Juan 5:28-29
Parece increíble, pero cierta, la manera como se puede deformar una información, hasta el grado de hacerla inentendible y llegar con ello a decir la cantidad de disparates que se pueden decir, a cuenta de un texto mal entendido o mal interpretado, como prefieran. Y ese es el caso, por ejemplo, del que da título a este comentario y que para empezar nuestro planteamiento, leeremos primero y por aquello de ponernos en situación, el contenido del citado pasaje:
“No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”
Y es que resulta y siempre según los “entendidos” en materia bíblica, que la explicación o interpretación del mismo es la siguiente: hay dos resurrecciones, una primera para vida eterna y una segunda, para condenación y en consecuencia, destrucción eterna; pero que además según dichos “entendidos” y en virtud de una total falta de comprensión con respecto a Rev. 20:5, colocan dicha segunda resurrección al final de la era milenaria. Y claro, de lo mezclado en esa coctelera lo que sale es una segunda resurrección al final de los mil años de condenación o destrucción eterna, para todos aquellos que han muerto sin tener el favor de Jehová y que lo tanto, necesariamente y por lógica, la primera tiene que incluir a todos aquellos que sí acepta Dios y sin pensar esos señores, en las incongruencias que de esa reflexión se derivan, como veremos a continuación. Y es que aunque estamos de acuerdo en que hay dos resurrecciones, en lo que ya no estamos tan de acuerdo, es en que esto lo diga el citado texto de Juan y en el caso de donde si se nos da a entender dicha circunstancia y que es en el libro de Revelación, discrepamos acerca de quiénes participan en cada una de ellas y cuando. Porque hay que recordar que Revelación o Apocalipsis, nos habla de una primera resurrección (Rev. 20:6), pero nunca hace mención expresa de una “segunda” y algo que solo asumimos por deducción: si hay una primera, es porque obviamente habrá una segunda, pero repetimos porque es un detalle importante...... en ningún lugar se nos menciona de una “segunda” resurrección. Formulada esta matización, entremos de lleno en el asunto.
Y es que el primer problema ya aparece cuando se afirma, que en la primera resurrección participan todas aquellas personas, que desde Abel hasta nuestros días han muerto contando con el favor de Dios y lo cual, ya nos disculparán, pero es un disparate como un piano y al que se suma el otro disparate, de colocar una supuesta “segunda” resurrección, al término de los mil años de gobierno mesiánico y para aquellos que debido a su conducta, murieron sin el favor del Altísimo; y por ello siendo condenados irremisiblemente a la destrucción eterna, con lo cual es fácil deducir, que quién eso afirma no tiene ni remota idea de lo que dice la Biblia. Esta última conclusión, basándose (repetimos) en lo afirmado en Rev. 20:5 y que obviamente, su contenido tampoco es entendido correctamente; porque claro, el dicho entendimiento ya viene condicionado, como al principio hemos dicho, por la errónea interpretación de Juan 5:28-29. Luego lo que hacen los susodichos “maestros” en interpretación bíblica y para que todo cuadre, es ajustar textos aunque para ello haya que retorcerlos lo que haga falta y si conviene, hasta sacarlos de su contexto natural, para así poder apoyar lo que simplemente es la pésima interpretación de un pasaje bíblico.
Vamos a empezar, por averiguar quiénes participan de lo que se conoce como la “primera” resurrección (más adelante explicaremos, porqué se le llama la “primera”) y para ello, leeremos Rev. 20:6:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”
Luego algo que queda meridianamente claro, es que los que participen de esa primera resurrección, tendrán el privilegio de gobernar junto a Cristo, en calidad de reyes y sacerdotes, durante su reinado milenario. Y algo que también nos queda claro, es que la muerte segunda, no tiene autoridad sobre ellos, o sea, ellos pasan y en el mismo momento de su resurrección, directamente a gozar de la vida eterna, luego ya no están sujetos a ningún juicio ni a la posibilidad de morir de nuevo, pues ya se les ha concedido la inmortalidad.
