¿Sobrevivirá Ud. a la Gran Tribulación?
“¡Cercano está el gran Día de Yahveh, cercano, a toda prisa viene! ¡Amargo el ruido del día de Yahveh, dará gritos entonces hasta el bravo! 15 Día de ira el día aquel, día de angustia y de aprieto, día de devastación y desolación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa niebla, 16 día de trompeta y de clamor, contra las ciudades fortificadas y las torres de los ángulos. 17 Yo pondré a los hombres en aprieto y ellos como ciegos andarán (porque pecaron contra Yahveh); su sangre será derramada como polvo y su carne como excremento. 18 Ni su plata ni su oro podrán salvarlos en el Día de la ira de Yahveh, cuando por el fuego de su celo la tierra entera sea devorada; pues él hará exterminio ¡y terrorífico!, de todos los habitantes de la tierra.” (Sof. 1:14-18).
Con esas duras y aterradoras palabras, define el profeta Sofonías el día de juicio por parte de Dios y al que nos vamos a enfrentar los habitantes de la tierra en un futuro inmediato, según todos los indicios. Corroborando dichas palabras, cuando Jesús estuvo aquí en la tierra y respondiendo a una particular pregunta formulada por sus discípulos, dijo lo siguiente:
“…... porque entonces habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. 22 De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados.” (Mat. 24:21-22).
Estas palabras figuran en el contexto de una profecía de largo alcance que él dio como respuesta a la citada pregunta y en la que se nos da a entender, la dramática situación que en un futuro, ahora ya inmediato, se verá abocada la humanidad: “…... a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría.” Sin embargo y afortunadamente, Jesús nos señala la posibilidad de que aquellos terroríficos días fueran acortados, con la finalidad de que hubiera supervivientes. Y que de acuerdo con ello, sí las Escrituras nos hablan de que habrá sobrevivientes y en cantidad tal, “que ningún hombre podía contar”; leámoslo:
“Después de estas cosas vi y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos.” (Rev. 7:9).
Pero quizás el amable lector se podría preguntar, qué relación hay entre la gran tribulación citada en las palabras de Jesús y esta gran muchedumbre de Revelación; pues bien, la respuesta la tenemos unos versos más adelante en el mismo capítulo 7 de Revelación:
“Y, en respuesta, uno de los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos de la larga ropa blanca, ¿quiénes son y de dónde vinieron?”. 14 De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (versos 13-14).
Luego habiendo aclarado esta parte del asunto, podríamos pasar a buscar la respuesta a la pregunta que da título a este artículo; veamos.
Para poder responder a esta pregunta de forma creíble, nos tenemos que apoyar en unas palabras que habló Pablo y registradas en Rom. 15:4:
“En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.”
Partiendo de esa base, lo razonable es ir a las Escrituras para ver que nos dicen sobre dicha cuestión y dado que no nos cabe la menor duda por otra parte, que de lo que estamos hablando es de un juicio de parte de Jehová y que la cosa no parece que vaya de broma, quizás sería oportuno, ver que pasó en anteriores juicios a los que fue sometida la humanidad, ya que según Pablo en el texto de Romanos citado al principio del párrafo, se pueden sacar conclusiones de hechos del pasado; pues bien, repasemos algunos de ellos, por demás conocidos por casi todo el mundo.
Durante el tiempo del Diluvio, Jehová libro a Noé y siete personas más, de la mayor catástrofe medio ambiental que haya sufrido jamás el planeta Tierra en vida del hombre, sencillamente porque se apegaron a su palabra y la obedecieron, del mismo modo que Lot, junto a su esposa y dos hijas, fueron sacados milagrosamente de la corrompida ciudad de Sodoma en la que habitaban y antes de ser destruida, por la misma razón.
