miércoles, 29 de diciembre de 2010

Las señales de los tiempos

¿Sabe usted interpretar las señales que a diario observa? Por ejemplo y si usted conduce un automóvil ¿es hábil en identificar con rapidez las señales que van apareciendo ante sus ojos? ¡Claro que sí! responderá enseguida, porque es consciente que el hacerlo tiene que ver con su propia seguridad. Por lo tanto, no estaríamos hablando de un asunto baladí, sin importancia alguna, sino muy al contrario. Permítanos por favor, entonces, la siguiente ilustración relacionada con el tema y que añade cierto matiz a la cuestión que intentamos desarrollar:


Al principio pensamos que nuestro hijo X solo tenía dolor de cabeza; pero luego perdió el apetito, le subió la temperatura y la jaqueca empeoró, así que nos preocupamos. Lo llevamos al médico, quien tras examinarlo, lo envió de inmediato al hospital. No se trataba de un simple dolor de cabeza: era meningitis. Después de un adecuado tratamiento, se recuperó rápidamente.”

Es probable que la experiencia reseñada, les resulte familiar a muchos padres; y es muy probable que usted querido lector, ya se haya dado cuenta por donde vamos y a donde queremos llegar. Cuando se notan indicios (señales en todo caso) de que nuestros hijos no están bien y no sabemos lo que puede haber detrás de ellos, uno no puede darse el lujo de pasarlos por alto, aunque sepamos que no toda enfermedad es grave. Luego lo que queda claro de esta ilustración, es que el observar las señales y tomar las medidas adecuadas, puede influir de forma significativa en el desenlace de una situación. Luego estaríamos hablando, de hecho, de un asunto de suma importancia.

Y lo que es obvio, es que el mismo principio, puesto que de esto estamos hablando, de unprincipio” también es válido en otros campos, además del de la salud. Tengamos en cuenta que según el diccionario de la RAE, dicha expresión significa: “Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta.” (Negritas nuestras). Un claro ejemplo de lo que estamos afirmando, tiene que ver con las circunstancias que rodearon el tsunami que asoló las costas del océano Índico en diciembre de 2004. Si bien diversos organismos situados en lugares como Australia y Hawái, detectaron el potente sismo que sacudió violentamente el norte de la isla de Sumatra y previeron las posibles consecuencias, lo cierto es que no contaban con un sistema adecuado para mandar una señal de aviso a los pobladores de las regiones afectadas, del potencial peligro en el que se hallaban inmersos. Como consecuencia de ello, más de doscientas veinte mil personas perdieron la vida y prescindiendo del hecho de que no tuvieron responsabilidad alguna a nivel personal (no fue culpa suya), sino que fue causado por la permanente e irresponsable imprevisión del ser humano, el caso es que fueron víctimas mortales de una catástrofe que estaba en marcha y de la que no percibieron ninguna señal, hasta el mismo momento en que las alcanzó.

Sin embargo, la Biblia sí nos menciona de unas importantes señales mucho más preocupantes y de las que la humanidad en general no parece darse cuenta; es más, no quiere darse cuenta, pues las personas ni siquiera escuchan cuando que se les advierte acerca de ellas, como si el ignorarlas, pudiera evitar sus catastróficas consecuencias. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, dio una lección a sus oyentes sobre un asunto de gran trascendencia y empleando a modo de ilustración, la capacidad natural que estos tenían (así como todo ser humano) para observar señales y actuar en consecuencia. He aquí lo que nos relata la Biblia:

Se le acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarlo, le pidieron que les mostrara alguna señal del cielo. En respuesta, él les dijo: ‘Al anochecer ustedes acostumbran decir: “Habrá buen tiempo, porque el cielo está rojo encendido”; y a la mañana: “Hoy habrá tiempo invernal y lluvioso, porque el cielo está rojo encendido, pero de aspecto sombrío”. Saben interpretar la apariencia del cielo, pero las señales de los tiempos no las pueden interpretar.” (Mat. 16:1-3).

