Usted…… y las diez plagas de Egipto
Y no se preocupe, querido lector, que aunque parezca que le estamos comparando con una plaga ¡nada más lejos de la realidad! Por lo tanto, que no cunda el pánico, que no hay nada de qué preocuparse…… sencillamente le estamos hablando de un suceso que como usted conocerá (aunque sea de forma superficial), ocurrió en la tierra de Egipto hace más o menos la friolera de 4.000 años atrás en el tiempo. Y este relato que se encuentra en la Biblia y más concretamente, en el libro de Éxodo y del que, si nos lo permite, le recomendamos una atenta lectura de los capítulos 1 al 12 (para una mayor comprensión de lo que pretendemos explicarle), es muy importante para nosotros hoy en día, porque nos hará más entendible el propósito de Jehová para con aquellos que confiamos en Él. Además le ayudará a rechazar algunas enseñanzas fraudulentas, a cargo de algunos “entendidos” en la interpretación bíblica, en el sentido que hemos de alcanzar el reino de Dios (próximo a establecerse), enfrentando una “gran tribulación”…… al final de la cual todos aquellos que consigan “vencer” a todas las dificultades habidas y por haber en ella, “reinaran” con Cristo (Rev. 3:21). Y entendemos el que no se acabe de creer lo que le estamos contando, pues parece absurdo que un acontecimiento tan remoto en el tiempo pueda enseñarnos algo a nosotros, que vivimos en medio de la más alta tecnología que jamás haya alcanzado el ser humano, que además creemos saberlo casi todo y que nos sentimos el ombligo del universo…… pero así es, a menos que nuestro Creador esté equivocado:
“Porque todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.” (Rom. 15:4).
Y si analizamos detenidamente lo que acabamos de leer, de entrada lo que se percibe es que hay un propósito determinado y que obra en nuestro beneficio, en el registro de esos relatos de tiempo antiguo en las Escrituras y que no es otro, según se nos afirma en el texto, que el instruirnos y siempre que consideremos con atención esos sucesos, con la finalidad de que nos proporcionen el consuelo que genera esperanza. O sea y para entendernos: del conocimiento y oportuno análisis de esos hechos del pasado, eso es, el cuándo, el cómo y el porqué de los mismos, uno puede adquirir una instrucción, generadora de esperanza; ahora bien ¿esperanza…… en cuanto a qué? Pues por una parte y con una proyección a medio plazo, esperanza que tiene que ver con el hecho de que no siempre van a continuar las cosas tan graves como están actualmente, sino que se van a aliviar a tal grado, que de nuevo podremos volver a vivir en una tierra convertida en un “paraíso”, por usar una expresión que todos conocemos. Sin embargo, a cortísimo plazo, esperanza en cuanto a que seremos librados de los tiempos de máxima angustia por los que pasará la humanidad desobediente, antes de alcanzar ese ansiado paraíso de paz y que quedan perfectamente reflejados, en las palabras de Jesús en Luc. 21:25-26:
“También, habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas y sobre la tierra angustia de naciones, por no conocer la salida a causa del bramido del mar y de su agitación, 26 mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada; porque los poderes de los cielos serán sacudidos.”
Y nadie que este medianamente informado de cómo está el patio a escala mundial, puede negar que nos estamos acercando a marchas forzadas a dicha situación y que en Rev. 7:14, se la califica como de “gran tribulación”. Dicho lo cual y para ponernos en situación, retrocedamos 4.000 años en el tiempo y situémonos en la corte del Faraón de Egipto, concretamente en el salón de audiencias y en el momento que un Faraón atónito, escuchaba las siguientes palabras de dos de sus esclavos hebreos:
“Y después Moisés y Aarón entraron y procedieron a decir a Faraón: “Esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: Envía a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto”. 2 Pero dijo Faraón: “¿Quién es Jehová, para que yo obedezca su voz y envíe a Israel? No conozco a Jehová en absoluto y, lo que es más, no voy a enviar a Israel”. 3 Sin embargo, ellos pasaron a decir: “El Dios de los hebreos se ha puesto en comunicación con nosotros. Queremos ir, por favor, camino de tres días al desierto y hacer sacrificios a Jehová nuestro Dios; de lo contrario quizás nos hiera con peste o con espada”. 4 Ante esto, les dijo el rey de Egipto: “¿Por qué, Moisés y Aarón, hacen ustedes que el pueblo desista de sus trabajos? ¡Vayan a llevar sus cargas!”.” (Éxo. 5:1-4).
