martes, 11 de diciembre de 2012

El “error” de Pedro

Uno de los problemas que solemos tener las personas, fiel exponente de nuestra condición imperfecta y dicho sea en plan un tanto desenfadado, es que “o no llegamos…… o nos pasamos”; o dicho de otra manera y ya para centrar el tema, que hay aquellos que están hasta tal grado convencidos de tener la aprobación de Dios y en consecuencia, de que recibirán sus favores, que de hecho ya se nos presentan como “ungidos” o Hijos adoptivos de Dios y por tanto, poseedores del espíritu santo de verdad (Juan 16:13)…… luego lo que ellos dicen está guiado por dicho espíritu y lo que más o menos nos llevaría a tener que aceptar y siempre según el particular entender de dichos personajes, que sus afirmaciones equivalen a ser Palabra de Dios. Pero por el contrario tenemos a aquellos que militan en el otro extremo (a estas dirigimos este escrito) y que se hunden en la miseria más absoluta, en su completa convicción de que debido a su condición de pecadores, jamás alcanzarán el favor del Altísimo…… a los primeros, por su altanería y prepotencia, dejaremos que sea el propio Creador el que les lea la cartilla en el momento oportuno; pero a los segundos y por su humildad, quizás excesiva, cierto es, pero que en estos casos siempre suele ser mejor pecar por exceso, que por defecto, nos permitiremos hacerles una pequeña reflexión y en un intento de elevar su ánimo, al tiempo de que procuraremos hacerles ver a esas personas que el amor de Jehová hacia nosotros, va mucho más allá de lo que ellas suponen y siempre a tenor de su negativa forma de pensar…… y siendo el caso que nuestra afirmación la podríamos sostener, mediante el siguiente texto bíblico:

Porque tanto amó Dios al mundo (o a la humanidad caída) que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16). (Acotación nuestra).

O dicho de otra manera y para continuar fijando el tema, que tanto le amó Dios a usted querido amigo o amiga que nos lee (pues obviamente forman tanto el uno como la otra, parte de esa humanidad mencionada) y que piensa de manera tan negativa hacia la consideración que cree Dios le pueda tener, que el Altísimo sacrificó a su Hijo para que usted pueda alcanzar la posibilidad de volver a vivir eternamente. Luego si Jehová llegó hasta ese extremo por usted ¿a qué viene ese miedo morboso a no poder alcanzar el favor de Dios, debido a nuestra pecaminosa imperfección, como si nuestro buen Dios fuera un Ser inflexible e intransigente, cuando el caso es que es todo lo contrario, pues es puro amor y misericordia? Porque dado que nuestro Creador conoce nuestra imperfección, el sacrifico de Cristo no solo cubrió el pecado heredado de nuestros primeros padres, Adán y Eva, sino todas aquellas malas acciones producto de esa imperfección que nos vino impuesta a través de dicho pecado y en las que inevitablemente caemos todos; y actitud la del Altísimo hacia nosotros, que se pone de manifiesto en la manera en que Este se dio a conocer a Moisés:

Y Jehová fue pasando delante del rostro de él y declarando: “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad, 7 que conserva bondad amorosa para miles, que perdona error y transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención de castigo……” (Éxo. 34:6-7).

Algo por demás razonable, pues quien ha cometido un error debe asumir no solo la culpa, sino las posibles consecuencias derivadas del mismo; por ejemplo: si uno roba en un acto inconsciente y sinceramente arrepentido acude a Jehová en demanda de Su perdón, este y como hemos leído en el texto citado, obviamente le perdonará…… siempre que haya de por medio la devolución o restauración del bien robado cuando eso sea posible; pero que en todo caso no habrá “exención de castigo”, pues no será eximido de sufrir las consecuencias o castigo que un juez y acorde a lo que disponga la ley que ha infringido, le imponga como condena. Pero leamos otro texto, que obviamente nos tendría que tranquilizar en cuanto a esa actitud del Altísimo hacia nosotros y en palabras del apóstol Pablo, al que se le supone algo enterado de cómo estaría de la cosa:

Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores (y que aún lo continuamos siendo), Cristo murió por nosotros.” (Rom. 5:8). (Acotación nuestra).

