martes, 12 de julio de 2011

La “Iglesia de Cristo”…… ¿dónde está?

Una de las constantes dentro del cristianismo actual, bien entre sus distintas denominaciones religiosas, bien entre aquellas personas que van por libre y no se asocian con ninguna de ellas, tiene que ver con el hecho de todos sin excepción, afirman y sin lugar a duda alguna, pertenecer a la “Iglesia de Cristo” o al “Cuerpo de Cristo” y con lo que estaríamos hablando exactamente de lo mismo. Por lo tanto y para no liarnos, unificaremos los dos conceptos y a partir de ahora en adelante, nos referiremos a esta figura como a la “Iglesia de Cristo”.

Y prescindiendo que la expresión “iglesia” no tiene otro significado que el de una reunión o congregación de personas unidas por una misma fe, también por “Iglesia de Cristo” entendemos, al conjunto de personas “ungidas” por Espíritu Santo y que en su momento, tienen que gobernar con Jesucristo en el reino de Dios venidero, en calidad de reyes y sacerdotes. Por lo tanto, si las afirmaciones de pertenencia a tal iglesia o grupo de personas que antes hemos mencionado fueran ciertas, en la tierra tendría que haber hoy, algo equivalente a un “pueblo de Dios” viviendo entre nosotros…… y eso es lo que intentaremos averiguar. Para ello, vamos a partir de una base que nos puede ser útil más adelante: en la Biblia, hasta el más insignificante signo gramatical, tiene su importancia, o sea, que nada de lo que en ella está escrito, puede ser tomado como de poca importancia y pasado por alto. Partiendo de esta premisa, empecemos leyendo Dan. 7:27:

Y el reino y la gobernación y la grandeza de los reinos bajo todos los cielos fueron dados al pueblo que son los santos del Supremo. Su reino es un reino de duración indefinida y todas las gobernaciones servirán y obedecerán aun a ellos.”

Luego lo que queda meridianamente claro de este texto, es que los que van a reinar con Cristo en el reino de Dios, serán los santos y que en conjunto conforman el pueblo de Dios, o sea, “la Iglesia de Cristo”…… nadie más. Y quizás usted sepa que generalmente la expresión “santo”, en la terminología bíblica significa apartado, separado o escogido para el servicio de Dios. Pero veamos cómo se sustancia esa idea en los siguientes pasajes:

También, cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos conforme a la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo a Jehová, 23 así como está escrito en la ley de Jehová: “Todo varón que abre matriz tiene que ser llamado santo a Jehová.” (Luc. 2:22-23 y citando de Éxo. 13:2).

Porque todo primogénito es mío. El día en que herí a todo primogénito en la tierra de Egipto santifiqué para mí a todo primogénito de Israel, desde hombre hasta bestia. Deben llegar a ser míos. Yo soy Jehová.” (Núm. 3:13).

Porque mío es todo primogénito entre los hijos de Israel, entre hombres y entre bestias. Me los santifiqué el día en que herí a todo primogénito en la tierra de Egipto.” (Núm. 8:17).

Luego entendemos como obvio, que ser “santo” significa ser propiedad del Altísimo y según hemos visto en Daniel, solo estos “santos” conforman el “pueblo de Dios” y pueblo, al que se le da la comisión de ejercer la gobernación real junto a Cristo durante el milenio. Por lo tanto, al hablar de la “Iglesia de Cristo”, del “Cuerpo de Cristo” o del “Pueblo de Dios”, estaríamos hablando de lo mismo: del grupo de “ungidos” o elegidos por Dios, para gobernar con su Hijo Jesucristo en el reino milenario.

