Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, dijo unas palabras que pusieron sobre aviso a sus seguidores, acerca de lo que les esperaba si decidían seguirle, pues siendo cierto que los males que aquejan al mundo en general, son tantos como variados y a los que se tiene que enfrentar todo hijo de vecino en su día a día, no es menos cierto que adicional a esa tribulación propia del género humano en el vivir diario, el cristiano genuino carga con una persecución constante que busca socavar su fe e integridad al Dios verdadero…… y en un intento para “reciclarlo” en el defectuoso molde que voluntariamente acepta la inmensa mayoría de las personas, no solo de la llamada “cristiandad”, sino del resto de habitantes del planeta tierra y eso a lo que llamamos “sociedad”; pero veamos qué es lo que nos dijo Jesús:
“Si el mundo los odia, saben que me ha odiado a mí antes que los odiara a ustedes. 19 Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia.” (Juan 15:18-19).
Luego queda claro que es la condición de seguidor de Jesucristo y no otra cosa, la que lleva a uno a ser receptor directos del “odio” de las personas que nos rodean y que no comparten nuestra creencia; pero ¿y eso porque, si los que da tal manera nos identificamos, no nos metemos con nadie y cuando lo hacemos, es para darles una buena noticia procedente de Dios?...... pues por una cuestión muy simple: si una persona tiene la aprobación divina, porque se ajusta a sus directrices, es repelido u “odiado” por el mundo y por la razón que nos explicó el apóstol Pedro en su momento:
“Porque no continúan (los seguidores de Cristo) corriendo con ellos en este derrotero al mismo bajo sumidero de disolución, ellos están perplejos y siguen hablando injuriosamente de ustedes.” (1 Ped. 4:4). (Acotación nuestra).
Lo que viene a significar, que debido a que la conducta del fiel seguidor de Jesucristo es correcta y “contrasta” escandalosamente con la que esa inmensa mayoría mencionada despliega (2 Tim. 3:1-5), ello les “retrata” y en lugar de hacer un cambio en sus modos o formas de actuar, recurren a descalificar al que hace lo correcto, por todo medio a su alcance y en un intento de “matar al mensajero”, como si este fuera el culpable de la situación creada. Pero séale sabido, querido amigo que nos lee, que no es su vecino del quinto o los miembros de su comunidad (familiares incluidos) los que le “odian” sino Satanás, como quedo claro en nuestro anterior artículo “El “desconocido” libro de Job” (09/12/13) y del que este es continuación e idea que avalan las siguientes palabras de Pablo:
“Pónganse la armadura completa que proviene de Dios para que puedan estar firmes contra las maquinaciones del Diablo; 12 porque tenemos una lucha, no contra sangre y carne (eso es, no contra las personas que nos rodean y que en principio parecen ser las que nos atacan), sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales.” (Efe. 6:11-12). (Acotación nuestra).
Lo que ocurre es que ese opositor a Dios y dado que no nos puede atacar de frente, usa todo lo que de nuestro entorno tiene a mano (amigos, familiares, vecinos, etc.) para “alegrarnos” la vida y elementos a los que usa como títeres o instrumentos en su propósito desestabilizador, al igual como en su momento, uso a una serpiente (Gén. 3:1-5) para amargarles “la fiesta” a nuestros primeros padres. Por lo que mucho de lo que nos acontece a los que somos fieles seguidores de Jesucristo (por ende fieles a Jehová) y que nos causa perturbación, bien sea la pérdida de empleo, algo frecuentísimo en la actual situación económica del mundo, o incomprensivas dificultades en el ámbito familiar (Luc. 12:52-53) y cualquier otra cosa “rara” que nos ocurra, tiene como instigador preeminente al maligno personaje mencionado y en manos de quién, según afirmó Juan en su momento “yace el mundo entero” (1 Juan 5:19). En todo caso, la realidad es que nos enfrentamos y al igual que el David de la antigüedad, a nuestro “Goliat” particular y ser poderosísimo, ante el que en apariencia (y también como en el caso del pastor David) tenemos todas las de perder…… pero puesto que el pastor y contra todo pronóstico, de un “cantazo” venció al poderoso guerrero filisteo, no estaría de más investigar un poco y analizar las claves de dicha victoria, viendo que cosas podemos entresacar del relato en cuestión y en provecho de nuestra particular batalla, partiendo de la premisa que se nos da en Rom. 15:4:
“Porque todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras, tengamos esperanza.”
