El “controvertido” tema del reino de Dios
¿Qué le han contado a usted, querido amigo, acerca del reino de Dios? Y lo que es más importante ¿se ha creído usted, amable lector, lo que del mismo le han contado? Porque mucho es lo que se ha llegado a hablar, se habla y seguramente se seguirá hablando acerca de este tema…… mientras no aparezca el tal en escena y se despeje la incógnita; y calificamos dicho tema de “controvertido”, porque aunque fue el foco alrededor del que giró la actividad u obra predicadora de Jesús, no ha sido debidamente entendido por la mayoría de las organizaciones llamadas cristianas, ni por la inmensa mayoría de los estudiosos que van por libre, también cristianos ellos (lógicamente) y que cuelgan sus artículos en Internet. Pero dado que sería largo y tedioso (por lo repetido), enumerar las distintas creencias que acerca del mismo existen y que van en todas direcciones...... que si está o estará en el cielo, que si está dentro de cada uno de nosotros, que si es el reinado de la Iglesia aquí en la tierra, etc., etc., lo vamos a obviar para centrarnos en un punto en el cual, sin embargo, parecen estar de acuerdo la inmensa mayoría de las citadas organizaciones, así como de aquellos “entendidos” que como hemos dicho, van por libre y publican sus “enseñanzas” en la Red: todos están convencidos que van a formar parte de dicho reino en calidad de gobernantes, o lo que es lo mismo, todos se creen “ungidos” o elegidos por Dios para reinar con Cristo en ese reino y eso ya, desde el preciso momento de ser bautizados en agua.
Y por ello, tanto en sus prédicas o escritos respectivos, manifiestan que esa debería ser la lógica finalidad o aspiración de todo seguidor de Cristo, eso es, el entrar a formar parte del reino de Dios, en calidad de rey y sacerdote junto a este (Rev. 20:6), o de lo contrario, lo que le espera a uno es la destrucción eterna en un supuesto “juicio” final; y con lo cual, no parece haber alternativa: o reinamos con Cristo, o somos destruidos por la eternidad…… siempre según esos “genios” de la interpretación bíblica, claro. Y hasta tal grado entienden que el objetivo fundamental del cristiano es este, que llegan a afirmar que ya desde los tiempos primeros del cristianismo y hasta nuestros días, todos aquellos bautizados por inmersión y en el nombre de Jesús, automáticamente y desde ese preciso instante, ya pasan a disfrutar del privilegio de ser reconocidos como Hijos adoptivos del Creador y con la perspectiva ya mencionada en mira…… cuando el caso es que no hay pruebas que evidencien la veracidad de dicha afirmación y por lo que estaríamos ante una simple y desatinada especulación, como nos demuestra Mar. 16:16-18:
“El que crea y sea bautizado será salvo, más el que no crea será condenado. 17 Además, estas señales acompañarán a los que crean: Mediante el uso de mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas 18 y con las manos tomarán serpientes: y si beben algo mortífero no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán.”
Luego si Jesús no nos mintió y ello se puede garantizar, dado que a día de hoy no existen personas que manifiesten dichas capacidades, obviamente es que no existen personas que gocen de esa condición de Hijos adoptivos de Dios…… por lo tanto dichos “maestros” no solo nos están mintiendo, sino que a partir de sus falsas enseñanzas, están convirtiendo el reino de Dios en un fin en sí mismo, cuando en realidad no es más que el medio o instrumento necesario para la consecución de un objetivo determinado de antemano; por ello entendemos nosotros y a tenor del contexto escritural (y no creemos equivocarnos), que las Escrituras caminan en dirección contraria a la que siguen esos citados “maestros”. Ahora bien ¿cómo se puede saber, si es cierto que la Biblia va por otras veredas?...... pues intentando averiguar cuál es realmente la razón de ser o el porqué de ese reino de Dios y del que Jesús hizo el objetivo primario de su predicación, según propia declaración:
“También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado”. 44 Por consiguiente, iba predicando en las sinagogas de Judea.” (Luc. 4:43-44).
