud superficial (el equivalente a “levantar las palmas de las manos” en actitud suplicante a Jehová Dios) y como un mero formulismo, sino con un sincero deseo de corazón de cambiar en aquello que no le es del agrado a Este; porque si bien es cierto que nuestro Creador ha prometido que nos va a devolver a nuestros seres queridos mediante la resurrección, no es menos cierto que estaríamos hablando y en sentido figurado, de una moneda que tienen dos caras…… pero veamos un ejemplo de lo que pretendemos señalar: Imaginemos un caso extremo y como podría ser una familia que por un accidente mortal (el suceso imprevisto) o por una enfermedad incurable (consecuencia de la imperfección humana), pierde a uno de sus miembros en la flor de su juventud; bien, ya hemos dicho que Jehová Dios nos promete que va a revertir dicha situación, devolviéndonos a la persona en cuestión mediante la resurrección, pues esto es lo que nos dijo el propio Hijo de Dios:

No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz (o su nombre en la voz de Jesucristo, como en el caso de Lázaro) 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.” (Juan 5:28-29). (Acotación nuestra).

Luego esa persona perdida en la flor de su juventud y mediante la resurrección, volverá a estar entre nosotros y podrá abrazar a sus padres y demás familiares, luego estaríamos hablando de una separación temporal y no definitiva…… pero esta, la resurrección de esa persona, es una de las dos caras de la moneda mencionada, luego veamos cual es la otra. Y esta otra tiene que ver con el esfuerzo que hagan los dolientes que lloran la muerte de la persona en cuestión, pues estos también tienen que poner de su parte para poder estar presentes en el momento de dicha resurrección y propiciar así, el encuentro entre ellos y su ser querido; pero para entender lo que está envuelto en el asunto, tenemos que averiguar cuando se producirá dicha resurrección y que dicho sea de paso, no se va a tardar.

 Notemos que lo que nos dijo Jeremías, es que tiene que haber un “volverse” a Jehová y lo que implica el tener una relación con Él por el medio o conducto apropiado, eso es, adorándole como Este quiere que se haga y no como nosotros entendemos que hay que hacerlo; recordemos que los israelitas en el desierto y poco después de su liberación de la esclavitud en Egipto, celebraron “una fiesta a Jehová” (Éxo. 32:5) y que acabó con la muerte de más de tres mil personas, como castigo divino: sencillamente, no adoraron a Dios como este dice que hay que hacerlo, sino como ellos querían hacerlo, eso es, mediante la imagen de un becerro de oro. Hecho que nos señala y dado que “las cosas escritas en tiempo pasado, fueron escritas para nuestra instrucción” (Rom. 15:4), la imperiosa necesidad de adorar a Dios desde un posición correcta según Su punto de vista y lo que está estrechamente relacionado, con la clase de religión con la que cada uno se asocia; y forma de adoración, que Jesús dejó perfectamente delimitada:

No obstante, la hora viene y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. 24 Dios es un Espíritu y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu (eso es, sin utilización de imágenes) y con verdad.” (Juan 4:13-24). (Acotación nuestra).

Entonces si usted está asistiendo a una iglesia que tiene imágenes como “ayuda” para la adoración, usted sabe que ahí hay algo no funciona; o si las enseñanzas que le llegan de su iglesia, no se ajustan a lo dicho en las Escrituras, tiene que sospechar que algo está fallando ahí, pues según Jesús, solo la Palabra de Dios “es la verdad” (Juan 17:17). Por ello y cuando Jehová, mediante su Hijo Jesucristo nos dio la Revelación o Apocalipsis, ya nos advirtió acerca de la existencia de un imperio mundial de religión falsa que no tenía su aprobación y por lo que sería destruido, al tiempo que lo serían también sus seguidores y del que nos teníamos que apartar, mediante estas palabras:

Y oí otra voz procedente del cielo decir: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados y si no quieren recibir parte de sus plagas”.” (Rev. 18:4).

Por lo que volviendo el ejemplo familiar antes citado, si bien la persona finada volverá a la vida en su momento, las personas envueltas en el asunto y si no hacen los arreglos necesarios para ello, no estarán presentes cuando se produzca dicha resurrección; y que por hacer los “arreglos necesarios”, se entiende la necesidad de averiguar si la religión en la que están asociadas tiene la aprobación de Dios o no…… y si es no, recuerden que Jeremías nos recomienda el “volvernos a Jehová” (Lam. 3:40). Pensemos que estamos a “puntito” de entrar en los siete últimos años del mundo como lo conocemos y que serán seguidos por el establecimiento del reino de Dios, periodo de tiempo en el que dará inicio la mencionada resurrección de los muertos; si además tenemos en cuenta que los tres años y medio últimos de ese cómputo de siete, serán ocupados por la llamada “gran tribulación” y en la que no habrá ya posibilidad de cambiar de “chip”, resulta que solo tenemos los primeros tres años y medio (y eso está al caer, repetimos) en los cuales se llevará a cabo la gran predicación anunciada en Mat. 24:14, como ayuda al “personal” para enderezar las respectivas relaciones con nuestro Supremo Hacedor.