Luego lo que Jesús dejó claro, fue el hecho de que esas personas, si bien no tenían ningún problema para reconocer algunas señales y relacionarlas correctamente con acontecimientos futuros, eran incapaces sin embargo, de reconocer otras de mucha más importancia en su vida. Y al mencionar “las señales de los tiempos”, Jesús indicó a los judíos del siglo I que lo estaban escuchando, que deberían de haber estado al tanto y a tenor de los escritos proféticos de los que disponían, de la urgencia de los tiempos en que vivían. Y es que el mundo judío estaba a punto de sufrir un cataclismo que iba a afectarlos a todos ellos y circunstancia que aconteció, en el año 70 E.C., con la destrucción de Jerusalén, su templo, así como los registros genealógicos y hecho este último gravísimo, ya que significaba el dramático fin del entero sistema de cosas judío. Pero pocos días antes de su muerte y respondiendo a una inquiridora pregunta de sus discípulos, tendente a saber más de las cosas que estaban por venir sobre el pueblo judío de ese primer siglo, Jesús habló a sus discípulos, además, de otras señales que iban mucho más allá y proyectándose en el tiempo, a saber, aquellos acontecimientos que se producirían y que como señales, alertarían de la inminente venida del cataclísmico “gran día de Jehová” y coincidente con su segunda venida. Veamos en primer lugar, la pregunta que le fue formulada a Jesús, por parte de sus discípulos y que bien podríamos resumirla de esta manera:

¿Cuándo será destruido el templo? ¿Cómo sabremos que tú vendrás otra vez y que ha llegado el fin del mundo? ¿Cuáles serán las señales?” (Mat. 24:3b y según la traducción, La Biblia en Lenguaje Sencillo).

Y note por favor, la específica tercera parte de esa pregunta compuesta, acerca de las señales que marcarían el “fin del mundo” o “del siglo” (según versiones), o como más acertadamente traduce la TNM de los TJ, “la conclusión del sistema de cosas”, tal como actualmente lo conocemos. Lo que dijo Jesús en aquella ocasión, es de vital importancia para todos nosotros hoy día, si somos, a diferencia de aquellos fariseos del primer siglo, capaces de discernir “las señales de los tiempos” y que nos abocan irremisiblemente, como hemos citado, al destructivo “día de la cólera de Dios”:

El gran día de Jehová está cerca. Está cerca y hay un apresurarse muchísimo de él. El sonido del día de Jehová es amargo. Allí un hombre poderoso da un grito. 15 Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas, 16 día de cuerno y de señal de alarma, contra las ciudades fortificadas y contra las elevadas torres de las esquinas. 17 Y ciertamente causaré angustia a la humanidad y ciertamente andarán como ciegos; porque han pecado contra Jehová. Y su sangre realmente será derramada como polvo y sus entrañas como el estiércol. 18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque él hará un exterminio, realmente uno terrible, de todos los habitantes de la tierra.” (Sof. 1:14-18).

Y después de lo que acabamos de leer, solo el sentido común nos dice que algo gravísimo se está acercando y que al igual que en el ejemplo que hemos citado al principio de este relato, solo atendiendo a las señales que preceden a esos terribles acontecimientos y contenidas en el registro sagrado, nos podremos librar de ser víctimas de tan terrorífico suceso y razón por la cual, precisamente las dio Jesús: para que podamos “ser ocultados” de tan espantoso evento y según propias palabras del Altísimo, dichas a continuación de las que acabamos de citar:

“…… antes que venga sobre ustedes la cólera ardiente de Jehová, antes que venga sobre ustedes el día de la cólera de Jehová, 3 busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová.” (Sof. 2:2-3).

Entre las señales que marcarían esos días finales del sistema de cosas actual, habría cosas tales y coincidentes en el tiempo, como guerras sin precedentes, hambres, pestes, terremotos:

Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestes y hambres y terremotos en diferentes lugares. 8 Y todo esto será principio de dolores.” (Mat. 24:7).

Y que si bien tuvieron un cumplimiento parcial en 70 E.C., es obvio que apuntaban a un cumplimiento mayor y que bien pudieran coincidir el inicio de esos tiempos finales, como “principio de dolores”, a partir de 1.914 y no por lo que digan los TJ, sino porque en dicho año inició la llamada Gran Guerra y que significó una conflagración de tales proporciones, que provocó cambios irreversibles en la sociedad, sumiendo a la humanidad en unos tiempos de confusión sin precedentes y que tienen toda la pinta de ser, los “últimos días” (2 Tim. 3:1) del presente sistema de cosas, al menos tal como lo conocemos actualmente. Porque lo que siguió a continuación en todo el siglo XX, se caracterizó por más guerras, conflictos armados localizados, crecientes actos de terrorismo, de violencia de todo tipo y situación no ha mejorado en lo que va de este siglo XXI, más bien todo lo contrario. Tan es así lo que hemos citado, que se recuerda la guerra iniciada en Agosto de 1.914, como la 1 Guerra Mundial y evento que según los expertos, marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, a ser seguida poco después por una segunda guerra mundial, marcada por un significativo aumento en su capacidad de destrucción y que culminando con el nacimiento de la terrorífica “era nuclear”, dejó el camino abierto para una tercera de proporciones incalculables, a menos que el Altísimo lo remedie. Ahora bien, siendo cierto como afirman algunos, que guerras, hambres, epidemias (o pestes) y terremotos, los ha habido continuamente a lo largo de la historia de la humanidad, no se puede negar que su proliferación no ha sido nunca coincidente en un mismo período de tiempo, ni por supuesto, con las especiales connotaciones actuales. Veamos de ello y para no extendernos demasiado, solo a grandes rasgos:

