El bautismo actual…… y Hech. 2:38-47
Uno de los debates más “encarnizados” entre aquellos autores que escribimos sobre temas bíblicos, bien sea en la página impresa tal como libros o revistas y editadas básicamente por organizaciones religiosas, o bien en Internet en donde publicamos los más “probes” (léase “pobres”) y que carecemos de la posibilidad de editar página impresa, tiene que ver con el significado del bautismo actual y sus posteriores consecuencias en el individuo que se somete al mismo; y estaríamos hablando del único sacramento que se imparte por igual en todas las distintas denominaciones religiosas de la llamada cristiandad y ceremonia principal de gran boato y repercusión social dentro de la misma, que conocemos como “el bautismo”.
Porque mientras para unos autores (los más), este significa el “nacer de nuevo” (Juan 3:5) y algo que eleva a uno a la categoría de Hijo adoptivo de Dios, por tanto hermano de Jesucristo y con ello la expectativa de gobernar con él en el reino de Dios, en calidad de inmortal rey y sacerdote ¡casi nada!, están los otros (los menos) que afirman que el bautismo cristiano y de acuerdo con la Biblia, no es más que el testimonio externo o demostración pública, de lo que ha ocurrido internamente en la vida de un nuevo creyente…… y que por aquello de que no hay dos sin tres, estamos los autores de este blog (los únicos) que afirmamos que dicho bautismo en agua no tiene en absoluto ningún valor en nuestros días y por lo que es totalmente obsoleto y carente de significado alguno; excusamos decir que para más información sobre el particular, pueden consultar nuestro artículo “El bautismo en agua…… ¿está aún vigente?” (04/05/12). Porque claro, uno y con una Biblia en la mano, puede ser perfectamente un genuino seguidor de las enseñanzas de Cristo sin pertenecer a ninguna confesión religiosa; no olvidemos, que el camino hacia Dios en Jesucristo y no esa pandilla de “engañabobos” que dirigen o más bien viven, a costa de esas mencionadas confesiones, o sea, a costa de los feligreses que con sus aportaciones sostienen dicho montaje:
“Jesús le dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí. 7 Si ustedes me hubieran conocido, habrían conocido a mi Padre también; desde este momento lo conocen y lo han visto.” (Juan 14:6-7).
Por lo volviendo a lo que íbamos y debido a que de entrada, dichos puntos de vista no dejan de ser precisamente esto, puntos de vista distintos entre varias partes en conflicto, lo procedente es ir al registro escritural y ver qué es lo que en el mismo se nos dice acerca del bautismo y que como tal, habría que empezar por señalar que no existía en el AT, sino que apareció a inicios del primer siglo E.C. Entonces lo primero que habría que averiguar, es el significado de la palabra “bautismo”, quién empezó a impartirlo y con qué propósito fue establecida dicha práctica, repetimos, desconocida en el pueblo de Israel hasta ese momento.
Podríamos empezar diciendo que el término griego bá·pti·sma (idioma en el que fue escrito el NT) y del que se traduce la expresión española “bautismo”, se refiere al proceso de inmersión, es decir, un sumergirse y un volver a emerger y deriva del verbo griego bá·pto que transmite en otros idiomas, la idea de “sumergir” algo completamente en agua; por lo que en las Escrituras, “bautismo” e “inmersión” son términos sinónimos, como se muestra en El Nuevo Testamento original (prestigiosa traducción de H. J. Schonfield en 1.990 y hasta dónde hemos podido averiguar), en donde Rom. 6:3-4 se vierte dicho pasaje en los siguientes términos:
“¿Podéis ignorar que quienes nos hemos vinculado a Cristo por la inmersión hemos quedado así asociados con su muerte? Mediante esta vinculación con él por la inmersión, nos hemos sepultado juntamente con él.”