Y es que de todos los relatos contenidos en las Escrituras, pocos han acabado calando tanto en la mente del “personal”, como la historia de David y Goliat y que se nos cuenta en capítulo 17 del primer libro de Samuel; y es que el tal relato ha trascendido el ámbito de lo religioso y siendo el caso que personas de las más diversas culturas y formas de religión en el mundo entero, han utilizado ese suceso ocurrido en el corazón de la Palestina antigua para ilustrar las luchas que cada día se producen entre el débil y el poderoso…… en todo caso, un relato que mantiene la esperanza a aquellos que tienen todas las de perder cuando se enfrentan a una fuerza superior y que les mantiene una mínima esperanza de sobreponerse al más grande; ahora bien ¿qué pasaría si todo lo que se nos ha contado de este relato, no fuera tan simplista como de entrada parece ser? Es más ¿qué pasaría si hubiera una razón lógica por la que David de un “cantazo” tumbó al “invencible” Goliat? Y lo que es más importante ¿qué sacamos en claro como enseñanza práctica, en cuanto a enfrentarnos a nuestro “Goliat” particular y en un intento de vencer en la pelea? Planteado lo cual, qué les parece si nos metemos “en harina” y empieza usted por leer en su personal ejemplar de las Escrituras el relato en cuestión (ya sabe, por aquello no tener que transcribir todo el capítulo de 1 Samuel y hacer de este escrito un artículo kilométrico); luego les invitamos que abran su ejemplar de las Escrituras por el primer libro de Samuel, colóquense en el capítulo 17 y vean lo que se nos relata…… ya una vez tomada conciencia de su contenido, analizaremos el mismo.
(……)
Bien, convencidos de que ya está usted y después de su lectura, en antecedentes de los hechos ocurridos, pasemos a analizarlos y a sacar algunas conclusiones sobre ellos: de entrada, el relato nos sitúa en los tiempos del Israel de Dios, aproximadamente allá por el año 1090 a.E.C. y bajo el reinado de Saúl; en esa ocasión el pueblo de Israel se enfrentaba a los filisteos y como se debería de esperar de siervos de Dios, aparentemente estaban preparados para afrontar dicha situación. Podemos imaginar la escena: por una parte, el ejército de Israel, armado y dispuesto para la batalla y a unos 1.500 metros de distancia, aproximadamente y justo enfrente de ellos, al ejército filisteo (v. 1-3); en ese momento el ejército filisteo no parecía muy diferente a cualquier otro ejército que Israel hubiese enfrentado y algo en lo que tenía cierta “experiencia”…… por lo que tal pudiera parecer que se trataba de una situación frecuente dentro de las circunstancias que se presentaban en esos tiempos y por lo que el pueblo de Dios, debiera de contar con la preparación y experiencia suficiente para superar el obstáculo. Pero hete aquí, que surgió un imprevisto que los tomó por sorpresa: de entre los componentes el ejército filisteo, salió un “tío” de prácticamente 3 metros de altura, con una armadura imponente y con un servidor delante de él, solo para llevarle el “escudo grande” que lo protegería de los dardos del enemigo ¡vamos, como un tanque “Panzer” a toda “pastilla” frente al “bravo” ejército de Israel!
Y encima poniéndose “chulo el gachó”, como diría nuestro amigo el castizo, pidiendo a alguien con agallas y con quién pelear, solventando así la cuestión por la vía rápida, sin excesivo derramamiento de sangre (v. 4-10); y práctica que según los historiadores era usual en esa época entre las naciones paganas (pero no así en Israel), ya que los ejércitos no eran partidarios de enfrentamientos que pudieran implicar grandes pérdidas de soldados, pues aunque vencieran en la batalla de que se tratare, quedaban debilitados numéricamente ante otros posibles rivales, además de que se quedaban sin los efectivos necesarios para mantener el orden dentro de los terrenos conquistados…… de hecho, la propuesta de Goliat en sí misma ya demuestra que dicha manera de actuar, bien pudiera ser cierta. Y “cachondeíto” que se mantuvo por espacio de cuarenta días (v. 16), mientras el “bravo y aguerrido” ejército israelí, “todo valor y audacia”, reaccionaba de la siguiente manera:
“Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, entonces se aterrorizaron y tuvieron muchísimo miedo.” (v. 11).
