Falsos maestros
Una de las señales que Jesús les dio a sus discípulos y que advertiría de la llegada de los últimos tiempos, fue en el sentido de que “...... muchos falsos profetas se levantarán y extraviarán a muchos.” (Mat. 24:11). Y no se refería únicamente a lo que tiene que ver con el profetizar a la usanza de los Isaías, Jeremías, etc., sino a algo más: a personas que también ejercerían de “maestros” de las Escrituras. Es digno de notar que el apóstol Pedro en su segunda carta, establece un paralelismo entre dos clases: los falsos profetas que siempre existieron en tiempos precristianos y los falsos maestros que aparecerían en épocas posteriores y que han permanecido hasta nuestros días:
“Sin embargo, llegó a haber también falsos profetas entre el pueblo, como también habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada.” (2 Ped. 2:1).
Y dado que todos sabemos lo que es un maestro y cuál es su comisión, no hace falta incidir en el asunto. Pero puesto que Pedro menciono acerca de “maestros falsos”, deberíamos de pensar que también habrá alguno de verdadero, por lo tanto, vamos a ver cómo distinguir unos de otros. Veamos para ello, como empieza un nuevo artículo, el conocido Dr. Javier Rivas Martínez:
“La Biblia nos dice con relevante claridad que los Santos del Antiguo Testamento serán resucitados «junto», «simultáneamente», con los Creyentes del Nuevo Testamento”.
Y nosotros desde este blog, ¡qué quieren que les digamos!, no vemos tan “relevante claridad” por ningún sitio; es más, echamos en falta algún texto que apoye tan “brillante conclusión”, porque y ya sabrá disculparnos dicho personaje, con su sola afirmación de que la cosa es así, no hay bastante. El artículo en cuestión lleva el titulado “Una resurrección simultanea (los santos del Antiguo y Nuevo testamento)” (18/03/10), o sea, todo lo contrario de lo que dicen las Escrituras, exactamente todo lo contrario. Sin embargo y con ser ya grave este hecho, lo peor es que “llueve sobre mojado”, como coloquialmente decimos en España, porque fíjense como acaba dicho artículo:
“El orden cronológico de los acontecimientos en el programa de «la primera resurrección» (Ap. 20:6), quedaría entonces de la siguiente manera:
1. La resurrección de Cristo: «Las Primicias» ( 1 Co. 15:23).
2. La resurrección de los Santos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento (Dn. 12:1, 2; Is. 26:19; 1 Ts. 4:16; Ap. 20:3-5).
«La resurrección de los muertos inicuos y rebeldes a Dios», «la segunda»: Tendrá su consumación hasta que el Reinado milenario de Cristo haya concluido (Ap. 20:5, 11-14).”
Y “llueve sobre mojado”, porque dicho caballero y con motivo de esa afirmación, repetida en anteriores artículos, tiene aún una pregunta pendiente de respondernos desde hace bastante tiempo y así continuamos, lo cual nos indica que ha sido incapaz de dar con la respuesta adecuada. Pero es que claro, si solo se hubiera limitado a dar la callada por respuesta, pues ni tan mal, nosotros lo entenderíamos, ahí estaríamos callados y “pelillos a la mar”; pero la cosa cambia cuando se reafirma en su absurda creencia, que tiene formalmente revocada y sin haber atendido tal revocación, como un falso maestro enseña como verdad, lo que es una mentira, porque en las Escrituras no se nos dice nada de esto. Y claro, como desde este blog no hacemos una sola afirmación, que no podamos avalar con los correspondientes textos bíblicos, en ese menester vamos a meternos. Y para ello señalaremos algunas razones por las cuales los santos del AT, no pueden participar de la primera resurrección y que está destinada solo para aquellos que han de gobernar con Cristo en el Reino (Rev. 20:6), cosa que los santos del AT, repetimos, no pueden hacer. Eso al menos, es lo que entendemos nosotros que nos dice la Biblia, no obstante, vamos a ver que entienden ustedes. En primer lugar y como primera razón, tenemos las siguientes palabras de Jesús:
“Pero desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos es la meta hacia la cual se adelantan con ardor los hombres y los que se adelantan con ardor se asen de él.” (Mat. 11:12).