En cuanto a las guerras, algo hemos comentado, pero que se puede ampliar. Porque si bien como hemos dicho la primera guerra mundial, marcó un antes y un después en el concepto que tenía la humanidad de la guerras, tanto en su dimensión (alcance global) como en capacidad de destrucción, jamás se había llegado a la posibilidad de que el hombre, con su actual capacidad armamentística, pudiera borrar a la entera humanidad de sobre la faz de la Tierra. Y ello al alcance de cada vez más naciones, poseedoras todas ellas, de sofisticado y terrorífico armamento nuclear y sistemas de destrucción masiva.

Cierto también es, que la historia está llena de grandes hambrunas, pero por una parte, siempre localizadas en determinados lugares y que de algunas de ellas nos habla la propia Biblia, pero nunca a nivel global y al grado de que más de 1.020 millones de personas (según recientes informes), corren riesgo de severa escases de alimentos, con probable muerte por inanición la mayoría de ellas; y que por otra parte, jamás en la historia se ha producido tan agudo contraste entre el hambre existente, con el tremendo potencial del ser humano para la producción de alimentos, al grado que se ha llegado a dar el caso de que cosechas enteras de grano han sido destruidas en distintos lugares, para mantener el control de los precios del producto en los mercados. Y que lo mismo podríamos decir, de productos manufacturados como leche, quesos, mantequillas, conservas, etc., que o bien los excedentes son destruidos o bien sometida a restricciones la producción de los mismos, mediante cupos, para mantener el nivel de los citados precios de mercado.

También hay un brutal contraste con la proliferación de grandes epidemias, muchas de ellas erradicadas con anterioridad y que vuelven con especial virulencia, con el gran avance en la medicina y en la investigación de distintos fármacos, como nunca ha habido en la historia. Pero dándose la vergonzante situación, de que millones de personas mueran anualmente, porque no tienen a su alcance medicinas de ínfimo coste económico y cuya distribución no es rentable a las grandes multinacionales farmacéuticas; y las cuales en otras ocasiones, no investigan sobre algunas enfermedades, sencillamente porque están localizadas en estratos bajos de la sociedad y por lo tanto, con bajo o nulo poder adquisitivo y no representa para ellas un negocio el invertir en su investigación y posterior desarrollo del fármaco correspondiente.

Y en cuanto a los terremotos y demás fenómenos naturales como inundaciones, sequías e incendios forestales, todo ello de grandes proporciones, de nuevo la mano del hombre está presente. Ya que si bien dichos fenómenos climáticos se han producido cíclicamente en la historia de la humanidad, de forma natural y con más o menos virulencia, jamás los mismos habían podido ser inducidos a voluntad y por tanto, usados hasta como armas de guerra por el hombre, como está ocurriendo en la actualidad. Y es que según fuentes bastante fiables, dicha capacidad y que se conoce como Proyecto HAARP, está en disposición de ser usada por EEUU (de momento, en poder de nadie más que se sepa, aunque los rusos por ahí andarán) y que de hecho ya se citan algunos desastres que apuntan a su utilización, como por ejemplo, el brutal terremoto de Haití y en el cual, antes de que se produjera el sismo y hecho que está comprobado, dicha nación ya había dado comienzo al despliegue táctico de la ayuda que se preveía necesaria. Incluso un informe ya desclasificado y expedido en su momento por la Flota Rusa del Norte, afirmo que el sismo que devastó a Haití fue el “claro resultado” de una prueba de la marina estadounidense por medio de una de sus “armas de terremotos”.

Y llueve sobre mojado, ya que de acuerdo a otro informe de contenido coincidente, se tienen datos para establecer que el terremoto en Sichuan (China), el 12 de mayo de 2008 y con una magnitud de 7.8 grados en la escala de Richter, fue provocado también por la intervención del HAARP, mediante ondas de radio-frecuencia concentradas en la ionosfera y con la posibilidad de ser redirigidas sobre algún punto de la esfera terrestre. El proyecto, evidentemente ya una realidad, denominado HAARP, potencialmente tendría también la capacidad, de desintegrar objetos, generar combustiones inducidas (grandes incendios), incluso cambiar patrones cerebrales y llevando al individuo a conductas atípicas, así como generar enfermedades de corte psicosomático. Investigaciones sobre el proyecto HAARP, con distintas notas de rechazo, han surgido con insistencia desde universidades estadounidenses y distintos centros europeos. Recordemos también, los catastróficos incendios que asolaron Rusia este verano de 2010 y que entre algunos científicos rusos, se mantenía la afirmación que detrás de esta tragedia medioambiental, se encontraba una “nueva arma estadounidense en fase experimental”, con la que se habría atacado territorio ruso. Según dichos científicos, se trataría de una nueva tecnología (se referían al HAARP) que otorga la capacidad de producir cambios drásticos en las condiciones meteorológicas sobre un territorio determinado y elegido previamente. Sin embargo, de forma tan sorpresiva como repentina, se dio carpetazo a dicha gravísima acusación y no se volvió a hablar de ella jamás y lo cual, evidentemente, es prueba indudable de la veracidad de la misma.

Luego lo que tenemos en el cuadro es un nuevo y peligroso elemento, nunca dado en la historia, como es la posibilidad del ser humano de poder interactuar en todas las variantes de nuestro entorno: control de poderosas armas de guerra; capacidad de generar terribles epidemias y absoluto control sobre las medicinas; dominio absoluto sobre los mercados de alimentos y producción de los mismos; alteración a voluntad de fenómenos físicos (terremotos, sequías, inundaciones, grandes incendios, etc., generadores de enormes hambrunas), como instrumentos de guerra y como detalle de marcada gravedad y por si lo dicho fuera poco, la capacidad de poder interactuar sobre la mente humana, mediante ese diabólico invento del HAARP. Porque hemos leído de su capacidad para interactuar mediante ondas de radio-frecuencia y a las que nuestro cerebro es sensible, produciendo cambios significativos en nuestro estado de ánimo e inducirnos a determinadas conductas y cuya finalidad aparente, sería la de crear de forma inducida las condiciones anímicas óptimas para la general aceptación, por parte de las masas, del gran gobierno único o Nuevo Orden Mundial que se pretende imponer: y con lo que ya tendríamos a la bestia de Rev. 13:1, en marcha:

“……Y vi una bestia salvaje que ascendía del mar, con diez cuernos y siete cabezas y sobre sus cuernos diez diademas, pero sobre sus cabezas nombres blasfemos.”

Porque una de las señales que se nos dan en las Escrituras, tiene que ver precisamente con el estado anímico de las personas:

“…… y sobre la tierra angustia de naciones, por no conocer la salida a causa del bramido del mar y de su agitación, 26 mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada; porque los poderes de los cielos serán sacudidos.” (Luc. 21:25-26).

Y que si bien es cierto que la situación a nivel mundial, no está como para tirar cohetes y lo que es peor, tendente a empeorar, no es menos cierto que el tono de globalidad que se percibe en esa declaración (y que se cita como señal), bien pudiera indicar un hecho más allá de la normal actitud del ser humano y que nos lleva a pensar que bien pudieran ser emociones inducidas, con la finalidad ya antes apuntada. Porque lo que está clarísimo, es que si se poseen semejantes capacidades y de ello cada vez hay menos dudas, es obvio que sin ninguna vacilación serán usadas para adelanto de pérfidos e inconfesables proyectos humanos, detrás de los cuales está obviamente Satanás.
Y pérfido personaje que usa otra y poderosísima arma de “destrucción masiva” y también calificada como señal, como es la religión falsa:

Y en contestación, Jesús les dijo: “Cuidado que nadie los extravíe; 5 porque muchos vendrán sobre la base de mi nombre, diciendo: “Yo soy el Cristo” y extraviarán a muchos.” (Mat. 24:4-5).