Y si usted se fija, querido lector, a quien iban dirigidas las cartas de Pablo que no tenían un destinatario personal, verá que era a “los santos” o como también los llamaba Pablo “la congregación de Dios” o “iglesia de Dios” (según versiones) y que en realidad son “el pueblo” de Dios citado en Dan. 7:27. Veamos como Pablo establece esa relación, en sus palabras de introducción en su segunda carta a la congregación de Corinto:

Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: 2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”

Pero Pablo no solo establece la relación entre los santos y la iglesia (o congregación, según versiones) de Dios, como “pueblo de Dios”, sino que nos dice algo más. Y aquí ya entramos en la observación que les acabamos de hacer hace un momento, en el sentido que todas las palabras de la Biblia tienen su importancia. Porque fíjense que Pablo llama “hermano” a su joven discípulo Timoteo y lo que significaría que tendrían un padre en común y que no podía ser otro que Jehová, lo cual queda claro, cuando en el verso 2 llama a Dios “nuestro Padre”, o sea, Padre de todos aquellos que se ven implicados en esa carta. Luego es obvio, que aquellos santos que conformaban la iglesia de Dios (o cuerpo de Cristo) y como tal, el pueblo de Dios, eran todos Hijos de Dios, luego todos habían recibido el espíritu santo de adopción. Y puesto que no encontrará usted en todo el NT, que se hable de alguien más que no sea de “los santos”, hemos de llegar a la conclusión, que en ese momento solo estaban aquellos que mediante aceptar a Cristo, eran adoptados por Dios como sus Hijos y aquellos que, al no aceptarlo, eran rechazados:

Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 Porque muchos son llamados y pocos escogidos.” (Mat. 22:13-14).

Y para confirmar ese extremo, veamos un ejemplo, de a quiénes dirigía Pablo sus cartas y que en este caso, será la primera que dirigió a la congragación de Corinto; veámoslo:

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios y Sóstenes nuestro hermano, 2 a la congregación de Dios que está en Corinto, a ustedes los que han sido santificados en unión con Cristo Jesús, llamados a ser santos, junto con todos los que en todo lugar están invocando el nombre de nuestro Señor, Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: 3 Que tengan bondad inmerecida y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (1 Cor. 1:1-3).

Luego Pablo y no solo en esta carta sino en todas las restantes, está dirigiéndose exclusivamente a personas “ungidas” con el espíritu de adopción divino y por lo tanto, Hijos de Dios, al igual que Jesús y en consecuencia, sus hermanos menores. Que eso es así, lo prueban las palabras de Jesucristo, cuando ya recién resucitado dijo lo siguiente:

“Jesús le dijo: Deja de colgarte de mí. Porque todavía no he ascendido al Padre. Pero ponte en camino a mis hermanos y diles: Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes.” (Juan 20:17).

Luego como estábamos diciendo, el NT solo nos habla de esa clase de personas y de absolutamente nadie más, lo cual refuerza la idea que Jesús en su primera venida y en eso están de acuerdo la mayoría de autores bíblicos, tenía como objetico fundamental y único, el seleccionar a aquellos que con él tendrían que compartir gobierno del reino y a nadie más. Y aquellos que formaran parte de ese grupo, eran los “santos” de Daniel y la “Iglesia de Cristo” (o congregación) a la que se dirigía Pablo en todas sus cartas y que son las que configuraban en ese momento (y dato muy importante), el “pueblo de Dios” aquí en la Tierra. Y usted quizás se preguntará, en dónde está la relevancia de esa secuencia lógica y dato de importancia…… pues en que como tal “pueblo de Dios” aquí en la tierra, no pasó desapercibido, sino que se hizo se hizo notar:

Pero los judíos, poniéndose celosos, tomaron como compañeros a ciertos varones inicuos de los haraganes de la plaza de mercado y formaron una chusma y procedieron a alborotar la ciudad. Y asaltando la casa de Jasón, procuraban hacer que los sacaran a la gentuza. 6 Como no los hallaron, arrastraron a Jasón y a ciertos hermanos ante los gobernantes de la ciudad, clamando: “Estos hombres que han trastornado la tierra habitada están presentes aquí también 7 y Jasón los ha recibido con hospitalidad. Y todos estos actúan en oposición a los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús”. 8 Verdaderamente agitaron a la muchedumbre y a los gobernantes de la ciudad, cuando estos oyeron estas cosas; 9 y después de primero tomar suficiente fianza de Jasón y de los demás, los dejaron ir.” (Hech. 17:5-9).