Eso sencillamente es lo que dice el texto, luego ¿que entendemos nosotros, que quiso decir Jesús con esas palabras? Pues que desde esos días de Juan el Bautista en adelante, luego no antes, fue abierta la posibilidad de pelear para conseguir acceder a tan elevado privilegio. Por lo tanto, solo es razonable pensar que ninguno de los notables del AT, pudieran haber participado de tal expectativa, dado que habían fallecido siglos antes. Luego vemos que la cosa no era más que un asunto de oportunidad: estar en lugar apropiado en el momento oportuno y que ellos y por razones de temporalidad, no pudieron hacerlo...... así de sencillo. Una segunda razón, se nos da en Juan 3:5:
“Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Vamos a analizar de nuevo que nos dicen esas palabras: uno no podía nacer del agua a menos que fuera bautizado en el bautismo que principió en Juan el Bautista y continuó después con Jesús (Juan 1:33), o sea, sumergido en agua. Así como tampoco se podía nacer del Espíritu a menos que uno fuera ungido por Jehová, mediante derramamiento de Espíritu Santo, lo que equivale al bautismo en espíritu y que era impartido (a partir de 33 E.C.), mediante la imposición de manos por parte de los apóstoles de Jesús (Hech. 8:18). Luego esos dos requisitos, indispensables según Jesús, para conseguir entrar en el reino de los cielos en calidad de gobernante asociado con él, de ninguna manera estaban disponibles para los Abraham, Isaac, Jacob y demás, sencillamente porque habían muerto siglos antes de que fueran establecidos. Recordemos que los apóstoles no recibieron este bautismo, hasta el Pentecostés de 33 E.C., cuando fue derramado sobre ellos en espíritu santo. Pero es que además, Jesús, con quien estableció el pacto por un reino no fue con los Abraham y compañía, sino con sus seguidores:
“Sin embargo, ustedes son los que con constancia han continuado conmigo en mis pruebas; 29 y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino.” (Luc. 22:28-29).
Luego ¿cómo entonces este privilegio podía abarcar a esos personajes del AT? ¿O es que esos textos no nos dicen, lo que nosotros leemos que dicen? Porque ¿quiénes eran esos ustedes, a los que Jesús se dirigía en ese momento y que habían compartido sus pruebas? ¿A las personas que estaban sentadas a su alrededor en ese momento o a personas muertas ya hacía siglos? En fin, lean por favor de nuevo el texto y saquen sus propias conclusiones. Y veamos ahora una tercera razón:
“En verdad les digo: Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos es mayor que él.” (Mat. 11:11).
Luego veamos que sacamos en claro, de lo que nos estaba diciendo aquí Jesús: si Juan el Bautista era (entendemos que en orden de importancia), el mayor de todos los nacidos de mujer y sin embargo, el menor (o el último empezando por la cola) en el reino de los cielos era mayor que él, evidentemente lo que se nos está diciendo, es que de ninguna manera podía contarse Juan entre ellos; o sea, Juan el Bautista no formaría parte de esa clase selecta que conformaría la gobernación del reino. Y eso es lo que realmente nos quiso decir Jesús, porque eso y no otra cosa es la que leemos en el texto; pero es que también nos dijo algo más; porque veamos: si Juan era el mayor entre los nacidos de mujer, significaba que era mayor, repetimos, en orden de importancia, que los Abraham, Isaac, Jacob, David, etc.; luego, si él no podía estar formando parte del gobierno del reino, cuanto menos, aquellos que eran menores que él. Y Juan no podía formar parte de ese gobierno del reino (lo cual quiere decir que no participará de la primera resurrección), sencillamente porque murió antes de que se abriera la oportunidad para ello, en 33 EC.; pero si los notables del AT, no pueden participar de la primera resurrección, el problema que se les presenta a los Rivas, Olcese y compañía, es averiguar en cual resurrección los meten. Y si mencionamos al Sr. Olcese en este tinglado, es porque colgó el citado artículo en su blog, con lo cual habría que entender que está de acuerdo con su contenido y de no ser así, que por favor lo diga públicamente.