Ahora bien, se nos ha dicho y siempre según estos “expertos” en cuestiones bíblicas, que en esa primera resurrección (algo les hemos comentado ya), participan todos aquellos que en toda época (lo cual incluye a los fieles del AT), han muerto contando con el favor de Jehová. Y ellos tienen necesidad de que sea así, porque como hemos visto y según su especial interpretación de Juan 5:28-29, solo les queda la “segunda” resurrección de condenación o destrucción eterna y claro, pensar que los Abraham, David, etc., tengan que ser destruidos, como que queda un poco fuerte ¿no? Luego para solventar ese “pequeño asuntillo”, pues nada, los metemos a todos en el mismo saco, o sea, en la primera resurrección y ¡hala! todos a gobernar con Cristo. Pero no olvidemos, que solo los que han de gobernar con Jesucristo, toman parte en esa primera resurrección, según el texto de Rev. 20:6, considerado con anterioridad y por lo cual sería interesante, saber cuántos y si ello se puede saber, acceden a dicho privilegio. Por lo tanto, ya tenemos el problema servido y como consecuencia, repetimos, de una mala interpretación, porque de ser eso así como ellos nos dicen, la cantidad de gobernantes asociados con Cristo alcanzaría cifras cuasi estelares; y cifra que según nuestro amigo Mario Olcese, que ya en su momento cuantificó dicha cantidad, se llegaría a “millones, miles de millones” de co-gobernantes del reino...... y el problema está, en que la Biblia no dice nada de esto.
Este es un debate interminable y si se nos permite la observación, irreconciliable y cuya dificultad queda circunscrita al hecho de que mientras unos leemos un texto e intentamos explicar y por supuesto ajustar, nuestro punto de vista a lo que en él se dice, otros y que son legión, desarrollan una idea y luego buscan textos que la apoyen, aunque sea forzándolos un “poquitín”, inclusive sacándolos de su contexto si ello conviene, con tal de que apoyen su disparatada percepción de la realidad escritural...... y eso es lo que ocurre en este caso, e intentaremos explicarles la razón de ello. Una constante en todos aquellos que escriben de temas bíblicos, pertenezcan a la organización cristiana a la que pertenezcan o vayan por libre, es que declaran sin lugar a dudas que han sido “ungidos” como Hijos de Dios, luego hechos hermanos de Cristo y en consecuencia, llamados a co-gobernar con Este en el reino de Dios...... todo eso en el mismo momento de su bautismo y de forma automática, lo cual no deja de ser otra barbaridad. Y si para conseguir demostrar la veracidad de semejante disparate, hay que hacer interminable el número de miembros de ese gobierno, pues se hace y punto; luego ya todo lo que resta, solo es asunto de conseguir el hacer ver a los demás, que algunos textos dicen aquello que en realidad no dicen y con el fin de convencernos de que tienen razón.
Sin embargo, en las Escrituras sí se nos da una cantidad específica en cuanto al número exacto de integrantes de dicha gobernación. Y aún cuando dicha circunstancia, es fuertemente contestada por parte de esas personas, la realidad es la que es y ahí están los dos pasajes que citan dicha cantidad; el primero en Rev. 7:4:
“Y oí el número de los que fueron sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de toda tribu de los hijos de Israel.”
Y el segundo lugar en donde también aparece dicho número, es en Rev. 14:1 y 3:
“Y vi y, ¡miren!, el Cordero de pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre (…….), 3 Y están cantando como si fuera una canción nueva delante del trono y delante de las cuatro criaturas vivientes y de los ancianos; y nadie pudo dominar aquella canción sino los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra.”