Y note usted querido lector, que esta fue la primera advertencia o señal dada a sus discípulos, como respuesta a la pregunta formulada; luego si grave era lo que siguió a continuación, Jesús consideró ese rasgo como de mucha más gravedad. De hecho y como nos muestra el cap. 6 de Revelación, el primer caballo (blanco por más señas) al que se saca a darse un “garbeo” por ahí, jinete incluido, es una burda imitación del de Rev. 19:11 (Jesucristo en su segunda venida) y que por lo tanto, solo puede prefigurar a la religión falsa y que se correspondería con una brutal apostasía de alcance mundial y que vence, en su empeño de extraviar a la humanidad; y circunstancia ya anunciada por el apóstol Pablo:

Que nadie los seduzca de manera alguna, porque no vendrá (de nuevo Jesucristo) a menos que primero venga la apostasía y el hombre del desafuero quede revelado, el hijo de la destrucción.” (2 Tes. 2-3).

Tan ello es así, que a día de hoy levantas un adoquín y te aparecen tropecientos “ungidos” (o “cristos”); y es que casi todos aquellos que se consideran cristianos, se auto-califican de esa manera, aunque no puedan probar dicha condición y “pequeño detalle” que no puede ser pasado por alto.

Y algo que en este blog nos es muy difícil de asimilar, máxime cuando desde nuestra perspectiva, entendemos que sustentada por el registro bíblico, actualmente Jehová no tiene “ungidos”, o sea, personas “enviadas” para alguna determinada comisión servicio, aquí en la Tierra. Y con ello no pretendemos decir, que no haya a día de hoy, personas con las debidas cualidades para en el momento oportuno ser depositarias de semejante privilegio; y es que si no entendemos mal, la Biblia indicaría que aún queda un resto por determinar, de personas que han de ser “elegidas” en un futuro para gobernar con Cristo:

“…… y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.”

Y esas palabras que tienen que ver con la apertura del quinto sello, según Rev. 6: 9-11 y parte final del versículo 11, claramente nos indican que a los que ya en su día murieron como “ungidos” o personas sí reconocidas como Hijos de Dios (los Mateo, Juan, Pablo, Bernabé, etc., etc.), queda por añadir aún, un determinado número o cantidad de otros “elegidos” y que como un todo, conformarán el grupo de co-gobernantes con Cristo en el reino y que a tenor de la palabras de Jesús, no será muy numeroso (Luc. 12:32).

Y si bien todas las señales citadas pueden aumentar de intensidad y por tanto, su capacidad de destrucción, no es menos cierto que tuvieron que tener un inicio y aparentemente coincidente, como hemos dicho, con un desaforado aumento del número de distintas denominaciones religiosas dentro de la Cristiandad y más o menos ubicado entre finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve, en perfecta correspondencia con el cabalgar del jinete del caballo blanco (Rev. 6:2) y como manifestación culminante de la brutal apostasía o alejamiento de la verdadera enseñanza de la Biblia, que experimentaría la cristiandad en general. Luego el razonamiento lógico y de no equivocarnos, sería el de que ya estamos muy adentrados en los días finales y muy cerca ya de la gran predicación final de Mat. 24:14:

Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Y de notable interés también, porque avalarían lo que estamos afirmando, son las palabras de Pablo a su discípulo Timoteo:

Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. 2 Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, 3 sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, 4 traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, 5 teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate.” (2 Tim. 3:1-5).

Y puesto que claramente Pablo hace mención a los “últimos días”, como aquellos en que dichas indeseables cualidades quedarían de manifiesto de forma ostensible (luego estaríamos hablando de más señales), no hay otra cosa más apropiada que contrastar lo que acabamos de leer, con lo que vemos no solo en nuestro más inmediato alrededor, sino a nivel mundial, para darnos cuenta de que lo que Pablo hizo, fue una exacta fotocopia de los tiempos actuales. Y como ni el más optimista puede negar que ese es el panorama que nos rodea por tierra, mar y aire, no queda más remedio que concluir que ese día “grande e inspirador de temor” (Joel 2:31) del que nos advierten las Escrituras, está ya llamando a la puerta. Y notemos que cuando Pablo nos habla de que se presentarán “tiempos críticos, difíciles de manejar”, de nuevo se hace presente la idea de una directa intervención del ser humano en tan complicada situación, ya que en dicho relato del apóstol, esas palabras son el final del versículo uno y se empieza el verso dos, con la frase “Porque los hombres serán……” con lo cual se está estableciendo obviamente, una relación causa/efecto indiscutible de la dificultad de los tiempos, como consecuencia directa de las nocivas e indeseables características del ser humano, que siguen a las citadas palabras.

