lunes, 2 de diciembre de 2013
Los “nacidos de nuevo”…… o el “cuento de la lechera”.
Una de las peculiaridades de este blog y que así se mantendrá mientras un servidor (Armando López Golart y uno de los dos creadores del “invento”) lleve el timón del mismo, es que no nos solemos “arrugar” ante nadie y de ahí que nos hayamos enfrentado a reputados teólogos o autores de prestigio dentro del campo de lo religioso en Internet y de los que aún, en algunos casos, esperamos respuesta a nuestros requerimientos de aclaración sobre algunas cuestiones de diversa índole. Y es que como en este blog tenemos por bandera el deseo de aprender, no nos “asusta” el que alguien nos rectifique (más bien lo agradeceríamos), ya que ello contribuiría a que aprendiéramos algo más de lo poco que sabemos; de ahí el desparpajo que tenemos cuando nos postulamos sobre cualquier tema, pues sería una bendición el que alguien bien documentado nos señalara algún error que hayamos podido cometer, bien sea en la interpretación de un pasaje bíblico, bien sea en su aplicación, pues ello nos llevaría a aprender más de Dios y que en definitiva, es el objetivo que perseguimos. Claro, partiendo de esta posición, comprenderán ustedes y ya personalizando la cosa, que me haya visto sorprendido por el correo que he recibido de un tal “rubeto” y en el que, transcrito tal cual ha sido recibido y como tenemos por costumbre en este blog (solo he añadido “negritas” para subrayar las partes más “jugosas”), se puede leer como sigue:
-rubeto commented on RESPONDIENDO AL Sr. FÉLIX GUTTMANN-
“me parecio interesante la fprma en que exponen su punto de vista pero para mi como cristiano nacido de nuevo lavado con la sangre del coredero y tratando de caminar en santidad, alimentando el espiritu mas que la carne lo menos que meresco es: o ser levantado para no ver destruccion o ser resucitado para vida eterna. Ud sr armando deberia ver su corazon por que lo que yo puedo discernir es una gran falta de humildad ya es suficiente la batalla contra nuestra carne como para ver la cantidad de orgullo y soberbia que ud se carga, eso habla de su falta de humildad los terminos que utiliza contra el sr guttmann solo me pueden llevar a un resultado. SOBERBIA Y ALTIVEZ DE ESPIRITU. no se diga de ignorancia.”
O sea, queridos amigos, que ahí tenemos a una persona que se ha creído el “cuento” que le han contado en la organización a la que probablemente pertenece (no creo que ande por libre), en el sentido de que cuando uno es bautizado en agua y en el nombre de Jesucristo, ya es inmediatamente reconocido como Hijo de Dios, por tanto hecho hermano de Cristo y consecuentemente heredero con este del reino de Dios, en calidad de inmortal rey y sacerdote…… o sea, que le han contado el “cuento de la lechera” y encima se lo ha creído. Y siendo el caso que tal parece ser, que dicho caballero entiende que ello le da un plus de autoridad y se cree con el derecho de ir prejuzgando la actitud de aquellos que no decimos lo que él entiende como correcto de cualquier tema (de hecho parece ser que me califica de ignorante), en este caso, del crédito que me merece a mí el Sr. Félix Guttmann y por lo que pasa a tachar mi actitud para con este, de soberbia y altiva en las respuestas que en su momento le di al caballero en cuestión.
De entrada, decirle a ese comunicante y que se presenta con el seudónimo de “rubeto”, que su opinión sobre el particular no le ha sido requerida y por lo que a lo máximo que podría llegar es a poner en cuestión y si hubiera motivo para ello, el contenido de las respuestas dadas en el tema al que hace referencia, en el sentido de lo acertado o desacertado de ellas y siempre con relación a lo que se me preguntaba……ir más allá de ese terreno, entrando a opinar sobre mi personal forma de ser o actuar, entiendo que es algo gratuito. Sin embargo y como ustedes pueden ver, aunque afirma reconocer como interesante la exposición que hago en el artículo de referencia, el tal “rubeto” me pone a “caldo” al atribuirme lo que él entiende como una actitud “soberbia y altiva” en mi respuesta al ínclito personaje de Félix Guttmann, cuando lo que yo hice (siempre según yo entiendo) fue responder en el mismo tono que me fueron efectuadas las preguntas y algo que todo el que lo desee puede comprobar, leyendo el artículo en cuestión y publicado el 05/03/10 bajo el título Respondiendo al Sr. Félix Guttmann.
Pero es que resulta y algo que por lo visto se le pasa por alto al amigo “rubeto”, que en este blog tenemos como objetivo el desenmascarar a tanto “fantasma” que anda suelto por ahí y que se las dan de “entendidos” en las Escrituras y con ello engañando al “personal”, pero que son capaces de afirmar cosas tan disparatadas (y como hace el Sr. Guttmann) acerca de las mismas, como que estas defienden la idea de que en el cielo existen familias que se reproducen al igual que aquí en la Tierra, o sea, mediante la unión sexual de un miembro del género masculino y otro del género femenino; o que la Torre de Babel era una rampa de lanzamiento de naves espaciales; o que al finalizar el reinado milenario de Cristo, este y en lugar de devolvérselo al que se lo había confiado, o sea Jehová Dios, se lo transfiere a su antepasado el rey David, para que (imagino) continúe reinando en su lugar; o afirmando que antes de la creación de Adán y Eva, la tierra ya estaba poblada por una ingente cantidad de personas…… ¡vamos: que ya teníamos “overbooking”!
Pues bien, si estos son los postulados que defiende el tal “rubeto”, a juzgar por la defensa tan encendida que hace del autor en cuestión, me permito el señalarle que de entrada y desde mi punto de vista, lo que tendría que hacer es identificarse y no esconderse detrás de un seudónimo cuando pasa a criticar actitudes personales y como es el caso que nos ocupa, lo cual le deja a uno en la indefensión más absoluta; pero dicho lo cual y ya metidos “en harina”, pues ya tanto me dan “ocho como ochenta”, veamos algunos errores en los que cae el amigo “rubeto” en el correo en cuestión. Porque en el mismo se identifica y transcribo literalmente de su correo, como “cristiano nacido de nuevo” y lo que significa y como acabo de señalar, que dicho caballero es de los que se cree “ungido” o Hijos de Dios, por tanto hermano de Jesucristo y en consecuencia, heredero con este del reino de Dios en calidad de inmortal rey y sacerdote…… en definitiva, que no tiene ni puñetera idea de lo que habla. Porque una cosa es el sentimiento personal e íntimo de sentirse uno poseedor de dicha condición de Hijo de Dios y que bajo determinadas circunstancias, se podría hasta entender, pero otra muy distinta el que no se haya hecho una comprobación exhaustiva de las Escrituras para comprobar si, efectivamente, ello pudiera ser posible; de hecho, una inmensa mayoría de llamados cristianos se creen “ungidos” o “nacidos de nuevo”, bien porque le hayan “comido el tarro” los dirigentes de la organización religiosa con la que se asocian, bien por su falta de equilibrio emocional, o por cualquier otra circunstancia que se le quiera añadir, pero que en definitiva todo se reduce a lo mismo: una total carencia de fundamentos bíblicos.
Porque claro, dicha afirmación de ser un “nacido de nuevo” y con todo lo que ello implica, como primera providencia nos llevaría a preguntarle al Sr. “rubeto”, quién y con qué autoridad le “bautizó” a él con el espíritu santo, pues solo ese bautismo es el que transmite dicha condición de “nacido de nuevo” (no siendo este el caso del bautismo en agua), dado que a día de hoy nadie ostenta dicha autoridad o poder para llevarlo a cabo…… es más, ni siquiera existe hoy alguien autorizado a bautizar en agua en “el nombre de Jesucristo”, pues ninguna de la denominaciones religiosas que actualmente practican dicho ritual y que son todas las de la llamada “cristiandad”, cuentan con el favor de Dios y algo que explicamos en este blog, en nuestro anterior escrito del 27/11/13, bajo el título “¡Sálganse de ella, pueblo mío!”. Y es que lo que lo primero que habría de tomarse en consideración, es a qué se le llama el ser un “nacido de nuevo” y algo que Jesús dejó claramente establecido cuando, hablando con un tal Nicodemo, le dijo lo siguiente:
“En respuesta, Jesús le dijo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. 4 Nicodemo le dijo: “¿Cómo puede nacer el hombre cuando es viejo? No puede entrar en la matriz de su madre por segunda vez y nacer ¿verdad?”. 5 Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.” (Juan 3:3-5).
