viernes, 6 de diciembre de 2013

Hebreos 10:29…… vs. Hechos 24:15


Hace unos días, ocurrieron dos sucesos con unas pocas horas de diferencia y que llamaron nuestra atención, pues los cuales nos mostraron una vez más cómo la Biblia es un todo armonioso y en el que todo encaja perfectamente, transmitiendo mensajes provechosos si realmente estamos alerta para captarlos y, obviamente, si hacemos caso de ellos: unas horas antes de que una pareja de TJ llamaran a nuestra puerta, una buena amiga de este blog nos había pedido que publicáramos algo sobre Hebr. 10:29 y en donde se lee como sigue:

¿De cuánto más severo castigo piensan ustedes que será considerado digno el que ha hollado al Hijo de Dios y que ha estimado como de valor ordinario (eso es, vulgar o como de poca estimación) la sangre del pacto por la cual fue santificado (el individuo en cuestión) y que ha ultrajado con desdén el espíritu de bondad inmerecida?” (Acotaciones nuestras).

De entrada, nos pareció un texto como de poco recorrido en sí mismo y al que difícilmente se le podía sacar jugo como para escribir todo un artículo sobre él, pues estas eran no eran más que unas palabras dirigidas a aquellos que tenían que reinar con Cristo y en relación a una personal actitud, poco acorde con su condición de poseedores del ungimiento como Hijos de Dios…… pero hete aquí, que unas pocas horas después y como hemos señalado, en su habitual ronda de predicación los TJ nos ofrecieron un pequeño tratado titulado “¿Será posible que los muertos vuelvan a vivir?” basado en el pasaje de Hech. 24:15 y en el que leemos esto:

“…… y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”

En llegando aquí, permítannos un pequeño paréntesis para decirles que si estas personas les ofrecen dicho folleto, se olviden de quiénes se lo han entregado y léalo con atención, pues eso es algo que interesa profundamente a cada uno de nosotros, porque ¿quién no tiene en su familia la “irreparable” pérdida de un ser querido, padre, madre, hijo, hija, nieto, abuelo, etc.? ¿Quién está, por otra parte, libre del suceso imprevisto (Ecle. 9:11) que puede acabar con la vida de uno “definitivamente”? Y fíjese bien, querido amigo que nos lee, en el “entrecomillado” de las palabras “irreparable” y “definitivamente”, pues dichos términos son válidos desde la perspectiva del ser humano, que no conoce alternativa alguna a ambos sucesos y siendo que los dos tienen que ver con el mismo común denominador: la muerte…… sin embargo, aquellos que conozcan algo de las Escrituras sabrán que estas nos hablan de personas que murieron y que incluso habiendo llegado ya al proceso de descomposición, como fue en el caso de Lázaro (Juan 11:39), volvieron a la vida mediante la resurrección y con ello, a estar de nuevo entre sus seres queridos y para gozo de todos. Pues bien, eso no fue más que lo que podríamos considerar como un pequeño “avance” de lo que ocurrirá dentro de poco en escala inimaginable en nuestros días y dado lo avanzado de los tiempos, en el momento del establecimiento del reino de Dios aquí en la tierra…… y siendo de eso, precisamente, de lo que se nos habla en el pasaje mencionado.

Dicho lo cual, retomemos el tema inicial en donde lo dejamos y veamos la posible relación existente entre ambos pasajes, si bien en principio no parece haber ninguna entre ellos, porque veamos: mientras Hebr. 10:29 está dirigido a los llamados “ungidos” del I siglo y personas que como “clase” se extinguieron, pues a partir de la muerte del último de los apóstoles en el año 99 E.C., dejaron de existir estos personajes sobre la tierra, Hech. 24:15 hace referencia a la resurrección que acontecerá durante el reinado milenario de Cristo con el común de los mortales que hasta ese momento hayan fallecido, eso es, un evento situado aún en el futuro…… por lo que la relación existente entre ambos, tal parece ser la del huevo a una castaña; pero cuando se “rasca” un poquito y se analizan detenidamente ambos pasajes, poco a poco va apareciendo una nítida relación entre dichos textos. Porque si en el primero se nos habla con relación de aquél “que ha hollado al Hijo de Dios y que ha estimado como de valor ordinario la sangre del pacto por la cual fue santificado”, eso es, que le llevó a uno a la condición de Hijo de Dios (en el caso de los primeros que siguieron a Jesús), no es menos cierto que dicha sangre fue también derramada en favor del resto de la humanidad:

Porque tanto amó Dios al mundo (eso es, al ser humano en general) que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

Pero para entender eso, tenemos que partir de un supuesto que pocos aceptan, siendo básicamente aquellos que a día de hoy se creen se “ungidos” o “nacidos de nuevo” y cuya equivalencia de términos es, en definitiva, el considerarse uno un Hijos de Dios, pues de aceptarla se les va a hacer puñetas el “tenderete”, eso es, que han de concluir en que ellos no son “ungidos” tal como afirman y claro…… ¡antes muertos que perder la vida! Porque partiendo del pasaje que acabamos de transcribir, queda claro que el sacrificio de Jesús era una dádiva inmerecida del Soberano de todo el Universo a su creación humana caída en el pecado y, por ello, con la muerte como única perspectiva secuencial; lo que ocurre es que en el Plan Divino de restauración del ser humano (Hech. 2:20-21), no solo figuraba la presencia de un rey y rescatador (Jesucristo) para dirigir dicha restauración por un espacio de tiempo de mil años y que conocemos como el “reino de Dios”, sino también unos corregentes con el tal y en calidad también de inmortales reyes y sacerdotes, a los que Jehová decidió hacerlos también Hijos Suyos y que según Rev. 14:1-5, componen la cantidad específica de 144.000 miembros (ver Sal. 2:1-6) y que solo podían entresacarse de genuinos seguidores de Jesús y a partir del momento en que este inició su comisión aquí en la tierra:

Entonces Pedro le dijo en respuesta: “¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido; ¿qué habrá para nosotros, realmente?”. 28 Jesús les dijo: “En verdad les digo: En la re-creación, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes los que me han seguido también se sentarán sobre doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.” (Mat. 19:27-28).

Es obvio que desde ese momento en adelante, siempre ha habido en la tierra personas que, como los autores de este blog y la inmensa mayoría de los que nos leen, nos hemos hecho seguidores de Jesucristo, pues aceptamos el sacrificio expiatorio de este y confiamos en el Plan de Redención de nuestro Creador, Jehová Dios; y siendo el caso de que solo los que así crean, serán los que formarán parte de la “gran muchedumbre” que sobrevivirá a la “gran tribulación” por venir sobre la tierra, a tenor de lo que leemos en Rev. 7:9; 13-15:

 “Después de estas cosas vi y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos. (……) 13 Y, en respuesta, uno de los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos de la larga ropa blanca ¿quiénes son y de dónde vinieron?”. 14 De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación (eso es, que sobreviven a ella) y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero (eso es, que han ejercido fe en la sangre derramada de Cristo y en armonía con Juan 3:16). 15 Por eso están delante del trono de Dios; y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en su templo; y El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos”.” (Acotaciones nuestras).

Luego estamos hablando de personas que serán “seguidores” de Jesucristo, pero que por sobrevivir a la “gran tribulación” venidera, o sea, que pasan con vida al nuevo mundo o reino de Dios, no pueden, razonablemente, participar de la llamada “primera” resurrección y que es la que da la posibilidad de reinar con Cristo durante el milenio, en calidad de inmortal rey y sacerdote:

Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad (lo cual significa la inmortalidad), sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6). (Acotación nuestra).