En tiempos de la destrucción de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, en el año 587 a.E.C., solo se libraron de los trágicos horrores que se vivieron en la ciudad durante su asedio y salvaron su vida, aquellos que obedecieron las indicaciones que dio Jehová, mediante su profeta Jeremías:
“Y a este pueblo dirás: “Esto es lo que ha dicho Jehová: “Aquí pongo delante de ustedes el camino de la vida y el camino de la muerte. 9 El que se quede sentado en esta ciudad morirá a espada y del hambre y de la peste; pero el que esté saliendo y realmente se pase a los caldeos que los tienen sitiados, seguirá viviendo y su alma ciertamente llegará a ser suya como despojo.” (Jer. 21:8-9).
Y aunque los caldeos tenían fama de tratar con mucha crueldad a los prisioneros que tomaban, lo cual hacía del obedecer a Jehová una dificilísima decisión, los que así lo hicieron confiando en Él, consiguieron salvar sus vidas y evitarse las brutales penalidades que debieron de soportar sus conciudadanos que no obedecieron a Dios y que sí experimentaron en propia carne, la brutal crueldad de sus sitiadores.
Otra situación parecida de milagrosa salvación, se produjo en el año 66 E.C., cuando Jerusalén fue cercada por el ejército romano al mando del cual estaba el general Cestio Galo, siendo el caso que ya Jesús en su momento, había dado la siguiente advertencia:
“Además, cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. 21 Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas y los que estén en medio de Jerusalén retírense y los que estén en los lugares rurales no entren en ella.” (Luc. 21:20-21).
Y aunque en el citado asedio por los romanos, no parecía haber escape, de pronto y de forma incomprensible para cualquier entendido en estrategia militar, el cerco fue levantado y los romanos se retiraron; y ello dio la oportunidad a aquellos que recordaron las palabras de Jesús, pronunciadas más de 30 años antes y confiaron en ellas, de coger lo imprescindible o quizás ni siquiera eso y marcharse tan lejos como pudieran de Jerusalén. Esta confianza y obediencia a tales palabras, fue lo que les salvó la vida, pues cuatro años más tarde con los romanos de vuelta y esta vez, al mando del general Tito, arrasaron Jerusalén con el macabro saldo de 1,100.000 muertos y más de 90.000 prisioneros, muchos de los cuales murieron arrojados a las fieras en el circo romano (según Flavio Josefo en su obra: “La guerra de los judíos”). Pero notamos que la constante en todos estos actos de juicio, es el hecho que todas aquellas personas que confiaron y obedecieron a su Creador, fueron salvadas y no perdieron la vida...... pero alguno pudiera decir: “Esto está muy bien, pero en esta época de armas nucleares, biológicas y químicas de destrucción masiva, no hay lugar en la tierra donde uno pueda estar a salvo.” Y eso es cierto, pero es que nadie ha dicho que la solución sea el echar a correr y poner tierra de por medio, sino fíjese en dónde está la solución:
“Porque esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová, el Santo de Israel: “Por volver y descansar se salvarán ustedes. Su poderío resultará estar simplemente en mantenerse sosegados y en confianza plena”. Pero ustedes no quisieron.” (Isa. 30:15).
Estas palabras se produjeron en el contexto de una alianza que tramaban los dirigentes de Judá y en la que llevaban algún tiempo conspirando en secreto, para encontrar la manera de no caer en el yugo de Asiria. Pero Jehová que los había estado observando, ahora pone al descubierto su infame plan mediante su profeta Isaías, censurándolos por su actitud y lo cual provoca en esos caudillos intrigantes, una verdadera sacudida cuando oyen al profeta Isaías su secreto plan de viajar a Egipto con el objetivo de establecer una alianza y que era algo más que un acto hostil contra Asiria: suponía rebelarse contra Jehová Dios como su plaza fuerte y fuente de protección. Y Jehová les estaba instando a desistir de su inútil empeño, recomendándoles “volver y descansar”, en el sentido de que volvieran a su fuente de protección natural que era Él y descansaran de sus tramas y costosos esfuerzos por conseguir la ayuda de terceros, en ese caso Egipto, a lo cual ellos “no quisieron” hacer caso.
