jueves, 19 de agosto de 2010
El incomprendido pasaje de Rev. 20:5.
Tal y como les mencionábamos en el anterior artículo “El arte de reflexionar...... y la Biblia” (16/08/10), vamos a hablar un poco de ese texto y que a juzgar por los resultados que su utilización producen, no ha sido demasiado bien entendido y lo que es peor: ha sido pesimamente aplicado. Pero leamos el contenido del mismo y que para una mayor comprensión de lo que queremos explicar, lo colocaremos en su contexto natural, o sea, entre la parte final del versículo 4 y el 6:
“…… Y llegaron a vivir y reinaron con el Cristo por mil años. 5 (Los demás de los muertos no llegaron a vivir sino hasta que se terminaron los mil años). Esta es la primera resurrección. 6 Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.”
Y ahora, habiéndolo leído, pasemos a analizarlo; y de lo primero que nos damos cuenta, es que de los participantes de esa primera resurrección se nos dice que “llegaron a vivir”, a diferencia de los “demás de los muertos” de ese verso 5, que no lo hicieron hasta el final de los mil años. Y para que este texto se pudiera usar, con la idea de establecer una separación de mil años entre las dos resurrecciones de Juan 5:28-29, como hacen los “entendidos” en la materia, evidentemente se nos tendría que estar hablando en el mismo, de una resurrección literal. O sea, que esas dos expresiones acerca de que “llegaron a vivir” o “no llegaron a vivir” respectivamente, tendrían que hacer referencia a resurrecciones literales y lo cual, de ninguna manera es el caso. Porque veamos en qué sentido, es que “llegaron a vivir” los participantes de la primera resurrección: Pablo en 1 Tim. 6:19, animó a los que junto a él tenían la esperanza de en un futuro, gobernar junto a Cristo en el reino, a atesorar “… para sí con seguridad, un fundamento excelente para el futuro, para que logren asirse firmemente de la vida que realmente lo es.” Luego lo que estaba diciéndoles, es que después de su resurrección, se les concedería otro tipo de vida, infinitamente superior al que habían tenido en su etapa humana anterior, lo cual se infiere de Rev. 20:6, que nos dice que “sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad”, lo que significa vida eterna en perfección. Luego estaríamos hablando, no tanto de la resurrección como tal, sino de la calidad de la misma que reciben esos personajes y la cual les distinguía, de “los demás de los muertos” del versículo 5 y que solo recibirían la vida eterna, al final del milenio y en función siempre, de que superaran la prueba final (Rev. 20:7-9).
Ese tipo de resurrección con la dádiva de la vida eterna de forma inmediata, es solo para aquellos que participan de la primera resurrección y gobiernan con Cristo durante los mil años. Ahora bien ¿es entonces correcto el uso que esos “expertos” en interpretación bíblica dan a ese versículo 5? ¿Significa ese texto, que nadie más de entre la humanidad vivirá durante esos mil años en la Tierra, excepto los que gobiernen en el reino con Cristo? De entrada, ese texto no es más que una acotación aclaratoria del verso anterior (el 4), que nos pretende mostrar la diferencia entre la calidad de la “primera” resurrección, con respecto de la que acontece durante el milenio: mientras los que participan de la primera ya se levantan con la inmortalidad concedida, los que se levantan en lo que podríamos llamar la “segunda” resurrección, tienen que esperar a superar la prueba final (Rev. 20:7-8) para alcanzar la vida eterna; por otra parte, ese texto de ninguna manera puede decirnos eso porque, si así fuera, ello significaría que no habría personas a favor de las cuales esos personajes, pudieran utilizar sus habilidades como “sacerdotes”, porque su dominio sería sencillamente un planeta desolado. Pero cierto es y de forma inexplicable, que los citados “entendidos” lo usan como complemento de Juan 5:28-29, para señalar un espacio de tiempo de mil años entre ambas resurrecciones y creando con ello, esa esperpéntica situación: un milenio con gobernantes, pero sin gobernados, luego ¿para qué el reino de Dios? Pero es que además, resulta que el sentido primario del texto objeto de análisis, no nos da siquiera la más mínima idea de que ello pueda ser así, pues lo que realmente hace dicho versículo 5, lejos de hablarnos de una resurrección literal, es establecer un hecho: mientras los primeros en resucitar, ya reciben y a partir de ese mismo momento, una nueva condición de vida, “los demás de los muertos” no la reciben, sino hasta después de pasados los mil años.
Entonces, quizás habría que empezar averiguando, quiénes son “los demás de los muertos” de los que nos habla dicho pasaje; luego ¿de qué muertos se nos está hablando? Pues obviamente y en primer lugar, de los restantes muertos literales que no participan de esa primera resurrección y que a través de los siglos, han muerto como resultado del pecado adámico. Pero también en ese verso 5 se incluye además, en ese mismo grupo y eso es muy importante, porque nos ayuda a aclarar las cosas, a aquellos que habiendo aceptado en sus vidas el sacrificio redentor de Jesucristo, sobreviven a la gran tribulación y que ya sin necesidad de experimentar la muerte física (Rev. 7:17) entran con vida en el Milenio, así como también a los que posiblemente vayan naciendo de entre ellos, durante dicho período. Pero claro, nuestro querido lector, inmediatamente puede objetar que estamos confundiendo la gimnasia con la magnesia, ya que metemos en un mismo saco a muertos físicos, con vivos físicos y hay que reconocer, que desde el punto de vista humano, tendría toda la razón mundo. Pero es que cuando hablamos de las cosas de Dios, estas hay que verlas desde el punto de vista de Dios y no desde el nuestro; notemos, por ejemplo, cómo veía Jesús la cuestión y que algo, suponemos, sabría del tema:
“Luego dijo a otro: “Sé mi seguidor”. El hombre dijo: “Permíteme primero ir y enterrar a mi padre”. 60 Pero él le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, más vete tú y declara por todas partes el reino de Dios.” (Luc. 9:59-60).
¿A quién se refería Jesús, al mencionar a esos muertos que podían enterrar a otros muertos? Pero dejemos que sea la propia Biblia, la que nos diga de qué o de quien, nos estaba hablando Jesús. Porque veamos como el apóstol Pedro, que entendió perfectamente la idea, en su momento también se expresó en parecidos términos:
“De hecho, con este propósito las buenas nuevas fueron declaradas también a los muertos, para que fueran juzgados en cuanto a la carne desde el punto de vista de los hombres, pero vivieran en cuanto al espíritu desde el punto de vista de Dios.” (1 Ped. 4:6).
Y está claro, que Pedro tampoco se refiere a muertos literales en ese pasaje, lo cual no tendría sentido ya que a un muerto literal, no se le pueden declarar buenas nuevas, ni por supuesto, ninguna otra cosa. Pero veamos ahora, si el apóstol Pablo y que a nuestro entender, fue el que más correctamente capto la idea divina, nos puede aportar un poco más de luz al asunto:
“Además, a ustedes Dios los vivificó aunque estaban muertos en sus ofensas y pecados…..” (Efe. 2:1 y 5; vea también Col. 2:13).
Por lo que queda claro, que esos muertos, eran evidentemente personas físicamente vivas, pero muertas a los ojos de Jehová, como directa consecuencia del pecado heredado.
Luego lo que estaba haciendo Pablo y retrotrayéndonos al pasaje citado de 1 Tim. 6:19, era contrastar la vida que hoy vivimos, muy dura y dificultosa y que no es vida, con una que obviamente será distinta y que realmente si será vida. Pero ¿por qué lo que hoy vivimos, no puede considerarse vida, por muy bien que algunos afortunados la vivan? Pues porque al final de ella inevitablemente y como consecuencia directa del pecado, está la muerte y no sin antes haber pasado por un auténtico calvario de sufrimientos y sinsabores, con el consiguiente proceso de envejecimiento con sus lógicas limitaciones y que arrebatándonos toda ilusión de vivir, para nada tiene que ver con lo que Jehová se propuso en un principio para su creación humana. Y es que no existe comparación posible alguna, pues Dios dotó a Adán de la capacidad de vivir eternamente en plenitud de fuerzas y máxima madurez física, mental y espiritual y por tanto, él no experimentaría la vejez y todo ello, en un idílico entorno semejante a un paraíso, en donde la paz, la justicia y la abundancia de recursos, contribuían al bienestar del ser humano. Y en que destacaba por encima de todo ello, una estrecha relación entre el hombre y su amoroso Creador, Jehová Dios.
Sin embargo al pecar, el primer hombre perdió tan maravillosa perspectiva, transmitiendo a sus descendientes la mancha del pecado y con ello sus tristes consecuencias: enfermedades, dolor, envejecimiento y finalmente, muerte. Desde el mismo momento en que Adán pecó, adquirió la condición de “muerto”, ya que a los ojos de Jehová murió y con él sus descendientes, o sea, toda la raza humana; veamos cómo nos lo cuenta, Gén. 2:17:
“Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás.”
Y aunque desde la perspectiva humana, no murió inmediatamente después de pecar, ya que tras su expulsión de Edén, aún vivió lo suficiente para ver el asesinato de uno de sus hijos, el destierro de su hijo asesino, el abuso de la institución matrimonial, la profanación del nombre sagrado de Jehová y otras muchas cosas de las que fue testigo...... finalmente, después de novecientos treinta años de vida, la mayor parte de los cuales se consumieron en el lento proceso de envejecimiento, volvió al suelo del que había sido tomado, tal como Jehová había dicho. Pero durante todo este tiempo, aunque físicamente vivo, Adán realmente ya estaba muerto a los ojos de Jehová y desde el mismo momento de su transgresión. Luego esos, son los muertos de los que nos habla Rev. 20:5: personas que aunque físicamente vivas, están en una condición como de muertos ante el Creador. Porque esta es, la actual situación de la humanidad, prescindiendo de que estén físicamente muertos o físicamente vivos: la humanidad como un todo, está muerta a los ojos de su Creador.
Luego ¿en qué sentido, es que “no llegaron a vivir” sino hasta el fin de los mil años, esos “demás de los muertos”? Esto no significa su resurrección literal, como ya hemos dicho, pues este “llegar a vivir”, implica mucho más que el sencillamente existir físicamente como seres humanos, tal como hemos apuntado. Significa obtener la perfección humana, libre de todos los efectos del pecado adámico y con la vida eterna en mira; observe que la referencia a esto en ese versículo 5, se halla inmediatamente después que el versículo anterior diga que los que participan de la primera resurrección, ya “llegaron a vivir”. En el caso de ellos significa, como ya les hemos dicho, que en el mismo momento de su resurrección, les fue concedida vida sin ninguno de los nocivos efectos del pecado y ya se les concede la inmortalidad o el derecho a una vida sin muerte o eterna (Juan 3:16). Ellos por tanto, ya pasan a disfrutar de la vida que “realmente lo es” y de la que nos habló Pablo: vida sin fin, en plena felicidad y en perfecta armonía con el Excelso Dador de Vida y Supremo Soberano del Universo, Jehová Dios...... pero ¿por qué esas personas sí y los “demás de los muertos” del verso 5, no?
Pues porque durante su estancia aquí en la Tierra y a diferencia del resto, esas personas ya fueron debidamente probadas para saber si eran merecedoras de tal privilegio:
“Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente.” (Rom. 8:17).
De hecho Jesucristo y en su mensaje a las siete congregaciones de Rev. 2/3, les asegura que el “vencer”, por supuesto durante su estancia aquí en la Tierra, significaría ser glorificados junto a Él, en el Reino de Dios. Veamos, por ejemplo, lo dicho a la última congregación mencionada, la de Laodicea y extensivo a todas las demás:
“Al que venza, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.” (Rev. 3:21).
Entonces, para “los demás de los muertos”, ese “volvieron a vivir” al final de los mil años, no tiene que ver con una resurrección literal y física: esto significa y según hemos visto de los que participan en la primera resurrección, plenitud de vida en perfección humana. Esos “demás de los muertos”, ya habrán ido resucitando de forma progresiva durante el milenio y durante el cual, también de forma progresiva, serán llevados a la perfección de la que un día gozaron nuestros primeros padres, Adán y Eva; aunque el poder alcanzar dicho privilegio de la vida eterna, solo les sea otorgado al término del mismo. Pero ¿por qué no antes y al igual que los integrantes de la primera resurrección? Pues porque a ellos no les fue concedido el privilegio de sufrir martirio por Cristo, estando en vida y en consecuencia, no pudieron ser probados hasta ese grado:
“Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa.” (Fil. 1:29).
¿Y por qué al término de los mil años, sí? Pues porque es en ese momento, cuando de nuevo es soltado Satanás y sometida la humanidad, a la prueba final y cuando reciben el dicho privilegio de poder mostrar su apoyo incondicional a la Soberanía Universal del Cread0r y partiendo de las mismas condiciones en las que estaban Adán y Eva: en un completo estado de perfección y lo cual los hace ya, responsables plenos de su decisión; vamos a ver si podemos explicarlo de forma que nos hagamos más entendibles.