La pregunta solo puede ser la siguiente ¿qué estaba ocurriendo ahí, para que Israel quedara tembloroso y agarrotado ante el desafío de un solo hombre, imponente eso sí, pero hombre al fin y al cabo, cuando dicha nación había ganado magníficas batallas con la ayuda directa de su Dios Jehová? Para entender qué tan lejos llegó esa decepcionante reacción, con respecto de lo que Dios les había prometido en Su Palabra en casos similares, vamos a compararla con Lev. 26: 3; 7-8 y Josué 23:9-11, en donde se lee esto:
Lev. 26: 3; 6-8: “Si continúan andando en mis estatutos y guardando mis mandamientos y de hecho los ponen por obra (……) Y yo ciertamente pondré paz en el país y ustedes verdaderamente se acostarán, sin que nadie los haga temblar; y ciertamente haré que deje de estar en el país la bestia salvaje dañina y una espada no pasará por la tierra de ustedes. 7 Y ustedes ciertamente correrán tras sus enemigos y ellos verdaderamente caerán delante de ustedes a espada. 8 Y cinco de ustedes ciertamente correrán tras cien y cien de ustedes correrán tras diez mil y sus enemigos verdaderamente caerán delante de ustedes a espada.”
Josué 23:9-10: “Y Jehová expulsará de delante de ustedes naciones grandes y poderosas -en cuanto a ustedes, ningún hombre ha quedado de pie delante de ustedes hasta el día de hoy- 10 Un solo hombre de ustedes correrá tras mil, porque Jehová su Dios es el que está peleando por ustedes, tal como les ha prometido.”
La promesa de Dios era clarísima: si caminaban con Él, solo uno de ellos iba a ser suficiente para perseguir a mil y cien de ellos, harían correr a diez mil de sus enemigos o lo que es lo mismo, serían prácticamente invencibles y palabras que también están entre las que fueron escritas para nuestra instrucción…… sin embargo, en el caso que nos ocupa, lo que vemos es exactamente lo contrario: ¡un solo filisteo “acoquinó” a todo el ejército de Israel! Luego ¿qué había ocurrido, para que Israel diera el lamentable espectáculo de permitir que fuera vituperado el nombre de su propio Dios, siendo incapaces de reaccionar ante tamaña afrenta? Pues sencillamente que se habían apartado de Jehová y en consecuencia, Este les había abandonado a ellos…… afortunadamente, se produjo un cambio en la situación, cuando apareció David en escena y que a diferencia de sus hermanos, parece ser que debido a su juventud, no formaba parte del ejército de Israel; pero no adelantemos acontecimientos y sigamos el relato con el debido orden.
Tengamos en cuenta que Israel ya había combatido en su momento contra hombres de gran tamaño y había salido vencedor, pero eso había tenido lugar en tiempos de Moisés y Josué (Num. 13:32-33); pero para esa generación esto era desconocido y por tanto, algo nuevo y desafiador, por lo que ¿podría la confianza en su Dios, superar el asombro y darles el valor suficiente para luchar? Lo razonable sería pensar que sí, pero la situación iba de sorpresa en sorpresa: no solo se enfrentaban a un individuo impresionante (un “Panzer” con patas), sino que además se les proponía una forma nueva de decidir una batalla, que aunque era común para las naciones paganas y como ya hemos señalado, no así para el pueblo de Jehová y lo que les tenía totalmente agarrotados ¡pues a ver quién era el “guapo” que se enfrentaba a esa bestia!…… y este es el desafío al que tenía que responder el ejército de Israel y que encontramos en los versos 8 al 11. El relato es claro y diáfano acerca del impacto que causó esta nueva situación en el completo pueblo de Dios representado en ese momento por el ejército de Saúl: se “aterrorizaron” y tuvieron “muchísimo” miedo. Es cierto que como seres humanos, estamos sujetos a todo tipo de emociones, como el miedo o la incertidumbre y si estas no se controlan de manera adecuada, eso es, teniendo plena confianza en el poder de Dios, estas pueden paralizarnos al grado de poner en riesgo no solo nuestra condición espiritual, sino que al mismo tiempo tal pasividad nos hace presa fácil de nuestro Goliat particular, Satanás el Diablo y algo que bien podríamos tomar como una primera lección que aprendemos de este relato…… porque no olvidemos que en las Escrituras leemos lo siguiente:
“¿Te has mostrado desanimado en el día de la angustia? Tu poder será escaso.” (Prov. 24:10).
