Tiene a su alcance un feliz porvenir
Recesión económica; desempleo galopante; violencia racial y de género; terrorismo; cantidad de conflictos bélicos en numerosas y distintas áreas del globo; desastres medio ambientales por todas partes, bien sean provocados por el hombre o por causas naturales; el peligro cada día más cercano de un conflicto bélico de consecuencias inimaginables en Oriente Medio y un largo etc., conforman el triste entorno en el que nos vemos envueltos diariamente. Por ello, entendemos como razonable, que cuando usted a leído la frase que da título a este comentario, se haya quedado boquiabierto y se le haya pasado por la cabeza aquello de: “¿Pero estos…... de qué van?
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer, que no nos encontramos cómodos en ese ambiente, sencillamente porque el hombre fue creado para otra cosa. Por eso, reaccionamos positivamente y nos emocionamos ante el abrazo cariñoso de una persona amada; por otra parte, espontáneas y animadas risas surgen durante una buena comida o tertulia en compañía de amigos queridos...... además y si los tiene ¿no es feliz usted de contemplar a sus hijos jugar contentos y confiados? Claro que sí, porque ¿quién no aprecia y valora estas cosas, verdad? Porque son momentos como estos los que alegran la vida de cualquiera, aunque, sin embargo y para muchos, la inmensa mayoría probablemente, la vida parece ser una sucesión interminable de problemas de toda índole, como hemos comentado al inicio. No obstante y si ese es su caso, cobre ánimo, porque la voluntad de Dios es que usted y sus seres queridos, gocen de felicidad indefinida en condiciones óptimas y en un entorno maravilloso. Y antes de desechar esa idea como absurda, permita que le expliquemos un poco de que va la cosa; de entrada, no deberíamos de considerarlo una imposibilidad, pues es Dios, “que no puede mentir” (Tito 1:2), quien se lo promete y le ofrece además, el medio para alcanzar ese feliz porvenir: conocimiento.
Y nos referimos a una clase especial de conocimiento muy superior a la sabiduría humana. Es “el mismísimo conocimiento de Dios” (Prov. 2:5). Hace casi dos mil años, uno de los escritores de la Biblia dijo:
“Toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios” (Heb. 3:4).
Piense por un momento, en el conocimiento que debe poseer el Hacedor de todas las cosas, cuando la Biblia nos dice de Él, por ejemplo, que cuenta todas las estrellas y hasta las llama por su nombre (Sal. 147:4). Figúrese lo que eso supone, puesto que hay cientos de miles de millones de estrellas en nuestra galaxia (entre los 200 y 400 mil millones) y según recientes estudios, los astrónomos afirman que existen más de cien mil millones de galaxias más. Y aunque no pretendemos hacer de este artículo, una clase magistral de astronomía, permítannos una mínima información, para que llegue a comprender el poder de Jehová.
A nuestra galaxia, la Vía Láctea, se la ha llamado una galaxia espiral gigante. Y es un nombre muy apropiado, ya que la gran inmensidad de esta enorme y brillante girándula que gira majestuosamente en la negrura del espacio, es realmente asombrosa para la mente humana. Si pudiésemos colocarnos en un extremo de nuestra galaxia y enviar un rayo de luz hacia el extremo opuesto, esa luz tardaría más de 100.000 años en atravesarla y eso que viajaría a la impresionante velocidad de 300.000 kilómetros por segundo. En otras palabras, la Vía Láctea tiene un diámetro de 100.000 años luz; pero no nos hagamos ilusiones: nuestra galaxia es más bien “modestita”.
Porque la galaxia espiral vecina llamada Andrómeda, sin ir más lejos, es más de dos veces mayor que nuestra querida Vía Láctea y puede contener más de 600.000 millones de estrellas. Pero eso no es todo; los astrónomos descubrieron allá por los años setenta, una galaxia descomunal a la que se llamó (en honor a su descubridor) Markarian 348, cuyo diámetro es unas trece veces mayor que el de nuestra Vía Láctea y por lo cual su diámetro es de alrededor de 1.300.000 años luz. O sea, toda esa burrada de kilómetros, viajando a la velocidad de la luz y que como hemos dicho, es de 300.000 kms., por segundo (realmente 299.792,458 kms./seg.). Y toda esa porción de espacio, llena de estrellas, lo cual significaría que sacando una proporcionalidad con las dimensiones de nuestra galaxia y considerando que nuestra galaxia tuviera solo 200 mil millones de estrellas, Markarián debería de tener cerca de tres billones de soles.
