¿Resucitarán todos los muertos?
En un reciente artículo titulado: “El Reino y la esperanza de la resurrección”, dejamos una pregunta pendiente, en el sentido de si resucitarían todos los muertos o habría algunos que no recibirían dicha oportunidad y que consideramos oportuno en aquel momento, dejarla para un nuevo comentario. Pues bien, lo que sigue a continuación, es la respuesta a dicha pregunta y siempre según lo que nosotros entendemos acerca de este tema, claro; veamos.
Es cierto que son muchas las personas que piensan que eso será así (que habrá una resurrección general) y para las que no es entendible la idea de que ciertos individuos, ya ahora, sean reos de destrucción eterna y en consecuencia, no participen de ninguna resurrección. Esto es cierto en el caso de los Universalistas (según tenemos entendido), quienes creen que finalmente todo el mundo se salvará. Parece ser, que allá por el tercer siglo de la E.C., el escritor religioso Orígenes propuso la idea de una salvación final para todos y que ahí empezó a tomar forma dicha creencia. Noten sin embargo, que decimos “parece ser”, dado que no tenemos este dato plenamente contrastado. Sin embargo y sin llegar al extremo de creer eso, hoy algunos que alegan ser cristianos, opinan que quizás todos los seres humanos serán resucitados, incluso todas las víctimas futuras de la “gran tribulación.” (Rev. 7:14). De todas maneras y por encima de como piensen los seres humanos acerca de este tema u otro cualquiera, entendemos desde este blog, que lo que debe de prevalecer por encima de todo es la opinión de nuestro Creador, en el sentido que “más bien, sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso” (Rom. 3:4). Por lo tanto y después de analizado el contexto bíblico sobre este asunto, estamos en disposición de afirmar de nuevo, que la biblia no dice esto.
Inconscientemente los que así piensan, se acercan de modo peligroso a la doctrina de las principales iglesias de la cristiandad que enseñan que los cuerpos sin vida de todos los muertos, serán levantados para reunirse con sus respectivas almas en el cielo o en el infierno. Sin embargo y como hemos comentado, la Biblia no enseña que habrá una “resurrección general” tal como lo hacen las distintas organizaciones referidas en el sentido de que todos los muertos, incluidos los inicuos destruidos durante “la gran tribulación”, serán resucitados o levantados de nuevo a la vida. Ya Jesús señaló que no todo el mundo sería resucitado, cuando contestando una pregunta con bastante mala uva que le hicieron los saduceos, quienes creían que nadie resucitaría, dijo lo siguiente:
“..…. los que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos…” (Luc. 20:35).
Y sin entrar en una consideración acerca del correcto sentido y finalidad del pasaje en su totalidad (la pregunta de los saduceos iba en otra dirección), sí sus palabras indican de todas maneras, que existía la posibilidad de que algunos no fueran considerados dignos de ser resucitados en el prometido nuevo sistema de cosas de Dios.
En el capítulo 20 de Revelación, que trata el asunto de la resurrección de “los demás de los muertos” (nada que ver con la “primera” resurrección) y en donde se nos dice que el “mar” y el “Hades” entregan los muertos que hay en ellos, nada se nos dice sin embargo, de muertos que salieran del “lago de fuego,” o “muerte segunda” (Rev. 20:14) y que en otros lugares se les identifican como “Gehena.” (Luc. 12:5). Tal como la palabra “mar” representa el acuoso sepulcro colectivo de los que murieron en las profundidades del mar y cuyos cuerpos nunca fueron recobrados para ser enterrados, así la palabra griega “Hades” no se refiere a ninguna tumba individual, sino más bien, al sepulcro terrestre común de la humanidad y que se corresponde con la palabra Seol que está en las Escrituras Hebreas; Jesús declaró:
“Llegué a estar muerto, pero, ¡mira! vivo para siempre jamás y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” (Rev. 1:18)
Durante su reinado milenario él usará estas llaves para liberar de la muerte a los que han sido “considerados dignos” de ganar el venidero sistema de cosas; por otro lado, en ninguna parte de las Escrituras se declara que Cristo tenga las llaves del Gehena, sino que él dijo acerca del mismo lo siguiente:
“No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.” (Mat. 10:28). Ahora bien ¿qué es el Gehena?
