sábado, 27 de febrero de 2010

La certeza de la vida eterna

Si nuestro querido lector nos lo permite, señalaremos de nuevo que el objetivo de nuestro blog, no es el de impartir enseñanza ni crear doctrina, sino de alguna manera intentar aclarar algunas afirmaciones un tanto erróneas, siempre desde nuestro punto de vista, que se publican en Internet y que pudieran llevarle a confusión...... y eso es lo que, según nuestro entender, hace el artículo que vamos a someter a consideración. Se trata del publicado por Apologista Mario Olcese, con fecha 24 de Febrero de 2010 y que pareciéndonos interesante en esencia, hay algunas observaciones que consideramos necesarias para aquellas personas que lo puedan leer. Y que como siempre que hablamos de otro autor, les recomendamos que así lo hagan, para obtener con ello una clara perspectiva de lo publicado y que a la vez, les permita evaluar el correcto fundamento o no, de nuestra posición. El artículo en cuestión, se titula: “¿Es posible realmente saber si uno es salvo? ¡Pues no…. aún!” y publicado en su blog “apologista.wordpress.com”. La idea sobre la que gira dicho artículo es la siguiente, según palabras de su autor:

Lo que los cristianos deben entender es que la salvación es un proceso que empieza con nuestra conversión o arrepentimiento y la aceptación por fe en Cristo y su evangelio del reino.” (Negritas nuestras)

O sea, según él, la salvación “es un proceso” y para probar este extremo, cita de Filipenses 2:12, que dice así:

De modo que, amados míos, así como habéis obedecido siempre (no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia), ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.”

Con lo cual parece que Apologista nos está diciendo, que uno solo sabrá si tiene la salvación o la posibilidad de vivir eternamente al final de una carrera de ímprobos esfuerzos. A continuación y en un siguiente subtema, pasa a analizar la necesidad “de ser perfectos” para alcanzar dicha salvación y citando para ello de 2 Pedro 1:5-11, en donde se detallan una serie de cualidades que el cristiano debe de ir atesorando de forma gradual y a través de su vida como tal, para alcanzar al final saber si le ha tocado “la lotería” de acceder a la vida eterna o no...... pero es que resulta que eso no es así, porque sencillamente, la Biblia no parece decir esto. De entrada, tenemos que considerar la imposibilidad de llegar a ser perfectos en este sistema de cosas en el que mal vivimos y lo cual solo se conseguirá al término del Milenio, cuando la humanidad sobreviviente alcanzará, gracias a los beneficios impartidos durante ese tiempo por Jehová y mediante Cristo y resto de gobernantes asociados, la misma perfección de la que disfrutaron Adán y Eva. Entonces seremos perfectos; y es cierto que el citado autor usa el texto de Prov. 2:21, para probar su teoría y citando de RV 1960, dice así:

Porque los rectos habitarán la tierra. Y los perfectos permanecerán en ella.”

Pero claro, es que resulta que todas las demás versiones consultadas, incluidas las versiones RV 1989 y 1995, sustituyen dicha expresión por la de “íntegros” o “rectos”y con lo cual no estaríamos hablando de lo mismo: se puede ser íntegro, sin necesidad de ser perfecto…… mientras que se puede ser perfecto y no guardar integridad (caso de Adán). Y es que entendemos nosotros que hay que ir con mucho cuidado y asegurarse mucho antes de transcribir algunos textos, para no llevar a nuestros lectores a ideas que pudieran confundirles. No olvidemos por otra parte, la responsabilidad que ello conlleva, dado que estamos hablando de la palabra de Jehová y con la consiguiente repercusión sobre aquellos que nos puedan leer, lo cual no es ninguna broma.

