viernes, 11 de febrero de 2011

La “mesa” del reino de Dios
 
Y tema interesante donde los haya, por el hecho de que muchos estudiosos, usan la citada referencia para afirmar que los conocidos como notables del AT, los Abraham, Jacob, Moisés, David, Daniel, etc., gobernarán como reyes junto a Jesucristo en el reino de Dios. Recientemente desde este blog, hemos rebatido un tema de Apologista Mario Olcese, en el que usaba el citado argumento para apoyar su teoría en el sentido indicado: los notables del AT, ejercerán como reyes al lado de Cristo. Y prescindiendo que creemos el haber podido demostrar en su momento, que esa idea es contraria al contexto general de las Escrituras y por lo tanto, no es viable ni se ajusta a la realidad, ello no quita la necesidad de encontrarle una explicación razonable, ya que si la Biblia no se contradice…… y no lo hace, tiene que haber una explicación alternativa. Por lo tanto, vamos a realizar un somero análisis sobre los textos en que se suele apoyar dicha teoría y que básicamente, son Luc. 13:28-29 y Mat. 8:11. Pero veamos en primer lugar, como y apoyándose en esos pasajes, nos plantea la cuestión D. Mario Olcese, que es la referencia que tenemos más cercana y que sirve de orientación, sobre la línea que siguen algunos autores:

Jesús anunció que los profetas, incluyendo a su padre en la carne, el legendario rey David, estarán en su mesa en el reino, cuando dijo: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a TODOS LOS PROFETAS (¡David era profeta!) en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos” (Lucas 13:28). Nótese que aquí se habla de TODOS los profetas, y no sólo de algunos, los cuales estarán en el reino de Dios, y entre ellos David y Juan el Bautista, de quien se dice es el menor de los menores que entran en el reino. Estos se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac, Jacob, y los demás profetas. En Lucas 13:29 se dice que los que vengan del oriente y del occidente se sentarán en la mesa en el reino de Dios. “Y vendrán del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía, y se sentarán A LA MESA en el reino de Dios”. En Mateo 8:11 Jesús dice: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, é Isaac, y Jacob, en el reino de los cielos”. De modo que si comparamos ambos textos con la debida atención, veremos que Abraham, Isaac, y Jacob estarán sentados a la mesa mesiánica, y no sólo ellos, sino también TODOS los profetas (ver Lucas 13:28).

Y párrafo que corresponde al artículo de D. Mario, titulado “¿Fue Juan el Bautista excluido del reino venidero, por Mateo 11:11?” (26/01/11) y objeto de nuestra discrepancia. Y donde nos gustaría enfatizar de la última frase de este párrafo transcrito, la expresión “estarán sentados a la mesa mesiánica” y frase a la que se le da una trascendencia que nosotros no le vemos por ningún lado. Y es que siendo cierto que se nos muestra en el pasaje de Luc. 13:29, a todos esos personajes sentados a la mesa mesiánica del reino de Dios, de ninguna manera hace eso de ellos, reyes del mismo y como subliminalmente se nos pretende dar a entender, con un razonamiento un tanto forzado y a lo que nos tiene acostumbrados D. Mario y que queda reflejado, en el comentario de conclusión del artículo que hemos sacado el párrafo transcrito:

Esto, sin embargo, no significa que los fieles del Antiguo Testamento no tendrán el privilegio de reinar con Cristo, pues ya hemos visto que los profetas del AT se sentarán en la mesa mesiánica con Cristo y todos los patriarcas reverenciados por Israel.” (Negritas nuestras).

Y afirmación que de manera palmaria deja clara, la relación que dicho caballero establece entre el sentarse en la mesa del reino, con el ser gobernantes en calidad de reyes en dicho reino, mediante esa extraña interrelación que establece el Sr. Olcese entre Luc. 13:28-29, en dónde absolutamente nada se nos dice en ese sentido y Mat. 8:11, en donde se nos dice menos aún y circunstancia, que nos lleva a analizar dicho pasaje:

Pero les digo que muchos vendrán de las partes orientales y de las partes occidentales y se reclinarán a la mesa con Abrahán e Isaac y Jacob en el reino de los cielos.”