Este nombre aparece doce veces en las Escrituras Griegas Cristianas y aunque muchos traductores se toman la libertad de reproducirlo por “infierno”, algunas de las traducciones consultadas suelen transliterar el término griego “gué-en-na”, que por otra parte, parece ajustarse más al sentido de la idea que Jesús quería transmitir. Este lugar conocido como “el valle de Hinón” (Jos. 15:8) y cercano a Jerusalén, era usado en tiempos de Jesús como vertedero o quemadero de los residuos de la ciudad, como asimismo el lugar donde eran echados los cuerpos muertos de los criminales ajusticiados, para su total destrucción. Jesucristo relacionó el fuego con la palabra Gehena en Mat. 5:22; 18:9, así como en Mar. 9:47-48, como también lo hizo el discípulo Santiago, el único escritor bíblico, además de Mateo, Marcos y Lucas, que usó dicho término:
“Pues bien, la lengua es un fuego. La lengua constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural y es encendida en llamas por el Gehena.” (Sant. 3:6).
Es obvio entonces, que Jesús usó el Gehena como una representación de destrucción completa, destrucción que sería el resultado del juicio adverso de Dios y de la cual no habría ninguna posibilidad de resucitar de nuevo a la vida:
“Además, les digo, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. 5 Pero yo les indicaré a quién temer: Teman a aquel que después de matar tiene autoridad para echar en el Gehena. Sí, les digo, teman a Este.” (Luc. 12:4-5).
Parece ser que Jesús también aludió a Isa. 66:24 cuando dijo que en el Gehena la “cresa no muere y el fuego no se apaga” (Mar. 9:47-48). Es evidente que este no es un cuadro simbólico de tormento (como algunos opinan), sino más bien de destrucción completa y eterna, ya que el citado texto de Isaías no está hablando de personas vivas, sino de los cadáveres de los hombres que estuvieron transgrediendo contra Dios:
“Y realmente saldrán y pondrán la vista sobre los cadáveres de los hombres que estuvieron transgrediendo contra mí; porque los gusanos mismos que están sobre ellos no morirán y su fuego mismo no se extinguirá y tienen que llegar a ser algo repulsivo para toda carne.”
Si el valle de Hinón era un lugar donde se arrojaba la basura y los cadáveres (como indica la documentación disponible), el único medio apropiado de eliminar tales desechos sería el fuego y que probablemente para que cumpliera dicha función, era quizás avivado añadiendo azufre, como nos da a entender Isa. 30:33:
“Porque de antemano está preparado un Tófet (también para el rey) un foso profundo y ancho; hay paja y madera en abundancia. El aliento de Yahveh, cual torrente de azufre, lo enciende.” (Según una nota aclaratoria de la versión RV 1989, la expresión “Tófet” se podría traducir como “quemadero”).
Allí donde no llegase el fuego, se criarían gusanos o cresas, que consumirían todo lo que no hubiese destruido el fuego. Sobre esta base, las palabras de Jesús darían a entender que el efecto destructivo del juicio adverso de Dios no cesaría hasta que se alcanzase una destrucción completa. Ahora bien, la Biblia muestra claramente que algunos van a parar al Gehena simbólico (destrucción eterna) y que Rev. 20:14, resume así:
“Y la Muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego.”
Luego queda claro, que el paralelismo establecido entre el “Gehena”, el “lago de fuego” y la “muerte segunda”, nos presenta esos términos como símbolo de destrucción eterna y aplicada a personas, aún antes de que llegue el período milenario del reino de Dios. Jesús dijo a los impenitentes escribas y fariseos que ellos y los prosélitos gentiles que habían hecho, eran “sujetos para el Gehena” o literalmente, “hijos del Gehena”; veamos Mat. 23:15:
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito y cuando este llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes.”
Entonces si hasta un prosélito de los fariseos llegaba a ser sujeto para el Gehena “dos veces más que ellos”, ¡cuánto más lo sería Judas Iscariote, quien hizo un trato aberrante con ellos para traicionar al Hijo de Dios! Jesús dio a entender esto cuando llamó a Judas “el hijo de destrucción.” (Juan 17:12). De manera similar, cuando los impenitentes apóstatas mueren, no van al Seol, o Hades, sino directamente al Gehena o destrucción eterna:
“Porque es imposible que los que fueron una vez iluminados, que gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo, 5 que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero 6 y después recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento; puesto que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio. 7 Porque la tierra, que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce hierba para el provecho de aquellos que la cultivan, recibe la bendición de Dios. 8 Pero la que produce espinos y abrojos es desechada, está cercana a la maldición y su fin es ser quemada.” (Heb. 6:4-8).