Sin embargo, hasta la inmensa Markarian 348 parecería pequeña al lado de la galaxia que recientemente (años 90) se ha descubierto en el centro de un cúmulo de galaxias llamado Abell 2029. Los científicos creen que se trata de la mayor galaxia que jamás han visto y es más de 60 veces mayor que la nuestra. Mide unos 6 millones de años luz de ancho y alberga la prodigiosa cantidad de alrededor de 100 billones (un 1 seguido de catorce ceros) de estrellas. Según un informe publicado en The New York Times, es también una de las galaxias más luminosas que jamás se ha observado.; y según dijo uno de sus admirados descubridores: “Es una galaxia muy grande y perfectamente organizada”.
Entonces, si nuestro cerebro no es capaz siquiera de empezar a captar la inmensidad de estos grupos de estrellas ni de las vastas distancias implicadas ¿qué puede decirse entonces, de la fuerza creadora y organizadora que hay detrás de todo ello?:
“Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre.” (Isa. 40:26).
Luego, si la creación es magníficamente imponente e impresionante, ¿podemos imaginarnos, cuánto más imponente e impresionante debe ser su Creador? Veamos cómo lo intentó reflejar Salomón:
“Pero ¿verdaderamente morará Dios sobre la tierra? ¡Mira! Los cielos, sí, el cielo de los cielos, ellos mismos no pueden contenerte; ¡cuánto menos, pues, esta casa que yo he edificado!” (1 Rey. 8:27).
Pero el poderoso conocimiento de Jehová, también nos alcanza a nosotros, pues según palabras de Jesús, hasta “los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados.” (Mat. 10:30). Puesto que en vista de que Dios también lo sabe todo acerca de nosotros ¿quién sino Él puede dar las mejores respuestas a las preguntas más importantes de la vida? ¿Quién cree usted, que está en mejores condiciones para ayudarnos a adquirir ese conocimiento que nos puede facilitar el acceder a ese futuro tan esperanzador?
Imagínese a dos intrépidos senderistas que se internan en el espeso bosque con la meta de llegar a determinado punto. Uno confía en su experiencia e intuición, mientras el otro se ha habilitado de un completo plano, en donde hay señaladas determinadas cotas que debe de encontrar en su camino y que le ayudarán a llegar a su destino. Al tiempo debido, este último llega con éxito a su destino, mientras el primero aún anda perdido en el bosque. Luego, ¿no sería lógico que Dios nos hubiera proporcionado instrucciones para guiarnos en ese intrincado y peligroso bosque que es la vida? Y con el agravante, de que tenemos a un enemigo de mucho cuidado, que no desaprovecha ninguna oportunidad para fastidiarnos:
“Mantengan su juicio, sean vigilantes. Su adversario, el Diablo, anda en derredor como león rugiente, procurando devorar a alguien.” (1 Ped. 5:8).
Y tal vez sepa que eso es precisamente lo que la Biblia afirma ser: un libro de instrucción y guía procedente de nuestro Creador y concebido para impartir el conocimiento de Dios y ayudarnos a salvar esos peligros que nos acechan:
“Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.” (2 Tim. 3:16).
Si tal afirmación es cierta, piense en los muchos tesoros de conocimiento que debe haber en ese libro. Prov. 2:1-5, por otra parte, nos insta a buscar sabiduría, a ahondar por conseguirla como haríamos para encontrar un inmenso tesoro escondido, pero no en el terreno del razonamiento humano, vano y sin fundamento, sino en la Palabra de Dios:
“Tu palabra es una lámpara para mi pie y una luz para mi vereda.” (Sal. 119:105).
Y exactamente eso es el conocimiento contenido en la Palabra de Dios, una luz que nos ayuda a cruzar este valle de confusión y oscuridad en el que está convertido este mundo en el cual penamos. Si indagamos en ella, hallaremos “el mismísimo conocimiento de Dios” y puesto que Dios comprende nuestras limitaciones y necesidades, su enseñanza es la apropiada para ayudarnos a vivir felices y en paz. (Sal. 103:14; Isa. 48:17). Además, el conocimiento de Dios nos ofrece buenas y emocionantes noticias. Y si no, vean las palabras de Jesucristo, reconocido personaje histórico, quién aludió claramente a esta faceta del conocimiento de Dios cuando dijo:
“Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3).
Imagínese: ¡conocimiento que lleva a vida eterna! Y no descarte enseguida la idea de una vida eterna pensando que no es más que una ilusión...... más bien al contrario, pause un momento y deténgase a reflexionar en algunos detalles del cuerpo humano. Por ejemplo, está magníficamente dotado para saborear, oír, oler, ver y palpar. ¡Y cuántas cosas hay en la Tierra que recrean nuestros sentidos!, veamos: alimentos deliciosos, el placentero trino de los pájaros, la fragancia de las flores, paisajes hermosos y compañerismo agradable; por otra parte, poseemos también un cerebro extraordinario que supera al ordenador más avanzado y que nos permite apreciar todas esas cosas y gozar de ellas. ¿Piensa usted que nuestro Creador quiere que muramos y nos veamos privados de semejante bienestar? Entonces, ¿para qué nos ha capacitado para ello? Veamos cómo lo expreso David:
“Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma.”(Sal. 139:14).
Luego, ¿no sería mucho más razonable concluir que él desea que vivamos felices y disfrutemos de la vida para siempre? Pues bien, eso es precisamente lo que el conocimiento de Dios puede significar para usted: vivir y disfrutar de la vida para siempre. La información que da la Biblia acerca del futuro de la Tierra y de sus habitantes, podría resumirse en una sola palabra: “paraíso”. Jesucristo se refirió a él cuando dijo a un hombre moribundo: “Estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). La mención del paraíso seguramente hizo recordar a aquel hombre el estado de felicidad en que se encontraban nuestros primeros padres, Adán y Eva, cuando principiaron; y es que cuando Dios los creó, eran perfectos y vivían en un parque ajardinado que él mismo había planificado y creado, al que se le llamó adecuadamente “el jardín de Edén”, nombre que significa “placer”.
Era un jardín precioso, un verdadero paraíso y un buen número de los bellos árboles que crecían en él producían frutos deliciosos. Cuando Adán y Eva exploraban su entorno, bebían de las limpias y frescas aguas mientras libremente recogían el fruto de los árboles para su sustento, no teniendo, por otra parte, causa alguna para sentir inquietud ni temor; ni siquiera los animales representaban una amenaza, pues Dios los había colocado bajo el dominio amoroso del hombre y la mujer. Además, la primera pareja humana tenía una salud radiante y si permanecían obedientes a Dios, les aguardaba un porvenir feliz y eterno; por otra parte, se les asignó el gratificante trabajo de atender su maravilloso hogar paradisíaco y recibieron el mandato divino de “llenar la Tierra y sojuzgarla”. Efectivamente, Adán y Eva y sus descendientes debían extender los límites del Paraíso hasta convertir todo el planeta en un lugar de belleza y placer. (Gén. 1:28).
No obstante, cuando Jesús mencionó el Paraíso, no pretendía que aquel hombre moribundo pensara en el pasado remoto. No; Jesús hablaba de un futuro y que ha llegado en este momento de nuestras vidas, luego ya es inmediato; y es que él sabía de ese futuro, en sus días todavía lejano, en que todo nuestro hogar terrestre se convertiría en un paraíso, pues sabía que Dios, sin falta, realizaría su propósito original para la humanidad y para la Tierra (Isa. 55:10-11.). Efectivamente, volverá a haber un paraíso en este planeta Tierra y ….. ¿qué lo caracterizará? Dejemos que responda la Palabra de Dios, la Biblia y en la que leemos que según la promesa de Dios, ya no habrá enfermedad ni vejez ni muerte.
“En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos mismos de los sordos serán destapados. En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo, y la lengua del mudo clamará con alegría.” (Isa. 35:5-6)
Tan eso será así, que no habrá persona que pueda decir “estoy enfermo”:
“Y ningún residente dirá: “Estoy enfermo”. La gente que more en [la tierra] constará de los que habrán sido perdonados por su error.” Y la razón de todo ello se deberá a lo siguiente: “Dios mismo estará con la humanidad. Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Rev. 21:3-4).
El crimen, la violencia y la iniquidad habrán desaparecido para siempre.
“Los malhechores mismos serán cortados (…..), solo un poco más de tiempo y el inicuo ya no será; (.....) él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra.” (Sal. 37:9-11).
