sábado, 2 de noviembre de 2013
¿Cuál es el trasfondo existente, detrás del relato de “Las diez plagas de Egipto”?
Y partiendo de la base que dicho relato, que encontramos en los capítulos del 5 al 12 del libro de Éxodo, es junto con el del diluvio del día de Noé y el de la destrucción de Sodoma y Gomorra, de los más conocidos eventos del registro escritural por el ser humano y en especial, por los aquellos que se reconocen como “cristianos”; sin embargo y en una total falta de interés en lo que nos quiere enseñar Dios, el mundo en general pasa por alto la enseñanza contenida en ellos y que, lógicamente, trasciende al relato es sí mismo. Por ejemplo, cuando analizamos los hechos del episodio mencionado en el titular que da pie a este escrito, vemos que ocurrió algo muy interesante: cuando Moisés y Aarón, representando a Jehová, empezaron a ejecutar ante Faraón las plagas contra Egipto, los “sacerdotes practicantes de magia” de este (Janes y Jambres, entre otros) lograban imitarlas, como también anteriormente habían logrado convertir su varas en culebras grandes: si Aarón golpeaba las aguas y las convertía en sangre, los sacerdotes del Faraón hacían lo mismo; si Aarón golpeaba el río con su vara y subían las ranas sobre Egipto, los sacerdotes también lo hacían. Seguramente y a esas alturas de la película, Faraón y sus brujos creían que estaban poniendo en ridículo a Moisés, a Aarón y, en consecuencia, al mismísimo Dios de Israel que los había enviado. Pero ya en la tercera plaga (la de los “jejenes” o piojos), la historia comienza a dar un giro para ellos insospechado: los sacerdotes de Faraón, viendo que la plaga de los piojos se volvía incontenible y que ellos no podían producirlos, reconocen ante este la indudable intervención divina en el asunto:
“Y trataron de hacer lo mismo los sacerdotes practicantes de magia por sus artes ocultas, a fin de producir jejenes, pero no pudieron. Y los jejenes llegaron a estar sobre hombre y bestia. 19 Por lo tanto, los sacerdotes practicantes de magia dijeron a Faraón: “¡Es el dedo de Dios!”. Pero el corazón de Faraón continuó obstinado y no les escuchó, tal como había hablado Jehová.” (Éxo. 8:18-19).
Pero dichos sacerdotes, practicantes de magia, tenían que haber reconocido mucho antes este extremo, por la siguiente cuestión: si bien esos sacerdotes y hechiceros pudieron imitar las tres primeras muestras de poder llevadas a cabo por Moisés pues, por ejemplo, en el caso de las culebras y que no era propiamente una plaga, sino una señal, pudieron también transformar sus varas en reptiles, resultó que la vara de Aarón trasformada en culebra se “merendó” a las culebras de ellos; y en el caso de la primera plaga y la segunda (agua en sangre y ranas), si bien es cierto que pudieron copiarlas, no es menos cierto que no pudieron eliminarlas y por lo que Faraón tuvo que recurrir a Moisés, para que este intercediera ante Jehová y se les librara de esas plagas, así como ocurrió con las restantes. Y es que una cosa era copiar una plaga y otra muy distinta, poderla erradicar, pues sólo Dios podía hacer eso, ya que el infinito poder de Este tiene esa peculiaridad inimitable…… y lo que llevó a entender a los sacerdotes de Egipto, aquello que a Faraón le costó sufrir otras siete para darse cuenta de ello: el auténtico poder de Jehová no se manifestaba solo trayendo la plaga, sino erradicándola y algo que dichos sacerdotes en ningún momento pudieron hacer.