Luego y como hemos mostrado en la ilustración inicial, es cuestión de ir tomando medidas acerca de qué hacer, ya que estamos hablando de señales que apuntan a un rápido y pronto desenlace de fatales consecuencias para aquellos que haciendo caso omiso a las advertencias, no tomen acción. Porque es cierto y ello nos consta de nuestras innumerables horas dedicadas a la predicación de casa en casa, durante nuestra militancia como TJ y que nos permitió hablar con muchísimas personas, que ninguna de ellas se consideraba como mala y alejada de Dios, siendo por lo tanto el comentario más habitual, el siguiente: “Pero yo no soy una persona mala, vivo tranquilamente mi vida sin meterme con nadie y por ello, estoy convencido de que Dios me tiene presente; luego lo que tenga que venir, ya vendrá: yo estoy tranquilo”. Pero que aún siendo un argumento razonable para la persona en cuestión, deja de serlo cuando se contrasta con la idea que transmiten las palabras de Jesús. Veamos:

Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. 38 Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:37-39).

Y siendo cierto el hecho de que Jehová trajo el diluvio, debido a que la tierra estaba “…… llena de violencia como resultado de ellos…...”, no es menos cierto de que no toda la gente era mala, ya que Jehová y mediante hacer de Noé, un predicador de justicia (2 Ped. 2:5), extendió la posibilidad de que otros también se salvaran (al menos eso parece). Y que ello probablemente fue así, tiende a quedar claro por el hecho de que Jesús pone el énfasis, como causa real de la razón por la que perdieron la vida, en que “no hicieron caso” del repetido aviso de Noé y de la clara señal o testimonio que tenían ante sus propios ojos, como era el arca en construcción. Y al no sentirse movidos en consecuencia, a la acción salvadora de colaborar con Noé, en la construcción del instrumento que implicaba su propia salvación, fueron destruidos. Pero veamos otro ejemplo amonestador:

De igual modo, así como ocurrió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban. 29 Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos. 30 De la misma manera será en aquel día en que el Hijo del hombre ha de ser revelado.” (Luc. 17:28-30).

Fijémonos de nuevo, en que otra vez y aunque no se afirme de forma explícita, el énfasis se pone en el hecho de que esas personas, continuaban viviendo sin que aparentemente les preocupara el ambiente de degradación que los envolvía. Porque la realidad es que esas actividades enumeradas, en sí mismas, no eran motivo de castigo, luego tenía que haber otra razón de más peso que moviera a actuar a Dios. Y si bien casi todo el mundo tiene asumido que Jehová, castigó a las citadas ciudades por sus depravadas prácticas, la razón fundamental no parece haber sido ésta, aunque es evidente que bien pudo ser el desencadenante:

¡Mira! Esto es lo que resultó ser el error de Sodoma tu hermana: Orgullo, suficiencia de pan y el desahogo de mantenerse libre de disturbio eran lo que pertenecía a ella y a sus poblaciones dependientes y la mano del afligido y del pobre ella no fortalecía.” (Ezeq. 16:49).

Dicho en plata, que cada uno vivía su vida y que mientras lo que ocurría a su alrededor no les afectara, o sea, estuvieran “libres de disturbio” (problemas de conciencia), seguían orgullosamente viviendo en medio de tan licenciosa situación, ajenos por completo al desagrado de Jehová. ¿Y no es cierto que esas son las principales características, detrás de los males que actualmente aquejan a la humanidad, o sea, una actitud altanera de autosuficiencia y orgullo, al no hacer caso a la Palabra de Dios, estableciendo sus propias normas de lo correcto o incorrecto, según les convenga? Aptamente dicen las Escrituras:

¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo!” (Isa. 5:20).

Y eso es lo que estamos viendo a nuestro alrededor, sobre todo en las naciones más adelantadas y llamadas “civilizadas”, en las que el divorcio, el aborto, la homosexualidad, o el matrimonio entre personas del mismo sexo se han convertido en rasgos “progresistas” y propios de una sociedad “madura”, mientras que aquellos que abominamos de semejantes aberraciones, somos considerados como meros retrógrados y fuera de las más elementales normas de convivencia: prácticamente se nos relega a la condición de especie en extinción.

Sin embargo, Judas ya en su momento nos alertó de algo que es pasado por alto, en esta sociedad tan “iluminada”:

Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, después que ellas de la misma manera como los anteriores hubieron cometido fornicación con exceso, e ido en pos de carne para uso contranatural, son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador al sufrir el castigo judicial (de la más alta instancia) de fuego eterno.” (Judas 7).