Y Faraón (¡anda que no era chulo el tío!), quizás temeroso de ser el primer gobernante de la historia en sufrir una huelga general (se nos ocurre pensar a nosotros), no solo se opuso altaneramente al Creador del Universo, sino que empezó a darles “caña” de la buena a los esclavos israelitas y a poner en pie de guerra al “sector” de la construcción:
“Inmediatamente en aquel día Faraón mandó a los que obligaban a la gente a trabajar y a sus oficiales y dijo: 7 “Ustedes no deben recoger paja para dársela al pueblo para que haga ladrillos como antes. Que vayan ellos mismos y recojan la paja para sí. 8 Además, la cantidad de ladrillos que les era exigida y que hacían antes, todavía se la impondrán. No deben hacerles ninguna reducción, porque están holgando. Por eso andan clamando y dicen: ‘¡Queremos irnos, queremos hacer sacrificios a nuestro Dios!’. 9 Dejen que el servicio pese sobre los hombres y que se ocupen en él y que no presten atención a palabras falsas.”
10 De modo que salieron los que obligaban a la gente a trabajar y sus oficiales y dijeron al pueblo: “Esto es lo que ha dicho Faraón: ‘Ya no les doy más paja. 11 Vayan ustedes mismos, consíganse paja dondequiera que la hallen, porque no ha de haber ni una pizca de reducción de sus servicios’”. 12 Por lo tanto, se esparció el pueblo por toda la tierra de Egipto a fin de recoger rastrojo para usarlo como paja. 13 Y los que los obligaban a trabajar seguían apremiándolos, diciendo: “Acaben sus trabajos, cada uno su tarea, día por día, tal como cuando estaba disponible la paja”. 14 Más tarde, los oficiales de los hijos de Israel, que habían sido puestos sobre estos por los señaladores de tareas de Faraón, fueron golpeados, mientras estos decían: “¿Por qué no acabaron su tarea prescrita de hacer ladrillos como antes, ni ayer ni hoy?” (Exo. 5:1-14)
Y claro, ante tan expeditivo intento de “negociación” de la “patronal” (Faraón) con los “sindicatos” (los citados oficiales o representantes de los israelitas), no hubo otro remedio que tirar por la calle de en medio y emplear mano dura…… por lo que ni corto ni perezoso, Moisés y a instancias de Jehová, empezó de mandar plaga tras plaga sobre la tierra de Egipto. Y plagas con las que se consiguieron varias cosas: no solo por una parte, se metió en cintura a Faraón y por otra, se liberó al pueblo hebreo, sino que además (por mucho más importante, pues ahí estaba el quid de la cuestión) se humilló a sus falsos dioses y se ejecutó juicio sobre ellos, a la vista de un pueblo que asombrado, no podía dar crédito a lo que estaba viendo: sus dioses eran derrotados uno tras otro, por el Dios de los esclavos hebreos…… ¡vivir para ver!, pensarían algunos egipcios (Éxo. 12:12; Núm. 33:4); pero vayamos a las plagas en cuestión.
La primera de ellas, la transformación de las aguas del rio Nilo y de todas las restantes aguas de Egipto en sangre, trajo deshonra sobre el dios-Nilo Hapi. Por otra parte, con la consiguiente escabechina de peces en el rio Nilo también se dio un golpe a la religión de Egipto, pues se estima que algunas variedades de esos peces, se veneraban y hasta se momificaban:
“Más tarde Jehová dijo a Moisés: “Di a Aarón: Toma tu vara y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus canales del Nilo y sobre sus estanques llenos de cañas y sobre todas sus aguas represadas, para que se conviertan en sangre”. Y ciertamente habrá sangre en toda la tierra de Egipto y en las vasijas de madera y en las vasijas de piedra.” (Éxo. 7:19-21).
