¿Qué dice realmente, Mateo 11:11?
Hace unos días y suponemos que en un intento de desbaratar una objeción que le habíamos formulado, Apologista Mario Olcese publico un artículo (y cosa que está muy bien), que bajo el título de “¿Fue Juan el Bautista excluido del poder del reino venidero, según Mateo 11:11?” (26/01/11), ponía en duda la interpretación generalmente aceptada de dicho pasaje, en el sentido de que efectivamente, el contenido de este texto aleja al citado personaje de la posibilidad de ser miembro del gobierno del reino de Dios, así como también (añadimos nosotros) a los conocidos como notables del AT (los Abraham, Jacob, David, Daniel, etc., etc.). Pero veamos en primer lugar, que nos dice el texto en cuestión:
“En verdad les digo: entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.”
Y que según entendemos nosotros, con estas palabras se hacía referencia expresa a aquellos que, junto a Cristo, han de formar parte de ese gobierno; y puesto que se nos dice, que el menor de ellos, ya era mayor que Juan y por aquello de que a buen entendedor, pocas palabras bastan, obviamente lo que se nos está diciendo es que éste (Juan) no estaría formando parte de dicho grupo gobernante. Ahora bien, vean por otra parte, la explicación que nos da el Sr. Olcese, en defensa de su planteamiento:
“Si tomamos literalmente lo dicho por Jesús de que Juan el Bautista es menor que el último de los que heredan el reino, entonces Juan el Bautista quedará excluido del reino de Cristo indefectiblemente. No podrá ser ni gobernante ni súbdito, pues aquí Jesús no está diciendo que Juan es menor de los menores que gobiernan el reino, sino que claramente dice que es menor o menos de los menores en el reino. Si Jesús hubiera dicho con claridad que Juan el Bautista es menor o más pequeño de los que gobiernan, entonces él no podría ser gobernante, pero sí súbdito. Pero acá Jesús no habla de gobernantes, sino del reino en su conjunto. El menor de los que están en el reino es más que Juan el Bautista, lo que dejaría a Juan el Bautista fuera del reino como un impío. ¡Y esto no lo veo razonable!” (Negritas nuestras).
Y nosotros nos preguntamos, a quién quiere convencer dicho caballero con ese pobre y absurdo argumento, cuando es el caso que del pasaje de Luc. 13:28-29 y en el que Jesús se pronuncia en los mismos términos de Mat. 11:11, o sea, habla del reino en abstracto (sin concretar en nadie), D. Mario y al final de su artículo, si concluye que se refiere a los gobernantes del mismo y lo cual no deja de ser sorprendente, dado que, repetimos, Jesús usa la misma fraseología en ambos pasajes y que al igual como hace en todos aquellos en que habla del reino, no distingue entre gobernantes y gobernados: y es que él solo vino, a seleccionar a los gobernantes de ese reino y por lo tanto, solo a ellos podía referirse.
Pero es que además, extraña afirmación donde las haya (la que acabamos de transcribir), porque dicho caballero se contradice a sí mismo, porque fíjense que decía en un artículo que publico el 12/10/2010, titulado “Estar con Cristo ¿qué implica esta frase?” y en el que estaría afirmando, todo lo contrario de lo que acabamos de leer en ese párrafo transcrito y que nos da la razón en nuestro argumento. Veámoslo:
“Pero lo cierto es que Jesús vino a los Suyos para buscar herederos de su reino, y éstos, por supuesto, eran una manada pequeña comparados con los gentiles del mundo entero. Pero una vez que la mayoría de Su pueblo natural rechazó la oferta del reino, Jesús llamó a los gentiles a través del ministerio de Pablo, y a éstos, les dijo: “Si sufrimos, también REINAREMOS con él; Si le negáremos, él también nos negará” (2 Timoteo 2:12). Así que una participación activa en el reino también le fue ofrecida a una grande multitud de conversos gentiles.” (Negritas nuestras).