Estos son solo ejemplos que muestran que algunos, aun en este mundo, sistema u orden de cosas y que han cometido el pecado por el cual no hay perdón, ni “en este mundo ni en el venidero” (Mat. 12:31-32), de ninguna manera serán resucitados.
El mismo hecho de que Jesús declarara que la “blasfemia contra el espíritu santo” no sería perdonada ni “en este sistema de cosas ni en el venidero” debe bastar para que cualquiera que tenga dudas sobre este asunto, quede convencido de que Jehová pronuncia juicio final o definitivo en contra de algunas personas aún durante “este sistema”, ya que ellas llegan a ser culpables del pecado eterno que “no tiene perdón jamás.” (Mar. 3:29). Entonces, ¿qué sentido tendría el que se les resucitara de nuevo?
Y por favor, que nadie entienda que andamos amenazando a la gente con la destrucción...... solo estamos exponiendo lo que entendemos es el punto de vista de Jehová. Es cierto, que de Él se dice que es “paciente”, porque “no desea que ninguno sea destruido, sino desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Ped. 3:9); pero recordemos también que es el máximo exponente de la Justicia:
“La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él.” (Deut. 32:4).
Y que el significado etimológico del término “Justicia” es el de: “dar a cada uno lo que se merece”; entonces lejos de, quizás inconscientemente, dudar de la manera como Jehová maneja ciertos asuntos, confiemos en Él como el Juez Perfecto que es. Porque si cuando se lleva un caso ante jueces humanos imperfectos y éste pasa por el entero procedimiento judicial, desde el tribunal de menor autoridad hasta el tribunal supremo del país, los hombres consideran que se ha hecho justicia y ya no se puede presentar otra apelación, entonces ¿por qué hemos de dudar de las resoluciones del más Alto y Soberano Tribunal que existe y de lo definitivas que estas son? (Sal. 119:75). Por otra parte y aunque Jehová ha demostrado ser extraordinariamente “paciente” porque “desea que todos alcancen el arrepentimiento”, él sabe que no todos los seres humanos se arrepentirán:
“Aunque se muestre favor al inicuo, simplemente no aprenderá justicia. En la tierra de derechura actuará injustamente y no verá la eminencia de Jehová.” (Isa. 26:10).
Por eso Jesús nos advirtió: “…... sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.” Y conste que al pronunciar estas palabras, Jesús no estaba haciendo un alegato sobre la posibilidad de la inmortalidad del alma, sino de lo irrevocable que es el juicio divino que se dicta en contra de los que no se arrepienten.
¿Y que de las personas ejecutadas como resultado de juicios provenientes directamente de Jehová? ¿Sería razonable que se les diera la oportunidad de resucitar? Pensemos que entre ellas estarían, las victimas del Diluvio, las de Sodoma y Gomorra, o los destruidos como consecuencia de la rebelión de Coré, Datán, Abiram y On contra el escogido de Jehová, Moisés, por no citar otros más casos. Uno de los comentarios más claros acerca de este asunto, está en Judas 7: Judas acababa de hablar de 1º: israelitas que fueron destruidos por falta de fe y 2º: ángeles que habían pecado y que están “reservados con cadenas sempiternas para el juicio del gran día”, o sea destrucción final (2 Ped. 2:4)...... por lo tanto, Judas concluyó lo siguiente:
“Así también Sodoma y Gomorra (......) son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador al sufrir el castigo judicial de fuego eterno”.
Este texto se ha aplicado por algunos, en el sentido de que fueron las ciudades mismas las que fueron destruidas eternamente y no sus habitantes. No obstante, en vista de Judas 5 y 6, lo razonable sería entender que el versículo 7 nos muestra que serían las personas las que recibirían castigo judicial eterno. Además, lo que se juzgó y condenó, fueron actos y conductas llevados a cabo por personas y no por edificios o estructuras físicas. Considerado esto así, Judas 7 significaría que la gente inicua de Sodoma y Gomorra fue juzgada y destruida para siempre ya en ese mismo momento.