Tan clara tenía esa idea Pablo, que en otro momento llego a decir y ya personalizando el asunto, que la vida que en ese momento vivía en la carne la vivía según dijo:

“…… por la fe que es para con el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál. 2:20b).

Cierto es que con esas palabras y las anteriores de Rom. 5:8, Pablo se estaba refiriendo a los que como él eran “ungidos” o personas elegidas por Dios para formar parte junto a Cristo, de ese gobierno divino que conocemos como “el reino de Dios” y que son los reales protagonistas del llamado NT (exceptuando la Revelación). Por lo que todo lo que en el mismo está escrito está dirigido a ellos, pues solo a esos fue a los que vino a buscar Jesús en su primera venida; porque de la “gran muchedumbre” que sobrevive a los eventos finales y que entra con vida al nuevo mundo u orden de cosas ya bajo el reino de Dios y protegidos de la “gran tribulación” (Rev. 7:9; 14), de ella solo se nos habla en el citado libro de Revelación o Apocalipsis…… pero no es menos cierto, que el apóstol Juan mencionó unas palabras que añaden luz a la cuestión, pues corrobora la idea subyacente en las palabras de Pablo y que nos ponen ante una feliz realidad:

Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros (los “elegidos” para reinar con Cristo mencionados y de los que el propio Juan formaba parte), sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:2). (Acotación nuestra).

De hecho, las palabras con las que Juan el Bautista identificó a Jesús fueron “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) y no solo de aquellos pocos “redimidos” o “comprados” de entre la humanidad para reinar con Cristo en el reino de Dios (Rev. 14:3-4).

No olvidemos por otra parte, que si bien las Escrituras nos dicen que entre los cuatro atributos principales de Jehová están el amor, la sabiduría, el poder y la justicia, además de todos los que se le pudieran ocurrir añadir a uno y seguro que se quedaría corto, del único atributo que no se nos dice (y lo mencionamos simplemente como un detalle) que el Altísimo “tenga” sino que el Altísimo “es”, tiene que ver con el del amor y por lo que habría que entender que Jehová es la personificación del mismo…… porque se nos dice de Él que “tiene” poder, que “tiene” sabiduría, que “actúa” en justicia, pero no que actúe con amor o que tenga amor, sino que Él es el amor (1 Juan 4:8). Pero puesto que dicen que una imagen vale más que mil palabras, vamos a intentar usar a modo de imagen una historia que se nos cuenta en las Escrituras, acerca de un hombre impetuoso, algo tosco, inestable, un tanto irreflexivo y lo que le llevó a cometer muchos actos que merecieron la reprobación del propio Jesús, pero al que este amaba por la condición de corazón que ese personaje del que les vamos a hablar tenía y que llegó a ser un puntal en la primitiva congregación cristiana…… y que no es otro que el apóstol Pedro.

Ya en el artículo anterior a este, hicimos mención de él cuando les hablábamos acerca de unas intrigantes palabras que Jesús le dirigió a este personaje, precisamente por esa especial forma de ser que hemos señalado y tema (el anterior) que esperamos haber dejado perfectamente aclarado; pero hoy vamos a convertirle a él en el protagonista de nuestro relato, pues es un claro ejemplo de cómo nos evalúa Jehová y por tanto (entendemos nosotros), como un referente gratificante y animador para aquellos que están llenos de dudas en cuanto a su personal posición ante el Altísimo. Por lo que para ello, empezaremos narrando unos pocos episodios de los muchos que protagonizó Pedro y que nos muestran el controvertido carácter del personaje, pero que a pesar de ello llegó a convertirse en uno de los referentes entre el resto de los apóstoles…… y sí mucho nos apuran, hasta pieza fundamental en el “organigrama” de Jesús, dentro del conjunto de seguidores a los que él vino a buscar. Y que Pedro tenía cierto ascendente sobre Jesús, queda probado por el hecho que en tres ocasiones destacadas en el ministerio del Hijo de Dios, dicho apóstol figuró entre los tres que este escogió para que le acompañaran en esos momentos críticos, como fue la de la resurrección de la hija de Jairo (Mar. 5:35-42); o en la que se conoce como la de la “transfiguración” de Jesús (Luc. 9:28-30), así como en la dramática ocasión de la noche en que este fue arrestado y en donde una vez más, se hizo acompañar por Pedro y dos apóstoles más (los hijos de Zebedeo) en su agónica oración en el jardín de Getsemaní (Luc. 22:39-46).