O sea, que de lo que estaba hablando Jesucristo en cuanto al “nacer de nuevo” y contrario a la expectativa de Nicodemo, tenía que ver con el participar de dos bautismos distintos; de tal manera, que si uno no ha participado de los dos bautismos, eso es, por una parte del bautismo de agua o “bautismo de Juan” y por otra, del bautismo en espíritu santo y que solo podía administrar Jesucristo, según nos reveló Juan “el bautizante” y como veremos a continuación, no se puede considerar uno como un “nacido de nuevo” o lo que es lo mismo, un Hijo de Dios y por tanto heredero del reino junto a Cristo. No obstante, me permito el atrevimiento de exponerle al amigo “rubeto”, en qué me fundamento para hacer semejante afirmación: partamos para ello de la base de que el bautismo en agua era una práctica totalmente desconocida por la nación de Israel, hasta el momento en que apareció en escena Juan “el bautizante” (de ahí el sobrenombre) y afirmó lo siguiente:
“Ni siquiera yo lo conocía, pero El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: “Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, este es el que bautiza en espíritu santo”. 34 Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.” (Juan 1:33-34).
Luego Juan se identifica como aquél que fue enviado por el Altísimo para efectuar una clase de bautismo (en agua), pero también nos dice que detrás de él viene otro, que administrará otra forma de bautismo (este ya, en espíritu santo). Entonces lo que tenemos ahí, es a dos distintos personajes “autorizados” directamente por Jehová Dios (detalle este importantísimo) para llevar a cabo dos bautismos totalmente diferentes entre sí, tanto en ritual como en contenido: pues mientras el primero (mediante inmersión en agua) no era más que la manifestación pública del arrepentimiento de los pecados de uno y arreglar con ello, su personal situación con Dios (Luc. 3:3), el segundo (mediante imposición de manos) hacía de uno un Hijo de Dios y recibiendo con ello los poderes que eran consustanciales con dicha condición; y algo constatado por lo que pudieron hacer todos aquellos que accedieron a la misma…… y con el añadido de que ambos eran impartidos por personas “autorizadas” expresamente por Jehová: Juan para el primero y Jesús para el segundo. Y lo que nos lleva a razonar, con referencia al primer bautismo, que no tendría sentido el que Jehová mandara a Juan expresamente a bautizar en agua, si dicha práctica bautismal ya se hubiera estado llevando a cabo en Israel de forma ritual; por lo que hay que suponer, que fue en Juan que inició dicho “primer” bautismo en agua y de ahí, que el tal fuera conocido como “el bautismo de Juan” (Luc. 7:29)…… no olvidemos y en contra de lo que muchos piensan, que Jesús y mientras estuvo en la tierra, impartía también el bautismo en agua o “bautismo de Juan”, pues según propia afirmación, no podía bautizar en “espíritu santo” sino hasta después de su muerte:
“No obstante, les digo la verdad: Es para provecho de ustedes por lo que me voy. Porque si no me voy, el ayudante (el espíritu santo con el que poco después serían bautizados) de ninguna manera vendrá a ustedes; pero si sigo mi camino, lo enviaré a ustedes.” (Juan 16:7). (Acotación mía).
Por lo tanto, antes de la muerte de Jesús y desde Juan “el bautizante” (Mat. 11:12) en adelante, no existía otro bautismo que el de agua, pues recordemos y en línea con lo que estoy afirmando, que posteriormente y antes de su ascensión a los cielos, las instrucciones que dio a sus apóstoles, fueron las siguientes:
“Y estando reunido con ellos, les dio las órdenes: “No se retiren de Jerusalén, sino sigan esperando lo que el Padre ha prometido, acerca de lo cual oyeron de mí; 5 porque Juan, en verdad, bautizó con agua, pero ustedes (luego a diferencia de otros) serán bautizados en espíritu santo no muchos días después de esto”.” (Hech. 1:4-5). (Acotación mía).
