¡Nuestro gozo, en un pozo!
Y es que por un momento, empezamos a cantar victoria, pensando que Apologista Mario Olcese por fin había entrado al redil, pero no: solo fue un exceso de optimismo por nuestra parte y ya nos duele el tener que reconocerlo, pero esa es la realidad. ¿Y por qué les decimos esto? Pues porque hace unos días, D. Mario publicó un artículo sobre el tema de lo necesario de experimentar un “nuevo” nacimiento para poder tener acceso al reino de Dios, en calidad de gobernante y titulado “Es necesario nacer otra vez, para ver y entrar en el reino de Dios” (18/12/10) y en el que, entre otras, nos hacía esta ilusionante afirmación:
“El otro punto es el “renacimiento del Espíritu”, el cual también debemos recibir para VER y ENTRAR en el Reino. Si alguno dice que no ha nacido del Espíritu, entonces no podrá participar del reino de Dios, pues es imposible que hombres sin el Espíritu de Dios puedan ser parte activa en la administración del reino de Dios. Y es que no se puede renacer del Espíritu si no se recibe el sellamiento del Espíritu de Dios.” (Negritas nuestras).
Y nosotros, que no podemos estar más de acuerdo con dicho planteamiento y que ya nos había abierto de par en par, las puertas a la esperanza, nos topamos casi al final de dicho artículo con la siguiente y decepcionante conclusión, en la que dice exactamente todo lo contrario, de la idea que nos transmite lo afirmado en la transcripción anterior:
“Extrañamente, los Testigos de Jehová enseñan que el reino de Dios estará conformado por dos clases de individuos: los ungidos (“la manada pequeña” de 144,000 personas) que coheredarán con Cristo el reino celestial, y que son los únicos “renacidos de agua y del Espíritu”, y los únicos que son Hijos de Dios; y por otro lado, una “grande multitud” de Testigos de Jehová que no son renacidos de agua y Espíritu, y por tanto no son ungidos, ni tampoco hijos de Dios, y que vivirán como meros súbditos del reino en la tierra.” (Negritas nuestras).
O sea, que nuestro gozo en un pozo y de nuevo, con la burra en el pesebre; pero vamos a ver y para entendernos ¿qué tiene de extraña o anti-bíblica, esa enseñanza de las dos clases de los TJ? Pues nada en absoluto y solo analizando con un poco de atención, el propio primer párrafo de Apologista que hemos transcrito y cuyo mensaje subyacente, es como hemos dicho, totalmente contrario a lo que acabamos de leer; porque ¿no nos está diciendo en el mismo D. Mario, que hay algunos que afirmando no haber “nacido del espíritu”, no podrán ser parte activa en la administración del reino y lo cual comportaría, obviamente, el ser la parte pasiva luego súbditos del mismo, mientras que aquellos que sí hayan “nacido del espíritu”, sí tendrán parte activa en esa administración, luego gobernantes en ella? Entonces estaríamos hablando de dos grupos distintos de personas y en donde se trataría sencillamente de averiguar, si uno es parte activa de esa administración (gobernante) o si solo tiene una parte pasiva (gobernado o súbdito) en dicha administración o reino. Por lo tanto, solo es la condición con la que uno entrará en ese período milenario, el tema a discutir y no si hay una o dos clases, que por lo obvio, resulta hasta absurdo plantear semejante discusión.
Porque si hablamos de unos, que sí podrán acceder a participar en la administración del reino, ello significaría (por pasiva) que habrá otros, que no podrán hacerlo; luego estaríamos hablando en definitiva, del poder acceder o no, a un puesto de gobernante en esa administración y con lo cual, inevitablemente, estaríamos hablando de dos grupos distintos de personas: aquellos que van a poder acceder y por tanto gobernar, lo que conllevaría determinados privilegios y aquellos otros, que no van a poder acceder y por tanto, serán gobernados y sin disponer de los privilegios de los primeros. Y es que además, el mismo hecho de estar hablando de una administración, ya conlleva de forma inevitable, la existencia de administrados ¿o no? Y si ello es así (y lo es) ¿quiénes serían entonces esos administrados, según la manera que tiene el Sr. Olcese, de plantear la cuestión? Para nosotros obviamente, serían aquellos que no siendo elegidos por Jehová, para gobernar en el reino junto a Cristo, pasan a ser súbditos del mismo y que Rev. 7:9; 14, referencian como la “gran muchedumbre” de sobrevivientes de la “gran tribulación” y a los que habría que añadir posteriormente, a aquellos que vayan resucitando dentro del milenio, así como los que probablemente vayan naciendo de ambos; todos ellos, repetimos, súbditos del reino.