La rana, símbolo de fertilidad y resurrección para los egipcios, estaba consagrada a la diosa-rana Heqet; por lo tanto, la plaga de las ranas (la segunda) humilló a esta diosa:
“Más tarde Jehová dijo a Moisés: “Di a Aarón: ‘Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, los canales del Nilo y los estanques llenos de cañas y haz subir las ranas sobre la tierra de Egipto’”. 6 Por lo cual Aarón extendió la mano sobre las aguas de Egipto y las ranas empezaron a subir y a cubrir la tierra de Egipto.” (Éxo. 8:5-14.)
La tercera plaga llevó a los sacerdotes practicantes de magia a reconocer su derrota cuando resultaron incapaces de convertir el polvo en jejenes por medio de sus artes ocultas. Al dios Thot se le atribuía la invención de la magia o las artes ocultas, pero nada pudo hacer este dios para ayudar a los sacerdotes practicantes de magia en su intento de imitar la tercera plaga:
“Jehová ahora dijo a Moisés: “Di a Aarón: ‘Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra y tiene que convertirse en jejenes por toda la tierra de Egipto’”. 17 Y procedieron a hacer esto. De modo que Aarón extendió su mano con su vara y golpeó el polvo de la tierra y los jejenes llegaron a estar sobre hombre y bestia. Todo el polvo de la tierra se convirtió en jejenes en toda la tierra de Egipto. 18 Y trataron de hacer lo mismo los sacerdotes practicantes de magia por sus artes ocultas, a fin de producir jejenes, pero no pudieron. Y los jejenes llegaron a estar sobre hombre y bestia. 19 Por lo tanto, los sacerdotes practicantes de magia dijeron a Faraón: “¡Es el dedo de Dios!”. Pero el corazón de Faraón continuó obstinado y no les escuchó, tal como había hablado Jehová.” (Éxo. 8:16-19).
Sin embargo y algo en lo que incidiremos más adelante, vemos que una línea de demarcación entre los egipcios y los adoradores del Dios verdadero, quedó trazada claramente a partir de esta tercera plaga mencionada. Porque aun cuando los enjambres de tábanos de la cuarta plaga, invadieron las casas de los egipcios, en la tierra de Gosén (el delta del rio Nilo) donde estaban ubicados los israelitas, no hubo ni un solo tábano:
“Entonces Jehová dijo a Moisés: “Levántate muy de mañana y toma una posición enfrente de Faraón. ¡Mira! ¡Va a salir al agua! Y tienes que decirle: ‘Esto es lo que ha dicho Jehová: “Envía a mi pueblo para que me sirva. 21 Pero si no envías a mi pueblo, aquí voy a enviar sobre ti y tus siervos y tu pueblo y en tus casas el tábano; y simplemente estarán llenas del tábano las casas de Egipto y también el suelo sobre el cual están. 22 Y ciertamente haré distinta en aquel día la tierra de Gosén sobre la cual está situado mi pueblo, para que no exista allí tábano alguno; a fin de que sepas que yo soy Jehová en medio de la tierra. 23 Y verdaderamente fijaré una demarcación entre mi pueblo y tu pueblo. Mañana se efectuará esta señal”. 24 Y Jehová procedió a hacerlo así; y densos enjambres de tábanos empezaron a invadir la casa de Faraón y las casas de los siervos de este y toda la tierra de Egipto. Quedó arruinada la tierra como resultado de los tábanos.” (Éxo. 8:23-24).
La siguiente plaga, la peste sobre el ganado (quinta), humilló a deidades como la diosa-vaca Hator, el dios Apis y la diosa-cielo Nut, a la que se imaginaban como una vaca con las estrellas fijadas en su vientre (¡anda que no hay que tener imaginación!):
“En consecuencia, Jehová dijo a Moisés: “Entra a donde Faraón y tienes que declararle: ‘Esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de los hebreos: “Envía a mi pueblo para que me sirva. 2 Pero si continúas rehusando enviarlos y todavía los tienes asidos, 3 ¡mira!, la mano de Jehová va a venir sobre tu ganado que está en el campo. Sobre los caballos, los asnos, los camellos, la vacada y el rebaño habrá una peste gravísima. 4 Y Jehová ciertamente hará distinción entre el ganado de Israel y el ganado de Egipto y no morirá ni una sola cosa de todo lo que pertenece a los hijos de Israel.” (Éx 9:1-4).
Por otra parte, la plaga de diviesos (la sexta) supuso la deshonra de las deidades que, según se creía en esa cultura religiosa, poseían facultades curativas, como Thot, Isis y Ptah:
“Después de eso Jehová dijo a Moisés y a Aarón: “Llévense ambas manos llenas de hollín de un horno y Moisés tiene que aventarlo hacia los cielos a la vista de Faraón. 9 Y tiene que convertirse en polvo menudo sobre toda la tierra de Egipto y tiene que convertirse en diviesos que hagan erupción en ampollas sobre hombre y bestia en toda la tierra de Egipto”.
10 De modo que ellos tomaron el hollín de un horno y estuvieron de pie delante de Faraón y Moisés aventó el hollín hacia los cielos y este se convirtió en diviesos con ampollas, que les salieron a hombre y bestia. 11 Y los sacerdotes practicantes de magia no pudieron estar de pie ante Moisés como resultado de los diviesos, porque los diviesos se habían desarrollado en los sacerdotes practicantes de magia y en todos los egipcios.” (Éxo. 9:8-11).
La severa tormenta de granizo que siguió a continuación (séptima plaga), humilló a aquellos dioses que se pensaba controlaban los elementos de la naturaleza, como por ejemplo a Reshpu, quien según se creía controlaba los relámpagos y Thot, de quien se decía también, que tenía poder sobre la lluvia y el trueno:
“Ahora Jehová dijo a Moisés: “Extiende tu mano hacia los cielos, para que venga granizo sobre toda la tierra de Egipto, sobre hombre y sobre bestia y sobre toda la vegetación del campo en la tierra de Egipto”. 23 De modo que Moisés extendió su vara hacia los cielos; y Jehová dio truenos y granizo y fuego bajaba corriendo a la tierra y Jehová siguió haciendo llover granizo sobre la tierra de Egipto. 24 Así que vino granizo y fuego trémulo (se supone que relámpagos) en medio del granizo. Fue muy fuerte, de modo que no había ocurrido uno semejante en toda la tierra de Egipto desde el tiempo en que este llegó a ser nación. 25 Y el granizo fue hiriendo toda la tierra de Egipto. El granizo hirió todo lo que estaba en el campo, desde hombre hasta bestia y toda clase de vegetación del campo; y destrozó toda clase de árboles del campo. 26 Solo en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.” (Éxo. 9:22-26). (Acotación nuestra).
La plaga de langostas (octava) fue una derrota en toda línea para los dioses que, según los egipcios, aseguraban una cosecha abundante, uno de los cuales era el dios de la fertilidad Min, al que consideraban un protector de las cosechas:
“Jehová ahora dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para las langostas, para que suban sobre la tierra de Egipto y se coman toda la vegetación de la tierra, todo lo que el granizo ha dejado que quede”. 13 En seguida extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto y Jehová hizo que un viento del este soplara sobre el país todo aquel día y toda la noche. Llegó la mañana y el viento del este trajo las langostas. 14 Y empezaron las langostas a subir sobre toda la tierra de Egipto y a posarse sobre todo el territorio de Egipto. Fueron sumamente gravosas. Antes de ellas nunca se habían presentado de esta manera langostas semejantes y nunca se presentarán otras de esta manera después de ellas. 15 Y fueron cubriendo la superficie visible de todo el país y el país se oscureció; y siguieron comiéndose toda la vegetación del país y todo el fruto de los árboles que el granizo había dejado; y no quedó nada verde en los árboles ni en la vegetación del campo en toda la tierra de Egipto.” (Éxo. 10:12-15).
Entre las deidades que la novena plaga (la de la oscuridad total) dejó bastante mal parados, estuvieron los dioses solares como Ra y Horus, así como también a Thot, el dios de la Luna y que, según se opinaba, era quien controlaba el Sol, la Luna y las estrellas:
“Entonces Jehová dijo a Moisés: “Extiende tu mano hacia los cielos, para que ocurra oscuridad sobre la tierra de Egipto y la oscuridad pueda palparse”. 22 Inmediatamente extendió Moisés su mano hacia los cielos y empezó a acaecer una oscuridad tenebrosa en toda la tierra de Egipto por tres días. 23 No se vieron unos a otros y ninguno de ellos se levantó de su propio lugar por tres días; pero para todos los hijos de Israel resultó que hubo luz en sus moradas.” (Éxo. 10:21-23).