Por lo que hay que concluir que, obviamente, estamos hablando de dos bautismos totalmente diferentes y siendo el que acababa de anunciar Jesucristo, el “segundo” bautismo mencionado en Juan 3:5; y bautismo que inició su andadura en el Pentecostés de 33 E.C., cuando fue derramado sobre los apóstoles y que conllevó a que los tales fueran reconocidos como Hijos de Dios y con ello, recibiendo los poderes “acreditativos” inherentes a dicha condición…… y poderes que fueron los mismos que Jesús desplegó durante su estancia en la tierra: levantar muertos, expulsar demonios, sanar enfermos, restaurar inválidos, etc. etc. etc. Pero veamos como Jesús ya señaló de antemano, que dicho bautismo en espíritu santo lo que haría es convertir a sus apóstoles en Hijos de Dios y por tanto, en “hermanos” suyos y algo que no podía conseguir en modo alguno el “bautismo de Juan” o bautismo de agua:
“Jesús le dijo: “Deja de colgarte de mí. Porque todavía no he ascendido al Padre. Pero ponte en camino a mis hermanos y diles: Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes”.” (Juan 20:17).
Por lo que ya tenemos en escena a los primeros doce “nacidos de nuevo”, pues reunían el requisito exigido por Jesús, eso es, habían recibido el bautismo en agua de Juan en su momento y el bautismo en espíritu santo de Cristo y que este, en función de la autoridad que le había sido concedida (Mat. 28:18), derramó sobre ellos en el citado día de Pentecostés de 33 E.C. (más adelante hizo lo mismo con Pablo); ahora bien: ¿quiénes fueron los siguientes en reunir este “segundo” bautismo y que los convertía también en “nacidos de nuevo” o Hijos de Dios de pleno derecho y dotados por tanto, de los asombrosos poderes que dicha condición llevaba inherentes y a modo de “tarjeta de presentación”? Pues aquellos que lo recibieron directamente de manos de los apóstoles (y de Pablo, posteriormente) y que eran a los que Jesucristo y en función de la autoridad recibida (Mat. 28:18), había autorizado a impartirlo y acto que se escenificaba con el ritual de la imposición de manos…… y es que mientras que el bautismo en agua mediante en inmersión, no tenía más trascendencia que el ser la declaración pública del arrepentimiento de uno por sus pecados y acto que dependía de la voluntad del bautizado de someterse al mismo o no, el bautismo en espíritu santo dependía directamente de Dios y autoridad que Este delegó en Su Hijo Jesucristo como acabamos de señalar, de concederlo o no y con ello, el que uno adquiriera la condición de Hijo Suyo, eso es, “ungido” o “nacido de nuevo”; pero veamos cómo nos explica esto Pablo, según lo vierte la Traducción en Lenguaje Actual:
“Pero eso no es todo. Aun cuando los dos hijos de Rebeca eran de nuestro antepasado Isaac, Dios eligió sólo a uno de ellos para formar su pueblo. 11 Antes de nacer, ninguno de los niños había hecho nada, ni bueno ni malo. Sin embargo, Dios le dijo a Rebeca que el mayor serviría al menor. 12 Con esto Dios demostró que él elige a quien él quiere, de acuerdo con su plan. Así que la elección de Dios no depende de lo que hagamos (o en su defecto, de lo que emocionalmente sintamos o creamos ser). 13 Como dice la Biblia: “Preferí a Jacob y no a Esaú”.” (Rom. 9:10-13). (Acotación mía).
Entonces queda entendido que el ser un “nacido de nuevo” no depende de nuestro personal punto de vista o convicción interna sobre el asunto, ni del esfuerzo que hagamos para conseguirlo, sino y como dice el pasaje consultado, de que Jehová le elija a uno (Gál. 4:6-7); y algo que al amigo “rubeto” se le pasa por alto y lo que no hace más que confirmar mi opinión, en el sentido de que dicho caballero no tiene muy claro por dónde le sopla el aire en la referido al contenido escritural, De ahí y que como tantos otros, caiga en el error de ajustar lo que este dice a su personal forma de entender las cosas (puesto que cree ser un “nacido de nuevo”, eso es lo que debe de decir el contenido escritural) y no que sea su punto de vista el que se ajuste a lo que realmente dice el registro escrito, en el sentido de si uno puede, o no puede, ser hoy un “nacido de nuevo” o Hijo de Dios…… y siendo lo que el texto escritural nos dice, que a día de hoy no puede existir dicha clase de personas. Porque lo que nos dicen las Escrituras, según el libro de Hechos de los Apóstoles y en donde se nos habla de cómo funcionaba la congregación cristiana del I siglo, es que solo los apóstoles tenían la “autoridad” para impartir el bautismo en espíritu santo, delegada directamente en ellos por el propio Jesucristo y bautismo que era el que otorgaba la condición de Hijo de Dios al que lo recibiera; sin embargo, aquellos que lo habían recibido de manos de los apóstoles y si bien adquirían la misma condición de Hijos de Dios y con poderes similares a aquellos, ya no podían bautizar a otros en espíritu santo, eso es, no podían transmitir a otros dicha condición de Hijos del Supremo…… un claro ejemplo de que ello es así, lo tenemos en el relato de Hech. 8:4-21:
“No obstante, los que habían sido esparcidos iban por la tierra declarando las buenas nuevas de la palabra. 5 Felipe, uno de estos, bajó a la ciudad de Samaria y se puso a predicarles al Cristo. 6 Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados. 8 De modo que llegó a haber mucho gozo en aquella ciudad.