Luego el hecho de haber sido enviado para ese ministerio en particular, nos habla de la suma importancia que ese venidero reino tendría que ver, en la vida de las personas que aceptaran ese mensaje de esperanza y al que conocemos como el “evangelio” del reino de Dios, eso es, la “buena nueva” o “buena noticia” de la venida de dicho reino…… porque eso es sencillamente, lo que Jesús vino a anunciar: la certeza de la futura restauración del reino de David sobre la tierra y algo que queda corroborado por las siguientes palabras del apóstol Pablo:
“Porque digo que Cristo realmente llegó a ser ministro de los circuncisos a favor de la veracidad de Dios, para confirmar las promesas que Él hizo a los antepasados de ellos.” (Rom. 15:8).
Por lo que estaríamos hablando del regreso de algo, que en un tiempo ya estuvo aquí en la tierra; y que Jesús siempre relacionó dicho futuro reino de Dios, con el antiguo reino de Israel y que un día presidió el rey David, lo muestra el hecho que una de las características de su predicación, fue que nunca, al menos que conste en las Escrituras, explicó que era el tal…… luego deberíamos de entender, razonablemente, que sus numerosos oyentes ya sabían de qué se les estaba hablando. Porque si bien es cierto que para cuando Jesús apareció, Israel se había convertido en un territorio bajo la dominación del Imperio de turno, en este caso Roma, en su día fue un floreciente reino independiente y poderoso, en el cual se decía que se asentaba el Trono de Jehová:
“Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre y fue prosperado; y le obedeció todo Israel.” (1 Cró. 29:23).
Y eso obviamente lo sabían los judíos, así como también conocían la promesa de Jehová a uno de sus más prominentes antepasados, el propio rey David, en los siguientes términos:
“Y tu casa y tu reino ciertamente serán estables hasta tiempo indefinido delante de ti; tu mismísimo trono llegará a ser un trono firmemente establecido hasta tiempo indefinido.” (2 Sam. 7:16).
Por eso Jesús, no tenía necesidad alguna de explicar que era ese reino que él proclamaba, ya que no solo era perfectamente conocido, sino anhelantemente esperado por el pueblo judío…… como lo demuestra el alborozo con el que fue recibido Jesús, cuando se presentó en Jerusalén como el heredero legítimo del rey David y por tanto, futuro rey escogido para gobernar en nombre de Jehová (Mat. 21:8-11).
Pero veamos ¿qué era lo que los judíos del tiempo de Jesús, esperaban realmente?: pues sencillamente un gobierno a la usanza del que recordaban de sus antepasados…… en definitiva, una administración que los sacara de la maltrecha situación en la que estaban sumidos bajo el dominio y la tiranía del Imperio Romano y restituyera los tiempos de libertad y prosperidad, existentes en las gobernaciones de David, Salomón y algunos más, mientras permanecieron fieles a su Supremo Rey y Hacedor, Jehová Dios. Porque eso, ni más ni menos y para centrar el tema, es lo que fue el citado reino que recordaban los judíos: un gobierno o administración dependiente de Jehová, para atender los asuntos y el bienestar de Su pueblo Israel y con Sus leyes como “Carta Magna” o “Constitución”. Luego básicamente, lo que implicaba el reino anunciado por Jesús, era un rey, un conjunto de gobernantes asociados para ayudarle a aplicar la ley y atender sus asuntos, un territorio sobre el que gobernar y por supuesto, unos súbditos a los que gobernar. Exactamente lo mismo que Ud., querido lector, puede ver a su alrededor cuando mira a los reinos de España, Inglaterra, Dinamarca, Holanda, Suecia, Jordania, Marruecos, etc., etc.; pero puesto que un reino se caracteriza por ser el dominio de un rey, la primera cuestión con la que nos topamos es la de saber quién será, el futuro rey de ese venidero gobierno.
Y siendo esta evidentemente, la cuestión más clara y menos polémica de las que se contemplan en este tema, pues todos están de acuerdo que dicha responsabilidad recae en Jesucristo; pero veamos las evidencias bíblicas de ello y que se remontan a los tiempos de los patriarcas, cuando fueron pronunciadas unas palabras proféticas por uno de ellos (Jacob), sobre uno de sus hijos:
“El cetro no se apartará de Judá, ni el bastón de comandante de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él pertenecerá la obediencia de los pueblos.” (Gén. 49:10).