Porque, si exceptuamos el hecho de que los TJ erróneamente (cierto es) afirman que esa enseñanza solo aplicaría a sus dos clases, ¿nos podría señalar D. Mario, dónde está lo incorrecto, bíblicamente hablando, de la idea o concepto de esos señores, de dos clases distintas (gobernantes y gobernados) coexistiendo en el reino?; y que por otra parte, no es un invento de esa organización, sino que lo dice la propia Biblia. Porque si hablamos de una administración y recordemos que es el propio D. Mario, quién nos cita dicho término, es obvio que estamos hablando de dos clases: una que administra, con las capacidades y poderes que ello llevaría inherentes, en este caso, como reyes y sacerdotes, según Rev. 20:6 y otra, que es administrada y que por tanto, en su condición de súbditos, no disfrutarían de los títulos y privilegios de los primeros y lo cuál nos habla inevitable e indisputablemente, de dos clases perfectamente diferenciadas; y eso es lo que se conoce, como el razonar con lógica y sentido común.
Por lo cual le rogaríamos al Sr. Olcese y puesto que parece ser, que para él solo existe una clase y que es la que participa en la citada administración, que nos respondiera a la siguiente pregunta: ¿sobre quiénes administran entonces? Porque claro, si niega la existencia de dos clases, o bien es que considera que solo hay una (eso parece ser), o ya tendría que haber de tres para arriba y lo cual, si sería una novedad. Y es que aun no siendo (como no somos) expertos en la materia, sin embargo sí sabemos que etimológicamente el sentido del término “administración”, implica la existencia de uno que administra y otro que es administrado; luego en definitiva, dos partes, grupos o clases distintas, como quiera llamarlas, pero siempre dos (como mínimo), de lo contrario estaríamos hablando de cualquier cosa, menos de una administración y que es en definitiva, lo que significa genéricamente la palabra reino: un gobierno o administración. Pero veamos la sorprendente afirmación del amigo Mario, con la que cierra ese segundo párrafo que acabamos de trascribir:
“¿Pero se puede sustentar esta creencia con la Biblia? ¡De ningún modo!”. (Negritas nuestras).
Pero vamos a ver si nos aclaramos un poco ¿cómo que la Biblia no sustenta esa creencia, si es ella misma la que nos la da? Ya otra cosa es que dicho caballero no se entere de qué va la película, porque veamos un ejemplo: hasta donde conocemos, Jesús vino a anunciar el restablecimiento del reino de David, o sea, una gobernación por Dios mediante un rey delegado y siendo Jesús, en este caso, el heredero legal del mismo; luego entonces preguntémonos ¿de qué se componía el reino de David y a la luz de lo que podían entender de ello, los judíos del tiempo de Jesús? Y que algo sabrían del asunto es obvio, ya que no consta en ningún lugar de las Escrituras, que en alguna ocasión Jesús tuviera que explicarles de qué les estaba hablando, cuando les anunciaba las “buenas nuevas del reino”. ¿Y no era acaso, de un gobierno compuesto de una reducida (hablando en términos de porcentaje) clase real, encabezada por el rey, que dirigía o gobernaba sobre unos súbditos y los cuales conformaban, la inmensa mayoría de los habitantes del reino, país o nación de Israel?
Porque eso y no otra cosa, según el registro bíblico, era el reino de David, otrora de Salomón, etc., etc.; luego esa era la idea que tenían (y tienen actualmente) los judíos, de lo que era el reino de David; es más: ese es nuestro concepto actual, a tenor de lo que solemos ver en las democracias, dictaduras, monarquías, repúblicas o cualquier otra forma de gobierno que exista en nuestros días. Y que inevitablemente, todas constan siempre de dos partes o clases: los que gobiernan (una cantidad reducida) y los que son gobernados (el resto y lógicamente muy superiores en número, de los habitantes del país o reino que se trate); y es que otra cuestión, ya sería hablar de la cuadratura del círculo. Porque otra cosa repetimos, es el disparate que afirman los TJ, en el sentido de que solo de entre su militancia se conformarán esas dos clases y que por lo tanto, si no se es miembro de esa organización, secta, sociedad o como quieran llamarla, uno será destruido. Eso es otra cosa y no es de lo que, al menos nosotros, estamos hablando. Nosotros estamos hablando de la composición estructural del reino venidero de Dios, según las Escrituras, la lógica y el sentido común: unos gobernarán, sobre otros que serán gobernados; en definitiva, dos grupos o clases o como quieran llamarles, pero siempre dos. Luego parece ser que D. Mario, tiene un “pequeño” problema de interpretación...... o de tozudez.
Y de eso tan razonable, es de lo que las Escrituras nos hablan, en una visión de futuro en el libro de Revelación o Apocalipsis: por una parte, se nos muestra a un reducido grupo de personajes, cuantificados en 144.000, ya gobernando con Cristo (Rev. 14:1) y cuyo reducido tamaño, parece confirmado por las palabras de Jesús, en Luc.12:32; mientras que por otra, se nos habla de una “gran muchedumbre que ningún hombre podía contar” (por lo numerosa), sobreviviente de una “gran tribulación” (Rev. 7:9; 14) y que nada tiene que ver con esos primeros; luego evidentemente representarían la parte administrada de ese reino. Y quede claro, que ya conocemos de la extraña enseñanza del amigo Olcese, en el sentido de que esos personajes sobrevivientes, también forman parte de los miembros gobernantes de dicho reino y opinión que queda reflejada, ya en los mismos titulados de los artículos que publicados en el blog de Apologista el 14/06/09, reseñaremos a continuación y que desde luego, el colmo de la coherencia en sí mismos evidentemente no son...... por lo que ya solo imaginar su probable contenido, produce escalofríos; pero en fin, juzguen ustedes mismos:
“La muchedumbre incalculable de 144.000, viene de la Gran Tribulación”, luego si es incalculable ¿qué tiene que ver con los 144.000, que es un número perfectamente determinado y calculado? (Rev. 7:5-8).
Pero veamos este otro: “¿Pueden ser los 144.000 de Apocalipsis 7 y 14, la misma grande muchedumbre? ¡Las evidencias muestran que sí!” y lo cual, nos plantea otra pregunta: ¿qué evidencias se pueden aportar, para probar que un número ya contado de 144.000, pueda ser una gran muchedumbre que ningún hombre “podía contar”?
O veamos este otro: “Los 144.000 sellados de Apocalipsis, son una grande muchedumbre” y en donde de nuevo, nos topamos con la misma incongruencia, pues si estamos hablando de un grupo de 144.000, que obviamente ya están contados, ¿cómo pueden ser entonces y a la misma vez, una gran muchedumbre que según el texto sagrado, no se podía contar?
Y si no pega, pues igual con un poquito de cola...... Luego coherencia, aquello que se dice coherencia en sus argumentos y a tenor de esos titulares y sin entrar por supuesto, en los contenidos, no parece tener mucha el Sr. Olcese. Y contenidos que dicho sea de paso, hemos leído y por lo cual, podemos decir lo que decimos.
Ahora bien ¿cómo se puede probar que no es cierto, que los 144.000 de Rev. 14:1 y 3, sean lo mismo que la “gran muchedumbre” de sobrevivientes de la “gran tribulación” de Rev. 7:9; 14, como afirma D. Mario? Porque las cosas, no solo hay que decirlas y por muy ciertas que aparentemente sean, sino probarlas de forma razonable y coherente: pues se puede probar, sencillamente leyendo con atención y razonando con lógica y sentido común, cualidades por demás, esenciales para un correcto entendimiento de las Escrituras. Veamos: se nos dice que los que con Cristo han de gobernar y prescindamos ahora de la cantidad o número de ellos (los que sean), participan de una primera resurrección, en la que ya son levantados en inmortalidad:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6).
Sin embargo, vean lo que se nos dice que se va a hacer, con los mencionados sobrevivientes de la “gran tribulación”, aún futura:
“...... porque el Cordero (y los que con Él están, obviamente), que está en medio del trono (o sea, ya entronizado), los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Rev. 7:17). (Acotaciones nuestras).
Y cuidados de los que no precisan los que con Cristo gobiernan, puesto que ya son inmortales y por lo cual, no necesitan de ser guiados o pastoreados, a ninguna fuente de aguas de vida: ellos ya poseen vida en sí mismos y no dependen, por lo tanto, de ninguna fuente de ayuda externa. Entonces estamos hablando de dos distintos grupos: los miembros de uno, ya gozando de la vida eterna desde el mismísimo momento de su resurrección y los miembros del otro, que de forma progresiva tienen que ser ayudados a conseguirla durante el milenio; porque no hay que olvidar, que la gran tribulación es seguida inmediatamente por el establecimiento del milenio, luego esos sobrevivientes entran directamente en ese período y por lo que es durante el cual, cuando les serán otorgados los citados cuidados por parte de una clase gobernante y mediadora (reyes y sacerdotes, según Rev. 20:6) entre ellos y el Altísimo. Y para más información, el Sr. Olcese podría leer nuestro escrito del 8 de Agosto del año en curso “Los dos grupos o clases” o más recientemente, “¡Por disparates…… que no quede!” y dirigido a él mismo, del 8 también, pero de este mes de Diciembre.
Pero veamos el argumento que usa el amigo Olcese para apoyar su afirmación, en el sentido de que la Biblia, no puede sustentar la idea de desarrollan los TJ:
“Y es que si todos los Testigos de Jehová han creído en Cristo por la fe, y le siguen, entonces todos deberían ser hijos de Dios (Juan 1:12, Gál. 3:26). Y si son hijos de Dios, éstos son hermanos de Cristo, y coherederos de la misma promesa de heredar el reino de Dios como reyes y sacerdotes en la tierra ( Efesios 3:6; Romanos 8:17; Apocalipsis 5:10).” (Negritas nuestras”.
Y deducción simplista donde las haya y carente de todo apoyo bíblico, que no deja de ser otra demostración del arte de mezclar “churras con merinas” y en el que el Sr. Olcese (que no parece aclararse), se prodiga en exceso. Porque es cierto que cita de Juan 1:12 y Gál. 3:26, pero para apoyar una idea (como suele ser frecuente en dicho caballero) con la que esos textos no guardan ninguna relación y cuya explicación detallada del correcto sentido de los mismos, la podrán encontrar en el artículo de este último 15 de Diciembre, titulado “¡Y La Atalaya tenía razón!”. Porque nada tiene que ver, pero en absoluto, el tener fe en Jesucristo y en su sacrificio redentor, con el ser elevado a la condición de Hijo adoptivo de Dios; y es que una cosa es el que uno tenga que creer y ejercer fe en Jesucristo, como requisito previo e indispensable para que Jehová lo pueda escoger (o no) como Hijo adoptivo y otra muy distinta, el que tener semejante fe, lo convierta a uno de forma automática en Hijo de Dios. Y extremo que queda probado, cuando analizamos la razón o propósito, por lo que el Altísimo ofreció a Su Hijo en sacrificio:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él, no sea destruido (no se pierda, no muera, según versiones), sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16). (Acotación nuestra).