Y es que por mucho que nos esforcemos, lo único que vemos que se nos dice en ese texto, es que muchos, que vendrán de todas partes de la tierra, se reclinarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos...... ¿y…? Pero es que además, en Luc. 13:28, solo se hace referencia a Abraham, Isaac y Jacob, además de a los profetas, haciendo lo mismo que hará la gran muchedumbre de sobrevivientes de la gran tribulación de Rev. 7:9 y 14, así como también a los que posteriormente vayan resucitando y entre los cuales, estarán esos personajes, o sea, viviendo en el reino restaurado de Dios…… bien ¿y qué? ¿Y en dónde se supone que tienen que vivir? ¿Y es eso, el estar disfrutando de las bendiciones del reino, lo que les convierte en reyes en ese reino? Porque sencillamente, es que no hay más donde rascar en esos pasajes de Lucas y Mateo, porque en sí mismos, no dicen nada de ello.

Luego nada que siquiera pudiera sugerir mínimamente, esa pretendida posición regia de los citados personajes y por lo cual, lo que tendríamos que averiguar en primer lugar, es en calidad de qué están esos personajes en el reino: si como gobernantes o como súbditos del mismo. Y es que toda la idea descansa, en la personal suposición que el Sr. Olcese introduce en esos pasajes, en el sentido de que los citados personajes de Mat. 8:11, son reyes en ese reino y extremo que no se afirma en ningún lugar de las Escrituras. Y puesto que desde este blog hemos demostrado hasta la saciedad (y nadie hasta ahora, nos ha podido rebatir el argumento), que ya solo partiendo de Juan 3:5 y si Jesús no nos mintió, esos personajes citados no podían ser de ninguna manera miembros en ese gobierno de reyes co-gobernantes con Cristo, es obvio que solo podían estar en el reino en calidad de súbditos del mismo y con lo cual, estaríamos de nuevo ante un absurdo razonamiento con el que se pretende demostrar, lo que el contexto escritural desmiente con toda rotundidad. Porque un detalle añadido, es que no existe registro alguno en las Escrituras, de algo parecido a una promesa explícita de Jehová a alguno de esos tres prominentes patriarcas citados, o en su defecto, a algún profeta en particular, en la línea de que algún día serían reyes y sacerdotes en el reino venidero o nueva tierra que ellos esperaban (Heb. 11:13). Por lo menos, no hubo ningún indicio de ello, ni siquiera en el solemne momento en que Dios, jurando por sí mismo, ratificó a Abrahán (y raíz primaria de la futura nación de Israel como pueblo), el pacto que en su día le había formulado:

Y el ángel de Jehová procedió a llamar a Abrahán por segunda vez desde los cielos 16 y a decir: “Por mí mismo de veras juro (es la expresión de Jehová) que por motivo de que has hecho esta cosa y no has retenido a tu hijo, tu único 17 yo de seguro te bendeciré y de seguro multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar; y tu descendencia tomará posesión de la puerta de sus enemigos. 18 Y mediante tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra debido a que has escuchado mi voz”. ” (Gén. 22:15-18).

Y este es el contenido del pacto abrahámico y que se hizo extensivo a sus descendientes Isaac y Jacob, pero en el que no hay ni una sola referencia acerca de que llegaran a ser reyes y mucho menos sacerdotes, en un futuro más o menos distante: el pacto sencillamente, no contemplaba semejante posibilidad. Porque nada más lejos de la mente de esos venerables patriarcas, que en un futuro pudiera existir un pueblo llamado Israel y gobernado por reyes, puesto que la promesa de un pacto por el reino se llevó a cabo casi mil años después, en la persona del rey David, segundo rey de esa nueva nación, Israel. Además, la primera mención de la posibilidad de ser reyes y sacerdotes, fue formulada en un pacto que Jehová, por medio de Moises, estableció 430 años después de que Abraham cruzara el rio Éufrates, con el recién liberado pueblo de descendientes de Abraham de la esclavitud en Egipto y que Jehová, en ese pacto, elevó a la condición de “nación” de Israel. Sin embargo, veamos los términos de ese pacto:

Y ahora si ustedes obedecen estrictamente mi voz y verdaderamente guardan mi pacto, entonces ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial de entre todos los demás pueblos, porque toda la tierra me pertenece a mí. 6 Y ustedes mismos llegarán a ser para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.” (Exo. 19:5-6).

