martes, 19 de julio de 2011

120 “ungidos”…… ¿o no?

Una de las enseñanzas más extendidas entre la cristiandad, es la que hace referencia a que en el momento de ser derramado el Espíritu Santo en Pentecostés de 33 E.C., el total de personas reunidas en ese momento y por tanto, receptoras de dicho espíritu, era de 120. Sin embargo y sorprendentemente, este relato que encontramos en Hech. 2:1-4 y que nos coloca en el mismo momento que se produce dicho derramamiento, no nos habla para nada de ninguna cantidad determinada de personas. Veamos la siguiente explicación:

Ahora bien, mientras estaba en progreso el día de la fiesta del Pentecostés, todos se hallaban juntos en el mismo lugar 2 y de repente ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte y llenó toda la casa en la cual estaban sentados. 3 Y lenguas como de fuego se les hicieron visibles y fueron distribuidas en derredor y una se asentó sobre cada uno de ellos 4 y todos se llenaron de espíritu santo y comenzaron a hablar en lenguas diferentes, así como el espíritu les concedía expresarse.”

Lógicamente y una vez leído el pasaje, la primera cuestión que se nos ocurre es la siguiente: ¿en función de qué, se deduce de este pasaje, que ahí y en ese momento se hallaban reunidas 120 personas? Obviamente en función de nada, por lo que tenemos que llegar, inevitablemente, a una segunda cuestión: entonces ¿de dónde se saca esta enseñanza? Pues de una mala e interesada lectura (una vez más), del registro sagrado, ya que dónde se nos habla de dicha cantidad, es en Hech. 1:15 y que nada tiene que ver, pues no hay relación secuencial, con el pasaje anterior:

Ahora bien, durante estos días Pedro se levantó en medio de los hermanos y dijo (la muchedumbre de personas era en conjunto como de ciento veinte)……”.

Luego lo que se ha hecho, es entender ambos pasajes como correlativos y situarlos en el mismo lugar y en un mismo momento y lo cual, a nuestro entender, es totalmente incorrecto a tenor del contexto en que se mueve dicho relato en el libro de Hechos de los Apóstoles. Y si usted, querido lector, es una persona que nos sigue con asiduidad, seguramente recordará que desde este blog sostenemos la idea, que aspectos o requisitos básicos para un cabal entendimiento del registro sagrado, son en primer lugar, el leer correctamente y la capacidad de razonar con lógica y sentido común, sobre aquello que se ha leído. Pero sobre todo el leer correctamente, porque de no ser así, la idea que transmitimos a nuestro cerebro es equivocada o no ajustada a la realidad y en consecuencia, todo razonamiento que edifiquemos alrededor de la misma estará equivocado…… por mucha lógica y sentido común que pretendamos darle. Y en segundo lugar, pero en el mismo orden de importancia, tener muy en cuenta la relación existente entre el texto o porción que estemos considerando, con su contexto, tanto el más inmediato, como el general de las Escrituras. Luego y partiendo de estos dos requisitos, veamos si los “ungidos” en ese relato del libro de Hechos, fueron 120…... o no.

Nosotros sostenemos, como ya hemos dicho, que esa idea de 120 personas recibiendo el Espíritu Santo al mismo tiempo, es el producto de un relato pésimamente leído y lógicamente mal interpretado, que ha dado lugar a una enseñanza incorrecta y que conlleva muchas derivadas, que no hacen otra cosa que crear confusión. Y para defender nuestro planteamiento, vamos a establecer una serie de observaciones y partiendo, por supuesto, de esos dos requisitos de los que les acabamos de hablar. Veamos:

Cuando fue derramado el Espíritu Santo, se nos explica que los que lo recibieron estaban sentados en su casa o lugar de residencia, ya que el relato de ese crítico momento nos dice que “de repente, ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte y llenó toda la casa, en la cual estaban sentados” (Hech. 2:2). Ahora bien, puesto que no se nos habla del templo, de una sinagoga u otro lugar de adoración, sino de una “casa”, obviamente estaríamos hablando de un lugar para “vivir” y no dedicado a otros menesteres, por lo tanto, tendríamos que averiguar cuántos vivían en esa casa. Y respuesta que encontramos en Hech. 1:12-13:

Entonces ellos se volvieron a Jerusalén desde una montaña llamada el monte de los Olivos (donde se produjo la ascensión), que está cerca de Jerusalén, distante el camino de un sábado. 13 Así, cuando hubieron entrado (en Jerusalén), subieron al aposento de arriba, donde estaban alojados, tanto Pedro como Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago hijo de Alfeo y Simón el celoso y Judas, hijo de Santiago.” (Acotaciones nuestras).

Luego en ese “aposento de arriba”, solo estaban alojados (“moraban”, según versiones) o por decirlo coloquialmente, “hacían su vida” en esos cruciales días, los 11 apóstoles citados, ya que no se nos habla de nadie más; por lo tanto, no habían 120 personas en “la casa” en el momento del derramamiento del Espíritu Santo. Y aun si la Biblia no lo dijera tan claramente (al citar por nombre a los moradores de esa casa o aposento), el sentido común nos llevaría a la conclusión de que 120 personas no cabrían en los altos de una casa, aparte que 120 personas de ambos sexos y con todo lo que ello conlleva, no morarían juntos durante diez días (el intervalo de tiempo entre la ascensión de Cristo y la venida del Espíritu Santo) en el citado aposento alto. Y todo eso sin tener en cuenta, que dados los “posibles” económicos de los apóstoles, estaríamos hablando de un aposento humilde y ajustado a sus posibilidades y no de una “suite” cinco estrellas. Luego solo es razonable pensar, que allí solo moraban los apóstoles y nadie más; y ahí en su casa se encontraban cuando, de repente, fueron llenos del Espíritu Santo…… ellos y no los 120.

Luego el problema está, en el hecho de que muchos establecen una directa relación de continuidad, entre el verso 14 de ese pasaje citado y el verso 15 (que ya hemos leído) y en donde Pedro da inicio al discurso que resultaría en la elección del sustituido del traidor Judas, en el grupo de apóstoles. Y es que el verso 14 no hace más que señalar una característica que distinguía a aquellas personas (los apóstoles) que habitaban en aquella casa y que los unía, entre otros, con María, la madre de Jesús, con los hermanos de este y con algunas otras mujeres y que era la oración…… nada más. De lo contrario ¿por qué no se añadió a esas personas a la relación de los que vivían en ese aposento y en la que solo figuran los once apóstoles? Pues porque esas personas no vivían allí y además, porque las reuniones para la adoración, las efectuaban en el templo y no en una casa particular:

Más los condujo fuera, hasta Betania y alzó las manos y los bendijo. 51 Mientras los bendecía, fue separado de ellos y comenzó a ser llevado arriba al cielo. 52 Y ellos le rindieron homenaje y regresaron a Jerusalén con gran gozo. 53 Y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" (Luc. 24:50-53).

Por lo tanto, cuando fue derramado el Espíritu Santo, los apóstoles no estaban en el templo con otras personas, sino que estaban solos, sentados en su casa, tal como hemos visto. Máxime teniendo en cuenta la hora en que se produjo el hecho, ya que nos dice el registro escrito, que era “la hora tercera del día” (Hech. 2:15), para cuando Pedro inició su discurso y que sería, según nuestro horario actual, sobre las nueve de la mañana y por lo tanto, una hora temprana del día. Sin embargo, ya para ese momento habían ocurrido algunas cosas: el Espíritu Santo había sido derramado y la multitud de judíos “de todas las naciones bajo el cielo”, alertadas por el estruendo producido en el derramamiento del citado Espíritu Santo, había tenido tiempo suficiente de juntarse y oír, en sus propias lenguas natales, el mensaje de “las maravillas de Dios” (Hech. 2:4-11). Por lo tanto se podría deducir de ello, que el Espíritu Santo fue derramado más o menos, entre las seis y las ocho horas de aquella mañana de Pentecostés de 33 E.C., por lo que no sería normal que a esa hora y en ese aposento alto, hubiera más personas de las que habitualmente “moraban” en él, o sea, los ya en ese momento, 12 apóstoles. Por lo tanto, el resto de discípulos hasta los 120, que no vivían en esa casa, no estuvieron presentes cuando fue derramado el Espíritu Santo y por ello, se sobreentiende, no fueron receptores beneficiarios de ese derramamiento.