La expresión hebrea “Shîlôh” y siempre según las fuentes consultadas, significa: tranquilo (tranquilidad, reposo) o cómodo y siendo vertido dicho termino en algunas traducciones, como “hasta que venga…… el descendiente”; o “el dueño del cetro”; o “aquel a quien le corresponde” (el cetro); o “el que tiene el derecho”; o también “el que trae la paz”…… y que según Isa. 9:6, todos estos significados claramente señalaban al futuro Mesías Jesucristo:
“Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Que eso tenía que ser así, nos lo confirman las palabras con las que el ángel se dirigió a María, según Luc. 1:30-33:
“El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.”
Y puesto que Jesús fue resucitado como poderosísimo ser inmortal (Mat. 28:18), ahí tenemos al Rey en cuestión, aceptado dentro de la llamada cristiandad por todos y sin discusión alguna…… ya otro cantar, es lo que tiene que ver con los miembros de su gobierno.
Porque aquí sí que hay mucha tela que cortar; tanto es así y tan cierta nuestra afirmación, que hay una fuerte polémica en el mundo llamado “cristiano”, acerca de la literalidad o simbolismo de la cantidad de gobernantes que acompañarán a Jesucristo en su regir y que aparece reflejada en Rev. 7:4 y 14:1: 144.000 miembros. De hecho y como dato anecdótico, se da la circunstancia que los dos autores de este blog, hemos sido acusados de ser firmes defensores de la citada literalidad del numero expresado y algo que siendo cierto, exige cierto matiz: y es que el que hace dicha afirmación y da el número en cuestión, no somos nosotros, sino el propio Jehová pues suya es la Revelación…… por lo que desde este blog, únicamente nos permitimos señalar el lugar en dónde se hace tal afirmación y ahí lo dejamos. En todo caso, lo que sí hacemos es incidir en el hecho diferencial, que mientras en esos pasajes citados se nos da una cantidad perfectamente delimitada y concreta, en ningún lugar de la Biblia y en contra de la opinión de la inmensa mayoría de autores religiosos, se nos dice nada en el sentido de que se trate de un número simbólico, ni se nos sugiere algo que nos permita siquiera barruntar en dicha posibilidad…… y por lo que estaríamos hablando de meras e interesadas opiniones personales, sin ninguna clase de fundamento. Más bien, la evidencia contextual nos muestra todo lo contrario, ya que un análisis del contexto general de las Escrituras (y que para algo está), nos indica lo correcto de la literalidad de dicho número…… y este y no otro, es el punto que defendemos desde este blog; porque veamos:
Según nos relata Juan en la Revelación (cap. 7), solo vio dos grupos: de uno de ellos se nos dice “…… que ningún hombre podía contar” (verso 9). Luego estaremos de acuerdo y según las reglas de la gramática española, que por pasiva, ello significaría que el otro grupo (verso 4) sí se podía contar; y lo citemos en el idioma que queramos, siempre leeremos que el segundo grupo nadie lo podía contar, luego repetimos: ello significa que el primero sí se podía contar…… y siendo esta es una regla universal, si ese primer grupo se podía contar, dicha cantidad de 144.000 miembros de ninguna manera podría ser simbólica. Además, que de ser así, desaparecería el contraste entre ambos grupos y que es lo que las Escrituras parecen querer poner de manifiesto, a tenor de la fraseología empleada en el citado pasaje de Rev. 7:4- 9; pero es que por otra parte, tenemos que en el Sal. 2:5-6, leemos lo siguiente:
“En aquel tiempo les hablará en su cólera y en su ardiente desagrado los perturbará, 6 diciendo: “Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña”.”
Entonces lo que Juan vio en su visión de Rev. 14:1, fue sencillamente el cumplimiento futuro de este acontecimiento, profetizado mediante las propias palabras del Altísimo; luego veamos ahora, qué leemos en ese pasaje de Rev. 14:1:
“Y miré y he aquí el Cordero de pie sobre el monte Sion y con él estaban los 144.000 que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes.”