Luego como pueden ver, lo de los 144.000, no nos lo inventamos nosotros: lo dice la Biblia; y aunque esos textos, para el común de los mortales serían concluyentes, no así para esas personas que se califican a sí mismas de “ungidas” y que no pueden aceptar esa posibilidad, ya que de ser así, se les viene abajo su “chiringuito”...... luego ¿cómo hacen para negar lo innegable? Pues sencillamente, afirmando con todo el descaro del mundo, que en estos pasajes se hace referencia a una cantidad “simbólica”, o sea, que cuando leemos “ciento cuarenta y cuatro mil”, lo que hay que entender en realidad, es “millones, miles de millones” (según expresión, como hemos dicho, de Apologista Mario Olcese), en definitiva, una cantidad astronómica. Y si para muestra vale un botón, vean solo el título de un artículo de Apologista, que hablaba del tema: “La muchedumbre incalculable de 144.000, viene de la Gran Tribulación.”; coherente la idea, ¿no? Pues bien, con eso mimbres tenemos que hacer el cesto e intentarles hacer ver, que su planteamiento no tiene sentido.
Sin embargo y en primer lugar, hay que decir que en ningún lugar de las Escrituras, absolutamente en ningún lugar, se nos habla de tal simbolismo, ni nada que nos dé a entender esa idea, ni siquiera algo que se le parezca o se le acerque mínimamente. En segundo lugar, vamos a analizar algo que sí nos dice Rev. 14:1 (antes citado) y que arroja un poco de luz a esta cuestión: “
Y vi, y ¡miren!, el Cordero de pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre.”
Tengamos presente que nos encontramos en el marco de una revelación, acerca de cosas que tiene que suceder aquí en la tierra. Y para poder entender el alcance de este pasaje, tenemos que acudir a unas palabras profética pronunciadas por el mismo Jehová y que se encuentran en el Salmo 2:6, en donde leemos:
“…..diciendo: “Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña”.”
Pero ¿qué es Sión? Originalmente era una fortaleza jebusea, que con el tiempo se llamó “la Ciudad de David” (1 Rey. 8:1; 1 Cró. 11:5), ya que después de tomar el monte Sión, David fijó allí su residencia real (2 Sam. 5:9). Por tanto, las palabras de Jehová: “Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña” (Sal. 2:6) apuntan, a tenor del contexto de dicho Salmo, a un futuro distante en el tiempo. Esta montaña llegó a ser especialmente santa para Jehová, cuando David hizo que se trasladase allí el arca sagrada (2 Sam. 6:17) y siendo más tarde, que la designación “Sión” llegó a abarcar también el recinto del templo, ubicado en el monte Moria (adonde se llevó el Arca durante el reinado de Salomón) y aplicándose en realidad ese término, a toda la ciudad de Jerusalén. Como el Arca estaba relacionada con la presencia de Jehová (Éxo. 25:22; Lev. 16:2) y Sión era el símbolo de esa realidad, se hablaba de Sión como el lugar de la morada de Dios y el lugar de donde procedería, en un futuro aún lejano, la ayuda, la bendición y la salvación de parte de Jehová. Y puesto que desde allí gobernaba el rey escogido por Dios, se consideraba a Sión y por extensión a Jerusalén, el lugar desde donde gobernaba Jehová.
Luego lo que Juan vio en visión, fue el cumplimiento del restablecimiento futuro del reino de Dios de nuevo aquí en la tierra en la persona de Su Hijo Jesucristo y…….de 144.000 asociados, ni uno más, ni uno menos. Y repetimos, estamos en el contexto de una revelación de “las cosas que tienen que suceder” (Rev. 4:1b) y no en un concurso de acertijos, por lo cual debemos de entender que lo que Juan vio sobre ese monte Sión, era exactamente lo que Jesucristo y Jehová en último extremo, querían que este viera ¿o no es razonable pensar eso? Y si esto es así, ¿por qué hay que afirmar entonces, que esos 144.000, no son realmente 144.000? ¿Por qué deberíamos ir más allá, de lo que dicen las Escritura (1 Cor. 4:6)? ¿O deberíamos entender que a Juan se le mintió? Porque mucho nos tememos que no hay otra opción: o eran 144.000 o no y si no lo eran, pues efectivamente a Juan (y por extensión a todos nosotros) se le mintió. Luego a partir de ahí, la Palabra de Dios no sería fiable, pero claro, eso es imposible:
“…..sobre la base de una esperanza de la vida eterna que Dios, que no puede mentir, prometió antes de tiempos de larga duración.” (Tito 1:2).