Pero es que también el artículo en cuestión, lo que hace de inicio es poner una barrera casi insalvable para aquellas personas que se inician en el estudio de las Escrituras: nada menos que llegar a ser perfectos y para lo cual hay que hacer no sé cuántas cosas, para poder conseguir la salvación o la vida eterna. Y es que, como hemos afirmado antes, las Escrituras no parecen ir en esa dirección, sino todo lo contrario y la cual cosa, quizás anime un poco a los recién iniciados en el estudio bíblico, así como a aquellos que aún se los están pensando. Lo que la Biblia nos está diciendo, es que aquellos que mediante conocimiento o estudio de las Escrituras, lleguen a cifrar su confianza o esperanza en la sangre derramada por Jesucristo y se hagan sus seguidores, ya tienen concedido y a partir de ese mismo momento, el derecho a la vida eterna y que si mantienen una conducta de integridad a los principios reflejados en las Escrituras, nadie, absolutamente nadie, les puede arrebatar. Y nada tiene eso que ver, con lo que afirman algunos de que cuando nos bautizamos, automáticamente somos hechos Hijos de Dios. Eso en una barbaridad que carece de todo soporte bíblico y que demuestra una nula comprensión del propósito final de Dios, aparte de desvirtuar el significado de Isaías 9:6.

Retomando el hilo de nuestra consideración, en el sentido de que cuando ejercemos fe en el sacrificio de Jesús y la plasmamos con nuestro bautismo en su nombre, ya adquirimos un derecho, vemos la certeza de tal afirmación en las siguientes palabras de Jesús, según Juan 6:40:

Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el día final.”

Luego vemos que aún antes de morir y ser resucitados y a partir del momento de dirigir nuestra atención al sacrificio redentor de Jesucristo y ejercer fe en él, ya tenemos alcanzado el derecho a la vida eterna...... pero es que Jesús dijo más, cuando garantizó lo siguiente en el pasaje de la resurrección de Lázaro:

Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.” (Juan 11:25).

Porque cuando uno muere habiendo sido integro durante su vida, a los requisitos de la fe, se lleva consigo, por decirlo de alguna manera, el derecho otorgado de la vida eterna y que cuando resucita se le es reconocido, de tal manera que si continúa manteniendo dicha integridad en la prueba final y al término de los mil años del reinado de Cristo (Rev. 20:7-10), continuará viviendo eternamente; no porque allí y como premio se le conceda tal galardón, sino porque se le continúa respetando ese derecho que Jehová, en su infinita misericordia, le concedió en el mismo momento que aceptó a su Hijo. Y esa es toda la historia y no hay más.

Para ilustrarlo, imagínémonos a una estudiante de medicina, que feliz recoja al final de sus estudios y en solemne ceremonia, el título o diploma que la acredita como doctora en medicina ¿y que hace realmente ese documento?...... pues concederle el derecho a desempeñar la práctica profesional de la medicina y que mientras respete las responsabilidades que conlleva su Código Deontológico (Juramento Hipocrático), nunca se le será retirado por el Colegio de Médicos que se lo otorgó.

Y lo cual resulta muy distinto de lo que se nos ha contado en el citado artículo y que si nos lo permiten, vamos a comparar nuestro planteamiento con una creencia que se tiene en el mundo del ciclismo y que les dará a entender perfectamente la idea que queremos transmitir. Se dice que el Tour de Francia es por mucho la carrera ciclista más prestigiosa que existe, ya que se caracteriza por su dureza y a tal grado, que solo el terminarla ya se considera un mérito. Sin embargo, es opinión de todos los profesionales que han participado en ella, que cuando uno defiende el maillot amarillo de líder, tanto sus piernas como sus fuerzas se transforman. De tal manera es eso así, que se ha llegado a producir el caso de que dicha carrera la han ganado ciclistas que en un principio no contaban en los pronósticos y que en una etapa de transición se han adueñado de la prenda en cuestión, para luego no haber nadie que se la pudiera arrebatar. Lo que pretendemos decir, es que una cosa es luchar por algo posible de conseguir a corto, medio o largo plazo y otra muy distinta, pero que muy distinta, es luchar por defender o mantener aquello que ya se tiene...... y nuestro Creador, sabe eso perfectamente; pero veamos otro comentario del artículo del Sr. Olcese:

El diablo ha levantado engañadores que ofrecen una salvación automática y fácil. Ellos dicen que con sólo “aceptar a Cristo y recibirlo en su vida” usted ya es salvo… ¡mentira! Usted no ha sido salvo por aceptar a Cristo y su evangelio!…Usted ha aceptado a Cristo y su evangelio para entrar en el camino de la salvación. Usted ha aceptado correr la carrera cristiana para estar en forma para cuando Cristo regrese, y así él le pueda otorgar su corona de gloria por haber sido un buen “atleta cristiano.”