Y en este pasaje, habría que hacer una par de observaciones, que entendemos nos arrojan un poco de luz sobre el asunto: en primer lugar, vemos que Juan no dice que “…… con él estaban los que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes” y frase que por su falta de concreción, quizás permitiría especular respecto de la cantidad de personas que realmente podrían acompañar en las tareas de gobierno a Jesucristo, en el citado reino de Dios. Lo que Juan sí nos dice y hablando bajo inspiración del espíritu santo (no lo olvidemos), es que “…… con él estaban los 144.000 que tenían su nombre y el de su Padre escrito en sus frentes” y que cambia radicalmente la forma de entender el pasaje en cuestión y que ya no permite especulación alguna: a Juan se le transmitió que 144.000 personas, ni una más ni una menos, serían los acompañantes de Jesucristo en sus tareas de gobierno y por lo que no cabe ningún tipo de simbolismo en dicho pasaje. Y es que entendemos nosotros, que una cosa es leer lo que nos dicen las Escrituras y sacar de ello las correctas conclusiones y otra muy distinta, es pretender forzarlas para que digan aquello que nosotros necesitamos que digan, en beneficio de determinados y personales planteamientos.
Y en segundo lugar, hay otro aspecto a tener en cuenta y que refuerza nuestra afirmación en el sentido de la total literalidad del pasaje en cuestión, porque preguntémonos ¿es simbólico el puesto de Rey dado por Jehová a Jesucristo?...... evidentemente no; ¿es simbólico acaso, el terrenal monte de Sion, sito en las cercanías de Jerusalén y donde en su día, estaba colocado el Trono de Jehová y desde donde y según la profecía, de nuevo se volverá a ejercer dicha gobernación?...... obviamente tampoco. Entonces ¿qué base hay para pensar, que la cantidad de 144.000 que afirmó haber visto Juan (y oído además literalmente, según Rev. 7:4) en ese contexto, al lado de Jesucristo ya en su posición de rey entronizado en ese pasaje transcrito, sea simbólica? Porque, o todo es simbólico en dicho pasaje o todo es literal, pero unas cosas sí y otras no en un mismo contexto, no puede ser; además, según Rev. 7:4-8, para nada se deja entrever el simbolismo de dicha cantidad, cuando su procedencia está perfectamente delimitada y matemáticamente cuantificada: doce mil miembros de cada una de las doce tribus que hacen su aportación…… ¿podría hablar Jehová más claro? Luego la pregunta que razonablemente podríamos hacernos es la siguiente ¿por qué tenemos que ir más allá de lo que dicen las Escrituras, en clara contradicción al consejo de Pablo? (1 Cor. 4:6). Porque las Escrituras y según el ejemplo citado ¿qué nos permiten suponer: que se trata de un número indeterminado o de uno concreto y perfectamente cuantificado, compuesto de 144.000 específicos miembros?...... saque usted, querido lector, sus propias conclusiones; pero para nosotros, el ir más allá de esos datos y que son de los únicos que disponemos, se nos antoja una excesiva y arriesgada especulación.
Pero es que además ¿cómo explicaría Ud., amigo que nos lee, el sistema gubernamental u organigrama de un reino al uso? ¿Diciendo que el tal está compuesto de cientos de miles, de miles de más miles de gobernantes asociados? ¿Qué es lo que Ud. está viendo en los que actualmente aún existen, como España, Holanda, Suecia, Inglaterra, Jordania, etc., etc., citados anteriormente? ¿Qué idea cree usted, por otra parte, que tenían los israelitas del tiempo de Jesús, acerca de la composición del antiguo reino de su antepasado David…… y qué es lo que en consecuencia, esperarían que les fuera restaurado? Saque conclusiones, le rogamos de nuevo y pregúntese si el resultado obtenido, cuadra con un gobierno milenario compuesto de “millones, miles de millones” de gobernantes asociados…… y sin nadie sobre quién gobernar, que es lo que Apologista Mario Olcese, por ejemplo, hasta hace poco nos estuvo proponiendo y que sería el resultado lógico, si fuera cierto y según dicho autor afirma, que desde Cristo en adelante, todos los bautizados como cristianos accedieran a esa encumbrada posición, además de lo notables del AT, así como también los sobrevivientes de la “gran tribulación” y que es lo que defienden la mayoría de autores religiosos. Porque no olvidemos en ningún momento, que la promesa era la restauración del reino de David y no otra cosa tan distinta, como resultaría de aceptar tan dudosa y estrafalaria teoría; pero veamos una objeción que nos presentó en su momento Apologista Mario Olcese, para sostener dicha posición y que retrata la opinión general de tanto “entendido”:
“El único problema que yo veo en la posición de mi amigo López es que de igual manera deberíamos tomar literalmente el origen étnico de estos 144,000 individuos, que como el mismo Apocalipsis 7 nos dice, todos estos provienen de las tribus de Israel.” (Negritas nuestras).