Luego la pregunta es esta: ¿querrá usted, cuando las cosas se pongan de un negro subido, mantenerse sosegado y en calma, con plena confianza en la promesa de nuestro Creador de que le mantendrá a salvo? Y es cierto que no hay forma humana de escapar de la mortal radiación de los artefactos nucleares o de los efectos de las armas biológicas y químicas de destrucción masiva con enfermedades contagiosas y casi siempre mortales, que pueden ser lanzadas al ambiente de forma intencionada por los ejércitos de turno, así como de los gases venenosos, como el gas Sarín, Mostaza u otros; pero también es cierto que Jehová sabe de la situación y tiene remedio contra ella, además del inmenso poder de neutralizar tales efectos nocivos. De entrada y refiriéndose a los mismos sucesos calamitosos por ocurrir en la tierra según la profecía de Sofonías mencionada, o sea, nos estamos refiriendo al mismo período de juicio, Él nos extiende la siguiente invitación:
“Anda, pueblo mío, entra en tus cuartos interiores y cierra tus puertas tras de ti. Escóndete por solo un momento hasta que pase la denunciación. 21 Porque, ¡mira!, Jehová está saliendo de su lugar para pedir cuenta por el error del habitante de la tierra contra él y la tierra ciertamente expondrá su derramamiento de sangre y ya no encubrirá a los de ella a quienes han matado.” (Isa. 26:20-21).
Y note por favor, la diferencia entre esta actitud pasiva de entrar uno en sus cuartos interiores y esperar, con la de los juicios anteriores y que tenían que ver, con el tomar acción y echar a huir. Pero ¿cómo puede ser esa la solución? ¿Cómo hará Jehová para salvarnos? Veamos querido lector ¿ha leído usted en alguna ocasión, el Salmo 91? ¿Acepta la invitación de leerlo juntos? Pues vamos allá y veamos que nos dice este hermoso y esperanzador Salmo y quizás se le aclare un poco la cuestión.
“Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo, se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso.
2 Ciertamente diré a Jehová: “Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré”.
3 Porque él mismo te librará de la trampa del pajarero, de la peste que causa adversidades.
4 Con sus plumas remeras obstruirá el acceso a ti y debajo de sus alas te refugiarás. Su apego a la verdad será un escudo grande y baluarte.
5 No tendrás miedo de nada pavoroso de noche, ni de la flecha que vuela de día,
6 ni de la peste que anda en las tinieblas, ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía.
7 Mil caerán a tu lado mismo y diez mil a tu diestra; a ti no se te acercará.
8 Solo con tus ojos seguirás mirando y verás la retribución misma de los inicuos.
9 Porque tú dijiste: “Jehová es mi refugio”, has hecho al Altísimo mismo tu morada;
10 no te acaecerá ninguna calamidad y ni siquiera una plaga se acercará a tu tienda.
11 Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.
12 Sobre sus manos te llevarán, para que no des con tu pie contra piedra alguna.
13 Sobre el león joven y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo crinado y a la culebra grande.
14 Porque en mí él ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre.
15 Él me invocará y yo le responderé. Estaré con él en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré.
