viernes, 4 de marzo de 2016
¿Cuán “importante” es el bautismo en nuestros días?
Pues depende de a quién se lo pregunte usted: si se lo pregunta a una persona que milite en una organización religiosa (obviamente dentro de la cristiandad) que lo practica, le dirá que es fundamental; mientras que si se lo pregunta a una cuya confesión no tiene entre sus doctrinas dicho ritual, le dirá que es totalmente intranscendente…… ya si nos lo pregunta a los autores de este blog, lisa y llanamente le diremos que no es más que una “chorrada” que solo sirve para identificarse con la “ganadería” a la que uno pertenece. Sin embargo y por aquello de que de todo hay en la viña del Señor, están aquellos que dándoselas de “entendidos” en la materia van publicando surrealistas afirmaciones en el sentido de que la “salvación” (y con lo que la cosa ya cobra una dimensión más seria), pasa ineludiblemente por el ser uno bautizado en agua…… porque a partir de ese mismo instante y de forma automática (siempre según nos cuenten esas personas), uno recibe ya el espíritu santo que lo convierte en un Hijo de Dios y por tanto, en coheredero del reino en calidad de inmortal rey y sacerdote al lado de Cristo durante el milenio. De ahí, la importancia vital del bautismo en agua para conseguir la susodicha “salvación”, como primer paso o detonante para poner en marcha ese proceso…… pero ¿es realmente esto así? ¿Qué argumentos presentan esas personas, para defender su posición? Pues empiezan por recordarnos unas palabras del apóstol Pablo, según se leen en Rom. 15:4 y que dicen así:
“Porque todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.”
Pero claro: una cosa es lo que dijo Pablo en el sentido que de lo contenido en las Escrituras se puedan derivar diferentes enseñanzas o directrices para nuestros días y otra muy distinta, que los citados “entendidos” sepan por donde les sopla el aire en cuanto a su particular entendimiento de las tales. De entrada, habría que tener en cuenta que el significado del término griego bá·pti·sma se refiere al proceso de inmersión en agua, es decir, de un sumergirse y de un emerger del individuo que se somete a dicha ceremonia del líquido elemento; término este que se deriva del verbo griego bá·ptō y que en español se vierte como “sumergir” y por lo que en la Biblia, “bautismo” e “inmersión” son términos sinónimos…… en todo caso, ello tendría que ver simplemente con el llegar uno a estar totalmente cubierto de agua y sin connotación añadida alguna, que nos pueda hacer pensar en otra cosa más allá del simple ritual que en su momento llegó a ser dicho acto. Partiendo de esa premisa, veamos algunos de los ejemplos que según nos cuentan esos “entendidos”, en su momento llegaron a ser una prefiguración del mencionado “bautismo” y que inician citando la peripecia vivida por Noé y otras siete personas en el llamado “Diluvio Universal”, pero que en todo caso estaríamos ante un ejemplo muy forzado y tomado por los pelos, porque preguntémonos y partiendo siempre de la premisa que acabamos de enunciar…… ¿fueron las aguas las que “salvaron” de algún modo a Noé y resto de familia? Obviamente no, pues aparte de que las mismas no fueron enviadas para salvación, sino para ejecutar juicio sobre una humanidad pervertida y apartada de Dios, tenemos el siguiente pasaje y que aclara cualquier duda sobre el particular:
“Por fe Noé, habiéndosele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa; y por esta fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que es según fe.” (Hebr. 11:7).
Luego es obvio que no fue el agua la que obró a modo de “salvación”, sino la obra que hizo Noé, eso es, el arca; por lo tanto, a ese relato se le podrá dar la consideración que se quiera, pero nunca como la prefiguración de un bautismo salvador. Otro ejemplo que se nos propone de lo que pudiera ser otra alegoría del bautismo, es la experiencia vivida por los israelitas en el Mar Rojo en su huida de Egipto y partiendo de esta afirmación:
“Ahora bien, no quiero que ignoren, hermanos, que nuestros antepasados todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar 2 y todos fueron bautizados en Moisés por medio de la nube y del mar; 3 y todos comieron el mismo alimento espiritual 4 y todos bebieron la misma bebida espiritual. Porque bebían de la masa rocosa espiritual que los seguía y aquella masa rocosa significaba el Cristo. 5 Sin embargo, sobre la mayor parte de ellos Dios no expresó su aprobación, pues quedaron tendidos en el desierto.” (1 Cor. 10:1-5).