Entonces estamos hablando de dichos sobreviviente, como de personas que tienen ante sí, la oportunidad de no morir jamás y que no son otra cosa más que, repetimos, genuinos seguidores de Jesucristo, como en su momento lo fueron los Juan, Pedro, Pablo, Santiago, Bernabé y tantos otros (luego no hay diferencia alguna entre ellos y nosotros), pero que a diferencia de esos personajes, dicha “gran muchedumbre” de personas no accederemos a reinar con Jesucristo en el período milenario del reino de Dios, sino que ocuparemos el lugar de súbditos del mismo…… pero entonces surge una pregunta ¿por qué ellos y nosotros no? Pues, sencillamente, porque esas personas se contaron entre las primeras que siguieron a Jesús y que a modo de “primicias” o primeros frutos de una gran cosecha (Rev. 14:4), empezaron a conformar el grupo de los 144.000 y que en llegarse a un determinado número cercano ya a dicha cantidad total y según voluntad divina, se acabó temporalmente dicha recolección y hecho que coincidió con la muerte del último apóstol (Juan) en el 99 E.C.; y que el caso es como se lo contamos, quedaría confirmado por lo que se nos explica en Rev. 6:9-11:

Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados a causa de la palabra de Dios y a causa de la obra de testimonio que solían tener. 10 Y clamaban con voz fuerte y decían: “¿Hasta cuándo, Señor Soberano santo y verdadero, te abstienes de juzgar y de vengar nuestra sangre en los que moran en la tierra?”. 11 Y a cada uno de ellos se dio una larga ropa blanca; y se les dijo que descansaran por un poco de tiempo más, hasta que se completara también el número de sus coesclavos y de sus hermanos que estaban a punto de ser muertos como ellos también lo habían sido.”

Por lo tanto habría que entender que aún queda por completarse el número de los 144.000, con un pequeño resto por aparecer y que en Rev. 11:3, están prefigurados por los “dos testigos” y que dotados de grandísimos poderes (v. 5-6), por 1.260 días llevarán la delantera en la predicación anunciada por Jesús en Mat. 24:14 y apoyados en dicha asignación por aquellos que en un futuro conformarán la llamada “gran muchedumbre” y algo que queda claro en la conocida parábola de las “ovejas y las cabras”, pues en la mismas se nos señala que el premio o castigo, según proceda, tendrá que ver con la ayuda prestada, o no, a aquellos a los que Jesucristo califica como a sus “hermanos más pequeños”:

Entonces los justos le contestarán con las palabras: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed, y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos extraño y te recibimos hospitalariamente, o desnudo, y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo, o en prisión, y fuimos a ti?”. 40 Y en respuesta el rey les dirá: “En verdad les digo: Al grado que lo hicieron (o en su defecto “no lo hicieron”, según los versos 45-46) a uno de los más pequeños de estos hermanos míos, a mí me lo hicieron”.” (Acotación nuestra).

Es obvio, pues entra dentro de lo razonable, que dicho pequeño “resto” será sacado de entre los actuales seguidores de Jesucristo existentes hoy sobre la tierra y que de momento aún no han sido designados por Jehová Dios, pues de lo contrario ya habrían dado señales de vida, eso es, ya habrían manifestado los extraordinarios poderes de los que serán depositarios, al modo de los apóstoles o primeros seguidores de Jesús y habrían puesto en marcha la citada predicación, comisión para la que son elegidos; circunstancia que al no haberse producido, claramente nos indica que aún los tales personajes está en el futuro…… dicho lo cual, volvamos al nexo de unión entre Hebr. 10:29 y Hech. 24:15, señalados en el titular de este escrito. Porque como ya hemos dicho, el sacrificio de Jesús alcanza a todos sus seguidores, prescindiendo de que los primeros de ellos y por haber estado en el lugar adecuado, en el momento oportuno, disfruten de un privilegio que la inmensa mayoría de los demás no tenemos y por lo que no estaríamos hablando de un asunto de capacidad o mérito, sino simple y llanamente, de una mera cuestión de oportunidad: ellos estuvieron allí en ese momento y nosotros no, lo cual no les hace ni mejores ni peores seguidores de Jesucristo que nosotros; de hecho y repetimos para fijar la idea, ese pequeño “resto” por aparecer será escogido de entre los actuales seguidores de este. Pero la cuestión es que en Hebr. 10:29 se nos habla del castigo que recibirá aquél que “ha hollado al Hijo de Dios y que ha estimado como de valor ordinario la sangre del pacto por la cual fue santificado y que ha ultrajado con desdén el espíritu de bondad inmerecida” y prescindiendo del grupo al que pertenezca, eso es, del de los “elegidos” para ser reyes o del de aquellos que no lo seremos, puesto que todos podemos caer en dicho error.