Siendo eso así entonces, lo único que nos queda es pensar que los que mienten y adulteran la Palabra de Dios, son esas personas que sostienen tan disparatadas ideas, en función de no sabemos qué objetivos ¿no creen? Ahora bien, partiendo de ahí ¿en dónde metemos ahora, al resto de los “millones, miles de millones”, que se quedan sin su puesto de gobernante y que por ello ¡ojo al dato!, no participarán de la primera resurrección? Porque recordemos que en esa, solo participan los que con Cristo han de gobernar y que según Revelación, tal y como hemos visto es un número concreto y reducido. Algo en lo que además, estaba de acuerdo Jesús y que suponemos algo sabría del tema, cuando (sin citar cantidad alguna) dijo lo siguiente:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Luego ¿qué idea deseaba transmitir el Hijo de Dios, con esas palabras? ¿Dudan ustedes de que Jesús, desconociera el significado de la expresión “rebaño pequeño”?...... pues eso, nosotros tampoco. Pero veamos otro problema que se nos presenta y que tiene que ver, en si es posible o no, que los fieles de la antigüedad accedan en calidad de gobernantes a ese reino y con lo cual sabremos y que es realmente lo que nos interesa, si se levantarán en esa primera resurrección o no.
Bien, ya tenemos completada la primera resurrección y ahora, solo nos queda una segunda y que según los “entendidos” en la materia, se produce al final de los mil años del reinado de Cristo y es para destrucción eterna. Luego ¿qué hacemos con esos personajes de la antigüedad, que murieron con el favor y la bendición de Jehová, como Noé, Abraham, David, Daniel y tantos y tantos otros? Porque lo que queremos dejar claro, es que esos personajes no pueden participar de esa primera resurrección y aunque hemos visto de entrada, que el limitado número de participantes que conforman el gobierno del reino, ya sería un obstáculo considerable a tener en cuenta, vamos no obstante, a señalar otras dos razones que entendemos de peso y que nos dan la razón en nuestro planteamiento.
Una primera razón, es que cuando Jesús estuvo aquí en la Tierra, estableció una condición sine qua non para poder acceder a la gobernación del Reino:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5).
Luego esta es una condición indispensable que, por cierto, no podían reunir de ninguna manera aquellas personas que habían vivido siglos antes de Jesús, porque el bautismo con Espíritu Santo y que determinaba un nuevo nacimiento, dio inicio en el Pentecostés de 33 d.C., cuando fue derramado sobre los apóstoles. Y una segunda razón, es que Jesús estableció lo que podríamos llamar una línea divisoria, entre aquellos que si podían acceder a dicho privilegio y aquellos que no:
“Pero desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos es la meta hacia la cual se adelantan con ardor los hombres y los que se adelantan con ardor se asen de él.” (Mat. 11:12).
Y si bien es cierto que hay un poco de confusión, en la traducción de este texto, lo que queda claro, es que el punto de partida para cualquier cosa que tuviera que ver con el Reino, se inició después de Juan el Bautista. Luego para todos aquellos fieles que vivieron antes de Juan, no existió la posibilidad de afanarse, luchar o de hacer algo, fuera lo que fuera y con relación a este reino, sencillamente porque aún no existía la oportunidad.