Ahora bien, volviendo a la esencia que inspira este artículo ¿qué ocurrió con aquellos que fueron liberados de la esclavitud en Egipto y salieron de este, aún sobrecogidos ante la visión del inmenso poder desplegado por su Dios? Nos dicen las Escrituras que, además de los israelitas, también salió con ellos una “vasta compañía mixta” de personas no israelitas, atónitas y convencidas ante lo que acababan de ver; y es que no podemos olvidar que durante el tiempo en que Israel fue residente forastero en Canaán y Egipto, muchas personas de esas naciones llegaron a formar parte de las casas de los hijos de Jacob y sus descendientes. Esto se debió, a que contrataron siervos que vivían con la familia y compraron esclavos que, de acuerdo con los términos expresados en el pacto con Abrahán, tenían que ser circuncidados (Gén. 17:9-14); por otra parte, sumémosle a ello algunos matrimonios mixtos y su lógica descendencia, que también figuraban entre los que componían dicha “vasta compañía mixta” que acompañó a los israelitas en su éxodo hacia una nueva tierra y con lo que el total de personas que salieron de Egipto, probablemente, rondaría los tres millones de almas (Éxo. 12:37-38)…… pero veamos cómo nos resume Pablo, las “andanzas” de esas personas tras su salida de Egipto:
“Ahora bien, estas cosas llegaron a ser nuestros ejemplos, para que nosotros no seamos personas que deseen cosas perjudiciales, tal como ellos las desearon. 7 Ni nos hagamos idólatras, como hicieron algunos de ellos; así como está escrito: “Se sentó el pueblo a comer y beber y se levantaron para divertirse”. 8 Ni practiquemos fornicación, como algunos de ellos cometieron fornicación, de modo que cayeron, veintitrés mil de ellos en un día. 9 Ni pongamos a Jehová a prueba, como algunos de ellos lo pusieron a prueba, de modo que perecieron por las serpientes. 10 Ni seamos murmuradores, así como algunos de ellos murmuraron, de modo que perecieron por el destructor. 11 Pues bien, estas cosas siguieron aconteciéndoles como ejemplos y fueron escritas para amonestación de nosotros a quienes los fines de los sistemas de cosas han llegado.” (1 Cor. 10:6-11).
No pasemos por alto, que estamos hablando de personas que habían visto el inmenso poder de Dios en acción en múltiples ocasiones (luego no podían alegar ignorancia), pues no solo los sacó de Egipto, el imperio más poderoso del mundo en ese momento, sino que les partió un mar para proveerles escape y los mantuvo por mucho tiempo, dándoles comida y agua en medio de un desierto “grande e inspirador de temor”, mientras que “ni su ropa se ajó, ni si sus sandalias se gastaron de sobre sus pies” (Deut. 1:19; 29:5). Y con respecto del agua, no olvidemos que el pueblo de Israel tenía como requisito el ser un pueblo limpio, tanto en lo moral como en lo físico y para esto último se precisaba de mucha agua…… y estamos hablando de un transitar por cuarenta años en un desierto; luego queda claro que las divinas manifestaciones de poder las podían percibir a diario (con el “maná”, por ejemplo).
Sin embargo, estaremos de acuerdo en que su conducta no parece estar acorde con la de personas que han percibido en su propia carne, los directos beneficios de la actuación divina y con lo que llegamos al meollo de la cuestión que nos ha impulsado a publicar este escrito y cuestión que se podría caricaturizar con la siguiente historia (real o ficticia, no lo sabemos, pero en todo caso extremadamente ilustrativa de lo que queremos decir), en donde se ve reflejado el estúpido actuar del ser humano en general. Y es que se cuenta que, estando de viaje el Rabí Menajem Najum, el Maguid de Chernobyl (1730 – 1787) y fundador de dicha dinastía, decidió pernoctar en una posada del camino; el dueño de la posada, también judío y bastante simple, viendo a Rabí Najum y ya muy adentrada la noche, en una posición de recogimiento que le intrigó, se atrevió a preguntarle qué estaba haciendo. El Rabí Najum interrumpió su rezo y le dijo que estaba implorando a Dios, para que llegara el Mesías y regresara a todos los judíos de vuelta a su tierra Israel. Anonadado, el hombre subió las escaleras que llevaban a sus aposentos personales, despertó a su mujer y le dijo:
“¡Querida! Hay un judío abajo que está rezando para que llegue el Mesías y podamos volver todos a Israel”.