Pero ¿cómo podrían unas pocas personas, esparcidas por los cuatro extremos de esa tierra, “trastornarla” por meramente decir que había otro rey más importante que Cesar? Esas situaciones en las colonias ocupadas por los romanos solían ocurrir con frecuencia, sobre todo en Israel, ya que había mucho descontento y continuamente había rebeliones, postulando a otros individuos como reyes y no pasaba nada: se cogía a los cabecillas de la revuelta, se les cortaba la cabeza y asunto resuelto…... muerto el perro, muerta la rabia. Sin embargo, con esas personas “trastornadoras de la tierra” no se podía acabar, sino muy al contrario, cada día eran más ¿por qué? Pues no por el simple mensaje en sí y que bien podría ser considerado como producto de unos simples charlatanes visionarios, sino por las sólidas pruebas que se aportaban sobre la veracidad del mensaje; porque veamos:

Si de pronto se le acerca alguien y le dice que Dios ya ha instalado a Jesucristo como rey en los cielos (luego usted no lo ve) y que para determinada fecha se va a producir el fin del mundo tal como lo conocemos, usted se lo puede creer o no; y en el supuesto que se lo crea, cuando pasado el tiempo no se produce ese fin anunciado, la cosa ya empieza a oler mal. Pero si dicha afirmación se repite en el tiempo y con idénticos resultados, lo razonable es que piense que le han tomado el pelo y deje de hacer caso a esos cantos de sirena, vengan de quien vengan o de donde vengan. Pero si un día le llega alguien, anunciando la inminente toma de posesión del rey nombrado por Dios aquí en la tierra, con el fin de cambiar las cosas y a continuación esa persona expulsa demonios, sana a enfermos de la enfermedad que sea, devuelve la movilidad a personas que toda su vida han estado postrada en una silla de ruedas o resucita a muertos y todo eso, en el nombre de ese Dios que le ha enviado a proclamar el mensaje en cuestión, usted ya empieza a tomarse la cosa en serio. El mensaje podrá ser el mismo o parecido, pero las obras que lo acompañan, son las que realmente le dan la veracidad necesaria para llamar su atención.
Y veamos unos pocos ejemplos lo que ocurría en el primer siglo:

“…… ¿cómo escaparemos nosotros si hemos descuidado una salvación de tal grandeza, puesto que empezó a ser hablada mediante nuestro Señor y nos fue verificada por los que le oyeron, 4 mientras Dios tomó parte en dar testimonio tanto con señales como con portentos presagiosos y con diversas obras poderosas y con distribuciones de espíritu santo según su voluntad?” (Hebr. 2:3-4).

Además, mediante las manos de los apóstoles continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo; y todos estaban de común acuerdo en la columnata de Salomón.” (Hech. 5:12).

No obstante, los que habían sido esparcidos iban por la tierra declarando las buenas nuevas de la palabra. 5 Felipe, uno de estos, bajó a la ciudad de Samaria y se puso a predicarles al Cristo. 6 Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados. 8 De modo que llegó a haber mucho gozo en aquella ciudad.” (Hech. 8:4-8).

“Pero los judíos que no creyeron alborotaron las almas de gente de las naciones contra los hermanos e influyeron en ellas de mala manera. 3 Por lo tanto, ellos pasaron bastante tiempo hablando con denuedo por la autoridad de Jehová, quien daba testimonio de la palabra de su bondad inmerecida, concediendo que mediante las manos de ellos ocurrieran señales y portentos presagiosos
.” (Hech. 14:2-3).

Luego lo que está claro, es que la fuerza primaria del mensaje residía, no tanto en el contenido del mismo, como en las señales poderosas que se ejecutaban por medio de sus portadores. Pero si así ocurrió en el primer siglo ¿ocurre lo mismo en nuestros días? Obviamente no, a tenor de lo que vemos a nuestro alrededor y siendo el caso que mientras el mensaje que se proclama es básicamente el mismo del primer siglo y se atribuye al mismo Dios que lo apoyo de forma activa en ese momento, nada de eso es lo que estamos viendo hoy. Entonces ¿qué ocurre? ¿Es que acaso Jehová ya no considera interesante su mensaje y ha decidido no apoyarlo? ¿O no será quizás que toda esa patulea de presuntos “ungidos” actuales y que se auto proclaman miembros del pueblo de Dios aquí en la Tierra, realmente no le representan y por eso les deja que allá se las apañen ellos solos?