Y aunque es cierto que ahí aparece incomprensiblemente el término “bautizados”, no es menos cierto que en este caso se añade la coletilla de “en Moisés” y que tal parece querer indicar que se nos está hablando de una cosa distinta a la que se nos intenta proponer; de hecho, la realidad es que esos seguidores del personaje Moisés no fueron “sumergidos” en las aguas, sino que lo que se nos dice que ocurrió fue lo siguiente:
“Por fin los hijos de Israel fueron por en medio del mar sobre tierra seca, mientras las aguas eran un muro para ellos a su derecha y a su izquierda.” (Éxo. 14:22).
Luego de nuevo nada que ver, con el estricto sentido del término “sumergir en agua” y que es lo que significa únicamente la expresión “bautismo”; por otra parte, se nos pone también como ejemplo el ritual del lavado ceremonial de los sacerdotes como prefiguración de un futuro “bautismo” y lo que no es más que un disparate, propio del que no tiene ni la más remota idea de lo que dicen las Escrituras, porque veamos qué es lo que se le impuso realmente a los miembros del sacerdocio:
“Y Jehová habló adicionalmente a Moisés, y dijo: 18 “Tienes que hacer una fuente de cobre y su base de cobre para el lavado y tienes que ponerla entre la tienda de reunión y el altar y poner agua en ella. 19 Y Aarón y sus hijos tienen que lavarse las manos y los pies allí. 20 Cuando entren en la tienda de reunión se lavarán (no “se sumergirán”) con agua para que no mueran, o cuando se acerquen al altar para ministrar, a fin de hacer humear una ofrenda hecha por fuego a Jehová. 21 Y tienen que lavarse las manos y los pies (no así, el resto del cuerpo) para que no mueran; y esto tiene que servirles de disposición reglamentaria hasta tiempo indefinido, a él y a su prole durante todas sus generaciones”.” (Éxo. 30:17-21). (Acotaciones nuestras).
Por lo que usar tal ejemplo como prefiguración del bautismo por venir, es propio de una persona que, totalmente ignorante de lo que las Escrituras nos enseñan realmente, hace particulares interpretaciones del texto escritural con el objetivo, no de enseñar la verdad, sino la de salirse con su idea aunque sea a costa de tergiversar dicha verdad…… pero es que la cosa no acaba ahí, porque además se nos presenta el episodio de Naamán, caudillo del ejército sirio que luchaba contra Israel, también como una prefiguración del bautismo por venir y lo que no deja de ser otro disparate, propio del iletrado que ignora los fundamentos más básicos del registro escritural, porque veamos qué es lo que se nos cuenta en el susodicho relato:
“De manera que Naamán fue con sus caballos y sus carros de guerra y se paró a la entrada de la casa de Eliseo. 10 Sin embargo, Eliseo le envió un mensajero, que dijo: “Yendo allá, tienes que bañarte siete veces en el Jordán para que vuelva a ti tu carne; y sé limpio”. 11 Ante esto, Naamán se indignó y empezó a irse y a decir: “Mira que yo me había dicho: ‘Saldrá a mí hasta afuera y ciertamente estará de pie e invocará el nombre de Jehová su Dios, y moverá su mano de acá para allá sobre el lugar y realmente dará recobro al leproso’. 12 ¿No son el Abaná y el Farpar, los ríos de Damasco, mejores que todas las aguas de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y ciertamente ser limpio?”. Con eso se volvió y se fue furioso.
13 Sus siervos ahora se acercaron y le hablaron y dijeron: “Padre mío, si hubiera sido una cosa grande la que te hubiera hablado el profeta mismo ¿no la harías? ¿Cuánto más, pues, dado que te dijo: ‘Báñate y sé limpio’?”. 14 Por lo cual él bajó y empezó a sumergirse en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre del Dios verdadero; después de lo cual su carne se volvió como la carne de un muchachito y quedó limpio.” (2 Rey. 5:9-14).