Y ocasión en donde de nuevo Pedro dio muestras de su impetuosidad, cuando en el momento de la detención de Jesús, sacó una espada y en defensa de este cortó de un tajo la oreja del esclavo del Sumo Sacerdote (Juan 18:10)…… y que nunca sabremos si lo de darle en la oreja fue premeditado o sencillamente un error y lo que Pedro pretendía, era cortar “algo más”. Y decimos que “de nuevo” porque dicho ímpetu y actitud irreflexiva, le llevo (entre otras) en una ocasión anterior a “reprender” al propio Hijo de Dios, por haber predicho este sus futuros sufrimientos y muerte como Mesías y por lo que Jesús, se vio obligado a “cantarle las cuarenta”:

Desde ese tiempo en adelante Jesucristo comenzó a mostrar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos y de los sacerdotes principales y de los escribas y ser muerto y al tercer día ser levantado. 22 Con eso, Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: “Sé bondadoso contigo mismo, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino”. 23 Pero él, dándole la espalda, dijo a Pedro: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres.” (Mat. 16:21-23).

Sin embargo, es significativo el hecho de que en el relato paralelo de tal situación en el evangelio de Marcos (cap. 8 y verso 33), se nos hace la aclaración de que antes de reprender a Pedro, Jesús “miro a sus discípulos” y lo que nos podría dar a entender que lo expresado por Pedro, era pensado también por el resto de apóstoles y que solo este, en su vehemente personalidad, se atrevió a decir…… y llevándose por supuesto el “broncazo” que Jesús le soltó (y que es lo que significa en el refranero español, el “cantarle las cuarenta” a uno).

En otra ocasión, Pedro se tomó la libertad de hablar en nombre de Jesús respecto al pago de cierto impuesto exigido en el templo (dos dracmas en moneda griega) y que por ley se requería de cada varón adulto para el mantenimiento del templo, los servicios que se efectuaban allí y los sacrificios diarios a favor de la nación entera. Y es que muy probablemente y en un afán de implicar a Jesús en una violación de la costumbre establecida, los hombres que se encargaban de cobrar el impuesto del templo abordaron a Pedro y le preguntaron: “¿No paga el maestro de ustedes, el impuesto de los dos dracmas para el templo?”…… con lo que quedó claro que la preguntita iba con muy mala “gaita” y a lo que Pedro, siempre fiel a su estilo y para “variar”, respondió imprudentemente lo primero que se le vino a la cabeza y de nuevo metió la pata (claro está); y por lo que otra vez, Jesús tuvo que reconvenir a Pedro, intentando refrenar la natural precipitación del personaje (Mat. 17:24-27). Pero aparte de estas cosas, a las que se podrían sumar otras muchas de “menor cuantía” (por decirlo de alguna manera) y por aquello de abreviar, vamos a dirigirnos a la más grave de las que cometió y que le pudo haber costado muy cara, siendo este el ejemplo que queremos citar para señalar el grado de misericordia que nos tiene Jehová cuando a pesar de nuestros errores, lo que predomina en uno y al igual que ocurría en el caso del apóstol Pedro, es un corazón completamente entregado al Creador (o en su defecto a Jesús) y que es lo que estaba detrás de sus muchas precipitaciones…… pero veamos cómo fue la cosa:

Entonces Jesús les dijo: “A todos ustedes se les hará tropezar respecto a mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán esparcidas. 32 Pero después que yo haya sido levantado iré delante de ustedes a Galilea”. 33 Pero Pedro, en respuesta, le dijo: “Aunque a todos los demás se les haga tropezar respecto a ti, ¡a mí nunca se me hará tropezar!”. 34 Jesús le dijo: “En verdad te digo: Esta noche, antes que un gallo cante, me repudiarás tres veces”. 35 Pedro le dijo: “Aun cuando tenga que morir contigo, de ningún modo te repudiaré”. Todos los demás discípulos también dijeron lo mismo.” (Mat. 26:31-35).