Entonces habría que entender que estamos hablando de un acto simbólico y en el que se escenifica el morir de la persona que se somete al mismo a una condición anterior de vida, en el momento de ser sumergido o “sepultado” en el agua y levantarse en el momento de emerger de la misma, a modo de simbólica resurrección, a una nueva condición de vida ya dedicada al servicio de Dios. De ahí que el bautismo en agua y como ya hemos mencionado, adquiera la dimensión de una simple demostración pública de una decisión personal, tomada por el que se ha sometido al mismo…… pero sin ningún otro tipo de consecuencia posterior, derivada de este. De hecho y al respecto, tenemos el comentario del otrora detractor de muchos de nuestros planteamientos, el Dr. Javier Rivas Martínez, que publicó lo siguiente en su artículo “¿Salva el bautismo en agua ciertamente?” (31/03/12) y del que transcribimos tres fragmentos del mismo:
“Existen controversias “no muy nuevas” acerca de si el bautismo en agua salva o no. Demostraremos en este sencillo estudio que el bautismo en agua no está involucrado en lo más ínfimo en la regeneración espiritual del creyente, en su conversión, o en su salvación.”
“En 1 de Ped. 3:21, no se proporciona o se sugiere la idea y en ninguna otra parte, que el bautismo en agua logre salvar de un modo u otro.”
“El bautismo en agua, es un «antitipo» de la liberación de Noé y su familia del agua que anegaba el mundo pecador (1 P. 3:20). «Ahora os salva» (humas nun sözei, gr.), es un verbo simple que denota que la salvación, la que Pedro concibe precisamente, es tan sólo simbólica.” (Negritas nuestras).
Ello queda corroborado, por lo que se nos dice que significaba el bautismo en el primer siglo, llevado a cabo a través de un personaje comisionado por Jehová para tal efecto y al que se conoce como Juan el Bautizante; y bautismo del que se nos dice que solo tenía la siguiente finalidad:
“De modo que él (Juan el Bautizante) entró en toda la comarca del Jordán, predicando bautismo en símbolo de arrepentimiento (o manifestación pública de una decisión personal) para perdón de pecados.” (Luc. 3:3). (Acotaciones nuestras).
Es destacable el hecho, que en la mayoría de traducciones (nosotros y como siempre, hemos transcrito de la TNM de los TJ), por ejemplo en la RV 1960, se nos dice “…… predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados” y que mejor nos lo pone, pues significa que aparte de perdonar los pecados de uno, dicho bautismo no hacía nada más: eso es, no convertía a uno en Hijo adoptivo de Dios. Por lo que queda claro que en el NT el bautismo en agua, no era más que la declaración pública o confesión inicial de la fe en Cristo ante testigos…… en definitiva, el testimonio público del creyente que ha tomado una decisión y con la cual se ha comprometido con Dios para una nueva orientación de su vida, dirigida a servirle, amarle y obedecerle; ya a partir de este momento, es Dios (luego ya no depende de la voluntad de la persona en cuestión) el que determina que quiere hacer con esa persona que incondicionalmente se ha sometido a Él. O sea, que mientras la decisión bautizarse en agua lo tomaba uno mismo, ello no obligaba en modo alguno a Dios a reconocer a dicho bautizado como Su hijo adoptivo (de lo contrario dicho bautismo ya sería condicional), pues es Este el que determina a quién escoge y a quién no; de ahí que a esas personas se les reconozca en las Escrituras, como los “elegidos”, los “llamados” o los “escogidos”, de entre todos los que se postulaban como candidatos mediante el bautismo en agua, a ser parte de aquellos que según Su beneplácito, habrían de reinar con Jesucristo en el reino milenario:
“Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan.” (Rom. 8:28, en la versión Traducción en lenguaje actual).