Y otra cuestión relacionada con lo anterior, tiene que ver con la cantidad de “ungidos” o “santos” que tienen que formar parte de ese gobierno milenario, porque si solo las personas “ungidas” como Hijos de Dios o “los santos”, según Daniel, son las que han de gobernar con Cristo y en la visión de Juan en Rev. 14:1 (en cumplimento del profético Samo 2), se ve a Jesucristo ya entronizado, ejerciendo como rey y a su alrededor acompañándole, 144.000 sellados (en señal de pertenencia) con el nombre de Su Padre y de él mismo…… pues blanco y en botella querido lector: los “santos” que con Cristo han de gobernar, son un total 144.000. Y eso, nos permitimos señalarlo de nuevo, no lo decimos nosotros…… ni siquiera los TJ: eso lo dice la Biblia en Rev. 14:1. Luego, ya cada uno le dará la interpretación adecuada a sus personales intereses, pero a nuestro entender, la Biblia dice lo que dice y nosotros lo único que hacemos, es leer con atención los textos de los que se trate, contrastarlos con su contexto más inmediato o en su defecto, con el contexto general de las Escrituras, sacar una conclusión lógica y en línea con el sentido común…… y publicarla; y si estamos equivocados, pues agradecemos infinito el que alguien se tome la molestia de señalárnoslo.

Y es que el tema de los 144.000 (como muchos otros en las Escrituras) no tiene nada de complicado, sino que muy al contrario es sencillísimo, pues solo hay que leer lo que dice la Biblia sin buscarle cinco pies al gato, a diferencia de cómo hacen aquellos que de todas, todas, pretenden presuntuosamente ser “ungidos” o Hijos de Dios y a los que un cantidad tan limitada de 144.000, se carga de golpe todas sus expectativas. Y además, como se han equivocado lamentablemente en su interpretación de Juan 5:28-29, las cuentas no les salen; por eso tenemos por ahí, por ejemplo, al amigo Apologista Mario Olcese diciéndonos (y sin que nadie le corrija, excepción hecha de este blog) que los que gobernarán con Cristo serán “millones, miles de millones” y lo cual, lamentamos tener que expresarlo de esta manera, pero denota un entendimiento de las Escrituras manifiestamente mejorable…… y que es que Jesús, dijo exactamente todo lo contrario:

No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).

Luego lo que parece claro y olvidándonos por un momento de la citada cantidad, es que de este pasaje se desprende la idea de que es al Altísimo, a quién le pareció bien dar el reino a un grupo pequeño de personas ¿o acaso usted querido lector, entiende algo diferente? Entonces ¿por qué no aceptar la cifra que nos dan las Escrituras y que más se ajusta al sentido de las palabras de Jesús? ¿O hay en la Biblia algún otro pasaje que hable de otra cantidad en concreto, o que ponga en duda la anteriormente citada o siquiera lo deje entrever?

Pero la realidad es que si lo que nos dicen las Escrituras es verdad y no hay porque dudarlo, no existe a día de hoy y sobre la Tierra, ningún “ungido”, o sea, que la “iglesia de Cristo” o “cuerpo de Cristo” (como prefiera), no tiene presencia física actualmente en la Tierra, por lo que no hay nada parecido a un “pueblo de Dios” existiendo entre nosotros, como si lo había en el primer siglo. Porque razone un poco, amable lector: si el Espíritu Santo de adopción como Hijo de Dios y según nos muestra la Biblia, no podía recibirse sino mediante la directa imposición de manos por parte de los apóstoles , ya que los que así lo recibieron de ellos, si bien podían desplegar los poderes que ese espíritu llevaba inherentes (sanar enfermos, expulsar demonios, hablar en lenguas, etc.), de ninguna manera podían a su vez, transmitírselo a otros, queda claro que con la muerte del último apóstol que aún quedaba con vida (Juan), en el año 99 E.C., se acabó la obra de selección de Hijos de Dios y por tanto, la comisión dada por Jesús a sus apóstoles. Luego con la muerte de aquellos que lo habían recibido de los apóstoles y que, repetimos, no podían transmitírselo a otros, finalizó la presencia de la “Iglesia” o “cuerpo de Cristo”, como representativo “pueblo de Dios” sobre la tierra: habían muerto todos…… y así hasta el día de hoy en que, digan lo que digan algunos, continuamos igual. Y para más información acerca este tema, nos remitimos a nuestro artículo del 14 de Septiembre de 2010 titulado “No es eso, Sr. Olcese…… no es eso?