Por otra parte, todos los que hablaron en lenguas en el día de Pentecostés eran galileos, según la observación de los presentes: “¿no son galileos todos estos que hablan?” (Hech. 2:7). Y según el pasaje de Hech, 1:11, los apóstoles eran todos de Galilea, aunque bien es cierto, que no se nos dice si todos los demás discípulos también fuesen de Galilea. Pero como nosotros siempre hemos defendido la opinión, de que los detalles, matices u observaciones registrados en las Escrituras, son muy importantes porque nada de ello está escrito porque sí, sino con algún propósito determinado, pensamos que la observación de la multitud y registrada en las Escrituras, de que todos los que hablaban lenguas eran galileos es, como mínimo, una prueba circunstancial de que solamente los apóstoles hablaban lenguas extrañas en aquel día. Es cierto, que quizás alguien muy observador, nos podría decir y con razón, que cuando el ángel después de la ascensión de Jesús a los cielos se dirigió a los apóstoles con la expresión “Varones de Galilea” (Hech. 1:11), solo había presentes once apóstoles, luego se pudo dar la circunstancia de que el nuevo elegido, Matías, según Hech.1:26, no fuera galileo. Y aunque no lo consideramos como probable, es cierto que como opción no se podría descartar; pero no es menos cierto también que como grupo, tendríamos que seguir considerándolos como galileos. De todas maneras, ya hemos dicho que mencionamos esa cuestión, solo como un mero detalle circunstancial.

Pero volviendo a los 120 y que solo con el fin de no liarnos, supondremos que eran 120 además de los 12 apóstoles; porque claro, también podría darse el caso de que fuera en conjunto (los doce más otros discípulos) que conformaran la cantidad de 120. Por ello y no sabiendo cuál de las dos posibilidades se ajusta a la realidad (probablemente la segunda, pero…..), repetimos que solo y para entendernos, consideraremos que eran, como hemos dicho, 120 además de los apóstoles. Ya todos de acuerdo en ese extremo (suponemos), consideremos unas interrogantes que se plantearían, en el supuesto caso de que también ellos hubieran recibido el Espíritu Santo; veamos:

En primer lugar, si los 120 recibieron dicho Espíritu Santo ¿por qué Pedro y para explicar la razón de lo acontecido, dirigió la atención hacia ellos, los apóstoles y no también a los 120 restantes?:

Pero Pedro se puso de pie con los once y levantó la voz y les hizo esta expresión: “Varones de Judea y todos ustedes los que son habitantes de Jerusalén, séales conocido esto y presten oído a mis dichos. 15 Estos (refiriéndose a sus once compañeros y por tanto, incluyéndose él mismo, pero no a más personas), de hecho, no están borrachos, como suponen ustedes, pues es la hora tercera del día”.” (Hech. 2:14-15). (Acotación nuestra).

En segundo lugar, si los 120 también hablaron en lenguas y manifestaron poderes ¿por qué entonces, los de la multitud que fueron compungidos en su corazón al oír la verdad sobre Cristo, se dirigieron exclusivamente a Pedro y los otros once restantes, para inquirir acerca de qué hacer?:

Ahora bien, cuando aquellos oyeron esto se sintieron heridos en el corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Varones, hermanos, ¿qué haremos?”.” (Hech. 2:37).