Y puesto que ese pacto que incluía sacar de entre esa nación un reino de sacerdotes, eso es, personas que serían a la vez reyes, al tiempo que sacerdotes, quedaba lejos en el tiempo y sujeto a la condición de guardar el pacto, es obvio que ello implicaba la aceptación por “asentimiento” de los que en ese momento estaban allí presentes y que posteriormente se extendería a sus descendientes, obligados por el pacto contraído por sus padres. Y dado que los tres patriarcas citados, no estuvieron presentes en ese acontecimiento (habían fallecido tiempo antes), quedaban por tanto excluidos del mismo: los reyes y sacerdotes, llegado el caso, serían otros, herederos de esos que habían aceptado personalmente el pacto de Jehová. Luego lo que está clarísimo, es que los que viniendo de las partes remotas de la tierra (Mat. 8:11), se sentarían a la mesa en el reino, con Abraham, Isaac y Jacob, no lo harían en calidad de reyes, porque esos personajes no lo eran y en consecuencia, no podían compartir mesa regia con Jesucristo. Luego tenemos que estar hablando de otra cosa.

Entonces ¿qué podría significar, ese estar sentado en la mesa del reino, de Luc. 13:29? Veamos en primer lugar, el contexto, más o menos bien explicado, en que fueron pronunciadas esas palabras: Jesús se estaba refiriendo en ese momento, a todos aquellos líderes religiosos del pueblo de Israel, que consideraban que por ser descendencia de Abraham, ya eran beneficiarios de forma automática de las promesas hechas al citado personaje por parte de Jehová y lo que pretendía decirles, al igual que Juan el Bautista en su momento (Luc. 3:8), es que no era asunto de ascendencia el participar de los beneficios de ese reino, sino asunto de esfuerzo (Luc. 13:24-27). Y esas personas responsables de la nación de Israel, en ese momento representaban las tales bendiciones del “mundo por venir”, como el participar en un banquete festivo con sus antepasados, los patriarcas y los profetas en función de la profecía contenida en el rollo de Isaías y según siempre la profecía registrada en lo que hoy conocemos como el capítulo 25 y verso 6:

Y Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos, en esta montaña, un banquete de platos con mucho aceite, un banquete de vino mantenido sobre las heces, de platos con mucho aceite, llenos de médula, de vino mantenido sobre las heces, filtrado.”

Luego fue partiendo de ese marco de circunstancias, asumido por esas personas, que les habló Jesús en los términos en qué lo hizo, según se registra en Luc. 13:24-29 y siendo el caso, que las palabras de Mat. 8:10-12, aunque en otro contexto, llevaban implícita la misma idea.

Y siendo cierto que ese pasaje de Isaías tiene mucho de literal, tal como se puede deducir del Sal. 72:16, o quizás de otro aún más expresivo y que también de forma profética, apunta directamente a esos tiempos tan esperados en que regirá ese gobierno presidido por Cristo, en una nueva tierra y que se encuentra en Jer. 31:12, no deja de tener otras connotaciones. Porque dadas las especiales necesidades del ser humano, está claro que las provisiones hacia las que indudablemente apunta Isa. 25:6 son las espirituales, tan necesarias para la total restauración del ser humano y que le van a llevar de nuevo, a alcanzar la condición de perfecto hijo de Dios, como en su día poseía Adán. Y es que no podemos olvidar, en dónde puso el énfasis Jesús, cuando hambriento después de cuarenta días sin probar alimento y tentado por Satanás, dijo lo siguiente:

Pero en respuesta él dijo: “Está escrito: No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová”.” (Mat. 4:4).

Y que siendo cierto que no parece haber demasiada relación entre un pasaje y el otro, como principio indicador de la necesidad actual del ser humano, es aceptable en todos sus extremos.