Y nos permitimos señalar el hecho de que el ser castigado al fuego eterno, tiene que ver con destrucción eterna de la que no hay resurrección (Rev. 20:14). Y siendo cierto, por otra parte, que aquellos que practican tales cosas no escaparán al juicio divino, no deja de ser menos cierto que tampoco escaparán al mismo, aquellos que implícita o explícitamente los apoyan, “les entienden” según dicen ellos y que por lo tanto, viven cómodos (o en desahogo) en semejante situación y “libres de disturbio” en su conciencia cauterizada.

Luego la pregunta sería ¿cómo nos sentimos, personalmente, en ese entorno? Porque quizás pensemos que puesto que no formamos parte integrante del mismo y por supuesto, no practicamos semejantes aberraciones, la cosa no va con nosotros y que venga lo que venga, ya el Altísimo recompensará tan “loable” pasiva actitud. Pero ¿se ha preguntado alguna vez, querido lector y si es que piensa de esa manera, por qué se salvó Lot?

Veámoslo: “……y libró al justo Lot, a quien angustiaba sumamente la entrega de la gente desafiadora de ley a la conducta relajada.” (2 Ped. 2:7).

¿Es este su sentimiento o actitud, frente a los desmanes actuales? Si ello es así, nos alegramos infinito porque fíjese lo que le espera: si llega con vida, como es lo más probable dado lo cercano del día de juicio de Jehová, será introducido en lo que las Escrituras llaman el reino de Dios y que comprende un período de tiempo de mil años, gobernado por un conjunto de personas escogidas por Jehová y perfectamente probadas, encabezadas por Jesucristo, en donde se experimentarán los siguientes beneficios:

Los tales beneficios tendrán que ver, por ejemplo, con un tiempo de paz inimaginable:

Salmo 37:11: “Pero los mansos mismos poseerán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”

Salmo 72:7: “En sus días el justo brotará y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea.”

Isaías 9:6: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el regir principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

Ahora bien, es obvio que para ello no tendrían que existir las guerras y causa de amargas experiencias ¿verdad? Pues vean cual es la promesa de Jehová:

Salmo 46:9: “Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego.”

Miqueas 4:3: “Y él ciertamente dictará el fallo entre muchos pueblos y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”

Por otra parte, sería muy difícil gozar de esta paz a plenitud, si uno estuviera afectado por alguna enfermedad, defecto físico o por la misma vejez, que tantas limitaciones nos impone. Pues no se preocupe, porque también eso será atendido:

Isaías 33:24: “Y ningún residente dirá: “Estoy enfermo”. La gente que more en la tierra constará de los que habrán sido perdonados por su error.”

Isaías 35:5-6: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos mismos de los sordos serán destapados. 6 En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo y la lengua del mudo clamará con alegría….”

Job 33:25: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.”

Pero quizás alguien se pregunte, que como se podrá disfrutar a cabalidad de esas bendiciones, cuando vemos por toda la tierra una desertización galopante; sequías brutales; mares, ríos, lagos y otras diversas fuentes de agua contaminadas; la protectora capa de ozono quebrantada y tantos y tantos otros aspectos nocivos que afectan directamente nuestra calidad de vida. Pero de nuevo no se preocupe, que nuestro Buen Dios Jehová, también tiene en cuenta esta circunstancia:

Isaías 35:6-7: “….. Pues en el desierto habrán brotado aguas y torrentes en la llanura desértica. 7 Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua. En el lugar de habitación de los chacales, un lugar de descanso para ellos, habrá hierba verde con cañas y papiros.”

Rev. 11:18: “…… y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”

Y no pase cuidado, que esa paz que nuestro Creador nos ofrece, no se verá ensombrecida por la falta de un trabajo remunerador y satisfaciente, de una vivienda apropiada o carencia alguna de alimentos, con los que sustentar su vida y la de sus seres queridos:

Isaías 65:21-22: “Y ciertamente edificarán casas y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.”

Miqueas 4:4: “Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.”

Salmos 72:16: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.”

Tan abundante y completa será esta paz proveniente de nuestro Dios Jehová, que se extenderá también dentro del reino animal y a la relación de este con el hombre:

Isaías 11:6-9: “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero y el leopardo mismo se echará con el cabrito y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. 7 Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. 8 Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. 9 No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”

Pero por otra parte ¿no sería lamentable que esas bendiciones se acabaran con la muerte de uno? Por supuesto y por eso mismo, la muerte tampoco existirá:

Isaías 25:8: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro. Y el oprobio de su pueblo quitará de toda la tierra, porque Jehová mismo lo ha hablado.”

