Usted…… y la “SN 1006”
Y es que a finales del pasado mes de Septiembre, apareció una noticia de prensa en donde se nos contaba acerca del descubrimiento de la razón por la que en el año 1006 de nuestra era y según registros de la época, apareció de pronto en los cielos una nueva “estrella” y de cuyo hecho dan constancia registros escritos de astrónomos tanto chinos, como egipcios, árabes, o suizos de la época, si bien los datos más precisos fueron registrados por chinos y egipcios. No obstante, todos ellos son coincidentes en muchos de los aspectos del evento observado y que dadas las características de la época (no existían rápidos medios de comunicación que pudieran aunar criterios), confirmaría la veracidad del suceso referido: un gran círculo de luz unas tres veces mayor que Venus y situado en la constelación del Lobo, entre las constelaciones de Centauro y Escorpio, que permaneció visible según los astrónomos chinos por espacio de casi tres años y según escritos egipcios de la época, con un brillo superior a tres veces el reflejado por Venus o en su defecto, el equivalente a una cuarta parte del brillo de la Luna. Cabría señalar como detalle anecdótico, que los monjes de la Abadía de San Galo, en Suiza, plasmaron en sus escritos que dicho brillo se mantuvo en los cielos durante algo más de 3 meses, así como que durante todo este tiempo, la luz no se alejó del horizonte y tenía un comportamiento que no era comparable al de ningún otro cuerpo celeste.
Es obvio que tal información difiere en cuanto a tiempo de permanencia en nuestros cielos de la visión de dicho fenómeno y quizás en otros pequeños detalles, pero en cualquier caso, la cuestión es que allá arriba ocurrió algo impresionante y que en cierto sentido, analizado debidamente es de gran utilidad para nosotros, por el “mensaje” derivado de dicho suceso. Según la noticia reseñada, estaríamos ante la mayor explosión de un objeto celeste jamás contemplada por el ser humano, resultado de la colisión de dos enanas blancas que al parecer conformaban un sistema binario y cuya fusión, resultó en el colapso del objeto estelar resultante y su posterior explosión, originando lo que se conoce como una “supernova”…… y de ahí el nombre de “SN 1006”, eso es “supernova del año 1006”. Que la información llegada hasta nosotros de esos antiguos astrónomos es fiable, queda constatado por el hecho que apuntando con los telescopios actuales a la zona en dónde ellos situaron dicho fenómeno, aparece un remanente residual al que llamamos “nebulosa” y resultado final de una brutal explosión termonuclear, que esparció los restos de ambas estrellas por el espacio en forma de burbuja, la cual se expandió progresivamente hasta alcanzar el diámetro actual de unos 60 años luz y que aún continúa su expansión a una velocidad cercana a los nueve millones de kilómetros por hora; algo parecido y salvando las distancias, a cuando usted tira una piedrecita en una masa de agua y el impacto de la misma, crea una serie de círculos concéntricos que se van alejando progresivamente del lugar del impacto…… pues lo mismo, pero en burbuja cósmica.
Y aunque no es nuestro propósito el profundizar en los detalles científicos de dicho evento, entre otras cosas porque no somos expertos en el tema, si añadiremos unos pequeños datos adicionales, para dar más fuerza el punto al que queremos llegar. Por ello quizás podríamos señalar, por ejemplo, que hay que tener en cuenta que dicha nebulosa u objeto resultante de tan brutal explosión, se halla a 7.200 años luz de distancia de la Tierra y lo que significaría, que para cuando aquellos astrónomos del pasado visualizaron por primera vez esa supuesta “estrella”, ya hacía 7.200 años que se había producido dicho estallido y que es lo que tardó la luz originada en dicha explosión, en llegar hasta nosotros (o hasta ellos en este caso)…… y les recordamos que la luz viaja en el espacio a prácticamente 300.000 km. por ¡segundo! (concretamente 299.792´458 km.). Otro ejemplo de lo que les estamos hablando y que también nos sirve para nuestro propósito, es que cuando usted levanta los ojos al cielo en una noche despejada y mira en dirección a la constelación de Andrómeda, si tiene buena vista localizará una pequeña manchita borrosa y que es el único objeto visible a simple vista de los situados más allá de los límites de nuestra galaxia…… le estamos hablando de la galaxia M31, comúnmente conocida como la galaxia de Andrómeda y alejada de nuestra querida Vía Láctea (nuestra galaxia de pertenencia), la friolera de ¡dos millones, doscientos mil años luz! o lo que es lo mismo, que lo que usted está viendo a tiempo real, no es más que dicha galaxia tal como era hace 2,200.000 años…… pues de nuevo señalamos, que este es el tiempo que la luz por ella reflejada, tarda en llegar hasta nosotros.