Pero si ese es el “único problema” a resolver y objeción que plantea la mayoría de estudiosos del tema, creemos que la cosa se puede solucionar razonablemente; porque para cuando se escribió el libro de Revelación, ya Pablo había aclarado un punto que nos va a ayudar a resolver esta cuestión:
“Porque no es judío el que lo es por fuera, ni es la circuncisión la que está afuera en la carne. 29 Más bien, es judío el que lo es por dentro y su circuncisión es la del corazón por espíritu y no por un código escrito. La alabanza de ese viene, no de los hombres, sino de Dios.” (Rom. 2:28-29).
Y cuestión, que Pablo nos aclaró un poco más en su carta a los gálatas, alrededor del año 56 E.C., cuando dijo como sigue:
“Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación es algo. 16 Y a todos los que hayan de andar ordenadamente por esta regla de conducta, sobre ellos haya paz y misericordia…… sí, sobre el Israel de Dios.” (Gál. 6:15-16).
Y esa “nueva creación” solo podía ser el citado “Israel de Dios”, a menos por supuesto, que alguien nos muestre lo contrario; y puesto que la Revelación fue escrita posteriormente a esas palabras, las doce tribus mencionadas en su capítulo 7, solo pueden hacer referencia a este “Israel de Dios”, que para nada es simbólico sino que está compuesto de personas literales; y que esa conclusión es la correcta, queda probado por otras razones de peso. Vemos por ejemplo, que la lista de los nombres de dichas tribus, no encaja con la del Israel natural registrada en Núm. 1:4-16 y con lo cual estaríamos hablando de una cosa parecida…… pero no la misma; aunque sí nos dé de igual manera, la idea de una organización perfectamente estructurada y lo cual parece ser el propósito u objetivo de Rev. 7:4-8, al dar una lista de doce cabezas de la nación de Israel y recordando así, la estructura organizativa anterior. Y planteamiento el nuestro, que parece estar confirmado por el hecho circunstancial, de que para cuando se escribió el libro Revelación, el templo de Jerusalén, el sacerdocio y todos los registros tribales del Israel natural ya habían sido destruidos, eso es, perdidos para siempre (año 70 E.C.) y con ellos, la identidad de Israel como nación; o sea y cómo hemos dicho, todo ello mucho antes de que Juan tuviese su visión en el año 96 E.C……. luego nada puede tener que ver esa lista o relación de cabezas patriarcales de Rev. 7:5-8, con la relación dada en Núm. 1:4-16 y por lo que no se puede estar haciendo, en ese pasaje apocalíptico, referencia alguna al Israel natural y que ya no existía como tal.
Porque aún más importante que lo citado, si cabe, es que cuando Juan recibió su visión, tuvo como telón de fondo los acontecimientos ocurridos desde el Pentecostés de 33 E.C. en adelante y en donde quedó patente que Jehová rompía Su pacto con Israel (que no solo había rechazado, sino también ejecutado vilmente a Su Hijo), cuando mediante el derramamiento del Espíritu Santo estableció un “nuevo pacto” (Luc. 22:20), tanto en contenido como en la identidad de sus receptores, puesto que al poco tiempo y junto a israelitas naturales, se incluyó a “gentiles” en el mismo; ya en este sentido se había pronunciado Jesús en su momento, según Mat. 21:43:
“Por eso les digo: El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos.”
