La Biblia…… y las mentiras “blancas” o “piadosas”
“Unas cuantas “inexactitudes” a veces ahorran un sinnúmero de explicaciones”. (Comillas nuestras)
El comentario en cuestión, ilustra lo que es la mayoritaria opinión del género humano sobre la mentira y su comportamiento con respecto de ella; una idea generalizada entre la sociedad actual, es que una mentira sin mala intención (las llamadas mentiras “blancas” o “piadosas”), no es inapropiada si no se perjudica a nadie. Tal modo de razonar incluso ha recibido el nombre teórico de “ética situacional”, según la cual el único precepto que se debe obedecer es la llamada ley de la razón…… en otras palabras, si la “motivación” es buena y la intención es recta, eso es, si no se desea hacer daño a nadie, sino que uno se auto defiende, entonces el hecho de que se haya mentido no tiene por qué ser repudiable. De hecho, en la jurisprudencia española, se permite al acusado de cualquier delito, el mentir para defenderse y lo cual ya es el colmo de la sinrazón ¡la mentira como preservación del derecho!
Esta forma de ver las cosas es común en el mundo actual, pues en la misma frase que da inicio a este escrito se aprecia la hipocresía con que se tratan las cosas, al cambiar unos conceptos por otros con el fin de minimizar “los daños”; por ejemplo, en la frase inicial mencionada, a la mentira se la llama “inexactitud”, tal como a la fornicación de toda la vida (relaciones sexuales fuera del matrimonio) se la llama ahora “relación prematrimonial”, o que al adulterio, eso es, el que uno se la esté “pegando” a su “parienta” con otra, se le llame “relación consuetudinaria”…… nombres más suaves y que no suenen tan mal (si dichas prácticas no se pueden evitar, por lo menos que no parezcan tan malas), para referirse a los mismos actos repudiables y denigrantes, por los que el Dios Altísimo traerá a juicio a las personas:
“Que el matrimonio sea honorable entre todos y el lecho conyugal sea sin contaminación, porque Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros.” (Hebr. 13:4)
Y no se crean que los mentirosos se escaparán del castigo divino, pues eso es lo que leemos en Rev. 21:8:
“Pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad (homosexuales) y asesinos y fornicadores (en este contexto aplicaría tanto a la fornicación, como al adulterio) y los que practican espiritismo, e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda (o destrucción eterna).” (Acotaciones nuestras).
Por lo que queda claro que la cosa no parece ir de broma; no obstante, los escándalos en los que se han visto implicados continuamente políticos prominentes y otros líderes mundiales que han mentido (no vean como está el patio ahora mismo en España) y en donde en la inmensa mayoría de los casos no ha pasado nada, han sacudido a la sociedad mundial hasta tal grado, que la ha llevado a dejarse influir por esta tendencia y ya no ser tan estricta en lo referente a decir la verdad, como lo fue en tiempos no tan pretéritos; ello al grado, que la mentira ha tomado carta de naturaleza y se ha convertido, por decirlo de alguna manera, en la “política” oficial en las relaciones humanas…… de hecho se dice de la política, que es el arte de la mentira. Y si como muestra basta un botón, tenemos que recordar lo que afirmaba un significado socialista y en su momento alcalde de Madrid (D. Enrique Tierno Galván), en el sentido que “las promesas electorales están para no cumplirlas” o lo que es lo mismo, la mentira como instrumento de la política para conseguir el poder. Y por aquello de poner otro ejemplo de cómo ha impregnado la mentira las relaciones humanas, tenemos el comentario de cierto destacado agente comercial, que decía lo siguiente en tono de queja:
“Me pagan por mentir. Gano concursos de ventas y todos los años recibo críticas sumamente elogiosas si miento. Parece que en todas partes esta es la clave de la preparación del vendedor minorista”.
Y eso, aplíquenlo a cualquier estadio de las relaciones humanas; porque lamentablemente, la idea instalada en la sociedad en la que nos movemos, es que las pequeñas mentiras “piadosas” no causan daño alguno a nadie…… ¿pero es eso cierto? ¿Hay ocasiones en que pudiera estar justificado y llevado por la corriente actual, que el genuino seguidor de Jesucristo mintiera? Para averiguarlo, obviamente tenemos que tener conocimiento de lo que significa la palabra “mentir” y que en cualquier diccionario se encontrará uno con lo siguiente:
“Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa, con el ánimo de engañar.”
Porque una cosa es que usted, nosotros o cualquier hijo de vecino, haga determinada afirmación porque honestamente cree que la cosa es así y esté equivocado…… luego eso no puede ser considerado como una mentira, pues para empezar, no se dice lo contrario de lo que uno sabe y por lo que no puede existir ya el ánimo de engañar de engañar al prójimo; lo máximo achacable, en todo caso, es que se ha dicho algo sin haber contrastado suficientemente una información y por lo que estaríamos hablando de un simple error. Ya otra cosa, es cuando alguien dice algo que sabe que no es cierto, o no esté seguro de que ello sea como uno piensa (especialmente nos aplica a aquellos que hablamos de las cosas de Dios) con la idea de sacar un beneficio personal (el que sea) de ello y en perjuicio del engañado o engañados; por eso la Palabra de Dios condena tan rotundamente toda clase de mentiras, pues en ella leemos que Dios “destruirá” a los que hablan una mentira (Sal. 5:6). En Prov. 6:16-19 por ejemplo, la Biblia enumera siete cosas que Jehová “odia” profundamente y figurando en esta lista, una “lengua falsa” y un “testigo falso” ¿por qué? Pues porque Jehová odia el daño que ocasiona la falsedad y siendo esta una de las razones por las que Jesús llamó a Satanás “mentiroso” y “homicida”, relacionando la mentira con el homicidio, pues sus falacias sumieron a la humanidad en la miseria y la muerte (Gén. 3:4-5; Juan 8:44; Rom. 5:12). Por ello y con respecto de aquellos que tomamos en nuestras manos, la gran responsabilidad de transmitirles a otros el consejo de la Palabra de Dios, la necesidad de asegurarnos concienzudamente de que aquello que decimos se ajuste al registro escritural, pues estas fueron las palabras de Jesús:
“Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que ponen fe en mí (mediante las mentiras que uno pueda publicar), más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y que lo hundan en alta mar.” (Mat. 18:6).
Por otra parte, la gravedad que tiene para Jehová la mentira, prescindiendo del color que le queramos dar los humanos (“blanca” o “negra”) se destaca en un relato que encontramos en Hech. 5:1-10 y que tiene que ver con lo que les ocurrió a un tal Ananías y su esposa Safira, pues ellos mintieron deliberadamente a los apóstoles, por lo visto en un intento de dar la apariencia de ser más generosos de lo que en realidad eran. En todo caso y según el baremo actual, estaríamos hablando de una simple e inocente “mentirijilla” sin la mayor trascendencia, pero que no fue considerada así por nuestro Creador, pues la acción de dichos personajes fue intencional y premeditada y como resultado, ambos murieron de inmediato a manos de Dios.
Luego que el mentir es algo de la máxima seriedad, prescindiendo de lo grave que sea esa mentira, tiene que ver con las palabras que el apóstol Pedro dijo le dijo a Ananías en este suceso explicado en las Escrituras (obviamente como un ejemplo para nosotros, según Rom. 15:4), en el sentido de que no había tratado con engaño “a los hombres, sino a Dios” (Hech. 5:4b)…… y por lo que estaríamos ya hablando de asuntos mayores, pues la idea que nos transmiten esas palabras, es la de que nuestro Creador considera la mentira como una afrenta personal. Es cierto que la opinión popular nos dice que no todas las mentiras son reprensibles, pues algunas son más graves que otras, ya que mientras unas tienen graves consecuencias para las víctimas de las misma, las otras…… pues eso, “ni chica ni limoná”; por ejemplo, mientras que una persona quizás lo haga maliciosamente con el propósito de causar daño a los demás en su propio beneficio, otra pudiera mentir en un acto/reflejo, por vergüenza o temor ante determinada situación personal. Entonces y en vista de su motivación malévola existente, aquél que lo hace con mala intención representaría un peligro para los demás y no siendo así, en el caso de aquel que lo ha hecho ante una circunstancia de apuro, máxime y volviendo a la afirmación que inicia este escrito, cuando en ocasiones quizás parezca que decir una pequeña “mentirijilla” sea la solución más fácil para salir de algún “apurillo”; sobre todo, cuando de ella no se pueden derivar mayores consecuencias o perjuicios para otros y por lo que uno, llegado el momento, suelta lo primero que se le ocurre, salva el expediente y “aquí paz y después gloria”…… pero ¿es realmente eso así?
Porque recordemos el ejemplo citado de Ananías y Safira, en el que su mentira no conllevaba perjuicio material para nadie, más bien al contrario, ellos estaban dando dinero sacado de la venta de una propiedad, para una buena causa como era el sostén de muchos miembros necesitados de la primitiva congregación cristiana…… pero cometieron un grave error: mintieron; porque si ellos hubieran dicho a los apóstoles, por ejemplo: “Hemos sacado 50 por la venta y aquí tenéis 25 de ellos”, no habría pasado absolutamente nada, pues con su dinero podían hacer lo que hubieran querido y algo que queda claro por las palabras de Pedro:
“Mientras permanecía contigo ¿no permanecía tuyo?; y después que fue vendido ¿no continuaba bajo tu control? ¿Por qué te propusiste un hecho de esta índole en tu corazón? No has tratado con engaño a los hombres, sino a Dios.” Hech. 5:4).
Y es que ellos incurrieron en una grave falta, pues con premeditación y alevosía ambos habían convenido en dar un precio menor al real, diciendo sin embargo que daban “todo” el producto de la venta, con el objetivo de aparentar ante los demás una justicia que no tenían, eso es, mintieron para sacar un beneficio personal, como era el tener una apariencia de personas dadivosas ante los demás y que realmente no tenían…… y circunstancia que Jehová no paso por alto, por lo que tenemos que llegar a la siguiente conclusión: no es grado mayor o menor de la mentira y el posible daño que ello pueda causar, lo que nos enfrenta al Altísimo, sino la mentira en sí misma y algo que queda claro en el noveno mandamiento de la Ley de Dios dada a los hebreos:
“No debes dar testimonio falsamente como testigo contra tu semejante.” (Éxo. 20:16).
Ni por supuesto, testimonio falso “a favor de…” y con lo que de ese mandamiento, no podemos entender que el comer berenjenas sea malo, sino que no hay que mentir bajo ningún concepto; por ello, los que nos consideramos seguidores de Cristo haremos bien en imitar el ejemplo de este, en cuya boca “no se halló engaño” (1 Ped. 2:22) y obrar en conformidad con nuestra conciencia educada por la Biblia, cuando afrontamos situaciones aparentemente complicadas. No olvidemos por otra parte, que la máxima que este nos dejó y que debe de guiar todas nuestras acciones, fue la famosa “regla áurea” que se encuentra entre las enseñanzas que impartió en el famoso y conocido “Sermón del Monte” y que tiene que ver con el “hacer a los demás, aquello que nos gustaría que los demás, nos hicieran a nosotros” (Luc. 6:31)…… y con lo que la mentira queda descartada de nuestra vida, pues a nadie le gusta el que le mientan ¿o sí?
Pero en todo caso y volviendo a lo de las mentiras “blancas” o “negras” tan de moda en nuestros días, la mentira como tal y prescindiendo del grado con el que pueda ser evaluada por el ser humano, al final resulta ser como un cáncer que poco a poco y con el tiempo, va destruyendo la relación entre las personas, incluso la más íntima y profunda como pueda ser el más grande amor que pueda existir entre un hombre y una mujer en su relación de matrimonio. Y es que ese cáncer mencionado y que es la mentira, ataca y socaba el fundamento principal entre dos personas que se aman, independientemente de la intensidad con que se amen e incluso de la gravedad de la mentira dicha en su momento y que es…… la confianza; y es que la mentira, por otra parte, es como una bola de nieve que cada vez se hace más grande y al final, ya no se puede controlar y te acaban pillando.
Porque resulta que una mentira, inevitablemente conduce a otra si uno quiere mantener el tipo…… y que para algo se ha dicho la primera (y en el bien entendido que estamos hablando de simples mentiras “veniales” y no de cuestiones graves); ello va en una progresión ascendente, pues una mentira va tapando a la otra, hasta que lógicamente le descubren a uno y que ya no tiene más opción que contarle la verdad a la “parienta” y razonablemente, pedir perdón. Claro, como la causa origen de la mentira original no era grave, la esposa de uno y que realmente le ama (¡santas, que son unas santas!), pasa por alto la cuestión, se hacen las paces “y pelillos a la mar”…… y aquí es cuando empieza a trabajar ese cáncer al que hemos llamado “mentira”; porque a partir de ese momento y de manera lenta pero inexorable, cada vez que uno le dice algo de importancia a su esposa, inconscientemente a esta le pasa por la cabeza la pregunta de ¿será verdad lo que me dice o……? Lo cual tiene un reverso de la moneda, porque también uno se pregunta a sí mismo en estas situaciones, aquello de ¿se creerá lo que le he dicho o……?
Y ese es, en definitiva, el cáncer que hará que con el tiempo se enfrié esa relación de manera inevitable y que acabará por destruirla, pues el sustento natural de la misma, eso es, la confianza mutua, se habrá visto fuertemente dañada…… lo cual, no solo se podía haber evitado diciendo honestamente la verdad ante el posible error cometido y que se intentó ocultar, de manera inmediata, sino que además se habría generado una situación totalmente contraria, como podría ser el fortalecimiento de la relación entre la pareja. Pues la parte ofendida en el suceso y ante la honestidad de explicársele la situación tal cual era, no solo habría sido más tendente al perdón, sino que inconscientemente se hubiera generado en ella la tendencia a fortalecer ese sentido de confianza en la otra parte, al ver la sinceridad de la misma al confiar en ella y decirle la verdad del asunto del que se trate. Porque como se suele decir “de humanos es errar y de sabios el rectificar” (no el mentir) y para mitigar las consecuencias de los errores que podamos cometer, están el amor, el respeto, la amistad, la complicidad, etc. existente en una relación tan íntima como pueda ser el matrimonio…… obviamente y como principio, lo dicho sería aplicable también, a todo tipo de relación humana.
Por lo que lo mejor, es que cuando uno mete la pata hasta el corvejón y el que esté libre de ello, que tire la primera piedra (desde luego, poco gastaríamos en “tiritas”), tome rápida acción poniendo en conocimiento a quién corresponda, dicha situación en sus justos términos y aceptando las lógicas consecuencias del “errorcillo” en cuestión…… que nunca suelen ser tan gravosas, como las posteriores consecuencias que se derivan de una mentira; y que aún en el caso de que a nivel humano no las haya, pues el más tonto en ese campo hace relojes, no es lo mismo en el caso de nuestro Creador:
“No pueden los jactanciosos tomar su puesto enfrente de tus ojos. Odias, sí, a todos los que practican lo que es perjudicial; 6 destruirás a los que hablan una mentira. Al hombre de derramamiento de sangre y de engaño Jehová lo detesta.” (Sal. 5:5-6).
MABEL
viernes, 22 de febrero de 2013
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