¿Y cuál era la oferta del reino? Pues como D. Mario pasa a mostrar, citando del apóstol Pablo, el reinar junto a Cristo, o sea, ser gobernante en el reino. Luego entonces y existiendo ya esta declaración de parte, resulta que en el artículo que estamos analizando, D. Mario parte de un supuesto equivocado al decir que Jesús en ese texto de Mat. 11:11, no hablaba de los que con él serían gobernantes en el reino y lo cual implicaría, que todo el planteamiento formulado en el artículo citado estaría edificado sobre un concepto equivocado, y por tanto se convertiría en un puro dislate…... y que eso es lo que es. Y es que como hemos dicho, cuando Jesús vino a la tierra no hizo otra cosa que dedicarse a reunir a los futuros gobernantes de dicho reino y hasta tal grado eso fue así, que todo lo que leemos en el llamado NT, básicamente en el grueso del mismo, o sea, las cartas cruzadas entre distintas partes, ya en sus salutaciones iniciales solo se hace mención a “los llamados”, a “los escogidos”, o a “los elegidos”. Luego ninguna referencia a algo parecido a súbditos y que si los había, evidentemente ni se mencionan ni se tienen en cuenta para nada: solo se habla de gobernantes. Y lo cual nos lleva a pensar que en ese momento de la incipiente congregación cristiana, solo existía esa clase electa que se postulaba para ese gobierno del reino y por lo tanto, a la única que, razonablemente, se podía referir Jesús en Mat. 11:11.
Luego ¿de qué estaría hablando Jesús en Mat. 11:11? Pues de los gobernantes del reino y sea que hiciera mención directa de ellos o no, porque la misma afirmación inicial de D. Mario en este párrafo transcrito, es clara evidencia del reconocimiento que hace dicho caballero, en el sentido de que Jesús vino solo a buscar a aquellos que junto a él tenían que gobernar y por lo tanto, es solo en ese contexto que hay que entender las palabras de Mateo: otra cosa sería un despropósito interesado; luego y resumiendo, estaríamos hablando de una clara constatación de que Jesús señaló expresamente que Juan el Bautista, no estaría entre esos gobernantes. Y contrario a lo que afirma el Sr. Olcese, Jesús no dio a entender con esas palabras en ningún momento, que Juan por impío (parte final de su segundo párrafo) quedaba fuera del reino: solo dijo que a pesar de lo importante del personaje, no estaría entre aquellos que gobernarían en el mismo. Y es que la comisión de Jesús era la de sacar de entre los miembros del pueblo de Israel “un reino de sacerdotes y una nación santa”, en armonía con la voluntad expresa de Jehová (Exo. 19:6) y por lo que ese fue su principal objetivo. Y dado que solo la razón nos dice, que puesto que hablamos de un reino y de los gobernantes del mismo, por lógica tienen que haber gobernados o súbditos que formen parte de él, solo en esa dirección podemos entender que iba el sentido de las palabras de Jesús: Juan no sería parte de ese gobierno, pero si estaría como cualificado súbdito del mismo. Y es que si como dice D. Mario en el párrafo transcrito, se vino a ofrecer una participación activa en el reino y que tenía que ver con ser gobernante en el mismo, solo el sentido común (y un mínimo conocimiento de la gramática española) nos dice que por contraste, también tendrían que haber personas que tuvieran una participación pasiva en dicho reino y que los llevaría a beneficiarse de la actividad de los primeros (propósito final, por otra parte, del reino: el que unos muchos se beneficien de la actividad de unos pocos), luego no serían gobernantes, sino que serían gobernados.
Ahora bien ¿por qué pudo hacer Jesús esta afirmación en el sentido de que Juan no estaría en el reino de Dios, como miembro activo del gobierno de dicho reino? Todo tiene que ver, con unas palabras que Jesús pronunció tiempo antes del pasaje de Mateo puesto en cuestión por D. Mario, en una conversación que mantuvo con un tal Nicodemo, fariseo y miembro del Sanedrín, en la que Jesús dejo claramente establecidos los requisitos que deberían de reunir aquellos que desearan formar parte del gobierno del reino y en una prueba más, de que Jesús solo tenía como misión, en su primera estancia en la Tierra y con referencia al reino, el reunir al grueso de su clase gobernante:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5).
Y nos permitimos señalar, que tampoco en esta ocasión Jesús menciono, si se refería al reino en términos generales o en términos específicos de gobernabilidad. Pero puesto que D. Mario sí usa en este caso, la segunda variante, o sea, la que hace referencia a los que son declarados Hijos de Dios, por tanto hermanos de Jesucristo y en consecuencia, coherederos del reino en calidad de reyes y sacerdotes (luego gobernantes en el mismo), solo es razonable pensar y por contraste, que en Mat. 11:11, Jesús estaba hablando exactamente de lo mismo: de los gobernantes del reino y lo cual demostraría, el error de Apologista, no solo en cuanto a la interpretación dada al pasaje en sí mismo (se la mostraremos más adelante), sino también al dar un determinado sentido a un texto y otro distinto (según conveniencia) al otro, cuando la realidad es que ambos se refieren al reino de Dios en los mismos términos. Y es que o dicen una cosa…… o la otra, pero las dos al mismo tiempo, no.