Y en tercer lugar, si los 120 primero y luego los 3.000 que fueron añadidos ese mismo día (Hech. 2:41), recibieron poderes sobrenaturales del Espíritu, ¿por qué nos indica la Escritura, que las señales y portentos eran realizados solo por los apóstoles? Pero además, es fácil entender que si los 3.000 convertidos y ya después de su bautismo, hubieran empezado a hablar en lenguas y realizar otras señales poderosas, la Biblia no habría pasado por alto un evento milagroso tan extraordinario como ese; sin embargo, no se nos dice nada de ello y sí se nos continúa señalando solo a los apóstoles, como protagonistas directos en la realización de obras poderosas:

En realidad, empezó a sobrevenirle temor a toda alma y muchos portentos presagiosos y señales ocurrían mediante los apóstoles.” (Hech. 2:43).

No obstante, algún lector perspicaz y algo puesto en estos temas, nos podría recordar que la promesa a aquellas personas que se sintieron heridas en el corazón y acudieron a Pedro y resto de apóstoles en demanda de ayuda, había sido la siguiente:

Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo.” (Hech. 2:38).

Y obviamente no estaría equivocado; pero si algo está claro, es que en el contexto en el que nos movemos, nada hay que nos indique que tanto los 120, como esas 3.000 personas recién convertidas (Hech.2:41), ni las que posteriormente se fueron añadiendo (Hech. 4:4), pudieran desplegar los poderes de los apóstoles. De hecho, si todos hubieran hablado en lenguas y hecho milagros ¿por qué tan tarde como en Hech. 5:12, continuamos leyendo que “mediante las manos de los apóstoles continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo”? ¿Por qué, por otra parte “sacaban a los enfermos hasta a los caminos anchos y los ponían allí sobre camitas y camillas, para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos”? Si había tantos miles de convertidos y todos recibieron el mismo poder que los apóstoles recibieron en el día de Pentecostés, ¿por qué no entraron en todas las casas de la ciudad sanando a todos los enfermos y hablando a todos en sus lenguas propias, en una gran tarea divulgativa del mensaje? ¿Por qué no salieron a otras ciudades sanando, hablando lenguas y dando testimonio para que así, no tuvieran los familiares el trabajo de traer a Jerusalén a los poseídos por espíritus inmundos, enfermos, paralíticos, etc., para que los apóstoles los sanasen? (Hech. 5:13-16). En definitiva ¿por qué, si había tanta gente con poderes, continuaba existiendo tanta dependencia de la labor de los apóstoles? Y la respuesta solo puede estar, en que los únicos dotados con esos sobrenaturales poderes eran los doce apóstoles y por tanto, los únicos sobre quienes fue derramado el referido Espíritu Santo.

Entonces ¿cuál podría ser esa “dádiva gratuita del Espíritu Santo” prometida por Pedro? Nosotros pensamos que el propio pasaje dónde se halla esta cita, nos da la solución; porque recordemos que al rechazar a Jesús, el pueblo de Israel había sido a su vez, rechazado por el propio Jehová, cuando por boca de Jesús dijo aquello de……:

¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes. 39 Porque les digo: No me verán de ningún modo de aquí en adelante hasta que digan: “¡Bendito es el que viene en el nombre de Jehová!”.” (Mat. 23:38-39).

Ahora sí, volvamos a leer el pasaje donde se contiene la promesa de Pedro:

Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo.” (Hech.2:38).