Pero no es menos cierto, que la promesa divina nos habla que en un futuro inmediato, está por aparecer un resto de esas personas, ya que al envejecido apóstol Juan se le dijo lo siguiente:

Y tomé el rollito de la mano del ángel y me lo comí y en mi boca era dulce como la miel; pero cuando me lo hube comido, se me amargó el vientre. 11 Y me dicen: “Tienes que profetizar de nuevo respecto a pueblos y naciones y lenguas y muchos reyes”.” (Rev. 10:10-11).

Y esa expresión “de nuevo”, solo tendría sentido si la primera predicación iniciada en Jesús y continuada por sus apóstoles, en busca de los merecedores de una plaza de gobernante en el reino de Dios, hubiera terminado en algún momento de la historia y que a nuestro entender, tal como hemos señalado, eso sucedió cuando, al final del primer siglo, murió la última persona (el apóstol Juan) que tenía el poder de transmitir el espíritu santo de adopción como Hijo de Dios, mediante la imposición de manos. Y como por otra parte, está claro que el envejecido Juan, por razones obvias, no podía atender a esa futura comisión, solo la lógica nos dice que en ese pasaje hay un mensaje entre líneas. Y si además esa porción de Revelación, la ponemos en conexión con las palabras que leemos en la apertura del quinto sello en su capítulo seis, razonablemente tenemos que sacar una conclusión de todo ello; pero leamos primero esas palabras:

Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados a causa de la palabra de Dios y a causa de la obra de testimonio que solían tener. 10 Y clamaban con voz fuerte, y decían: “¿Hasta cuándo, Señor Soberano santo y verdadero, te abstienes de juzgar y de vengar nuestra sangre en los que moran en la tierra?”. 11 Y a cada uno de ellos se dio una larga ropa blanca; y se les dijo que descansaran por un poco de tiempo más, hasta que se completara también el número de sus co-esclavos y de sus hermanos que estaban a punto de ser muertos como ellos también lo habían sido.” (Rev. 6:9-11).

Y la conclusión lógica, a nuestro entender y si nos atenemos el contenido de ambos pasajes, es en primer lugar, que estamos hablando de un número o cantidad, perfectamente establecido y cerrado de personas que aún tenían que ser recogidas como primicias (Rev. 14:4) y que lógicamente tenemos que entender, que con ellos se cerraría o completaría el grupo de personas elegidas por Dios, para gobernar con su Hijo Jesucristo y que a tenor de lo dicho por Jesús (Luc. 12:32), en todo caso se trataría de un grupo reducido. Y en segundo lugar, que en un futuro (suponemos que inmediato, por lo avanzado de los tiempos) tienen que aparecer en la Tierra ese resto de personas de la “clase Juan” (verdaderos ungidos) enviadas por Dios e investidas de gran poder (Rev. 11:3-6) para dar inicio a la gran predicación pendiente de Mat. 24:14 y de donde saldrá (ahora sí), la “gran muchedumbre” de sobrevivientes de la “gran tribulación” (Rev. 7:9; 14), que heredan el reino en calidad de súbditos del mismo.