Luego el Israel natural y de momento (Mat. 23:39), desaparecía de la escena para dar paso a otra nación que contaba con el favor de Jehová y que como hemos visto, un Pablo bajo inspiración divina pasó a denominar como el “Israel de Dios” (Gál. 6:16), dado que estaba compuesta de miembros elegidos directamente por Jehová, mediante el ungimiento por espíritu santo…… y cambio del que ya Jehová había advertido proféticamente, según palabras registradas en Mal. 3:17:
“Y ciertamente llegarán a ser míos, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que produzca una propiedad especial. Y ciertamente les mostraré compasión, tal como un hombre muestra compasión a su hijo que le sirve.”
Y puesto que para cuando se pronunciaron esas palabras, Israel hacía siglos que existía, Jehová obviamente estaba hablando de otra cosa distinta al Israel natural y que no podía ser más, que el espiritual “Israel de Dios” mencionado por Pablo. Y que estaríamos hablando en tod0 caso de un grupo reducido de componentes, lo prueban las palabras de Jesús en su momento y en las que nos dio a conocer cuál era la voluntad de su Padre Celestial, con respecto de esta cuestión:
“No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32).
Luego prescindiendo que ese “rebaño pequeño”, esté compuesto de los 144.000 miembros que se nos citan en las Escrituras o no, aunque esa es la cantidad que, perfectamente delimitada (insistimos) está establecida en las mismas, de ninguna manera tendría nada que ver con la brutal cantidad de miembros que compondrían dicho gobierno, si tuviera (según “genial” interpretación de Apologista Mario Olcese) que estar integrado por todos los que desde Pentecostés del 33 E.C. hasta nuestros días, han sido bautizados mediante inmersión y en el nombre de Jesucristo, más los notables del AT (los Abrahán, Jacob, David, Daniel, ete. etc. etc.) y que por si acaso eran pocos y para que no decaiga la fiesta, nos añade a los sobrevivientes de la “gran tribulación”; y lo cual, ¡que quieren que les digamos!, se nos antoja una verdadera animalada…… a menos eso sí, de que Jesús y en el momento de decir esas palabras, no tuviera precisamente su día más “inspirado”. Entonces y si aceptamos esta serie de argumentos que planteamos desde este blog y que no parecen ser fácilmente rebatibles ¿qué fundamento hay para discutir la literalidad de esa cantidad de 144.000, dada por el propio Jehová en la Revelación? Porque no se nos olvide, que la revelación se origina en el Altísimo, pues Jesucristo solo la transmite mediante un ángel:
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y que dio a conocer enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.” (Rev. 1:1).
Luego ¿quiénes somos nosotros para poner en duda, algo dicho con tanta claridad por nuestro Creador? ¿Es que acaso Jehová, tendrá que repetirles a algunos (al Sr. Olcese entre ellos), las palabras que en su día dirigió a Job?:
“Y Jehová procedió a responder a Job desde la tempestad de viento y decir: 2 “¿Quién es este que está oscureciendo el consejo con palabras sin conocimiento?” (Job 38:1-2).
Y conste que Job en sus alegaciones, seguramente creía tener más razón que un santo…… pero obviamente, Jehová no pensaba igual. Y aunque hay muchísimos más argumentos que podríamos usar para defender nuestra postura en este punto, el hecho de no desear extendernos en demasía, nos aconseja el continuar con nuestra exposición y pasar a considerar, el tercero de los aspectos que conforman el Plan de Dios…… la ubicación de dicho reino.
Otro de los puntos no demasiado bien entendidos por algunos y por tanto, también causa de cierta polémica; sin embargo, todo apunta a que dicho gobierno tendrá su ubicación aquí en la tierra, concretamente en el territorio de Israel, siendo Jerusalén su ciudad/capital y desde donde se extenderán sus dominios y también beneficios (según promesa divina), hasta la parte más lejana de la tierra:
“Y mediante tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra debido a que has escuchado mi voz.” (Gén. 22:18).