Y planteamiento este que hacemos, que se ve reforzado y ya volviendo a Juan 3:5, por el hecho de que estos dos requisitos, el nacer del agua y el nacer del espíritu, por otra parte imprescindibles, según propias palabras de Jesús, no llegaron a estar al alcance de aquellos que desearan conseguirlos, sino a partir del día de Pentecostés de 33 E.C., cuando dio inicio el derramamiento del Espíritu Santo sobre las primeras personas: los doce apóstoles de Jesús. Bautismo en Espíritu Santo, por otra parte, que conllevaba entre otros privilegios (entiéndase poderes varios) y aquí entraríamos ya en el meollo del asunto, el ser uno reconocido como Hijo adoptivo de Dios. Y es que cuando Jesús pronunció las palabras de Mat. 11:11, ya sabía, no solo que Juan el Bautista estaba preso, sino cual sería su trágico final y por lo tanto sabía obviamente, que puesto que moriría antes de que entraran en escena los citados requisitos y por lo tanto, siendo imposibles de alcanzar para él, de ninguna manera podría acceder a un puesto de gobernante en ese reino. Luego es obvio, que la interpretación que nosotros (y muchísimos otros) siempre hemos hecho del pasaje de Mat. 11:11, es la correcta y por lo tanto, la afirmación de D. Mario de que “definitivamente algo distinto tuvo que significar lo dicho por Jesús en Mateo 11:11” (frase final del quinto párrafo), no tiene más objetivo que el intentar buscar una explicación que de alguna manera se ajuste a sus postulados. Y olvidándose por supuesto, que el determinado sentido de un texto, no depende de las especiales necesidades de uno para apoyar determinada idea, sino en el hecho de que cuadre o no, con el contexto general de las Escrituras y que en este caso, al producirse dicha circunstancia a nuestro favor, nos da la razón a nosotros en nuestra forma de entender el pasaje de Mat. 11:11.
Y es que como la interpretación correcta del citado pasaje no se ajusta a sus ideas y que pasan por el afirmar que los notables del AT, han de reinar con Cristo, según afirma, en su comentario de conclusión y expresado en los siguientes términos…… “esto, sin embargo, no significa que los fieles del Antiguo Testamento no tendrán el privilegio de reinar con Cristo……”, no tiene más remedio que buscar una explicación alternativa de porqué el menor en el reino, es mayor que Juan. Y vean y lean con atención, el planteamiento que nos hace al respecto, porque no tiene desperdicio:
“Aunque Juan era el más grande de todos los que vivieron antes de la venida de Jesús, él no llegó a ver la obra, la vida, la muerte y la resurrección del Cordero de Dios. La gente común pudo ver todo esto, y por lo tanto eran más privilegiados que Juan el Bautista. Jesús claramente dijo a sus discípulos humildes y seguidores: “¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Mateo 13:16, 17).
Por lo tanto, sólo esa generación de gente que vio a Jesús personalmente en carne de hombre fue la más privilegiada de todas antes de su venida y después de la ascensión.
Aunque la mayoría de ellos eran simples pescadores de origen humilde, ellos fueron los más especiales de todos los que vieron lo que todos los profetas y justos desearon ver, pero no lo lograron. Estos eran más grandes que Juan el Bautista, el profeta más grande, porque vieron poderosos actos de Jesús, de primera mano, y le oyeron pronunciar las palabras de vida, y se asociaron a él. Esa es la razón por la que Jesús dijo:
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista: a pesar de que el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él” (Mateo 11:11).” (Negritas nuestras).
Y no tiene desperdicio decimos, porque vean que nos dice al inicio del artículo que estamos considerando y refiriéndose a Mat. 11:11:
“Y es que en este verso en cuestión Jesús dice algo tan misterioso sobre su precursor que a muchos estudiosos aún se les hace muy difícil interpretar con lucidez la enseñanza que se esconde en éste.”