Y obviamente si ya todos mediante el bautismo en agua, hubieran podido acceder a dicho puesto de privilegio, no habría sido necesario que Dios “llamara”, “escogiera” o “eligiera” a nadie para tal fin: por otra parte, ello queda probado cuando se nos dice cuál era Su Plan y para el que no hace falta mucho personal, pues consiste en lo siguiente:
“…… por cuanto nos dio a conocer el secreto sagrado de su voluntad. Es según su beneplácito que él se propuso en sí mismo 10 para una administración (el reino milenario) al límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra (la humanidad en general).” (Efe. 1:9-10). (Acotaciones nuestras).
Entonces no es la decisión de uno y a diferencia del bautismo en agua, la que determina si se va a formar parte de dicha administración o gobierno, sino que depende de que uno sea escogido por el Altísimo para dicho cometido; y que el bautismo en agua no concedía dicho privilegio, queda claro por el hecho de que aquellas personas bautizadas en agua por Juan e incluso por el propio Jesús posteriormente y que fueron muchas (Juan 3:26), no adquirieron dicha condición de Hijos adoptivos de Dios y condición que era la que daba una plaza de gobernante en dicha administración…… pues para ello, hacía falta participar de otro tipo de bautismo y como señaló el propio Juan:
“Ni siquiera yo lo conocía, pero El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: “Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, este es el que bautiza en espíritu santo”.” (Juan 1:33).
Y confirma nuestra observación, en el sentido de que no todos los seguidores de Jesucristo accedieron a dicho privilegio de gobernar con este en el reino venidero, el que de los muchos que Jesús tuvo en vida, solo doce de ellos (Luc. 6:13) recibieron su personal elección para ser bautizados posteriormente en ese bautismo diferente y que otorgaba el acceso a ese gobierno en calidad de rey y no el resto de los mencionados seguidores; porque recordemos que después de su resurrección, fue visto como mínimo por quinientos de sus discípulos y sin embargo solo a ese pequeño grupo de elegidos, dijo lo siguiente en el momento de su ascenso a los cielos:
“No se retiren de Jerusalén, sino sigan esperando lo que el Padre ha prometido, acerca de lo cual oyeron de mí; 5 porque Juan, en verdad, bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en espíritu santo no muchos días después de esto.” (Hech. 1:4-5).
Ya elevado a la presencia del Padre y momento en el que pudo empezar a derramar dicho bautismo en espíritu y que era el daba la condición de Hijo adoptivo de Dios, así como los poderes que llevaba inherentes dicha condición, fue en el Pentecostés de 33 E.C. cuando esos apóstoles pasaron a ser los primeros en ostentar dicho rango y por tanto, el fundamento de lo que llegaría con el tiempo a ser el gobierno del reino de Dios: recibieron directamente de Jesucristo por la voluntad del Padre Celestial, el primer bautismo en espíritu santo de la historia (excepción hecha del de Jesús en el Jordán y excepción que viene dada, por la circunstancia extraordinaria de que dicho bautismo fue derramado por el propio Jehová, según Mat. 3:16-17). Entonces queda claro que a partir de ese momento, llegaron a existir dos bautismos distintos y necesarios ambos para adquirir el “pase” el reino de Dios en calidad de gobernante: el de agua que probablemente podía ser impartido por cualquiera de sus discípulos o seguidores y como requisito previo para el posible acceso al segundo, el de espíritu santo y que solo Jesús, después de su resurrección (Hech. 2:33) pudo impartir a sus doce apóstoles y dotarles de la “autoridad” necesaria para continuar impartiéndolo a otros (Mat. 28:18-19)…… para con ello terminar la obra que este vino a llevar a cabo, eso es, la recolección de aquellos que con él tenían que reinar durante el milenio; y tema que tratamos en uno de nuestros últimos artículos titulado “Una reflexión sobre Hech. 9:17” (10/04/13).
Argumento o circunstancia que nos lleva a nosotros a afirmar, que el bautismo en agua está hoy día obsoleto y sin validez alguna y planteamiento que queda corroborado, por las palabras del ángel que anunció a Zacarías el nacimiento de su hijo Juan (posteriormente conocido como “el bautizante”) y la comisión que le sería dada a dicho personaje, con las siguientes palabras:
“También, irá delante de él (o precedería a Jesús) con el espíritu y poder de Elías, para volver los corazones de padres a hijos y los desobedientes a la sabiduría práctica de los justos, para alistar para Jehová un pueblo preparado.” (Luc. 1:17). (Acotación nuestra).