Luego aquí no se nos dice que Jehová dio a su hijo, para convertir en Hijo Suyo, a todo aquel que creyera y/o ejerciera fe en él, sino para que no fuera destruido y que es muy distinto…… pero que muy distinto; tanto, que es diametralmente opuesto a lo afirmado por el Sr. Olcese. Y como ejemplo probatorio de lo dicho, vemos que los sobrevivientes de la “gran tribulación” y que no son Hijos de Dios, ya que no participan de la primera resurrección y reservada solo para estos, no solo no son destruidos y sobreviven a esa “gran tribulación”, sino que si continúan manteniendo integridad durante el milenio, les es concedido al final del mismo, el alcanzar la vida eterna. Y que no son destruidos, precisamente por ejercer fe y creer en Jesucristo:
“Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios…...” (Rev. 7:14-15)
Sin embargo y contrario a la opinión del Sr. Olcese, no pueden gobernar en el reino, en calidad de reyes y sacerdotes, porque esa condición solo la consiguen aquellos que toman parte en la primera resurrección y ellos no vienen de ninguna resurrección, porque han pasado con vida, al período milenario del reino; lo mismo aplica a aquellos que durante ese período de tiempo vayan resucitando (luego ya estaríamos hablando de una resurrección, de distinta calidad y objetivo de la primera) y que junto a los primeros, conformarán el grupo de los súbditos del reino. Y que si en su nueva vida, reconocen el sacrificio expiatorio de Cristo y mantienen integridad hasta superar la prueba final (Rev. 20:7-10), alcanzarán también la vida eterna. Luego los hechos dejan claro, que nada tiene que ver, el creer y ejercer fe en Jesucristo, con el ser uno considerado Hijo de Dios y por tanto, gobernante en ese reino: es requisito fundamental para tener opciones de ser “escogido”, cierto es, pero de ninguna manera la causa directa y última para serlo.
Ahora bien, nos podríamos preguntar lo siguiente: ¿quiénes son entonces, aquellos que sí serán destruidos, según se infiere de Juan 3:16?: pues todos aquellos que al término de los mil años, al ser soltado de nuevo Satanás, caigan en sus trampas (Rev. 20:7-8) como en su día cayeron Adán y Eva y se rebelen contra Jehová. Los tales serán lanzados al destructor “lago de fuego” (Rev. 20:15) o “muerte segunda” (Rev. 20:14) y de la que no hay posible resurrección; o sea, serán destruidos. Por cierto y como nota aclaratoria para D. Mario: si quiere saber de quién llegan a ser hijos esos sobrevivientes, que entran en el milenio como súbditos, así como aquellos que durante el mismo, son resucitados y que ninguno de ellos, puede ser Hijo de Dios, puesto que no han participado de la primera resurrección (y reservada solo para estos), lo explicamos en la parte final del mencionado artículo del día 15 de este mes de Diciembre…… y que desde luego ya le adelantamos, que no son hijos de Satanás.
Luego y volviendo al tema, parece que una vez más Apologista Mario Olcese, lejos de reflexionar sobre aquellas objeciones que se le plantean y entrar en un enriquecedor debate e intercambio de argumentos, con la finalidad de encontrar la verdad (y no de saber quién tiene razón o no, que esa no es la cuestión), sigue con su línea habitual de continuar publicando erróneos razonamientos, cuadren o no con el relato bíblico y aunque le caigan chuzos de punta (en forma de documentadas objeciones), quizás con la ingenua creencia de que una mentira, a fuerza de repetirla, acaba por convertirse en verdad. Eso sí, dándoselas de vocero de las “prístinas verdades de la Biblia” y como no, de “adalid de la verdad” y que ya es el colmo…… pero en fin, si él lo dice.
Y ahora, queridos lectores, ya saben lo que sigue a continuación: esa recomendación de coger la Biblia, comparar textos, analizarlos debidamente, sacar lógicas conclusiones y ya si pudieran (sería la repera), pues el leer también algunos de los títulos recomendados. Y si opinan que no estamos en lo correcto, hágannos el impagable favor de corregirnos, por aquello de que nosotros…… también la podemos liar; mientras tanto, aquí quedamos a la espera de que el amigo Mario, nos plantee alguna rectificación. Y es que somos así de optimistas, no lo podemos evitar.
MABEL
martes, 21 de diciembre de 2010
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