De nuevo hacemos hincapié, en que los oyentes de Jesús, perfectos conocedores de lo que les estaban hablando, tenían perfectamente asumida la idea de un reino restaurado en el territorio de Israel, con capital en Jerusalén…… y extremo que Jesús y hasta donde hay constancia, no desmintió en ningún momento. Y si para muestra vale un botón, veamos cual fue la última pregunta de sus discípulos, antes de que este iniciara su ascensión a los cielos:
“Pues bien, cuando se hubieron congregado, se pusieron a preguntarle: “Señor, ¿estás restaurando el reino a Israel en este tiempo?” Hech. 1:6).
Y aunque la carga de la pregunta no estaba en el hecho de dicha restauración en sí misma, sino en el momento en que tendría que producirse tal evento, no es menos cierto que también estaba envuelta en la pregunta, la ubicación física del citado reino. Y Jesús no rectificó para nada el planteamiento general de dicha pregunta, pues solo se limitó a señalarles que el conocimiento de los debidos tiempos para el cumplimiento del tal promesa, descansaban dentro de los límites de la autoridad del Padre:
“Les dijo: “No les pertenece a ustedes adquirir el conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción.” (Hech. 1:7).
Lo cual nos muestra, que la respuesta de Jesús avalaba la idea de un reino restaurado aquí en la tierra…… y con ese personal, a la par que razonable convencimiento, de momento aquí lo dejamos.
Porque otro apartado que también se las trae y si no, ya lo irán viendo si se interesan en este tema y van viendo distintas opiniones, está directamente relacionado con las personas que serán gobernadas, eso es, los súbditos de este reino de hechura celestial (por su poder e ideología) y que todo indica que los primeros en alcanzar dicha posición, serán los sobrevivientes de la venidera “gran tribulación” según Rev. 7:9 y 13-14; aunque numerosos “estudiosos” del tema (y ahí viene el problema), los colocan también como reyes con Cristo en el reino milenario y algo que desde esto blog, consideramos como una verdadera salvajada, pues las Escrituras no dicen eso ni por el forro…… y tema del que pueden adquirir más información, en nuestro artículo “Pero D. Mario…… ¿responderá Ud. a mis objeciones, sí o no?” (24/04/12); pero continuemos con lo nuestro y leamos el citado pasaje de Revelación:
“9 Después de estas cosas vi y, ¡miren!, una gran muchedumbre que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos (……) 13 Y, en respuesta, uno de los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos de la larga ropa blanca, ¿quiénes son y de dónde vinieron?”. 14 De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero”.”
Como podemos ver y al igual que en tiempos de Noé después del Diluvio, la tierra de nuevo acogerá a una nueva sociedad humana, que en su totalidad será conocedora y obediente a las disposiciones reglamentarias del Altísimo y razón por la cual, es que Este les ha concedido a sus miembros el pasar con vida a través de tan dramáticos acontecimientos. A estos y a los hijos que les vayan naciendo, se les irán uniendo y de forma progresiva, las personas que tomaran parte en la que podríamos considerar como una segunda resurrección y de la que nos habla Pablo en Hechos 24:15:
“...... teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.”
E idea esta que nosotros exponemos, que choca también frontalmente con un planteamiento muy extendido en el sentido de que en Daniel 12:2 y en Juan 5:28-29 (el texto citado inclusive), de lo que se nos está hablando es de dos resurrecciones distintas y separadas en el tiempo: una “primera” para “vida” y en la que participan los llamados “justos” al inicio del milenio y una “segunda” al cabo de mil años, eso es, para el final del período de vigencia del reino de Dios, para “condenación” y destrucción de los “injustos”…… pero este es, a nuestro entender y para variar, un dudoso planteamiento que no resiste la lógica, ni muchísimo menos el contraste con el contexto general de las Escrituras y sobre lo que hemos escrito en otros artículos, para aclarar nuestra postura acerca de dicha cuestión; como podría ser por ejemplo, el publicado el 10/06/10 bajo el título de “Juan 5:28-29”. Porque de ser eso como nos lo proponen esos “genios” de la interpretación bíblica, no solo tendríamos y como hemos apuntado hace un momento, una tierra habitada únicamente por inmortales reyes y sacerdotes (pues en eso son convertidos los participante de la “primera” resurrección), sino que no tendrían sentido las palabras mencionadas por Pedro en su primer discurso público, ya recién investido con la condición de Hijo adoptivo de Dios y en donde dijo lo siguiente, refiriéndose a Jesucristo:
“…… a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:21).