¿Se ha enfrentado usted a una prueba de tal envergadura, que le ha dejado perplejo y sin saber qué hacer? Entonces está experimentando el mismo sentir del ejército de Saúl; y es que cuando estamos conectados con el grupo de personas con las que compartimos la misma convicción en cuanto a la fe en las promesas de nuestro Creador y tenemos acceso a su consejo y apoyo, nos envalentonamos y nos sentimos preparados para la “pelea” (Efe. 6:12)…… pero cuando esta se lleva al terreno de lo individual, es decir, “al uno contra uno”, ¡qué difícil resulta seguir centrado ante las dificultades ¿verdad?! Pero continuemos con el relato que nos lleva a una serie de detalles que nos permitirán comprender a cabalidad el porqué del éxito de David, pues en los siguientes versículos, eso es, del 12 al 15 inclusive, se nos habla de una familia de siervos fieles y valientes al servicio de Dios y que era la familia de Jesé “el betlemita”; tanto él como sus hijos, entendían la responsabilidad de servir con valor en defender la soberanía de Dios y de ahí, que los tres hijos mayores se encontraran inmersos en el conflicto del que estamos hablando como soldados de Saúl, mientras que David, el más joven y probablemente por ello eximido de formar parte del ejército de Israel, atendía a las cuestiones de la casa, como era el cuidar de los rebaños de ovejas propiedad de su padre.
Entonces la Biblia revela algo que nos permite identificar la razón o propósito de esta prueba a la que se enfrentó Israel y que era consecuencia del desapego de Jehová a Su pueblo, dada la actitud alejada de Él por parte de la tal nación en ese momento. Y es que el que dicho filisteo siguiera presentándose temprano por la mañana y al atardecer y tomando su posición por cuarenta días (v. 16), nos permite deducir que Dios estaba permitiendo esta prueba a fin de refinar la fe del rey Saúl y de su ejército; recordemos que 40 días y 40 noches, fueron los designados por Jehová para la purificación de la tierra en el diluvio del día de Noé; por otra parte, 40 años fueron los designados para refinar a Moisés respecto de su comisión divina en Egipto y guiar al pueblo de Dios hacia la libertad; tenemos también los 40 años establecidos a vagar por un desierto “grande e inspirador de temor” (Deut. 8:15),como castigo a su falta de fe, al hacer más caso de los espías enviados a espiar la tierra de Canaán que a las animadoras palabras de Josué y Caleb…… y cuarenta días fueron los que Goliat estuvo dando la “matraca” al pueblo de Dios. Es cierto, que si bien tanto Saúl como su ejército no se habían paralizado por completo y a “trancas y barrancas” estaban haciendo frente a la situación, es obvio que ello era con más voluntad que acierto, ya que no tenía ningún resultado positivo y estaban perdiendo la partida; deducimos esto, por lo que leemos en el versículo 19, pues allí se nos dice que “Saúl y todos los demás hombres de Israel estaban en la llanura baja de Elah, peleando contra los filisteos”. Y es en ese contexto que se produce un hecho que tenía que cambiar las cosas, al entrar en escena el joven pastor que sí confiaba en Jehová y que por encargo que su padre, llevó provisiones a la línea de batalla para sus hermanos y al tiempo que se interesaba por la integridad física de estos…… y suceso que llevó al joven David, al marco de circunstancias en donde se produciría la epopeya más conocida del registro bíblico.
Ahora bien, en cuanto a que los israelitas estuvieran “peleando” contra los filisteos, no deja de ser un eufemismo, pues al estar aterrorizados y con miedo, peleaban de manera insegura e ineficiente y lo que es peor, sin el motivo apropiado, eso es, en defensa del nombre de su Dios y por ello, sin la convicción correcta de que como en otras grandes batallas libradas por Israel, Este no les fallaría. Pero el caso es que ese día 40 y completado el escarnio que Jehová permitió que le fuera infligido a Su pueblo, resulto ser diferente que los anteriores y que dio un giro copernicano a la situación; pero ¿cómo ocurrió? Veamos: resulta que el joven David, que se había desplazado al frente de batalla para saber de sus hermanos, mientras estaba hablando con estos presenció el desafió que de nuevo el filisteo Goliat lanzaba contra las filas del ejército del pueblo de Dios (v. 23); desafío que como llevaba ocurriendo por los 39 días anteriores, la respuesta continuó siendo la misma por parte del ejército israelí…… pero claro, David no era parte de esa organización paralizada por el miedo al hombre (Prov. 29:25), pues él tenía claras y bien definidas sus prioridades y obligaciones para con Dios. Y como muestra de verdadera sabiduría, primero escucho con atención el relato de los hechos acaecidos hasta ese momento, a fin de contar con suficiente información de tal manera que pudiese evaluar la situación y con ello, tomar una decisión correcta y ajustada a la misma (segunda lección para nosotros: una correcta evaluación de la prueba que estemos enfrentando y sus posibles alternativas, siempre desde el punto de vista de Dios, nos pueden llevar a tomar la decisión correcta para salir de ella) y que podemos leer en los versículos del 24 al 27, como siempre, ambos inclusives.