Y siendo cierto que todos los demás respaldaron esta afirmación, no es menos cierto que Pedro fue el primero en manifestarse y reafirmarlo “con insistencia” en el relato paralelo de este suceso y que encontramos en Mar. 14:31…… fue entonces cuando Jesús predijo que Pedro negaría a su Señor “tres veces”; pero veamos cómo acontecieron los hechos, una vez que temerariamente e impulsado por el inmenso amor y preocupación que tenía por Jesús, desde la distancia Pedro fue siguiendo a la muchedumbre que llevaba preso a este y consiguió introducirse en el patio de la residencia del sumo sacerdote y, después de entrar, se quedó sentado con los servidores de la casa para ver el desenlace final de tan grave situación:

Ahora bien, Pedro estaba sentado fuera en el patio; y una sirvienta se le acercó y dijo: “¡Tú también estabas con Jesús el galileo!”. 70 Pero él lo negó ante todos, diciendo: “No sé de qué hablas”. 71 Después que él hubo salido al portal, otra muchacha lo observó y dijo a los que estaban allí: “Este hombre estaba con Jesús el Nazareno”. 72 Y otra vez él lo negó, con juramento: “¡No conozco al hombre!”. 73 Un poco después se acercaron los que estaban parados por allí y dijeron a Pedro: “Ciertamente tú también eres uno de ellos, porque, de hecho, tu dialecto te denuncia”. 74 Entonces él empezó a maldecir y a jurar: “¡No conozco al hombre!”. E inmediatamente un gallo cantó. 75 Y Pedro se acordó del dicho que Jesús habló, a saber: “Antes que un gallo cante, me repudiarás tres veces”. Y salió fuera y lloró amargamente.” (Mat. 26:69-75).

Luego no quedó ninguna duda y ante la reiterada y enfática actitud de Pedro, del cumplimiento de las palabras de Jesús…… y de nuevo habría que señalar, que según el relato paralelo de este grave suceso y que se encuentra en el evangelio de Lucas, se nos dice lo siguiente de lo que ocurrió tras el canto del gallo:

Y el Señor se volvió y miró a Pedro y Pedro recordó lo que el Señor había expresado cuando le dijo: “Antes que el gallo cante hoy, me repudiarás tres veces”. 62 Y salió fuera y lloró amargamente.” (Luc. 22:61-62).

Bien, pero ¿dónde estaba lo grave del asunto, siendo ya gravísimo el hecho de traicionar a Jesús en ese momento y encima, mintiendo como un bellaco? Pues sencillamente en una afirmación que había hecho Jesús con anterioridad y refiriéndose a la posible actitud que distintas personas adoptarían con respecto a él y que encontramos en Mat. 10:32-33:

En cuanto a todo aquel, pues, que confiese unión conmigo delante de los hombres, yo también confesaré unión con él delante de mi Padre que está en los cielos; 33 pero en cuanto a cualquiera que me repudie delante de los hombres, yo también lo repudiaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Y palabras que por extensión, nos aplican a cada uno de nosotros actualmente…… y que no lo decimos por nada en especial: solo para advertir al personal de cómo está el patio; pero es que además y no sabemos si a alguien se le habrá ocurrido pensar en ello, está la siguiente cuestión de fondo y que no hace más que complicar el asunto: o Jesús se retractaba de sus palabras…… o Pedro y como mínimo, tenía que ser rechazado de ser apóstol ¿o no van las cosas por ahí? Porque además, también Jesús afirmó en su momento, que él solo podía decir aquello que su Padre Celestial le había mandado (Juan 12:49); luego habría que razonar que dicho pensamiento expresado por Jesús, estaría también en la mente del Altísimo y con lo cual, la cosa adquiría para Pedro color hormiga, eso es, marrón oscuro tirando a negro…… y más recordando el precedente de Judas Iscariote ¡y que no iba en favor de Pedro, precisamente! Sin embargo, resulta que contrario a todos esos negros presagios, un Jesús resucitado e investido por su Padre Celestial del máximo poder y autoridad (Mat. 28:18), a la primera persona que se le aparece para animarlo y confortarlo, es al propio Pedro; y algo que nos aparece relatado en el evangelio de Lucas, capítulo 24 y versos del 15 en adelante, dónde se nos explica que dos discípulos de Jesús (uno de nombre Cleopas y otro no identificado, pero que no formaban parte de los doce), después de encontrarse con este e identificarlo, corrieron a donde estaban los apóstoles y entre los que aún no había regresado Pedro, pero que ya sabían que Jesús se le había aparecido a Pedro, dándoles la noticia de lo que les había ocurrido:

Y en aquella misma hora se levantaron y volvieron a Jerusalén y hallaron congregados a los once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: “¡Es un hecho que el Señor ha sido levantado y se ha aparecido a Simón! 35 Entonces ellos mismos contaron lo que había sucedido en el camino y cómo se les dio a conocer en el acto de partir el pan.” (Luc. 24:33-35).

Luego confirmada la resurrección de Jesús y aun dentro del revuelo causado por dicha noticia, es cuando se produce la aparición de este a esos once también (v. 36) y secuencia de hechos que confirma posteriormente el apóstol Pablo:

“…… y que fue enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras; 5 y que se apareció a Cefas (o Pedro), entonces a los doce. 6 Después de eso se apareció a más de quinientos hermanos de una vez, de los cuales la mayoría permanece hasta ahora, pero algunos se han dormido en la muerte.” (1 Cor. 15:4-6). (Acotación nuestra).

Y todos sabemos, por otra parte y merced al texto escritural, la importancia que Pedro posteriormente tuvo en la primitiva congregación cristiana y que incluso el propio Pablo reconoció, cuando ya pasado el tiempo afirmó lo siguiente:

Pero, al contrario, cuando ellos vieron que yo tenía encomendadas a mí las buenas nuevas para los incircuncisos, así como Pedro las tenía para los circuncisos; 8 porque El que dio a Pedro poderes necesarios para un apostolado a los circuncisos me dio poderes también a mí para los que son de las naciones. 9 Sí, cuando llegaron a saber de la bondad inmerecida que me había sido dada, Santiago y Cefas (o Pedro) y Juan, los que parecían ser columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la mano derecha de la coparticipación: que nosotros fuéramos a las naciones, mas ellos a los circuncisos.” (Gal.2:7-9). (Acotación nuestra).

Luego estaríamos hablando de dos personajes de referencia dentro de la congregación cristiana del primer siglo y en la que en sus inicios y según el libro de “Hechos de los Apóstoles” Pedro fue un abanderado, aún con todas las meteduras de pata en las que incurrió a lo largo de sus primeros pasos como apóstol de Jesús…… y que por aquello de que “la cabra siempre tira al monte”, la volvió a montar más de 20 años después y cuando ya situados dentro de cierta lógica, razonablemente tendríamos que pensar que el hombre se habría “serenado” un poco ¡pues ni por esas!; pero veamos que pasó y según nos lo cuenta Pablo:

Sin embargo, cuando Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado (una vez más). 12 Porque, antes de la llegada de ciertos hombres desde Santiago (desde Jerusalén), solía comer con gente de las naciones; pero cuando estos llegaron, se puso a retirarse y a separarse, por temor a los de la clase circuncisa. 13 Los demás de los judíos también se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado con ellos en su simulación. 14 Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente conforme a la verdad de las buenas nuevas, dije a Cefas delante de todos ellos: “Si tú, aunque eres judío, vives como las naciones y no como los judíos, ¿cómo obligas a gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?”.” (Gal. 2:11-14). (Acotaciones nuestras).

Lo que dicho en “román paladino” sería más o menos, que la que le montó Pablo al bueno de Pedro fue de esas de “agárrate y no te menees”...... pero ¿cómo reaccionó Pedro ante ese “rebote” del casi recién llegado Pablo y que lo puso “a bajar de un burro” delante de todos los presentes? Es cierto que las Escrituras no nos lo dicen explícitamente, pero no es menos cierto que unos diez años después, Pedro escribió dos excelentes cartas y que actualmente figuran en el registro bíblico y donde en la segunda de ellas nos habla de Pablo en los siguientes términos: “…… nuestro amado hermano Pablo” (2 Ped. 3:15), por lo que habría que entender que humildemente aceptó la corrección y la cosa no pasó a mayores. Pero habría que destacar el hecho de que estamos hablando de dos cartas que forman parte del canon bíblico, eso es, de las Escrituras y acerca de cuyo contenido un inspirado Pablo, dijo lo siguiente:

Porque todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.” (Rom. 15:4).

Y puesto que entre todas las cosas “escritas en tiempo pasado” y que precisamente fueron escritas para nuestra “instrucción”, figuran también las dos excelentes cartas de Pedro y colofón a su vida al servicio del Altísimo, la pregunta es solo necesaria: ¿Cuál sería entonces, la instrucción o enseñanza que podríamos derivar del hecho concreto analizado, así como del relato pormenorizado de los altibajos del bueno de Pedro? Pues bien, de entrada y para poder entender de qué realmente va la cosa, tendríamos que contrastar y que es lo que quizás muchos quizás se estarán preguntando, qué diferencia existía entre lo ocurrido con Judas, con respecto de lo explicado sobre Pedro y en donde subyace la siguiente cuestión: ¿Por qué tan distintos finales, para tan parecidos errores…… puesto que en esencia, ambos traicionaron a Jesús?

Pues sencillamente la diferencia estaba en la actitud de corazón, pues Judas tramó con nocturnidad y alevosía la traición a Jesús y con lo que demostró la maldad que se desarrolló en él, al grado que ya no había cabida dentro de su corazón para pensar en la misericordia de Jehová y buscar un posible perdón por su fechoría. Por ello acabó quitándose la vida como única solución, pues no encontraba lugar ante tanta ruindad, la idea de un genuino arrepentimiento y que pudiera conmover a Dios…… más bien, si hubo un intento de buscar la reparación a la traición llevada a cabo, este fue en la dirección equivocada:

Entonces Judas, que lo había traicionado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los sacerdotes principales y a los ancianos, 4 diciendo: “Pequé cuando traicioné sangre justa”. Ellos dijeron: “¿Qué nos importa? ¡Tú tienes que atender a eso!”. 5 De modo que él tiró las piezas de plata en el templo y se retiró; y se fue y se ahorcó.” (Mat. 27:3-5).

Sin embargo y totalmente al contrario, en el trasfondo de los errores cometido por Pedro no había más que el amor que sentía por Jesús y que en armonía con su natural impulsiva forma de ser, lo llevaba espontáneamente a actuar con precipitación y en muchos casos como hemos visto, a “pasarse de rosca”…… pero nunca hubo premeditación o mala fe en su forma de actuar. En el acto que estamos analizando de Pedro y en el que negó esas tres veces a Jesús, vemos que una genuina preocupación por la suerte que pudiera correr este y porque no, un exceso de confianza en sí mismo, fue lo que le llevo a tomar una acción temeraria y que cuando se vio entrampado en ella y obligado a tomar acción ante la situación que se le había creado…… y que le estaba sobrepasando, la imperfección humana salió a relucir y dominado por el temor, cedió a este y respondió como respondió; pero en su acción y a diferencia del caso de Judas, no hubo en ningún momento premeditación alguna y prueba de ello, es que consumada la negación y dándose cuenta de lo que había hecho “salió fuera y lloró amargamente” (Luc. 22:62).

Por lo que vemos que en el cuadro ya entra a formar parte un sincero y genuino arrepentimiento de la acción llevada a cabo y en dónde estuvo la clave de que Jehová no abandonara a Pedro a su suerte, sino que teniendo en cuenta los claros sentimientos de su corazón, aunque traicionados por la imperfección humana, lo restauró de nuevo y con el tiempo saco lo mejor de él para Su servicio, al grado y como ya hemos mencionado, que Pedro fue un fuerte baluarte dentro de la primitiva congregación cristiana. De hecho, Jesucristo lo comisionó para grandes logros, como fue el concederle las “tres llaves del reino” (Mat. 16:19) y que tenía que ver con el extender a diferentes grupos de personas, la oportunidad de poder acceder a formar parte de esa gobernación real en un futuro aún lejano y auspiciada por el Altísimo…… lo que significaba para el bueno de Pedro, un gran privilegio el recibir tan especial comisión.

Pero volviendo a lo afirmado hace un momento en el sentido que de las Escrituras podemos derivar instrucción consoladora, preguntemos: ¿Qué en esencia nos vendría a enseñar ese relato de la vida de Pedro? Pues algo tan simple y siempre a nuestro entender (insistimos en ello), como el gran poder que un genuino arrepentimiento tiene ante cualquier burrada cometida y detrás de la cual no hubiera premeditación malvada (como en el caso de Judas) y que nos permite mantener una buena relación con nuestro Dios y muy a pesar de lo que nosotros negativamente pudiéramos pensar; que ello es así, es el propio Creador el que nos lo confirma mediante la invitación que nos extiende:

Vengan, pues y enderecemos los asuntos entre nosotros, dice Jehová. Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata (rojo intenso), se les hará blancos justamente como la nieve; aunque sean rojos como tela de carmesí, llegarán a ser aun como la lana (por su blancura).” (Isa. 1:18). (Acotaciones nuestras).