El castigo, obviamente y ya volviendo a la “gran muchedumbre”, tienen que ver con la destrucción eterna del que da tal manera obre en conformidad con las palabras citadas, eso es, que no sobrevivirá a la “gran tribulación” y que en breve será derramada sobre la entera humanidad…… pero ¿cómo puede uno mostrar dicha actitud negativa mencionada en el pasaje de Hebr. 10:29, aunque no pertenezca a la clase de personas a las que fueron dirigidas dichas palabras? Porque lo que está claro es que la inmensa mayoría de las personas con las que nos encontramos en nuestro día a día (nos referimos a aquellas que se llaman cristianas), afirman creer en Dios y en Su Hijo, ser miembros de tal o cual denominación religiosa y por supuesto (¡faltaría más!), el ser buenas personas que se llevan bien con su prójimo, que no hacen mal a nadie, etc. etc. etc. y algo que desde este blog no ponemos en duda…… pero sin embargo, sorprendentemente, la realidad que contemplamos a nuestro alrededor y dentro de la misma cristiandad, nos muestra exactamente todo lo contrario y siendo ello un calco de lo que nos dijo Pablo en su momento, acerca de lo que caracterizaría al “personal” en los tiempos finales y lo que nos muestra, de todas, todas, que ya estamos muy adentrados en ellos:

Más sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. 2 Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, 3 sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, 4 traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, 5 teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate.” (2 Tim. 3:1-5).

Está clara, entonces, la directa relación establecida por Pablo entre los tiempos “críticos y difíciles de manejar” que caracterizarían a los “últimos días”, con la actitud desplegada por las personas en ese momento y de las cuales, dicho apóstol y entre los “piropos” expresados, nos dice algo muy a tener en cuenta: y es que las personas (obviamente se refiere a la cristiandad) tendrían “una forma de devoción piadosa”, pero que esta no tendrá efecto positivo en sus actos. O sea, que afirmarán creer en Dios y en el sacrificio de Jesucristo, pero que sus afectos personales estarían puestos “en el mundo” o lo que es lo mismo, en las cosas materiales y no en las promesas de Dios y que tienen como punto focal el sacrificio de Su Hijo Jesucristo y en el que hay que ejercer fe, para alcanzar el favor de Dios. Recordemos que cuando este estuvo en la tierra, una de sus advertencias tenía que ver con lo siguiente:

Si el mundo los odia, saben que me ha odiado a mí antes que los odiara a ustedes. 19 Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia.” (Juan 15:18-19).

Ahora bien, si Jesús daba por sentado que sus seguidores “no eran” parte de este mundo y tal parece que era lo correcto, lo que tendríamos que averiguar es que significa el “no ser” parte del mundo y como dicha actitud, estaría relacionada con Hebr. 10:29, en el sentido de que al poner los valores mundanos por encima de los divinos, uno estaría considerando “como de valor ordinario la sangre del pacto” derramada por Cristo y lo que ello significaría de “ultraje desdeñoso” para con el espíritu de bondad inmerecida otorgado por el Altísimo en favor de uno; y uno de los pasajes que mejor define esta cuestión, es el que encontramos en 1 Juan 2:15-17:

No estén amando ni al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; 16 porque todo lo que hay en el mundo -el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno- no se origina del Padre, sino que se origina del mundo. 17 Además, el mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”

Y para no cansarnos especificando una por una las cosas que están en el mundo, imagínese usted pasarse un día entero frente a un televisor e ir evaluando las imágenes que se le ofrecen (en cualquier programa que usted quiera sintonizar) y en donde todos verá lo mismo: incitación a la violencia, aceptación de normas inmorales como la homosexualidad, el aborto, las relaciones sexuales en cualquier momento y sin restricción alguna, es más, mostrando las aparentes bondades de dichas conductas al serle presentadas como acciones propias de una sociedad “madura” y avanzada. Súmenle a ello, la incitación a participar en elecciones de gobiernos (sean del color que sean), apoyar manifestaciones de protesta sobre cualquier tema o causa y todo ello dirigido a sostener el “chiringuito” del que viven un inmenso montón de personas y a las que lo que menos les preocupa es el bienestar de aquellos que les votan, sino su propio bienestar personal y sistema de cosas al que usted contribuye a mantener con su voto personal, por ende con sus impuestos…… y todos los “etcéteras” que usted le quiera añadir a lo dicho. Claro, cuando uno lee en las Escrituras que “el mundo entero yace en el poder del inicuo” (1 Juan 5:19), debería de entender que encontrarse “cómodo” dentro de una sociedad que propugna el aborto como un derecho personal e inalienable de la mujer; el matrimonio entre personas del mismo sexo como signo de progresía; así como el calificar las relaciones sexuales fuera del matrimonio y a tempranas edades, no como lo que son, eso es fornicación pura y dura sino como relaciones “prematrimoniales”, o al traumático adulterio como relaciones “consuetudinarias” (se cambian los términos descriptivos para que no suene tan mal), no es más que rechazar con “desdén” la sangre de Cristo que murió, precisamente, para cambiar dicha situación.

Por lo que las preguntas serían las siguientes: ¿Cómo responde usted cuando alguien la habla del propósito de Dios, de restaurar la humanidad a la perfección, en un mundo en el que no existirán el dolor, las lágrimas, la enfermedad, la vejez, ni siquiera la muerte que tanto dolor causa?¿Presta usted atención a ello, o simplemente y como hace el 99’99% de las personas llamadas “cristianas”, con eso tan clásico del “no me interesa” y avergonzándose quizás, de que le vean hablando de Dios con alguien? Es más ¿se encuentra usted cómodo dentro de la sociedad corrupta y degenerada en la que vive y sujeta a destrucción eterna, excusándose quizás en aquello de que usted no participa de ello? Porque claro, la realidad es que uno puede pecar tanto por acción…… como por omisión, eso es: uno puede no participar directamente de esas cosas que ofenden a Dios, pero sin embargo, no tomar una posición clara en la dirección contraria y que tiene que ver con el dejar a las claras, lejos de toda duda, de por quién toma uno partido y como, por ejemplo, lo hemos hecho los autores de este blog: si por las normas morales o principios de Dios o por las que dicta un mundo o sociedad corrompida hasta la médula, siempre a tenor de la siguientes palabras de Jesús:

El que no está de parte mía, contra mí está; y el que no recoge conmigo, desparrama.” (Mat. 12:30).

Luego vemos que no existe término medio y por lo que la pregunta que debería de hacerse uno es la siguiente: ¿Cómo me consideran mis vecinos: como una persona liberada, progresista, tolerante y “puesta al día” y de la que se complacen en asociarse, o más bien como un “pringao” que cree en todas esas “tonterías” que explica la Biblia y por ello le evitan? Si es lo primero, uno está siendo señalado por Hebr. 10:29 y por lo que tiene algo “dudosillo” el participar, bien sea como protagonista, bien sea como feliz espectador de primera fila en espera de sus deudos resucitados, de lo anunciado por Hech. 24:15:

“…… y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”

MABEL

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