Y la tan “sesuda” explicación que nos ha dado, es por lo visto eso tan misterioso que según el citado autor, se esconde detrás de las palabras de Mat. 11:11 y que solo la lúcida mente de D. Mario parece ser capaz de descubrir. Pero planteamiento que se nos antoja un puro disparate, siendo el caso además, que ni siquiera es de su autoría, sino que es sacado de un comentario que del citado pasaje, hace un tal Michael Pedrin (evangelista, según el Sr. Olcese) y que por lo visto, siendo para D. Mario digno de todo crédito, usa como prueba irrefutable del significado correcto del pasaje de Mateo. Y claro, así es muy difícil que podamos entendernos nunca, porque nosotros tomamos siempre como punto de referencia para avalar nuestros planteamientos a las Escrituras y el citado caballero, al primero que pasa por ahí y dice algo de acuerdo con lo que él piensa. Porque lo que realmente convertía al más pequeño del reino, en uno mucho mayor que el gran profeta que fue Juan el Bautista, era que mientras el primero había adquirido la suprema condición de Hijo adoptivo de Dios, mediante el ser partícipe del derramamiento del Espíritu Santo, Juan no lo pudo conseguir porque murió antes de que los requisitos exigidos por Jesús estuvieran disponibles…… tan sencillo, lógico y razonable como eso. Luego nada que ver con esa absurda explicación que se nos da, ni con el ser indigno o no, para conseguir el tal privilegio, como apunta D. Mario al inicio del párrafo cinco de su artículo, sino solo cuestión de simple oportunidad: la coincidencia de estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno.
Pero claro, es que los hechos son tozudos y por lo tanto, desmienten continuamente el argumento de fondo del Sr. Olcese y que finalmente, se resume en lo siguiente: que los notables del AT tienen que gobernar con Cristo, sí…… o sí. Y el primero de los hechos a los que hacemos mención y que desmiente dicha afirmación (según las Escrituras y no escritos extemporáneos), tiene que ver con las palabras de Jesús en Juan 3:5 y en las que si no nos mintió y puesto que ha quedado probado, que los requisitos allí apuntados no estuvieron al alcance de esos personajes (habían muerto siglos antes de que estuvieran accesibles), no podían en consecuencia, acceder a un puesto de gobernante con Jesucristo en el reino y los siente el Sr. Olcese en la mesa del reino o en un banco del parque municipal. Y esto, repetimos, es un hecho.
Otro hecho tiene que ver, con otra condición que también adquiere el rango de requisito indispensable para aquellos que han de acceder al gobierno del reino y según se desprende del registro bíblico: han de sufrir una muerte de sacrifico. Veamos en primer lugar, como veía la cuestión Pablo:
“Porque si hemos sido unidos con él en la semejanza de su muerte, ciertamente también seremos unidos con él en la semejanza de su resurrección.” (Rom. 6:5).
Y palabras, que de forma implícita, obviamente establecían un requisito y que tienen su refrendo en el libro de Revelación, por ejemplo, en el pasaje del capítulo 6 y versos del 9 al 11:
“Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados a causa de la palabra de Dios y a causa de la obra de testimonio que solían tener. 10 Y clamaban con voz fuerte, y decían: “¿Hasta cuándo, Señor Soberano santo y verdadero, te abstienes de juzgar y de vengar nuestra sangre en los que moran en la tierra?”. 11 Y a cada uno de ellos se dio una larga ropa blanca; y se les dijo que descansaran por un poco de tiempo más, hasta que se completara también el número de sus coesclavos y de sus hermanos que estaban a punto de ser muertos como ellos también lo habían sido.”
Luego prescindiendo que el pasaje en cuestión nos deja claro el hecho de que todavía quedan por aparecer algunos “ungidos” y que en buena lógica, se supone que serán los que llevarán la delantera en la gran predicación final de Mat. 24:14 y la que sí tendrá ya como objetivo prioritario, la recolección de los primeros súbditos del reino, es obvio que no quedan dudas de cuál era el significado de las palabras que en su momento, Jesucristo dirigió a los integrantes de las siete congregaciones de Rev. 2 y 3, en el sentido de que “al que venza…..” y extremo que queda perfectamente fijado, en la visión que Juan tuvo de aquellos que alcanzaron por fin, el poder sentarse en los respectivos tronos prometidos por Jesucristo. Veamos un detalle revelador de la visión de Juan y no olvidando, que estaba recibiendo información del propio Jesucristo:
“Y vi tronos y hubo quienes se sentaron en ellos y se les dio poder para juzgar. Sí, vi las almas de los que fueron ejecutados con hacha por el testimonio que dieron de Jesús y por hablar acerca de Dios y los que no habían adorado ni a la bestia salvaje ni a su imagen y que no habían recibido la marca sobre la frente ni sobre la mano. Y llegaron a vivir y reinaron con el Cristo por mil años.” (Rev. 20:4).
Luego es perfectamente entendible y de acuerdo a las palabras de Pablo, que el tener una posición de privilegio en el reino, o sea, como gobernante del mismo, está directamente relacionado con el haber sufrido una muerte de sacrificio o martirio y que, más o menos, es el significado que se nos quiere transmitir con las expresiones, haber sido “degollado” o ejecutado “con hacha”. En todo caso, personas que han vencido de la misma manera que venció Jesús, o sea, siendo probados hasta la muerte:
“Al que venza, le concederé sentarse conmigo en mi trono, así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono.” (Rev. 3:21).