Las palabras de David en el verso 26, en el sentido de preguntarse quién era este filisteo incircunciso, para atreverse a desafiar con escarnio a las líneas de batalla del Dios vivo y sin que nadie le respondiera adecuadamente, demuestran sin lugar a duda alguna que David estaba indignado con la situación, básicamente con la actitud del ejército de Israel, empezando por el rey Saúl, pasando por sus hermanos y acabando por el último mozo de cuadras, pues ninguno tuvo las “agallas” suficientes para salir en defensa de Jehová…… y planteamiento del joven pastor que “molestó” a algunos. Porque veamos la iracunda reacción del hermano mayor de David que, atenazado por el miedo y probablemente, avergonzado de su cobarde actitud, en vez de reconsiderar esta, la tomó con su hermano menor poniéndolo “a caldo”:
“Y Eliab su hermano mayor llegó a oír cuando él hablaba con los hombres y la cólera de Eliab se enardeció contra David, de modo que dijo: “¿Para qué has bajado? ¿Y a cargo de quién dejaste aquellas pocas ovejas allá atrás en el desierto (¡bonito momento para acordarse de las ovejas!)? Yo mismo conozco bien tu presuntuosidad y la maldad de tu corazón, porque has bajado con el propósito de ver la batalla (o lo que es lo mismo, ver el ridículo que estaban haciendo)”. 29 A esto David dijo: “¿Qué he hecho yo ahora? ¿No era solo una palabra?” (v. 28-29). (Acotaciones nuestras).
Obviamente, Eliab se dio por aludido en su cobardía y descargó su ira contra David su hermano, reprochándole el hecho de que hubiera abandonado al rebaño de ovejas ¡cómo si las ovejas fueran más importantes que la situación de Israel en ese momento, dejando ya aparte lo que dicha situación significaba de oprobio y ofensa al mismo Dios de Israel! El caso es, que tanto David como el ejército de Israel con su rey y comandantes al frente, vieron y escucharon las mismas cosas…… sin embargo, su respuesta ante la situación fue totalmente diferente: así que, mientras que el pueblo se quedaba viendo al problema y lo evaluaba de acuerdo a lo que habían visto y oído, David tenía en mente la Palabra de Dios y evaluó el problema en línea con dicha palabra. De ahí, que mientras el pueblo se justificaba diciendo “quiénes somos nosotros, en comparación con Goliat”, David se preguntaba “¡quién era ese Goliat, en comparación de Dios!”. Luego una tercera lección que aprendemos, es que no es tanto lo que vemos, sino el cómo evaluamos lo que vemos; por lo que la pregunta que tenemos que hacernos es ¿evaluamos como el pueblo de Israel, la aparente realidad de un asunto desde un punto de vista meramente humano, o evaluamos esta y como hizo David, desde el punto de vista de Dios y mediante el uso de Su Palabra la Biblia?
Note querido amigo, por otra parte, que no solo la intención de David fue mal interpretada, sino que además se le imputaron malos motivos y maldad en el corazón, lo cual no desmoralizó al joven pastor, pues él sabía que no es la opinión de otras personas lo que define al individuo, sino que es la opinión que Dios tiene de cada uno de nosotros lo que nos define ante Él (probable cuarta lección que nos transmite el relato). Por eso David siguió insistiendo en su exhortación, hasta que perturbo al entero campamento y sus palabras llegaron a oídos de Saúl el rey, por lo que este le mando traer ante su presencia; ahora bien ¿cómo plantearía el asunto David al monarca? Pues con convicción y claridad y sobre todo, por la vía rápida, veamos:
“Y David procedió a decir a Saúl: “No se desplome en él (eso es, en Goliat) el corazón de hombre alguno. Tu siervo mismo irá y realmente peleará con este filisteo.” (v. 32). (Acotación nuestra).
Y aquí nos encontramos con otro rasgo desanimador a añadir a la oposición que David encontró en sus hermanos, proveniente en esta ocasión del que llevaba la delantera en “el pueblo de Dios”, pues Saúl descalifica a David por sus pocos años y por su poca experiencia en la vida militar…… pero ¿era cierto que David era “solo un muchacho” y sin experiencia en el combate? No parece ser así y aunque esta es la idea generalizada, si leemos lo que se nos dice en 1 Sam. 16:17-18:
“De modo que Saúl dijo a sus siervos: “Provéanme, por favor, un hombre que toque bien y tienen que traérmelo”. 18 Y uno de los servidores procedió a contestar y decir: “¡Mira! He visto que un hijo de Jesé el “betlemita”, es diestro en tocar y es un hombre valiente y poderoso y hombre de guerra y persona que habla con inteligencia y hombre bien formado y Jehová está con él”.”