Pero es que Jesús y en el versículo anterior a este que acabamos de considerar, dijo algo que dejó las cosas muy claras, si acaso ya no estaban bastante claras, acerca de si los fieles del AT tendrían acceso al reino en calidad de gobernantes y en consecuencia (que es realmente de lo que se discute), si participarían de la primera resurrección; veamos las palabras de Jesús:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
O sea, que por lo menos aquí tenemos a uno que seguro, no formará parte de ese gobierno de hechura divina y que por lo tanto, no estará en esa primera resurrección. Y es que con esas palabras citadas, fue el propio Jesús el que señaló que Juan no reinaría con él….. ¿o queda alguna duda? Pero ¿por qué fue eso así?: pues sencillamente, porque Juan murió antes de que fuera derramado el Espíritu Santo y por lo tanto, abierta la oportunidad de nacer del Espíritu y Jesús sabía eso, por lo que pudo afirmar que Juan el Bautista, no se levantaría en la primera resurrección; entonces ¿qué hacemos con él?
Tengamos presente, que lo que pretendemos establecer, es el asunto de las dos resurrecciones de Juan 5:28-29 y no quien gobernara con Cristo, pero hemos de entrar también en ello, dado que las dos cosas están estrechamente relacionadas. Dicho esto y para que no se pierdan, continuemos ahora, con la palabras que dijo Jesús acerca de Juan el Bautista, asegurando que este no estaría gobernando con Él y lógicamente, no participaría de esa primera resurrección. Repasemos de nuevo, las palabras de Jesús y en donde vemos una derivada de la idea primaria que esas palabras establecieron:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.”
Bien, vamos a ver: si entre los nacidos de mujer, no había sido levantado uno mayor (en orden de importancia entendemos) que Juan, es evidente que este era mayor que los Abraham, David, Daniel y compañía ¿no es cierto? Luego, si el menor en el reino de los cielos, era mayor que él y por lo tanto, obviamente Juan quedaba excluido, cuanto más aquellos que eran menores que Juan en ese citado orden de importancia. Entonces queda claro que los fieles anteriores a Juan, él incluido, no pueden gobernar con Cristo y con lo cual, de ninguna manera participan de la primera resurrección de Juan 5:28-29, a pesar de lo que digan los que defienden dicho planteamiento...... luego ¿qué hacemos con ellos, Sres. “entendidos”?
El error fundamental que cometen los que defienden la teoría de las dos resurrecciones de Juan 5:28-29, tanto en ese pasaje, como en el de Daniel 12:2 y al que también citan para dar fuerza a su argumento, es que no entienden el hecho de que tanto en ese pasaje de Juan como en el de Daniel, de lo que se nos está hablando es de una sola resurrección con dos distintas retribuciones y que estaría de acuerdo con Hech. 24:15:
“…..y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”
Por lo cual, lo que ellos están diciendo, no tiene sentido: es sencillamente imposible. Pero para que ustedes capten lo que queremos decir, vamos a aceptar por un momento que tienen razón en su planteamiento y veamos entonces, el problema que se nos crea. Porque al solo existir, dos resurrecciones, una primera para salvación y una segunda para condenación, tal como ellos entienden de los pasajes de Juan y Daniel, eso significaría que todas aquellas personas que hubieran muerto en el favor de Dios, en cualquier tiempo, tendrían inevitablemente que participar de esa primera resurrección y en consecuencia, según Rev. 20:6, pasarían a convertirse todos ellos, en reyes y sacerdotes para Dios y el Cristo, reinando con Este los mil años. Por otra parte, ya conocemos la opinión de Apologista Mario Olcese y compartida en el 99% de los que escriben sobre temas bíblicos en Internet, en el sentido de que la gran muchedumbre de Rev. 7:9, en realidad también pasa a formar parte del grupo gobernante de los 144.000; porque puesto que hasta donde nosotros sabemos, nadie ha rebatido semejante dudosa idea, tendremos que entender que es de general aceptación.