Luego todo mínimamente considerado, es evidente que Luc. 13:28-29 y con esa expresión de “sentarse a la mesa en el reino de Dios”, no puede referirse a otra cosa que a la evidente participación de todos los que allí estén, de las innumerables bendiciones que serán derramadas por Jehová mediante su gobierno delegado y de modo general en todos los aspectos (material, físico, psíquico y espiritual), para la consecución de Su propósito de “restauración de todas las cosas” (Hech. 3:21) y en primer orden de importancia, del ser humano elevado de nuevo a la categoría de perfecto hijo de Dios…… y es que el citado pasaje de Lucas no puede tener otra connotación, porque de lo contrario chocaría de frente con el sentido general del registro escrito. Y no la puede tener, además y como ya hemos considerado, porque el texto de acompañamiento para intentar afirmar esa idea (Mat. 8:11-12), solo dice que aquellos de los cuatro puntos cardinales que accedan al citado reino milenario, se sentarán a la mesa en el reino, con Abraham, Isaac y Jacob y palabras de Jesús, que no tenían otra intención, que el señalarles a aquellos líderes religiosos del pueblo de Israel, que personas con menos derechos que ellos (no serían israelitas naturales y por tanto, descendientes de Abraham), convivirían con esos patriarcas en el reino, mientras que ellos, por su presuntuosa actitud, perderían esa oportunidad y serían rechazados.

Pero es que además, dicho pasaje de Mateo, no hace la más mínima mención de que los citados personajes compartan mesa regia, o sea, que estén sentados en la mesa del Rey y como absurdamente nos pretenden hacer creer, porque como ya hemos visto, los citados personajes y ya solo en virtud de Juan 3: 5, no pueden ser reyes en ese reino. Y es que una cosa es que estén en el reino (que indudablemente estarán y con total seguridad, en posiciones de privilegio) y otra muy distinta, que gobiernen como reyes en el mismo y que ya es harina de otro costal. Y lo cual nos da pie, para observar además, otro detalle muy significativo y que debidamente analizado, de ninguna manera cuadra, con la idea que se nos quiere vender. Veamos:

Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, tuvo una interesante conversación con sus discípulos, ya camino de Jerusalén en donde sería ejecutado, que se produjo en los siguientes términos y a una directa pregunta del apóstol Pedro: “Entonces Pedro le dijo en respuesta: “¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido; ¿qué habrá para nosotros, realmente?” (Mat. 19:27). Luego lo que Pedro estaba pidiendo y para entendernos, era saber qué premio o compensación habría para ellos en concreto, por haber renunciado a todo para seguirle. Bien, pues vean como poco tiempo después, esa pregunta tuvo su respuesta, en lo que conocemos como el pacto por un reino, entre Jesús y sus apóstoles:

Sin embargo, ustedes son los que con constancia han continuado conmigo en mis pruebas; 29 y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino, 30 para que coman y beban a mi mesa en mi reino y se sienten sobre tronos (luego como reyes) para juzgar a las doce tribus de Israel.” (Luc. 22:28-30).

Y solo un detenido análisis, amparado en la lógica y el sentido común, nos muestra que estamos hablando de algo totalmente distinto de lo que se nos dice en Luc. 13:29, porque veamos: las palabras de Jesús son que “ustedes”, o sea ellos, los que en ese momento estaban con él y que eran sus discípulos, por haber “continuado con él” en sus pruebas y algo que no pudieron hacer ni Abraham, Isaac o Jacob, ni los profetas, se habían hecho merecedores de que Jesús les extendiera también a ellos “con ustedes” (no con otros), el pacto, arreglo o trato que Jehová aparentemente había establecido con él mismo, para un reino y lo que implicaba, lógicamente, el compartir su regia mesa con él en su calidad de reyes. Luego de entrada, vemos que ese “pacto por un reino”, de ninguna manera fue establecido con los Abraham, Isaac, Jacob o los profetas, sino únicamente con los discípulos de Jesús. A partir de ahí, querido lector, pregúntese lo siguiente: si ese privilegio de sentarse con Cristo en su mesa regia en el reino en calidad de reyes, ya lo tenían de antiguo los Abraham y compañía, como se nos pretende dar a entender ¿qué era lo que Jesús realmente, les estaba ofreciendo de extraordinario a sus discípulos? ¿No dio a entender Jesús, que ese era el premio por haberle “seguido de continuo” y cosa que de ninguna manera, pudieron hacer esos personajes citados? ¿O es que Jesús les mintió a sus discípulos, cuando les dijo que ese pacto era “con ustedes”, o sea, con ellos en concreto y ocultándoles que otros, otrora sus antepasados, también tendrían participación en el mismo? Porque claro, esas preguntas están ahí y de alguna manera habría que responderlas.