¿Qué ocurría entonces? Sencillamente que entre David y Saúl había la misma divergencia de puntos de vista, del mismo modo que la había entre David y el pueblo de Israel. En consecuencia, para Saúl, David era incapaz de pelear contra Goliat ¿la razón?...... los hechos físicos, eso es, la situación vista desde la perspectiva del ojo humano: David era un muchacho, aunque bien plantado y valiente, como lo acredita su enfrentamiento con animales de la talla de un león o de un oso y que, obviamente, no eran de “peluche”; pero en todo caso un simple pastor ante los ojos de Saúl, por lo que ¿cómo podría tener éste oportunidad alguna, contra el “Panzer” al que se tenía que enfrentar, un guerrero además experimentado y fuertemente armado como Goliat? Pero por el otro lado, David no solo creía que podía pelear contra Goliat, sino que sabía que tenía que hacerlo porque el nombre de Jehová estaba envuelto en el asunto, por lo que también estaba seguro que le ganaría, pues él sí confiaba en el poder de Dios y en las promesas contenidas en Su Palabra (y una posible quinta lección a aprender)…… entonces, el planteamiento de David, totalmente contrario al de Saúl, era el de ¿cómo podría tener Goliat, oportunidad alguna frente a Jehová?
Lo que nos muestra, que ambos, tanto Saúl como David, tenían razones lógicas para creer lo que creían: uno se apoyaba en razones físicas y razonables desde el punto de vista humano, mientras que el otro tenía poderosas razones espirituales…… así, mientras uno hacía una evaluación de los hechos físicos (armas, peso, experiencia, envergadura, etc.) y razonables desde el punto de vista del hombre, el otro partía de un punto de vista totalmente espiritual, eso es, confianza absoluta en las promesas de Dios (importante sexta lección a tener en cuenta, ante una prueba severa). De ahí que el uno estuviera aterrado y temblando de miedo (v. 11), mientras el otro, confiando en Jehová, estaba lleno de coraje y presto para la batalla…… y que el joven pastor se decantó por la opción correcta, lo podemos ver a continuación, según los v. 40-51: David procedió a tomar su cayado en la mano y a escogerse cinco piedras lisas del valle torrencial y a ponerlas en su bolsa de pastor que le servía de receptáculo y llevaba en la mano su honda. Notemos que cuando David se ofrece a pelear contra el filisteo, el rey Saúl comete otro error y que una vez más demuestra su falta de confianza en Jehová, pues insta a David a utilizar su propia espada y armadura. El pastor responde con argumentos de peso para negarse a llevarlas, afirmando que le pesaban demasiado, dado que pertenecían a un hombre de mayor envergadura que él y más que una protección, se convertían en un estorbo (v. 38-39); luego lo que queda claro que David ya había planeado un plan adecuado a sus posibilidades para derribar al rival que tenía enfrente y usando su propia estrategia, pues si bien en el cuerpo a cuerpo tenías las de perder, no así en un enfrentamiento a distancia…… por lo que se deshizo de lo que cargas superfluas que le estorbaban y eligió el arma que en sus manos era demoledora: la honda y con “munición” cuidosamente elegida, lo que demuestra que no actuó de forma improvisada, sino de manera muy meditada (séptima lección para nosotros).
Por otra parte, David como siempre hizo gala de una visión espiritual única y le deja ver de nuevo al rey, que Jehová le dará la victoria en esta ocasión debido a que el único móvil que tiene para pelear contra Goliat, es santificar el nombre de Dios; y cuestión que nos sirve como octava lección, en el sentido de que para superar las pruebas a las que nos tengamos que enfrentar, no se necesitan largos años de experiencia (como tenía Saúl con respecto de David), sino únicamente es necesaria una fe sólida en Dios y un conocimiento exacto o pleno de su voluntad (Col. 3:10). Uno pensaría que ante semejante demostración de fe y confianza en Jehová, lo razonable es que el corazón del rey despertara de su letargo y asumiera su papel como cabeza del pueblo de Dios y ser él quien limpiara el oprobio del nombre de Jehová; después de todo, él era el más alto de los israelitas por cerca de 30 cm, lo cual lo pondría bastante por encima de los 2 mts. (de ahí que a David la armadura de Saúl le fuera pesada y engorrosa) y altura más que suficiente para hacerlo un contendiente digno de Goliat…… pero no fue así, por lo que una vez más, Saúl deja ver que no es el cabeza apropiado para dirigir el pueblo de Dios (de hecho, David ya había sido ungido como su sustituto). Dicho sea de otra manera, que el sentido de responsabilidad para con Dios, no es requisito privativo de aquellos que disfrutan de reconocimiento teocrático, sino que la espiritualidad es posesión de los que ven a Jehová Dios y a Jesucristo como personas reales, a la vez que se esfuerzan por conocer y conformarse a la voluntad divina; pero veamos cómo transcurre el enfrentamiento entre ambos contendientes, según nos lo relatan los versículos del 41 al 47.