Bien, ahora tenemos por otro lado, a aquellos que habiendo muerto sin tener el favor de Dios, no se levantan (se nos dice) hasta pasados los mil años, para recibir su justo castigo. Luego, ¿nos podrían decir ustedes y durante ese espacio de tiempo de mil años, sobre quienes gobernarán como reyes y lo que es más importante, sobre quienes ejercerán su función de sacerdotes, los innumerables miembros de ese gobierno? Porque si la cosa es como ellos afirman, en la tierra no habrá personas que gobernar ni a las que beneficiar con su tarea sacerdotal: sencillamente será un reino sin súbditos. Luego la pregunta es la siguiente: ¿para ese viaje, hacían falta tantas alforjas? Porque no se les olvide, que el tema principal de la Biblia es el reino de Dios y los beneficios restauradores que de él se derivarán, además del hecho de que Jesús fue enviado precisamente para anunciar “las buenas nuevas del reino.” Veamos que nos dijo Jesús, acerca de su primordial comisión:
“Pero él les dijo: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43).
Luego ¿todas las expectativas generadas, así como los esfuerzos realizados para la consecución de este logro, tienen que quedarse solo en eso, en mil años desperdiciados? Luego ¿para qué mil años? ¿De qué utilidad son? ¿Para qué se ha establecido dicho período? Y no sabemos qué pensarán ustedes, pero se nos antoja que la reflexión que acabamos de hacer, es solo de pura lógica y las preguntas formuladas, bastante razonables.
Es cierto por otra parte, que la primera resurrección lo es, tanto en orden de tiempo como en orden de calidad. De tiempo, porque ocurre entes de dar inicio el milenio y coincidiendo con el regreso de Cristo (1 Tes. 4:16), ya que se tiene que habilitar el gobierno que ha de regir durante los mil años y primera en orden de calidad, porque esas personas son las únicas resucitadas directamente a la inmortalidad (Rev. 20:6). Pero no es menos cierto, que los judíos del tiempo de Jesús (y anteriores por supuesto), no era esta la resurrección que esperaban, es más, no tenían ni la más remota idea de su existencia. Las hermanas de Lázaro, por ejemplo, no era esa la resurrección que tenían en mente para su hermano, cuando esperaban ansiosas que Jesús hiciera algo por este, recién fallecido:
“Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día final.” (Juan 11:24).
¿Estaba hablando Marta acaso, de una última resurrección de juicio y destrucción eterna, “en el día final”? ¿O acaso, estaba hablando de una resurrección, que llevara a su hermano a reinar junto a Cristo y de la que, repetimos, ella no tenía ni idea? Pues ni la una ni la otra. De lo que ella estaba hablando, era de una resurrección en un tiempo en que sería restablecido el reino de Dios aquí en la tierra y al ser humano se le daría la oportunidad de recuperar la perfección y, mediante demostrar su lealtad a Jehová, el conseguir acceder de nuevo a la posibilidad de vivir eternamente; pero veamos como confirma ese extremo, el relato de Revelación.
Cuando usted lee Rev. 19:19 hasta 20:3, está viendo el final de este sistema de cosas tal como lo conocemos, finiquitado por Cristo y sus hermanos, en la gran y final batalla de Armagedón. En Rev. 20:4-6, ya está viendo lo que podríamos considera como la toma de posesión de sus respectivos tronos de aquellos que han de gobernar con Cristo; ya en el versículo 11, lo que está viendo es la majestuosa presencia del Rey presidente de ese gobierno, Jesucristo, sentado en su imponente trono y dando inicio a una nueva era: el milenio:
“…. De delante de él huyeron la tierra y el cielo y no se halló lugar para ellos.”