Pero si el grupo de miembros de ese gobierno del reino y que Jesús vino a seleccionar, aún hoy está pendiente de completarse, tenemos que estar de acuerdo en que las cartas dirigidas tanto a congregaciones como a personas individuales y que conforman el grueso del NT, eran dirigidas exclusivamente a personas “ungidas”, o sea, a las personas ya escogidas en aquel tiempo, que con Cristo tenían que reinar y que fue a las que, como clase, vino expresamente a buscar Jesús. Porque siendo este el caso, no existía en ese momento y para entendernos, otra esperanza que no fuera la de reinar con Cristo; recordemos las palabras de Jesús a sus discípulos:

Sin embargo, ustedes son los que con constancia han continuado conmigo en mis pruebas; 29 y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino, 30 para que coman y beban a mi mesa en mi reino y se sienten sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.” (Luc. 22:28-30).

Y esa era la oferta o esperanza que los seguidores de Jesús fueron a proclamar y a ofrecer a otros y que unos pocos aceptaron, mientras una inmensa mayoría del pueblo judío rechazó y oferta, que tenía fecha de caducidad (ya lo hemos comentado) pues con la muerte del último apóstol, puesto que ellos eran los únicos que podían extender ese pacto a otras personas, se dio por finalizado dicho ofrecimiento y con ello, la oportunidad de acceder a una plaza de gobernante en ese venidero reino de Dios. Tenga en cuenta, por otra parte, que el propio Juan y cuando en la Revelación el anciano le pregunta acerca de quiénes eran esa “gran muchedumbre” (Rev. 7:13-14) que aparece inmediatamente después del sellamiento de los 144.000, manifiesta una total ignorancia acerca de ello y se lo tienen que explicar. Y lo cual nos indica, que en tiempos apostólicos, probablemente no se tenía ni la más remota idea del propósito de Jehová acerca de este asunto.

Y es que ese período apostólico, fue usado por Jehová para iniciar el desarrollo de lo que Pablo denominó “una nueva creación”:

Por consiguiente, si alguien está en unión con Cristo, es una nueva creación; las cosas viejas pasaron, ¡miren!, cosas nuevas han llegado a existir.” (2 Cor. 5:17).

O sea, algo tan nuevo, como seres humanos pecaminosos adoptados como Hijos de Dios, dotados de poderes y con la capacidad de, al igual que Jesús, soportar la muerte en martirio para mantener esa condición o estatus (Rom. 6:5-7) y lo que les significaría, si “vencían” en la prueba, el levantarse en la resurrección como inmortales Hijos de Dios (Rev. 2:11) y con el privilegio de compartir la herencia del reino con su Hermano Mayor Jesucristo, en calidad de reyes y sacerdotes.

Esa era la oferta para unos pocos y que no disfrutaremos el resto de mortales (solo el pequeño resto mencionado, pendiente de aparecer) y a los que el libro de Revelación nos abrió la puerta a otra esperanza: sobrevivir a la futura gran tribulación (Rev. 7:9; 14) y heredar el reino de Dios, en calidad de súbditos del mismo y en donde por medio de ese instrumento, seremos ayudados a alcanzar la perfección de la que en su momento gozaron nuestros primeros padres, Adán y Eva. Y con las mismas posibilidades de éxito que ellos tuvieron (si no nos descuidamos), al afrontar la prueba final con la suelta del “cabrito” ese de Satanás (Rev. 20:7-10) y que superarla, significará para aquellos que lo consigan la vida eterna.

Sin embargo, querido lector, ese planteamiento que resulta en la co-existencia de dos clases o grupos de personas con distintas esperanzas, es fuertemente objetada por diversos autores bíblicos y bajo el argumento que, de ser eso así, Jehová estaría haciendo acepción de personas. Y demostrando con ello, una estrecha y deformada visión del Plan de Restauración de Dios, que transcurriendo a través de siglos, obviamente distintos acontecimientos implicarían a unos que vivirían en determinado momento, en detrimento de otros que vivirían en otro momento o época distinta. Por ejemplo, mientras los Pedro, Juan, Pablo, Santiago, Bernabé y tantísimos otros, gobernarán con Cristo como inmortales reyes y sacerdotes de Dios, los Abraham, Noé, Moisés, Lot, David, Daniel, etc., etc., etc., no lo podrán hacer y serán solo súbditos, muy cualificados eso sí, pero súbditos al fin y al cabo de ese gobierno del reino de Dios…… luego ¿los discriminó Jehová de alguna manera? No, sencillamente que en la corriente del tiempo, no estuvieron en el lugar adecuado en el momento oportuno, ya que murieron (al igual que Juan el Bautista) antes de que estuvieran accesibles los dos requisitos indispensables establecidos por Jesús, para aquellos que aspiraran a acceder a ese gobierno de Dios, en calidad de gobernantes:

Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5).