La mujer, medio dormida, se restregó los ojos y después de un instante de vacilación, le dijo:
“¿Y qué va a ser de nuestra granja, nuestras vacas y nuestros caballos?”.
Perturbado, el hombre volvió a bajar e interrumpiendo nuevamente al Rabí Najum, le dijo:
“Pero Rabí… ¿qué va a ser de nuestra granja, de nuestras vacas y de nuestros caballos?”.
El Rabí Najum se le quedó mirando por un momento y viendo el poco alcance del hombre, intentó razonar con él:
“Vamos a ver, querido amigo: cuando vienen los cosacos y saquean todo lo que tienes ¿eres feliz? ¿Es eso, acaso, lo que te gusta? ¿Quieres que tu vida sea siempre igual? Sin embargo, cuando llegue el Mesías, vamos a poder volver todos a Israel y se acabaron los cosacos…… ¿entiendes? ¡Adiós cosacos! ¡Se acabaron todos nuestros problemas!”
De nuevo el hombre quedó impresionado y volvió a subir desesperado dónde a su mujer y le contó la respuesta del Rabí Najum.
“Querida... Llega el Mesías... ¡Adiós cosacos! ¡Se acabaron nuestros problemas!”.
La mujer miró con fijeza a su marido y después de meditar por unos segundos, le dijo:
“Baja a ver a ese tal Rabí Najum y dile que rece para que el Mesías se lleve a los cosacos a Israel y nos deje a nosotros aquí, con nuestra granja, nuestras vacas y nuestros caballos”.
Y la conclusión de dicho relato, ficticio o real y al que nuestro amigo el castizo calificaría su razonamiento final como del “ser más corto que una cuerda que no llega”, nos sirve de moraleja para nuestros días, pues no es más que un reflejo de cual era en realidad el verdadero problema con el que se enfrentaba Moisés y que no era tanto Faraón, como la obstinación del pueblo de Israel; porque no se trataba tanto de lidiar con Faraón para sacar a la nación de Israel de Egipto y que se llevó a cabo en apenas un mes, como el sacar a Egipto de la mente Israel y que implico 40 años de vagar en un desierto y el que Jehová eliminara la generación entera de aquellos que habían vivido en Egipto…… dificultad que queda probada, con lo que ocurrió solo 45 días después de haber experimentado la sobrecogedora manifestación de poder que los libró de la esclavitud y de la que probablemente aún no se habían recuperado, pero en dónde su “yo” interno ya empezaba a tomar cartas en el asunto:
“Más tarde partieron de Elim y por fin llegó toda la asamblea de los hijos de Israel al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de haber salido de la tierra de Egipto. 2 Y toda la asamblea de los hijos de Israel empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. 3 Y siguieron diciéndoles los hijos de Israel: “¡Si siquiera hubiéramos muerto por la mano de Jehová en la tierra de Egipto, mientras nos sentábamos junto a las ollas de carne, mientras comíamos pan hasta quedar satisfechos, porque ustedes nos han sacado a este desierto para hacer que toda esta congregación muera de hambre!”.” (Éxo. 16:1-3).
Ello llevó a que ese pueblo viviera otra gran manifestación del poder de Jehová, cuando les llenó el campamento de codornices y por la mañana se encontraron con el maná que caía del cielo; pero ni eso fue suficiente, pues poco tiempo después, volvieron “con la burra en el pesebre”, exclamando:
“Y la muchedumbre mixta que se hallaba en medio de ellos expresó anhelo egoísta y también los hijos de Israel se pusieron a llorar de nuevo y a decir: “¿Quién nos dará carne para comer? 5 ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto (y olvidándose que allí no eran más que esclavos y se les trataba a latigazos), de los pepinos y las sandías y los puerros y las cebollas y el ajo! 6 Pero ahora nuestra alma se halla seca. Nuestros ojos no se posan en cosa alguna sino en el maná”.” (Núm. 11:4-6). (Acotación nuestra).