16 Con largura de días lo satisfaré y le haré ver la salvación por mí.”
Hermoso y animador ¿verdad? Y aunque este Salmo en principio aplicaba proféticamente a Jesucristo, fíjese que en su inicio dice “Cualquiera...”, con lo que queda claro que tendría una general aplicación y por tanto, eso es lo que ocurrirá con aquellas personas que como dice dicho salmo, hagan de Jehová su refugio o plaza fuerte y confíen plenamente en ÉL. Ahora bien ¿cómo puede uno hacer esto y calificar en consecuencia para ser librado de la destrucción durante la venidera Gran Tribulación? Para ello, tenemos que volver de nuevo al libro de Revelación...... vemos que al principio de este artículo, hemos mencionado de Rev. 7:14, que dice así:
“De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”
Luego vemos que esas personas han tenido que hacer algo para conseguir ser salvadas de una destrucción segura; pero ¿qué significa el lavar uno sus ropas y emblanquecerlas con la sangre del cordero? La respuesta a esa pregunta la empezamos a encontrar en el siguiente texto bíblico:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Para cuando Adán y Eva pecaron contra su Creador, no solo fueron expulsados del paraíso y de la familia humana de Dios, sino que fueron condenados a muerte y con ellos su descendencia (Gén. 2:17). Pero Jehová, en su infinita misericordia, no dejó abandonados a su suerte a los descendientes de la rebelde primera pareja, sino que preparó un plan...... y plan que se empezó a sustanciar, cuando en cumplimiento de innumerables profecías, apareció su Hijo en la Tierra y dio su vida para satisfacer el precio de rescate exigido: un hombre perfecto, por un hombre perfecto...... el propio Jesús lo expreso así:
“Así como el Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos.” (Mat. 20:28).
Luego lo que se ofrecía a la humanidad, era aceptar el sacrificio redentor de la sangre derramada por Jesucristo y ejercer fe en él, con lo cual uno adquiría una apariencia limpia ante el Altísimo, al ser cubierto su pecado por el sacrificio de Cristo. Y eso es lo que significa lavar las ropas y blanquearlas con la sangre del cordero y lo que conlleva el ser protegido a través de los difíciles tiempos por venir. Y que al hacer eso y actuar en consecuencia, usted manifiesta plena confianza y obediencia, a la voluntad de su Creador, el Soberano sobre todo el Universo y cuyo nombre es Jehová (o Yahveh, según algunos).
Y por fin, aparece como pieza fundamental y culminante del plan de Dios, lo que conocemos precisamente como el reino de Dios. Este reino, argumento principal del tema de las Escrituras y razón primerísima de la aparición del Mesías, según propias palabras (Lucas 4:43), es el instrumento que Jehová va a usar, para la obra que culminará con la finalización del Plan Divino:
“…… hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas de tiempo antiguo.” (Hech. 3:21).
Pero ¿qué es en realidad el reino de Dios y qué relación tiene con el sobrevivir a la “gran tribulación” de Mat. 24:21? Notemos:
Acto seguido de la citada “gran tribulación” y que culminará con la segunda venida de Jesucristo, se iniciará un período de mil años y en el que regirá en calidad de Rey delegado por Dios, el mismo Jesucristo, acompañado de un pequeño grupo de gobernantes asociados (Luc. 12:32). Pues bien, a ese conjunto conformado por un período de mil años de duración y un gobierno delegado de Jehová, es lo que se conoce como “el reino de Dios”; y durante el cual tiempo, se llevará a cabo el propósito de Jehová de restaurar al ser humano a la perfección, así como la restauración del medio ambiente hasta convertir la tierra en un paraíso. En ese tiempo también, se irá resucitando a los muertos de forma progresiva, para que tengan la oportunidad de, mediante el aprovechamiento de las bendiciones espirituales impartidas, alcanzar una posición de favor ante el Altísimo y poder así acceder a la vida eterna. Luego vemos que la muerte como consecuencia directa del pecado, ya habrá desaparecido en ese período de mil años y ahí entra, la importancia del sobrevivir a la “gran tribulación”.
Las personas que sobrevivan a tan trágico suceso, no solo habrán gozado de la protección directa de Jehová y ser apartados por tanto de vivir tan espantosos días, sino que siendo los primeros súbditos del Reino, verán tan maravilloso milagro (el de ser protegidos) superado por el hecho de tener la posibilidad de alcanzar la vida eterna, sin tener que haber muerto. O sea, serán los primeros seres humanos que no morirán jamás; veamos como confirman esa idea las propias palabras de Jesús, según Juan 11:25-26:
“Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir; 26 y todo el que vive y ejerce fe en mí no morirá jamás. ¿Crees tú esto?”.