Pero es que resulta que la manchita en cuestión y que usted apenas alcanza a ver sin la ayuda adecuada y perdida en las profundidades de un vasto e inmenso universo, tiene un diámetro aproximado de 220.000 años luz…… eso es, que si alguno de nosotros pudiera desplazarse de un sitio a otro a la velocidad de la luz (recuerde: 300.000 km./segundo), tardaría ¡220.000 años! para recorrer la distancia que separa un extremo de su opuesto en dicha galaxia…… eso es, una burrada de tiempo o dicho de otra manera, una “excursión” no al alcance de cualquiera. Sin embargo y repetimos para establecer sólidamente las bases de la cuestión final a la que pretendemos llegar, usted y con gran esfuerzo, solo ve una pequeña e ínfima manchita borrosa perdida en la negrura de un inmenso Universo (unos 14.000 millones de años luz de fondo, miremos hacia donde miremos desde nuestra posición en el espacio) que encima continúa expandiéndose casi a la velocidad de la luz…… y dicho lo cual, llegamos ya al punto que nos interesa de nuestra consideración: ¿Le dice todo lo que usted acaba de leer, algo de la fuerza existente detrás de semejante manifestación de poder y sabiduría? Porque no estamos hablando de un cuento chino que alguien nos haya contado, o una idea fruto de la imaginación fantasiosa de algún iluminado, sino de una realidad que está ahí arriba y que usted puede contemplar cada noche, solo con alzar sus ojos al cielo y observar la bóveda celeste…… por lo que repetimos ¿se ha detenido a pensar por un solo instante, quién está detrás de tan sobrecogedor espectáculo creativo, inasumible por la mente humana? Porque lo que está claro y siempre según la lógica de alguien que sabía de qué hablaba, es que todo eso que contemplamos cuando alzamos nuestros ojos hacia el firmamento, solo no se ha hecho:
“Por supuesto, toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas, es Dios.” (Hebr. 3:4).
Una lógica aplastante que observamos a diario en nuestro entorno y por tanto, difícil de rebatir; y es que la simple visión de tan majestuoso espectáculo, ya denota la necesaria existencia de un Ser Supremo como Autor de esa impresionante creación que es el entero Universo y que se suele manifestar en ocasiones, por medio de esas brutales explosiones, las cuales obviamente nos hablan del infinito poder del Ser Supremo que las controla…… pero vea cómo se nos llama la atención sobre ese particular, en las propias Escrituras:
“Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta.” (Isa. 40:26).
Luego de entrada, ya nos encontramos que aquí en este pasaje bíblico está perfectamente reflejado el “principio” supuestamente descubierto en 1.905 por Albert Einstein (E=mc2) y posteriormente usado en el desarrollo de su teoría sobre la relatividad; y formulación que vendría a decir en su sentido más simple posible, que la materia y la energía son formas distintas de una misma cosa, o lo que es lo mismo, las dos caras de una misma moneda…… eso es, que mientras la materia se puede transformar en energía, a su vez la energía puede transformarse en materia. Y eso es precisamente lo que queda de manifiesto en el pasaje transcrito: debido a la infinita abundancia de energía dinámica de ese Ser Supremo mencionado, toda la materia (en este caso el universo visible, nosotros incluidos) ha llegado a existir. Pero es que además, en ese pasaje bíblico se nos resalta de ese Sublime Personaje, que no solo conoce el número exacto de estrellas existentes en el vasto universo (número desconocido actualmente por el hombre), sino que las llama incluso por su nombre distintivo y lo cual, como diría el castizo de turno ¡ya tiene “tela” la cosa!…… porque no podemos obviar un “pequeño” detalle, que pasamos a exponerles a continuación.
Y es que solo en el universo conocido (eso es, hasta donde alcanzan los mas sofisticados instrumentos de visión actuales) y partiendo de las más prudentes estimaciones, existen más de 100.000 millones de galaxias de distintos tamaños y que van desde los 300.000/400.000 millones de estrellas como, por ejemplo, se calcula tiene nuestra galaxia La Vía Láctea y que es una de las más “modestitas”, hasta los 100 billones de estrellas que contiene aproximadamente la galaxia central del cúmulo Abell 2029, conocida como “IC 1101” y que situada a 1.070 años luz de distancia de la Tierra, no es más que una “animalada” en forma de galaxia y a la que se le calcula un diámetro aproximado de ¡seis millones de años luz!...... o lo que es lo mismo, el ancho equivalente a 60 veces nuestra Vía Láctea, con sus 100.000 años luz de distancia de un extremo al otro de la misma. Ello nos lleva a pensar que el número de estrellas existentes en el Universo, no solo es desconocido por el hombre, sino probablemente imposible de concebir por la mente humana; sin embargo, hay Uno “que las cuenta aún por número y las llama aún por nombre”…… sencillamente impresionaste ¿no cree usted? Todo considerado, no podemos evitar coincidir con el salmista, en el sentido de que de alguna manera dicho universo “nos habla“” de su Creador:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. 2 Un día comunica su mensaje al otro día y una noche a la otra declara sabiduría. 3 No es un lenguaje de palabras, ni se escucha su voz; 4 pero por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos (los cielos mencionados) puso un tabernáculo para el sol.” (Sal. 19:1-4). (Acotación nuestra).