9 Ahora bien, en la ciudad había cierto varón, Simón por nombre que, antes de esto, había estado practicando artes mágicas y asombrando a la nación de Samaria, mientras decía que él mismo era alguien grande. 10 Y todos ellos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: “Este hombre es el Poder de Dios, que puede llamarse Grande”. 11 De modo que le prestaban atención porque los había asombrado durante mucho tiempo con sus artes mágicas. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres. 13 Simón mismo también se hizo creyente y, después de bautizarse, atendía constantemente a Felipe; y quedaba asombrado al contemplar las señales y grandes obras poderosas que se efectuaban (por mano de Felipe; eso es, el propio Simón estaba asombrado de lo que podía hacer el tal Felipe y que él, habiendo sido bautizado por este, no podía hacer).
14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos (Pedro y Juan) bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo. 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados (obviamente en agua) en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos (ritual para el bautismo en espíritu santo) y ellos empezaron a recibir espíritu santo.
18 Ahora bien, cuando Simón vio que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el espíritu (luego no por parte de Felipe, pues de lo contrario no se tendrían que haber desplazado Pedro y Juan a Samaria para impartir dicho bautismo en espíritu), les ofreció dinero, 19 diciendo: “Denme a mí también esta autoridad (luego es obvio que Felipe no la tenía, pues de no ser así, el tal Simón se la habría pedido a este, pues era con el que tenía más estrecha relación; de hecho, a Pedro y a Juan no los conocía de nada), para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba espíritu santo”. 20 Pero Pedro le dijo: “Perezca tu plata contigo, porque pensaste conseguir posesión de la dádiva gratuita de Dios mediante dinero. 21 No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto a vista de Dios”.” (Acotaciones mías).
Y puesto que un caso parecido ocurrió con Pablo (Hech. 19:1-7), es perfectamente entendible que solo aquellos que habían recibido directamente de Jesucristo dicho bautismo en espíritu santo podían impartírselo a otros, mientras que los que lo habían recibido de manos de los apóstoles, si bien adquirían y al igual que estos la condición de Hijos de Dios o “nacidos de nuevo” a una diferente esperanza de vida, así como los poderes que dicha condición llevaba inherentes, ya no podían transferírselo a otros…… porque esto es lo que nos dicen las Escrituras ¿o no es así, amigo “rubeto”? Por lo tanto, ello nos lleva a una conclusión lógica y de sentido común: con la muerte del último apóstol, se acabó la posibilidad de acceder al bautismo en espíritu santo y con ello, el que uno pudiera reunir el requisito dado por Jesús en su momento y que debían de atesorar aquellos que aspiraran a reinar con él, eso es, el de contar con los dos bautismos mencionados en Juan 3:5 y tema sobre el que hemos publicado bastante en este blog. Ello nos tiene que llevar a razonar, en consecuencia, que a día de hoy no puede existir nadie “nacido de nuevo”, o “ungido” o “Hijo de Dios” (términos sinónimos) y por tanto, co-participes con Cristo del gobierno del reino de Dios, en calidad de inmortales reyes y sacerdotes…… y lo que se diga en sentido contrario, por parte de quién sea, no es más y como hemos dicho, que una nueva versión del “cuento de la lechera”; porque recordemos las palabras de Jesús en el citado pasaje y que no admiten discusión alguna:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua (el bautismo de Juan) y del espíritu (el bautismo de Cristo), no puede entrar en el reino de Dios.” (Acotaciones mías).