Y circunstancia esta, que tampoco se da entre los notables del AT, ya que la inmensa mayoría de ellos murieron en la cama “en buena vejez y satisfechos de días”, como los casos de Abrahán, Isaac y David (Gén. 25:8; 35:29; 1Cró. 29:28). Y si bien es cierto, que en el caso de algunos profetas sí existió muerte violenta, no fue “a causa del testimonio que dieron de Jesús”, sino como causa de los mensajes de juicio que como emisarios de Jehová, portaban contra su pueblo Israel y que por lo visto, no contando con el beneplácito de los respectivos gobernantes, siempre optaban por eliminar al mensajero. Luego estaríamos hablando de otro hecho, que tampoco se da entre esos notables y a los que D. Mario se empeña en colocar de reyes.
Y vamos a un tercer hecho, que viene a cuento de la afirmación que dicho caballero, para apoyar la circunstancia mencionada, nos hace en el escrito que estamos comentando en su párrafo cinco y en el que comete algunos errores de bulto, entre el que destaca el usar la relación de David como supuesto “noble padre” de Jesucristo, con el derecho que en consecuencia y según el Sr. Olcese, tendría el citado personaje de gobernar en el reino y si como esa circunstancia le diera algún plus sobre otros:
“Pues bien, ¿creerá alguno que David, que por ser un profeta nacido de mujer, y muy anterior a Juan, y menor que éste, es indigno de ser co-gobernante con su hijo (el Mesías Cristo) en su propio reino davídico restaurado? Es decir, ¿estará David en su reino restaurado simplemente como un vasallo, o en el peor de los casos, totalmente excluido de él porque es menor que el mismo profeta Juan el Bautista, que a su vez es menor de los menores de los que entran en el reino? ¿Realmente cree usted que el reino davídico será restaurado con más gloria aún, pero teniendo a su primer rey ungido como un mero súbdito del mismo? ¡Vamos, amigos, debemos ser consecuentes con todas las promesas bíblicas, y no ser parciales! Sinceramente no creo que al propio rey Jesús le gustaría ver a su propio noble padre como un vasallo de su propio reino, como si estuviera derrocado por su hijo. Definitivamente algo distinto tuvo que significar lo dicho por Jesús en Mateo 11:11.” (Negritas nuestras).
Y es que aparte de lo infantil, rebuscado y poco serio del argumento, nadie ha dicho que David, ni ningún otro de esos personajes que hemos ido citando, fueran indignos del privilegio de gobernar con Cristo: simplemente hemos afirmado que si Jesús no mintió y puesto que no lograron alcanzar esos requisitos por Él mismo declarados como imprescindibles para acceder a ese gobierno del reino, sencillamente no podían estar allí…… no decimos nada más. Por otra parte ¿por qué no podía ser David, al igual que Moisés, Isaac, Jacob y tantos otros, súbdito de un reino, regido por el propio Hijo de Dios? Obviamente y sin duda alguna, como súbditos cualificadísimos todos ellos y con grandes responsabilidades, pero dependientes en todo caso, de la regia autoridad de Jesucristo y de sus otros reyes asociados. Porque mientras que de David y resto, incluido Juan el Bautista, no se nos dice en ningún lugar de las Escrituras que hayan sido declarados Hijos adoptivos de Dios, si se nos dice expresamente eso de los co-herederos del reino con Cristo y cual los hace, evidentemente, superiores en rango sobre ellos.
Y en otro orden de cosas ¿de dónde saca D. Mario, que David fue el primer rey ungido de Israel? Y es que según nos dicen las Escrituras, el primer rey ungido de Israel fue Saúl:
“Samuel entonces tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl y besó a Saúl y dijo: “¿No es porque Jehová te ha ungido por caudillo sobre su herencia?”.” (1 Sam. 10:1).