Luego esa “dádiva gratuita” (se nos ocurre pensar a nosotros), bien podía referirse a que Jehová y a nivel individual, les perdonaba a esos judíos (anteriormente rechazados), sus pecados y los volvía a aceptar a una posición de favor ante Él, ya que mediante su bautismo “en el nombre” de Jesucristo, habían declarado o reconocido “bendito” al Hijo de Dios…… y deseamos dejar claro, que no es más que una opinión. Pero en todo caso y fuere como fuere, de lo que sí estamos seguros es que de ninguna manera podría significar esa “dádiva gratuita” prometida por Pedro, el recibir ese mismo Espíritu Santo que ellos habían recibido y en consecuencia, los poderes que llevaba inherentes, porque el contexto es categórico al mostrarnos que eso no pudo ser así. Por lo tanto, habría que hacer una distinción, entre el recibir uno el Espíritu Santo de Jehová en señal de haber recobrado una posición aprobada ante el Creador, mediante el ejercer fe en el sacrificio redentor de Cristo y otra muy distinta, el desarrollar poderes sobrenaturales y que solo unos pocos elegidos, reconocidos como Hijos de Dios, pudieron llevar a cabo.

Y ello parece indicarlo, un suceso que se registra en Hech. 4 y cuyo desarrollo culmina en una oración (versículos 23-30), elevada al Altísimo en demanda de ayuda ante las presiones recibidas, para poder continuar “hablando tu palabra con todo denuedo” y a lo que Jehová respondió de la siguiente manera:

Y cuando hubieron hecho ruego, el lugar donde estaban reunidos fue sacudido; y todos sin excepción quedaron llenos del espíritu santo y hablaban la palabra de Dios con denuedo.”(Hech. 4:31).

Luego lo que hizo el Jehová mediante esa manifestación de poder (el lugar fue sacudido), no fue otra cosa que darse por enterado y mediante su Espíritu Santo o fuerza activa, insuflarles el ánimo o valor necesario para vencer esos obstáculos y continuar con su obra divulgadora. Nada en ese pasaje nos da a entender otra cosa, porque la acción de Jehová resultó en que de nuevo y ya fortalecidos “hablaban la Palabra de Dios con denuedo”…… pero no se nos dice que a partir de ese momento, se manifestaran en lenguas extrañas o desarrollaran otros poderes y que de haber sido así, obviamente habría quedado registrado en los Santos Escritos.

Y que ello es así como lo decimos, nos lo prueba y como ya hemos citado hace un momento, Hech. 5:12, en dónde se nos sigue señalando que era mediante las manos de los apóstoles, que continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo, al grado que las multitudes (verso 15) sacaban a los enfermos a los bordes del camino por dónde tenían que pasar los apóstoles y los ponían allí sobre camillas, para que al paso de alguno de ellos (en el caso citado, Pedro), por lo menos su sombra cayera sobre alguno de los enfermos y este fuera sanado. Pero eso no sería razonable, si muchísimas más personas y como parece querer darnos a entender el pasaje que acabamos de considerar, hubieran estado en posesión de los poderes de los apóstoles…… ¿no creen? Luego parece ser que una cosa era disfrutar del Espíritu Santo y otra muy distinta, poseer los poderes de los que estaban revestidos los apóstoles, que repetimos, hasta ese momento, solo poseían ellos…… al menos, eso entendemos nosotros.

Y es que por otra parte, aunque es obvio que otros estuvieron presentes cuando Cristo ascendió a los cielos, no es menos cierto que Jesús se dirigió exclusivamente a los apóstoles cuando declaró que “recibirían poder" (Hech. 1:8). Incluso momentos después de la ascensión de Jesucristo, los ángeles observaron idéntica actitud, al dirigirse únicamente a los apóstoles como “varones galileos”. Así por tanto, vemos que la promesa de Jesucristo de dar poderes sobrenaturales fue cumplida primero y por algún tiempo, en los apóstoles y después, de manera gradual, esa capacidad ya fue transmitida a otros miembros de la iglesia y siendo el primer caso que se conoce de discípulos que recibieron poderes, el de los siete escogidos para desempeñar el papel de diáconos en la iglesia en Jerusalén (Hech. 6:1-8). Estos recibieron sus dones mediante la imposición de las manos de los apóstoles, pero sin embargo, no recibieron la misma medida del Espíritu que habían recibido los apóstoles, ya que si bien podían desarrollar distintos poderes, no tenían la capacidad de poder transmitírselos a otros.