1 Cor. 15:26: “Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a nada.”

Rev. 21:4: “Y limpiará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”

Pero ¡cuánto echaremos de menos en medio de esas felices circunstancias, a aquellos seres queridos que en su día perdimos en la muerte! Pero un momento: recordemos que la esperanza del malhechor ajusticiado al lado de Jesús (Luc. 23:42), se basaba precisamente en la creencia de una resurrección, luego ¿sería razonable el pensar en que se produzca tal milagro? Bueno, ciertamente ya se produjo en el pasado y no solo en la propia resurrección de Jesucristo, pues hasta donde sabemos del relato bíblico, tanto los profetas Elías, como Eliseo, así como el apóstol Pedro y posteriormente Pablo, sin olvidarnos del propio Jesús, tuvieron que ver con el traer de nuevo a la vida a otras personas que en su momento habían fallecido. Pues bien, Jehová se propone llevar a cabo dicho milagro, pero en una escala sin precedentes:

Daniel 12:2: “Y habrá muchos de los que están dormidos en el suelo de polvo que despertarán, estos a vida de duración indefinida y aquellos a oprobios y a aborrecimiento de duración indefinida.”

Juan 5:28-29: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz 29 y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”

Hechos 24:15: “….. y tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos.”

Y estos son, querido amigo, los beneficios o grandes bendiciones que nuestro Amoroso Creador (Juan 3:16), derramará sobre aquellos que ahora lealmente se apeguen a sus principios y cifren su esperanza en Sus promesas, durante ese período de tiempo por venir y en el que en cumplimiento de la voluntad de Dios de proceder a la “restauración todas las cosas” (Hechos 3:21), el hombre será llevado a la perfección de la que en su día gozó Adán y con él, todo su entorno medioambiental. Pero llegados a ese punto y ya al final del milenio ¿qué va a ocurrir? Pues lo siguiente: ya llegados a la citada perfección, de nuevo se pondrá ante el hombre, la posibilidad de escoger voluntariamente el servir a su Creador, Jehová o al archí-enemigo de Este, Satanás, cuando por un corto espacio de tiempo sea soltado de la restricción a la que durante mil años ha sido sometido:

Ahora bien, luego que hayan terminado los mil años, Satanás será soltado de su prisión 8 y saldrá a extraviar a aquellas naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para la guerra. El número de estos es como la arena del mar.” (Rev. 20:7-8).

Y ahí, cada uno tendrá que tomar su propia y responsable decisión: aquellos que al igual que Adán y Eva, sean seducidos o más bien engañados y opten por formar parte de ese contingente numeroso “como la arena del mar” que sigue a Satanás, su fin será el siguiente:

Y la muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esto significa la muerte segunda: el lago de fuego. 15 Además, cualquiera a quien no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.” (Rev. 20:14-15).

Y ello equivale a destrucción eterna. Pero si por el contrario, uno felizmente mantiene su firme integridad, conseguirá de manera definitiva la tan ansiada posibilidad de vivir para siempre, o sea, la vida eterna:

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

Luego y dicho de manera que nos entendamos, su andar por el camino de la vida eterna, comienza en este preciso momento, puesto que si mantiene integridad a los principios guiadores de la Palabra de Dios, la Biblia, nadie le arrebatará dicha posibilidad, pues solo usted puede perderla y como ocurrió en le caso de Adán; y por si desea más información al respecto, nos permitimos sugerirle nuestro artículo del 27/02/10, titulado “La certeza de la vida eterna”. Y es que tiene que piensar, que todo lo que suceda hasta llegar a esa prueba final, incluso ella en sí misma, no son más que distintos estadios o metas que uno tiene que ir consiguiendo superar de forma progresiva. Y el premio no puede ser más atractivo: el reconciliarnos y de nuevo contar con la aprobación de nuestro Creador y Soberano sobre todo el Universo, el Altísimo, Excelso y Todopoderoso Señor, Jehová Dios.

Y ello lo conseguirá, si sigue la siguiente exhortación:

Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.” (Juan 17:3).

¿Y cómo puede hacer esto? Pues por ejemplo, continuar visitándonos y leyendo nuestros artículos u otros de otros autores, pero siempre teniendo en cuenta, que la última palabra la tiene el registro sagrado. Por ello nuestro repetido consejo, de que Biblia en mano, contraste todo lo que lea, o le digan, con lo que ésta dice y después de un reflexivo análisis, saque usted sus propias conclusiones. Porque otros, no sabemos, pero nosotros…… también nos podemos equivocar.

MABEL

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