Y atención aparte merece la afirmación de D. Mario en el sentido de que David, fue el noble padre de Jesús y que aún concediendo que estaríamos hablando de una cuestión semántica, la carga de intencionalidad que lleva como apoyo de la idea, aunque solo sea por la fraseología empleada, de que David no puede ser menos que su descendiente Jesucristo (su hijo en palabras de D. Mario) y por lo tanto, también tendría que ser rey, exige una reflexión. Y ella nos la permiten, las respectivas genealogías que de Jesús se registraron en Lucas y Mateo y en donde vemos que el primero, trazó la línea genealógica por medio de otro hijo de David, en este caso Natán, mientras que Mateo la establece por medio de Salomón y a través del cual, recordemos, siguió la línea sucesoria (Luc. 3:31; Mat. 1:6-7). Luego vemos que Lucas sigue la ascendencia de María y así prueba que Jesús era descendiente natural de David, por línea materna (que no paterna y que cambia totalmente el argumento de D. Mario), mientras que Mateo muestra que Jesús tenía derecho legal al trono de David al ser descendiente de Salomón por la línea de José, quien era en términos, digamos legalistas, el padre de Jesús. Porque tanto Mateo como Lucas, indican que José no era el verdadero padre de Jesús (cuanto menos David), sino solo su padre adoptivo y por medio del que adquiría el derecho legal al trono de su antepasado David. Y es que cuando llega a Jesús, Mateo se desvía del estilo usado hasta ese momento y dice:
“Jacob llegó a ser padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, a quien se llama Cristo.” (Mat. 1:16).
Nótese que no dice “José llegó a ser padre de Jesús”, sino que era “el esposo de María, de la cual nació Jesús”. Lucas es incluso más específico cuando, después de mostrar que Jesús era realmente el Hijo de Dios por medio de María (Luc. 1:32-35), dice: “Jesús (…...) siendo hijo, según se opinaba, de José, hijo de Helí.” (Luc. 3:23). Y es que el Padre de Jesús, no fue otro que Jehová:
“Pero cuando llegó el límite cabal del tiempo, Dios envió a su Hijo, que vino a ser procedente de una mujer y que llegó a estar bajo ley.” (Gál. 4:4).
Luego la afirmación un tanto interesada y subjetiva de calificar a David como “el noble padre” de Jesús y tendente a predisponer al lector hacia determinada idea, no entendemos como la más apropiada y honesta; porque en definitiva, David no fue más que un antepasado de Jesús, como en su caso lo fueron Abrahán, o Jacob, u Obet, por no decir el mismo Noé y que lógicamente, también fue un antepasado de Jesús (o remontarnos hasta el mismísimo Adán si conviene) y que prescindiendo de la prominencia o circunstancias personales de cada uno de los personajes envueltos en el asunto, sencilla y llanamente, fueron solo eso: antepasados. Y si hemos señalado esas incorrecciones, ha sido con el propósito de mostrarles que D. Mario no se para en barras cuando necesita rebatir un planteamiento que no está de acuerdo con sus postulados y no encuentra la manera de hacerlo mediante textos bíblicos: si para ello tiene que dar datos no demasiado ajustados (por decirlo de forma suave) a la realidad de los hechos, pues lo hace y ya está. Y si además para ello, tiene que retorcer un texto bíblico hasta conseguir que diga aquello que su contexto no le permite decir, pues de nuevo lo hace y punto.….. y si no pega, pues le ponen un poco de cola y asunto solventado.
Pero es que hay otra cuestión, bastante más grave y que tiene que ver con esa interpretación del tal Michael Pedrin y que…… ¡hombre!, si la transcripción que nos ha hecho D. Mario, es tal cual la expone dicho caballero, como muy recomendable el personaje en calidad de evangelista desde luego no es, aunque eso no quitaría responsabilidad al Sr. Olcese y cuya obligación, es comprobar que aquello que usa como elementos probatorios de algo, se ajustan a la verdad. Y es que a pesar de lo afirmado en el párrafo anterior, no queremos pensar que D. Mario llegue a esos extremos…… al menos, nos resistimos a pensarlo. Porque fíjense, como se vierte en esa explicación del tal Pedrin, el pasaje de Mat. 11:11:
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista: a pesar de que el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.”
Luego según ese “a pesar”, traducido en esa versión y que es una incongruencia como un piano (porque entonces ¿quién sería el más grande, Juan o el menor en el reino de los cielos?), esa traducción consigue que el texto venga a decir y para aquellos que no afinen demasiado a la hora de leer determinada porción de lectura, que a pesar de que el menor en el reino es mayor, Juan continúa siendo el más grande y lo cual, de forma subliminal, transmite la idea de que Juan sí podría estar en ese gobierno del reino, ya que el texto de Mateo y según esa versión, no dice lo contrario. Y nosotros rogamos que si alguien conoce una traducción en el idioma español, que vierta ese pasaje de Mateo de esta manera, que por favor nos lo diga porque no hemos encontrado ninguna: todas dicen sin lugar a dudas, que el menor en el reino, es mayor que Juan y lo cual lo excluye de manera fulminante del gobierno del mismo. Luego si no ha habido intencionalidad de confundir o engañar y no queremos creerlo, que el Sr. Olcese lo diga públicamente y se disculpe de semejante barbaridad, explicando cual, según él, es la versión correcta: la del “amigo” Pedrin, o la de la RVR 1960 (y que normalmente usa dicho caballero), que lo vierte de esta manera:
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.”