Por lo que queda claro, que en un principio, solo los apóstoles hablaron en lenguas extrañas (otros idiomas que podían hablar y entender mediante el poder sobrenatural del Espíritu) y pudieron hacer portentos o actos milagros. Después y como ya hemos dicho, muchos otros y siempre mediante la imposición de manos por parte de los apóstoles, recibieron de Jehová, la capacidad de efectuar obras poderosas, excepto y como hemos señalado, el poder transmitir esa capacidad a otros; y es que esa capacidad de poder transmitir el Espíritu Santo que reconocía a uno como Hijo adoptivo de Dios y los poderes que llevaba inherentes, inició el Pentecostés de 33 E.C. en un pequeño aposento en la ciudad de Jerusalén, sobre doce personas (los apóstoles) y acabó, en el año 99 de ese primer siglo, con la muerte de la última de esas personas que quedaba con vida, el apóstol Juan. Por lo tanto y a partir de ese momento y digan lo que digan algunos que absurdamente se hacen llamar “ungidos” y como tal, se consideran Hijos de Dios, no ha existido sobre la Tierra nadie que pueda probar su ungimiento mediante las preceptivas obras poderosa que acompañaron a aquellos que sí lo eran, como los apóstoles y acreditar por tanto, ser un verdadero Hijo de Dios.

Luego todo considerado, entendemos que queda perfectamente establecido, que en Pentecostés de 33 E.C., solo sobre los apóstoles fue derramado el Espíritu Santo de adopción como Hijos de Dios y con ello, los poderes que llevaba inherentes y no sobre una multitud de 120 personas. Ahora bien, quizás alguno se pregunte, hasta qué grado eso importante esa cuestión, para personas que vivimos casi 2.000 años después de ese suceso y a lo que, por nuestra parte tenemos que responder, que como mínimo nos lleva a cumplir con la voluntad de Jehová y algo de lo que dependerá nuestra vida en un futuro…… y que no es poco:

Esto es excelente y acepto a vista de nuestro Salvador, Dios, 4 cuya voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad.” (1 Tim. 2:3-4).

Porque si usted aprende algo distinto de lo que dice el registro sagrado, usted estará aprendiendo una mentira y por tanto, rebelándose en contra de esa voluntad manifestada, por lo que será hallado opositor a Jehová y eso no es ninguna broma.

Pero es que además y dado que la Biblia es un relato armonioso como un todo, si falla un solo aspecto de ella, se resiente todo el relato y las cosas empiezan a no cuadrar. Es como hemos dicho al principio: cuando se parte de un supuesto equivocado, todo lo que se pretenda edificar en torno a él estará equivocad0, al estar viciado de inicio. Porque supongamos que aceptamos el hecho de que aquellos 120, así como los que se siguieron sumando a ellos, también recibieron el Espíritu Santo como lo recibieron los apóstoles; pues bien, ello nos llevaría a tener que aceptar y contrario al contexto bíblico (ver nuestro artículo “Ungidos…… ¿y ungidas?”), que la mujeres también formarán parte del gobierno del reino de Dios, en calidad de reyes y sacerdotes (o reinas y sacerdotisas, claro). Porque claro, entre esos 120, se hallaba María, la madre de Jesús, junto a otras mujeres y porque entre los que se fueron añadiendo posteriormente, se nos dice que fueron “multitudes de varones, así como de mujeres” (Hech. 5:14). Pero si eso no es lo que dice Jehová en su Palabra, usted estaría aprendiendo una mentira.