Por lo que tampoco en este caso podríamos estar ante la prefiguración de un futuro bautismo, pues este requiere de una sola inmersión y no de siete, como se le exigió al personaje Naamán y con la salvedad, de que solo se le pidió que se “bañara” o se “lavara” y no que se “sumergiera” por completo y por siete veces en la enlodadas aguas del rio Jordán en esos momentos…… es obvio, entonces, que lo contenido en ese pasaje no tiene otro propósito que el de señalar una simple lección de humildad a la que fue sometido un altivo personaje y por lo tanto, nada que tuviera que ver con la prefiguración de un bautismo salvador que estaría que venir. Luego solo lo dicho hasta el momento y por sí solo, ya muestra el escaso conocimiento que sobre el contenido escritural tienen algunos que se las dan de “teólogos” y lo que les descalifica totalmente para ir dando lecciones de “entendimiento” bíblico; pero es que además y en su disparatada deriva “teologal”, no se les ocurre y para sostener su insostenible proposición (disculpen la redundancia) de la necesidad de un bautismo “salvador”, nada menos que acudir al pasaje de Mar. 16:16 y en donde se lee como sigue:
“El que crea y sea bautizado será salvo, más el que no crea será condenado.”
Notemos, de entrada, que el ser “salvo” no depende de ser uno bautizado o no, sino en el creer o no creer…… por lo que no estamos más que ante el uso torticero del texto escritural, para engañar a los incautos que confían en la palabra de esos “maleantes” intelectuales, que no saben de lo que están hablando; porque si continuamos con el contexto de dicho pasaje e inseparable del mismo, lo que se nos dice a continuación es esto:
“Además, estas señales acompañarán a los que crean: Mediante el uso de mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas 18, con las manos tomarán serpientes y si beben algo mortífero, no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán”.
19 Entonces el Señor Jesús, después de haberles hablado, fue tomado arriba al cielo y se sentó a la diestra de Dios. 20 Por consiguiente, ellos salieron y predicaron por todas partes, mientras el Señor obraba con ellos y apoyaba el mensaje por las señales que acompañaban a este.” (Mar. 16:17-20).
¿Qué notamos, entonces, en esas palabras? Pues en primer lugar, que aquellos que creyeran y fueran bautizados tendrán la capacidad de llevar a cabo las obras poderosas mencionadas; recordemos que dicha capacidad, estaba intrínsecamente asociada con el “creer”, mientras que por otra parte, las tales eran la manera en la que Jesucristo “apoyaba” el mensaje emitido y lo que nos lleva a la siguiente encrucijada: si los actuales “bautizados” y toda esa inmensa patulea de supuestos “ungidos” que nos rodean por tierra, mar y aire, afirman haberlo sido mediante el bautismo y que de hecho es el “producto” que nos quieren “vender” ¿por qué, son incapaces de llevar a cabo esas señales que Jesucristo dijo “acompañarían” a los que creyeran y como muestra evidente de su apoyo a la expansión del “evangelio” que afirman predicar? ¿Deberíamos de entender y ante la ausencia de esas señales, que estamos ante personas que realmente no han creído (luego no pueden ser “salvos” por muy bautizados que estén) y que con sus afirmaciones, nos están intentando extraviar de la enseñanza verdadera? Porque o es eso, o es que resulta que el bautismo que preconizan como el medio esencial para alcanzar la “salvación”, no es más que una pura mamarrachada…… dicho lo cual, recuperemos el pasaje de Rom. 15:4, con el que se nos pretende hacer creer que en las Escrituras se nos habla de la necesidad del bautismo como conducto salvador:
“Porque todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.”
Y es que lo que se nos dice en las Escrituras acerca del tema que nos ocupa, es que el bautismo en agua y desde que fue instaurado por Juan “el bautizante”, no tenía más finalidad que la del reconocimiento público del que participaba en el mismo de su condición de pecador, así como el firme deseo y ante testigos presenciales, de cambiar su derrotero desde ese momento en adelante:
“De modo que él entró en toda la comarca del Jordán, predicando bautismo en símbolo de arrepentimiento para perdón de pecados.” (Luc. 3:3).
Y que la NTV vierte se la siguiente manera:
“Entonces Juan fue de un lugar a otro, por ambos lados del río Jordán, predicando que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada.”
En todo caso, no era el bautismo en sí mismo, eso es, el hecho de ser uno sumergido en agua, lo que arreglaba la situación de este ante su Creador, sino el sincero arrepentimiento del que se sometía a dicho bautismo y lo que dejaba el mero hecho de la inmersión física, en un simple acto protocolario por el que se manifestaba públicamente la decisión personal de uno con respecto de Dios…… dicho en otras palabras: el bautismo en sí mismo no era otra cosa que un mero ritual sin más trascendencia; por otra parte, este acto y lejos de la idea que se nos quieren “vender” los supuestos “ungidos” de la actualidad, nunca implicó el que mediante dicho acto uno tuviera que ser adoptado por Dios como Hijo Suyo y para lo cual, se precisaba de otro bautismo distinto, según se deduce de las siguientes palabras de Juan “el bautizante”:
“Juan también dio testimonio y dijo: “Vi el espíritu bajar como paloma del cielo y permaneció sobre él. 33 Ni siquiera yo lo conocía, pero El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, este es el que bautiza en espíritu santo”.” (Juan 1:32-33).
Entonces estaríamos ante dos bautismos distintos el uno del otro y que el segundo de ellos solo podía ser impartido por Jesús…… y ello, solo después de su muerte:
“No obstante, les digo la verdad: Es para provecho de ustedes por lo que me voy. Porque si no me voy, el ayudante de ninguna manera vendrá a ustedes; pero si sigo mi camino, lo enviaré a ustedes.” (Juan 16:7).
Que ello es así, queda probado por las palabras del apóstol Pedro:
“A este Jesús lo resucitó Dios, del cual hecho todos nosotros somos testigos. 33 Por eso, debido a que fue ensalzado a la diestra de Dios y recibió del Padre el espíritu santo prometido, él ha derramado esto que ustedes ven y oyen.” (Hech. 2:32-33).
Pedro estaba hablando de las consecuencias inmediatas de haber sido bautizados en espíritu santo (el otro bautismo) instantes antes y que nada tenía que ver con el bautismo de agua al que se habían sometido años antes, pues del mismo no derivaron ningún poder especial; circunstancia que deja claro que la afirmación actual de que el ser bautizado en agua, ya conlleva la inmediata recepción por parte del bautizado de la condición de Hijo de Dios y por tanto, de la “salvación”, no es más que un puro disparate propagado por fanáticos ignorantes que solo están “vendiendo” humo. Porque ese otro bautismo y que sí concedía dicha condición, además de los poderes consustanciales de ella derivados, solo fue impartido por Jesús a sus apóstoles, que a su vez recibieron la autoridad para poder impartírselo a otros, mediante el ritual de la “imposición de manos”. En el capítulo ocho del libro de “Hechos de los Apóstoles”, queda patente dicho aspecto de la cuestión, eso es, que si bien los apóstoles podían investir a uno de dicha condición de Hijo de Dios y con los poderes que eran consustanciales a dicha condición, aquellos que habían recibido de manos de los apóstoles dicho estado, ya no podían transmitírselo a otros; porque lo que allí se nos narra, es la peripecia de un tal Felipe y uno de los primeros de recibir la adopción como Hijo de Dios por medio de los apóstoles (recordemos que los apóstoles la había recibido directamente de Jesucristo) y del que se nos cuenta lo siguiente:
“No obstante, los que habían sido esparcidos iban por la tierra declarando las buenas nuevas de la palabra. 5 Felipe, uno de estos, bajó a la ciudad de Samaria y se puso a predicarles al Cristo. 6 Las muchedumbres prestaban atención de común acuerdo a las cosas que Felipe decía, mientras escuchaban y miraban las señales que él ejecutaba. 7 Porque había muchos que tenían espíritus inmundos y estos clamaban con voz fuerte y salían. Además, muchos paralíticos y cojos fueron curados. 8 De modo que llegó a haber mucho gozo en aquella ciudad.
9 Ahora bien, en la ciudad había cierto varón, Simón por nombre, que, antes de esto, había estado practicando artes mágicas y asombrando a la nación de Samaria, mientras decía que él mismo era alguien grande. 10 Y todos ellos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: “Este hombre es el Poder de Dios, que puede llamarse Grande”. 11 De modo que le prestaban atención porque los había asombrado durante mucho tiempo con sus artes mágicas. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres. 13 Simón mismo también se hizo creyente y, después de bautizarse, atendía constantemente a Felipe; y quedaba asombrado al contemplar las señales y grandes obras poderosas que se efectuaban (obviamente, por medio de Felipe).