O sea, que no solo no valoraron lo que se les estaba dando de manera milagrosa, sino que incluso llegaron a despreciarlo, además de no valorar el hecho de que eran libres y algo por lo que por tanto tiempo suspiraron; pero es que para más inri, cuando estaban ya a punto de entrar en la tierra prometida y de la que “manaba leche y miel” (Éxo. 3:8), merced a un mal informe de algunos de los espías que se mandaron a inspeccionar el terreno (y circunstancia que no hizo más que resaltar lo que había en el corazón de aquel pueblo, que dos años y algunos meses antes había sido sacado con gran poder de la esclavitud en Egipto), aquellas personas se lamentaron en los siguientes términos:
“Entonces toda la asamblea alzó la voz y el pueblo siguió dando salida a su voz y llorando durante toda aquella noche. 2 Y todos los hijos de Israel empezaron a murmurar contra Moisés y Aarón y toda la asamblea empezó a decir contra ellos: “¡Si siquiera hubiéramos muerto en la tierra de Egipto, o si siquiera hubiéramos muerto en este desierto! 3 ¿Y por qué está Jehová llevándonos a esta tierra para caer a espada? (estaban imputando malos motivos a Jehová). Nuestras esposas y nuestros pequeñuelos llegarán a ser botín. ¿No es mejor volvernos a Egipto?”. 4 Hasta se pusieron a decir unos a otros: “¡Nombremos un cabeza y volvámonos a Egipto!”.” (Núm. 14:1-4). (Acotación nuestra).
Luego queda claro, que nada de lo habían visto durante todo el tiempo en que Jehová había estado obrando en su favor, fue suficiente para hacerles desistir de su idea de retornar a un pasado en el que habían sido esclavos de un sistema opresivo y que les mantenía apartados de su relación con su Dios…… como hemos dicho, fueron necesarios cuarenta años más de vagar por el desierto (Núm. 14:28-34), para que se extinguiera aquella generación y se levantara otra que no conocía Egipto:
“Pero todos los hombres que han estado viendo mi gloria y mis señales que he ejecutado en Egipto y en el desierto y, no obstante, han seguido poniéndome a prueba estas diez veces y no han escuchado mi voz, 23 nunca verán la tierra acerca de la cual juré a sus padres, sí, ninguno de los que me tratan sin respeto la verán.” (Núm. 14:22-23).
Bien, dicho lo cual, veamos qué hay de moraleja en toda esta historia y que al igual que en relato del Rabí Najum, se nos señala a grado cabal la capacidad de estupidez que atesora el ser humano, porque veamos: estamos en el momento en que la humanidad y al igual que el pueblo de Israel en su momento, será liberada de la brutal opresión de los gobiernos humanos bajo el dominio satánico, por el Moisés Mayor, eso es, Jesucristo, para ser introducidos en una tierra en la que realmente “manará leche y miel” (sinónimo de abundancia, calidad y excelencia) y que se conoce por “El reino de Dios”, en donde disfrutaremos del gozo de una vida plena, o lo que es lo mismo, libres ya de cosas tales como enfermedades, vejez o muerte y bajo el amoroso cuidado de nuestro Creador. Sin embargo, pocas personas en la humanidad aceptan dicho mensaje esperanzador y contenido en las Escrituras, pues están apegadas como en esclavitud a este “Egipto” atípico que es el mundo actual en el que vivimos y lo prefieren, pues se apegan a la vieja máxima de que “más vale malo conocido, que bueno por conocer” y con lo que están rechazando la amorosa dádiva de Dios, de restaurar a la humanidad a la perfección…… pues al igual que la mujer de la ilustración mencionada, se aferran a lo miseria de lo que poseen (por mucho que esto sea), pues está destinado a la destrucción, antes que aceptar la riqueza de tener una buena relación con nuestro Dios Jehová y disfrutando de una vida eterna en deleitable abundancia de paz y felicidad, bajo su gobierno eterno (Sal. 37:10-11).