Por otra parte y si este Espíritu Santo y los poderes que llevaba inherentes, no hubieran estado limitados a los doce apóstoles y a aquellos que por dirección divina, ellos transfirieran mediante la directa imposición de manos y que recordemos, ya no podían transmitírselo a otros, esa selección de personas “ungidas” por Espíritu Santo y por tanto reconocidas como Hijos de Dios (con los consiguientes poderes), no se habría acabado nunca. Y ello resultaría, por una parte, en que desde que inició el cristianismo y hasta nuestros días, la cantidad de personas reconocidas como Hijos de Dios y por tanto, con derecho de gobernar en el reino de Dios junto a Jesucristo, sería astronómica cuantitativamente hablando. Pero circunstancia que se daría de bofetadas, con lo que Jesús menciono acerca de esta cuestión:

No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino” (Luc. 12:32).

Luego parece claro, que la voluntad del Altísimo era dar el reino a un reducido grupo de personas y no el que una cantidad astronómica, quizás “millones miles de millones”, como tan alegremente afirma el amigo Apologista Mario Olcese, tomaran posesión de él en calidad de reyes y sacerdotes…… por lo tanto, aquí hay algo que no cuadra.

Por otra parte y de no estar limitado a los apóstoles, el transmitir ese Espíritu Santo y los poderes que le acompañaban, mediante la imposición de manos, sino que se hubiera ido transmitiendo libremente de unos a otros y de forma automática (mediante el bautismo en agua, según Apologista) y hasta el día de hoy, obviamente tendríamos que encontrar personas con esta capacidad de desplegar poderes sobrenaturales, hasta debajo de las piedras, pero…… ¿usted ha visto alguna persona, capaz de hablar en lenguas (entendibles por supuesto), expulsar demonios, sanar enfermos, restaurar paralíticos…… o quizás levantar muertos? Nosotros desde luego no, por lo que de nuevo tenemos que maliciarnos, que algo está fallando en esta enseñanza…… dicho en otras palabras, es mentira.

Pero si resulta que realmente solo los apóstoles recibieron ese Espíritu Santo y con ello, los poderes que llevaba inherentes, todos los que hoy defienden lo contrario, resultarían ser falsos y engañosos maestros:

Sin embargo, llegó a haber también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada.” (1 Ped. 2:1).

Luego sería obvio que nada de lo que proviniera de esas personas, sería algo que resultara beneficioso para usted en la relación con su Creador y por lo tanto, su vida futura puesta en peligro. No olvide que Pablo, que como todos los escritores bíblicos hablaba bajo inspiración divina (2 Tim. 3:16), luego el consejo viene directamente de Jehová, ya nos estimuló a lo siguiente:

Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente.” (1 Tes. 5:21).

Y queda claro, que una enseñanza que no se ajusta a la verdad, no puede ser considerada como algo excelente ¿no es sí? Y si nuestro Creador nos aconsejó en ese sentido…… por algo lo hizo. Luego no es asunto baladí el que hemos tratado sobre los supuestos 120 “ungidos” en el día de Pentecostés de 33 E.C., porque ya ha visto la que se puede montar, partiendo de esa falsa concepción del asunto en cuestión.

Y eso querido lector, es lo que nosotros entendemos por leer correctamente, razonar con lógica y sentido común, a la vez que respetar el contexto en el que se halla circunscrito un pasaje o porción escritural, bien sea el más inmediato o si procede (que no ha sido el caso), al general de las Escrituras. Y si no estamos equivocados en nuestra pretensión, el tomar nota de ello le tiene que ayudar a aprender el separar el grano de la paja, en aquellas cosas relacionadas con su Creador y asegurarse que lo que está usted aprendiendo, es solo la verdad.Y es por eso que nosotros siempre aconsejamos, no fiarse un pelo de lo que le puedan contar (venga de quién venga y se lo cuente quién se lo cuente) y Biblia en mano, comprobar si lo que le han dicho o ha leído, se ajusta al contenido escritural o no, ya que en última instancia, usted será el responsable ante su Creador de las decisiones que tome en un momento determinado (Gál. 6:5).

MABEL

No hay comentarios:

Publicar un comentario