Pero mucho más impresionante que todo lo expuesto, es el hecho de que dicho Personaje se ha dado a conocer personalmente a nosotros, con las siguientes palabras:
“Yo soy Jehová (o Yahveh). Ese es mi nombre; y a ningún otro daré yo mi propia gloria, ni mi alabanza a imágenes esculpidas.” (Acotación nuestra).
Luego algo que está claro, es que estas palabras llevan en sí mismas implícita la obligación de todo ser humano, de darle el merecido reconocimiento como Soberano Señor de toda la creación a tan Excelso Personaje, por medio de someterse a Sus disposiciones reglamentarias…… sin embargo y de forma lamentable, no solo hay personas que ni siquiera le conocen, sino lo que es peor, aquellas que conociéndolo le rechazan para ir detrás de otros “señores” o dioses como pueden ser las riquezas, posesiones materiales o poder, cuando no detrás de imágenes inanimadas de madera o barro y a las que dirigen sus peticiones de favor…… ajustándose por tanto, a la siguiente censurable forma de proceder:
“…… hasta a los que cambiaron la verdad de Dios por la mentira y veneraron y rindieron servicio sagrado a la creación más bien que a Aquel que creó, que es bendito para siempre. Amén.” (Rom. 1:25).
El personaje que pronunció esas palabras, el apóstol Pablo, conocía perfectamente a ese Ser Divino y explicaba a todos los que le quisieran escuchar, lo que este Todopoderoso y Supremo Dios haría en favor de todos aquellos que confiaran en Él y lo pusieran en primer lugar en sus vidas, según Sus propias palabras a través del profeta Isaías:
“Si ustedes muestran buena disposición y de veras escuchan, comerán lo bueno de la tierra.” (Isa. 1:9).
Porque el propósito de Jehová para nosotros, es el devolvernos de nuevo a las mismas condiciones de perfección que en su momento disfrutaron Adán y Eva, antes de pecar, restableciendo de nuevo el paraíso en el que se proponía que vivieran nuestros primeros padres en esta tierra y en donde podremos disfrutar de una vida sin fin, en verdadera paz, inacabable felicidad y con la maravillosa tarea por delante de colaborar con Él, en extender por todo ese inmenso Universo la forma de vida humana, para gloria y eterna alabanza de su Santo Nombre: el Todopoderoso Señor Soberano del Universo, Jehová Dios. Y dado que dicha restauración del ser humano y subsiguiente transformación de la tierra en un paraíso, las tenemos prácticamente encima y al alcance de la mano ¿por qué no alza los ojos al cielo nocturno y deja que este le susurre las maravillas de ese incomparable e inconmensurable Ser, que llegó al grado de entregar a Su propio Hijo (Juan 3:16) para que tanto usted, como sus seres queridos, pudieran disfrutar eternamente de tan maravillosa perspectiva? Vea una de sus maravillosas promesas con relación al ser humano:
“Porque en mí él ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre. 15 Él me invocará y yo le responderé. Estaré con él en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré. 16 Con largura de días lo satisfaré y le haré ver la salvación por mí.” (Sal. 91:14-16).
Y que esta promesa aplica a cualquier ser humano, queda probado por las palabras con que se inicia este hermoso y esperanzador Salmo 91 y que son como siguen:
“Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo, se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso.”
Y no se le olvide el “pequeño” detalle, querido amigo, que esta promesa dirigida a cada uno de nosotros, está formulada personalmente por el Portentoso Ser acerca del cual el sabio rey Salomón y en ocasión de la dedicación del Templo en Jerusalén, dijo lo siguiente:
“Pero ¿verdaderamente morará Dios con la humanidad sobre la tierra? ¡Mira! El cielo, sí, el cielo de los cielos mismos (el entero e imponente universo del que hemos hablado), no puede contenerte ¡cuánto menos, pues, esta casa que yo he edificado!” (2 Cró. 6:18). (Acotación nuestra).
En conclusión, querido amigo que nos lee, no solo eventos tan celebrados como la mencionada SN 1006, o los pormenores conocidos del universo en el que estamos inmersos, así como las hermosas fotos que del mismo nos muestran nuestros más sofisticados medios, sino la simple visión en una noche oscura, de la bóveda celeste cuajada de diminutos puntos brillantes llamados estrellas, es suficiente para sobrecogernos ante la grandeza, fuerza, orden, poder, sabiduría y amor manifestados en dicha creación; en definitiva, que cuando elevamos nuestros ojos al cielo y contemplamos semejante sobrecogedor espectáculo, estamos recibiendo información de primera mano de nuestro Creador…… pero ¿capta usted el mensaje?
MABEL
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