14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; 15 y estos bajaron y oraron para que recibieran espíritu santo (con el mismo, la condición de Hijo de Dios y los poderes consustanciales a dicha relación paterno/filial con el Creador). 16 Porque todavía no había caído sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces se pusieron a imponerles las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo.
18 Ahora bien, cuando Simón vio que mediante la imposición de las manos de los apóstoles (no de Felipe y siendo este como era también un Hijo de Dios) se daba el espíritu, les ofreció dinero, 19 diciendo: “Denme a mí también esta autoridad, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba espíritu santo”.” (Hech. 8:4-19). (Acotaciones nuestras).
Entonces lo que notamos, es que, primero, el bautismo en agua que esas personas habían recibido en el nombre de Jesucristo no les había conferido capacidad alguna para llevar a cabo obras poderosas y que era como se manifestaba el poder del espíritu santo recibido, algo que se nos muestra en el siguiente pasaje:
“Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar.” (Hech. 19:6).
Pero lo que también se nos muestra, en segundo lugar, es que solo los apóstoles de Jesucristo tenían la autoridad de poder extender a otros la condición de Hijos de Dios y, repetimos, los poderes que le eran consustanciales a la misma; pues si bien Felipe podía desarrollarlos y como se nos muestra en el pasaje leído, es obvio que no podía transferírselos a otros, como al tal Simón…… ¡cuánto menos entonces, el poder transmitir la condición de Hijos de Dios a otros! Circunstancias estas que nos llevan a una importante derivada, como es la de que con la muerte de los apóstoles, obviamente cesó el poder bautizar en espíritu santo y con ello el poder hacer de otros Hijos de Dios, lo que nos lleva a la siguiente conclusión: sabemos que el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo, era preceptivo para poder acceder al segundo bautismo en espíritu santo mediante la imposición de manos y ritual por el que se escenificaba públicamente el hecho de que uno recibía dicho bautismo…… luego desaparecido el bautismo en espíritu santo con el último de los apóstoles ¿qué sentido tenía el bautismo en agua a partir de ese momento? Obviamente ninguno y de ahí que desapareciera de la historia bíblica, pues ya no tenía valor práctico alguno el bautizarse y circunstancia que se ha mantenido hasta el día de hoy; es cierto que la Iglesia Católica y supuesta sucesora del apostolado del I siglo, lo convirtió en obligatorio en el Concilio de Nicea (325 d.C.)…… pero ya no estaríamos hablando de lo mismo, porque lo que cuenta es lo que se nos dice en el registro sagrado y no lo dicho en documentos posteriores y lejos de toda inspiración divina (2 Tim. 3:16).
Sin embargo, a todo lo dicho habría que añadir otra cuestión que los que defienden el bautismo como requisito previo a la salvación, pasan olímpicamente por alto y que es la siguiente ¿quién hoy en día tiene la autoridad para poder bautizar? Porque no olvidemos que Juan “el bautizante” tenía y como hemos leído al principio de este escrito, dicha tarea encomendada por el propio Jehová Dios. Tarea que posteriormente asumió el propio Hijo de Dios y que tenía un bautismo mayor que ofrecer, que posteriormente delegó en sus apóstoles…… y autoridad que desapareció con la muerte del último de estos, siempre a tenor de los datos que nos aportan las Escrituras; luego, repetimos la pregunta ¿quién o quiénes, están autorizados hoy a bautizar? La cosa ya se agrava, cuando lo que se nos dice por parte de esos “entendidos” en el texto escritural es que cuando uno es bautizado en agua, ya recibe de forma automática el bautismo en espíritu santo y por tanto, pasa a convertirse en un Hijo de Dios con la “salvación” en perspectiva…… o lo que es lo mismo, dos bautismos al “precio” de uno; sin embargo, nada parecido a eso es lo que se nos dice en las Escrituras sino que más bien y volviendo a las palabras de Pablo en Rom. 15:4, la “instrucción” que recibimos de estas es que a día de hoy no hay nada parecido a un bautismo que tenga la aprobación de Dios.
En todo caso y por aquello de que cada uno puede hacer “de su capa un sayo” en función de su libre albedrío, el “personal” se puede bautizar y hacerse todas las ilusiones que quiera; pero que cada uno sepa, que lo de ser “salvo”, aquello que se dice ser “salvo”…… ¡nada de nada!
MABEL
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