Todo visto y volviendo al tema que nos ocupa, veamos entonces, cual es la diferencia entre el falso maestro y el buen maestro. La diferencia está en que mientras los primeros expresan una idea personal y luego buscan textos para poder apoyarla, aunque sea retorciéndolos para que se ajusten a lo que ellos quieren afirmar, los segundos por el contrario, se limitan a citar un texto bíblico y luego dar la explicación de lo que quiere decir (siempre en línea con su contexto, tanto el más inmediato como el general de las Escrituras), dando con ello todo el protagonismo a quien realmente debe de tenerlo: la Biblia. Y puesto que el ejemplo de los segundos, lo acaban de ver en este artículo, veamos una muestra de lo que hacen los primeros. El Sr. Rivas dice lo siguiente en su segunda conclusión:
“La resurrección de los Santos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento (Dn. 12:1, 2; Is. 26:19; 1 Ts. 4:16; Ap. 20:3-5)”.
Y para ello, vemos que usa cuatro textos que razonablemente deberían de avalar su idea acerca de una primera resurrección conjunta, tanto de los santos del antiguo, como del nuevo testamento. Veamos si ello es cierto y dichos textos avalan tal idea.
Dan. 12:2: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y eterno horror.”
¿Nos podría decir querido lector, en donde lee usted es ese texto, leído en sí mismo por supuesto, que ahí se nos haga referencia a dos resurrecciones distintas y separadas entre sí, por un espacio de mil años, como ellos nos dicen? ¿O más bien aquí se nos está hablando, de lo mismo que en Hech. 24:15? Vemos que lo que leemos allí es “…… y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.” Y dado que la Biblia no se contradice, eso es lo que deberíamos de entender. Luego la pregunta es: ¿en qué apoya el texto citado de Daniel, el argumento presentado? Pero veamos ahora, Isa. 26:19.
Isa. 26:19: “Tus muertos vivirán. Cadáver mío... se levantarán. ¡Despierten y clamen gozosamente, residentes del polvo! Porque tu rocío es como el rocío de malvas y la tierra misma dejará que hasta los que están impotentes en la muerte caigan en nacimiento.”
Y hasta donde nosotros llegamos, de lo que aquí se nos habla es sencillamente de una resurrección o levantamiento de personas muertas y sin especificar nada más. Luego, ni asomo de que nos diga algo siquiera cercano, a una resurrección conjunta de miembros de los dos pactos. Es más, cuando se pronunciaron esas palabras, no había sido revelado aún el plan divino de una primera y una segunda resurrección. Entonces este texto es probatorio ¿de qué? Vamos ahora al siguiente: 1 Tes. 4:16.
1 Tes. 4:16: “Porque el Señor mismo descenderá del cielo con una llamada imperativa, con voz de arcángel y con trompeta de Dios y los que están muertos en unión con Cristo se levantarán primero.”
Pero ¿se nos dice aquí, quiénes son esos muertos en unión con Cristo? ¿Se nos habla acaso aquí de los Abraham y compañía, junto a los apóstoles, por ejemplo, en una resurrección conjunta y simultánea? No, ¿verdad? Entonces, ¿a qué viene usar este texto? Pero veamos el último: Rev. 20:3-5.
Rev. 20:3-5: “Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él para que no engañase más a las naciones, hasta que se cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea desatado por un poco de tiempo. 4 Y vi tronos; y se sentaron sobre ellos, y se les concedió hacer juicio. Y vi las almas de los degollados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni tampoco recibieron su marca en sus frentes ni en sus manos. Ellos volvieron a vivir y reinaron con Cristo por mil años. 5 Pero los demás muertos no volvieron a vivir, sino hasta que se cumplieran los mil años. Esta es la primera resurrección.”