Y lo que nos lleva a las palabras que Este dirigió al pueblo de Israel en el desierto del Sinaí, cuando les dijo lo siguiente:
“Y ustedes mismos llegarán a ser para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.” (Éxo. 19:6).
Luego lo que Juan tenía que hacer era preparar al pueblo de Israel para recibir al que en nombre de Jehová, venía a hacer realidad dicha promesa divina y seleccionar de entre todos ellos, a aquellos que tendrían que formar parte junto a él (Cristo) de ese “reino de sacerdotes y nación santa”…… y preselección que empezaba por uno bautizarse en agua (recordemos que este acto no era conocido por los israelitas antes de Juan el bautista), reconociendo a Jesús como al enviado de Dios para dicha comisión de seleccionar a los candidatos idóneos y que como hemos dicho obviamente no serían todos, pues esto es lo que dijo Jesús a los primeros enviados para iniciar dicha selección:
“En cualquier ciudad o aldea que entren, busquen hasta descubrir quién en ella es merecedor y quédense allí hasta que salgan. 12 Al entrar en la casa, salúdenla; 13 y si la casa lo merece, venga sobre ella la paz que le desean; pero si no lo merece, vuelva sobre ustedes la paz de ustedes.” (Mat. 10:11-13).
Tanto fue esto así, que para completar la cantidad de los pensados por el Altísimo para dicha tarea de gobernación, se tuvo que recurrir a personas no israelitas (gentiles o gente de las naciones) y para quienes en principio no era la promesa, al rechazar el pueblo judío mayoritariamente dicha oferta…… y que a ellos había sido hecha:
“Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para cuantos llame a sí Jehová nuestro Dios.” (Hech. 2:39).
Eso es, expresamente para los miembros del pueblo de Israel que la aceptaran, estuvieran en donde estuvieran y en armonía con la promesa de Jehová (Éxo. 19:5-6)…… y no como dicen los autores que defienden la enseñanza que estamos analizando, para todo bicho viviente y entre los que, por supuesto, se incluyen ellos; pues si bien se tuvo que acudir para completar un número determinado a los “gentiles” (Rom. 11:17-24), una vez completado dicho número predeterminado por Jehová, se acabó dicha selección. Y que dicha oferta se extendió solo a un número determinado de “gentiles” o “gente de las naciones” y no a todos en general, queda probado por las palabras de Pablo en el siguiente verso 25 y en donde leemos lo siguiente, en la versión bíblica Palabra de Dios para todos:
“Hermanos, quiero que sepan algo que les ayudará a no creerse sabelotodos. Así que les explicaré un secreto que Dios ha revelado: parte de Israel se ha puesto terca, pero sólo hasta que se complete el número de los que no son judíos que llegue a Cristo.”
Con lo que queda claro, que ese número determinado de gentiles por recoger, llegaba a la cantidad necesaria que completara a su vez, el número total de gobernantes con Cristo predeterminado por Jehová y que no había sido posible recoger del pueblo judío. Por lo que el bautismo en agua y volviendo al tema origen de este escrito, como preselección de aquellos que aspiraran a una plaza en dicho gobierno de origen divino, tuvo su valor mientras existió la posibilidad de acceder al bautismo en espíritu y que era el que le daba a uno la condición de Hijo adoptivo de Dios y con ello, el acceso al reino como gobernante; y posibilidad que se mantuvo mientras estuvieron con vida aquellos a los que Jesucristo autorizó expresamente a llevar a cabo dicho bautismo en espíritu, eso es, a los apóstoles (Mat. 28:18-19)…… desaparecidos estos y como afirmamos los autores de este blog, el bautismo en agua careció de sentido alguno, pues al desaparecer la razón por la que fue establecido, este dejó de tener sentido o validez alguna. O sea, que si dicho bautismo en agua en un principio no existió como práctica en el AT y fue instaurado con un propósito determinado, finalizado este volvió a la no existencia al no tener ya razón de ser…… ya otra cosa, es toda la historia que se ha montado alrededor del mismo y que tiene más que ver con conveniencias espurias particulares de las respectivas organizaciones religiosas para captar adeptos, que por la utilidad real que pueda tener y que repetimos, es ninguna.
Aclarado lo cual, vamos ahora a analizar la posición de “los más” mencionados al inicio de esta artículo, que afirman que mediante el bautismo en agua y amparándose en Juan 3:5, uno “nace de nuevo” lo que le sitúa ya como gobernante con Cristo en el reino de Dios…… por lo que de entrada, procede el averiguar que se lee realmente en Juan 3:5:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Y con lo que nos encontramos ya con la primera dificultad que tienen que enfrentar los que tal enseñanza defienden, pues lo que se nos dice y según el propio Jesús (que “algo” sabría del tema), es que para “nacer de nuevo” y entrar en dicho reino en calidad de gobernante, hay que haber pasado por los dos bautismos: el de agua y el del espíritu…… cuando es el caso que a día de hoy no existe nadie que pueda impartir el segundo (y el verdaderamente importante para adquirir la condición de gobernante en el reino), algo que reconocen implícitamente esos “entendidos”, al afirmar que solo con el bautismo de agua ya es suficiente. Pero palabras de Jesús a Nicodemo, que también contemplan la posibilidad de que uno pudiera estar bautizado en agua y sin embargo no con el bautismo de espíritu (pues como hemos dicho, ello no dependía de la voluntad de uno, sino la de Dios), eso es, que hubiera nacido del “agua” y no del “espíritu”, con lo que se quedaría sencillamente con la condición de seguidor de Jesús llano y liso…… pero ¿en qué fundamentan o soportan su planteamiento esos señores, en el sentido de que el bautismo en agua ya incluye también al bautismo en espíritu santo y con lo que pasan a ser consustanciales el uno con el otro? Pues precisamente en el pasaje que da título a este escrito, eso es, Hech. 2:38-41; 47 y en donde leemos lo siguiente:
“Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo. 39 Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para cuantos llame a sí Jehová nuestro Dios”. 40 Y con muchas otras palabras dio testimonio cabal y siguió exhortándolos, diciendo: “Sálvense de esta generación torcida”. 41 Por lo tanto, los que abrazaron su palabra de buena gana fueron bautizados y en aquel día unas tres mil almas fueron añadidas (……) 47 alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Al mismo tiempo, Jehová continuó uniendo diariamente a ellos los que se iban salvando.”
Como versos clave en los que se apoyan esos señores, está en primer lugar el 38 y de donde ellos entienden que esa “dádiva gratuita del espíritu santo” a recibir después del bautismo para perdón de pecados (luego el bautismo en agua) era la adopción del bautizado como Hijo de Dios y en consecuencia, con todo lo que ello implicaba; obviamente ello no podía ser así, pues de lo contrario las Escrituras se contradecirían a sí mismas, a tenor de lo que continúa diciendo el relato de Hechos de los Apóstoles en capítulos posteriores y como veremos más adelante, porque de lo que estaba hablando Pedro como “dádiva gratuita” no era otra cosa que el perdón de los pecados en sí mismo y como demostraremos a continuación. Por otra parte, tenemos que en el verso 47 de la versión RV 1960 y que es la utilizada por la mayoría de esas personas que defienden tal enseñanza, se lee lo siguiente:
“…… alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Y como esas persona parece que ignoran (de forma intencionada, obviamente) que la expresión “iglesia” proviene del griego ek·kle·sí·a y que significa sencillamente grupo, congregación, o reunión de personas unidas por una misma idea o fe y nada que tenga que ver con una posición o status especial (Hijo de Dios, por ejemplo), le dan un toque místico al asunto y entienden que todos los bautizados del versículo 41 pasaron a formar parte directamente del llamado “cuerpo de Cristo” y que identifica a aquellos que tienen que reinar con él…… y por lo que extendiendo dicha situación hasta nuestros días, resultaría que todos los bautizados en agua desde ese momento en adelante, pasan a engrosar el número de aquellos que tenían que formar gobierno junto Cristo y lo que alcanzaría también (¡faltaría más!), a los mencionados defensores de dicho planteamiento objeto de análisis.
Pero claro, si ello fuera así y aquellos bautizados de Hech. 2:38, hubieran tenido la misma condición de Hijos del Altísimo que los apóstoles, en consecuencia habrían tenido los mismos poderes que estos, luego ¿por qué tiempo después se nos dice que “mediante las manos de los apóstoles continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo” (Hech. 5:12)? ¿Por qué no se nos dice nada de lo que hicieron esas “tres mil almas” que se añadieron en un principio, o de los “cinco mil varones” de Hech. 4:4 añadidos posteriormente, que supuestamente en su condición de Hijos de Dios como los apóstoles, deberían de haber llevado a cabo también obras poderosas? Porque veamos, que es lo que se nos dice en Hech. 5:14-16:
“Más aún, siguieron añadiéndose creyentes en el Señor, multitudes de varones así como de mujeres; 15 de modo que sacaban a los enfermos hasta a los caminos anchos y los ponían allí sobre camitas y camillas, para que, al pasar Pedro (o algún otro apóstol, según se deduce de Hech. 5:12), por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. 16 También, la multitud de las ciudades alrededor de Jerusalén siguió concurriendo, cargando a los enfermos y a los que eran perturbados por espíritus inmundos y todos sin excepción eran curados.” (Acotación nuestra).
Luego si en teoría habrían como mínimo 8.000 Hijos del Altísimo sueltos por ahí y con los poderes que dicha condición llevaba inherentes, siempre debido al supuesto resultado de su bautismo en agua (según nos afirman esos “entendidos”) ¿por qué solo se nos habla de lo que hacían los apóstoles y lo que provocaba verdaderas avalanchas humanas, pues hasta de las poblaciones vecinas la gente traía enfermos a Jerusalén en busca de estos, para conseguir remedio a las dolencias de sus allegados? Es más, si las cosas fueran como nos las pintan esos señores y realmente, mediante el bautismo en agua se hubieran transferido poderes como era inherente a la condición de uno como Hijo de Dios y por lo que habría una gran multitud de ellos en la zona (ocho mil, como mínimo) ¿por qué los gobernantes del pueblo judío, la tomaron solo con los apóstoles?:
“Pero el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, la entonces existente secta de los saduceos, se levantaron llenos de celos 18 y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en el lugar público de custodia.” (Hech. 5:17-18).
Y la respuesta solo puede ser una: porqué solo estos fueron reconocidos por Jehová como Sus Hijos adoptivos y por tanto, con los poderes que dicha condición llevaba aparejados y que eran los mismos que Jesús tuvo en su primera estancia entre nosotros…… y lo que significaría que en ningún momento de la historia del cristianismo, el bautismo en agua convirtió a nadie en Hijo de Dios y que a lo que se hacía referencia en Hech. 2:38 y como ya hemos señalado, era a la “dádiva gratuita” del perdón de los pecados. Que nuestro argumento es correcto, queda meridianamente probado en los relatos de Hech. 8:4-21 y 19:1-7 y de los que damos detallada información en nuestro artículo del 02/11/11 titulado “Pero…… ¿y quién nos bautiza?”. Pero es que además, si el planteamiento de esos autores, en el sentido de que el bautismo en agua ya conllevaba (y sigue conllevando en la actualidad, según afirman) en sí mismo el ungimiento de uno como Hijo de Dios y por tanto, el gobernar en el milenio en calidad de inmortal rey y sacerdote de Dios, lo cierto es que nos enfrentaríamos a un gran problema, porque veamos un pasaje de las Escrituras que ya hemos leído y que contiene un detalle, que probablemente ha sido pasado por alto por parte de esos autores mencionados:
“Pero cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres.” (Hech. 8:12).