Y es que estableciendo una correlación en los tiempos, estamos actualmente en una situación tan convulsa como la que vivieron esas gentes durante las plagas y poco antes de ser liberadas; luego ahora es el momento de tomar acción y poder ser de la partida de los que entrarán en esa venidera tierra en la que “mana leche y miel” y que como hemos dicho es el reino de Dios en manos de Jesucristo…… y que estamos en tiempos convulsos que se asemejan a aquellos del antiguo Egipto en el momento de las plagas, nos lo recuerdan unas palabras que encontramos en las Escrituras y dirigidas a nosotros, los que vivimos en los últimos días de este mundo tal como lo conocemos:
“Porque esto es lo que ha dicho Jehová de los ejércitos: “Todavía una vez -es poco tiempo- y voy a mecer los cielos y la tierra y el mar y el suelo seco. 7 Y ciertamente meceré todas las naciones y las cosas deseables de todas las naciones tienen que entrar; y ciertamente llenaré de gloria esta casa”, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Ageo 2:6-7).
Que estas palabras tenían un contenido futuro, queda probado por el hecho de que el escritor de la carta a los hebreos, las cita como un acontecimiento aún distante en su tiempo (Hebr. 12:26-28); ahora bien ¿qué se nos quiere decir con la expresión “y las cosas deseables de las naciones tienen que entrar”? Pero antes de responder a dicha cuestión, sería menester considerar el hecho de que hay una total disensión entre las distintas traducciones, acerca del contenido de dicho pasaje y que nosotros transcribimos, como tenemos por costumbre, de la TNM de los TJ y que es por mucho la más clarificadora y entendible de las que usted puede encontrar en el mercado, pues es la que generalmente, más se ajusta al verdadero sentido del texto del que se trate (ya harina de otro costal, es la aplicación que dichos señores hagan de su buena interpretación); dicho lo cual, veamos como vierte dicho pasaje de Ageo 2:6-7, la versión RV 1960:
“Porque así dice Jehová de los ejércitos: “De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; 7 y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos”.”
Esta traducción, una de las más nefastas a nuestro entender de cuantas tenemos a nuestro alcance, dirige su atención a la venida del “Deseado de todas las naciones”, obviamente apuntando a Jesucristo o en todo caso, al reino de Dios y que vendría a ser lo mismo; pero la pregunta es la siguiente: ¿Es cierto que en estos días finales y que son a los que apunta dicha profecía, las naciones “suspiran” por la venida de este personaje, o por la pronta instauración del reino de Dios? ¿O no será más bien, que las “naciones” ni quieren oír hablar de ambos? Siendo cierto esto último, vemos que nos encontramos ante una interpretación de dicho pasaje y por decirlo de manera suave, manifiestamente mejorable; luego veamos que nos dicen del mismo, otras traducciones:
DHH: “…… “Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7 Haré temblar a todas las naciones y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria”. El Señor todopoderoso lo afirma.”
NTV: “El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: “Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. 7 Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria -dice el Señor de los Ejércitos Celestiales-”.”
BLP: “Porque dice también el Señor del universo: Dentro de poco tiempo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y los continentes; 7 haré temblar a todas las naciones. Llegarán aquí todas las naciones con sus valiosos tesoros, y llenaré este Templo de esplendor -oráculo del Señor del universo-”.”
TLA: “Yo soy el Dios de Israel y dentro de poco tiempo haré temblar el cielo y la tierra; ¡sacudiré el mar y la tierra firme! 7 Haré que tiemblen todas las naciones; haré que me traigan todas sus riquezas para llenar con ellas mi templo.”
PDT: “…… pues esto dice el SEÑOR Todopoderoso: Una vez más, muy pronto, voy a sacudir los cielos y la tierra, 7 el mar y la tierra firme. Voy a sacudir a todas las naciones, llegarán aquí todos sus tesoros y llenaré este templo de esplendor”, dice el SEÑOR Todopoderoso.”