Y llegamos por fin a la décima plaga, que tenía que ver con la muerte del primogénito de cada familia y que resultó en la máxima humillación para los dioses y las diosas de los egipcios:
“Y Moisés pasó a decir: Esto es lo que ha dicho Jehová: “Como a la medianoche voy a salir en medio de Egipto 5 y tiene que morir todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que está sentado sobre su trono hasta el primogénito de la sierva que está junto al molino de mano y todo primogénito de bestia. 6 Y ciertamente ocurrirá un gran alarido en toda la tierra de Egipto, como el cual nunca ha ocurrido uno todavía y como el cual nunca volverá a efectuarse uno. 7 Pero contra cualquiera de los hijos de Israel no moverá agitadamente ningún perro su lengua, desde hombre hasta bestia; a fin de que sepan ustedes que Jehová puede hacer distinción entre los egipcios y los hijos de Israel”.” (Éx 12:4-7).
Y es que en realidad, los gobernantes de Egipto se consideraban a sí mismos dioses, o los hijos de Ra o Amón-Ra; para defender semejante teoría se afirmaba que el dios Ra o Amón-Ra, tenía coito con la reina. Por lo tanto, a su hijo se le consideraba un dios encarnado y era dedicado a Ra o Amón-Ra en su templo, de modo que la muerte del primogénito del faraón suponía en realidad la muerte de un dios. Este hecho en sí debió ser un golpe severo para la religión de Egipto, al poner en descubierto la completa impotencia de todas las deidades, para salvar de la muerte a los primogénitos de los egipcios en general:
“Y sucedió que a medianoche, Jehová hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón sentado sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en el hoyo carcelario y todo primogénito de bestia. 30 Entonces se levantó Faraón de noche, él y todos sus siervos y todos los demás egipcios; y empezó a alzarse un gran alarido entre los egipcios, porque no había casa en que no hubiera un muerto.” (Éxo. 12:29-30).
Hasta aquí la somera exposición de las diez plagas de Egipto…… a partir de ahora vamos a ver cuál es el mensaje que nos transmite y que pueda ser de interés para nosotros. Lo que notamos en primer lugar, es que aunque el período de esa “gran tribulación” (por decirlo de alguna manera) del poderoso imperio egipcio y que terminó en el total arrasamiento de la nación, inició con la primera de las plagas reseñadas y acabó con la total destrucción el ejército egipcio en el mar Rojo, a partir de la tercera de esas diez plagas el pueblo hebreo fue ocultado, protegido o puesto a salvo (como prefieran) durante el resto de sucesos que siguieron a esa tercera plaga. De tal suerte fue eso así, que cosas que no tenían fronteras delimitadas, como los tábanos, o las pestes sobre hombres o animales, o las langostas, o la oscuridad, afectaron a unos…… y no afectaron a otros; lo cual nos habla de la capacidad o poder ilimitado de nuestro Dios Jehová para proteger, en tiempos de angustia, a los que le temen (Sal. 34:7).
Pero por otra parte, este relato es el anuncio de que un cataclismo parecido al sufrido por Egipto hace 4.000 años, pero corregido y aumentado, está por venir…… es más, probablemente (y es solo una opinión) estamos viviendo ya en tiempos equivalentes a las tres primeras plagas y que afectan aún a todos los habitantes de la tierra sin distinción y lo cual nos indica, puesto que las complicaciones a todos los frentes aumentan sin control, que muy pronto aquellos que ejercen fe en el sacrificio redentor de Cristo, verán como Jehová, el Magnífico Soberano de todo el Universo, les aparta o protege (Sof. 2:3) y dejarán de ser afectados por los catastróficos sucesos mundiales venideros. Y es que nuestro Creador, pronto establecerá una línea divisoria entre los que le sirven y los que no le sirven (Mal. 3:18), como en un tiempo hizo en la tierra de Egipto y para cuando las cosas vayan subiendo de tono…… porque en un momento determinado, nuestro Excelso Hacedor, extenderá la siguiente invitación:
“Anda, pueblo mío, entra en tus cuartos interiores y cierra tus puertas tras de ti. Escóndete por solo un momento hasta que pase la denunciación. 21 Porque, ¡mira!, Jehová está saliendo de su lugar para pedir cuenta por el error del habitante de la tierra contra él y la tierra ciertamente expondrá su derramamiento de sangre y ya no encubrirá a los de ella a quienes han matado.” (Isa. 26:20).