Y dado que en términos proféticos, “tierra” significa la sociedad humana y “cielos”, denotando lo alto o encumbrado, a los gobiernos que actúan sobre dicha sociedad (Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:13), lo que usted está viendo, es la total renovación de dicha sociedad humana y del sistema de gobierno que pasa a regirla. Y una vez establecido esto, es cuando empieza la resurrección general de los muertos, o lo que se podría considerar como una segunda resurrección y también el proceso a seguir, para saber quién será digno de conseguir la vida eterna o por el contrario, ser merecedor de destrucción eterna. Y si hemos obviado los versículos del 7 al 10 de este cap. 20, es porque ese pasaje, no es más que un inciso para señalar algo, que nada tiene que ver con lo que se está explicando y que tiene que producirse al cabo de los mil años. Pero que para nada significa que la acción que se estaba desarrollando y es interrumpida, se tenga que trasladar mil años en el futuro. Por lo tanto y después de dicho inciso, los acontecimientos continúan teniendo su orden lógico, luego de nuevo se vuelve al inicio del milenio.
Porque eso es lo que va a ocurrir: durante el milenio y de forma gradual, se irá levantando a los muertos, tanto justos como injustos (Hech. 24:15) y mediante los oficios sacerdotales de los gobernantes del reino, se les irá ayudando a conseguir la perfección (recuerden que se abren nuevos rollos de instrucciones), tanto física, como mental y sobre todo espiritual, lo que les llevará al término de los mil años, a enfrentar con éxito la última gran prueba a la que será sometida la humanidad y de la que ya hemos sido “advertidos” en los versículos 7-10, antes omitidos. Lo cual permitirá al ser humano, probar su lealtad a Jehová y conseguir así la vida eterna, la cual vida eterna habrían mantenido Adán y Eva, si no hubieran fracasado miserablemente en mostrar lealtad a su Creador. Y lamentablemente eso de nuevo volverá a ocurrir, con aquellos que faltos de aprecio, disfruten de las bendiciones materiales que se impartirán durante el milenio, pero no presten atención a las más importantes que son las espirituales. Estos no pasarán la prueba y su nombre, por tanto, no será inscrito en el libro de la vida, por lo que serán arrojados al lago de fuego, como símbolo de destrucción eterna:
“Y la muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esto significa la muerte segunda: el lago de fuego. 15 Además, cualquiera a quien no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.” (Rev. 20:14-15).
Y es en ese sentido, que Juan 5:28-29 y Daniel 12:2, nos hablan de una resurrección de vida y una de juicio o condenación. Leamos:
“No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación.”
Y si analizamos con cuidado dicho texto, es evidente que no nos habla de dos resurrecciones distintas y separadas en el tiempo por mil años. Los que apoyan dicha teoría, han tenido que apartar un texto de su contexto (Rev. 20:5) y que nada tiene que ver con Juan 5:28-29, para conseguir este apoyo. Y es que según el texto de Juan, los que oirán la voz serán todos, luego entonces ¿quiénes saldrán? ……. pues según dicho texto todos (de forma progresiva, claro), tanto justos como injustos (Hech. 24:15). Ahora bien, se nos dice que los que hicieron el bien, tienen una recompensa y los que hicieron el mal, otra. Luego se confirma lo que ya hemos dicho con anterioridad: una sola resurrección, con dos retribuciones distintas. Pero puesto que leemos que son juzgados por las cosas que hicieron bien o que hicieron mal, entonces la pregunta sería: que hicieron bien o mal ¿cuándo? Pues evidentemente después de su resurrección, aunque cierto es que dicho texto no está demasiado bien logrado en la inmensa mayoría de traducciones y dando la sensación, de que es por las cosas que hicieron antes de morir.