NVI: “…… porque así dice el Señor Todopoderoso: “Dentro de muy poco haré que se estremezcan los cielos y la tierra, el mar y la tierra firme; 7 ¡haré temblar a todas las naciones! Sus riquezas llegarán aquí, y así llenaré de esplendor esta casa -dice el Señor Todopoderoso-”.”
Ahora bien ¿qué son esas riquezas o tesoros que tienen que llegar al templo de Dios, para que este se llene “de esplendor y de gloria”? ¿Estaríamos hablando de oro, plata o piedras preciosas, eso es, tesoros literales? Obviamente no, pues se nos está hablando de un templo espiritual (1 Cor. 3:16-17; 2 Cor. 6:16); por otra parte y dado que en Ageo 2:8, Jehová menciona que tanto el oro como la plata ya “son suyos”, no se entiende que nadie se los tenga que traer para gloria de ningún templo; luego ¿de qué estaríamos hablando con ese “hacer temblar”, “sacudir”, estremecer” o el “mecer” a todas las naciones y que tiene que resultar en “tesoros” que llegarán a “la casa de Jehová”, para gloria y esplendor de esta? Pero para entenderlo, leamos de nuevo dicho pasaje de Ageo 2:6-7 en la primera versión que hemos utilizado, eso es, la TNM:
“Porque esto es lo que ha dicho Jehová de los ejércitos: Todavía una vez -es poco tiempo- y voy a mecer los cielos y la tierra y el mar y el suelo seco. 7 Y ciertamente meceré todas las naciones y las cosas deseables de todas las naciones tienen que entrar; y ciertamente llenaré de gloria esta casa”, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
O sea que, todavía “una vez más” luego no es la primera vez que Jehová ejecuta un “mecimiento” de las naciones para que estas den un “producto”; recordemos que la primera vez que lo hizo y en el caso de Egipto, apareció un “pueblo” y que Él tomó como suyo, con una maravillosa promesa por delante (Éxo. 19:5-6)…… ya en una segunda ocasión en que Jehová convulsionó a las naciones, tuvo que ver con la venida de Jesús y en la que este vino cumplimentar la promesa de Dios hecha en el desierto de Sinaí, eso es, a buscar a aquellos que con él tenían que gobernar como “reyes y sacerdotes” en el reino de Dios. Luego solo se puede esperar, de esta tercera ocasión en la que de nuevo serán “mecidas las naciones”, hoy ya a nivel mundial y solo comparable dicho mecimiento, a como con un cedazo y por fuerte movimiento, se separa el producto fino de otro más grueso…… o como cuando en las eras antiguas se aventaba el trigo para separar el grano de la paja; y siendo el resultado de tal mecimiento, la aparición de personas que aman a Jehová y que son las cosas deseables que glorifican y llenan Su Templo de esplendor:
“Después de estas cosas vi y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos. 10 Y siguen clamando con voz fuerte y dicen: “La salvación se la debemos a nuestro Dios, que está sentado en el trono y al Cordero”.” (Rev. 7:9-10).