A tal grado será eso así, que el Sal. 91:5-7 y que hace referencia a esos tiempos tan críticos y tenebrosos que afrontará la humanidad, nos dice lo siguiente:
“No tendrás miedo de nada pavoroso de noche, ni de la flecha que vuela de día, 6 ni de la peste que anda en las tinieblas, ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía. 7 Mil caerán a tu lado mismo y diez mil a tu diestra; a ti no se te acercará (lo que causa tal destrucción). (Acotación nuestra).
Luego de lo que nos están hablando esos pasajes bíblicos, obviamente es de que en un momento determinado, aquellos que cifren su confianza en su Supremo Hacedor serán ocultados, protegidos o puestos a cubierto de cualquier adversidad…… ¡ni siquiera experimentarán miedo!; pues nuestro Hacedor asegura que aunque a su mismo lado ocurran las escenas más espantosas de destrucción y muerte que jamás hayan imaginado, ellos no serán de ninguna manera afectados. No olvidemos, que el Sal. 91 inicia de la siguiente manera:
“Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo, se conseguirá alojamiento (eso es, ubicación permanente) bajo la mismísima sombra (protectora) del Todopoderoso.” (Acotaciones nuestras).
Por otra parte, una constante en todos los juicios llevados a cabo por Jehová, de los que hay registro escrito, es que siempre de una manera u otra y más o menos milagrosa, ha mantenido a salvo a sus fieles: a Noé mediante un arca flotante (Gén. 6:14; en 587 a.E.C. y en el cerco de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, ordenando a sus fieles que se entregaran a los caldeos (Jer. 38:2), lo cual los libró de los horrores que se vivieron dentro de la ciudad de Jerusalén, mientras que ellos tuvieron su ración de comida y agua diarias…… en definitiva, conservaron la vida y al final de algún tiempo, fueron devueltos a su tierra; en cuanto al tema de Lot, acerca de Sosoma y Gomorra, Jehová le mandó dos ángeles para que les sacaran de allí (Gén. 19:1:11). Luego ¿qué razón habría para pensar que Jehová de pronto cambiara de línea de conducta? Pues ninguna a tenor de las palabras de Santiago:
“Toda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba, porque desciende del Padre de las luces celestes y con él no hay la variación del giro de la sombra.” (Sant. 1:17).
O sea, que ni algo tan leve como la variación del giro de una sombra, existe en nuestro Creador que es inmutable en sus actitudes y comportamientos, como lo son Sus leyes que rigen el Universo, como bien conocen los científicos. Dicho todo lo cual, querido lector, permítanos unas preguntas: ¿Ha quedado más tranquilo con respecto de su futuro y el de los suyos, ante el inminente desastre que amenaza a la humanidad? ¿Cree que le ha sido provechoso, el considerar un hecho ocurrido hace 4.000 años y sacar lógicas conclusiones del mismo? ¿Aprecia usted que nuestro Creador, haya sido tan generoso de preocuparse en que tengamos un registro escrito de estos relatos de tiempo antiguo, que contribuyen a instruirnos para tener una esperanza real de que si le somos leales, Él jamás nos abandonará?:
“Con alguien leal tú actuarás en lealtad; con el hombre físicamente capacitado, exento de falta, tratarás de un modo exento de falta.” (Sal. 18:25).
Y si la respuesta a esa tres preguntas ha sido afirmativa y esta convencido de ello, usted, querido amigo que nos lee, está en el camino correcto que conduce a gozar de la protección divina, a la vez que continuará interesándose por eso pequeños relatos, como el que hoy nos ha ocupado y que tanto nos ayudan a entender los propósitos del Altísimo…… y que siempre tienen como finalidad, nuestro propio beneficio. Y fíjese cuánto esto es así y si es grande Su amor hacia aquellos que le son leales, que dio a su propio Hijo Jesús en sacrificio, para que precisamente nosotros pudiéramos gozar de Su incomparable poder de protección y pudiéramos en un futuro, alcanzar la posibilidad de vivir eternamente en una tierra convertida en un deslumbrante paraíso:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
MABEL
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