Y repetimos que no queremos pensar mal, pero es que la última frase de ese párrafo cinco transcrito: “Definitivamente algo distinto tuvo que significar lo dicho por Jesús en Mateo 11:11.”, pues que quieren que les digamos, pero no nos huele demasiado bien. Porque claro, como el significado del mismo (el de la versión correcta, claro) no se ajusta a su idea de que los Abrahán y compañía (David incluido), tienen que gobernar en el reino ya que de no ser así, se desbarataría su disparatada enseñanza de las dos resurrecciones de Juan 5:28-29 y que comparte entre otros, con el Dr. Javier Rivas Martínez, tiene que hacer lo que sea para encontrarle otro significado, aunque sea tan absurdo y fuera de lugar como el que nos ha dado, pero que apoyado con esa “especialísima” versión del pasaje de Mateo en consideración, hasta podría colar entre los inexpertos. Pero ya hemos visto, que el contexto general de la Escritura y que no se puede alterar, prueba sin ninguna duda, que lo que Jesús quiso decir en dicho pasaje de Mat. 11:11, es que Juan el Bautista no estará entre los gobernantes del reino. Y repetimos: sea voluntario o de forma involuntaria, el error ahí está y que puede llevar a un incorrecto entendimiento de un pasaje clave en las Escrituras, como es el que estamos analizando y ello permitir que una enseñanza falsa se difunda entre los no demasiado entendidos. Por ello y de forma inmediata e inexcusable, Apologista Mario Olcese tiene que decir algo, ya que de lo contrario, habría dudas más que razonables acerca de la intencionalidad de la inserción de dicha incorrecta traducción.
Por cierto y rogándoles sepan disculpar el inciso: el día 3 de este mes de Febrero, se cumplió un año desde que le formulábamos al citado D. Javier Rivas Martínez, una pregunta relacionada con ese tema de Juan 5:28-29 y que de forma más explícita le repetíamos tres días después, en un artículo titulado “Las dos resurrecciones del Dr. Rivas”, en el que le preguntábamos y siempre según su particular interpretación del citado pasaje, en cuál de esas dos resurrecciones colocaba a Juan el Bautista y asunto que tiene relación directa con el tema que nos ocupa con D. Mario, o sea, la correcta interpretación de Mat. 11:11. Bien, la pregunta en cuestión y a día de hoy (un año después y que se dice pronto), no solo no ha sido atendida en tiempo y forma, sino que hace poco publicó un artículo, reafirmándose en el mismo sentido y lo que obviamente nos movió a responderle, recordándole ese “pequeño detalle” de que hay una pregunta pendiente de respuesta acerca de ese tema. Su respuesta, esperada por otra parte, se ha resumido en distintas alusiones y alguna de ellas, en términos injuriosos en recientes artículos, lo cual repetimos, no nos ha sorprendido en lo más mínimo…… pero nada que ver con el responder a la citada pregunta. Y como siempre en este blog y desde el cual, nunca se le ha insultado, continuamos sin entrar en tan barriobajeras formas y nos limitamos a recordarle, que mientras no dé una cumplida respuesta a esa pregunta de total e importante contenido bíblico, no tiene autoridad moral alguna para continuar hablando de los cosas de Dios. Y por ello nos remitimos a un reciente artículo de D. Mario Olcese, titulado “Los hombres de paz serán llamados Hijos de Dios” y que suscribimos casi en su totalidad, como espejo en el cual mirarse D. Javier y reflexionar en la imagen que le devuelve. Dicho esto, volvamos de nuevo al Sr. Olcese y Mat. 11:11.
Porque siendo el mostrado a lo largo de nuestro artículo, el verdadero significado de dicho pasaje, del mismo obviamente se saca una derivada: y es que si Juan el Bautista era el mayor entre los nacidos de mujer, por lógica era mayor que los Isaac, Moisés, Abrahán, David, Daniel, etc., etc. Luego si él y siendo mayor que todos estos personajes, no alcanzaba a dar la talla (dicho sea en términos coloquiales) para entrar a formar parte del gobierno del reino, cuanto menos esos personajes citados y que eran menores que Juan. Pero ya habiendo explicado que lo que realmente los hacía mayores, con respecto de un profeta tan prominente como Juan el Bautista, era que el “ungimiento” o “bautismo” con Espíritu Santo, conllevaba el ser declarado como Hijos de Dios, a aquellos que lo recibieran y por lo tanto, los convertía en hermanos de Jesucristo (Mat. 28:10) y co-herederos del reino, veamos que nos dicen las Escrituras, acerca de la nueva relación de parentesco que tendrá Jesucristo, con los otrora sus padres o antepasados:
“En lugar de tus padres serán tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra.” (Sal. 45:16).