Pero al buscar en otros lugares, nos encontramos con que en más de una ocasión la Biblia relaciona el Diluvio con Sodoma y Gomorra. Veamos: cuando a Jesús se le preguntó sobre “la conclusión del sistema de cosas”, él predijo el “fin” venidero y una “gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo” (Mat. 24:3; 21). En el relato de Lucas, se nos da el detalle que Jesús también había hablado de “los días de Noé” y de lo que “ocurrió en los días de Lot”, para señalar ejemplos de personas que no prestaron atención a la advertencia acerca de una destrucción inminente...... y añadiendo:
“De la misma manera será en aquel día en que el Hijo del hombre ha de ser revelado” (Luc. 17:26-30).
¿Estaba Jesús simplemente ilustrando una actitud, o sugiere el contexto de estos ejemplos que había juicios eternos implicados? Eso parece, después de considerar la segunda carta de Pedro y en la que nos encontramos que el apóstol escribió acerca de los juicios de Dios y del castigo eterno que de Él recibirían los que lo merecían. Y usó tres ejemplos: el de los ángeles que pecaron, el del mundo antiguo del tiempo de Noé y el de las personas que fueron destruidas en Sodoma y Gomorra. Pedro dijo que estas experiencias “ponen para personas impías un modelo de cosas venideras.” (2 Ped. 2:4-9). Después, comparó la destrucción de la gente en el Diluvio con el venidero “día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos” (2 Ped. 3:5-7). Sin embargo, veamos algo interesante en el verso 9 de ese mismo capítulo 3:
“Jehová no es lento respecto a su promesa, como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento.”
De que aquí se nos está hablando de destrucción eterna, lo prueba la siguiente reflexión: si esas personas con respecto de las que se afirma que Jehová es paciente porque no desea que sean destruidas, después de su destrucción tuvieran acceso a una resurrección ¿qué problema habría, desde el punto de vista de Dios, en que fueran temporalmente eliminadas cuando Él tiene el poder de restaurarlas a la vida? Ninguno, entonces ¿a qué se debe la paciente espera de Jehová ante un posible cambio de actitud de la persona en cuestión? Pues para no tener que llegar a la dramática resolución de destruirlos eternamente y lo cual elimina de golpe, al tratarse de un juicio directo del Altísimo, la posibilidad de una resurrección...... lo contrario significaría que Jehová se habría equivocado en el juicio a esas personas. Y eso sucede antes de los “nuevos cielos y una nueva tierra” prometidos (2 Ped. 3:13), en cuyo contexto dará inicio el reinado milenario y con ello, la resurrección de los muertos.
Y para dar énfasis al hecho que estamos hablando de juicios eternos, tanto de los pasados como del venidero en la “gran tribulación” al fin del sistema inicuo actual, veamos cómo responde Pablo a la cuestión de si se habrá juzgado para siempre a los que Dios ejecute en ese momento o haya ejecutado en anteriores juicios; y eso es lo que indica 2 Tes. 1:6-9:
“Esto toma en cuenta que es justo por parte de Dios pagar con tribulación a los que les causan tribulación, 7 pero, a ustedes que sufren la tribulación, con alivio juntamente con nosotros al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles 8 en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. 9 Estos mismos sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna de delante del Señor y de la gloria de su fuerza.”
Y dado que como hemos visto, las Escrituras relacionan este último evento de la “gran tribulación” con los juicios anteriores, evidentemente los resultados son los mismos: destrucción eterna para aquellos que han sufrido sus consecuencias. Teniendo en cuenta que dichas palabras de Pablo, tienen su cumplimiento durante la gran tribulación, o sea, antes de dar inicio al milenio y que es cuando comenzará la segunda resurrección, estaríamos hablando de miles de millones de personas que no serán resucitadas y a las que habría que sumar, las de los citados juicios anteriores.
Y en fin queridos amigos, dado que creemos que queda probado que no todos los muertos serán resucitados, nosotros lo dejamos ahí no sin antes recomendarles, que hagan buen uso de sus traducciones de las Escrituras y comprueben por Uds. mismos lo veraz y atinado de nuestras conclusiones...... o no. Y es que ya saben, aquí hasta el más pintado se puede equivocar.
MABEL
martes, 16 de febrero de 2010
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