Y aunque es cierto que alguien podría decir que esa invitación de volver a Él para “enderezar” los asuntos mediante el arrepentimiento de uno, iban dirigidas a su pueblo Israel, no es menos cierto lo que se nos dice en el libro de los Salmos:

Porque así como los cielos son más altos que la tierra (distancia imposible de cuantificar para el ser humano), su bondad amorosa es superior para con los que le temen. 12 Tan lejos como está el naciente del poniente (eso es, diametralmente opuestos), así de lejos ha puesto de nosotros nuestras transgresiones. 13 Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. 14 Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros y se acuerda de que somos polvo.” (Sal. 103:11-14). (Acotaciones nuestras).

Y en el bien entendido que no estaríamos hablando de un temor morboso al castigo, eso es, miedo puro y duro, sino el sano temor de ofenderle en algo, pues eso no es lo que está en nuestro corazón. Y que ese salmo nos aplica a todos, fue lo que llevó el apóstol Pablo a afirmar que Jehová no solo era el Dios de los judíos, sino el de todos los hombres de la tierra:

¿O es él el Dios de los judíos únicamente? ¿No lo es también de gente de las naciones? , de gente de las naciones también.” (Rom. 3:29).

Lo que nos reafirma en la idea de que la invitación de acudir a nuestro Creador en busca de un “enderezar” nuestros asuntos con Él y que siempre tiene que ver con nuestros pecados en contrate con Su perdón, está abierta a todo ser humano…… pues como refleja el versículo final del salmo transcrito, Jehová “se acuerda de que somos polvo” y lo que significa que está consciente de nuestras dificultades por hacer lo correcto (ya que nacimos bajo la carga del pecado) y por ello está presto a pasar por alto nuestras ofensas cuando, repetimos, no hay una actitud premeditada detrás de ellas y son seguidas por un sincero deseo de no continuar en las mismas. Porque no se crea que el pecar o dicho de otra manera, no acertar en la dirección correcta, es cosa en la que solo cae usted, sino que personajes como el ya mencionado Pedro o el mismo Pablo (¡y que ya tenían el ungimiento como Hijos adoptivos de Dios!) estaban en la misma situación que usted o nosotros…… de hecho esto es lo que dijo el propio Pablo de sí mismo:

Hallo, pues, esta ley en el caso mío: que cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo. 22 Verdaderamente me deleito en la ley de Dios conforme al hombre que soy por dentro, 23 pero contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Hombre desdichado que soy! ¿Quién me librará del cuerpo que está padeciendo esta muerte?” (Rom. 7:21-24).

Luego y según propia confesión, el apóstol Pablo también tenía sus “pequeños problemillas” con los que lidiar con esfuerzo y tesón, exactamente igual que usted, que nosotros o cualquier hijo de vecino…… y sin embargo ambos, Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, llegaron a ser prominentes y valiosos instrumentos dentro del propósito divino. Y en un claro y valioso exponente de que cuando uno ama a Jehová y muestra un genuino arrepentimiento por las malas acciones que, motivadas por la imperfección y no por una “tolerancia” en cuanto al pecado, uno comete, ahí está Jesucristo aplicando el valor de su sangre derramada y abogando por nosotros ante el Creador, para que se nos exculpe de nuestro error.

Por lo que nuestro consejo es que si usted se encuentra en la situación de temor que ha dado lugar a este escrito, compruebe con su ejemplar de las Escrituras si lo que le hemos contado se ajusta a lo dicho en las mismas, medite en ello y saque conclusiones animadoras…… y recuerde aquello tan popular de que “arrepentidos los quiere Dios”; al menos, eso es lo que se podría entender también de las siguientes palabras dichas por el propio Hijo de Dios y que algo sabría del tema:

Les digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento.” (Luc. 15:7).

MABEL

No hay comentarios:

Publicar un comentario