Goliat, al ver a su contrincante, empezó a despreciarlo porque resultaba que era la antítesis del guerrero con el que el filisteo imaginaba encontrarse y probablemente, algo que le desconcertó, siendo que además en apariencia David iba desarmado y de ahí, la pregunta que le hace: “¿Soy yo un perro, para que vengas a mí con cayados?” (v. 43). Y siendo esta la respuesta de David:
“Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio. 46 Este día Jehová te entregará en mi mano y yo, ciertamente, te derribaré y te quitaré la cabeza (……) 47 Y toda esta congregación sabrá que ni con espada ni con lanza salva Jehová, porque a Jehová pertenece la batalla y él tiene que darlos a ustedes en nuestra mano”.” (v. 45-47).
Y ya todos ustedes conocen el resto de la historia, de cómo Goliat, un descomunal filisteo que hizo temblar a todo el pueblo de Israel por cuarenta días, fue vencido por un muchacho cuya única arma física era una honda y cinco piedras…… y de las que solo uso una, o sea que el “niño”, donde “ponía el ojo, metía la piedra”. No obstante, resaltemos y como una teórica novena lección para nosotros, que David no fue a esa batalla basándose en sus armas físicas ni en sus habilidades personales, sino como hemos leído en el verso 45 “en el nombre de Jehová de los ejércitos”. Efectivamente, Goliat estaba fuertemente armado y era muy fuerte ¿y qué?...... ¿es que acaso era más fuerte que Jehová de los ejércitos? Obviamente no, por lo que la cuestión y ya entrando en el terreno de cómo enfrenta el cristiano actual su “Goliat” particular, no es tanto si disponemos de los medios físicos para enfrentar una situación, sino más bien, en si confiamos en el poder o el arma infalible que en cualquier situación dificultosa que se nos presente, se pone a nuestra disposición y que se llama “Jehová de los ejércitos”. No olvidemos que el “Goliat” que nos quiere complicar la vida, no es otro que Satanás en su intento de presionarnos para que nos alejemos de nuestro Creador y para lo cual, usa todo lo que tiene a su alcance y consciente de su superioridad, sobre aquellos que no tienen como “arma” salvadora el poder de Dios:
“El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección.” (Prov. 18:10).
Es este un recurso que siempre nos está esperando: de hecho, estuvo ahí para el pueblo de Israel, todos los días que se pasaron temblando de miedo ante su Goliat particular; sin embargo, en vez de recurrir al mismo, buscaban la salvación una y otra vez en la “espada y la jabalina” (eso es, recursos humanos) y como esto no les “funcionaba” estaban aterrorizados. Y es que la oportunidad de vencer al Goliat al que nos enfrentamos los actuales seguidores de Jesucristo, eso es, a Satanás, radica en Jehová Dios (y por delegación, en Su Hijo) pues solo en Él hay verdadera seguridad y protección. Así que, o actuamos como David lo hizo, apoyándonos en la fuerza y poder de Dios, o buscamos seguridad en otro lado y que en este caso sería, el apoyarnos en la percepción humana de las cosas, así como el pueblo de Israel pretendía hacer en su momento, sin atender al consejo divino y que en Jer. 9:23-24, se nos resume de la siguiente manera:
“Esto es lo que ha dicho Jehová: “No se gloríe el sabio a causa de su sabiduría y no se gloríe el poderoso a causa de su poderío. No se gloríe el rico a causa de sus riquezas. 24 Pero el que se gloría, gloríese a causa de esta misma cosa: de tener perspicacia y de tener conocimiento de mí, que yo soy Jehová. Aquel que ejerce bondad amorosa, derecho y justicia en la tierra; porque en estas cosas de veras me deleito”, es la expresión de Jehová.”