Pero es que yendo un poco más allá ¿cómo es que Pedro y resto de discípulos, excelentes conocedores de los escritos sagrados a su disposición en aquellos tiempos, no sabían nada de esa supuesta promesa a Abraham, Isaac, Jacob y resto de profetas? Y si la citada promesa no aparece sustanciada en ningún registro escrito ¿sobre qué fundamentan dicho planteamiento, los que en este sentido se pronuncian para apoyar la posición de esos personajes como reyes en el reino de Dios? Porque no podemos olvidar, que ni Luc. 13:28-29 ni Mat. 8:11, nos dicen absolutamente nada que mínimamente pueda dar lugar a plantear semejante posibilidad; pero es que además, cuando Jesús pronunció las palabras de Luc. 13:28-29, sus discípulos estaban presentes, ya que le acompañaban en su viaje a Jerusalén y por lo tanto, no eran desconocedores de esa afirmación de Jesús. Tanto es eso así, que ese argumento o afirmación, fue el detonante que generó en su momento la pregunta del bueno de Pedro; luego si esa promesa ya hubiera estado en posesión de los citados personajes, antepasados de los apóstoles, como se nos pretende hacer creer ¿cómo es que no protestaron los discípulos, cuando dicho privilegio les fue ofrecido a ellos como “premio” a determinada actitud, en el sentido de señalar que ese privilegio ya lo tenían sus antepasados? Pues sencillamente, porque era un nuevo pacto y por lo tanto, esos antepasados ni lo tenían ni se les dio jamás: ese pacto fue exclusivo para los apóstoles y se sustanció en 33 EC, durante el día de Pentecostés, cuando fue derramado sobre ellos el espíritu de adopción como Hijos de Dios, que los convertía lógicamente en hermanos de Jesucristo y por tanto, en coherederos del reino en calidad de reyes; y que se fue haciendo extensivo dicho privilegio a otros, mediante la imposición de manos a cargo de los apóstoles y sobre aquellos a los que Jehová previamente, consideraba adecuados y según se deduce de las siguientes palabras de Jesús:

Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga; y yo lo resucitaré en el último día.” (Juan 6:44).

Porque ese nuevo pacto, entre Jesús y sus apóstoles, no tenía efectos retroactivos, así como cualquier pacto que implique de una determinada actitud apropiada por parte de los merecedores. Y es que solo aplicaría a los “que venzan” (Rev. 2:1-3:22) y eso se tenía que demostrar…... y los Abraham y compañía ya no podían demostrar nada, porque habían muerto siglos antes. Y nuevo pacto, a título de curiosidad, que da nombre a las Escrituras Griegas Cristianas y a las que, aunque comúnmente conocemos como “El Nuevo Testamento”, en realidad se tendrían que llamar “El Nuevo Pacto” a tenor del registro escritural, como por ejemplo, Hebr. 8:6-10. Pero en fin, eso es otra historia.

Por lo tanto, en este artículo y que no pretende ser más que una mera reflexión, continuación del anterior “¿Qué dice realmente, Mateo 11:11?” y en el que rebatíamos la afirmación de Apologista Mario Olcese, en el sentido que los notables del AT serán reyes junto a Cristo, creemos que queda suficientemente probado que el significado de Luc. 13:28-29 y Mat. 8:11, no tiene nada que ver con el que le da el citado caballero (y otros muchos, que conste) y que nos colocaría a los notables del AT, reinando junto a Cristo, en franca oposición a las palabras de Jesús en Juan 3:5, entre otros argumentos. No obstante y como no puede ser de otra manera, de nuevo le recomendamos, querido lector, que no se fie demasiado de lo que nosotros le decimos y que por su propia cuenta, mediante el uso de su ejemplar de las Escrituras, compruebe los argumentos del amigo Olcese, los contraste con los nuestros y saque sus lógicas y razonables conclusiones; porque ya sabe…… hasta el mejor escribano, hace un borrón.

MABEL

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