Entonces, si uno es católico, TJ, adventista, mormón, bautista, etc. etc. etc., tiene que empezar a dar pasos en el sentido de averiguar si su forma de adoración tiene la aprobación de Dios y que de no ser así (y de hecho no lo es), no puede permanecer dentro de la misma ni un minuto más y prescindiendo de los muchos problemas que ello le cause, pues de lo contrario estaría oponiéndose a un mandato expreso dado por el propio Creador y en consecuencia, actuando en rebeldía contra Él; y aunque es cierto que esos “reajustes” en su forma de adoración, repetimos, conllevarán esfuerzo y sacrifico, no es menos cierto que si uno quiere volver a reunirse con sus seres queridos arrebatados por la muerte, tiene que hacer cambios en su forma de adorar a Dios, para que pueda realmente mantener una “actitud de espera” en Jehová con resultados de éxito, eso es, estar en el lugar adecuado en el momento oportuno.

Y que Este y como ya hemos señalado, devolverá a los muertos a la vida mediante la resurrección, es algo que no admite duda alguna puesto que “para con Dios, ninguna declaración será una imposibilidad” (Luc. 1:37)…… ya otra cosa, es que uno no pueda estar allí para disfrutar ese momento, por haber sido destruido en la “gran tribulación” al no obedecer el mandato divino de apartarse de la adoración falsa. Por lo tanto, ese tiempo sublime de la reunión con nuestros seres queridos que nos han sido arrebatados por la muerte, es cosa de dos: Jehová por una parte y nosotros por la otra…… y Él no fallará, luego ¿fallaremos nosotros, por no habernos atrevido a dar el paso de abandonar una forma de adoración que es falsa y que a Dios le repugna? Y con el agravante de que si usted que lee esto, está en esta situación de pertenencia a algún tipo de denominación religiosa de corte humano (repetimos la idea de que todas lo son), sepa que a partir de este momento tiene que darse por enterado y por ello, lo que tarde en tomar acción al respecto ya le “cuenta” como actitud de desobediencia hacia su Creador…… luego la cosa es muy seria.

En el bien entendido y ya se lo advertimos por adelantado y para que no se lleve a engaño, que no existe a día de hoy y dentro de la llamada “cristiandad”, denominación alguna que tenga la aprobación de Dios, aunque todas digan lo contrario, eso es, que cada una de ellas afirme ser la religión “verdadera”; pues ésta, la mencionada “cristiandad” y con todo su conjunto de distintas “iglesias” o formas de cultos (católicos, adventistas, testigos de Jehová, mormones, etc.), no es más que una parte del imperio mundial de religión falsa e identificado en las Escrituras como “Babilonia la Grande, la madre de las rameras” (Rev. 17:5) y del que nuestro Creador nos insta a salirnos de inmediato. Por lo tanto, si usted es una de las muchas personas que se encuentran en la situación que hemos usado como ejemplo, eso es, si llora la pérdida de un ser querido y desea volver a verlo pronto, lo prudente es que empiece a dar los pasos requeridos que le permitan mantener una “actitud de espera” en Jehová; y dado que, como hemos dicho, ese período de siete años por venir ya lo tenemos prácticamente encima, hágase a la idea de que ha emprendido un viaje hacia un destino que le llevará a encontrarse de nuevo con su ser querido, a la manera de aquél que toma un avión desde cualquier punto del planeta, para reunirse en el lado opuesto del mismo con alguien amado: sabe que si bien el trayecto es largo y duro en ocasiones, vale la pena hacerlo por lo que hay al final del este.

Y entendemos que el hacer uno ajustes en su forma de relacionarse con Dios (eso es, apartarse de la organización religiosa a la que se pertenece) no es nada fácil, pues los autores de este blog en su momento pasamos por ello al tener que decidir qué hacer, cuando nos dimos cuenta que la organización a la que pertenecíamos (TJ) no era “la verdadera” y según nos juraban y perjuraban su dirigentes. Pero como dice la leyenda que encabeza este artículo, si bien el “esperar en Dios” no es lo más fácil, si es lo más seguro…… por lo que ahora es usted, el que tiene que tomar una decisión.

MABEL

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