Y es que una vez que se encontró frente a frente con Goliat, David se encaró a lo que muchos se encaran al enfrentarse a una prueba severa, a saber, la presbicia espiritual y que les incapacita para enfocar los problemas que les afectan personalmente de la manera correcta, eso es, desde el punto de vista de Dios; y es que son capaces de verlos, entenderlos en los demás y hasta de dar consejo, pero cuando son ellos los implicados se “desenfocan” de tal manera que les impide acertar en el golpe o acción que les conduzca a la victoria. Fácilmente David podía haber perdido de vista su objetivo principal y haberse concentrado más en el escudero, pues después de todo este es el que iba delante con el escudo y mientras este estuviera de pie protegiendo al gigante con el tal, habría pocas probabilidades de acertar un golpe; además, justo antes de que David entrara en acción la prueba se puso más dura para él, pues recibió escarnio procedente del gigante y amenazas y ofensas en contra de su fe y tendente a desestabilizarlo. Aquí es donde el relato cobra una tremenda importancia para aquellos que estamos atravesando por una difícil prueba y lo que podríamos considerar como una décima lección a tener en cuenta, al ver la actitud de David en ese momento: este no se desestabilizó ante ese momento crítico de prueba, sino más bien al contrario, sabía quién era su verdadero enemigo e iba totalmente confiado en obtener una aplastante victoria sobre él y atribuyendo ésta al poder y a la grandeza de Dios y no a sus propias capacidades. Y por ello, enfoco toda su atención únicamente en Goliat y no en lo que este tenía a su alrededor: y es que nuestro enemigo no es el vecino del quinto, ni los miembros de nuestra comunidad, familiares incluidos, ni el guardia que injustamente nos pone una multa, por mucho que todo eso nos haga la “puñeta”…… nuestro enemigo es Satanás, pues este es el que mueve todos los hilos y siendo los demás, simples marionetas en sus manos, por lo que el “pedruscazo” se lo tenemos que soltar a él.
Porque mientras Goliat corría y arremetía contra David, éste “actuó” y no se quedó paralizado por el miedo, sino que reaccionó adecuadamente, lanzó el proyectil y logro dar en el blanco…… lo que significa, entre otras cosas, que tenía una grandísima habilidad con el arma que usó, en este caso una honda, pues en aquella mole en movimiento (circunstancia que complicaba la cosa) solo había un pequeño lugar desprotegido en dónde poder poner el proyectil y que era en la frente del gigante; ahora bien, la pregunta es la siguiente: ¿tenemos nosotros la suficiente habilidad para manejar el “arma” que Jehová y a modo de protección, ha colocado en nuestras manos, para que podamos salir airosos del enfrentamiento con nuestro particular Goliat y que no es otro que Satanás el Diablo y quien está realmente detrás de cualquier fechoría que se nos haga? Y es que si bien la armadura que Saúl le ofreció a David, junto con una pesada espada, se convertía en una carga para este y por lo tanto, más que en un sistema de protección se convertía en un estorbo para la pelea, el equipamiento que a modo de armadura Jehová nos proporciona, resulta que a medida que nos lo vamos colocando, más poderosos nos convertimos para enfrentar al Goliat de turno:
“Estén firmes, por lo tanto, teniendo los lomos ceñidos con la verdad y teniendo puesta la coraza de la justicia 15 y teniendo calzados los pies con el equipo de las buenas nuevas de la paz. 16 Sobre todo, tomen el escudo grande de la fe, con el cual podrán apagar todos los proyectiles encendidos del inicuo. 17 También, acepten el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios, 18 mientras que, con toda forma de oración y ruego, se ocupan en orar en toda ocasión en espíritu.” (Efe. 6:14-18).
Pero de eso, queridos amigos que nos leen, les hablaremos en otra ocasión analizando una por una cada parte de dicha “armadura” y que nos puede hacer invencibles ante Satanás, al igual como en su momento lo fue en joven pastor que, con una simple honda y en su zurrón, unas pocas piedras junto a un inmenso cargamento de confianza en Jehová su Dios, no solo quitó el oprobio de Israel, sino que nos enseñó que podemos salir victoriosos en nuestro particular enfrentamiento con el Goliat de nuestros días, eso es, Satanás el Diablo. Y siendo cierto que hemos señalado lo que nosotros entendemos como posibles lecciones prácticas, básicamente el que siempre tenemos que “tirar por elevación” cuando somos sometidos a prueba, eso es, no fijarnos tanto en quién nos mete el dedo en el ojo (hoy puede ser uno y mañana otro), sino en quién está detrás del que nos mete el dedo en el ojo (que siempre es el mismo) y con la misma finalidad con la que probó a Job, o sea, el apartarnos de la confianza en nuestro Dios y Creador Jehová, no es menos cierto que no es este uno de nuestros artículos más “gloriosos” y dada su complejidad; por ello les rogamos que nos ayuden con su “granito de arena” y se fijen, no tanto en aquello que les decimos en el mismo, sino más bien en aquello que pretendemos decirles…… y es que cada uno “da pa lo que da” ¡qué quieren ustedes que les digamos!
MABEL
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