Jehová se preocupará de actuar apropiadamente para que la Tierra quede libre de personas violentas y agresivas:
“En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella.” (Prov. 2:22).
Por toda la Tierra reinará la paz, para disfrute de sus habitantes.
“Dios hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza.” (Sal. 46:9).
Por otra parte, ello implicaría la necesidad de que solo personas pacíficas y de buena condición habitaran en ella:
“El justo brotará y la abundancia de paz, hasta que la luna ya no sea.” (Sal. 72:7).
Y ¿qué hay de esos derechos tan pomposamente mencionados por el hombre, en el articulado del documento sobre los Derechos Humanos, sobre la vivienda digna, un trabajo digno, etc., etc., pero que nunca ha podido hacer realidad? En ese paraíso sí se garantizarán esos derechos y todos tendrán vivienda y trabajo agradable.
“Ciertamente edificarán casas y las ocuparán (…..). No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal. No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio.” (Isa. 65:21-23).
Otro derecho al que sí por fin tendrá acceso el ser humano bajo esa nueva administración que Jehová va a establecer aquí en la tierra, el reino de Dios, es el derecho a la alimentación. Jamás se volverá a repetir el vergonzante y bochornoso espectáculo, de la existencia de casi 1.020 millones de personas en peligro de muerte por inanición, o sea, de hambre, ya que en ese paraíso en que será convertida la tierra, Jehová proveerá alimento saludable en abundancia.
“Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.” (Sal. 72:16).
“La tierra misma ciertamente dará su producto; Dios, nuestro Dios, nos bendecirá.” (Sal. 67:6).
Vivir eternamente en una Tierra paradisíaca producirá gran placer.
“Los justos mismos poseerán la tierra y residirán para siempre sobre ella.” (Sal. 37:29).
Porque otra de las cosas que desaparecerá, será la vejez y con ella sus múltiples limitaciones y como no, la muerte inexorable que a ella sigue:
“Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.” (Job 33:25).
“Él realmente se tragará a la muerte para siempre y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro. Y el oprobio de su pueblo quitará de toda la tierra, porque Jehová mismo lo ha hablado” (Isa. 25:8).
Efectivamente, todo en ese Paraíso irradiará felicidad y contentamiento:
“El desierto y la región árida se alborozarán y la llanura desértica estará gozosa y florecerá como el azafrán.” (Isa. 35:1).
Si realmente le atrae la perspectiva de vivir en el Paraíso, no permita que nada lo disuada de adquirir el conocimiento de Dios. Jehová ama a la humanidad y traerá los cambios necesarios para que la Tierra se convierta en un paraíso:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Ahora bien, piense en lo siguiente: si usted tuviera el poder de acabar con los sufrimientos y las injusticias que tanto imperan en el mundo ¿no lo haría? ¿Deberíamos entonces, esperar menos de Dios? La Biblia habla en términos muy gráficos de un tiempo en que Dios eliminará este sistema político conflictivo y lo sustituirá por un gobierno justo y perfecto:
“Y en los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.” (Dan. 2:44).
Pero la Biblia, no solo se limita a decirnos lo que va a suceder, también nos muestra lo que hemos de hacer para sobrevivir y pasar al prometido nuevo mundo de Dios (2 Ped. 3:13; 1 Juan 2:17).
El conocimiento de su Creador, puede beneficiarle muchísimo también ahora; las preguntas más profundas e inquietantes de la vida se responden en ese libro tan apreciado por unos y tan vilipendiado por otros y que conocemos como La Biblia. Aceptar la dirección que esta ofrece, le ayudará a hacerse amigo de Dios, lo cual, aparte de ser un gran privilegio, le llevará a gozar de su protección en los dramáticos momentos finales de este perverso sistema actual de cosas:
“…... busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová.” (Sof. 2:3; Sal. 91).
Así, podrá llegar a gozar de la paz que solo Él puede dar (Rom. 15:13, 33), pues al empezar a obtener este conocimiento vital, usted estará acometiendo la empresa más importante y remuneradora de su vida. Nunca le pesará haber optado por adquirir el “conocimiento de Dios” que lleva a vida eterna...... y hemos dicho que es la Biblia el libro que contiene dicho conocimiento de Dios. Ahora bien, ¿cómo sabemos que no es un libro de sabiduría humana, sino algo muy superior?...... pero eso y si les parece, lo abordaremos en una próxima consideración.
MABEL
domingo, 13 de junio de 2010
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