Si bien cuando nuestros primeros padres pecaron contra Jehová y debido a su perfección, fueron considerados pecadores voluntariosos y por tanto, plenamente responsables, contra su Creador, no fue así en el caso de su prole, que heredó de forma involuntaria la imperfección que conllevaba dicho pecado; pues tal como un molde defectuoso, transmite a todas las copias el mismo defecto, así sucedió en el caso de Adán y Eva con respecto de su descendencia. Cierto es que como dijimos en el artículo anterior “El arte de reflexionar y la Biblia”, cuando uno muere, ya ha pagado por su pecado, porque ese es el precio requerido (Rom. 6:23); pero claro, resulta que cuando uno está muerto, no existe...... luego ¿de qué utilidad nos sería, a nivel personal, el haber liquidado la deuda?: pues absolutamente de nada, ya que después de la muerte, uno sencillamente pasa a la no existencia. Pero ahí es donde entra la misericordia de Jehová, ya que Él y viendo la desesperada situación de los descendientes de la primera pareja humana, se propuso que pudieran gozar de la misma oportunidad que ellos y así pudieran decidir por sí mismos, si deseaban ser obedientes a su Dios y Creador o por el contrario y al igual que sus primeros padres, le desobedecerían y se pondrían de parte del padre de la mentira, Satanás el Diablo...... y ello significó, el que Jehová tomara una dramática decisión:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Jehová tuvo que hacer semejante arreglo, para equilibrar su justicia con su misericordia y amor hacía su creación y de esta manera, proporcionar un rescate equivalente para beneficio de esa descendencia:
“Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús, 6 que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos... de esto ha de darse testimonio a sus propios tiempos particulares.” (1 Tim. 2:5-6).
Y ese y no otro, es el propósito de la resurrección y sobre todo, del porqué del reino de Dios: que la humanidad tenga la posibilidad de alcanzar la vida eterna, mediante su actitud frente a esa prueba final (Rev. 20:7:10) y que determinará en su momento, tal como afirma Juan 5:28-29, si la resurrección de una persona, ha sido para vida o por el contrario, será para condenación y destrucción eterna en el lago de fuego:
“…… Esto significa la muerte segunda: el lago de fuego. 15 Además, cualquiera a quien no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.” (Rev. 20:14b-15).
Todo dependerá de la actitud de cada uno, acerca del aprovechamiento que haga, durante ese reinado milenario de Cristo, de los distintos beneficios que serán puestos a su alcance por esos reyes y sacerdotes, que Jehová ha dispuesto que gobiernen durante ese tiempo.
Luego y resumiendo la cuestión, nada tiene que ver ese pasaje de Rev. 20:5 con el de Juan 5:28-29, sencillamente porque no hablan de lo mismo, digan lo que digan los “entendidos” que así lo afirman. Y dado que este artículo que está leyendo, es complemento del que hemos citado al inicio de este escrito y publicado el día 16 de este mes de Agosto, en donde exponemos alguna de las situaciones un tanto extrañas y conflictivas que se generarían, de aceptar la enseñanza que tiene que ver con el relacionar un texto con el otro, nos permitimos sugerirle que los lea los dos y se le hará perfectamente clara la idea que deseamos transmitirle. Creemos sinceramente que aportamos suficiente prueba bíblica de que, en líneas generales, tanto Daniel 12:2, como Juan 5:28-29 y Hechos 24:15, significan y nos hablan de lo mismo: de una sola resurrección a ocurrir de forma progresiva durante el milenio y con dos retribuciones distintas al final del mismo. Y que dependerá, como hemos dicho, de que cada uno sepa aprovechar los beneficios espirituales que serán derramados por la labor sacerdotal de esos gobernantes usados por Jehová, durante ese reinado milenario, para que su resurrección resulte al final para vida o en su defecto, para condenación eterna. Y lo cual quedará de manifiesto, según sea su actitud frente a las maquinaciones satánicas que cada uno personalmente deberá enfrentar. Luego será en ese momento, al final de los mil años y superada la prueba, cuando “los demás de los muertos” de Rev. 20:5, volverán a vivir “la vida que realmente lo es”, o parafraseando el texto, “no volvieron a vivir, sino hasta que se terminaron los mil años”……. si superan la prueba, claro está.
Y una vez más, permítanos decirle, que esa es simplemente nuestra opinión; ahora usted tiene que formarse la suya, mediante un análisis cuidadoso de las Escrituras, acerca de si estas cosas son como se las contamos o no. Recuerde que en última instancia y llegado el momento, nadie podrá responder por usted...... “porque cada uno llevará su propia carga de responsabilidad.” (Gal. 6:5).
MABEL
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