Sin embargo, lo cierto es que las mujeres no pueden reinar al lado de Jesucristo, tal como dejamos perfectamente probado en nuestro artículo “Ungidos…… ¿y “ungidas”?” del 14/07/11. Pero es que además, ahí nos topamos con otro problema, pues todos los que defienden ese disparate del bautismo en agua como dador automático de la condición de uno como Hijo de Dios, creen en que todos estos bautizados en el nombre de Jesucristo desde el primer siglo en adelante y en una catastrófica interpretación de Juan 5:28-29 y lo que les lleva a no creer en una resurrección durante el milenio (luego ya nos contarán para qué puñetas sirve el milenio o reino de Dios), se levantarán en una “primera” resurrección (Rev. 20:6) “para vida” en el momento de la venida de Jesucristo y para reinar con este, mientras una “segunda” resurrección “para juicio” o destrucción eterna de los impíos, se produciría al fin de los mil años de gobierno teocrático…… lo que de entrada plantea la siguiente cuestión y ahí está el gran problema al que hemos hecho referencia: ¿qué hacemos entonces con todas las mujeres bautizadas en agua, desde el primer siglo hasta ahora, dado que está claro que no pueden reinar en el milenio?
Situación parecida y por si la “fiesta” fuera poca, a la que nos enfrentaríamos en el caso de los notables del AT como los Abraham, Moisés, Noé, Daniel, Isaac, David, etc. etc. etc., dado que estos no se pudieron bautizar en el nombre de Jesucristo y en consecuencia no pudieron adquirir el derecho a gobernar con este en el reino de Dios (Hech. 2:38). En primer lugar y como ya hemos dicho, porque en ese momento el bautismo en agua no existía y en segundo lugar, porque Jesús aún no había aparecido, pues tardó siglos en hacerlo; luego ¿dónde los colocamos a todos y a todas…… a todas y a todos? ¿En la segunda resurrección para destrucción eterna, ya que por diferentes circunstancias resulta que ninguno de ellos/ellas pueden reinar con Cristo y por ello, no pueden participar de la “primera” resurrección “para vida”? No olvidemos que es esta la que da la inmortalidad, así como el derecho de reinar en el milenio:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad (ello significa la inmortalidad), sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6). (Acotación nuestra).
Entonces y a modo de conclusión, tendremos que concordar en que la enseñanza de un bautismo en agua que transmita ya la condición de Hijo adoptivo de Dios, por tanto de hermano de Jesucristo y consecuentemente el reinar junto a este en el reino de Dios, no es más que un disparate impropio de una persona que no solo, entienda un mínimo de las Escrituras, sino que tenga un elemental sentido de la lógica para analizar las consecuencias derivadas de determinado planteamiento. Y es que como todos sabemos, toda acción tiene su reacción; luego solo sería razonable el pensar, que determinada enseñanza o afirmación tiene que comportar unas consecuencias que como mínimo sean lógicas y razonables, acordes con el texto escritural y no que contradigan totalmente a este…… y que, obviamente, es lo que está ocurriendo en el caso que nos ocupa.
Pero que como solemos decir casi siempre, esta es nuestra opinión personal sobre el particular y basada en lo que entendemos del registro sagrado; lo que quiere decir que lo suyo sería que usted, querido lector, comprobara mediante su ejemplar de las Escrituras si lo que le hemos contado merece su credibilidad…… o no; porque ya sabe: nosotros no estamos exentos de cometer errores.
MABEL
lunes, 22 de abril de 2013
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