Obviamente, está claro que no podían entrar formar parte del gobierno de dicho reino, en calidad de inmortales reyes y sacerdotes para el Dios Altísimo y el Cristo, aquellos que no hubieran participado de los dos bautismos (Rev. 20:6)…… por lo que repito la pregunta, al autor del correo que he recibido, el tal “rubeto”: ¿Quién y con qué autoridad, le bautizó a él en espíritu santo y que le diera la condición de “nacido de nuevo”? Es más, ¿quién y con qué autoridad, le bautizó en agua en “el nombre de Jesucristo” (Hech. 10:48), siendo como es el caso de que no existe actualmente en la tierra organización religiosa alguna que tenga el favor de Dios y por tanto, que pueda hacer uso del mismo? Es más ¿dónde están esos poderes que dicha condición de “nacido de nuevo” y según las Escrituras, lleva aparejados…… o se cree al amigo “rubeto” que con su palabra de ser lo que afirma ser, es suficiente?
Pero dicho lo cual y ya que viene a cuento, puesto que en dicho correo se me habla de soberbia y altanería (obviamente la mía, según apunta el amigo “rubeto”), me permitirá dicho caballero que le haga una pequeña observación: y la tal tiene que ver con la soberbia y altanería que él mismo manifiesta, cuando después de relatarnos los esfuerzos que hace para, supuestamente, mantener dicha fantasiosa e inexistente condición de “nacido de nuevo”, nos dice lo siguiente y a lo que me permito hacer algún resalte en “negrita”:
“……y tratando de caminar en santidad, alimentando el espíritu más que la carne, lo menos que merezco es: o ser levantado para no ver destrucción o ser resucitado para vida eterna.” (Corrección ortográfica mía).
¡Fíjense ustedes…… y yo “con esos pelos”, pues en mi “soberbia y altanería” pensaba que el que determina lo que nos meremos o no, es Jehová Dios y no uno mismo! Es más, apoyándome en dicha congénita “soberbia y altanería” y que según dicho caballero es lo que me caracteriza, siempre he pensado que no nos merecemos nada, sino que lo que tenemos, eso es, el poder beneficiarnos del sacrificio de Su Hijo Jesucristo, es por la infinita bondad y misericordia inmerecidas que el Dios Altísimo nos tuvo desde el principio:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Yo, sin ir más lejos y por aquello de enfatizar en asunto, en mi “soberbia y altanería” no creo merecerme nada por pasarme muchísimas horas al día ante el ordenador, bien sea analizando información, o contrastando textos bíblicos, o escribiendo los artículos o respondiendo a preguntas que se me formulan, sencillamente para que otros se puedan beneficiar de lo que buenamente voy aprendiendo acerca de Dios…… y jugándome además el “físico”, en el sentido de que en un momento determinado y como es el caso que ahora nos ocupa, salga alguien que intente ponerme la cara “colorada”; más bien lo que siempre he tenido presente y quizás de ahí, la “soberbia y altanería” de la que supuestamente soy poseedor, son la palabras que dijo Jesús en su momento a los apóstoles y que entiendo nos aplican a todos por igual, de nuevo tomadas de la Traducción en Lenguaje Actual:
“De modo que, cuando ustedes hayan hecho todo lo que Dios les ordena, no esperen que él les dé las gracias. Más bien, piensen: “Nosotros somos sólo sirvientes; no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación”.” (Luc. 17:10).
Sin embargo, hete aquí que nos sale ese caballero dándonos lecciones de “humildad” y diciéndonos que “lo menos” que puede darle Dios a él, por su “personal esfuerzo y merecimiento”, es el reinar con Su Hijo Jesucristo en el reino venidero, ya que el hombre se considera a sí mismo como un “nacido de nuevo” o Hijo de Dios. Aunque tal parece, que Jehová no se ha enterado aún de que le ha “aumentado la familia”, pues no le ha hecho depositario de los grandes poderes que a modo de acreditación, según las Escrituras y si estas no nos mienten, son inherentes a dicha condición de Hijo de Dios o “nacido de nuevo”; pero en todo caso, amigo “rubeto”…… ¡lo que usted diga, oiga!
Armando López Golart
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