Luego hasta dónde nosotros entendemos, este gobierno encabezado por Jesucristo, más un selecto grupo de ayudantes, así como un territorio donde ejercer su dominio y un tiempo determinado para llevarlo a cabo…… por lo tanto, un conjunto de elementos y que conforman un todo con la etiqueta de “el reino de Dios”, inevitablemente tiene que tener un objetivo concreto y que no puede ser otro, que el de llevar a cabo la citada “restauración”, o lo que es lo mismo, el devolver las cosas a su primigenia condición; luego estaríamos hablando de dicho reino de Dios, en términos de instrumento necesario para la consecución de un logro en favor de una humanidad obediente y no como un destino de referencia para la misma.
Porque el objetivo final de Jehová y contrario a lo que se nos quieren hacer creer esos “genios” de la interpretación bíblica, no es el reino en sí mismo, sino lo que por medio de este se conseguirá y algo de lo que usted se puede enterar, si lee por ejemplo, nuestro artículo “¡Y el sapo se convirtió en un príncipe!”, publicado el día 9 de Abril del año en curso…… y no se asuste por el título, pues como se suele decir “eso no es lo que parece”. Y ya cuando lo haya leído, se dará usted perfecta cuenta que Jehová, de ninguna manera pretende tener un mundo lleno de reyes y sacerdotes (Rev. 20:6) y que es lo que ocurriría, de ser cierta la teoría de los actuales “entendidos” en la materia. Y es que las cosas son mucho más razonables que todo eso y por ello, cuando uno intenta ver las cosas desde el punto de vista de Jehová y no del nuestro personal, aparece la explicación correcta: el reino de Dios y compuesto de un rey, de un reducido grupo de gobernantes asociados, de un territorio sobre el cual gobernar por un determinado tiempo y a partir de un conjunto de leyes de origen divino, conforman el “instrumento” que el Altísimo usará durante mil años (pues dicho reino no va más allá, según 1 Cor. 15:24-28), para conseguir la realización completa de Su Plan, eso es, “la restauración de todas las cosas”…… o lo que es lo mismo, el devolver al ser humano y su entorno vital, al grado de perfección que tenían Adán y Eva antes del pecado…… y esa es toda la historia; luego no podemos entender el reino de Dios como un fin en sí mismo, sino y como ya hemos señalado, del medio necesario para la consecución del Propósito divino.
Y esta es queridos amigos, nuestra visión de lo que es el reino de Dios venidero y los logros que conseguirá, por lo que esperamos haber cumplido con nuestro objetivo de explicar, porqué el reinar con Cristo en dicho reino no es la meta final del cristiano, o sea, el fin a conseguir, sino que dicho reino no es más que un instrumento o medio a usar por Jehová, para “restaurar” todas las cosas a su posición original o como estaban antes del pecado y dar con ello, una segunda oportunidad a la humanidad obediente (Adán perdió la primera, por decirlo de alguna manera) de alcanzar la vida eterna en verdadera paz y felicidad, en un paraíso sin fin y en donde se nos abrirán a buen seguro, grandes oportunidades de poner nuestros conocimientos y aptitudes al servicio de nuestro Creador.
Por lo que si alguien les viene a ustedes con la milonga esa de que serán reyes con Cristo en el futuro reino de Dios, o su alternativa es la de ser destruidos en un supuesto juicio final (no hay nada parecido a un juicio final al término de los mil años de reinado milenario), acuérdense de este escrito…… aunque ya saben, tampoco hay que fiarse mucho de lo que nosotros les explicamos; por lo que sería muy prudente por su parte, contrastar nuestra información con lo que dicen las Escrituras acerca de ello y comprobar si las cosas que les contamos, son realmente cómo se las contamos…… o no.
MABEL
martes, 22 de mayo de 2012
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