Y como usted, amigo lector, probablemente sabrá, eso dos requisitos, el nacer del agua y el nacer del espíritu, entraron en vigor en el Pentecostés de 33 E.C., con el derramamiento del Espíritu Santo sobre los doce apóstoles y que fueron los encargados de transmitírselo a otros mediante la imposición de manos. Por lo tanto y con la muerte del último de estos, se acabó también dicha posibilidad para aquellos que nacieran después de ellos, sencillamente porque tampoco estuvieron en el lugar adecuado…… en el momento oportuno. Luego no estaríamos hablando de una cuestión de cualidad, calidad o mérito, sino simplemente de oportunidad y algo lógico y razonable, en un Plan o Proyecto Divino que se extiende en el tiempo, desde Adán hasta nuestros días. Y eso tan sencillo de entender en una persona de mediana formación, parece estar lejos de la comprensión de esos “entendidos” que nos ofrecen como carta de presentación, sus elevados estudios académicos y sus muchos títulos o diplomas colgados en la pared de sus hogares.

Luego todo considerado, tenemos que rechazar totalmente la idea de algo parecido a una “Iglesia de Cristo” y que a la manera de “pueblo de Dios”, resida actualmente entre nosotros. Sencillamente y a día de hoy, no hay nada parecido a personas “ungidas” o elegidas por Jehová a nuestro alrededor y que pudieran tener alguna comisión divina que llevar a cabo……. porque de ser así, ya nos habríamos enterado. Lo que si hay, es una gran cantidad de farsantes, que llevados por su presuntuosidad y afán de notoriedad (Internet ha facilitado mucho esta situación), nos bombardean continuamente con ideas disparatadas y contradictorias acerca del propósito de Dios y que no hacen sino apartar a las personas sinceras y con deseos de aprender, de cualquier acercamiento a las Escrituras, ante tanto desconcierto y confusión doctrinal.

Y es que el comprender las Escrituras, querido amigo, es algo bastante más sencillo de lo que nos quieren dar a entender semejantes personajes: solo hay que leer con la debida atención y luego razonar sobre lo leído con lógica y sentido común, algo al alcance del común de los mortales y sin necesidad de elevados estudios en Teología, Hermenéutica o ciencia afines. Es más, si mucho nos apuran y a tenor de las palabras de Jesús, son un estorbo:

En aquella misma hora se llenó de gran gozo en el espíritu santo y dijo: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido cuidadosamente estas cosas de los sabios e intelectuales y las has revelado a los pequeñuelos. Sí, oh Padre, porque el hacerlo así, vino a ser la manera aprobada por ti”.” (Luc. 10:21).

Y que estamos en lo correcto en nuestra apreciación, queda patente en nuestro propio caso: todos esos autores a los que nos hemos referido y a los que se les reconoce una gran capacidad intelectual en muchos campos, han sido incapaces hasta el momento y ahí está Internet para comprobarlo, de rebatirnos con textos bíblicos en la mano, ni uno solo de los planteamientos que desde este blog se hacen para objetar a muchas de sus incomprensibles afirmaciones.

Y eso es todo por el momento, querido lector, desde nuestro limitado y humilde punto de vista; ahora y como solemos decir casi siempre al final de nuestros escritos, ya es tarea suya el separar el grano de la paja, mediante contrastar nuestras afirmaciones con lo que lee en su ejemplar de las Escrituras y formarse su propia opinión…… recuerde que será por esta, por la que algún día será llamado a cuentas y no por aquello que “le hayan contado”:

Pero que cada uno pruebe lo que su propia obra es y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo y no en comparación con la otra persona. 5 Porque cada uno llevará su propia carga de responsabilidad.” (Gál. 6:4-5).

MABEL

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