Pero es que resulta que en la idea afirmada en este párrafo, hay un contrasentido con una de las enseñanzas básicas del autor en cuestión. Porque mientras que aquí se nos afirma que uno no tiene la salvación de inmediato, sino que lo que hace es iniciar un camino que debe llevarlo a ir creciendo en la madurez espiritual y solo al final de la carrera se verá si uno es salvo o no, la susodicha enseñanza básica del Sr. Olcese, es la de que cuando uno acepta a Cristo y su evangelio y se bautiza, automáticamente pasa a convertirse en Hijo de Dios, en consecuencia hermano de Jesucristo y co-heredero, por tanto, del reino en calidad de rey y sacerdote...... y algo que pueden leer en cualquiera de sus artículos publicados que traten sobre del tema. Y todo ello en el mismo momento de bautizarse, siendo por tanto aún un bebé espiritual y sin haber alcanzado lógicamente la madurez requerida para tan alto ministerio...... y eso y con todos nuestros respetos, es una contradicción algo difícil de entender.

Por supuesto que uno y como hemos dicho, tiene el mantener integridad como requisito fundamental, faltaría más, ya que aquí y a diferencia de algunas organizaciones llamadas cristianas, no vale aquello de que una vez salvo, siempre salvo. Así como también es necesario, ir adquiriendo conocimiento de forma progresiva hacia la madurez:

“…… Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, 10 y vístanse de la nueva personalidad, que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado.” (Col. 3:9-10).

Luego de lo que se trata, es de una lucha constante, no con la esperanza de conseguir algo en un futuro, sino con la ilusión y el esfuerzo por mantener un maravilloso don que ya poseemos: el derecho a la vida eterna; veamos un ejemplo:

Y Dios es el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió; 22 es también quien nos ha sellado y ha puesto como garantía al Espíritu en nuestros corazones.” (2 Cor. 1:21-22).

El que aquí estaba hablando era Pablo y notemos lo que nos está diciendo: ellos ya sabían por aquel entonces y sin tener que esperar al final de sus vidas o al momento de su resurrección, que Jehová ya les había dado la confirmación en Cristo, los había sellado y ya les había puesto la garantía de todo ello en sus corazones. Luego ellos y en ese tiempo, ya tenían seguro y confirmado el galardón y que los únicos que podían perder tan maravilloso privilegio y al igual que nuestro primer padre Adán, eran ellos mismos, si no continuaban por el mismo derrotero que les había llevado a ser “escogidos”. Y aunque estamos hablando del reducido grupo de los “ungidos” o elegidos por Jehová para gobernar en el Reino junto a su Hijo Jesucristo en calidad de hermanos, lo mismo nos aplica a todos nosotros, los que no formamos parte de ese reducido grupo (Luc. 12:32).

Porque noten por favor, que estamos hablamos de un derecho y no de un hecho ya consumado, lo cual es muy distinto y que si nos lo permiten, intentaremos aclarar con un ejemplo por demás muy cotidiano: cuando usted compra un boleto o entrada para asistir a un evento o espectáculo programado para dos o tres meses vista (por decir algo), ya ha adquirido el derecho a estar presente en él cuando el tal se produzca y que será en un tiempo futuro. Que luego pueda llevar a cabo dicho derecho o no, ya depende del cuidado que usted haya tenido en poner a buen recaudo dicho boleto y con ello no perderlo, lo cual siempre suele depender, del aprecio o importancia que le dé al evento en cuestión. Pues eso es lo mismo: a los cristianos o verdaderos seguidores de Jesucristo, les ha sido entregado un boleto figurativo que les concede el derecho de acceder a la vida eterna y que si lo cuidan y valoran con sumo cuidado para no perderlo, mediante el no apartarse de llevar a cabo la voluntad de Jehová continuamente y superando cualquier impedimento o prueba que pueda surgir, cuando llegue el momento de la celebración del evento referido, allí estaremos en primera fila con el boleto en la mano.

Y que el Excelso Portero y Juez nombrado por nuestro Creador, Jesucristo, tomará de nuestras manos permitiéndonos la entrada al magnífico y deslumbrante recinto, donde se llevará a cabo el más grande y feliz espectáculo que jamás ojos humanos hayan podido contemplar. A dicho recinto se le conoce como “El Reino de Dios” y al espectáculo en cuestión, como: “El ser humano, de nuevo restaurado a la perfección”...... atractivo ¿no?

MABEL

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