Evidentemente, conocemos la respuesta de Marta, porque está reflejada en el versículo siguiente (27):
“Ella le dijo: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, Aquel que viene al mundo.”
Lo que no sabemos es si se lo cree usted...... pero ¿recuerda los dos caminos que Jehová puso ante aquellos judíos del siglo VI a.E.C., según Jer. 21:8, antes citado? Pues bien, según Jesús, continúan abiertos ante nosotros:
“Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción y muchos son los que entran por él; 14 mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida y pocos son los que la hallan.” (Mat. 7:13-14).
Y probablemente usted, se encuentra en ese momento ante dicha encrucijada, luego la pregunta es ¿qué camino elegirá? Por el ancho, ya transita la inmensa mayoría de la humanidad, que ha tomado la decisión de apartar de su vida cualquier referencia del consejo bíblico y pensando que su forma de ver las cosas es la correcta...... bien, eso pensaban las víctimas de los cuatro juicios de Jehová que hemos citado antes y así les fue; por el estrecho sin embargo, transitamos y con todo el esfuerzo que eso conlleva, unos pocos que sí hemos escuchado el sano y amoroso consejo de las Escrituras y decidimos acogernos al medio que Jehová a puesto ante nosotros para salvación: la sangre derramada por Jesucristo en sacrificio por nuestros pecados y ejerciendo fe en él, además de hacer de la Palabra de Dios, la Biblia, nuestra guía y norte en la vida como prueba de nuestra total confianza y obediencia en nuestro Creador. Entonces y considerado todo lo considerado ¿cuál pues, es el camino escogerá usted?
Y para ayudarle un poco en la dirección hacia donde sería conveniente decantarse, permítanos una pequeña información: si bien hemos dicho que la característica de aquellos que se salvaron, fue la confianza y obediencia a Jehová, también tenemos que decirle, que lo que caracterizó a las numerosas víctimas de esos juicios, es que no creyeron ni por un momento que ello les pudiera ocurrir: ni los contemporáneos de Noé, ni los convecinos de Lot, ni los confiados moradores de la Jerusalén del año 587 a. E.C., ni los cientos de miles que en el año 70 moraban en Jerusalén, la inmensa mayoría provenientes de tierras lejanas que acudieron a la celebración de la fiesta de la Pascua, ni remotamente pensaron, tanto los unos como los otros, que algo semejante les pudiera ocurrir...... sin embargo, ahí está la historia para confirmarnos la veracidad de tales hechos. Por ello y antes de decidir, le rogamos escuche el consejo de su Creador:
“De veras tomo los cielos y la tierra como testigos contra ustedes hoy, de que he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole.” (Deut. 30:19).
Sí querido lector, usted puede ser protegido del mayor desastre hacia el cual inevitablemente se encamina la humanidad en general y sobrevivir, pues ha sido advertido del peligro y se le ha proporcionado la información necesaria para que pueda superarlo, luego ahora, ya le corresponde a usted el empezar a dar los pasos pertinentes. Y por si se le hace un poco difícil, nos permitimos sugerirle lo siguiente: continúe visitándonos y poniendo en práctica la recomendación que siempre damos en el sentido de que, Biblia en mano, vaya contrastando si lo que decimos se ajusta a lo que usted está leyendo o no. Por otra parte, le recomendamos como primera providencia, que acuda al “Oidor de la oración” (Sal. 65:2), para la ayuda oportuna en su sincero esfuerzo por aprender de Él y habrá empezado, sin lugar a dudas, a dar los primeros pasos para ser un sobreviviente de la “gran tribulación”...... de usted depende.
MABEL
martes, 2 de marzo de 2010
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