Luego esa “gran muchedumbre, venida de todo lugar, se entiende que son las cosas deseables de las naciones, que tienen que entrar en algún tipo de lugar y que no es otro que al reino de Dios y que son el resultado directo del mencionado “sacudir”, “hacer temblar” o “mecer” a las naciones…… pero ¿por qué esto así, eso es, el tener que hacer una selección por “mecimiento” o pasar por un cedazo? Pues porque al igual que aquellas personas que salieron de Egipto (y ahí está el trasfondo del que les hemos hablado en el titular de nuestro escrito), estaban totalmente impregnadas de la esencia del mundo en el que vivieron, así es el caso de la inmensa mayoría de la humanidad a día de hoy y que está aferrados a esta forma de vida actual y no desean otra, pues no creen en las promesas divinas; y si no, vaya usted a explicarle a su vecino que tiene ante sí la oportunidad de entrar en un mundo nuevo, en donde la salud, la felicidad, la paz y la justicia serán lo normal y no lo extraordinario…… y a ver si su respuesta no va por el mismo camino de aquello de ¿y qué de mi auto, de mi casa y de mi “chabolita” junto al mar, para pasar el verano? Recuerden que Jesús, ya nos advirtió de eso cuando avisó acerca de no ser “parte del mundo” (Juan 15:19), eso es, el no dejarnos atrapar por la atracción de las cosas del mundo y que el apóstol Juan, que entendió perfectamente la idea, lo expuso de la siguiente manera, según nos lo vierte la Nueva Traducción Viviente:
“No amen (o tengan aprecio) a este mundo ni las cosas que les ofrece, porque cuando aman (o desean intensamente) al mundo, no tienen el amor del Padre en ustedes. 16 Pues el mundo sólo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo; 17 y este mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo que a Dios le agrada, vivirá para siempre.” (1 Juan 2:15-17). (Acotaciones nuestras).
Entonces lo que está claro, es que para poder entrar en el reino de Dios tenemos que renunciar a sentir aprecio alguno por las cosas de este mundo nos ofrece (Fil. 3:8); y siendo este el trasfondo o moraleja que encontramos en el relato de la diez plagas de Egipto y que nos tiene que servir de amonestación, pues esta es la idea o pensamiento que nos quiso transmitir el apóstol Pablo (que obviamente sabía de qué nos hablaba), cuando dijo aquello de que “las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción” (Rom. 15:4). Y no vale el pensar que ya cuando llegue el momento, uno prescindirá de sus posesiones o pertenencias como si nunca las hubiera tenido y tranquilamente se pasará al “otro bando” y ¡aquí paz y después gloria! Recordemos que el trasfondo del que les estamos hablando, tenía que ver con el que aquellas personas que siguieron a Moisés y por espacio de casi dos años, mantuvieron en su corazón el anhelo por las cosas pasadas, antes de las por vivir según la promesa divina y lo que las llevó a ser exterminadas en el desierto, pues Jehová no permitió a esa gente que anhelaba el pasado, entrar a la tierra de la que “manaba leche y miel”. Y ese será el caso de aquellas personas que, aunque afirmando que creen en Dios y en sus promesas, van retrasando en momento de entrar en acción para desmarcarse de este mundo y con ello, desligarse en su corazón de las cosas en las que actualmente tienen puestas sus miras (el bienestar personal, el deseo por alcanzar más cosas y el orgullo de sus respectivos logros y posesiones, sean estos de la índole que sean), razonando dentro de su fuero interno o corazón, que cuando quieran prescindirán de ello y olvidándose, si acaso es que lo conocen, de lo que dijo en su momento un profeta de Dios:
“El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo? 10 Yo, Jehová, estoy escudriñando el corazón, examinando los riñones (estos figuran entre los órganos más inaccesibles del cuerpo humano), aun para dar a cada uno conforme a sus caminos, conforme al fruto de sus tratos.” (Jer. 17:9-10). (Acotación nuestra).
Fijémonos en que Jehová, más que en las actitudes o palabras de uno, tiene en cuenta las motivaciones detrás de dichas actitudes o, dicho de otra manera, lo que realmente hay en el corazón de la persona en cuestión y por lo que a Jehová no se le puede engañar, pues alcanza a ver hasta lo más recóndito de nuestro ser; entonces no pasarán al reino de Dios, aquellos que dicen pero no hacen, eso es y aunque digan lo contrario, que estén “amando” las cosas que este mundo ofrece en detrimento de las por venir y que nos dará Dios.
Y esto que les acabamos de contar, queridos amigos que nos leen, es y siempre según nuestro particular punto de vista, lo que nosotros entendemos como el trasfondo o moraleja que subyace, en el relato bíblico de “las diez plagas de Egipto”; ya ustedes determinarán y partiendo de su estudio personal sobre el asunto, si hemos dado “en el clavo”…… o no.
MABEL
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