¿Y cómo entendemos este pasaje, según el contexto en el que nos movemos? Pues en armonía con lo que se nos dice en Isa. 9:6 y en donde a Jesucristo, uno de los títulos que se le conceden es el de “Padre eterno”, solo podemos deducir que por derecho de recompra y en virtud de su sangre derramada, toda la inmensa cantidad de personas que en función de la oportunidad, no han alcanzado el privilegio de formar parte de ese grupo de Hijos de Dios, entre ellos esos antepasados de Jesucristo, pasan a convertirse en hijos de Jesucristo (eso es lo que nos dice el Salmo) de forma temporal, hasta que al final del milenio, Este devuelva a su Padre Celestial (1Cor. 15:25-28) una humanidad en las debidas circunstancias para recobrar la condición del ser humano como hijo perfecto de Dios, de la que en un principio gozó Adán: “…… hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.” (Luc. 3:38). Y para que de esta manera su lleve a cabo, la completa y total restauración de la que nos habló Pablo en Hech. 3:20-21:
“……y para que él envíe al Cristo nombrado para ustedes, Jesús, 21 a quien el cielo, en verdad, tiene que retener dentro de sí hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.”
Y eso es todo lo que, a groso modo, nosotros argumentamos al insostenible planteamiento de Apologista, diciéndole que Mat. 11:11 sí excluye a Juan el Bautista y por extensión a los notables del AT, de participar en ese gobierno del reino; y cuestión que creemos haber probado, mediante contraste con el contexto general de las Escrituras. Y es que quizás a lo mejor, el pasaje que D. Mario tendría que reconsiderar o la interpretación que del mismo hace, es el de Luc. 13:28-29, así como la conclusión que saca de asociarlo con Mat. 8:11 y que según la primera frase de su penúltimo párrafo, es la siguiente:
“Así que David, Juan el bautista, y los demás profetas y patriarcas estarán sentados a la mesa con el Rey, y esto tiene un significado singular: el de gozar de un status de privilegio y honor con Su Majestad, el rey.” (Negritas nuestras).
Y explícita afirmación que, cuando se analizan con la debida atención, de ninguna manera hacen esos textos en los que se apoya (de forma incorrecta e interesada, una vez más), para decir algo que de ninguna manera siquiera se da a entender en el texto sagrado: que esas personas que cita, lleguen a ser reyes y sacerdotes y por tanto, inmortales Hijos de Dios junto a Cristo (Rev. 20:6) en el venidero reino y contrario, como ha quedado probado, con lo dicho por Jesús en Mat. 11:11 y en el entero contenido bíblico consultado. Y por supuesto que gozarán de un status de privilegio, con respecto de otros súbditos de ese reino, puesto que hemos leído que el propio Jesucristo los hará príncipes (que no reyes y que es muy distinto), sobre toda la Tierra y que Jesús en el pasaje de Mateo, hablando respecto de Juan, no dijo absolutamente nada contrario a ello, ni nosotros lo hemos dado nunca a entender. Es obvio que ese gobierno precisará de una organización o infraestructura de apoyo en su labor administrativa y que los puestos de prominencia, es solo razonable que queden en manos de esos dignísimos personajes, así como otros, por ejemplo, miembros de la gran muchedumbre que sobrevivirá a la gran tribulación, que ocuparán otros de menor importancia; pero lo que está claro, es que tanto los unos como los otros y a diferencia de esos inmortales reyes y sacerdotes que gobernarán con Cristo, tendrán que ser restaurados o perfeccionados en todo aspecto, durante el milenio, hasta alcanzar el estado de perfección óptimo que les permita acceder de nuevo a la condición de perfectos hijos de Dios y con el derecho por tanto a la vida eterna, que parece ser, es el punto en disputa. Y es que el Sr. Olcese y otros muchos, ya sueñan (dado que se postulan como “ungidos”, o Hijos de Dios) con la inmortalidad, riquezas, poder sobre muchas naciones…… en fin, el cuento de la lechera.
Y claro, cuando alguien les dice que eso no es así y al igual que esos reyes y sacerdotes de la antigüedad, a los que Jehová mostraba su reprobación por boca de los profetas, acaban cargándose al mensajero: resulta que nosotros no entendemos lo que dicen los textos bíblicos.
MABEL
domingo, 6 de febrero de 2011
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