Y no ayuda en nada la torpe interpretación que del mismo han hecho los “entendidos” en la materia; porque claro, al decir que los que resucitan en la segunda resurrección al cabo de los mil años, se encaminan a la destrucción, están dando a entender que es por lo que hicieron antes de morir, ya que al resucitar al término de los mil años, es evidente que ya no tienen tiempo de hacer nada, ni bueno ni malo y lo cual es un nuevo disparate. Y es que olvidan que por encima de lo que parezca decir un texto, está lo que se conoce como contexto general y que tiene que ver, con lo idea que nos transmite el mensaje bíblico, prescindiendo de lo que nos diga un texto en particular. Veamos un ejemplo de eso, contrastando lo que parece decir Juan 5:28-29, con la idea que transmite el contexto general y veamos porque eso no puede ser así, aunque el texto citado parezca decir lo contrario. Escribiendo a los hermanos de Roma, Pablo dijo lo siguiente:
“Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
Luego lo que entendemos de este pasaje, es que al morir, uno cancela la deuda contraída, porque con su muerte ya ha pagado el precio, luego si volviera a la vida, como es el caso de los que por la misericordia de Jehová, resucitan, ya no tiene la deuda del pecado. Que eso es así, Pablo lo dejó claro unos versículos antes, concretamente en el 7, al decir:
“Porque el que ha muerto ha sido absuelto de su pecado.” (“justificado” o “librado” o “redimido”, según versiones). (Acotación nuestra).
Luego no pueden ser juzgados de nuevo, por el mismo delito (el pecado heredado y sus consecuencias) y por el que han pagado con la muerte. Es por eso, que los rollos que se abren en Rev. 20:12, de ninguna manera tienen que ver con un registro de las cosas hechas antes de la muerte de aquellos que son resucitados y como de forma errónea e incomprensible, afirman los “expertos” en la materia. Sencillamente, con la muerte ya han pagado por sus pecados, porque además, ese fue el precio fijado por el pecado, cuando Jehová advirtió a Adán:
“Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás.” (Gén. 2:17).
Desobedecer a Dios, era pecar y el precio a pagar era la muerte...... punto. Luego, si dichos libros o rollos, no son un registro de cosas pasadas y por lo considerado, vemos que no pueden serlo, evidentemente tiene que tratarse de nueva información que se abre, para ponerla en práctica y tendente a la restauración física, mental y espiritual del ser humano y que sería la base, sobre la que uno calificaría para conseguir una resurrección de vida o una de condenación y para ello, el requisito indispensable es tiempo y por eso se nos dan mil años. Luego solo el sentido común nos dice, que de ninguna manera podría ser una resurrección al final del milenio, sino muy por el contrario, al principio del mismo; de lo contrario ¿para qué abrir nueva información, si no habría quién la usara, por no existir tiempo material para llevarla a cabo? Y es que solo la torpeza de usar un texto fuera de su contexto, en este caso Rev. 20:5, ha hecho que un pasaje como Juan 5:28-29, parezca decir aquello que realmente no dice. Porque ese texto de Revelación, sencillamente nos habla de otra cosa que para nada tiene que ver con el pasaje de Juan; y es que lo que pretende dicho texto de Juan al señalar una segunda resurrección para juicio, es que solo al final del período milenario, se sabrá si la resurrección de la persona ha sido para vida o para destrucción y siempre en función del aprovechamiento que uno haya hecho de la ayuda recibida, como ya hemos apuntado. Circunstancia que será puesta en evidencia, mediante la última prueba (que no una resurrección) a la que se enfrentará la humanidad al final de los mil años (Rev. 20:7-10) y por eso, repetimos, no se puede saber si una resurrección será para vida o para muerte, hasta llegar a ese momento; eso, sencillamente, es lo que nos quiere decir Juan 5:28-29.
Pensamos que con lo dicho, es suficiente para que una persona coherente y dispuesta a razonar, entienda lo que realmente nos dice el pasaje bíblico que da título a este artículo; por ello y aunque hay más por añadir, creemos que es suficiente. Y nosotros, de nuevo hacemos hincapié en la necesidad de la comprobación personal para ver si lo que afirmamos, es cierto o no. Porque es nuestro consejo, que nunca pongan su confianza en ninguna afirmación, venga de donde venga, sin antes haberla considerado y contrastado adecuadamente:
“Ahora bien, estos eran de disposición más noble que los de Tesalónica, porque recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo y examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así.” (Hech. 17:11).
Y recuerden que el que hablaba, era el mismísimo Pablo: ni más…... ni menos.
MABEL
miércoles, 9 de junio de 2010
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