Y de nuevo nos encontramos en este pasaje, con que tampoco se asocia a los santos del AT, en una resurrección conjunta con los santos del NT, luego ¿por qué nos lo incluye el Sr. Rivas, para defender su disparata teoría? Porque aquí solo se nos habla de unos que ocuparán tronos y de otros que “volverán a vivir” al fin de los mil años y lo cual nos muestra, que el amigo Rivas no tiene ni la más remota idea de lo que nos está explicando dicho pasaje; pero le vamos a ayudar un poco, veamos:
La versión Biblia de Jerusalén, usa la expresión “revivieron” y que es lo mismo; ahora bien, ¿por qué se usa la expresión “volvieron a vivir” (o “revivieron”), en vez de “resucitaron”? Pues porque sencillamente y en ese momento, no era de una resurrección literal de lo que se nos estaba hablando, sino que de lo que se nos está hablando, es que los que participan de la primera resurrección “vuelven a vivir” o “reviven”, en el sentido de que cuando resucitan ya reciben vida plena en perfección, eterna o inmortal. Ya Pablo nos habló de ella como “...... de la vida que realmente lo es.” (1 Tim. 6:19); sin embargo, habrá personas, como los sobrevivientes de la Gran Tribulación (Rev. 7:14) o los que vayan resucitando durante el milenio, que no reciben esta vida plena, sino hasta el final de los mil años y por supuesto, si consiguen superar la última prueba al ser soltado de nuevo Satanás. Por eso es que nos dice Rev. 20: 5 que “los demás de los muertos no llegaron a vivir sino hasta que se terminaron los mil años” y que es cuando se habrá resuelto la cuestión de los que seguirán fieles a Jehová, o de aquellos que al igual que Adán y Eva, optarán por seguir a Satanás y rebelarse por tanto contra Jehová.
Pero aclaremos un poco más, que significa eso de “los muertos que no llegaron a vivir”; en primer lugar ¿de qué muertos se nos está hablando? Veamos: cuando Adán y Eva pecaron, no solo perdieron la vida física para siempre, sino que legaron a sus descendientes la condición que ellos adquirieron, o sea, como de muertos ante su Creador. Ya cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, confirmo tal situación:
“Jesús le dijo: “Continúa siguiéndome y deja que los muertos entierren a sus muertos”.” (Mat. 8:22).
Ahora bien ¿quiénes eran esos muertos mencionados por Jesús y capaces de enterrar a otros muertos? ¿De qué nos estaba hablando? Analicemos las palabras de una persona que entendió perfectamente lo que él quiso decir:
“Mientras vosotros estabais muertos en los delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, Dios os dio vida juntamente con él, perdonándonos todos los delitos.” (Col. 2:13).
Tenemos que tener en cuenta, que cuando Lázaro fue resucitado, no se le dio “la vida que realmente lo es” tal como menciono Pablo en 1 Tim. 6:19; lo único que se le hizo, fue prolongarle la que había tenido por un poco de tiempo más, el que fuere, porque al fin y al cabo volvió a morir.
Entonces de lo que estaríamos hablando en Rev. 20:5, sería de nuestra condición actual ante nuestro Creador, debido al pecado heredado, de un estado como de muertos, es decir, como si no existiéramos delante de Él. Solo que en su infinita misericordia y mediante entregar a Su Hijo, nos concedió la oportunidad de poder de nuevo recuperar ese condición de hijos perfectos y amados, mediante el ejercer fe en su sangre derramada a nuestro favor...... y eso es todo.
Por eso, cuando alguien les venga con el cuento de que cuando uno se bautiza mediante inmersión y en el nombre de Jesucristo, ya automáticamente es reconocido (ungido) como Hijo de Dios, en consecuencia hermano de Cristo y por extensión, coheredero con Él en el Reino de Dios, por favor, no se crean semejante estupidez porque resulta que la cosa es mucho más sería que todo esto. Por lo menos, así lo entendió Pablo:
“Porque si hemos sido unidos con él en la semejanza de su muerte, ciertamente también seremos unidos con él en la semejanza de su resurrección.” (Rom. 6:5).
Luego si eso es así, uno solo se une a la semejanza de su resurrección (la de Cristo), o sea, adquiere su misma condición de Hijo de Dios, siempre y cuando haya sufrido en la semejanza de su muerte brutal y de sacrificio por mantener integridad...... recordemos que en los capítulos 2 y 3 de Revelación, se nos habla de que el galardón se recibe, cuando uno “ vence” y circunstancia que se produce en el mismo momento de su muerte en sacrificio. Luego ¿cómo sería posible que uno y ya en el momento de su bautismo que es cuando uno inicia su carrera de cristiano y no se sabe aún si será capaz de superar las pruebas por pasar, ya fuera reconocido como Hijo de Dios con todo lo que ello conlleva? Y es que es demencial porque no saben lo que dicen y es que realmente, no tienen ni idea de lo que están hablando...... pues bien, ahí tienen ustedes a los falsos maestros.
MABEL
lunes, 29 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario